Watchman Nee Libro Book cap.8 Libro de lecciones nivel 5: La iglesia
LA FORMACIÓN DE LA IGLESIA
Lección ocho
LA FORMACIÓN DE LA IGLESIA
Lectura bíblica
Ro. 5:18-19; 1 P. 3:18; Jn. 12:24; 1 P. 1:3; 1 Co. 15:45; Jn. 20:19-22; 7:39; Hch. 1:8; Lc. 1:35; 1 Co. 12:13; Mt. 16:18; Ef. 1:22-23; Hch. 2:33, 17; Lc. 24:49; Hch. 1:4; Lc. 4:18
Bosquejo
- Por medio de la crucifixión, Cristo redimió a las personas con miras a la iglesia.
- Por medio de la resurrección, Cristo regeneró a las personas para hacerlas miembros vivientes de la iglesia.
- Por medio de la ascensión, Cristo derramó el Espíritu sobre Su pueblo para formar la iglesia:
- Se forma la iglesia universal.
- En el día de Pentecostés y en la casa de Cornelio.
- Por Cristo como Cabeza.
- Mediante el derramamiento del Espíritu:
- El bautismo en el Espíritu Santo.
- Sobre ciento veinte discípulos.
- Sobre los creyentes en la casa de Cornelio.
Texto
Después de haber abarcado la visión de la iglesia, el propósito de Dios con respecto a la iglesia, la posición de la iglesia y el aspecto universal y local de la iglesia, abordaremos en las siguientes dos lecciones el tema de la formación de la iglesia universal y el establecimiento de las iglesias locales.
Muchos cristianos eligen entre las tantas así llamadas “iglesias”, a aquella que más corresponde a su preferencia personal, o en ocasiones incluso forman su propia “iglesia” cuando buscan algo diferente. Debemos consultar la Biblia a fin de determinar quién está calificado para formar la iglesia, y ver cómo se establecen las iglesias locales.
[Primeramente debemos entender que ninguno de nosotros está calificado para formar la iglesia. Unicamente el Señor Jesús lo está. En Mateo 16:18, El dijo: “Yo edificaré Mi iglesia.” El es el único que es apto para formar la iglesia.]
I. POR MEDIO DE LA CRUCIFIXIÓN, CRISTO REDIMIÓ A LAS PERSONAS CON MIRAS A LA IGLESIA
Para que la iglesia sea formada, primeramente se necesita el material, que es el pueblo de Dios. ¿Dónde estaban estas personas y cuál era su condición antes de la crucifixión de Cristo? Antes de la crucifixión de Cristo, nadie era apto para ser miembro de la iglesia, ya que la iglesia es gloriosa y santa, y está estrechamente vinculada con la vida, con el Dios Triuno. Todos los hombres estaban bajo la condenación de Dios debido a sus pecados (Ro. 5:18a) y, a causa de la desobediencia, fueron constituidos pecadores (Ro. 5:19a). Eran ajenos a la vida de Dios (Ef. 4:18) y, por ende, no podían expresar a Dios. Nacieron en pecado, tuvieron problemas con el pecado durante toda la vida y morirán en pecado. Por lo tanto, no eran ni gloriosos ni santos. Tampoco eran uno con el Dios Triuno; por el contrario, eran enemigos de Dios. Llegaron a ser el viejo hombre de la vieja creación. Finalmente, vinieron a estar muertos en sus delitos y pecados. ¿Cómo se podía formar la iglesia con gente de tal condición? ¡Era imposible!
Entonces, ¿quién podía redimir a estas personas y traerlas de vuelta a Dios? ¿Cree que usted o yo podríamos hacerlo? ¡Por supuesto que no! Nadie en el cielo ni en la tierra, a lo largo de toda la historia humana, podía salvar al pueblo de Dios de este dilema, excepto Jesucristo nuestro Señor. El es el Salvador único y perfecto, porque El es el Dios completo y el hombre perfecto y genuino. Por ser un hombre genuino, El posee sangre que puede ser derramada; por ser un hombre perfecto, El murió no por Sus propios pecados, sino por los nuestros; y por ser el Dios completo, El podía liberar la vida de Dios e impartirla en nosotros. En toda la historia humana sólo ha habido una persona apta para ser el Salvador. ¡Aleluya! El es el Salvador único; sólo El es apto para formar la iglesia.
