Watchman Nee Libro Book cap.6 El cantar de los cantares

Watchman Nee Libro Book cap.6 El cantar de los cantares

EL GEMIDO DE LA CARNE

SECCIÓN SEIS

EL GEMIDO DE LA CARNE

(8:1-14)

I. EL GEMIDO POR SER LIBERADO DE LA CARNE

(8:1-4)

Cuanto más profunda sea la unión del creyente con el Señor y cuanto más se aproxime a la norma de la doncella, más estará él consciente de su hombre exterior y del cascarón de su carne. Es cierto que el hombre interior se renueva de día en día, pero también el hombre exterior se desgasta de día en día. Aunque el Espíritu Santo da vida a nuestro cuerpo mortal, el cuerpo mismo está destinado a morir. El poder de Dios trabaja de una manera perfecta en nuestra debilidad, pero el cuerpo sigue siendo un aguijón para nosotros. Por consiguiente, cuanto más avance un creyente y más espiritual y celestial sea, más consciente estará de la limitación de su carne a pesar de su perfección actual. El pensará que a pesar de tener las primicias del Espíritu, un inevitable gemido persistirá en su interior, que se suma al gemido de toda la creación, la cual espera el día de la redención de nuestros cuerpos. Cuando vivimos por la carne, no percibimos la necesidad de que nuestro cuerpo sea redimido. Cuando nuestra unión con el Señor llega a ser casi perfecta, sentimos la diferencia entre nuestra condición interna y nuestro cuerpo. Aunque la condición del cuerpo no constituye un obstáculo, es por lo menos una debilidad. En el presente, la redención de nuestro cuerpo se convierte en una gracia indispensable.

En Cantar de los cantares 8:1 dice: “¡Oh, si tú fueras como un hermano mío que mamó los pechos de madre! Entonces, hallándote fuera, te besaría, y no me menospreciarían”. La doncella dice al Señor, en otras palabras: “Deseo estar más íntimamente relacionada contigo de lo que estoy ahora. Quisiera que tú fueras mi hermano y que mi relación contigo delante de Dios se pudiera manifestar ahora mismo ante los hombres. Cuando esto suceda, no seré menospreciada al confesar y reconocer mi amor delante de los hombres. Debido a que aún estoy en el mundo, siento debilidad en mí, y no puedo tratarte como desearía. Al comienzo yo te seguía por los besos que me dabas; iba en pos de Ti y del amor que me expresabas. Ahora deseo besarte, expresar mi amor por Ti y satisfacerte. Pero existe una barrera, la barrera de la carne. Tú no te has revelado como mi hermano todavía. Así que, mientras permanezca en el mundo, no podré evitar pensar que no te he servido como debería”.

El versículo 2 dice: “Yo te llevaría, te metería en casa de mi madre; tú me enseñarías, y yo te haría beber vino adobado del mosto de mis granadas”. Ella parece decir: “Cuando venga aquel día, será como si te llevara a la Jerusalén celestial. Allí Tú me enseñarás acerca de la gracia. Todos los frutos que tengo hoy tienen como fin producir el dulce vino para aquel día, de modo que te proporcione gozo eterno. Ninguno de los frutos espirituales que he recibido de Ti serán para mí misma. En aquel día, todas las granadas servirán de mosto para adobar el vino de Tu satisfacción. Te daré todo lo que tengo para brindarte satisfacción”.

El versículo 3 dice: “Su izquierda esté debajo de mi cabeza, y su derecha me abrace”. En otras palabras, ella añade: “En aquel día, Su mano izquierda estará debajo de mi cabeza, y El levantará mi rostro para que yo lo contemple a El. Su diestra me abrazará, me mirará cara a cara en Su regazo. Espero con anhelo aquel día. ¡Oh que venga pronto!”

El versículo 4 dice: “Os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, que no despertéis ni hagáis velar al amor, hasta que quiera”. [Parece que se dijera:] “Oh doncellas de Jerusalén, ella vive ahora con la esperanza de ser arrebatada; ella está en las manos de Su amado. Su sentimiento en este momento es el apropiado. No es necesario que otros la levanten. No interfieran con sus manos carnales, hasta que ella despierte ante el rostro de su amado”.

