Watchman Nee Libro Book cap. 7 El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob
LAS CARACTERÍSTICAS DE ISAAC
CAPÍTULO SIETE
LAS CARACTERÍSTICAS DE ISAAC
Lectura bíblica: Gn. 25:5-6, 11a; 26:1-5, 23-24
Dios no busca obtener para Sí simplemente un individuo, Abraham. El busca obtener un vaso corporativo, los descendientes de Abraham, la iglesia, un vaso que cumplirá Su propósito. La historia de Abraham abarca tanto su experiencia personal como la experiencia que deben pasar todos los vasos de Dios. Abraham no era simplemente un individuo; era el padre de los que creen (Gá. 3:7). Así como él tuvo que pasar por estas experiencias, todos los que tienen fe deben pasar por ellas. Al leer la historia de Abraham, debemos comprender que se trata de una descripción no sólo de la experiencia de Abraham al ser quebrantado por el Señor, sino también de la norma por la cual Dios disciplina a todo Su pueblo. Dios requiere de todo creyente la experiencia que tuvo Abraham. Si no llenamos este requisito, no podemos satisfacer el corazón de Dios ni alcanzar Su meta.
Dios desea que seamos los vasos que cumplan Su plan; desea que participemos de Su obra de restauración. Las experiencias de Abraham fueron maravillosas, y la disciplina que recibió fue de gran valor. Al comienzo él era una persona común, pero Dios lo hizo pasar por muchas experiencias hasta que un día llegó a ser una persona radiante en Génesis 22. Surge la pregunta: ¿por qué algunos de nosotros aún no somos radiantes a pesar de que hemos sido cristianos por tantos años? Si Abraham es la norma del pueblo de Dios, ¿cómo podemos alcanzar esa norma? ¿Cómo podemos permitir que Dios logre en nosotros lo que logró en Abraham? Dios obtuvo un vaso al tomar para Sí a Abraham. ¿Podrá obtenerlo en nosotros? Este es el interrogante que tenemos por delante.
La Biblia nos dice que Dios no sólo es llamado el Dios de Abraham, sino también el Dios de Isaac. Más adelante, también se le llama el Dios de Jacob. En cuanto a la meta de Dios, Abraham está completo en sí mismo, pero en cuanto a la obra, no lo está, pues necesita a Isaac y a Jacob para llegar a la perfección. Este es un principio muy importante en la Biblia. Para que Dios obtenga una persona, ésta necesita conocer a Dios como Padre, de la misma manera que Abraham; necesita ser librada de la obra de la carne como lo fue Abraham; y también necesita conocer a Dios como el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Uno tiene que conocer al Dios de Isaac y al Dios de Jacob antes de poder obtener lo que obtuvo Abraham. El propósito de Dios dependía completamente de Abraham, pues todo lo que le fue dado a Isaac ya le había sido dado a Abraham. Isaac no fue más allá de Abraham, y Jacob tampoco. Si Abraham llegó a la cumbre, ¿por qué no pudo heredar el reino inmediatamente? Porque todavía necesitaba otras experiencias. Era necesario que Isaac y Jacob se añadieran a Abraham para que Dios pudiera obtener lo que deseaba de Abraham. En otras palabras, necesitamos la experiencia de Abraham, al igual que la de Isaac y la de Jacob. Abraham es nuestra norma. Pero entre Abraham y la nación de Israel estaban Isaac y Jacob. Dios no podía pasar por alto a Isaac y a Jacob para establecer inmediatamente la nación de Israel. Primero era necesario que Isaac experimentara a Dios y que Jacob lo conociera, antes de que pudiera existir la nación de Israel y se produjera una experiencia colectiva. Dios procura obtener un vaso corporativo. A fin de ser parte de un vaso corporativo, uno tiene que conocer a Dios como el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Necesitamos recordar la palabra de Dios continuamente: “Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob” (Ex. 3:6). Cuando Dios fue llamado el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob, surgió la nación de Israel. Esto se revela en el libro de Exodo. Una vez que se llega a este punto, Dios obtiene Su vaso corporativo. Examinemos ahora el significado del Dios de Isaac.
