Watchman Nee Libro Book cap.4 Libro de lecciones nivel 4: La vida

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LA LEY DE VIDA Y LA LUZ DE VIDA

Lección cuatro

LA LEY DE VIDA Y LA LUZ DE VIDA

Lectura bíblica

Ro. 8:2; He. 8:10; 10:16; Jer. 31:33; Ez. 36:23-28; Ro. 8:29; Fil. 2:8; Jn. 1:4; 8:12; Sal. 36:9; 119:105, 130; 2 Co. 4:6; 3:16

Bosquejo

  1. La ley de vida
    1. La definición de la ley de vida
    2. La función de la ley de vida
    3. El deseo de Dios se cumple por la ley de vida
  2. La luz de vida
    1. La vida proviene de la luz
    2. La luz está en la Palabra de Dios
    3. La luz es el sentir interior de vida
    4. La manera de ser iluminados

Texto

I. LA LEY DE VIDA

A pesar de que en la última lección hablamos acerca de la ley de vida, necesitamos dedicar más tiempo a este tema, ya que es crucial en nuestra experiencia de la vida divina. Si no tenemos un entendimiento claro acerca de la ley de vida, es posible que, sin el poder de vida, intentemos ser buenos cristianos, o que decidamos no hacer nada, esperando que Dios lo haga todo por nosotros.

A. La definición de la ley de vida

El término “la ley del Espíritu de vida”, presentado en Romanos 8:2, es usado únicamente en este pasaje de la Biblia. Sin embargo, el concepto se revela en otros versículos, tales como Hebreos 8:10 y 10:16, Jeremías 31:33 y Ezequiel 36:25-28. La ley de vida en nosotros comenzó a operar cuando fuimos regenerados. La regeneración consiste en que recibamos la vida de Dios en nuestro espíritu, la cual conlleva la ley de vida.

[Una ley es un reglamento natural, una norma constante e inmutable. La ley que opera en una vida es la característica natural o función innata y automática de esta clase de vida. Cuanto más elevada sea esta vida, más alta será su correspondiente ley. De aquí que, la ley de la vida divina es la característica natural, la función innata y automática de la vida de Dios, y puesto que esta vida es la más elevada, su ley es la más alta. Esta ley de vida tan elevada es la función u operación de la vida divina. Dicha función u operación es innata, espontánea, natural y automática.

Cualquier tipo de vida, ya sea vegetal, animal, humana o divina, posee una función. Todo lo que no tiene una función, en realidad no es vida. Tomemos el ejemplo de un árbol de durazno. Su función es florecer y producir duraznos. Del mismo modo, un perro posee la habilidad de ladrar, y un gato, la de atrapar ratones. Cada vida tiene una función automática e innata, y dicha función es la ley de esa vida. En tanto un árbol de durazno tenga vida, ciertamente producirá duraznos. No es necesario que el agricultor le enseñe cómo hacerlo, diciéndole: “Pequeño árbol de durazno, mi deseo es que produzcas duraznos. Eso es lo que quiero que hagas”. Si el árbol de durazno pudiera hablar, diría: “Caballero, váyase a su casa a descansar. No es necesario que me enseñe lo que debo hacer. ¿Acaso no sabe que mi propia vida posee la ley que produce duraznos? Hay una ley en mi vida que me impide producir otro tipo de fruto. Esta ley me hace producir duraznos, justamente el fruto que usted desea”. De la misma manera, un gato atrapa ratones, porque en su vida está la ley que lo hace atrapar ratones, y un perro ladra, porque en su vida está la ley de ladrar. ¿Qué es la ley de vida? Es la función innata y automática de la vida divina. Esta vida es viviente, activa y dinámica. Siempre está activa y opera conforme a la ley automática de la vida.]

Debemos recordar que esta vida, igual que esta ley, es una persona: el propio Dios Triuno. [La ley del Espíritu de vida es precisamente el Dios Triuno que está en nosotros funcionando, operando, moviéndose y ungiéndonos. El es nuestra ley de vida.]