II. ANTES DEL ARREBATAMIENTO (8:5-14)

El versículo 5 dice: “¿Quién es ésta que sube del desierto, recostada sobre su amado? Debajo de un manzano te desperté; allí tuvo tu madre dolores, allí tuvo dolores la que te dio a luz”. Este libro menciona dos veces que la doncella sube del desierto. La primera vez, que se halla en 3:6, se refiere a que ella ha abandonado la vida que vaga sin reposo. Allí ella comenzó una unión absoluta con el Señor en Su muerte, Su vida y Su gracia abundante. De ahí en adelante, ella avanza constantemente hasta salir por completo del desierto. Aunque ella se detuvo una o dos veces en su experiencia posterior, no nos atrevemos a asegurar que estos recesos fueran necesarios, pero con seguridad podemos afirmar que son excusables. Una vez que abandonamos la vida errante, la dejamos para siempre; ¿por qué entonces el Señor dice una segunda vez que ella sube del desierto, como si todavía estuviera allí?

Debemos prestar atención a lo que simboliza el desierto. Para nosotros el desierto no sólo se refiere a una vida que vaga sin reposo, sino también al mundo mismo. No sólo existe un desierto en la esfera celestial, sino también en la esfera carnal. No sólo debemos ser librados espiritualmente de vagar por el desierto, sino también del desierto terrenal. Cuando el Señor reina en nosotros por medio del Espíritu Santo, comenzamos a dejar atrás la vida fluctuante. Cuando escuchemos el llamado a ser arrebatados, seremos librados del entorno mundano. La cruz de Cristo nos libra del desierto espiritual, y la venida de Cristo, del desierto terrenal. Esta es la razón por la cual se menciona por segunda vez el hecho de que la doncella sube del desierto. Esta es una referencia al momento en el cual ella será librada de este mundo.

El Espíritu Santo una vez más pregunta por medio de una tercera persona. “¿Quién es ésta que sube del desierto?” El ve una doncella que sube del desierto, recostada sobre su amado. Cuanto más cercana está ella, más claramente la identificamos.

Aquí vemos que el arrebatamiento que nos libra del desierto no ocurre súbitamente, sino que es el resultado de caminar paso a paso con el Señor. El arrebatamiento es el último paso de caminar con el Señor. Lo único que los hombres verán será el cambio instantáneo y el traslado de la tierra a los cielos; pero éste es simplemente el último paso, el arrebatamiento. El arrebatamiento no comienza en ese momento. Cuando un creyente es atraído por los cielos y se aleja paso a paso del mundo, se aleja cada vez más del mundo, y la separación entre él y el mundo se hace más evidente. Cuando el proceso se complete, se despertará en la presencia del Señor. Fue así como Enoc fue arrebatado. No debemos pensar, equívocamente, que el arrebatamiento ocurrirá súbitamente ni que es algo que cambiará instantáneamente nuestra condición espiritual.

Este es el momento en que nos debemos preparar para el arrebatamiento. Al recostarnos sobre nuestro Amado, dejamos constantemente el mundo atrás y subimos más y más hasta que el Señor venga a llevarnos.

“Recostada sobre su amado” parece indicar que a ella le faltan fuerzas y está incapacitada para caminar; indica que ella se hace una carga para que Su amado la lleve; da la impresión de que el encaje de su muslo hubiese sido desencajado; y también indica que ella se siente presionada en extremo, lo cual parece que durará hasta el fin de su viaje por el desierto. Sólo el Señor nos puede preparar para el arrebatamiento. Es indispensable tener una vida que confíe en el Señor. Debemos confiar plenamente en El, hasta que el Espíritu Santo exclame: “¿Quién es ésta que sube … recostada sobre su amado?”

El Señor responde diciendo que ella era una pecadora, que fue visitada, llamada y salva por la gracia. Su madre es la gracia de Dios. La gracia de Dios no se refiere sólo a Su paciencia, la cual es solamente una pequeña parte de Su gracia. La gracia de Dios también incluye Su plan, la elección que hizo desde antes de la fundación del mundo, la redención efectuada por Su Hijo, y la obra realizada por el Espíritu Santo en el tiempo. Todas estas cosas constituyen la gracia de Dios según la Biblia. Cuando la gracia de Dios busca y encuentra a un pecador escogido, lo pone bajo la sombra de Cristo. Allí es alimentado con la vida y allí crece. Cuando se despierta, se encuentra en el amor de Cristo.

“El manzano” también se menciona en 2:3, y se refiere al Cristo que está lleno de afecto. ¿Quién es la doncella? No es otra cosa que una pecadora salva por la gracia. Agradecemos a Dios que cuando ella abrió sus ojos para contemplar al mundo por primera vez, lo primero que vio fue al Cristo afectuoso. Lo primero que ella descubrió fue que ella estaba bajo la sombra de este Cristo. Este fue su origen. ¡Cuán apropiado para ella es recordar esto en el momento de su madurez espiritual!