Por Su muerte vicaria (1 P. 3:18), fuimos salvos del juicio de Dios (Ro. 5:18b). El es mucho más que nuestro sustituto, ya que, como resultado de Su crucifixión, El no sólo acabó con todas las cosas negativas en la cruz, sino que además liberó Su vida divina. De este grano de trigo, la vida divina fue liberada para producir muchos granos (Jn. 12:24), los muchos hijos de Dios. Ahora ya no somos pecadores ni somos el viejo hombre, ni pertenecemos a la vieja creación, sino que somos hijos de Dios y miembros de Cristo. Por último, somos la iglesia, el Cuerpo de Cristo.
II. POR MEDIO DE LA RESURRECCIÓN, CRISTO REGENERO A LAS PERSONAS PARA HACERLAS MIEMBROS VIVIENTES DE LA IGLESIA
Requerimos de la redención de Cristo para ser salvos y regresar a Dios. Y también requerimos de otra vida —de la vida de Dios—, para que nuestro espíritu sea regenerado a fin de que seamos hijos de Dios y miembros vivientes de la iglesia. De otra manera, no seremos aptos para ser miembros de Su Cuerpo, y Cristo no podrá formar la iglesia.
Para que Cristo pudiera formar la iglesia, le fue necesario pasar a través de la muerte y entrar en resurrección, a fin de impartir Su vida divina en nuestro ser. El introdujo al Dios Triuno en nuestro ser y nos hizo nacer de Dios (1 P. 1:3). [En resurrección, El fue transfigurado de la carne al Espíritu. En 1 Corintios 15:45 dice que, en Su resurrección y por medio de ella, Cristo como postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante.
En el día de Su resurrección, el Señor Jesús se apareció a Sus discípulos de una forma maravillosa. “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto de pie en medio, les dijo: Paz a vosotros” (Jn. 20:19). Los discípulos, “espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu” (Lc. 24:37), es decir, pensaron que habían visto un fantasma o un espectro. Después de esto, el Señor les dijo: “Mirad Mis manos y Mis pies, que Yo mismo soy; palpadme, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que Yo tengo” (Lc. 24:39). El Señor tenía un cuerpo físico que se podía ver y palpar. Después de mostrarles “ambas manos y Su costado” (Jn. 20:20), el Señor “sopló en ellos, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (vs. 22). Este era el Espíritu que se esperaba en Juan 7:39 y que fue prometido en 14:16-17, 26; 15:26; 16:7-8, 13. Por lo tanto, cuando el Señor infundió el Espíritu Santo en los discípulos al soplar en ellos, se cumplió la promesa que El había hecho acerca del Espíritu Santo como el Consolador. Aquí el Espíritu como aliento fue infundido como vida en los discípulos para su vivir. Cuando el Señor con Su soplo infundió el Espíritu en los discípulos, El se impartió en ellos como vida y como el todo.
El Señor Jesús vino a Sus discípulos en el día de Su resurrección como el Cristo pneumático. La palabra griega traducida “Espíritu” en Juan 20:22 es pneuma, una palabra que también significa aliento o aire. En Juan 1 Cristo es el Cordero, pero en Juan 20, después de Su muerte y en Su resurrección, El es el Cristo pneumático. Decir que Cristo es el Cristo pneumático significa que El está lleno del aliento divino. Mientras que en Juan 1 Cristo vino como el Cordero, en Juan 20 El vino como el pneuma. El hecho de que El se infundiera con Su soplo en los discípulos y les dijera que recibieran el Espíritu Santo, indica que El venía a ellos como el aliento, como el pneuma. El Señor llegó a ser el Cristo pneumático mediante Su resurrección, y hoy, en resurrección, El aún viene a nosotros como el Espíritu, el pneuma.
Después de que el Señor vino a Sus discípulos en Juan 20:19, no hay ninguna palabra o indicio en el Evangelio de Juan de que El los dejara. De hecho, El permaneció con ellos, aunque ellos no estaban conscientes de Su presencia. El no los dejó, sino que simplemente desaparecía de su vista. Sin embargo, para sorpresa de los discípulos, El se les apareció en diferentes ocasiones y lugares, haciéndose manifiesto a ellos. Hechos 1:3 dice que “después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días”. Su aparición no significaba que El viniera de nuevo a ellos, sino que simplemente hacía Su presencia visible a ellos.]