ISAAC ES EL HIJO
Ya vimos el significado del Dios de Abraham. Abraham mismo era un padre. Por un lado, Dios condujo a Abraham a conocerlo a El como Padre, y por otro, lo hizo un padre. El nombre original de Abraham era Abram, que significa “padre”, y más adelante fue llamado Abraham, que también significa “padre”, pero uno superior: un padre de muchas naciones. Abraham conoció a Dios como Padre, y el resultado de ello fue que él mismo llegó a ser padre. El era un padre en todo el sentido de la palabra. En cuanto a la obra de restauración que Dios efectúa, Abraham fue el iniciador, y como tal fue padre. En cuanto a la elección de Dios, él fue el primero en ser escogido como miembro del pueblo de Dios y, por ende, también fue padre. En cuanto a sus acciones, fue el primero en cruzar el río; así que también fue el padre. Durante los dos mil años de historia posteriores a Adán, ¿quién fue un hebreo? ¿A quién llamó Dios a salir de su tierra, de su parentela y de la casa de su padre para ir a Canaán? ¿Habíamos oído de alguno que se comunicara con Dios y que tuviera una relación tan estrecha con El que se le llamara amigo de Dios? ¿Oímos antes de alguno que engendrara hijo después de pasar la edad de engendrar? ¿Oímos de alguno que tuviera un hijo a la edad de cien años, y que más tarde lo ofreciera como sacrificio? La Biblia nos muestra que en muchas cosas Abraham fue el primero; así que, sin duda, Abraham es un padre.
Ya que vimos que Abraham es el padre, debemos pasar a Isaac el hijo. Ninguna historia describe tan claramente al Señor Jesús el Hijo como la historia de Isaac. El nacimiento de Isaac no fue según la carne, sino según la promesa de Dios. Los primeros dos capítulos de Mateo, en el Nuevo Testamento, corresponden a Génesis en el Antiguo Testamento. Sólo hubo una persona en el Nuevo Testamento que no nació según la carne, y sólo una en el Antiguo Testamento. El Señor Jesús no solamente no nació de la carne, sino que era el Hijo unigénito, el amado de Su Padre. El fue puesto en el altar y vuelto a recibir del altar como de entre los muertos (He. 11:19). El es el Hijo a quien Dios ama, el cual murió y resucitó. Su Padre también envió un siervo a Su propia tierra y parentela para que le buscara una esposa. Los estudiosos de la Biblia saben que esto es una alusión al Espíritu Santo, quien busca la iglesia [como esposa] para Cristo. La iglesia está dentro de la voluntad de Dios; es engendrada por Dios y pertenece a la misma familia del Señor Jesús. Isaac y Rebeca eran de la misma familia. Los hijos de Dios, la iglesia, son engendrados por Dios de la misma manera que el Señor Jesús fue engendrado por El.
En una ocasión Abraham salió de Canaán para ir a Egipto, y Jacob pasó toda su vejez en Egipto. Pero Isaac nació en Canaán y murió en Canaán; él nunca salió de Canaán. Este es el Hijo, que nace, crece y muere en Canaán. El Hijo es Aquel que “descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo” (Jn. 3:13). El es “el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre” (1:18). Cuando estuvo en la tierra, El expresó al Padre; no obstante, El nunca dejó el seno del Padre. Por consiguiente, en la tipología, Isaac es la mejor figura del Hijo.
Según la tipología, Isaac ciertamente tipifica al Hijo. Pero, ¿qué experiencias tuvo Isaac? Podemos decir que todas las experiencias de Isaac fueron muy comunes. A diferencia de Abraham, quien hizo tantas cosas que nunca antes se habían hecho, Isaac hizo lo que otros ya habían logrado. Abraham verdaderamente era el padre, e Isaac, el hijo. En Génesis 21 vemos que el día que Isaac fue destetado, Ismael se burlaba, pero no vemos ninguna referencia a lo que Isaac hizo cuando era joven. Cuando Abraham puso la leña del holocausto sobre él y luego lo puso en el altar sobre la leña, Isaac no dijo ni una palabra. El fue a donde su padre le decía, y lo hizo sin proferir palabra. En un momento tan critico, lo único que dijo fue: “¿Dónde está el cordero para el holocausto?” (22:7). Su madre murió en Génesis veintitrés y en Génesis veinticuatro su padre le encontró esposa. El no tomó ninguna decisión, ni hizo nada para sí mismo, ni tenía nada de sí mismo. Cuando tenía sesenta años de edad, tuvo dos hijos, lo cual no era extraño, pues Abraham también tuvo dos hijos. Dios le mandó a Abraham que echara al primer hijo y que pusiera al segundo en el altar, pero a Isaac no le pidió esto. Aunque Dios amó a Jacob y aborreció a Esaú (Mal. 1:2-3), no le pidió nada a Isaac. Abraham experimentó hambre en Canaán, y también Isaac la experimentó (Gn. 12:10; 26:1). Cuando vino el hambre, Abraham descendió a Egipto. Mientras estuvo ahí le dijo a otros que su mujer era su hermana. En esto fue reprendido por Faraón (12:18-19). Aunque Isaac no descendió a Egipto cuando hubo hambre, sí descendió a Gerar, y allí también dijo que su mujer era su hermana. En esto fue reprendido por Abimelec (26:9-19). Más tarde, Isaac abrió algunos pozos de agua, pero estos pozos habían sido abiertos por su padre cuando éste vivía. A la muerte de su padre, los filisteos cegaron los pozos, pero Isaac los volvió a abrir, y los llamó por el nombre que su padre los había llamado (v. 18). Después de morir Isaac, fue sepultado en la tumba de su padre. Hasta su tumba fue preparada por su padre (49:30-31). Esta es la historia de Isaac.