El versículo 6 dice: “Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; porque fuerte es como la muerte el amor; duros como el Seol los celos; sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama”. Cuando ella recuerda su condición original, no puede hacer otra cosa que llenarse de humildad y reconocer su vacío, la vanidad de su experiencia, la inconstancia de su mente y la inutilidad de su búsqueda. Su única esperanza es el Señor. Comprende que perseverar hasta el final no depende de su propio esfuerzo, sino de la preservación del Señor. Ninguna perfección espiritual puede sostener a una persona hasta la venida del Señor. Todo depende de Dios y de Su poder preservador. Cuando ella se da cuenta de esto, no hace otra cosa que clamar: “Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo”. El corazón es el asiento del amor, y el brazo es el miembro donde se halla la fuerza. Es como decirle al Señor: “Ponme sobre Tu corazón tan permanentemente como un sello y como una marca indeleble sobre Tu brazo. Así como los sacerdotes llevaban a los israelitas en su pecho y en sus hombros, así mismo recuérdame constantemente en Tu corazón y sostenme con Tu brazo. Sé que soy débil y que estoy vacía; reconozco mi impotencia. Señor, soy una persona incapaz. Si trato de preservarme a mí misma hasta Tu venida, esto solamente traería oprobio a Tu nombre y pérdida para mí. Todas mis esperanzas están en Tu amor y Tu poder. Yo te amaba antes, pero ahora entiendo cuán voluble era ese amor. Ahora sólo miro el amor que Tú me tienes. Yo me aferraba de Ti y parecía que me asía con firmeza. Pero ahora me doy cuenta de que mi más fuerte asimiento es simple debilidad. Mi confianza no está en la fuerza que tengo para asirme, sino en Tu poder, el cual me sostiene. Ya no me atrevo a hablar de mi amor por Ti ni de asirme de Ti. Desde ahora en adelante, todo depende de Tu fuerza y de Tu amor.

“Tu amor es tan fuerte como la muerte. ¿Quién puede sacudirse la muerte? Ni los suspiros de los padres ni las lágrimas de las viudas ni las penas de los amigos, pueden regresar a un hombre de la muerte. La muerte retiene a sus cautivos firme, despiadada e inconmoviblemente. Si Tú me amas, no seré conmovida, porque Tu amor no es más débil que la muerte.

“Si Tú me amas, Tus celos estarán presentes y serán tan crueles como el Seol. Con seguridad me corregirás y procurarás perfeccionarme. No permitirás que comparta mi corazón con nada ni nadie fuera de Ti. Aun si poseyeras la mayor parte de mi ser, no estarías satisfecho. Tus ojos no pueden tolerar que aquellos que te pertenecen sean distraídos por el mundo o usurpados por otros amores. Tú eres celoso desde el comienzo de los tiempos, Tú eres un Dios celoso (Ex. 20:5). ¿No han hablado Tus apóstoles acerca del celo de Dios (2 Co. 11:22)? Si Tú estás celoso, ¿quién podrá soportar Tus celos? Destruirás a todos Tus enemigos. Erradicarás todos los obstáculos hasta que llegues a ser el único Señor, el Dios de todos y el Rey sin rival. De esta manera seré protegida y mi pureza será preservada hasta que vea Tu rostro”.

Los celos son tan duros como el Seol. ¿Qué puede ser más cruel que el Seol? Una persona puede ser la más hermosa, la más adorable o la más preciosa, pero cuando el Seol viene a reclamar un pecador, no tendrá en cuenta esas cosas. Ni las lágrimas, penas o súplicas podrán conmover su corazón. El Seol no conoce la piedad ni la compasión. No tiene misericordia ni sentimientos; es cruel. “Ya que te he consagrado mi ser como una virgen pura, si Tú ves algo en mí que te cause celos, con seguridad lo quebrantarás a toda costa hasta que Tú prevalezcas. Quizá haya amigos afectuosos, parientes cercanos o personas amorosas que suplican, ruegan y lloran, pero a Ti no te importará nada de esto; lo único que te interesa es lo que Tú sientes. Esta es la única manera en que puedo ser preservada”.

“Sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama”. Jehová es fuego (He. 12:29). Su amor y Su celo son como el fuego que consume todo lo que puede quemarse. Todo lo que no es eterno, lo pasajero, lo que proviene del mundo y del hombre será quemado.

