Watchman Nee Libro Book cap.6 Los hechos, la fe y nuestra experiencia
LA FE LLEVADA A LA PRÁCTICA
CAPITULO SEIS
LA FE LLEVADA A LA PRÁCTICA
En la Biblia hay muchas promesas. Todas son reales y pueden ser disfrutadas por los creyentes.
Nuestro Dios es poderoso y rico. Las historias de la Biblia nos muestran cómo Dios obró a favor de Sus hijos y extendió Su brazo poderoso para salvarlos, protegerlos y guiarlos.
Dios nunca cambia, y Sus promesas son inalterables. Tanto Dios como Sus promesas permanecen para siempre. Después de considerar la obra realizada por Dios en el pasado, hemos comprendido que todas Sus promesas acerca del presente son dignas de confianza y fieles. Todas las promesas contenidas en la Biblia se fundan en el poder, amor y fidelidad de Dios. Si Dios no fuera inmutable, entonces Sus promesas podrían ser efímeras. Pero como Dios es inmutable (y le damos gracias y le alabamos por ello), las promesas de la Biblia permanecerán para siempre.
En la actualidad, el error que cometen los santos es que, en su mayoría, no esperan que Dios vaya a hacer algo por ellos. Muchos incluso creen que la era de los milagros ha terminado. Sin embargo, la Biblia es un libro para la era presente. Puesto que la Biblia es un libro para la era presente, los milagros registrados en ella no son solamente eventos del pasado. Muchos creyentes jóvenes, influenciados por el escepticismo que los rodea, piensan que los milagros únicamente eran posibles en los tiempos bíblicos, y que únicamente podían ocurrir en aquella época; por consiguiente, ya no abrigan expectativa alguna de ver tales milagros hoy en día. La razón por la que pensamos de este modo es porque carecemos de fe. Tenemos que comprender que todos los milagros mencionados en la Biblia pueden repetirse hoy. En este respecto, el asunto realmente importante es la fe de los creyentes.
A muchos les preocupa este tema. Hablan mucho acerca de la fe y declaran a todos que ellos creen. Pero el asunto realmente importante es cómo creen.
La fe es algo que podemos llevar a la práctica. La realidad de la fe puede probarse sólo cuando se lleva a la práctica. La fe no es algo abstracto, sino algo que puede ponerse en práctica. Por lo tanto, no debemos limitarnos a hacer declaraciones acerca de la fe, sino que debemos llevarla a la práctica. La fe no es meramente un término espiritual. “La fe es lo que da sustantividad a lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (He. 11:1). La fe consiste en dar sustantividad a algo y en tener la convicción y certeza de algo. Así pues, la fe constituye una expresión concreta de la vida cristiana.
Hablamos acerca de la fe y decimos que el hombre debe tener fe en Dios. Pero, ¿cómo debemos manifestar nuestra fe en Dios? Manifestamos nuestra fe en Dios por medio de las circunstancias concretas que nos rodean. ¿Qué es la fe? La fe consiste en un corazón que confía en Dios en medio de circunstancias comunes y cotidianas. Por tanto, la fe no es algo abstracto, sino algo que podemos llevar a la práctica.
Si realmente tenemos fe en Dios, no debemos creer en El únicamente cuando nos enfrentamos con eventos extraordinarios, tareas imposibles o grandes riesgos. Esta es la manera en que los incrédulos actúan, pero no debiera ser la manera en que los hijos de Dios actúen. No sólo debemos conocer a Dios como nuestro Señor soberano, sino que también debemos conocerlo tal como un hijo conoce a su padre, pues estamos constantemente bajo Su cuidado y protección. Los poderes celestiales están de nuestra parte, apoyándonos a fin de que en todo podamos vencer mediante el poder divino.
La fe tiene que ser puesta en práctica. ¿Pero cuándo debemos hacer esto? Ciertamente debemos ponerla en práctica cuando nos encontramos en circunstancias difíciles y peligrosas. Pero aún en días ordinarios, es necesario que ejercitemos nuestra fe. Si los hijos de Dios no son capaces de encomendar su cuerpo a Dios cuando se enferman, ¿quién les creerá cuando afirman que tienen fe? Si los creyentes no son capaces de confiar en Dios en cuanto a la provisión de sus bienes materiales, ¿acaso puede verse la fe de ellos? Si los creyentes no pueden confiar en la soberanía de Dios con respecto al empleo, ¿puede ayudarles la fe que profesan? Y si tampoco pueden confiar en Dios con respecto a sus problemas familiares, ¿de qué les sirve su fe? Si cuando laboran para salvar a los pecadores, los creyentes no son capaces de confiar en Dios, sino que tienen que recurrir a sus propias fuerzas y a métodos propios del mundo, ¿qué clase de fe es ésta? La fe es algo que tiene que ser llevado a la práctica, que puede aplicarse en la práctica. Por medio de la fe, podemos aplicar todas las promesas de Dios y hacer que éstas se cumplan en nosotros de manera concreta.
