Watchman Nee Libro Book cap.8 El misterio de Cristo

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EL ORDEN DEL CUERPO

CAPITULO OCHO

EL ORDEN EN EL CUERPO

Lectura bíblica: Ro. 12:3-8; Ef. 4:9-16; Col. 2:19; 1 Co. 11:29

EL MINISTERIO DE LOS MIEMBROS

En 1 Corintios 12:18 dice: “Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como El quiso”. Esto nos muestra que cada miembro tiene un lugar específico, una tarea específica y una posición específica en el Cuerpo. Cada miembro tiene una posición particular desde la cual sirve al Cuerpo de Cristo. Los ojos ven, los oídos oyen y la nariz huele. Cada órgano cumple su función, y cada uno tiene su porción. Los ojos sirven al Cuerpo al ver. Los oídos sirven al Cuerpo al escuchar. La nariz sirve al Cuerpo al oler. Cada uno tiene su propia responsabilidad, y ninguno puede reemplazar a otro. El miembro A no puede ser el miembro B, y el miembro B no puede ser el miembro C. Cada miembro tiene sus propias características y cada uno tiene su propia capacidad. Las características y las capacidades constituyen el lugar, la posición o el ministerio de cada miembro.

Las características de un miembro son el ministerio de ese miembro, ministerio que constituye a su vez el suministro que proporciona al Cuerpo. El ministerio de un miembro determina su lugar y su posición en el Cuerpo. La porción de cada miembro en el Cuerpo tiene como fin el Cuerpo en su totalidad, no el miembro mismo. Nuestro servicio en el Cuerpo de Cristo se basa en lo que hemos recibido del Señor de una manera particular. El conocimiento y la experiencia específicos que hemos adquirido del Señor vienen a ser el suministro que proporcionamos al Cuerpo. Sin embargo, muchos cristianos solamente han adquirido paja, que no es más que conocimiento que han oído y doctrinas que han estudiado. Estas son armas de paja; no son la espada del Espíritu, y quedará en evidencia que no tienen utilidad alguna cuando se presente una necesidad. Un teólogo menospreciaba a su esposa porque ella no conocía la Biblia, pero cuando su hijo se enfermó, él no podía guardar la calma. Su esposa, quien tenía un conocimiento mucho más profundo de Dios, tenía más confianza, paz y firmeza en su fe. Las doctrinas que obtenemos por medio del estudio no sirven de mucho. Sólo la vida que recibimos del Señor tiene valor y solamente ella abastece al Cuerpo.

FUNCIONAR EN ORDEN

Abastecemos al Cuerpo con la vida que hayamos recibido de la Cabeza, Cristo. No obstante, al ejercer nuestra función, debemos hacerlo adecuadamente y en orden. El orden en el Cuerpo es esencial para el crecimiento y para el ministerio. Cualquier dislocación o crecimiento desproporcionado de los miembros en el cuerpo físico, impide su desarrollo normal. Esto también se aplica al Cuerpo de Cristo. En la reunión, nadie le impedirá que hable. Pero uno debe hablar según su medida de fe y según lo guíe el Espíritu. Uno deberá saber si se sobrepasa en algo al hablar, y si se está extendiendo demasiado. Muchos miembros ambicionan ser cristianos famosos y obreros destacados, pero si algunos se desarrollan demasiado, otros no se desarrollarán normalmente. Esto no producirá el Cuerpo, sino un monstruo; el orden de Dios en la iglesia se verá afectado. Cuando verdaderamente nos ponemos bajo la autoridad de la Cabeza, El nos ubica en el lugar que nos corresponde en el Cuerpo y designa nuestra función específica.

En las organizaciones denominacionales, los líderes son seleccionados según sus antecedentes, experiencia, nivel social, educación, conocimientos, intelecto, elocuencia o talento. Pero puede ser que no tengan ninguna revelación, fe, ni experiencia en el Señor. Sólo pueden traer cosas naturales a la iglesia. Tales personas no traerán ninguna provisión para el Cuerpo, sino que le traerán muerte. El ministerio del Cuerpo no se determina por cosas naturales. Un miembro funciona en el Cuerpo según lo que haya recibido del Señor, “conforme a la medida de fe” (Ro. 12:3, 6), y también, conforme al orden establecido por Dios. Por lo tanto, necesitamos procurar la revelación y la experiencia de Cristo, para que tengamos con qué abastecer al Cuerpo; y tenemos que conocer el orden del Cuerpo, que es el modelo que Dios estableció en el Cuerpo. Debemos estar dispuestos a estar limitados por nuestra medida. Tan pronto la sobrepasamos, sobrepasamos la autoridad de la Cabeza y ya no estamos bajo la unción. Cada vez que sobrepasamos nuestra medida, alteramos el orden del Cuerpo. El Cuerpo de Cristo tiene una vida orgánica; opera sin ninguna intervención humana. Todos los miembros deben recibir la vida de la Cabeza y funcionar en el orden apropiado. Si nuestra relación con la Cabeza es adecuada, mantendremos espontáneamente nuestro lugar en el Cuerpo.