El versículo 7 dice: “Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos lo bienes de su casa por este amor, de cierto lo menospreciarían”. “Las muchas aguas” representan los problemas que los creyentes atraviesan. “Los ríos” son las persecuciones que vienen del enemigo. Las pruebas no pueden apagar el amor del Amado ni el fuego del mismo. No pueden ser ahogados por las persecuciones. Si El nos ama, ninguna prueba ni persecución nos podrá afectar.

Este amor no se compra con dinero; es decir, es irremplazable. No podemos reemplazar este amor por las lenguas humanas ni angelicales. No podemos reemplazar este amor ni por el don de profecía, ni por la interpretación de misterios, ni por todo el conocimiento, ni por toda la fe. Aun si repartiésemos todos nuestros bienes para dar de comer a los pobres y diésemos nuestro cuerpo de tal manera que pudiéramos gloriarnos, seguiríamos siendo menospreciados. Estas cosas son solamente parte de los tesoros del hombre. Tratar de canjear el amor por estas cosas haría que fuésemos menospreciados. Ya que éste es el caso, no ganaremos su amor por trabajar más ni por estar ocupados ni por servir arduamente. Solamente le podemos ofrecer nuestras vidas a El, de tal manera que lleguemos a ser el objeto de Su amor.

El versículo 8 dice: “Tenemos una pequeña hermana, que no tiene pechos; ¿qué haremos a nuestra hermana cuando de ella se hablare?” Una persona que vive en el amor del Señor no puede olvidar que hay otros que también necesitan el amor del Señor. Antes de encontrarse con el Señor, ella recuerda a aquellos que son menos maduros; habla de su pequeña hermana, quien tiene vida, pero cuya fe y amor no han crecido al grado en el que pueda desarrollar un afecto por el Señor. La unión entre la doncella y el Señor se ha completado. De modo que ella puede expresar sin barreras todos sus sentimientos delante del Señor.

“¿Qué haremos a nuestra hermana cuando de ella se hablare?” La hermana pequeña no conoce la vida de amor. Cuando el Amado eterno la guíe a una comunión de amor por medio del Espíritu Santo, ¿que haremos con ella? En cuanto a la vida, ella es una hermana pequeña. Con relación a su vida de amor, ella no tiene pechos. Estamos preocupados por este grupo de personas y tenemos la carga de cuidarlas. El Señor no estará satisfecho con la condición en que se encuentran. Es indispensable que haya una propuesta de matrimonio en la vida del creyente. Aunque cada creyente tiene plena libertad de aceptarla o rechazarla, la exigencia de amor del Señor sigue siendo la misma. ¿Cómo debemos ayudar a esta pequeña hermana?

La doncella trae a las personas que siempre ha cuidado y que son menores que ella al Señor para dialogar con El sobre ellas. Puesto que ella vive continuamente en la voluntad del Señor, puede decir “tenemos”. Ella sabe que lo que a ella le preocupa es lo que le preocupa al Señor. Por consiguiente, ella dice “tenemos”. Sabe que lo que ella desea es lo que el Señor desea. Esta es la razón por la cual dice “tenemos”. La unión es completa; ya no hay separación. En consecuencia, las oraciones dejan de ser peticiones, y expresan la voluntad de Dios.

El versículo 9 dice: “Si ella es muro, edificaremos sobre él un palacio de plata; si fuere puerta, la guarneceremos con tablas de cedro”. “Si ella es muro”, o sea, si hay algo de Dios que constituya una separación, un muro, entre ella y lo que no es de El, entonces “edificaremos sobre ella un palacio de plata”. Edificaremos todo lo que sea alto y noble, todo lo que provenga de la redención. Si ella ha establecido separación en su vida por medio del Espíritu Santo, edificaremos sobre ella el fruto de la redención. Si ella es una puerta, otros podrán conocer a Dios por medio de ella. “La guarneceremos con tablas de cedro”, que significa: le añadiremos la humanidad celestial de Cristo. (La madera representa la humanidad, mientras que el cedro es alto. Por consiguiente, la madera de cedro denota la humanidad celestial de Cristo, Su humanidad glorificada y Su vida humana celestial.) Ella ya no hace lo que desea, sino que obra juntamente con el Señor. Aunque las palabras salen de su boca, expresan los pensamientos del Señor.

