Watchman Nee Libro Book cap. 5 Como estudiar la biblia sección 2

Watchman Nee Libro Book cap. 5 Como estudiar la biblia sección 2

MÉTODOS PARA ESTUDIAR LA BIBLIA

CAPÍTULO CINCO

MÉTODOS PARA ESTUDIAR LA BIBLIA

La Biblia es un libro extraordinario, contiene sesenta y seis libros que fueron escritos por unos treinta y nueve o cuarenta autores. El contenido es extremadamente rico. Para leerla necesitamos tener un plan definido, pues sin éste no sacaremos mucho beneficio de nuestra lectura. Hemos reunido veintiocho planes distintos de diferentes fuentes para estudiar las Escrituras. Estudiémoslos uno por uno. Los hermanos de edad avanzada pueden escoger algunos de ellos.

I. LOS PERSONAJES PRINCIPALES

En el Antiguo Testamento se mencionan muchos personajes, como por ejemplo: Adán, Abel, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Josué, David y Salomón. Debemos estudiar cuidadosamente la historia de estos hombres y conocer lo que de ellos se dice no sólo en el Antiguo Testamento sino también en el Nuevo.

La impresión general es que la historia de Adán se encuentra solamente en los capítulos dos y tres de Génesis. Pero cuando leemos detenidamente, vemos que también se habla de él en Romanos y en 1 Corintios, y lo que allí se dice es muy significativo. También Efesios 5 habla de Adán. Cuando estudiamos la historia de Adán, tenemos que conocer el lugar que ocupa en el plan de Dios, su creación, su estado inicial de inocencia y de ausencia de pecado, su relación con Eva, el juicio y la promesa que Dios le dio, su expulsión del huerto del Edén, su vida fuera del Edén, y finalmente, su relación con el postrer Adán. Si dedicamos tres o cuatro horas para estudiar esto en detalle, entenderemos muchos sucesos fundamentales de la Biblia.

Después de que terminemos la historia de Adán, debemos continuar con la historia de Abel. No solamente hallamos su historia en Génesis, sino también en Hebreos 11. Debemos leer todos los pasajes de la Biblia que hablen de Abel para encontrar el mensaje básico que Dios tiene para nosotros por medio de él. ¿Por qué acepta Dios a Abel y rechaza a Caín? Mucha gente cree que el sacrificio de Abel fue aceptado porque tenía sangre. Pero éste es un concepto basado casi exclusivamente en el Nuevo Testamento y no nos conduce a la raíz del motivo por el cual Dios aceptó el sacrificio de Abel. La responsabilidad del hombre en el huerto del Edén era cuidarlo y guardarlo. Después de que el hombre pecó, tuvo que labrar la tierra para conseguir su sustento. Por lo tanto, en su estado pecaminoso, no era correcto ofrecer de su sustento en sacrificio a Dios, que fue precisamente lo que hizo Caín. Parecía haber olvidado que había caído en pecado; por esta causa su ofrenda no fue aceptada. Si un hijo ofende a sus padres gravemente y se acerca a ellos como si nada hubiera sucedido, posiblemente sea rechazado. Dios no se complace en pecadores que actúan impasiblemente, como que si nada hubiese pasado. El problema de Caín fue que actuó como si nada hubiese sucedido. Pero Abel estaba consciente de la realidad del pecado. En ese entonces, los hombres no criaban ovejas para alimentarse de ellas. Los hombres empezaron a comer carne sólo después del diluvio (Gn. 9:3). En ese entonces sólo se criaban las ovejas para ofrecerlas como sacrificios a Dios. La oveja era inmolada y su piel era usada como vestido (3:21). Dios deseaba que el hombre tuviera presente que era pecador. Abel se acercó a Dios según este requisito, y Dios lo aceptó.

Podemos continuar de la misma manera con la historia de Noé y luego con la de Abraham, la de Isaac, la de Jacob, y así sucesivamente.

II. LAS MUJERES

Las mujeres ocupan una categoría especial en la Biblia. Podríamos estudiar todas las mujeres como una sola categoría. Podemos estudiar a Eva, su creación, sus palabras, sus actos independientes, su caída y su castigo, y la promesa que Dios le dio de ser la madre de todos los vivientes. Luego proseguimos con Sara, Rebeca, Tamar, Rut, Rahab, Ana, Abigail, la Sulamita… Podemos continuar con la mujer que dio a luz un hijo varón en Apocalipsis 12, con la gran ramera del capítulo diecisiete, y con la esposa del Cordero, en el capítulo diecinueve. Podemos ver una línea ininterrumpida. Todas las mujeres de la Biblia tipifican, positiva o negativamente, los muchos aspectos de una mujer: la iglesia.

III. LA TIPOLOGÍA

Para estudiar los tipos del Antiguo Testamento, primero debemos tener un fundamento en el Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento habla de Cristo, de la redención, de la iglesia y del Espíritu Santo. Estas son cuatro cosas espirituales muy importantes. Los principales tipos que vemos en el Antiguo Testamento representan estas cuatro entidades. Los tipos del Antiguo Testamento representan a Cristo o la redención o a la iglesia o al Espíritu Santo. En el Antiguo Testamento primero vemos la fotografía y después la persona. En el Nuevo Testamento primero vemos la persona, y luego regresamos al Antiguo Testamento para ver la fotografía. Si hemos visto la realidad de Cristo, de la redención, de la iglesia y del Espíritu Santo, nos será fácil ver los tipos contenidos en el Antiguo Testamento.

La segunda creación, que consta en Génesis 1, es un tipo de la nueva creación. En el capítulo dos Eva es tipo de la iglesia sin pecado. Cuando pensamos en nosotros, pensamos en el pecado, porque estamos ligados inseparablemente a él. Sin embargo, Dios nos muestra que la relación entre Cristo y la iglesia es separada del pecado, porque su relación comienza en Génesis 2, no en Génesis 3. Adán estaba relacionado con Eva en Génesis 2. Por tanto, la relación de ellos no tenía nada que ver con el pecado. Lo mismo sucede entre Cristo y la iglesia. Cuando pensemos en la iglesia no debemos pensar en el pecado. A los ojos de Dios la iglesia está libre de pecado. La muerte del Señor Jesús por los pecadores fue la remisión del pecado. Pero Su muerte por la iglesia no tiene relación con el pecado sino con la vida. En Génesis 3 vemos las hojas de higuera y la piel de animales. En el capítulo cuatro vemos las ofrendas. Más tarde vemos a Isaac. ¿Quién es Isaac? ¿Es él un tipo de la iglesia, del Espíritu Santo o de la redención que efectuó el Señor Jesús? Cuando leemos el Nuevo Testamento, vemos que Isaac tipifica en cierto aspecto al Señor Jesús, pues tiene cierta semejanza con el Señor Jesús. No sólo nació de Abraham y de Sara, sino también de la promesa; para Sara, Isaac fue el hijo unigénito de su padre; para Abraham, todo lo que Isaac tenía lo había heredado; Isaac simplemente disfrutaba su herencia. Dios envió al mundo el Espíritu Santo, quien obtuvo la iglesia y la desposó con Cristo como esposa del Cordero; el padre de Isaac envió su criado más viejo a su propia tierra y tribu para encontrar una esposa para Isaac, la cual fue Rebeca. Si comparamos el Antiguo Testamento con el Nuevo, encontraremos muchas cosas en el Nuevo Testamento que corresponden a los tipos del Antiguo Testamento. En Gálatas, Isaac representa a los cristianos espirituales ya que tipifica un andar espiritual, pero Ismael tipifica un andar por la carne en la iglesia. Ismael fue engendrado por Abraham por medio de Agar, es decir por medio de la carne; tipifica el esfuerzo del hombre. Isaac nació después de que Abrahan había abandonado toda esperanza de tener un hijo; nació de la promesa de Dios y, por ende, tipifica la obra del Espíritu Santo. Este es sólo un ejemplo de la aplicación de los tipos. Si recorremos la Biblia capítulo por capítulo, encontraremos muchos tipos diferentes. El libro que contiene más tipos es Génesis. Podemos decir que Génesis es el vivero donde se siembran las semillas que crecen a lo largo de la Biblia.

El libro de Exodo en conjunto tipifica la forma en que somos salvos del mundo. La Pascua es un tipo del partimiento del pan. El paso del mar Rojo es un tipo del bautismo. Cuando el pueblo murmuraba y vagaba por el desierto tipificaba a los hijos de Dios en diferentes condiciones. El agua fresca que brotó es un tipo del Espíritu Santo.

El tabernáculo es un tipo de nuestro Señor Jesús mientras estuvo en la tierra y también es un tipo de nuestro tránsito por el mundo. El tabernáculo no tenía piso, y se erigía en el desierto. Nosotros tenemos que esperar hasta que venga la Nueva Jerusalén para ver las calles de oro. Mientras pasamos por este mundo, tenemos una gloriosa comunión con el Señor, pero la meta que Dios tiene para nosotros es Canaán; El no desea que permanezcamos en el desierto.

Al seguir adelante, descubrimos en el libro de Números que los israelitas pasaron por cuarenta y dos estaciones después de su éxodo de Egipto, antes de entrar en Canaán. Cada estación tiene su significado. Cuando leemos los nombres de las estaciones obtenemos una fotografía del vagar del hombre y de las condiciones para entrar en Canaán.

Las ofrendas, las fiestas y las ordenanzas acerca de la purificación son tipos y los hemos de estudiar.

El libro de Josué tiene tipos muy profundos. Esto no significa que todos los tipos de dicho libro sean profundos, sino que hay muchas cosas profundas en el libro de Josué. Para entender lo que significa la entrada de los israelitas en Canaán y las guerras que allí libraron, primero tenemos que averiguar el significado de Canaán. Algunos piensan que Canaán tipifica el cielo. Si ése es el caso, ¿habrá, entonces, guerra en el cielo? Si leemos cuidadosamente concluiremos que Canaán no puede ser tipo del cielo. Es un tipo de una posición celestial. Es el equivalente a los lugares celestiales mencionados en Efesios. Por una parte, estamos sentados con Cristo en los lugares celestiales; por otra, luchamos contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales (Ef. 6:12). Al estudiar estos tipos, no debemos limitarnos al libro de Josué; también debemos examinar Efesios. En efecto, Josué no solamente se debe leer con Efesios, sino también con Hebreos. La entrada a Canaán descrita en Josué tipifica dos cosas: la guerra espiritual (de Efesios) y el reposo (de Hebreos). Este descanso es una clara alusión al reino. Por consiguiente, Canaán no es un tipo del cielo sino del descanso del reino. No todo el que aplicó la sangre del cordero y comió el cordero de la Pascua entró en Canaán; sólo dos personas entraron, y el resto murió en el desierto. Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos. Así que Canaán tipifica el reino. La entrada a Canaán tipifica nuestro reinado en el reino de Dios. Si tenemos dudas acerca de este punto fundamental, veremos que parte de Josué tipifica la posición que el creyente tiene en los lugares celestiales hoy, y que parte tipifica el galardón dado en el futuro.

Las innumerables iniquidades enumeradas en el libro de los Jueces tipifican la vida del hombre que hace su propia voluntad, lo cual produce confusión.

En Samuel vemos que el hombre reina y que Dios delega Su autoridad. Antes de que surgiera un hombre conforme al corazón de Dios, se levantó un hombre conforme al corazón del hombre. David tenía un corazón según el de Dios, pero le precedió Saúl, un hombre conforme al corazón del hombre. Es evidente que Saúl tipifica el reino del anticristo. Vemos cómo el rey que Dios escogió fue a la batalla y como llegó a disfrutar de paz. Vemos la batalla de David y la gloria de Salomón. El reinado de Saúl tipifica la condición predominante durante la gran tribulación; el reinado de David tipifica la condición posterior a la tribulación, y el reinado de Salomón tipifica el milenio. Todos estos son tipos bastante claros.

La edificación del templo por Salomón también es un tipo de la edificación de la iglesia por parte de Cristo. El templo estaba en Jerusalén, lo cual tipifica que la iglesia se reúne y adora en el nombre del Señor, porque Dios estableció Su nombre en Jerusalén. Jerusalén era el único lugar que Dios reconocía y en el cual puso Su nombre (1 R. 14:21). Cuando Jeroboam se levantó, erigió altares de adoración en Bet-el y en Dan, lo cual Dios condenó. Dios desea que el hombre lo adore solamente en el lugar donde Su nombre ha sido establecido. No desea que el hombre lo adore en ningún otro lugar. En los tiempos de avivamiento, algunos reyes derribaban los altares, y otros no. Este es un tipo de los avivamientos que han ocurrido en la iglesia. Más tarde, el templo fue destruido, lo cual tipifica el hecho de que la iglesia quedó desolada. Mucho tiempo después, Nehemías, Zacarías y Zorobabel regresaron para reedificar el templo. Aunque el templo reedificado no fue tan glorioso como el que había sido destruido, fue el comienzo de la restauración. Este es un tipo del recobro de la iglesia, que se completará cuando el Señor venga por segunda vez. Entonces la iglesia será una iglesia gloriosa.