Con base en estas experiencias, debemos aprender la lección de conocer a Dios como el Hijo. No sólo necesitamos conocer a Dios como el Padre, sino también a Cristo como el Hijo. ¿Qué significa que Dios sea el Hijo? Significa que El lo recibe todo y no inicia nada. En Abraham vemos el propósito de Dios, y en Isaac, Su poder. En Abraham vemos la norma que Dios requiere de Su pueblo, y en Isaac, la vida que capacita al pueblo de Dios para alcanzar esa norma. Muchos cristianos tienen un problema básico: sólo ven el propósito de Dios, mas no la provisión que Dios da. Ven la norma de Dios pero no la vida de Dios; ven las exigencias de Dios, pero no el poder que satisface dichas exigencias. Esta es la razón por la cual debemos examinar tanto a Isaac como a Abraham.
DOS ASPECTOS DE LA VIDA DE ISAAC
Hay dos cosas en la vida de Isaac a las que debemos prestar atención. La primera es su relación con Abraham, y la segunda es su relación con Dios.
La relación de Isaac con Abraham
Génesis 24:36 dice: “Y Sara, mujer de mi amo, dio a luz en su vejez un hijo a mi señor, quien le ha dado a él todo cuanto tiene”. Este hijo es Isaac, que significa que nosotros mismos no hacemos nada ni buscamos nada. Isaac disfruta todo lo que recibe de Abraham. Todo proviene del padre, “quien le ha dado a él todo cuanto tiene”.
Leamos 25:5 de nuevo: “Y Abraham dio todo cuanto tenía a Isaac”. Isaac no adquirió nada por sus propios esfuerzos. Su prosperidad no dependía de él, pues le vino de Dios. La Biblia nos muestra que Isaac se caracteriza por heredar, pues todo lo que tenía se lo legó su padre. El no tuvo que hacer nada. Su padre vino a Canaán, y él nació allí. No tuvo que preocuparse por nada.
La relación de Isaac con Dios
La relación que tuvo Isaac con Abraham se caracterizó por su recepción de todo lo de Abraham. ¿Cuál fue su relación con Dios? Génesis 26:2-3 dice: “Y se le apareció Jehová, y le dijo: No desciendas a Egipto; habita en la tierra que yo te diré. Habita como forastero en esta tierra, y estaré contigo, y te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras”. Si nos detenemos aquí, pensaríamos que Dios había establecido una relación directa con Isaac y que había hecho un pacto con él. Pero Dios añade explícitamente: “Y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre”. Dios no bendijo a Isaac por causa de él mismo, sino por causa de Abraham. El juramento de Dios había sido hecho al padre de Isaac. Ahora Dios bendecía a Isaac en confirmación de aquel pacto. El versículo 4 dice: “Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras; y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente”. Dios había dicho esto mismo a Abraham (22:17-18). No le dio a Isaac nada nuevo, salvo lo que ya le había dado a Abraham. ¿Cómo podían ser bendecidas todas las naciones de la tierra? Génesis 26:5 dice: “Por cuanto oyó Abraham…” No fue por causa de Isaac sino por causa de Abraham. Dios mismo dice que El es primero el Dios de Abraham, y luego el Dios de Isaac. Génesis 26:24 dice: “Y se le apareció Jehová aquella noche, y le dijo: Yo soy el Dios de Abraham”. Esta es la relación entre Dios e Isaac. Y Dios añade: “No temas, porque yo estoy contigo, y te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por amor de Abraham mi siervo”. La palabra de Dios nos muestra claramente que la relación que Dios tenía con Isaac se basaba en la relación que tenía con Abraham. Dios bendijo a Isaac por ser hijo de Abraham.