El versículo 10 dice: “Yo soy muro, y mis pechos como torres, desde que fui en sus ojos como la que halla paz”. “Yo soy muro” indica que es una persona totalmente apartada; el Señor me ha apartado de todo lo sucio, común y ordinario. “Mis pechos como torres”. Mi fe y mi amor se basan en mi separación del mundo. El Señor me ha establecido y mis dos pechos ya no son pequeños, sino como torres; he llegado al nivel donde he obtenido paz en Sus ojos; o sea que puedo hallar descanso. Por ende, una vida llena de paz se basa en una vida de separación, la cual, a su vez, se basa en el desarrollo de la fe y el amor. Ella da un corto testimonio y muestra que no existe en ella ningún pensamiento de contentamiento propio. Ella puede decir que es un muro y que sus dos pechos son como torres pero ante los ojos del Señor, ella se considera una persona que ha obtenido paz.

El versículo 11 dice: “Salomón tuvo una viña en Baal-hamón, la cual entregó a guardas, cada uno de los cuales debía traer mil monedas de plata por su fruto”. Antes de que los creyentes sean arrebatados, el Espíritu Santo quiere que presten atención a una sola cosa: la recompensa de la obra. Salomón tiene viñas, las cuales son sus campos, y los renta a unos labradores. La obra del Señor no es nuestra; nuestra posición es siempre la de un mayordomo. Sólo velamos por Sus intereses. Cuando El venga, lo que El nos ha confiado se lo devolveremos.

“Baal-hamón” significa “señor de todo”. Esto nos muestra que el Señor, igual que Salomón, señorea sobre todo y también es nuestro Señor. La orden que dio Salomón era que los mayordomos podían recoger el fruto, pero del fruto que cosecharan debían dar a Salomón mil monedas de plata. El Señor también nos dará el fruto de lo que administremos, cultivemos y erijamos hoy para El; ésta será nuestra recompensa. Nada de lo que hagamos para el Señor es en vano. Aun un vaso de agua que regalemos será recompensado.

“Cada uno de los cuales debía traer mil monedas de plata por su fruto”. Salomón también tendrá su parte. Las mil monedas de plata son el precio que debemos darle al Señor. Esta no es la cuenta que tenemos que rendir en Lucas 19 y Mateo 25. Allí vemos una diferencia que se basa en nuestros dones. Estas mil monedas de plata son lo que cada mayordomo debe darle al Señor. Cuando estemos de pie frente al tribunal de Cristo, el Señor tendrá un requisito mínimo para cada uno de nosotros, el cual será mil monedas de plata.

El versículo 12 dice: “Mi viña, que es mía, está delante de mí; las mil serán tuyas, oh Salomón, y doscientas para los que guardan su fruto”. La doncella ahora se separa de los demás mayordomos. Ella no es un mayordomo común de las viñas de Salomón. Salomón le dio a ella una viña; así que, ella tiene su propia viña. Esta viña está ahora delante de ella, o sea que es suya (Gn. 13:9) y está bajo su administración. Según la justicia, los administradores deben pagarle a Salomón mil monedas de plata; según el amor, ¿debe ella hacer menos de lo que la ley requiere? ¡Por supuesto que no! Ella debe darle a Salomón mil piezas de plata. Aquí vemos dos tipos de servicio. Unos sirven de acuerdo con la ley, mientras que otros lo hacen en conformidad con el amor. Algunos sirven por temor, y otros por gratitud. Algunos sirven por obligación, mientras que otros lo hacen con gozo. Aunque ella está en una posición más elevada y aunque tiene una relación de amor con el Señor y difiere de los mayordomos que le sirven por simple obligación, ella no da menos que lo requerido por la ley.

No sólo Salomón recibe algo; también aquellos que vigilan los frutos reciben algo. Ella da la justa gloria y alabanza a los que la ayudan en la obra. Ella no se apodera de la porción que justamente les corresponde a ellos. Ojalá que los hijos de Dios no usurpen la gloria de sus colaboradores.

Cuando el Señor recompense a Sus trabajadores, ella será incluida entre aquellos que vigilan los frutos; recibirá doscientas monedas de plata. Según la justicia, ella sólo recibirá el fruto y no la plata (Cnt. 8:11). Sin embargo, todos los que sirven con amor al Señor descubrirán que si no toman la obra del Señor como una empresa comercial, el Señor no los recompensará de una manera comercial. Además de recibir los frutos, el Señor le dará gloria. El tribunal de Cristo se relaciona con el delineamiento que vemos en Mateo. No obstante, el énfasis dado aquí no es la responsabilidad sino el amor. El asunto de la obra y la recompensa no viene al caso aquí. Sin embargo, el Espíritu Santo lo menciona desde el punto de vista del amor y no de la responsabilidad. Figura aquí debido a que concuerda con el principio expresado a lo largo del libro.