Dios ha prometido ser Jehová-Rofeka (hebreo); El es nuestro Sanador (Ex. 15:26). Si esto es verdad, ¿por qué no disminuye lo que los creyentes gastan en cuidados médicos? Muchos aseguran que no están depositando su confianza en los médicos sino en Dios, para que El sane sus enfermedades a través de los medicamentos. Sin embargo, este asunto tiene que ver con el corazón. En nuestro corazón, ¿en quién confiamos? El mejor examen consiste en preguntarnos lo siguiente: Si verdaderamente tenemos fe, ¿estaríamos dispuestos a confiar únicamente en Dios sin el uso de los medicamentos? Si no somos capaces de hacerlo, me temo que no somos veraces al afirmar que confiamos en Dios a la vez que usamos los medicamentos. Si no somos capaces de confiar en Dios sin usar medicamentos, entonces no confiamos en Dios cuando los usamos. Son muchas las ocasiones en las que al caer enfermos, no hemos pensado en Dios, sino que hemos buscado sanidad aparte de Dios. Aun cuando la medicina en sí misma no es perjudicial, en este sentido, sí resulta perjudicial para el hombre. Si no podemos confiar en Dios cuando nos enfermamos, ¿entonces cuándo confiaremos en El?
Son muchos los que no están dispuestos a perder, por causa del Señor, la posición en que se encuentran. Ellos temen que si pierden su actual posición, después no podrán obtener otra. ¿Acaso la mano de Jehová se ha acortado y el Dios Altísimo no es capaz de planificar y proveer para nosotros? Muchos hijos de Dios han puesto a prueba a Dios en este respecto, y a la postre han descubierto que Dios es digno de confianza.
El dinero es otro asunto muy importante. La Biblia enseña que los creyentes no debieran estar endeudados (Ro. 13:8). Aún así, ¿cuántas veces nos hemos endeudado al encontrarnos en circunstancias precarias? Si tenemos fe en Dios, una fe realmente práctica, ¿cómo podemos hacer algo que es contrario a la enseñanza de las Escrituras? ¿Por qué no somos capaces de esperar quietos a que el Señor nos abra un camino? Si Dios es el Dios que alimenta a los gorriones y cuida de los lirios, ¿no podrá encargarse El de nuestro vestido y alimento? Si El cuidó de los millones de israelitas en el desierto y les suministró abrigo y alimento en medio de circunstancias difíciles, ¿acaso no podrá cuidar de nosotros? ¿Ya no hay maná ni codornices hoy en día? En realidad, los cuervos que llevan la provisión de Dios están volando por todas partes. El verdadero problema es que los santos —ya sea que estén pasando por años de abundancia o años de escasez— no han vuelto sus ojos a Dios, y por ello, no ven la obra que Dios realiza. Deberíamos hacer una de dos cosas: o dejamos de hablar acerca de la fe, o llevamos a la práctica la fe de la que hablamos.
¡Una familia siempre tiene que enfrentarse a numerosos problemas y dificultades! Pero, ¿cuántos santos confían en Dios para resolver sus asuntos familiares? Si es verdad lo que dijo Job, que: “Si El diere reposo, ¿quién inquietará?” (Job 34:29), entonces, ¿por qué no habríamos de confiar en Dios? ¿Cuántas veces acuden los santos a Dios mediante la oración a fin de encomendarle a El sus asuntos familiares?
Si verdaderamente confiamos en Dios, ¿por qué entonces nos invade el temor y la confusión al enfrentar situaciones de riesgo? ¿Acaso nuestro Señor no es Señor sobre todas las cosas? Si el universo entero está bajo Su dirección, ¿acaso El no hallará la manera de librarnos?
Si analizamos nuestra vida diaria, ¡descubriremos en verdad cuánta fe tenemos! Hacer vanas declaraciones de fe no nos será de ayuda. La fe se manifiesta en las cosas pequeñas que hacemos en nuestra vida diaria.
La Biblia está llena de promesas. Para cada asunto, hay una promesa en la Biblia que nos garantiza que Dios obrará en beneficio nuestro. Siempre y cuando tengamos fe, Dios actuará en beneficio nuestro.