ISAAC RECIBIÓ TODO CUANTO TENIA
Podemos ver las características de Isaac en estas dos relaciones. A lo largo de su vida, todo cuanto tenía lo había recibido y simplemente lo disfrutaba. ¿Qué significa conocer al Dios de Isaac? Significa sencillamente conocer al Dios que todo lo provee y de quien todo proviene. Si queremos conocer al Padre, tenemos que conocer al Hijo. Para conocer al Dios de Abraham, tenemos que conocer al Dios de Isaac. No tenemos esperanza si solamente conocemos al Dios de Abraham, pues El habita en luz inaccesible (1 Ti. 6:16). Pero gracias al Señor que El también es el Dios de Isaac. Quiere decir que todo lo que tenía Abraham también era de Isaac, lo cual denota que todo lo recibimos.
Si un cristiano no conoce al Dios de Isaac, no podrá avanzar. Si no conoce lo que significa Isaac, no podrá alcanzar la meta de Dios. En otras palabras, si no sabemos recibir, nunca llegaremos a la meta de Dios. Quienes no conocen a Isaac en su experiencia personal, sólo pueden vivir bajo el Monte Sinaí, pues lo único que poseen es la ley. Cuando Dios exige algo, ellos hacen todo lo posible por cumplirlo. Cuando El desea algo, procuran ofrecerlo. Isaac no es así. Esta clase de cristianos, a la postre, sólo se lamentarán y dirán: “Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (Ro. 7:18). La persona descrita en Romanos 7 estaba dispuesta a hacer el bien y tenía un gran deseo de ser buena, pero estaba tratando de lograrlo por sus propios medios; no veía que Dios podía librarlo, ni que todo está en Cristo; tampoco veía las riquezas que Dios había preparado en Cristo. No veía la herencia que tenía en Isaac; no comprendía que el secreto de la victoria estaba en recibir; no comprendía que los cristianos actúan como lo hacen en virtud de lo que son, no porque expresen la vida cristiana a manera de imitación. No veía que Dios hace libre a la persona al darle la ley de vida. Por consiguiente, lo único que podía ejercer era su voluntad.
LA DIFERENCIA ENTRE RECIBIR Y OBTENER
El problema de los hijos de Dios consiste en que ellos se dan cuenta de lo que Dios exige a Abraham, pero no ven la manera de satisfacer dicha exigencia. Después de ver la meta de Dios, piensan que deben tratar de alcanzarla. No comprenden que la vida cristiana, una vida de victoria, de libertad y de santificación, no se puede lograr sino sólo recibir. El principio básico de Isaac es que todo lo recibe. La salvación la realiza el Señor Jesús. Una vez que la recibimos, somos salvos. La salvación no es una carrera en la cual hay que subir la escalera celestial y en la cual no hay seguridad hasta que uno haya luchado tortuosamente y alcanzado el último peldaño. La salvación no se adquiere en el cielo, sino que Dios la envía desde el cielo. Lo mismo es válido en cuanto a la victoria. No necesitamos esforzarnos día tras día por conseguirla. Nosotros no vencemos nuestros pecados ejerciendo una voluntad férrea. Igual que la salvación, también la victoria se recibe. No es necesario hacer nada por nuestra cuenta; lo único que necesitamos hacer es recibirla. Cuando vemos y recibimos, podemos decir: “¡Señor, te agradezco y te alabo porque todo lo he recibido en Cristo!”
En 2 Pedro 1:4 tenemos estas valiosas palabras: “Por medio de las cuales El nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”. No sabemos cuántos cristianos hayan notado las palabras “habiendo escapado”. ¡Cuán maravillosas son estas palabras! Muchos cristianos dicen: “¡Cómo deseo poder escapar!” Pero Dios dice: “Habiendo escapado”. El no nos pide que escapemos, ni tampoco dice que debemos esforzarnos por escapar. La expresión “habiendo escapado” significa que el escape es un hecho. Lo único que tenemos que hacer es recibir. Esto es lo que significa Isaac.
El significado de Isaac es que Dios hace la obra, y nosotros la recibimos. Nosotros no estamos anhelando continuamente, ni esforzándonos ni esperando. Simplemente, nos sentamos y cosechamos el fruto. No tenemos que preocuparnos por nada, pues somos hijos y ya estamos en la debida posición. Puesto que somos hijos, también somos herederos y somos aptos para heredar la posesión de la familia. Puesto que somos Isaac, podemos disfrutar. Todo esto es la gracia de Dios.