IV. LAS PROFECÍAS

La tercera parte de la Biblia consta de profecías. Podemos clasificar las profecías en dos categorías: las que se relacionan con la primera venida de Cristo, y las que tienen que ver con Su segunda venida. Las profecías que hablan de Su primera venida se encuentran en el Pentateuco, los Salmos y los libros de los profetas. El Señor Jesús ya vino, y parece que las profecías que se relacionan con Su primera venida ya no nos entusiasman mucho. Sin embargo, para estudiar las profecías, debemos prestar atención a la primera venida del Señor. Tenemos que encontrar todas las profecías del Antiguo Testamento y del Nuevo que hablan de Su primera venida y anotarlas, porque esto nos iluminará con respecto a Su segunda venida, la cual se cumplirá de la misma manera que las profecías de Su primera venida.

Hay ciertas normas para la exposición de todo lo que se habla en la Biblia. Todo lo que se debe interpretar espiritualmente se indica claramente en el texto mismo de la Escritura. Por ejemplo: Apocalipsis 1 habla de las siete estrellas que están en la mano derecha del Señor, refiriéndose a los mensajeros de las siete iglesias. Esto no se debe interpretar literalmente, y así lo indica el texto. Los siete candeleros, entre los cuales andaba el Señor, son una alusión a las iglesias. Esto también se establece explícitamente en el texto. Los tipos se deben interpretar espiritualmente. En la tipología Adán no es el Adán literal, sino Cristo, y Eva no es la Eva literal, sino la iglesia. Sin embargo, las profecías se pueden interpretar según dos principios básicos diferentes. Se pueden interpretar espiritualmente, en cuyo caso el cumplimiento es el significado solamente; o pueden ser interpretados literalmente, y en tal caso el cumplimiento es literal. Por ejemplo: Mateo 2:17-18 dice: “Entonces se cumplió lo que fue dicho por medio del profeta Jeremías, cuando dijo: ‘Voz fue oída en Ramá, llanto y lamento grande; Raquel que llora a sus hijos, y no quiso ser consolada, porque ya no existen’”. Este es el cumplimiento en significado. Observe el caso de Hechos 2:16, que dice: “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel”. Lo que sucedió en Pentecostés corresponde a lo descrito en el libro de Joel. Esto también es el cumplimiento de lo que significa el pasaje. En cuanto a la primera venida del Señor Jesús, muchas profecías se cumplieron literalmente. La virgen fue una virgen humana. Egipto fue el Egipto geográfico. “Ni uno de Sus huesos será quebrado”, se cumplió exactamente así. Estas cosas se cumplieron literalmente. Puesto que la mayoría de lo que se cumplió en cuanto a la primera venida fue literal, la mayoría de los eventos ligados a Su segunda venida también se cumplirá literalmente.

Algunas profecías se refieren a los judíos, otras a los gentiles y otras a la iglesia. Estas tres clases de profecías son diferentes entre sí. Casi todas las profecías de Moisés y de Balaam se refieren a los judíos. En los libros proféticos también encontramos muchas profecías que hablan de los judíos. Algunas profecías que se refieren a los gentiles se encuentran en el libro de Daniel. También debemos prestar atención a lo que el Señor Jesús dijo cuando estuvo en la tierra en Mateo 24. Apocalipsis 8—11, 13, 15—16 y 18 son profecías que se refieren a los gentiles. Las profecías que se refieren a la iglesia se encuentran en capítulos como Mateo 13, Apocalipsis 2—3, 12, 14—15, 1 Corintios 15 y 1 Tesalonicenses 4. Tenemos que distinguir entre las profecías que se refieren a los judíos, las que se refieren a los gentiles, y las que aluden a la iglesia.

Las profecías que se refieren a los judíos se pueden dividir en dos ramas principales: las que se refieren al día del Señor y las que se refieren a la bendición terrenal del reino.

En cuanto a las profecías que se refieren a los gentiles, tenemos que prestar especial atención a todas las que se proclamaron durante “el tiempo de los gentiles”, después de la destrucción de la nación judía. Capítulos como Daniel 2, 4 y 7, las setenta semanas del capítulo nueve, y todo lo que se menciona después, incluyendo el libro de Apocalipsis, contienen profecías relacionadas con los gentiles. Es decir, estas profecías describen en primer lugar el período que se extiende desde la destrucción de la nación judía hasta el final del tiempo, y abarca la historia que transcurre en el lapso de la gran imagen en Daniel 2. En segundo lugar, ellas hablan de los diez cuernos (diez reyes) del final de la era, los otros cuernos (otros reyes) y el anticristo. Tercero, habla de la bendición que disfrutarán los gentiles durante el milenio.

Con relación a la iglesia, hay profecías que describen los dos mil años de la historia de la iglesia, el arrebatamiento, el tribunal de Cristo, el reino y la eternidad.

V. LAS DISPENSACIONES

Dios usa las dispensaciones para disciplinar al hombre. En cada era Dios tiene su propia manera de relacionarse con el hombre. En una dispensación lo disciplina de una manera, y en otra, de otra. En una dispensación el hombre es salvo por cierto medio, y en otra, por un medio diferente. En una dispensación Dios exige cierta conducta de parte del hombre, y en otra dispensación, Su exigencia cambia. Si no entendemos bien las diferentes dispensaciones, pensaremos que algunas porciones de la Biblia son confusas. Pero si las entendemos, la confusión desaparecerá.

Algunos expositores han dividido la historia en siete dispensaciones. Pero según la Biblia misma, sólo debe haber cuatro dispensaciones, comenzando con Adán, porque Romanos 5:14 dice claramente: “Desde Adán hasta Moisés”. Aunque hay muchas diferencias en detalles dentro de este período, en total fue resumido en “desde Adán hasta Moisés”. Esta es la primera dispensación. La segunda es la dispensación de la ley, que se extiende desde Moisés hasta Cristo. ¿Pero en qué momento de la vida de Cristo finalizó esta dispensación? El Señor Jesús dijo que la ley y los profetas fueron hasta Juan (Mt. 11:13; Lc. 16:16). Lo que El quiso decir es que esta dispensación terminó con Juan. La tercera dispensación es la dispensación de la gracia, que va desde la primera venida de Cristo hasta Su segunda venida (Hch. 3:20-21). Durante este período, aunque el Señor todavía se interesaba en los judíos, Su atención se enfocó en los gentiles. Nosotros vivimos en la dispensación de la gracia. La cuarta dispensación es el reino y se extiende desde la segunda venida de Cristo hasta el final de la era del reino (Ap. 20).

En cada dispensación tenemos que prestar atención a la posición del hombre, sus responsabilidades, sus fracasos y la manera en que Dios se relaciona con él. Después de estudiar esto detenidamente, será fácil resolver las aparentes contradicciones.

VI. TEMAS

La Biblia contiene muchos temas, como por ejemplo: 1) la creación, 2) el hombre, 3) los ángeles, 4) el pecado, 5) el reino satánico, 6) la salvación, 7) el arrepentimiento, 8) la persona de Cristo, 9) la obra de Cristo, 10) la vida de Cristo, 11) el Espíritu Santo, 12) la regeneración, 13) la vida eterna, 14) la certeza de la salvación eterna, 15) la santificación, 16) la justificación, 17) la elección, 18) el perdón, 19) la justicia, 20) la libertad, 21) la ley, 22) la inspiración, 23) la revelación, 24) el Cuerpo de Cristo, 25) los ministros de la Palabra, 26) la autoridad de Dios, 27) la segunda venida de Cristo, 28) el juicio, 29) el reino, 30) la eternidad. Al principio podemos estudiar un tema durante un año. Más adelante podemos estudiar dos temas al año, y después, cuatro temas por año.

Por ejemplo, un tema importante es la persona de Cristo. ¿Cómo podemos empezar dicho estudio? Podemos dividir el tema según los siguientes subtemas: 1) El es Dios, y como tal, es el Verbo de Dios y el Hijo de Dios. 2) El es un hombre. Esto se relaciona con la manera en que El llegó a ser Jesús y en que se expresó como hombre. 3) El es Dios y hombre. El se durmió en la barca, lo cual nos muestra que El es un hombre. Sin embargo se despertó y reprendió al viento y a las olas; esto demuestra que es Dios. El asistió a unas bodas, lo cual indica que es un hombre, pero una vez allí, convirtió el agua en vino, lo cual prueba que es Dios. Le pidió agua a la mujer samaritana, ya que tenía sed como cualquier hombre; sin embargo le habló a ella del agua viva, pues El es Dios. 4) Su historia, es decir, Su vida en la tierra. 5) Su posición hoy, después de la ascensión. 6) Su posición futura, esto es, Su lugar en la gloria cuando regrese.

También podemos clasificar la obra de Cristo en diferentes categorías: 1) La relación entre Su persona y Su obra, 2) Su obra sustitutiva, 3) cómo satisfizo los requisitos de Dios para redimirnos del pecado, 4) cómo nos reconcilió con Dios, 5) cómo nos acepta y nos recibe, 6) Su sacerdocio y 7) Su obra como mediador.

La vida de Cristo se puede clasificar bajo los siguientes aspectos: 1) Su nacimiento, 2) Su muerte, 3) Su resurrección, 4) Su ascensión y 5) Su venida. Cuando hablamos de Su nacimiento, examinamos lo que es la encarnación. La cristalización de la visión de Su encarnación se resume en que todo lo que es abstracto y divino se hizo concreto y humano. ¿Qué es la paciencia de Dios? Ni lo sabemos ni podemos llegar a saberlo, pero sí sabemos que el Señor Jesús vino. Esto no solamente es el Verbo hecho carne, sino también la paciencia hecha carne. La paciencia abstracta e invisible se hizo tangible. El principio de encarnación es el principio del amor, la santidad, el gozo, la obediencia hechos carne. Es decir que, las intangibles virtudes de Dios, ahora son tangibles. Cuando Dios se hizo hombre, lo abstracto se volvió concreto. Jesús es la norma del hombre que Dios desea, pero nosotros no podemos llegar a la norma de Dios. Esta es la razón por la cual no nos podemos acercar a Dios. Había un velo, el cual cuanto más bello, más difícil de penetrar. Pero damos gracias a Dios porque la muerte llegó. ¿Qué significa la muerte? Por una parte significa redención; y por otra, la terminación de la vieja creación. La muerte es el final de la antigua creación; y la muerte de Cristo es el final de toda la creación. El velo fue rasgado de arriba abajo; esto es la muerte. Después tenemos la resurrección, la cual es un nuevo comienzo, una nueva creación. Esta es la vida nueva y no está atada por la muerte. La muerte no puede detener esta vida ni puede evitar que reviva. Resucitar equivale a pasar sobre la muerte y sus implicaciones; es la vindicación del poder de Cristo. Luego vemos la ascensión, que es la posición de victoria sobre Satanás. Satanás está por debajo de nosotros, pues la ascensión de Cristo nos puso en el mismo nivel en que El está, y ahora disfrutamos Su victoria. La venida del Señor es la manifestación de una nueva autoridad. En palabras simples, la encarnación se relaciona con la norma de Dios; y la muerte, con la terminación de la antigua creación que carece de la norma de Dios; la resurrección se relaciona con un nuevo comienzo, mientras que la ascensión tiene que ver con una nueva posición. La venida de Cristo es Su manifestación en gloria. ¡Qué precioso es todo esto a los ojos de Dios!

VII. LA RELACION DE DIOS CON EL HOMBRE

Algunos han clasificado la relación que Dios tiene con el hombre en la Biblia según los siguientes criterios: 1) Dios, 2) el hombre, es decir, la humanidad en general, 3) el individuo, 4) el Dios-hombre, 5) Dios y el hombre, 6) Dios en el hombre y 7) Dios sobre el hombre. Esta es una buena división. Primero, tenemos a Dios; esto es bastante claro. Segundo, tenemos al hombre, es decir, a la humanidad. Esto incluye la caída de Adán y todo lo que hay en éste. Tercero, tenemos al individuo, el cual incluye el pecado y el juicio individual. Cuarto, tenemos al Dios-hombre, el Señor Jesús, a quien vemos en los evangelios. Quinto, tenemos a Dios y al hombre, lo cual implica la verdad del evangelio predicado en las epístolas. Sexto, tenemos a Dios en el hombre, lo cual indica toda la obra que Dios realiza dentro del hombre; esto incluye las verdades profundas contenidas en las Epístolas. Séptimo, tenemos a Dios sobre el hombre, que hace referencia a la era del reino, cuando Dios regirá sobre todos los hombres. Esto incluye todos los eventos futuros. Podemos adoptar este plan y anotar todos los temas en siete cuadernos diferentes.