III. POR MEDIO DE LA ASCENSIÓN, CRISTO DERRAMÓ EL ESPÍRITU SOBRE SU PUEBLO PARA FORMAR LA IGLESIA
[Después de aparecerse a Sus discípulos por un período de cuarenta días, el Señor Jesús ascendió a los cielos. Diez días más tarde, en el día de Pentecostés, El, habiendo recibido el Espíritu consumado, derramó dicho Espíritu sobre todos Sus discípulos.
Debemos ahora establecer la diferencia entre el Espíritu esencial y el Espíritu económico. El Espíritu esencial es dado para la vida, el vivir, el ser y la existencia espirituales de los creyentes, y el Espíritu económico es derramado para que ellos lleven a cabo la economía de Dios, Su obra y Su mover. En el día de Su resurrección, el Señor Jesús infundió el Espíritu en los discípulos esencialmente, como vida, para la existencia espiritual de ellos. Luego, cincuenta días más tarde, en el día de Pentecostés, Cristo, en Su ascensión, derramó el Espíritu consumado sobre Sus discípulos económicamente, como poder, a fin de habilitarlos para la obra.
En la resurrección del Señor, el Espíritu de la vida de resurrección se asemeja al aliento, el cual fue infundido en los discípulos esencialmente, para su ser y vivir espirituales. Pero en la ascensión del Señor, el Espíritu del poder de la ascensión, que fue derramado sobre ellos económicamente, es simbolizado por el viento, que capacita a los discípulos para efectuar su ministerio y mover (Hch. 2:2). El Espíritu esencial de la vida de resurrección capacita a los creyentes para que vivan a Cristo, mientras que el Espíritu económico del poder de la ascensión los capacita para que lleven a cabo Su comisión.
Necesitamos ver claramente la diferencia que hay entre el soplo de Juan 20 y el viento recio de Hechos 2. El soplo de Juan 20 impartió esencialmente al Espíritu vivificante en los creyentes, para su existencia y vivir espirituales. Pero, el viento recio de Hechos 2 derramó el Espíritu económico de poder sobre los creyentes, quienes ya habían recibido el Espíritu esencial. El derramamiento del Espíritu de poder no fue dado para la existencia o el vivir espiritual de los creyentes, sino para el ministerio y mover de ellos. Por lo tanto, el aspecto esencial del Espíritu está relacionado con el vivir de los creyentes, y el aspecto económico, con su obra y ministerio.
El Señor Jesús mismo es el modelo de que los creyentes necesitan recibir el Espíritu, tanto en el aspecto esencial como en el aspecto económico. Primeramente, el Espíritu vino como esencia divina en la concepción y nacimiento del Señor Jesús (Lc. 1:35; Mt. 1:18, 20). Esta fue la venida del Espíritu esencial, el cual le dio la existencia a Cristo como Dios-hombre.
Luego, el Espíritu Santo descendió sobre Jesucristo como poder divino para ungirlo (Mt. 3:26). Este fue el aspecto económico del Espíritu, que capacitó a Cristo para cumplir Su ministerio y obra; en cambio, la venida del Espíritu esencial (en el momento de Su nacimiento), como esencia divina, estaba relacionada con la existencia y el vivir del Señor Jesús. Luego, a la edad de treinta años, cuando El salió a ministrar y laborar para Dios, necesitó al Espíritu como Su poder, económicamente, pese a que ya había nacido del Espíritu y el Espíritu estaba en El esencialmente.
Los creyentes también recibieron al Espíritu, tanto en Su aspecto esencial como económico. En el día de la resurrección de Cristo, el Señor, al soplar, infundió el Espíritu esencial en los discípulos para la existencia y el ser espiritual de ellos. Esto lo comprueba claramente el pasaje de Hechos 1. Según el relato de este capítulo, aun antes del día de Pentecostés, Pedro había cambiado. En los cuatro evangelios, Pedro a menudo había actuado de manera necia e insensata. Pero en Hechos 1, él era una persona diferente, que tuvo la capacidad de exponer rectamente los salmos.
Otra evidencia de que los discípulos ya habían recibido el Espíritu esencial antes del día de Pentecostés, y que también vemos en el relato de Hechos 1, es el hecho de que ellos pudieron orar unánimes durante diez días. Antes de la crucifixión del Señor los discípulos se peleaban entre sí, pero en Hechos 1, vemos que oraban en lugar de pelear. ¿Qué fue lo que hizo posible que oraran unánimes por diez días? Esto se debió al Espíritu que moraba en ellos.