LA OBRA Y EL DELEITE
Sin embargo, ¿qué hacen muchos cristianos? Intentan hacer lo que no pueden. Hay cosas que no desean hacer, pero se dan cuenta de que Dios quiere que las hagan; así que, se esfuerzan por hacerlas. Por otro lado, hay cosas que ellos desean hacer, y saben que Dios no quiere que las hagan; por tanto, se esfuerzan por no hacerlas. Son cristianos porque tratan de hacer “obras”. Esto es absolutamente erróneo. Esto no es Isaac, porque en ello no hay ningún deleite.
Lo que debemos hacer es obrar movidos por la vida que Dios nos dio en Cristo. Esta vida hace espontáneamente lo que Dios desea y no nos obliga a hacer nada. Al mismo tiempo, esta vida se aleja de las cosas que Dios no quiere que hagamos. Como resultado, se hace innecesario que nos esforcemos por apartarnos de ciertas cosas, pues nos alejamos de ellas espontáneamente. No tenemos que esforzarnos por hacer nada. Esto es Isaac. Dios tiene una provisión, y nosotros debemos estar bajo esta provisión. Esto es Isaac. Cuando Abraham estaba a punto de ofrecer a Isaac, éste hizo una sola pregunta: “¿Dónde está el cordero para el holocausto?” Pero su padre contestó: “Dios se proveerá”. Esto es lo que caracteriza a Isaac: él disfruta la provisión de Dios.
TRES EXPERIENCIAS ESPECIFICAS QUE DEBE BUSCAR EL CRISTIANO
¿Cuál es entonces el significado del Dios de Isaac? El Dios de Isaac significa que todas las exigencias, expectativas y normas que El estableció con Abraham las cumple El mismo. En Abraham vemos el propósito de Dios, y en Isaac la operación de Su vida. Las exigencias y normas de Dios se ven en Abraham, mientras que la provisión y los graneros de Dios se encuentran en Isaac.
El Dios de Abraham es el Dios que establece la norma para el vaso, mientras que el Dios de Isaac provee por medio de Su Hijo toda la vida y el poder que uno necesita para llegar a ser dicho vaso y satisfacer la norma. Isaac es el hijo y, como tal, lo hereda todo del padre. El hijo no necesita luchar con su propia fuerza. Nosotros no alcanzaremos la meta de Dios si sólo conocemos al Dios de Abraham, pues para hacerlo, necesitamos conocer al Dios de Isaac. Pero no nos detenemos aquí; también debemos conocer al Dios de Jacob. No es suficiente tener sólo a Abraham, ni tampoco es suficiente incluir a Isaac; Jacob también tiene que estar presente.
Jacob era una persona astuta y sagaz. Sin embargo, conocía a Dios. La obra de Dios en Isaac fue una obra de suministración, mientras que Su obra en Jacob fue una obra de quebrantamiento y disciplina. Estas dos clases de obras son diferentes. Dios siempre abastecía a Isaac, mientras que a Jacob siempre lo despojaba. Isaac recibía gracia continuamente delante del Señor, mientras que Jacob era disciplinado constantemente por El. En otras palabras, en Isaac vemos cómo Dios nos suministra a Cristo mientras que en Jacob vemos cómo el Espíritu Santo nos disciplina. Isaac nos muestra lo que significa disfrutar la vida que vence, mientras que Jacob nos muestra lo que significa el quebrantamiento de la vida natural. Isaac nos muestra las riquezas de la vida de resurrección de Cristo que Dios dio a Sus hijos, mientras que Jacob nos muestra cómo Dios quebranta la vida natural, la vida anímica y la energía carnal hasta que un día la corta de raíz tocando el encaje del muslo. Dios no dejará de obrar en nosotros hasta que nos demos cuenta de que en lo espiritual es inútil actuar basándonos en nuestros planes, nuestra sabiduría y nuestra fuerza. Dios desea enseñarnos una profunda lección: El quiere eliminar nuestro yo. En otras palabras, el Dios de Jacob complementa al Dios de Isaac, y el Dios de Jacob concuerda con el Dios de Isaac. Nuestra vida natural estorba la vida que Dios nos dio y le impide fluir libremente. Es por eso que Dios debe quebrantarla poco a poco. El cristiano debe ser quebrantado por Dios a tal grado que otros vean en él la marca de un golpe mortal. Desafortunadamente, algunos cristianos han sido disciplinados por el Señor decenas y aun centenares de veces, pero no han recibido el golpe mortal. Solamente un golpe mortal subyuga a Jacob y lo hace cesar de sus maquinaciones, sus planes, su energía y sus actividades. Una vez que cesa la actividad de la vida natural, la vida que Dios nos da es liberada. Si queremos que se perfeccione en nosotros todo lo que poseemos en Cristo, tenemos que asegurarnos de que no haya nada en nosotros que provenga de la vida natural. Debemos detener todo lo natural para que Cristo pueda ser manifestado en nosotros plenamente.