VIII. CRONOLOGÍA

Estudiar la cronología bíblica no trae beneficios inmediatos, pero al menos ayuda al lector a desarrollar el hábito de leer la Palabra con esmero. La Biblia contiene una cronología clara. Se puede calcular la cantidad exacta de años desde la creación del hombre hasta el nacimiento de Jesús. Desde Adán hasta el diluvio transcurrieron 1656 años. La Biblia claramente presenta la crónica de los años de cada período de la historia. Podemos conocer la cantidad de años que transcurrieron desde el Exodo hasta la entrada a Canaán. Sabemos cuántos años vivieron los israelitas bajo los jueces, cuántos bajo los reyes, y cuántos hasta los días de Daniel, y desde entonces hasta la venida del Señor Jesús. Algunos números se encuentran en el discurso de Esteban. Inclusive, podemos hallar la crónica de la cantidad de años que cierta persona durmió sobre su lado derecho, y cuántos sobre el izquierdo (Ez. 4:4-6). Desde la reedificación de Jerusalén hasta la venida del Señor Jesús transcurrieron sesenta y nueve semanas (483 años). De esta manera podemos determinar la cantidad de años que transcurrieron desde Adán hasta el Señor Jesús. A partir de Génesis, Dios estableció una secuencia cronológica, y ésta nunca se ha interrumpido. Para estudiar la Biblia tenemos que ser personas cuidadosas y atentas.

Cuando estudiamos la cronología podemos descubrir cosas que no notaríamos con una lectura ordinaria. Por ejemplo, cuando estudiamos la historia de los patriarcas, descubrimos que Adán todavía estaba vivo cuando Enoc andaba en la tierra. Adán había visto a Dios, mas Enoc no. Podemos pensar que aquel que había visto a Dios pudo haber sido raptado, pero vemos que fue Enoc quien fue raptado, y no Adán. Esta es una lección para nosotros. Después encontramos el nombre de Matusalén, que significa: “cuando él muera, algo pasará”. En el año que Matusalén murió, vino el diluvio. Esto también nos muestra la exactitud de la Biblia.

Pablo nos dice en Gálatas 3 que la gracia precede a la ley; o sea que no vino después de ésta. Tenemos que estudiar la cronología, pues sólo entonces veremos que la promesa de la gracia ya existía 430 años antes de que la ley viniera.

Es fácil observar la cronología bíblica en el libro de Génesis. Después de Génesis es más difícil extraer la cronología. La dificultad radica en la renuencia que el hombre tiene a estudiar la Palabra. ¿Cuántos años pasaron desde que Israel salió de Egipto hasta que Salomón edificó el templo? En 1 Reyes 6:1 leemos: “En el año cuatrocientos ochenta después que los hijos de Israel salieron de Egipto, el cuarto año del principio del reino de Salomón sobre Israel, en el mes de Zif, que es el mes segundo, comenzó él a edificar la casa de Jehová”. Sin embargo, Hechos 13:18-22 dice: “Y por un tiempo de cuarenta años los llevó en brazos como nodriza en el desierto … Después, como por cuatrocientos cincuenta años, les dio jueces hasta el profeta Samuel. Luego … Dios les dio a Saúl … Quien reinó por cuarenta años. Después de quitar a éste, les levantó por rey a David”. Si sumamos todos estos años tendremos un total de 530 años. David reinó por cuarenta años (1 R. 2:11), y Salomón reinó tres años antes de edificar el templo; el total es 573. Así que la crónica de 1 Reyes tiene noventa y tres años menos que la crónica en Hechos 13. ¿Por qué existe esta diferencia? Según la narración de Jueces, los hijos de Israel fueron llevados cautivos cinco veces. El primer cautiverio duró ocho años (3:8), el segundo, dieciocho (v. 14), el tercero, veinte (4:2-3), el cuarto, siete (6:1), y el último, cuarenta (13:1). Si sumamos todos estos años, el resultado es exactamente noventa y tres años. Parece que a 1 Reyes le faltasen noventa y tres años, pero en realidad, estos años fueron quitados adrede. Así que necesitamos la crónica de Jueces como complemento. La narración de la Biblia es como una cadena; no se puede quitar ningún eslabón. Cada eslabón es necesario. Dios mismo concatenó estos eslabones; nosotros sólo tenemos que encontrarlos. Por consiguiente, el estudio de la cronología es muy útil para adiestrarnos en ser exactos.

IX. LOS NÚMEROS

Muchos números usados en la Biblia tienen su significado. He aquí algunos ejemplos:

El uno significa la unicidad de Dios.

El dos significa comunión.

El tres también representa a Dios porque El es triuno. El uno se refiere a la unidad de Dios, y el tres a Su consumación.

El cuatro es el número que va inmediatamente después del tres; es tres más uno. Por consiguiente, el cuatro es el número de la creación. Todo lo que se relaciona con la criatura, tiene el número cuatro. Por ejemplo: se mencionan los cuatro extremos de la tierra, cuatro estaciones, cuatro vientos, y del huerto de Edén salían cuatro ríos. La imagen del sueño de Nabucodonosor tenía cuatro secciones. Salen cuatro bestias del mar. Las criaturas vivientes que representan a toda la creación son cuatro. La vida del Señor Jesús es narrada en cuatro evangelios. Todo lo que Dios produjo, tiene el número cuatro.

El cinco es el número de la separación del hombre. La mano izquierda tiene cinco dedos, igual que la derecha. De las diez vírgenes, cinco eran insensatas y cinco sabias. El cinco también representa la responsabilidad humana ante Dios. La aplicación de la sangre al oído derecho, al pulgar de la mano derecha y al dedo gordo del pie derecho denota la separación del hombre para llevar la responsabilidad delante de Dios, pues el oído es uno de los cinco sentidos, el pulgar es uno de los cinco dedos de la mano, y el dedo gordo del pie es uno de cinco.

El seis es el número del hombre, puesto que el hombre fue creado en el sexto día. El siete es el número de la perfección. El seis es uno menos que siete. Esto significa que el hombre nunca puede llegar a la perfección de lo que Dios hace.

El siete es el número de la perfección, aunque se refiere a la perfección temporal presente, no a la perfección eterna. También es el número de Dios. El cuatro es el número de la criatura. La suma del creador con la criatura produce la perfección. Dios más el hombre equivale a la perfección. Pero esto sólo se obtiene sumando tres más cuatro, y es una perfección transitoria. En la Biblia la perfección que es pasajera se representa por el siete. Por ejemplo, la semana tiene siete días; en Mateo 13 se relatan siete parábolas; en Apocalipsis hay siete iglesias, siete candeleros, siete mensajeros, siete sellos, siete trompetas y siete copas. Todo ello se refiere a la perfección perecedera, no a la perfección eterna.

El ocho es el número de la resurrección. El siete denota un ciclo, y el ocho es el número siguiente. El Señor resucitó al octavo día. Por lo tanto, el ocho es el número de resurrección.

El nueve es tres por tres; un múltiplo del número de Dios. El testimonio no solamente es la Palabra de Dios sino el propio Dios que nos habla.

El diez representa la perfección humana. El número de lo humano llega hasta diez. Por ejemplo: tenemos diez dedos en la mano y diez en los pies.

El once no tiene mucho significado en la Biblia.

El doce también indica perfección, pero ésta es la perfección eterna. Tenemos dos números que significan perfección: siete y doce. El siete es la perfección divina y se aplica a nosotros hoy día. El doce también es la perfección divina, pero se aplica a la eternidad. Lo interesante es que en el cielo nuevo y en la tierra nueva, el número siete no estará presente. La Nueva Jerusalén tiene doce puertas, doce fundamentos, el nombre de los doce apóstoles, doce clases de piedras preciosas y doce perlas. El muro de la ciudad mide ciento cuarenta y cuatro codos, que es el producto de multiplicar doce por doce. Todo ello permanecerá para siempre. ¿Por qué el siete representa una perfección temporal y el doce una perfección eterna? Tres más cuatro es simplemente Dios más el hombre, el Creador más la criatura. Pero tres por cuatro es el Creador multiplicado por las criaturas. Esto significa que los dos se mezclan. Hay una diferencia entre la adición y la multiplicación. En la multiplicación, Dios y el hombre ya no están separados. Hay unión entre el Dios creador y las criaturas, y esta unión es eterna. Así que, la perfección representada por el doce es una perfección eterna.

X. LAS PARÁBOLAS

Podemos recorrer todas las parábolas de la Biblia. Después de estudiar cuidadosamente algunas, nos daremos cuenta de que existen ciertos principios para interpretarlas. No las podemos interpretar a nuestro antojo. Una vez que identifiquemos el principio, sabremos interpretar otras parábolas.

Cada parábola tiene un tema y puntos secundarios. Para interpretar una parábola se debe distinguir entre la idea principal y los temas secundarios. El tema principal se debe interpretar punto por punto. Los pensamientos accesorios se pueden interpretar en detalle o se pueden pasar por alto. Por ejemplo, el Señor relató siete parábolas en Mateo 13. La primera es la parábola del sembrador. Sólo hay una clase de semilla, pero cuatro clases de tierra. La palabra es la misma, pero los corazones son diferentes; éste es el tema. Tenemos que prestar atención a la palabra y a las cuatro clases de corazones. Otros aspectos, tales como el significado de las aves que se comen la semilla o el significado de la proporción en que la buena semilla se multiplica, no son cruciales. Algunas semillas se pueden multiplicar a mil por uno, o a mil doscientos por uno. Pero el Señor no da ninguna explicación al respecto, lo cual indica que la proporción en que se multiplica no es crucial. Si prestamos atención al tamaño de las aves, la altitud a la que vuelan, o a la proporción exacta de multiplicación de la semilla, iremos por el rumbo equivocado. Para interpretar las parábolas, lo primero que debemos hacer es distinguir el tema de las añadiduras.

Otro punto digno de notar es que las parábolas no se deben interpretar literalmente. Por ejemplo: en la parábola del sembrador, es obvio que el sembrador, el campo y la semilla no son entes físicos. Las parábolas tienen su significado espiritual y se deben interpretar espiritualmente. Sin embargo, esto no significa que a todos los elementos de la parábola se les deba atribuir un significado espiritual, sino que sólo el tema principal se debe interpretar espiritualmente. Los puntos secundarios se pueden interpretar literalmente. Ciertas personas tratan de interpretar el tema principal y también los puntos menores. Esto no es correcto. La primera ocasión que el Señor nos habla por parábolas se halla en Mateo 13, y luego nos da la interpretación de la primera. No interpretó todos los aspectos. Sólo explicó ciertos puntos. El explica que “la buena tierra” se refiere al corazón del hombre, y que buena se refiere al estado de ser noble y bueno (Lc. 8:15). Sabemos que el tema es el corazón noble y bueno. El Señor no se extendió dando el significado de las palabras “dando fruto”, pues no es el pensamiento principal. Si nos enfrascamos en los detalles, perderemos de vista el significado espiritual del pasaje y nos iremos por un rumbo equivocado. No es fácil interpretar las parábolas. Debemos buscar la luz en cada una de ellas para interpretarlas apropiadamente.

XI. LOS MILAGROS

Debemos prestar especial atención a los milagros del Señor Jesús, y podemos, obviamente, estudiar los demás milagros. En el Antiguo Testamento podemos estudiar los de Elías y de Eliseo, y en el Nuevo Testamento los de Pablo. Si tomamos los milagros como un tema especial y los estudiamos, encontraremos que cada milagro tiene sus características. Por ejemplo, hay una diferencia entre el milagro de sanar al ciego y el de sanar al cojo. La sanidad del cojo se relaciona con la vista, los ojos, mientras que la sanidad del cojo tiene que ver con el poder, la capacidad de caminar. Para estudiar estos milagros, primero tenemos que notar las características especiales de cada caso y luego observar la manera en que el Señor se conduce frente a ellos. Esto nos dará una idea de la manera en que El hace frente a los problemas espirituales.

El Señor vinculó la enseñanza espiritual con algunos milagros. Por ejemplo, en el caso del hombre que nació ciego en Juan 9, el Señor claramente dijo que El haría que los que no ven, vean, y que los que ven, sean cegados (v. 39). Y una vez más, en el caso de la resurrección de Lázaro, dijo claramente que El es la resurrección y la vida (11:25).