LOS APÓSTOLES, PROFETAS, EVANGELISTAS, PASTORES Y MAESTROS

Efesios 4:11 habla de un grupo de personas que son dadas al Cuerpo; son dones que Dios dio a la iglesia, los cuales suministran a Cristo para la edificación del Cuerpo. Necesitamos prestar atención especial a este grupo de miembros.

Los apóstoles son el primer don que Dios designó en el Cuerpo de Cristo. Dios los envía para que sean representantes de la autoridad de la Cabeza y para ejecutar la voluntad de Dios en la tierra. Por lo tanto, en una iglesia que tenga el debido testimonio del Cuerpo, todos los creyentes deben someterse a la autoridad delegada. En el Antiguo Testamento Moisés no discutió con Coré cuando éste y su séquito rechazaron la autoridad de él como profeta de Dios. En lugar de eso, remitió el asunto a Dios, quien puso en claro que tocar al ungido del Señor era lo mismo que tocar al Señor mismo, y que rechazar la autoridad de Su profeta, equivalía a rechazar Su propia autoridad. El resultado de rechazar tal autoridad fue la muerte de los ofensores. Dios requiere que nos sometamos, no sólo a la autoridad directa del Señor, sino también a la autoridad de quienes representan Su autoridad en el Cuerpo. Cuando la Cabeza le ordena al brazo que se mueva, el dedo meñique tiene que moverse con todo el brazo. El brazo es un ejemplo de la autoridad delegada de Dios. Debemos mantener nuestra posición en el Cuerpo, sujetos a la autoridad de Cristo como Cabeza, y a la autoridad de los miembros del Cuerpo a quienes Dios mismo, en Su providencia, ha dado Su autoridad. Es mucho más fácil inclinarnos ante la autoridad directa de Dios que ante la autoridad de Sus representantes en el Cuerpo. Inclinarnos a la autoridad de Su representante requiere mansedumbre y humildad. No podemos pasar por alto el orden de Dios sin recibir castigo, como vemos en la carta de Pablo a los corintios (1 Co. 11:29-30). Ningún pensamiento o acción individual tiene cabida en el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo se mueve bajo la dirección de la Cabeza. Desobedecer la ley del Cuerpo produce debilidad y muerte.

Los profetas no sólo predicen eventos futuros, sino que también proclaman la intención de Dios. Dios los envía a Su pueblo para dar a conocer Sus pensamientos. El profeta más destacado del Antiguo Testamento no fue Isaías sino Elías, porque casi todas las palabras de Isaías fueron profecías, mientras que Elías principalmente daba a conocer lo que Dios se proponía a hacer. Cuando un profeta recibe una revelación del Señor, da a conocer la intención de Dios a Su pueblo. Un profeta es aquel que conoce y declara la intención de Dios, mientras que una persona que predice, lo único que hace es vaticinar eventos futuros. En el Cuerpo hay un grupo especial de ministros que conocen la intención de Dios y la comunican a Su pueblo. Estos también son autoridades delegadas por la Cabeza.

Los evangelistas dan a conocer las compasiones de Dios en Cristo, mientras que los pastores y maestros dan a conocer las riquezas en Cristo y suministran estas riquezas a otros. Cada uno de estos ministerios es una coyuntura del rico suministro (Ef. 4:16). Ellos reciben la vida de Dios y la comunican a todo el Cuerpo. Muchos cristianos dicen: “Yo estoy en comunión directa con la fuente; yo lo puedo recibir todo de la Cabeza personalmente”. Tener tal actitud es rechazar la autoridad del Señor, quien en Su providencia ha dispuesto que los miembros dependan, no sólo de El, sino también los unos de los otros.

¿Cómo sirven al Cuerpo “las coyunturas del rico suministro”? Primeramente, ellos deben ser personas que han pasado por cierto adiestramiento bajo la mano del Señor y han sido especialmente moldeados por las circunstancias que el Espíritu ha ordenado para ellos; también deben conocer a Cristo por experiencia. Han sido puestos a prueba, han sido instruidos por Cristo y están calificados para transmitir valores espirituales. Además, tienen una historia secreta de tribulaciones, y la cruz ha forjado en ellos aquello que ministran al Cuerpo.

