Watchman Nee Libro Book cap.6 El misterio de Cristo

Watchman Nee Libro Book cap.6 El misterio de Cristo

LA AUTORIDAD EN EL CUERPO

CAPITULO SEIS

LA AUTORIDAD EN EL CUERPO

Lectura bíblica: Ef. 1:22; 2:15; 3:3-6; 4:15-16; Col. 2:19; 3:10-11

LA AUTORIDAD DEL CUERPO REPOSA EN LA CABEZA

La Biblia nos dice de manera enfática que Cristo es la Cabeza. Un día Dios reunirá todo lo que hay en el universo bajo Cristo como cabeza. En la actualidad el universo no está sometido a la autoridad de Cristo como cabeza, y por eso todo está en confusión. Pero llegará el día en que Dios reunirá todas las cosas bajo la autoridad de Cristo como cabeza. Dios ha ordenado que Cristo ejerza su función como cabeza sobre todas las cosas, pero primero debe ejercerla en la iglesia, y luego, por medio de la iglesia, ejercerá Su autoridad como cabeza, sobre todas las cosas. Hoy en día, Cristo es la Cabeza de la iglesia. Finalmente, El sujetará como cabeza todas las cosas. La iglesia es el medio que Dios usa para agrandar a Cristo, y este agrandamiento continuará hasta llenar todo el universo. La iglesia es “la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Ef. 1:23). Si Cristo no llega a ser la Cabeza de la iglesia, no podrá ser cabeza del universo.

¿Cuál es el significado de que Cristo sea la Cabeza de la iglesia y que la iglesia sea el Cuerpo de Cristo? Significa que toda autoridad está en El. Toda la autoridad está en El debido a que toda la vida está en El. El Cuerpo tiene su consumación en El; El es el manantial de la vida del Cuerpo. El Cuerpo no tiene vida propia. “Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en Su Hijo” (1 Jn. 5:11). Aun después de que la vida eterna nos es dada, ésta sigue reposando en Su Hijo. El Hijo no se separa de Su vida; El la retiene. “El que tiene al Hijo, tiene la vida” (v. 12). Este versículo no dice: “El que tiene la vida, tiene la vida”. Ninguno de nosotros posee la vida como tal; es sólo poseyendo al Hijo como tenemos la vida. El creyente recibe su vida del Señor. Pero esta vida jamás puede separarse del Señor. El creyente no se relaciona simplemente con la vida. Al relacionarse con la vida, el creyente se relaciona con el Hijo. Esta vida es la que nos hace miembros del Cuerpo de Cristo. Puesto que nuestra vida procede de El, la relación de vida desecha la posibilidad de que podamos separarnos de El como nuestra cabeza. El fluir de la vida que haya en nosotros depende de nuestra continua relación con el Hijo. Tan pronto tengamos alguna obstrucción en nuestra relación con El, la vida en nosotros se estancará. El es la Cabeza del Cuerpo, y la vida puede fluir libremente a nosotros solamente cuando El asume todo el control.

LOS MIEMBROS ESTÁN SUJETOS A LA AUTORIDAD DE LA CABEZA

El poder por el cual sobrevivimos proviene de Cristo. Es por eso que no podemos hacer nada independientemente. El Señor es nuestra única Cabeza, y solamente El tiene la autoridad de dirigir los movimientos de los miembros de Su Cuerpo. En esta edad en la que hay carencia de ley, cualquier sugerencia con respecto a la necesidad de autoridad es rechazada; pero a fin de poder entender la vida del Cuerpo y entrar en ella, debemos conocer la autoridad de la Cabeza. Mi mano no puede hacer nada sin la dirección de mi cabeza. La cabeza debe dar órdenes para que los miembros se muevan. Cristo es la vida del Cuerpo y también es la autoridad del mismo. Todos los movimientos de los miembros de Su Cuerpo deben estar bajo Su dirección. Puesto que Cristo es la Cabeza, El tiene la autoridad del Cuerpo. Nosotros no somos la Cabeza, ni tampoco tenemos la autoridad. Lo único que debemos hacer es someternos a la autoridad del Señor. Si procuramos conocer la vida del Cuerpo, surge la pregunta: ¿Nos postramos ante la autoridad absoluta del Señor? Desde el mismo comienzo seremos confrontados con la autoridad de Cristo como cabeza. No podemos decir: “Pero…” ni: “Me parece que…” Lo único que podemos hacer es humillarnos ante Su soberanía. Debemos darnos cuenta de que si deseamos ser miembros del Cuerpo no podemos ser la Cabeza. No podemos dar órdenes ni escoger ni aun desear. La Biblia dice que nosotros debemos seguir al Señor. ¿Qué significa seguir al Señor? Seguir significa ir en pos. El Señor es quien decide nuestro camino. Nosotros no tenemos derecho alguno para hacer nuestra propia elección. El único deber del Cuerpo para con la Cabeza es obedecer y someterse sin objeciones ni ideas propias ni sugerencias. En el Cuerpo de Cristo no cuenta ninguna idea ni ninguna propuesta que provenga de los individuos; debemos desecharlas todas y someternos únicamente a la autoridad de la Cabeza. Todos debemos simplemente escuchar Sus órdenes y hacer lo que El ordena.