Algunos milagros no van acompañados de enseñanzas. De todos modos, los milagros mismos contienen enseñanzas, como el caso del cojo que fue sanado. Cuando el Señor lo sanó, le dijo: “Tus pecados te son perdonados”; pero no se detuvo allí, sino que añadió: “Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa”. El hombre se levantó, tomó su camilla, y salió delante de todos (Mr. 2:3-12). Vemos el principio espiritual de que no es suficiente que nuestros pecados sean perdonados; debemos tener la manifestación de las señales de vida y la facultad de andar espiritualmente. Una persona que ha sido perdonada no puede decir que no puede levantarse y andar. Todos los que han sido perdonados, ciertamente andarán. El perdón viene antes de andar, y andar, a su vez, es el resultado del perdón. Este es un cuadro bastante claro.

III. LAS ENSEÑANZAS DEL SEÑOR EN SU MINISTERIO TERRENAL

Podemos estudiar las enseñanzas que el Señor nos dio, como las de Mateo 5, 6, 7, 13, 24, 25. Los Evangelios de Lucas y Juan contienen muchas de las enseñanzas del Señor. Juan 14, 15 y 16 son capítulos que contienen importantes enseñanzas del Señor. Cuando los leamos, debemos prestar atención al lugar en donde el Señor habla. ¿Dio esta enseñanza en Judea o en Galilea? ¿Se dirigía a los discípulos o a la multitud? Si estudiamos las enseñanzas de esta manera, captaremos el mensaje central. Si deseamos laborar para el Señor, tenemos que estudiar por lo menos Sus parábolas, Sus milagros y Sus enseñanzas. De lo contrario, no tendremos material con el cual trabajar, nuestras manos estarán vacías y no podremos satisfacer la necesidad.

XIII. COMPARAR LOS CUATRO EVANGELIOS

Este también es un método importante para estudiar la Biblia. ¿Por qué el Espíritu no escribió un solo evangelio sino cuatro? ¿Por qué la narración de los cuatro evangelios y la secuencia de eventos parecen ser diferentes? Algunas veces ni siquiera las cantidades concuerdan. Si no estudiamos con esmero, no nos daremos cuenta de las maravillas que se encuentran en la inspiración del Espíritu.

Cuando leemos los cuatro evangelios, lo primero que debemos hacer es subdividirlos en secciones. La subdivisión debe ser detallada. Tenemos que dedicar para esto un cuaderno grande y dividirlo en cuatro columnas en las cuales anotaremos todos los eventos de los cuatro Evangelios. Por ejemplo, al anotar la genealogía del Señor, podemos escribir Mateo 1:1-17 en la primera columna y Lucas 3:23-38 en la tercera columna. Marcos y Juan no mencionan la genealogía, así que podemos dejar el espacio en la segunda y la cuarta columnas. Algunos eventos se narran en un solo evangelio, mientras que otros figuran en todos. Después de finalizar esta tarea, podemos regresar a nuestro cuaderno y todo será más claro. Si seguimos comparando las anotaciones que hicimos en las columnas, encontraremos las similitudes y las diferencias entre las columnas. La lectura comparativa nos revelará muchas diferencias, las cuales nos revelarán la intervención providencial del Espíritu Santo.

La genealogía que consta en Mateo se divide en tres grupos de catorce generaciones cada uno: de Abraham a David, de David a la deportación a Babilonia, y de ésta a Cristo. Lucas, por su parte, describe la genealogía yendo hacia atrás en el tiempo. Mateo la describe desde David hasta la deportación a Babilonia, mientras que Lucas va de Zalatiel, a David. Mateo va de Abraham a sus descendientes, mientras que Lucas comienza con Abraham y regresa a Adán. Por tanto, si la genealogía que consta en Mateo tiene tres secciones, la narrada por Lucas debe de tener cuatro. La genealogía que contiene Lucas comienza con María, y la que contiene Mateo finaliza con José. Todas estas subdivisiones se deben marcar claramente para poderles extraer el significado.

En cierta ocasión alguien relacionó los cuatro seres vivientes de Apocalipsis 4 con los cuatro evangelios. Los cuatro seres vivientes son el león (el rey de las fieras), el becerro (un siervo diligente) el rostro de hombre y el águila. En el Antiguo Testamento Dios dijo que tomó a los hijos de Israel sobre alas de águila (Ex. 19:4; Dt. 32:11-12). Mateo describe al Señor Jesús como Rey; Marcos, como esclavo; Lucas, como hombre; y Juan como Dios. Los cuatro seres vivientes concuerdan con la descripción del Señor en los cuatro evangelios.

Mateo presenta al Señor Jesús como rey, y por eso en su genealogía, hace notar claramente que El es el descendiente del rey David. Lucas lo presenta como hombre, por lo cual su genealogía va hasta Adán, el primer hombre. Marcos muestra al Señor Jesús como siervo, y Juan como el Hijo de Dios. Por esta razón estos dos libros no incluyen su genealogía. Si estudiamos así estos cuatro libros, nos daremos cuenta de que, en efecto, Mateo, habla del Señor como rey, Marcos como el siervo, Lucas como un hombre, y Juan como el Hijo de Dios.

Los cuatro evangelios hablan de la venida del Señor Jesús; sin embargo, la descripción de Su venida en cada uno es diferente. Mateo dice: “He aquí, tu Rey viene a ti” (21:5); Marcos dice que el Hijo del Hombre vino para servir (10:45); Lucas afirma que el Hijo del Hombre vino a buscar (19:10), y Juan dice que El Señor vino para darnos vida (10:10). Podemos encontrar muchas comparaciones en los evangelios, y si dedicamos tiempo a estudiarlas, veremos que cada evangelio tiene sus propias características.

La manera en que los cuatro evangelios concluyen tiene mucho significado. Mateo abarca la resurrección (28:6); Marcos, la ascensión (16:19); Lucas, la promesa del advenimiento del Espíritu Santo (24:49), y Juan, el regreso del Señor (21:22). Después de que el Señor resucitó, ascendió a los cielos. Después de la ascensión, vino el Espíritu Santo en Pentecostés. En el futuro el Señor Jesús regresará. La disposición maravillosa de los cuatro evangelios corresponde a la secuencia de estos cuatro eventos.

Mateo no habla de la ascensión del Señor Jesús, porque dice que el Señor estará con los discípulos hasta la consumación del siglo. Marcos habla de la ascensión del Señor diciendo: El “se sentó a la diestra de Dios” (16:19). Esto se debe a que El tomó la forma de esclavo y fue obediente hasta la muerte a fin de cumplir la obra. Por consiguiente, Dios le exaltó hasta lo sumo. Lucas también narra la ascensión del Señor. Dios mostró Su aprecio por este hombre, que era un poco inferior a los ángeles, y lo coronó de gloria y de honra. El Señor Jesús ascendió estando en la posición de un hombre, lo cual significa que el dirige muchos hijos a la gloria. Juan no dice nada de la ascensión del Señor porque habla de El como nuestra vida y como uno que vive en nosotros.

La narración de Mateo sigue la secuencia dispensacional, no el orden cronológico. Lucas “después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen”; y por eso la narración está “escrita ordenadamente” (1:3). Algunas secciones están en orden cronológico, mientras que otras se escribieron en orden temático. Marcos y Juan siguen el orden en que sucedieron los eventos.

Podemos comprar un ejemplar de los evangelios con letra grande y dividir el de Mateo en cinco o diez secciones. Luego podemos estudiar cada sección cuidadosamente y examinar a la vez lo que dicen los otros tres evangelios de lo narrado en cada sección. Se deben agrupar los pasajes similares y marcar los que no son análogos. Los pasajes que no son similares deben tener subdivisiones más amplias, y los pasajes afines deben tener subdivisiones más reducidas. Por ejemplo, la parábola del sembrador, dada en Mateo 13, también figura en Lucas. Tenemos que hacer subdivisiones más pequeñas para identificar las diferencias más detalladas entre las diferentes narraciones. Tenemos que subdividirlas de tal manera que a simple vista podamos ver las diferencias y las similitudes. Se requiere mucho tiempo, por lo menos dos años, para recorrer los cuatro evangelios. Copiar y tomar notas se demora como tres meses.

XIV. LOS CAPÍTULOS CRUCIALES

La Biblia contiene muchos capítulos cruciales, tales como Génesis 2 y 3, Números 21 y Deuteronomio 8. Salmos 22 e Isaías 53 son capítulos muy importantes porque se habla mucho de su cumplimiento en el Nuevo Testamento. Daniel 9 también es un gran capítulo. En el Nuevo Testamento Mateo 5—7, 13, 24 y 25 son capítulos muy importantes, así como Juan 14—16 y 1 Corintios 13. En la Biblia hay unos treinta o cuarenta capítulos cruciales, y tenemos que entender el significado de cada uno de ellos.

IV. EL PASADO, EL PRESENTE Y EL FUTURO

Este es un método relativamente simple. Podemos poner en un grupo todos los eventos del pasado que se narran en el Nuevo Testamento; todos los eventos del presente, en otro grupo, y todos los acontecimientos futuros en un tercer grupo. El ministerio terrenal de Cristo, la venida del Espíritu Santo y el comienzo de la iglesia pertenecen al primer grupo. La obra intercesora del Señor, Su mediación, el ministerio de la iglesia, la disciplina y la morada del Espíritu Santo y todos los medios de gracia están vigentes en presente. (En algunos casos, la gracia se nos da directamente. En otros, Dios nos concede gracia por ciertos medios, tales como las reuniones, el partimiento del pan, el bautismo y la imposición de las manos. Dios no le otorga gracia al hombre directamente, sino por estos medios. Por eso los llamamos los medios de la gracia). La resurrección, el arrebatamiento, la redención, la gloria y la nueva creación están en el futuro. Aunque la redención es un evento del pasado, no se ha realizado completamente. Una parte de ella no se ha cumplido todavía, pero se cumplirá cuando nuestro cuerpo sea redimido. Puesto que nuestro cuerpo carnal estará allí, entendemos que la redención no se ha consumado. La redención que efectuó el Señor Jesús en la cruz puso el fundamento. La redención se completará cuando nuestro cuerpo sea redimido en el futuro. Tenemos que diferenciar entre las cosas que Dios ha hecho, las que está haciendo y las que hará.

XVI. LA SALVACIÓN, LA SANTIFICACIÓN Y EL MINISTERIO

La salvación se relaciona con la vida que recibimos; la santificación, con nuestro vivir diario, y el ministerio, con nuestras actividades. Podemos agrupar temas tales como el llamado que el Señor nos hace, Su sangre y Su obra, bajo la categoría de la salvación; podemos agrupar la obra del Espíritu Santo bajo la categoría de la santificación; y podemos clasificar la tolerancia, el testimonio y el poder del Espíritu Santo como el ministerio. La cruz del Señor se puede incluir en la categoría de la salvación; nuestra cruz, en la santificación, y la muerte operante de Jesús se puede clasificar como el ministerio. Nuestra fe pertenece a la salvación; nuestra obediencia, a la santificación, y nuestra paciencia, al ministerio. La vida que el Espíritu Santo da trae salvación; la obra que El efectúa produce santificación; y Su poder produce el ministerio. También podemos usar tres preposiciones con relación a las tres categorías: por nosotros, en nosotros, y por medio de nosotros. Lo que se hizo por nosotros es salvación; lo que se ha hecho en nosotros es santificación; y lo que se hace por medio de nosotros es ministerio. Cuando se ha hecho algo a nuestro favor, lo llamamos salvación; cuando es hecho en nosotros, santificación; y cuando es hecho por medio nuestro, le llamamos ministerio o servicio. Podemos clasificar todas estas enseñanzas en tres categorías; pueden ser obras que Dios hizo a nuestro favor, obras que hace en nosotros, u obras que hará por medio de nosotros. Desafortunadamente, muchas personas no distinguen entre lo que Dios hace para nosotros y lo que hace en nosotros. Por ejemplo, la crucifixión de Cristo y nuestra crucifixión con El, son cosas que Dios hizo por nosotros, pero el catolicismo romano sostiene que Dios hace esto en nosotros, lo cual no es correcto. La cruz actúa en nosotros cuando empezamos a llevar nuestra propia cruz. Nosotros llevamos la cruz, mas no estamos crucificados en ella. Nosotros llevamos la cruz, pero el Señor experimentó la crucifixión. Esto nos muestra la diferencia entre el protestantismo y catolicismo. La crucifixión de la que habla la Biblia es una obra que Dios hizo por nosotros; no es algo que haga en nosotros. Romanos 6 habla de la crucifixión, y Romanos 8, de hacer morir; mientras que 2 Corintios 4, habla de la muerte. Así que Romanos 6 trata la salvación; Romanos 8 habla de la santificación, y 2 Corintios 4 del ministerio. Tenemos que estar absolutamente seguros delante del Señor de que la crucifixión pertenece a la categoría de la salvación, pues es algo que el Señor hizo. Nosotros simplemente heredamos lo que El hizo. Sin embargo, experimentamos la muerte de la cruz. Al mismo tiempo, ese “hacer morir” es lo que produce la liberación del Espíritu Santo, que se halla en la esfera del ministerio. No debemos pensar que éstas son sólo clasificaciones. Muchas personas no saben que fueron crucificadas con Cristo y, en consecuencia, no entienden eso de permitir que la muerte opere en ellas. La realidad de la crucifixión no está en nosotros sino en Cristo. Lo que está en Cristo se relaciona con la salvación; lo que se halla en nosotros, se relaciona con la santificación; y lo que se produce por medio de nosotros se relaciona con el ministerio. Este entendimiento es fundamental. Tenemos que entender claramente la Palabra de Dios.