A pesar de que los discípulos ya habían recibido el Espíritu esencial y tenían este Espíritu en ellos, todavía necesitaban que el Espíritu económico descendiera sobre ellos. Al respecto, el Señor Jesús les había dicho: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y seréis Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8). Luego, diez días después de Su ascensión, el Señor Jesús se derramó sobre Sus discípulos como Espíritu consumado.
Ahora podemos entender que la formación de la iglesia se llevó a cabo en dos pasos. El primero paso se realizó cuando el Señor infundió el Espíritu en los creyentes, para la existencia y el ser espiritual de ellos. El segundo se realizó cuando el Señor se derramó sobre ellos como el Espíritu consumado, lo cual los bautizó en un solo Cuerpo. Mediante estos dos pasos, los creyentes fueron llenos interiormente del Espíritu y fueron revestidos exteriormente del Espíritu. Interiormente, tenían al Espíritu esencial, y externamente tenían al Espíritu económico. Como resultado de ello, se mezclaron con el Espíritu, y de esta manera se formó el Cuerpo de Cristo. Fue así como se efectuó la formación de la iglesia.
En el día de Pentecostés, Cristo bautizó a los creyentes judíos en el Espíritu económico, y no muchos días después, en la casa de Cornelio, bautizó a los creyentes gentiles en el Espíritu económico. En el día de Pentecostés, en Jerusalén, el Espíritu económico descendió sobre los creyentes judíos, y en la casa de Cornelio, en Cesarea, el mismo Espíritu económico también cayó sobre los creyentes gentiles. Por medio de estas dos ocasiones en que los creyentes fueron bautizados en el Espíritu económico, Cristo, la Cabeza en los cielos, bautizó a todo Su Cuerpo —tanto a judíos como a gentiles— en un mismo Espíritu y en un solo Cuerpo, según lo revela claramente 1 Corintios 12:13. Por consiguiente, Cristo formó la iglesia al bautizar a todos los creyentes, tanto judíos como gentiles, en un mismo Espíritu y en un solo Cuerpo.
A. Se forma la iglesia universal
Por medio del bautismo en el Espíritu todo-inclusivo, el cual ocurrió una sola vez y para siempre, a los ojos de Dios la iglesia universal fue formada, de una sola vez y para siempre, a fin de ser la plenitud de Cristo y Su expresión universal. Después de que el Cuerpo universal de Cristo fue formado, todos los escogidos de Dios han ido siendo salvos a través de los siglos, para ser introducidos no sólo en la realidad, sino también en el aspecto práctico del Cuerpo de Cristo, hasta que éste llegue a su plenitud.
B. En el día de Pentecostés y en la casa de Cornelio
La formación de la iglesia se efectuó en dos pasos y tiempos diferentes: en el día de Pentecostés, y cuando Pedro estaba en la casa de Cornelio (Hch. 2:1; 10:24). Lo que ocurrió el día de Pentecostés, con los creyentes judíos, y luego en la casa de Cornelio, con los creyentes gentiles, fue la formación de la iglesia, el Cuerpo de Cristo.
C. Por Cristo como Cabeza
La iglesia fue formada directamente por Cristo, la Cabeza (Mt. 16:18). Efesios 1:22 y 23 dicen que Dios dio a Cristo por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su Cuerpo. “A la iglesia” es una frase muy importante, pues indica que todo lo que Cristo, la Cabeza, logró y obtuvo, fue transmitido a la iglesia. Esta transmisión que proviene de la Cabeza es el origen del Cuerpo.
D. Mediante el derramamiento del Espíritu
Cristo, la Cabeza, formó la iglesia mediante el derramamiento del Espíritu (Hch. 2:17-18, 33). El derramamiento del Espíritu difiere del soplo proveniente de la boca de Cristo, el cual infundió el Espíritu en los discípulos en Su resurrección. El derramamiento del Espíritu de Dios provino desde los cielos, después que Cristo ascendió. El primer aspecto es el aspecto esencial del Espíritu, que se infundió en los discípulos como vida, para el vivir de ellos; y el segundo aspecto es el aspecto económico del Espíritu, que fue derramado sobre ellos como poder, a fin de capacitarlos para la obra. Así, el mismo Espíritu estaba en ellos esencialmente, y sobre ellos económicamente.