B. La función de la ley de vida

La ley de vida no está en nosotros para regularnos y decirnos cómo comportarnos. Al contrario, su función principal es liberarnos de la ley del pecado y de la muerte (Ro. 8:2) y conformarnos a la imagen de Cristo (Ro. 8:29) para que podamos expresar a Dios y todo lo que El es en nuestra vida cotidiana. Puesto que la ley del pecado diariamente nos asedia, necesitamos que la ley de vida nos libre y nos salve. Antes de que creyéramos en el Señor, no había manera de que fuéramos liberados de la ley del pecado, pues cuanto más nos esforzábamos por no pecar, más activa se volvía la ley del pecado. Pero ahora que somos creyentes, la ley de vida nos libera de la ley del pecado en la proporción en que activemos nuestro espíritu. Una función de la ley de vida es dar fin a las cosas negativas. Por el lado positivo, la ley de vida nos amolda o conforma a la imagen de Cristo, quien es la imagen del Dios invisible (Col. 1:15). A medida que nos volvemos a nuestro espíritu diariamente, el Espíritu de Dios transforma nuestro ser. Tal vez antes hayamos sido rebeldes con nuestros padres, pero el Cristo que mora en nosotros no es rebelde hacia Su Padre (Fil. 2:8). Cuando nos demos cuenta de nuestra rebeldía, debemos arrepentirnos ante el Señor a fin de obtener Su perdón. Luego, debemos continuar en una actitud de oración y debemos permanecer en nuestro espíritu. Entonces, la ley de vida espontáneamente trabajará en nosotros, impartiendo los elementos de Cristo, uno de los cuales es la sumisión, en nuestro ser. Esta operación nos transformará a Su imagen.

C. El deseo de Dios se cumple por la ley de vida

La ley de vida es un regalo maravilloso que hemos recibido de Dios nuestro Padre. Esta ley produce en nosotros todo lo que Dios desea.

[Dios no es solamente nuestro Dios, sino también nuestro Padre. El desea ser nuestro Dios según la ley de vida. Por otra parte, nosotros no somos solamente criaturas de Dios, sino también Sus hijos. Por lo tanto, El desea que seamos Su pueblo, conforme a la ley de vida. El no sólo desea ser nuestro Dios según la ley externa de la letra, sino también nuestro Padre, conforme a la ley de vida en nuestro interior. La observancia de la ley externa de la letra no puede satisfacer el deseo de Dios. Podemos agradarlo solamente si vivimos de acuerdo con la ley de vida en nuestro interior. El no sólo desea que seamos Sus criaturas, carentes de Su vida, sino que también seamos Sus hijos, aquellos que poseen Su vida. Así que, El quiere que seamos Su pueblo, conforme a la ley de vida, o sea, que vivamos conforme a la ley de vida en nuestro interior y no según la ley externa de la letra. La relación que exista entre El y nosotros debe ser una relación en la ley de vida. La letra de la ley sólo trae la muerte, pero la ley de vida trae la vida, y solamente ésta puede satisfacer el deseo divino.]

Alabado sea el Señor porque hemos nacido de nuevo, hemos experimentado un nacimiento divino. Este nuevo nacimiento no trae consigo debilidad o defecto alguno, ya que, en él, únicamente existe la vida divina con la naturaleza divina, y la ley divina que nos moldea y conforma a la imagen de Cristo. Sin embargo, este proceso de formación requiere que crezcamos en vida, porque la ley de vida opera en la misma medida en que la vida crece. Esta ley opera en el mismo grado en que la vida crece, pues su función principal no es regularnos ni corregirnos, sino moldearnos y conformarnos a la imagen del Primogénito Hijo de Dios. Finalmente, mediante la función de la ley de vida, llegaremos a ser hijos de Dios maduros, y de esta manera El obtendrá Su expresión universal y corporativa.

II. LA LUZ DE VIDA

En Juan 1:4 dice: “En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Y en Juan 8:12 Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, jamás andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Vemos que la luz está estrechamente relacionada con la vida.

A. La vida proviene de la luz

[La Biblia entera revela que la vida proviene del resplandor de la luz. Cuando la luz brilla, se produce la vida. Donde hay luz, existe vida. La cantidad de vida está en proporción directa con la cantidad de luz. En Génesis 1 y 2 se narra que antes de que Dios iniciara Su obra de recobro, la tierra se encontraba vacía y en tinieblas, lo cual significa que estaba llena de muerte, pues la oscuridad es el símbolo de la muerte. Así que, el primer paso en la obra de Dios fue enviar la luz. Cuando vino la luz, ésta acabó con la muerte, que era el producto de la oscuridad, y comenzó a producir vida. Por consiguiente, la vida viene de la luz, es decir, que proviene de la luz.

Existe una línea de vida a través de toda la Biblia, y la luz va juntamente con esta vida. Donde hay luz, hay vida. Este es un principio importante en la Biblia. Salmos 36:9 dice: “Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz vemos la luz”. Esto también indica la relación que existe entre la vida y la luz. La vida siempre sigue a la luz y solamente la luz puede producir la vida.]