XVII. LOS MINERALES

La Biblia habla de toda clase de piedras y minerales en general. Todos ellos tienen significado, y debemos dedicar tiempo para estudiarlos. Esto no significa que estas cosas contengan revelación en sí mismas. Pero cuando Dios nos da revelación, nos habla en el significado de esos materiales. Debemos añadir estas realidades bíblicas a nuestro depósito para poder usarlas en el momento oportuno.

El oro representa la gloria de Dios. Todo lo que alude a Dios es representado por el oro. La plata representa la obra redentora del Señor. La Biblia no nos dice que debemos comprar con oro, sino con plata. La plata significa redención. En otras palabras, el oro denota la persona de Dios, mientras que la plata denota Su obra. El oro simboliza Su gloria, y la plata significa Su redención. El bronce denota juicio; el hierro, autoridad humana, y el plomo, pecado. El cimiento de la Nueva Jerusalén consta de toda clase de piedras preciosas, y una de ellas es de color verde. El verde es un color básico, el color de la vida sobre la tierra; por consiguiente, se refiere particularmente a la obra del Espíritu Santo. Cuando estudiamos los minerales, debemos averiguar su naturaleza y su color. El rojo y el escarlata son dos colores diferentes. El rojo se refiere a la sangre, mientras que el escarlata se refiere al pecado. Otros colores, como por ejemplo, el blanco, el negro y el morado tienen un significado particular. Debemos clasificarlos y encontrar su significado.

XVIII. LA GEOGRAFÍA

La Biblia menciona muchas naciones, ciudades, montañas, ríos, pozos, etc. Todos ellos tienen su significado. Están las naciones de Asiria, Egipto, Babilonia, Grecia y Persia. Se mencionan las ciudades de Samaria, Jerusalén, Cesarea, Sodoma, Gomorra, Babel, Ur, Siquem, Bet-el, Mahanaim, Gilgal y otras; todas ellas significan algo. Algunas deben su significado a la palabra misma, mientras que otras lo obtienen por asociarlo con la historia de la ciudad. Siquem significa hombros, carga, responsabilidad, o meter el hombro. El significado mismo de la palabra tiene ese sentido. En los días de Josué, al repartir la tierra, se mencionan muchos nombres, los cuales tienen un significado espiritual, y nosotros debemos encontrarlo, para lo cual, obviamente tenemos que recurrir a un diccionario de hebreo. Pero hay muchas palabras cuyo significado es provisto por la Biblia misma, y aun aquellos que no entienden hebreo, pueden conocer el significado de esos nombres.

En la categoría de los montes tenemos Sinaí, Horeb, Líbano, Pisga, los Olivos, etc. Todos éstos tienen su significado. El monte Horeb es el mismo monte Sinaí. Pero, ¿por qué la Biblia algunas veces lo llama Horeb y otras Sinaí? Debemos hallar la razón por la cual se hace tal diferencia. También tenemos los valles: el de los hijos de Hinom, el de Jesofat, etc.

Se mencionan el gran río Eufrates, el río de Egipto, el Jordán, etc.

Muchas cosas se incluyen en la categoría de geografía. Debemos estudiar los puntos cruciales, pero no tenemos que dedicarles mucho tiempo; bastará con tres o cuatro meses.

Todos los lugares geográficos derivan su significado del término hebreo o de la historia que se asocia con ellos. Nombres como Jerusalén, Bet-el y Mahanaim tienen su significado propio. El Gólgota, en cierto modo adquiere su significado por lo que la palabra misma significa y también por su historia. Gólgota significa lugar de la calavera y también significa la cruz. El gran río Eufrates recoge su significado de la palabra misma así como de su historia. La historia nos dice que todo ataque contra Jerusalén viene del Eufrates. Inclusive Apocalipsis nos dice lo mismo. Por lo tanto, el nombre significa gobierno o poder rebelde. Filistea significa el poder diabólico de las tinieblas. Adquiere su significado de la historia, no de la palabra en sí. Otro nombre importante es Silo, porque la iglesia está muy relacionada con Silo. Si dedicamos tiempo a estudiar estas cosas, nos serán muy útiles en el futuro.

XIX. LOS NOMBRES PROPIOS

La Biblia contiene muchos nombres propios. El significado de los nombres principales se explican en la Biblia. Sería bueno tener un diccionario de griego para consultar. Nombres como los de Adán, Eva, Caín, Set, Abel, Noé, Melquisedec, Abraham, Sara, Isaac, Jacob, Israel, Moisés, Josué, Samuel, David, Salomón, Miqueas, Zacarías, Pedro… tienen su significado específico, y si investigamos un poco, lo encontraremos. Este es otro material que debemos coleccionar en tiempos ordinarios.

XX. LOS ESTRIBILLOS

En la Biblia encontramos con frecuencia pasajes escritos de una manera que difiere en estilo del texto que lo rodea, pues tiende más a ser poesía que prosa. Tales pasajes generalmente no son párrafos extensos, sino una o dos oraciones. Por carecer de un mejor término les llamaremos “estribillos”. Sólo quienes son versados en griego pueden descubrir estas porciones. Algunos ejemplos son: 1 Timoteo 1:15; 3:15-16; Tito 3:4-8; Romanos 10:8-10; 2 Timoteo 2:11-13; Efesios 4:8-9; 5:16; y 1 Tesalonicenses 4:14-17. La estructura y el estilo de estas porciones tiene carácter de canción. De hecho, Romanos 9—11 está escrito en este estilo. Cuando los estudiamos, tenemos que darnos cuenta de que cada pasaje alude a un asunto o a una doctrina. Abarcan todos los temas, desde la salvación hasta el arrebatamiento. Puesto que el Espíritu Santo compuso estos pasajes en forma de cánticos, entendemos que tienen un significado muy exacto.

XXI. LAS ORACIONES

Tenemos la oración que hizo Abraham por Sodoma y Gomorra, la que ofreció Moisés por los hijos de Israel, las oraciones de David en los Salmos, la de Esdras en el capítulo nueve de su libro, la de Nehemías en el capítulo nueve del libro que lleva su nombre, la de Daniel en el capítulo nueve de su libro, la oración que el Señor enseñó a los discípulos en Mateo 6, Su propia oración en Juan 17, la de Pablo en Efesios, etc. Si estudiamos una por una estas oraciones captaremos el tema de la oración en general y sabremos cuáles son las palabras que el hombre usa cuando se dirige a Dios y qué palabras usadas en la oración reciben respuesta. Es importante presentar nuestro corazón al Señor, pero también nuestras palabras. El Señor Jesús le dijo a la mujer: “Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija” (Mr. 7:29). Esto nos muestra cuán importantes son las palabras que usamos en nuestra oración. Si nuestras palabras no son apropiadas, no obtendremos respuesta. En muchas ocasiones cuando nos acercamos al Señor nada pasa aunque nuestra súplica sea incesante. Pero en ocasiones cuando sólo brotan algunas palabras de nuestra boca, ellas parecen expresar todo lo que queremos decir, y la oración halla respuesta. Cierto hermano tenía una inflamación en su diafragma. Algunos santos estaban preocupados de que le fuera a dar neumonía; pero aunque oraron mucho, de nada valió. Entonces una hermana hizo la siguiente oración: “En el Seol no hay alabanza, ni acción de gracias en la tumba”. Eso produjo resultado, pues esa tarde el hermano se levantó de su cama. La respuesta a nuestras oraciones se relaciona mucho con las palabras que usemos. Si nuestras palabras son acertadas, veremos milagros. Tenemos que familiarizarnos con la debida manera de orar.

XXII. PASAJES DIFÍCILES

Hay unos cuantos principios básicos para tratar con pasajes bíblicos difíciles. Primero, debemos creer que la Biblia no contiene dificultades. Si hay dificultades, éstas se deben a nuestra predisposición y a un entendimiento mal encaminado.

Segundo, para resolver estas dificultades, no es suficiente interpretar solamente basándonos en el contexto. Ninguna porción de la Palabra tiene su interpretación aislada. Cuando encontremos un pasaje difícil, debemos estudiarlo junto con otros pasajes para que podamos llegar a una conclusión. Ningún pasaje difícil puede estar en conflicto con enseñanzas contenidas en otras partes de la Biblia. Cuando Dios escribió la Biblia, no escribió ninguna porción aparte de las demás. Si hay algún conflicto, se halla en nuestra mente.

Tercero, aunque algunas cosas se encuentran en un solo pasaje, tenemos que creerlas. No debemos dudar de la Palabra de Dios por nuestros prejuicios ni nuestros motivos.

Cuarto, tenemos que buscar evidencias para resolver las dificultades, es decir, tanto evidencias bíblicas como lógicas. La Palabra de Dios es absolutamente lógica. El nunca dice nada ilógico.

Quinto, la dificultad de la que estamos hablando aquí se relaciona con la interpretación y la doctrina. Si hay disparidad en los números usados en las Escrituras, no debemos considerarla una dificultad. Es posible que sean errores cometidos en la transcripción de los manuscritos. Recientemente se descubrió un manuscrito cerca del monte Sinaí, el cual contiene muchos errores. En los días en que se copió, la iglesia pasaba por mucha persecución, las Biblias eran destruidas donde se hallasen, y no era fácil hacer copias. Así que era inevitable cometer errores, aunque esto no significa que haya problema con la inspiración. No puede uno desacreditar la Biblia por esta clase de errores tan insignificantes.

Después de establecer los principios mencionados, podemos agrupar los pasajes de la Biblia que sean difíciles. Por ejemplo, se habla de “los hijos de Dios” en Génesis 6:2; se habla de ciertos hombres que “descendieron vivos al Seol” en Números 16:30; tenemos el caso de un hombre anciano que viene de los muertos, a quien Saúl se dirigió como Samuel, en 1 Samuel 28:14; o el texto que dice: “Pero de aquel día y hora nadie sabe … ni el Hijo” en Mateo 24:36; las dos espadas mencionadas en Lucas 22:38; el pasaje donde leemos: “A quienes perdonáis los pecados, les son perdonados” en Juan 20:23; “es imposible que … sean otra vez renovados para arrepentimiento” en Hebreos 6:6; “ya no queda sacrificio … por los pecados”, en Hebreos 10:26; “los espíritus que estaban en prisión”, en 1 Pedro 3:19, y “ha sido anunciado el evangelio a los muertos” en 1 Pedro 4:6. Se puede decir que todos estos pasajes presentan controversia en su interpretación. Otros pasajes polémicos como el de pasar un camello por el ojo de una aguja, en Mateo 19:24, ya se resolvieron hace cuatrocientos años y, por consiguiente, ya no se consideran problemáticos. El viaje de Pablo a Jerusalén, en Hechos 21, tampoco ofrece problema de interpretación, pues es un asunto relacionado con su acción.

Siguiendo estos principios, tomemos un pasaje conflictivo del Antiguo Testamento.

Génesis 6 habla de los hijos de Dios. Este caso tiene una estrecha relación con la segunda venida del Señor Jesús, porque El dijo: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre” (Lc. 17:26). ¿Qué sucedía en los días de Noé? En ese tiempo los hijos de Dios se casaban con las hijas de los hombres. Muchos expositores creen que esto se refiere a los hijos de Set que se casaron con las hijas de Caín. Muchas versiones reconocidas de la Biblia ofrecen esa misma interpretación, pero esto no es muy convincente. De la unión de los hijos de Dios con las hijas de los hombres nacieron los que fueron llamados nefileos. Muchas versiones de la Biblia traducen esta palabra como gigantes. El significado original de la palabra es “los caídos”. ¿Cómo podían los hijos de Set casarse con las hijas de Caín y producir nefileos ? Tanto Set como Caín eran humanos. ¿Cómo podían sus descendientes ser otra cosa que seres humanos? Esta enseñanza es totalmente errónea.