¿Qué clase de experiencias deberíamos buscar los cristianos? Necesitamos una visión delante de Dios como la de Abraham, una vida como la de Isaac, y el quebrantamiento del Espíritu Santo que experimentó Jacob. Estas son las tres experiencias específicas que debemos procurar. No pensemos que una sola de ellas es suficiente. Necesitamos las tres a fin de poder ser valiosos a los ojos de Dios. Necesitamos una visión que perciba lo que Dios anhela, que comprenda que todo viene de Dios y que El es el Padre. Al mismo tiempo, necesitamos conocer la vida de Cristo y comprender que Su gracia es nuestra fuerza. Si vivimos por la carne, no alcanzaremos la meta de Dios, pues es Su obra la que nos hace Su vaso, no la nuestra. Puede darse el caso de que aun después de haber visto la vida de Cristo, sigamos ignorando lo que es nuestra carne. Consecuentemente, se nos hace fácil reemplazar la vida de Cristo con nuestra propia fuerza natural y tomar la gracia del Señor para glorificarnos a nosotros mismos y usarla como nuestra jactancia y orgullo. Por esta razón, necesitamos ser quebrantados así como lo fue Jacob.
Al tener la visión, podemos ver cómo Dios opera. Al tener la vida que vence, podemos alabar a Dios y tener la confianza para vencer. Pero todavía existe otro aspecto: Dios debe quebrantarnos. Si conocemos al Dios de Isaac, podremos decir confiadamente: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en el Cristo” (2 Co. 2:14). “¿Quién nos separará del amor de Cristo?” (Ro. 8:35). Aún así, seguimos necesitando conocer al Dios de Jacob. La manera en que Dios quebrantó a Jacob nos muestra que todavía es posible que caigamos. Nuestra propia confianza no puede garantizarnos lo contrario. Si el Señor deja de protegernos, podemos debilitarnos y caer en cualquier momento. En Isaac conocemos a Cristo, y en Jacob nos conocemos a nosotros mismos. Debido a que conocemos a Cristo, tenemos confianza, y debido a que nos conocemos a nosotros mismos perdemos la confianza en nosotros mismos. Cuando estos dos se combinan, vivimos plenamente a Cristo.
Algunas personas han visto que Dios es el Padre, que El lo es todo y que todo proviene de El. No obstante, siguen tratando de quebrantarse, reprimirse y restringirse a sí mismas por su propio esfuerzo. Mientras hacen estas cosas, no hay nada en ellos que los sustente con firmeza. Como resultado, pasan por mucho sufrimiento sólo para darse cuenta de que al fin y al cabo no lo logran. Esta no es la senda espiritual. Hay otras personas que han visto que Cristo es la vida. Han recibido a Cristo y con El, la vida vencedora. Pero se les olvida que su vida natural todavía está presente. No se han percatado de que su vida natural debe llegar a su fin como sucedió con sus pecados. Entonces, equivocadamente piensan que lo que pertenece a la vida natural es una manifestación de la vida que vence. Esta tampoco es la senda espiritual. No es suficiente comprender que Cristo es la vida que vence, pues también debemos estar conscientes de la vida natural.
Para poder ser el pueblo de Dios, Su vaso, para mantener Su testimonio y alcanzar Su meta, debemos conocer a Dios como el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Las tres experiencias son necesarias. No es suficiente tener una ni dos. Llegará el día cuando Dios abrirá nuestros ojos para que veamos lo que El exige, para que veamos que El efectúa Su obra en Cristo y que Cristo es nuestra vida, para que veamos que El necesita tocar nuestra vida natural y quebrantarla. Si vemos estas tres cosas, avanzaremos. Repito que estas tres cosas son experiencias específicas. Así como Dios se reveló a Abraham, a Isaac y a Jacob y llegó a ser Su Dios, de la misma manera es necesario que se revele a nosotros y llegue a ser nuestro Dios. Necesitamos conocer a Dios en estos tres aspectos. Necesitamos saber lo que significa que Dios sea el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Necesitamos pasar por estas tres experiencias antes de poder avanzar de manera adecuada.