El versículo 13 dice: “Oh, tú que habitas en los huertos, los compañeros escuchan tu voz; házmela oír”. “Tú” se refiere al Señor. “Los huertos” está en plural. El no mora solamente en el huerto de la doncella (6:2), sino también en muchos otros huertos. El es el Señor que mora en los corazones de los hombres. El no sólo mora en el corazón de quienes lo siguen incondicionalmente, sino también en aquellos en quienes El se complace. La doncella se dirige al Señor según su relación con El. Ella le dice: “Los compañeros escuchan tu voz”. La palabra “escuchan” significa que todos prestan atención. Todos los que buscan al Señor junto con ella, adoptan su misma actitud. Ellos han sido quebrantados y están conscientes de lo inútil que es hablar y lo provechoso que es escuchar. Saben que deben ser lentos para hablar y prontos para escuchar. Tanto la doncella como ellos ya no son tan locuaces como antes; dejan de ufanarse de su condición delante del Señor cuando acumulan cierta experiencia. Ese comportamiento ha desaparecido. No hablan como lo hacen otros, y tampoco hablan por hablar. Los que no paran de hablar de sus asuntos triviales, todavía reina en ellos la vida terrenal. Pero éstos escuchan; toman la actitud de una persona que presta atención. Saben que sus vidas dependen de las palabras del Señor y sus acciones dependen de los mandatos del Señor. Ellos solamente escucharán porque ya no pueden actuar por su propia cuenta. Si el Señor no da la palabra, ellos no tendrán ninguna revelación, luz, ni conocimiento. La vida de los creyentes depende exclusivamente de las palabras del Señor.

“Oh Señor, mientras esperamos, haznos oír. Si los que buscan encuentran y a los que llaman se les abre, haznos oír y capacítanos para oír. Si Jehová no nos hablara estaríamos como muertos. ¿De qué sirve escuchar algo si no lo escuchamos como es debido? Así que, por favor permítenos escuchar Tu voz, porque sólo esto puede guiarnos hasta Tu regreso”. Ella aprendió las lecciones correspondientes; por eso, ofrece una oración tan profunda al final.

El versículo 14 dice: “Apresúrate, amado mío, y sé semejante al corzo, o al cervatillo, sobre las montañas de los aromas”. Estas palabras son las mismas que figuran en 2:17. Es la misma oración, pero las cosas a las que alude no son las mismas. Este libro menciona el desierto dos veces, y de la misma manera menciona la venida del Señor como “un corzo o un cervatillo sobre los montes de los aromas”. La primera vez que se habla de los montes, se refiere a la comunión que tienen los creyentes con el Señor; esto revela el anhelo del Señor por una comunión incondicional con Sus creyentes. Pero aquí las sombras no se han ido y el día no ha amanecido, es decir, el Señor no había venido todavía. El énfasis era la comunión. Por lo tanto, lo vimos sobre los montes de Beter. El quitaba todo lo que causaba “separación”. Pero en la segunda ocasión, se refiere a la segunda venida del Señor. Esta sucederá en el futuro, aunque pueda estar cercana, nadie sabe cuándo sucederá. A diferencia del capítulo dos, aquí no hay un límite de tiempo. Lo que se realza no es la comunión; por eso, este versículo no habla de los montes de Beter, sino de las montañas de los aromas. Describe la venida del Señor y Su reino. En ese entonces, habrá un mundo maravilloso, como las montañas de los aromas.

La experiencia que tiene la doncella será como una gota de agua que desaparece en el océano; no habrá lugar para avanzar, aunque la ola siempre puede sumergirse con más profundidad. Lo único que ha quedado en el mundo es su cuerpo. Todo lo demás se ha ido a otro mundo. Por eso, ella no puede hacer otra cosa que clamar: “Apresúrate, amado mío”; es decir: “Ven tan rápido como el corzo o el cervatillo. Así como el corzo y el cervatillo aparecen sobre las montañas de los aromas, ven Tú en Tu reino”. Aunque el amor sea perfecto, algo le falta. Cuando el Señor venga, la fe se tornará en hechos, y la alabanza reemplazará las oraciones. El amor se consumará en una perfección sin sombras, y nosotros le serviremos en una esfera que no tiene mancha. ¡Qué maravilloso será ese día! ¡Señor Jesús, ven pronto!