¿Quiénes era estos hijos de Dios? Tenemos que buscar la respuesta en alguna parte del Antiguo Testamento. Si buscamos, encontraremos evidencias de que los hijos de Dios deben ser los ángeles. El libro de Job nos da una prueba contundente de ello. Dicho libro se escribió antes que el Génesis. Se sabe que Génesis se escribió en los días de Moisés, mientras que Job se escribió en los días de Abraham. Con frecuencia los libros usan la terminología de obras anteriores. En Job 1, 2 y 38, a los ángeles se les llama hijos de Dios. Por tanto, los hijos de Dios mencionados en Génesis 6 deben ser los ángeles. El Señor Jesús dijo: “Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como los ángeles del cielo” (Mt. 22:30). Esto no significa que los ángeles no puedan casarse, sino simplemente que no lo hacen. Dios les prohibió a los ángeles casarse, porque ellos son espíritus. Pero en Génesis ocurrió la confusión más grande del mundo: el espíritu de Satanás entró en un animal muy inferior, una serpiente. Debido a esto, vemos en Génesis 3 la unión de un espíritu con un animal. Según Génesis 6 los espíritus se unieron con los hombre. Los ángeles no deben casarse, pero se casaron con las hijas de los hombres. Como resultado nacieron nefileos. Cuando éstos nacieron, Dios los destruyó. Dios quería tener ángeles y hombres, no nefileos. El no produjo esa especie. Dios lo creó todo “según su género”, pero los demonios se unieron con los hombres. Esto produjo nefileos en el mundo, y Dios los juzgó severamente. Más tarde, Dios destruyó a los anaceos porque también eran nefileos. Pese a que fueron aniquilados durante el diluvio, los encontramos de nuevo en Canaán, donde también tenían que ser destruidos. Dios no permitiría que tales criaturas permanecieran en la tierra.

Judas 6 habla de algunos ángeles que “no guardaron su principado, sino que abandonaron su propia morada”. Estos son los ángeles que se casaron con las hijas de los hombres. También a ellos se alude en 2 Pedro 2:4.

En Génesis 6:3 leemos: “Y dijo Jehová: No contenderá mi Espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne”. El texto hebreo es más claro que la traducción, pues ésta omite la palabra también. En el idioma original el versículo reza: “Porque él también es carne”. ¿Qué significa esto? Quiere decir que hay otro que también es carne. Supongamos que decimos: “Usted come, y yo también”. La palabra también indica que hay una segunda persona que realiza la misma acción. Cuando Dios dijo que el hombre también era carne, queda implícito que algo más ya era carne. ¿Qué otras criaturas se pueden comparar con los seres humanos? Solamente los ángeles. Si los hombres también llegaron a ser carne, se entiende que los ángeles ya lo eran. Con tal evidencia podemos decir con certeza que los hijos de Dios son los ángeles.

Ya el hombre había pecado en Génesis 3, pero haber pecado es diferente de volverse carne, lo cual se menciona en Génesis 6. Pecar es una acción, y por ende no incluye la naturaleza misma del hombre. Volverse carne indica que todo el ser cae bajo la influencia de la carne e involucra la naturaleza misma del hombre. No sólo debemos tomar en cuenta la caída del hombre, en el capítulo tres, sino que también debemos observar el progreso de la pecaminosidad del hombre. Adán realizó la acción de pecar; Caín expresó su lujuria. Para cuando vino el diluvio, el pecado se había desarrollado mucho más. Ya el hombre se había vuelto carne y pecaba por costumbre. Cuando el hombre pecó, el Espíritu Santo continuó luchando con el hombre, pero cuando el hombre se volvió carne, la lucha cesó. En Génesis 6:3 dice: “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre”. Desde que el hombre estaba en el Edén hasta los días del diluvio, el Espíritu Santo había estado luchando con el hombre, pero cuando el hombre se entregó en su concupiscencia y se volvió carne, el Espíritu Santo dejó de luchar con él. Debemos prestar atención a esto porque la Biblia dice: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre” (Lc. 17:26). Tenemos que ahondar en este asunto, cuando vengan los días del Hijo del Hombre, el espíritu maligno de Satanás descenderá una vez más a la tierra, y los ángeles pecaminosos se vestirán de carne. Siempre que estos “hijos de Dios” causan problemas, Dios ejecuta un juicio severo sobre ellos. El juicio del diluvio no tuvo precedente, y el juicio que sobrevino a Canaán fue severo. En los días del Hijo del Hombre, también habrá un gran juicio, y el Señor juzgará a los ángeles que abandonaron su lugar.

¿Estos ángeles que abandonaron su propia morada están entre la tercera parte de los ángeles que cayeron (Ap. 12:4) o son diferentes? La primera parte de Judas 6 dice: “Y a los ángeles que no guardaron su principado, sino que abandonaron su propia morada”. La palabra principado es traducida por Darby “estado original”. Es decir, no se refiere sólo a su morada original sino también a su condición original. Los ángeles originalmente no se casaban. No conservar su propio estado significa que se dieron al matrimonio. Principado se refiere a su estado, y su propia morada se refiere al lugar donde habitan. ¿Qué les pasó a estos ángeles? La última parte del versículo 6 dice que “los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”. El versículo 7 nos da una explicación más detallada del versículo 6; no se refiere a algo nuevo. La gramática indica que el versículo 7 es una explicación del versículo 6. Estos ángeles son como la gente de “Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, se dedicaron a la fornicación y fueron en pos de una carne diferente”. Ellos fueron puestos por ejemplo y sufrirán “el castigo del fuego eterno”. Estos versículos no se refieren a los hombres de Sodoma y Gomorra que fornicaron, sino a los ángeles que fornicaron como los hombres de Sodoma y Gomorra. En efecto, se entregaron por completo a la fornicación. Se olvidaron de todo lo demás y se enfrascaron en la fornicación. “Fueron en pos de una carne diferente”. Por tanto, fueron puestos por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno. Podemos decir que Judas 6 y 7 son una explicación de Génesis 6.

Usemos como ejemplo otro pasaje difícil de la Biblia. Juan 20:23 dice: “A quienes perdonáis los pecados, les son perdonados”. Este es en verdad un pasaje muy difícil. ¿Cómo puede el hombre tener la autoridad para perdonar los pecados de otros hombres? La Iglesia Católica Romana usó este versículo como base para vender indulgencias. En realidad, este versículo debe ligarse al versículo anterior que habla de recibir al Espíritu Santo. En otras palabra, el Señor dio el Espíritu Santo a la iglesia para que ésta, como Su vaso y representante, pueda perdonar. Este perdón se confiere por medio de un instrumento. Supongamos que le predico el evangelio a un pecador. El confiesa que es pecador y le pide a Dios que lo perdone. Gime, llora, se arrepiente y recibe con sinceridad al Señor Jesús, pero no ignora que necesita ser perdonado. Si alguien en la iglesia se para y le dice: “Dios ha perdonado tus pecados”, tal declaración le ayuda mucho. La iglesia puede decidir quién puede bautizarse y quién puede tomar la mesa del Señor, porque ella recibió al Espíritu Santo, bajo cuya autoridad puede ser un poderoso instrumento para perdonar o retener los pecados de los hombres. La iglesia sólo puede perdonar si mora en el Espíritu Santo y respira a este Espíritu. Nadie puede perdonar si está en la carne. Si nos damos cuenta de que la iglesia es un instrumento de perdón, no tendremos dificultad con este pasaje.

Los textos anteriores nos sirven como ejemplos para abordar pasajes bíblicos difíciles. La interpretación de cualquier pasaje difícil en la Biblia debe ser respaldado con pruebas suficientes, teniendo en cuenta el contexto del pasaje y estando libres de prejuicios.

XXIII. LIBRO POR LIBRO

También podemos estudiar la Biblia libro por libro. Podemos estudiar el Pentateuco, los libros de historia, los Salmos y los libros de los profetas. Debemos memorizar el contenido de cada libro. Al estudiar los libros de los profetas, debemos encontrar cuántos profetas vivieron antes de la deportación, cuántos vivieron durante la misma y cuántos después. El estudio del Nuevo Testamento se debe conducir también de la misma manera. Necesitamos conocer la parte histórica del Nuevo Testamento, las epístolas enviadas a las iglesias, las epístolas dirigidas a individuos, y las profecías. Un hijo de Dios tal vez no tenga que explicar todos los libros de la Biblia, pero sí debe, por lo menos, conocer el contenido general de cada libro. Debemos dedicar por lo menos dos años para tener una idea de los sesenta y seis libros de la Biblia. Si queremos tener un conocimiento profundo, necesitamos cinco o seis años. Una vez que nos familiaricemos con el contenido de cada libro, conoceremos su carácter y podremos relacionarlos entre sí. Por ejemplo, podemos vincular nuestro estudio del Antiguo testamento con Romanos, Efesios y Colocenses. Esta es una capacitación básica, y debemos prestarle atención.

XXIV. EL ESTUDIO PROFUNDO DE ALGUNOS LIBROS

Después de tener una idea general de todos los libros de la Biblia, debemos escoger algunos de ellos y estudiarlos a fondo. Esto requiere una investigación intensa de nuestra parte.

En el Antiguo Testamento debemos estudiar, por lo menos Génesis, Daniel y Cantar de cantares. Si es posible, podemos agregar a esta lista otro libro del Pentateuco, ya sea Exodo, Números o Levítico. En las profecías, si queremos podemos agregar Zacarías. Isaías por su parte tiene un valor especial, aunque la mayoría de sus profecías ya se cumplieron. Zacarías es parecido a Daniel en el hecho de que muchas de sus profecías no se han cumplido todavía. Por eso sugerimos estos libros.

En el Nuevo Testamento podemos tomar, por lo menos, cuatro libros: Mateo, Romanos, Efesios y Apocalipsis, los cuales son básicos. Si tenemos tiempo, también debemos estudiar el evangelio de Juan y 2 Corintios. Si primero nos familiarizamos con cinco o seis libros y luego agregamos paulatinamente más a esta lista, obtendremos un conocimiento profundo de diez o veinte libros en diez o veinte años.

XXV. CRISTO

Muchas personas dicen que la Biblia trata específicamente de Cristo y que el propósito de la Biblia es guiar a los hombres al conocimiento de El. En todo el Antiguo Testamento y el Nuevo, hay una línea continua que sigue a Cristo. Podemos encontrar a Cristo en Génesis. En 1:26 hay una conversación en la Deidad para decidir la creación del hombre. El versículo 27 presenta al hombre y a la mujer creados a la imagen de Dios. Puesto que el versículo 26 dice: “Hagamos”, el versículo 27 debería usar el pronombre nuestra. Sin embargo el versículo 27 usa el pronombre singular su, el cual indudablemente se refiere a Cristo, porque El es el único de la Deidad que tiene imagen. Por consiguiente en la existente creación, el hombre fue creado en su imagen.

Génesis 3 habla de la simiente de la mujer. Mateo 1 nos muestra que el hijo de María era la descendencia de la mujer. Vemos a Cristo en Génesis, Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio; le vemos en la historia de David, en los libros de los profetas que estaban antes de la deportación, como por ejemplo, Isaías y Jonás; los libros de los profetas escritos durante la deportación y los que se escribieron después de que el pueblo regresó, también están llenos de Cristo.

No solamente encontramos a Cristo en las profecías, sino también en todas las leyes ceremoniales. Tanto Génesis como Levítico hablan de las ofrendas. Inclusive después de la edificación del templo continuaban las ofrendas. Primero, vemos a Cristo en las ofrendas y sacrificios. Segundo, vemos a Cristo en la ley de la purificación del leproso, la limpieza que hacían las cenizas de la vaca alazana, y la purificación de los sacerdotes. Tercero, vemos a Cristo en el sacerdocio, en las vestiduras sacerdotales y en las tareas que se hacían en la presencia de Dios. Cuarto, vemos a Cristo en todas las fiestas.

Muchas personas también tipifican a Cristo. Algunas lo tipifican explícitamente, otras lo tipifican por su relación con él. ¿Qué significa tipificarlo explícitamente? El Señor Jesús dijo: “He aquí más que Salomón en este lugar” (Lc. 11:31). Esto nos muestra que Salomón tipifica al Señor Jesús. El Señor Jesús también dijo: “Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches…” (Mt. 12:40). Esto declara específicamente que Jonás también tipifica a Cristo. Gálatas 3 dice explícitamente que Isaac es un tipo de Cristo; sin embargo, José no lo es. Aunque algunas partes de la experiencia de José corresponden a la de Cristo, no hallamos ninguna cita que diga que José tipifica a Cristo. Por tanto, no solamente encontramos personas que tipifican a Cristo directamente, sino también personas que lo tipifican porque su experiencia corresponde a la de El. A esta categoría pertenecen Adán, Noé, José, David y Josafat.

Otros tipos de Cristo son el maná, la serpiente de bronce, el tabernáculo, la escalera de Jacob, etc. En el Antiguo Testamento Cristo también es tipificado por las dos aves, los dos reyes, los dos sacerdotes y los dos precursores. Las dos aves tipifican respectivamente la muerte y la resurrección; los dos reyes, la guerra y la paz; los dos sacerdotes, lo terrenal (Aarón) y lo celestial (Melquisedec). Los dos precursores se relacionan con el éxodo de Egipto y la entrada en Canaán. Todos éstos son tipos de Cristo.