El derramamiento del Espíritu, después de que Cristo ascendió, fue el descenso mismo del Cristo resucitado y ascendido, el cual vino como Espíritu todo-inclusivo para llevar a cabo Su ministerio celestial en la tierra, que consiste en edificar la iglesia, Su Cuerpo, y así cumplir la economía neotestamentaria de Dios.
En Hechos 2:33, Pedro, refiriéndose al Señor Jesús, dijo: “Así que, exaltado a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís”. Esto no se refiere a la promesa dada por el Espíritu Santo, sino a la promesa dada por el Padre en Joel 2:29, citada por Pedro en Hechos 2:17, y a la cual se refirió el Señor en Lucas 24:49 y Hechos 1:4, con respecto al Espíritu Santo. El hecho de que el Cristo exaltado recibiera la promesa del Espíritu Santo, en realidad significa que El recibió el Espíritu Santo mismo. Cristo fue concebido del Espíritu esencial para tener existencia humana (Lc. 1:35; Mt. 1:18, 20), y fue ungido con el Espíritu económico para llevar a cabo Su ministerio entre los hombres (Lc. 4:18). Después de Su resurrección y ascensión, El todavía necesitaba recibir el Espíritu económico, para poder derramarse sobre Su Cuerpo, a fin de llevar a cabo Su ministerio celestial en la tierra para el cumplimiento de la economía neotestamentaria de Dios.
1. El bautismo en el Espíritu Santo
El derramamiento del Espíritu es el bautismo en el Espíritu Santo. Con respecto al Espíritu Santo fue un derramamiento, pero con respecto a Cristo, la Cabeza, fue un bautismo.
El Señor Jesús se refirió al bautismo en el Espíritu Santo en Hechos 1:5, cuando dijo: “Juan bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de no muchos días”. Esto se efectuó en dos etapas, que incluyeron tanto a los creyentes judíos como a los creyentes gentiles. Por eso en 1 Corintios 12:13, Pablo declara: “Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo, sean judíos o griegos”. Ya que el Espíritu es la esfera y el elemento de nuestro bautismo espiritual, y en el Espíritu fuimos todos bautizados para entrar en una entidad orgánica, a saber, el Cuerpo de Cristo, entonces todos nosotros debemos formar parte de este único Cuerpo, sin importar cuál sea nuestra raza, nacionalidad o rango social. En este único Espíritu todos fuimos bautizados en un solo Cuerpo viviente para expresar a Cristo.
2. Sobre ciento veinte discípulos
Primeramente, el derramamiento del Espíritu se efectuó sobre ciento veinte creyentes (Hch. 1:15; 2:1-4). En el día de Pentecostés, los creyentes judíos fueron la primera parte del Cuerpo que fue bautizada.
3. Sobre los creyentes en la casa de Cornelio
Después de que los creyentes judíos fueron bautizados en el Espíritu Santo para la formación de la iglesia, los creyentes gentiles fueron bautizados en el mismo Espíritu y de la misma manera (Hch. 10:24, 44-47a). El Espíritu Santo cayó visible y económicamente sobre los que oyeron la palabra en la casa de Cornelio. En esta ocasión, en la casa de Cornelio, el Espíritu Santo entró en los creyentes esencialmente para ser la vida de ellos y cayó sobre ellos económicamente para impartirles poder; estos dos eventos sucedieron simultáneamente en el momento en que creyeron en el Señor. Sin embargo, en Hechos 10:46 sólo se menciona que el Espíritu Santo descendió sobre ellos económicamente, ya que fue tangible el hecho de que ellos hablaran en lenguas y alabaran a Dios, en tanto que la manera en que el Espíritu entró en ellos fue silenciosa e invisible. Ellos ciertamente recibieron ambos aspectos del Espíritu Santo directamente de Cristo, la Cabeza del Cuerpo, sin ningún intermediario, antes de ser bautizados en agua por otros miembros del Cuerpo de Cristo. Esto indica enfáticamente que la Cabeza del Cuerpo bautizó a los creyentes gentiles en Su Cuerpo directamente. En la casa de Cornelio, los creyentes gentiles recibieron el Espíritu Santo económicamente, tal como lo recibieron los primeros apóstoles y creyentes judíos el día de Pentecostés, directamente de la Cabeza ascendida.