B. La luz está en la Palabra de Dios

[Hemos dicho que la vida reside en la luz, pero ¿dónde reside la luz? En la Biblia vemos que la luz reside en la Palabra de Dios. Esto también es un principio bíblico de suma importancia. Salmos 119:105 dice: “Lámpara es a mis pies Tu palabra, y lumbrera a mi camino”. Y el versículo 130 añade: “La exposición de Tus palabras alumbra”. Estos versículos muestran que la luz reside en la Palabra de Dios. Cuando tomamos la Palabra de Dios, obtenemos la luz. Carecemos de luz porque no acudimos a la Palabra.

La Palabra que mencionamos aquí no es la palabra escrita de la Biblia, sino la palabra que el Espíritu Santo habla en nuestro interior. La Biblia es la Palabra escrita de Dios; esto es cien por ciento correcto. Pero las simples letras impresas no poseen el poder de la luz resplandeciente, por lo cual no pueden iluminarnos. Sin embargo, cuando el Espíritu Santo nos revela la palabra de la Biblia de una manera nueva, abriéndola y haciéndola viva para nosotros, entonces la Palabra nos infunde el poder de la luz resplandeciente y se convierte en nuestra luz.]

C. La luz es el sentir de vida interior

En la antigua creación, Dios dispuso que la luz alumbrara externamente, pero en la nueva creación, Dios mismo resplandece en nuestros corazones (2 Co. 4:6). La luz a la que nos referimos no es la luz fuera de nosotros, sino Dios como luz, que brilla en nuestro ser. Esta luz es el sentir de vida que experimentamos como creyentes.

Lo que somos en nosotros mismos es muy distinto a lo que El es. El ama, y nosotros odiamos. El es santo, y nosotros somos mundanos, El es justo, y nosotros somos injustos. Ante El, somos puestos en evidencia, debido a lo que somos, pues somos completamente lo opuesto a lo que El es. Sabemos esto por el sentir interior de vida. Por ejemplo, cuando criticamos a un hermano o bromeamos sin consideración, no es el Señor quien hace esto, sino la ley del pecado en nuestra carne. Entonces sentimos de inmediato que hemos hecho mal. Este sentir no es otra cosa que la luz, el sentir de vida interior. ¿Qué debemos hacer cuando esto ocurre? Lo que debemos hacer es decir: “Oh, Señor Jesús, perdóname. Eso que dije no provino de Ti. Lléname de Tu persona”. En cuanto oramos en concordancia con lo que la luz nos hizo ver; el Señor nos perdona, nos limpia y crece en nosotros, a fin de conformarnos a la imagen de Cristo.

D. La manera de ser iluminados

Primero, debemos anhelar ser iluminados por Dios. Dios está en nosotros, y El siempre está brillando. Si no hacemos caso a la luz o si nos negamos a aceptar su veredicto, es evidente que no anhelamos ser iluminados. Sin embargo, si deseamos la luz, la aceptaremos y la recibiremos y, como resultado, seremos iluminados.

Segundo, debemos abrir nuestro ser al Señor y volvernos a El. En 2 Corintios 3:16 se nos dice: “Pero cuando su corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado”. Cuando invocamos Su nombre, oramos o leemos Su Palabra, nos estamos volviendo al Señor y, sin duda, El nos alumbrará. Pero cuando nuestro corazón se distrae con otras cosas; nos internamos en la oscuridad y es probable que, lejos de expresar al Señor, lleguemos incluso a hacer cosas en contra de El.

Tercero, debemos aceptar el veredicto de la luz. Cuanto más argüimos en su contra, más permanecemos en tinieblas, y el sentir de muerte se extiende. Si el Señor le redarguye a usted por haber discutido con su madre, no debe argumentar que fue ella quien le provocó. Simplemente confiese en concordancia con la luz recibida, y el Señor le perdonará y crecerá en usted.

Si aprendemos a experimentar la vida por medio de la luz, creceremos en Cristo en todas las cosas, y Dios será expresado a través de nosotros.

Preguntas

  1. Defina brevemente qué es la ley de vida.
  2. Explique las funciones de la ley de vida.
  3. ¿Cuál es la función de la luz?
  4. Busque versículos adicionales que hablen acerca de la vida y la luz.
  5. ¿Cómo podemos experimentar la vida por medio de la luz? ¿Puede proveer una experiencia personal relacionada con este hecho?

Citas tomadas de las publicaciones de Lee y LSM

  1. Estudio-vida de Hebreos, págs. 450-451, 453-454.
  2. Perfecting Training [Entrenamiento para perfeccionar a los creyentes], pág. 373.
  3. El conocimiento de la vida, págs. 219, 221, 223.