En el Nuevo Testamento encontramos la historia, las enseñanzas, los milagros y las profecías de Cristo. En Hechos vemos que El reina. En las epístolas hallamos Su morada. En Apocalipsis vemos Su reinado futuro. Este es un buen ejercicio para seguir la línea de Cristo que se extiende desde Génesis hasta Apocalipsis.

XXVI. EL ESTUDIO DE PALABRAS

Este es un método importante para estudiar las Escrituras, y su alcance es bastante amplio. Ya hablamos del método de estudiar temas específicos. Aparentemente, el estudio de las palabras es semejante al estudio de los temas, pero en verdad son diferentes. El estudio de los temas gira en torno a conceptos, aunque la redacción exacta de la Biblia tal vez no mencione exactamente el tema; pero podemos examinar el contenido y el significado espiritual del texto relacionando pasajes afines. Esto es lo que significa estudiar por temas. Por otro lado, el estudio de las palabras requiere que se encuentren todos los versículos que contienen cierta palabra y estudiarlos. Cuando estudiamos las palabras, podemos usar la ayuda de una concordancia. Sugiero esta lista de palabras: 1) pecado, 2) muerte, 3) arrepentimiento, 4) fe, 5) perdón, 6) reconciliación, 7) misericordia, 8) gracia, 9) justicia, 10) la ley (v. g. los preceptos escritos), 11) leyes (v. g. la ley de la mente, la ley del espíritu, etc.), 12) vida, 13) la obra, 14) viejo, 15) nuevo, 16) crucifixión, 17) sangre, 18) salvación, 19) redención, 20) substitución, 21) resurrección, 22) hijo, 23) sacerdote, 24) ofrenda, 25) santidad, 26) amor, 27) esperanza, 28) corazón, 29) espíritu, 30) luz, 31) gozo, 32) paz, 33) verdad, 34) gloria, 35) oración, 36) bendición, 37) promesa, 38) consuelo, 39) comida, 40) obediencia, 41) sufrimiento, 42) tentación, 43) mundo, 44) carne, 45) carnal, 46) ira, 47) mente, 48) generación, 49) todo aquel, y 50) montaña. Si queremos agregar palabras a esta lista, podemos expandirla tres o cuatro veces. Pero esta lista es suficiente para empezar. Este estudio dirige nuestra atención al significado de las palabras y la frecuencia de su uso. Si recopilamos todos los versículos y los ponemos en orden, hallaremos lo que Dios dice en cuanto a cada una de estas palabras.

Por ejemplo, al estudiar la palabra regocijo, podemos encontrar todos los versículos que la contienen. Podemos anotar varias enseñanzas relacionadas con regocijarse y agrupar los versículos. ¿Cuándo nos debemos regocijar? ¿De dónde viene nuestro gozo? ¿Qué clase de personas no pueden regocijarse? ¿Cómo nos podemos regocijar? Si hacemos esto sabremos algo sobre el regocijo.

Otra palabra que encontramos en la Biblia es comer. Miremos algunos de los versículos donde se menciona esta palabra. Juan 4:34 dice: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe Su obra”. En Salmos 37:3 dice: “Aliméntate en Su fidelidad”. Cuando los doce espías regresaron de Canaán dijeron: “Todos los hombres que vimos son hombres de gran estatura … y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas”. Pero Josué y Caleb dijeron: “No temáis al pueblo de esta tierra, porque nosotros los comeremos como pan” (Nm.13:25—14:9). Si agrupamos todas las porciones que hablan de comer, veremos tres clases de comida. Primero, la comida que es hacer la voluntad del Padre; cuanto más hacemos la voluntad del Padre, más fuertes nos volvemos porque tenemos algo de comer. El Señor envió a Sus discípulos por pan porque tenía hambre, pero cuando regresaron con el pan, El les dijo: “Yo tengo una comida que comer”. Los discípulos se decían unos a otros: “¿Le habrá traído alguien de comer?” El Señor dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe Su obra” (Jn. 4:32-34). Esto nos muestra que nuestra labor no debe debilitarnos, sino, por el contrario, fortalecernos. No solamente las oraciones nos alimentan, sino también las obras. Si servimos a Dios en Su labranza, igual que nuestro Señor hizo, seremos alimentados al laborar, porque nuestra comida es hacer la voluntad del Padre. En segundo lugar, la fidelidad de Dios es nuestra comida. Dios es un Dios fiel, y podemos alimentarnos de Su fidelidad. Cada vez que Dios responde nuestra oración, nuestra fe se fortalece. Siempre que confiamos en la dirección de Dios, somos alimentados. Cuanto más confiamos en Dios, más satisfechos y fortalecidos somos. La fidelidad de Dios es nuestra comida. En tercer lugar, aun los gigantes (los nefileos) son nuestra comida. Cada gigante que comamos nos hará más fuertes. Si comemos uno hoy, podremos comer dos mañana, y cuatro el día siguiente. Nos volveremos más fuertes y estaremos más satisfechos si los continuamos comiendo. Mucha gente es débil porque nunca ha vencido a los gigantes de Canaán. En otras palabras, nuestras dificultades son la comida de Dios para nosotros. Si no las comemos, tendremos hambre. Si las comemos seremos fuertes, y las pruebas quedarán atrás.

Una vez un hermano estudió la palabra llamado. Juntó varias docena de versículos y los agrupó en diez secciones. Como ejemplo, les doy una lista con las siguientes secciones:

Sección uno: el origen de nuestro llamado:

  1. Origen primario: Dios (1 Ts. 2:12)
  2. Origen intermedio: Jesucristo (Ro. 1:6)

Sección dos: los llamados:

  1. El alcance (general): todos los hombres (1 Co. 1:24)
  2. El alcance (espiritual): los pecadores (Lc. 5:32)
  3. La evaluación que Dios hace: vasos de misericordia (Ro. 9:23-24)
  4. La condición actual: no hay muchos sabios (1 Co. 1:26)

Sección tres: la meta del llamado:

  1. El arrepentimiento (Lc. 5:32)
  2. La salvación (2 Ts. 2:13-14)
  3. La paz (Col. 3:15)
  4. La luz (1 P. 2:9)
  5. La comunión (1 Co. 1:9)
  6. El servicio (Ro. 1:1)
  7. La libertad (Gá. 5:13)
  8. La santidad (1 Co. 1:2)
  9. El sufrimiento (1 P. 2:21)
  10. La vida eterna ( 1 Ti. 6:12)
  11. La herencia eterna (He. 9:15)
  12. La gloria eterna (1 P. 5:10)

Sección cuatro: el principio del llamado:

  1. Conforme al propósito de Dios (Ro. 8:28)
  2. Según la gracia de Dios (2 Ti. 1:9)
  3. No conforme a nuestras obras (2 Ti. 1:9)

Sección cinco: la esfera de nuestro llamado:

  1. En el Señor (1 Co. 7:22)
  2. En la gracia (Gá. 1:6)
  3. En la paz (1 Co. 7:15)
  4. En la santificación (1 Ts. 4:7)
  5. En un solo Cuerpo (Col. 3:15)

Sección seis: la manera en que somos llamados:

  1. Mediante el evangelio ( 2 Ts. 2:14)
  2. Por la gracia de Dios (Gá. 1:15)
  3. Por la gloria de Dios (2 P. 1:3)
  4. Mediante la naturaleza divina (2 P. 1:3).

Sección siete: el carácter de nuestro llamado:

  1. Es santo (2 Ti. 1:9)
  2. Viene desde lo alto (Fil. 3:14)
  3. Es celestial (He. 3:1)
  4. Es humilde (1 Co. 1:26)

Sección ocho: los requisitos para ser llamados:

  1. Permanecer como estamos (1 Co. 7:17)
  2. Andar según nuestra condición (1 Co. 7:17)
  3. Como es digno del mismo (Ef. 4:1)
  4. Como es digno de Dios, que nos llama ( 1 Ts. 2:12)
  5. Ser diligentes (2 P. 1:10)

Sección nueve: el estímulo de nuestro llamado:

  1. La esperanza (Ef. 1:18; 4:4)
  2. El premio (Fil. 3:14)

Sección diez: la garantía de nuestro llamado:

  1. La naturaleza de Dios, Su fidelidad (1 Co. 1:9; 1 Ts. 5:24)
  2. El plan de Dios (Ro. 11:29)
  3. La gracia de Dios (Ro. 11:29)

Todos estos versículos contienen la palabra llamado. El hermano que mencionamos recopiló todos estos versículos y los agrupó en diez secciones. Cuando hacemos esto, tenemos un cuadro muy claro de nuestro llamado. Si escogemos varias docenas de términos, estableceremos un fundamento en el conocimiento de la Biblia.

Cuando leemos Génesis tenemos que poner atención a la palabra generación. Por ejemplo, en 5:1 dice: “Este es el libro de las generaciones de Adán”. Cuando leamos Exodo, notemos la expresión: Jehová mandó. En Levítico encontramos que la palabra santo se usa con frecuencia. En los Salmos encontramos las expresiones: Tu palabra, los enemigos, espera, y selah, las cuales se usan mucho. En Proverbios encontramos: sabiduría, mentiras, mal, perezoso, orgullo, corazón, boca, labios y ojos, palabras que se usan frecuentemente. En Eclesiastés encontramos las palabras: vanidad y bajo el sol. En Mateo, las palabras: justicia y el reino de los cielos. Nótese que Mateo usa la palabra montaña por lo menos ocho veces (4:8; 5:1; 14:23; 15:29; 17:1; 24:3; 26:30; 28:16), y en cada caso sucede algo importante. En Marcos encontramos la palabra inmediatamente. En Lucas, el Hijo del Hombre. En Juan: enviado, Padre y habitar. En Hechos: espíritu. En Romanos: muerte,fe y justicia. Gálatas raras veces usa la palabra amor y nunca habla de santidad. Sin embargo Efesios usa con mucha frecuencia amor y santidad. Tenemos que prestar atención a todos estos hechos y examinarlos. Algunas veces se usa la misma palabra en una o varias porciones de la Palabra. Por ejemplo, en 1 Crónicas 16 y Salmos 71, la palabra continuamente aparece siete veces (1 Cr. 16:6, 11, 37, 40; Sal. 71:3, 6, 14). El salmo 86 usa porque ocho veces. Josué 23 dice trece veces Jehová vuestro Dios; y Esdras 7 habla siete veces de elementos que se relacionan con Dios (la mano de Dios, la ley de Dios, la casa de Dios, la voluntad de Dios, el altar de la casa de Dios, los ministros de la casa de Dios y la sabiduría de Dios). Pablo dijo tres veces en sus epístolas todo lo que hacéis: “Todo lo que hacéis … hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús” (Col.3:17); “todo lo que hagáis, hacedlo con el alma, como para el Señor” (3:23); “Hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Co. 10:31). El evangelio de Juan y sus epístolas hablan de “estar llenos” de gozo en seis ocasiones (Jn. 3:29; 15:11; 16:24; 17:13; 1 Jn. 1:4; 2 Jn. 12). Pablo en sus epístolas usa cinco veces gracias a Dios (Ro. 6:17; 7:25; 1 Co. 2:14; 9:15). Las palabras vencer, en Apocalipsis, preciosas, en las epístolas de Pedro, y gozo, en Filipenses, tienen un significado particular y se usan con un propósito. Cuando leemos la Biblia tenemos que ahondar en estas palabras especiales y organizarlas en bosquejos y conceptos doctrinales. Esto nos traerá grandes beneficios.

XXVII. LAS DOCTRINAS

En la Biblia hay siete doctrinas fundamentales, que son: 1) Dios el Padre, 2) el Hijo de Dios, 3) el Espíritu Santo, 4) el pecado, 5) la redención, 6) la vida y la conducta cristianas, y 7) los eventos futuros. Todas éstas son doctrinas cruciales; de hecho, esto es teología.

En cuanto a Dios el Padre, podemos observar Su nombre, Su corazón, Su naturaleza, Sus atributos, Su poder, Su autoridad, Su relación con el Hijo, la forma en que nos redime, etc. También debemos agrupar todos los versículos que se relacionan con esto.

Cuando el Señor Jesús vino a la tierra, claramente proclamó que El era el Hijo. Así que, por la eternidad el Señor Jesús es el Hijo. Sin embargo, fue designado Hijo después de Su resurrección. Hebreos 1:5 dice: “Yo te he engendrado hoy”, lo cual se refiere a la resurrección del Señor. Romanos 1:4 también dice: “Que fue designado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos”.

Después de estudiar las doctrinas del Padre y el Hijo, pasamos a la doctrina del Espíritu Santo. Para entender al Espíritu Santo, debemos conocer, por lo menos, la obra que hace en el hombre y la que hace fuera de él. Debemos distinguir claramente entre la obra del Espíritu Santo sobre el hombre y Su obra en él. De no ser así, no entenderemos claramente al Espíritu Santo.