Aceptar a Cristo como cabeza incluye repudiar todas las demás cabezas. Cristo solo es la Cabeza del Cuerpo; nadie más puede serlo. Ni usted, ni nadie, puede ser la Cabeza en la iglesia, porque sólo puede haber una Cabeza en el Cuerpo; no puede haber dos cabezas. Sólo Cristo es la Cabeza. Por consiguiente, todos tenemos que obedecer a Cristo. Hoy vemos que en la iglesia abundan muchos métodos y preceptos humanos. ¡Cuán errado es esto! Los planes y las decisiones humanas son contrarios a la autoridad de Cristo como Cabeza. Pero si Cristo es la Cabeza, entonces no me atreveré a agradarme a mí mismo ni a los demás; debo procurar agradarle solamente a El. “Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hch. 2:36). Observe que Dios no le ha hecho Salvador sino Señor. Pablo primero vio a Cristo como su Señor y luego como su Salvador. Cuando fue detenido en el camino a Damasco, su primera pregunta fue: “¿Quién eres, Señor?” (9:5). Cristo es la única Cabeza de la iglesia; no hay ninguna otra cabeza. Si verdaderamente deseamos vivir en el Cuerpo de Cristo, tenemos que aprender a someternos a la autoridad del Señor Jesús. Todos los que no pueden someterse, y que están siempre expresando sus opiniones y sus sugerencias, insistiendo en ser ellos la cabeza, no han visto el Cuerpo. Una vez que uno se dé cuenta de que simplemente es un miembro del Cuerpo, tendrá sin duda dentro de sí el deseo de ser sumiso, ya que la sumisión es una ley natural del Cuerpo.

ASIDOS A LA CABEZA

Pablo dijo: “Asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el Cuerpo, recibiendo el rico suministro y siendo entrelazado por medio de las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento de Dios” (Col. 2:19). Puesto que Cristo es la Cabeza del Cuerpo, tenemos que asirnos a la Cabeza. Asirnos a la Cabeza significa reconocer que Cristo es la Cabeza; es someternos completamente a Su autoridad. Sólo podemos unirnos a los hermanos y hermanas cuando nos asimos a la Cabeza. Los miembros del Cuerpo se entrelazan mutuamente y pueden experimentar la vida del Cuerpo al asirse de Cristo, la Cabeza. La relación que tengamos con la Cabeza determina nuestra relación con los demás miembros. Todas las preguntas en cuanto a la relaciones con los hermanos y hermanas pueden resolverse cuando nos sometemos a la autoridad absoluta del Señor. Si no reconocemos la autoridad de Cristo como Cabeza del Cuerpo, nunca tendremos una relación perfecta con los demás miembros, pues la relación que tenemos en común con El es la que nos permite relacionarnos unos con otros. Quizás tengamos diferencias externas, pero el Cristo que mora en nosotros es el mismo. Esta es la razón por la cual podemos tener comunión unos con otros y ser uno. Aparte de Cristo, es imposible tener comunión. Cuando no nos asimos a la Cabeza, nuestra comunión queda anulada. La base de nuestra relación radica en nuestra acción de asirnos mutuamente a la Cabeza. Cuando todos nos asimos a la Cabeza, nos aferramos los unos a los otros, y nuestra relación con el Cuerpo será apropiada.

Si nos aferramos a la Cabeza, no podremos mantener una relación, sentimiento ni comunión especial con ningún individuo o grupo de individuos. Nuestras preferencias no tienen cabida en el Cuerpo. No podemos tener una comunión directa entre nosotros; todo debe llevarse a cabo por medio de la Cabeza. Por ejemplo, cuando mi mano izquierda me duele, mi mano derecha viene inmediatamente en su ayuda. La mano derecha hace esto, porque tanto la mano izquierda como la derecha están bajo la dirección de la cabeza. La relación mutua entre los miembros pasa primero por la Cabeza. ¿Qué significa formar partidos? Significa que algunos cristianos tienen una relación directa entre sí y se han separado de la autoridad de la Cabeza. Se comunican entre ellos directamente, pero su comunicación no pasa por la Cabeza. Tienen una relación especial entre ellos, pero su relación no pasa por la Cabeza.

No debemos realizar ningún movimiento en relación con otros miembros, que no sea dirigido por el Señor. Si El nos pide hacer algo por otro miembro, y éste no lo agradece, no nos preocupamos puesto que solamente damos cuenta ante la Cabeza. Si nos asimos a la Cabeza, recibiendo toda nuestra dirección de El, y hacemos todo como para El, no debemos preocuparnos por las consecuencias.

Si nos asimos a la Cabeza, no podemos tener interpretaciones diferentes acerca de la Escritura. Las diferencias se originan cuando alguien no se aferra a la Cabeza, porque no es posible que El le diga algo a un miembro y otra cosa a otro. Si surgen diferencias, no debemos tratar de arreglar las cosas por el camino de la discusión; debemos simplemente reconocer a Cristo como Cabeza. En la iglesia todos debemos aferrarnos a la Cabeza, ya sea en lo relacionado con el entendimiento de la verdad, la administración de los negocios, o cualquier otro asunto. Cristo es la única autoridad en el Cuerpo. A los miembros les corresponde asirse a la Cabeza y reconocer a Cristo como la autoridad única y suprema sobre todas las cosas. Si permitimos que la cruz ponga fin a nuestra vida natural, no encontraremos ninguna dificultad en relacionarnos con los demás miembros del Cuerpo.