LOS ANCIANOS

Además, en la asamblea local hay miembros que tienen el derecho de ejercer autoridad. No sólo se les ha dado autoridad, sino que tienen autoridad. Estos son los que tienen el oficio de ancianos. Ellos ocupan esta posición no meramente porque hayan sido nombrados ancianos, sino porque en realidad lo son. El Espíritu Santo manifiesta espontáneamente aquellos que son ancianos; lo único que el hombre puede hacer es identificarlos y confirmarlos. En una iglesia espiritual, los miembros más espirituales tienen el oficio de ancianos; mientras que en una iglesia carnal, dicho oficio lo tienen aquellos que tienen las mejores cualidades naturales. Cuando un hombre se casa y tiene un hijo, se convierte en padre. Nadie puede ser nombrado para ejercer el oficio de padre. Un hombre es padre o no lo es; nadie puede hacerlo padre. De la misma manera, nadie puede hacerse anciano. O se es anciano o no se es. Los ancianos tampoco son elegidos por medio de campañas ni elecciones; se manifiestan de un modo espontáneo por la madurez en vida. Ellos deben ser más puros de corazón, buscar las cosas espirituales y el crecimiento en las mismas. Su deber es ayudar a otros a obedecer a la Cabeza. Si una persona es anciano, todo lo que la iglesia debe hacer es reconocerlo y permitirle funcionar como le corresponde.

EL HOMBRE ES LA CABEZA DE LA MUJER

En lo que Dios ha dispuesto, el hombre es cabeza de la mujer. Por lo tanto, las hermanas no tienen ningún poder administrativo en la iglesia. Sin embargo, esto no significa que cualquier hombre puede ser la cabeza de la mujer; sólo aquellos que están bajo la autoridad de Cristo pueden ser cabeza de las hermanas. Cuando las hermanas se cubren la cabeza exhiben una señal de que ellas mantienen el orden en el Cuerpo, que se someten a Cristo y también a la autoridad del Cuerpo.

Siendo exactos, no existe autoridad en el Cuerpo mismo, pues toda la autoridad está en la Cabeza. La debilidad de la autodenominada iglesia consiste en que la autoridad se ha convertido en un asunto de posición, no de vida. En el Cuerpo de Cristo, la autoridad es un asunto de vida, no de posición. Si un miembro tiene autoridad, esto se debe a que esa autoridad ya ha sido forjada en él. El pasó por la disciplina de Dios, y la autoridad ha llegado a ser vida en él. Dios no ha designado a ciertos individuos para que actúen como ojos, oídos, boca, manos, etc. El logra que ellos sean estas cosas por la operación de la cruz. Si ellos son estos órganos, funcionan naturalmente como tales. Todo depende de la vida. Mientras obedezcamos la vida del Cuerpo, que fluye a medida que el Cuerpo mantiene su posición bajo la absoluta autoridad de la Cabeza, habrá un crecimiento continuo y perfectamente proporcionado. A menos que estemos verdaderamente en la vida del Cuerpo, no podrá haber un aumento en la medida de Cristo.

Ni los apóstoles ni los ancianos tienen autoridad en sí mismos; sólo tienen autoridad en la medida en que estén bajo la autoridad del Señor. Ejercen la autoridad en el Cuerpo al representar la autoridad de la Cabeza. Si los apóstoles y los ancianos tienen la mente de Dios, entonces tienen la autoridad de Dios, porque El sólo respalda aquello que El favorece. El respalda con Su autoridad lo que autoriza.

La vida del Cuerpo requiere un quebrantamiento severo de la vida natural. Todos debemos ser quebrantados para que estemos dispuestos a someternos a la autoridad delegada del Cuerpo y estar dispuestos a ministrar y recibir la ministración en el lugar que se nos haya asignado. Dios no puede permitir que falte la ley en Su iglesia, porque esto haría imposible el desarrollo del Cuerpo. Tampoco puede permitir que se levante por sí misma ninguna cabeza humana, porque también esto estorbaría el desarrollo del Cuerpo y negaría la posición de Cristo como Cabeza. Cualquier deseo de un creyente por ejercer autoridad es contrario a la vida del Cuerpo. Sólo Cristo es la Cabeza, y todos somos miembros los unos de los otros. Si alguno dice tener revelación acerca del Cuerpo, pero no está sujeto a la autoridad del Cuerpo ni se relaciona debidamente con los demás miembros, tal declaración es falsa. Una vez que verdaderamente veamos el Cuerpo, reconoceremos nuestra necesidad de obediencia y de una relación mutua. La sumisión es una característica sobresaliente de quienes están familiarizados con la vida del Cuerpo.

Dios hizo arreglos específicos e instituyó el orden en el Cuerpo de Cristo. Debemos ser cuidadosos para poder discernir el Cuerpo, como se nos exhorta en 1 Corintios 11:29. No podemos obrar descuidadamente en el Cuerpo ni hacer propuestas triviales ni propasarnos pensando que somos algo. Cada miembro debe estar en el debido orden y andar ordenadamente. La autoridad es ordenada por Dios; nadie puede ser una autoridad en sí mismo, y nadie puede elegir a otros para ponerlos en autoridad. La autoridad viene de lo que Dios dispone y redunda en beneficio de la vida del Cuerpo. Debemos entender claramente cuál es nuestra posición en el Cuerpo y debemos mantener esta posición. En la vida del Cuerpo, todos debemos andar según el orden que hay en él.