Las palabras de Pedro en Hechos 11 demuestran que lo que aconteció en la casa de Cornelio fue el segundo paso mediante el cual Cristo bautizó a Su Cuerpo en el Espíritu Santo de una vez y para siempre. Pedro dijo: “Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo” (vs. 15-16). Por tanto, este pasaje de Hechos indica claramente que sólo dos casos pueden considerarse el bautismo en el Espíritu Santo: el de los creyentes judíos en el día de Pentecostés y el de los creyentes gentiles en la casa de Cornelio. En estas dos ocasiones, la Cabeza hizo algo directamente al Cuerpo para que la iglesia fuese formada. Mediante estos dos pasos, la Cabeza del Cuerpo bautizó de una y para siempre a todos Sus creyentes, tanto a judíos como a gentiles, en Su solo Cuerpo. Así que, el bautismo en el Espíritu es un hecho cumplido, el cual Cristo efectuó en Su ascensión en el día de Pentecostés y en la casa de Cornelio, a fin de que fuese formada la iglesia universal, la cual es Su Cuerpo.]
Fue así como Cristo formó Su Cuerpo, la iglesia universal. ¿Cree usted que cualquier persona puede formar una iglesia porque así lo desea o por el simple hecho de que no le gusta la iglesia en la ciudad donde reside? ¡Por supuesto que no! La Biblia revela claramente que sólo Cristo puede formar la iglesia, ya que la formación de ésta requiere de la redención, de la regeneración que el Espíritu esencial efectúa en nuestro espíritu humano y del bautismo que el Espíritu económico realiza, el cual introduce a todos los miembros regenerados en un solo Cuerpo. ¿Podría usted o alguien más, aparte de Cristo, formar la iglesia? Alabamos a Cristo porque únicamente El es apto y digno de formar la iglesia. ¡Aleluya! La iglesia universal ya fue formada.
En la próxima lección veremos el establecimiento de las iglesias locales.
Preguntas
- Describa brevemente por qué Cristo es el único que es apto para formar la iglesia; y cuáles son los pasos que El tuvo que efectuar para lograrlo.
- Cite tres referencias bíblicas para cada uno de los aspectos del Espíritu, a saber, el aspecto esencial y el aspecto económico.
- ¿Por qué pudieron los creyentes recibir el Espíritu esencial antes de la ascensión de Cristo, y por qué no podían recibir el Espíritu económico sino sólo hasta después de la ascensión de Cristo?
Pasajes citados
- The Conclusion of the New Testament [La conclusión del Nuevo Testamento] (Lee/LSM), pág. 2102.
- Vital Factors for the Recovery of the Church Life [Factores vitales con respecto al recobro de la vida de iglesia] (Lee/LSM), pág. 28.
- The Conclusion of the New Testament [La conclusión del Nuevo Testamento] (Lee/LSM), págs. 2102-2109.
Referencias adicionales
- La revelación básica contenida en las santas Escrituras (Lee/LSM), págs. 81-82.
- El Cuerpo de Cristo (Lee/LSM), págs. 8, 11-12.
- The Conclusion of the New Testament [La conclusión del Nuevo Testamento] (Lee/LSM), pág. 2245.
- The Economy of God and the Building Up of the Body of Christ [La economía de Dios y la edificación del Cuerpo de Cristo] (Lee/LSM), págs. 38-41.
- The Exercise of the Kingdom for the Building of the Church [Ejercitar la vida del reino para la edificación de la iglesia] (Lee/LSM), pág. 15.
- Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesia (Lee/LSM), pág.42.
- God’s Purpose for the Church [El propósito de Dios con respecto a la iglesia] (Lee/LSM), págs. 22-23.
- Life-study of Ephesians [Estudio-vida de Efesios] (Lee/LSM), págs. 178, 180, 265, 598-600, 728-729.
- Un solo y nuevo hombre (Lee/LSM), págs. 44-50, 58-60.
- El organismo del Dios Triuno en la unión orgánica de Su Trinidad Divina (Lee/LSM), págs. 31, 45-46.
- The Practical and Organic Building Up of the Church [La edificación práctica y orgánica de la iglesia] (Lee/LSM), pág. 96.
- La manera bíblica de reunirse y de servir para la edificación del Cuerpo de Cristo (Lee/LSM), págs. 13-14, 158, 168, 172-175, 192, 195-197, 226-227.
- The Spirit and the Body [El Espíritu y el Cuerpo] (Lee/LSM), págs. 114-116.
- Vital Factors for the Recovery of the Church Life [Factores vitales con respecto al recobro de la vida de iglesia] (Lee/LSM), págs. 21, 36, 38.