También debemos abordar el tema del pecado, la redención, la vida de los hijos de Dios en la tierra hoy, y los eventos futuros uno por uno. Casi toda la teología se relaciona con estas siete cosas. Cuando no tengamos ninguna duda al respecto, tendremos cierto grado de seguridad en cuanto a las enseñanzas fundamentales de la Biblia.

XXVIII. LA PROGRESIÓN DE LAS DOCTRINAS EN LA BIBLIA

Todo lector de la Biblia debe tener presente que la Biblia es la revelación de Dios dada a nosotros en muchas porciones y de muchas maneras (He. 1:1). Dios nos concede revelación no solamente en muchas porciones sino también en diferentes maneras, y cada vez que nos concede una nueva revelación, es más avanzada que la anterior. Tenemos que hallar el avance de la verdad de Dios a través de toda la Biblia. Esto no significa que la revelación de la Biblia sea incompleta. La revelación de Dios está en toda la Biblia y es completa. Sin embargo, dicha revelación es progresiva. En la primera etapa Dios se revela en una manera. En la segunda etapa, agrega más revelación a la primera, y en la siguiente etapa se agrega aún más revelación y así sucesivamente, hasta completarla. No podemos decir que la revelación de Dios sea imperfecta en alguna de las etapas. Pero cuando comparamos la revelación global, cada etapa de la revelación es incompleta. La revelación que Dios le dio a Abraham era perfecta para esa época. Pero cuando la vemos a la luz de la revelación completa de hoy, nos damos cuenta de que no era completa. Tenemos que seguir la revelación de Dios desde Adán, pasando por Noé, Abraham, los hijos de Israel, Moisés… de una manera total y completa. La revelación de Dios siempre es progresiva.

También debemos aprender a distinguir entre las verdades dispensacionales o temporales de Dios y Su verdad eterna. En la Biblia algunas doctrinas se aplican sólo a ciertas dispensaciones, mientras que otras son válidas para todas las épocas. Algunas veces Dios emitió un mandamiento en cierta dispensación, que no tenía como fin durar por la eternidad. Por ejemplo, Dios ordenó a los hijos de Israel que dieran muerte a todos los cananeos. Esta es una verdad dispensacional, es decir, aplicada a una época específica; no quiere decir que se debe hacer esto por la eternidad. Tenemos que diferenciar entre las verdades dispensacionales y las verdades eternas. Algunas palabras por naturaleza se limitan a una dispensación, pues están dirigidas a los hombres de una era, no a todas las épocas. Otras palabras son de carácter eterno y se aplican a todos los hombres de todos los tiempos. Cuando leemos la Biblia tenemos que distinguir entre las verdades dispensacionales y las que son eternas. Tenemos que saber cuáles se aplican solamente a cierta era y cuáles a todas las demás. De lo contrario, encontraremos muchos obstáculos insuperables.

Mucha gente tiene el concepto erróneo de que el Antiguo Testamento es solamente para los hombres de esa era. Se piensa que todo su contenido es de carácter dispensacional, que se limita a esa época. Otros piensan que todo lo que contiene el Antiguo Testamento es para nosotros, y que debemos tomar todo el Antiguo Testamento como una verdad eterna. En realidad, tenemos que separar las verdades dispensacionales de las eternas. Si la palabra que Dios da a los hombres de cierta época es aplicable sólo a ese tiempo, se trata de una verdad dispensacional. Si se aplica igualmente a todos los hombres de todas las épocas, es una verdad eterna. La verdad eterna es progresiva. En una era puede ser que Dios diga una o dos cosas solamente. En la siguiente era, habla un poco más. Sin embargo, tenemos que saber que el avance de la verdad solamente se produce dentro de los límites de las Escrituras. Las doctrinas que se desarrollan aparte de la Biblia no se pueden considerar parte de la verdad progresiva.

Al leer Génesis descubrimos que Dios es el Creador, el Gobernador, el dador de la ley, el Juez y también el Redentor. La verdad acerca de Dios en el Antiguo Testamento es progresiva. Estos cinco aspectos son desarrollados adecuadamente en todo el Antiguo Testamento. En Génesis también vemos que la creación del hombre fue gloriosa y su caída muy vergonzosa. Como necesitaba salvación, buscó a Dios y trató de salvarse por sus propias obras. Esto es lo que el libro de Génesis nos dice acerca del hombre; sin embargo, el Nuevo Testamento profundiza con más detalle en estas cinco verdades relacionadas con el hombre. A esto nos referimos al hablar de la progresión de la verdad.

De Adán a Samuel, vemos una teocracia, es decir, el gobierno directo de Dios sobre Su pueblo. Desde David y Salomón hasta la deportación a Babilonía, vemos una monarquía, es decir, El gobierno de Dios sobre Su pueblo por medio de reyes. Desde la deportación de Babilonia hasta la venida del Señor Jesús, tenemos el gobierno de los profetas y los sacerdotes. Primero hubo una teocracia, luego una monarquía, y después el gobierno de los profetas y los sacerdotes. Desde el principio hasta el final hay un progreso, de preceptos exteriores a preceptos internos. Todo lo que era externo falló, pero luego vino “la justicia” interna. Así que vemos una progresión.

En el Nuevo Testamento, vemos claramente a Cristo en los cuatro evangelios. Esto es un avance. Podemos dividir los cuatro evangelios en siete secciones.

En la primer sección, el Señor Jesús demostró que El era el Mesías. Esto sucedió en Jerusalén, Judea y Samaria, y se describe en Juan 1—4.

En la segunda sección, después de la afirmación de ser el Mesías, proclamó el reino de los cielos. Tenemos la declaración del reino de los cielos en el capítulo cuatro de Mateo, el contenido del reino de los cielos de los capítulos del cinco al siete, y el misterio del reino de los cielos en el capítulo trece. La segunda sección es un desarrollo del reino de los cielos.

En la tercera sección se tiene la vindicación de la persona del Hijo de Dios, comenzando desde que el Señor alimentó a los cinco mil. El evangelio de Juan nos da un recuento especial de ello. Aunque los otros evangelios también lo mencionan, la narración de Juan comunica un significado especial, ya que hace notar que el Señor alimentó a los cinco mil con el fin de probar que El era el Hijo de Dios. Después de esto en Cesarea, Pedro confiesa que Jesús es el Cristo y el Hijo de Dios. Más adelante vemos la transfiguración del Señor en el monte. Todo esto constituye la vindicación de la persona del Señor Jesús.

En la cuarta sección, después de la transfiguración en el monte, el Señor afirmó Su rostro hacia Jerusalén. Cristo llega a ser el que sufre, el que va a morir (Mt. 16:21; Lc. 9:51).

En la quinta sección el Señor Jesús entró en Jerusalén y habló de Su segunda venida. A continuación, tenemos la profecía del Señor en el monte de los Olivos (Mt. 24—25).

En la sexta sección, en la noche de la Pascua, el Señor se dirigió a los discípulos en la azotea, y les habló de la venida del Espíritu Santo, de la parábola de la vid y de otras cosas más (Jn. 14—17).

En la séptima sección el Cristo resucitado dio a los discípulos la comisión de predicar el evangelio.

Al leer los evangelios debemos identificar primero estas siete secciones de la historia de Cristo, como si estuviéramos estableciendo el soporte de siete montañas. Después de hacer esto, tendremos un entendimiento claro de la obra y de los hechos del Señor Jesús.

En el libro de Hechos encontramos tres temas cruciales: 1) la resurrección del Señor Jesús, 2) Su reinado y 3) Su perdón. El Señor resucitado reina hoy y predica el perdón a todos los hombres. Esto muestra que Hechos va un paso más adelante que los evangelios.

Después de esto, tenemos las epístolas de Pablo. Notemos que el orden dado a éstas en la Biblia no corresponde a la secuencia cronológica en que se escribieron. La secuencia cronológica sería: 1 Tesalonicenses, 2 Tesalonicenses, 1 Corintios, 2 Corintios, Gálatas, Romanos, Filemón, Colosenses, Efesios, Filipenses, 1 Timoteo, Tito, 2 Timoteo. (Si asignamos a Pablo la autoría de Hebreos, entonces debe ir antes de 1 Timoteo). Las Epístolas de Pablo se pueden dividir en cuatro categorías:

1) 1 y 2 Tesalonicenses tratan de la venida del Señor.

2) 1 y 2 Corintios y Gálatas corrigen los errores de los creyentes.

3) Romanos, Filemón, Colosenses, Efesios y Filipenses hablan de Cristo.

4) 1 y 2 Timoteo y Tito abarcan la administración y el orden de la iglesia y no añaden mucho en cuanto a la revelación. La revelación que Dios le dio a Pablo llegó a la cima en Efesios.

En la secuencia anterior vemos que la verdad en la Biblia avanza continuamente. En la época de Pablo, el asunto de la iglesia estaba totalmente establecido, los errores de los creyentes habían sido corregidos, las riquezas de la iglesia se habían producido, y la venida del Señor había quedado clara. Esto es avance. El resto de las epístolas, como por ejemplo, Hebreos, Jacobo (Santiago), 1 y 2 Pedro, y Judas, son de diferente índole, pues tienen sus propias características. Algunos las llaman “las epístolas universales”. Hebreos nos muestra el nuevo pacto; Jacobo hace énfasis en las obras; 1 y 2 Pedro hablan de sufrimientos y esperanza, y Judas presenta la preservación de la fe. Estas epístolas abordaron diversos aspectos relacionados con el cristiano. No contribuyen al avance en la revelación. Por último, tenemos las epístolas de Juan y Apocalipsis, donde encontramos otro avance. Pablo presenta las verdades, mientras que Juan ofrece la teología. Juan destaca especialmente la realidad que yace detrás de la vida cristiana, que es la vida de Dios. Las epístolas de Juan y Apocalipsis nos vuelven a Dios.

Las verdades bíblicas siempre avanzan. Toda verdad tiene su cumbre. La revelación se abre en un libro, y luego se descubren revelaciones adicionales en otros. Cuando avanza hasta cierto libro, la revelación alcanza la cima. Por ejemplo, cuando estudiamos la justicia, tenemos que comenzar con Mateo y examinar la manera en que se revela al comienzo. (Podemos omitir los otros tres evangelios en lo que a este tema se refiere.) Cuando lleguemos a Romanos y Gálatas, el tema llega a su cima. En el tema de la iglesia, tenemos que comenzar con Mateo 16. Al llegar a Efesios el asunto se explica detalladamente. Al abordar el tema de la vida, comenzamos con el evangelio de Juan. En las epístolas de Juan, el tema alcanza su cima y queda claro.

Si hacemos esto de libro en libro, hallaremos dónde se introduce el tema, dónde se desarrolla y expande, y dónde concluye y queda establecido. Lo interesante es que después que el tema queda establecido, no se añade nada al respecto en los libros subsiguientes. Cada tema se introduce en uno o más libros, y después los libros que le siguen no mencionan más el tema o lo tocan ligeramente. Al concluir la Biblia, la revelación completa de Dios llega a la cumbre. La revelación de Dios siempre es progresiva; constantemente avanza hasta que al final todo queda establecido.

Por consiguiente, cuando leemos la Biblia debemos hacer dos cosas. Primero, encontrar la revelación de la Biblia, es decir, debemos encontrar dónde se habla primero de cierta verdad. Segundo, dónde se revela un nuevo significado y una revelación nueva. Tenemos que seguir la verdad paso a paso y tomar apuntes. Un libro nos puede dar la introducción, otro nos puede dar más explicaciones; un tercer libro nos puede dar más revelación. Debemos escribir y recopilar todas estas nuevas explicaciones y revelaciones. Después de reunirlas y analizarlas, podemos dar una exposición concreta de esa verdad. Esto constituye la teología. La teología apropiada es el estudio de las verdades de la Biblia. Podemos llamarle teología doctrinal. Si estudiamos la Biblia de esta manera, tendremos un entendimiento claro de las verdades de la Biblia.

Concluyamos la discusión acerca de las maneras de estudiar la Biblia con la siguiente recomendación: la persona que lee la Biblia debe ser recta. De lo contrario, pasará por estos veintiocho planes de estudio sin sacar ningún beneficio. “La letra mata, mas el Espíritu vivifica” (2 Co. 3:6). No queremos decir con esto que sólo se puede leer la Biblia cuando se está totalmente preparado y perfeccionado, sino que cuando leamos la Biblia, debemos tener muy presente nuestra condición delante del Señor. Por una parte, ésta debe ser correcta, y por otra, debemos estar dispuestos a dedicar tiempo usando los diferentes métodos para estudiar la Palabra. Esto nos permitirá recoger una abundante cosecha y obtener un rico suministro.