Watchman Nee Libro Book cap.4 La fe cristiana normal
DIOS SE HIZO HOMBRE PART.2
CAPÍTULO CUATRO
DIOS SE HIZO HOMBRE
(2)
EL NACIMIENTO DE JESÚS
Para que Dios se hiciera hombre, tuvo que venir al mundo de una manera muy diferente a la de los demás seres mortales. Nosotros venimos al mundo por medio de nuestros padres y fuimos concebidos en nuestras madres. Para determinar si Jesús de Nazaret es una persona ordinaria o el Dios encarnado, necesitamos examinar Su nacimiento. Si Su nacimiento no difiere del nuestro, tenemos que concluir que El no es nada más que un hombre. El no sólo tiene que satisfacer el primer requisito, sino que también necesita pasar el segundo. No crea apresuradamente en una persona simplemente porque él proclama ser Dios; tenemos que probarlo con nuestro segundo criterio. Si en verdad es Dios, tiene que nacer de una manera extraordinaria.
Si estudiamos el nacimiento de Jesús, encontraremos que fue muy diferente del nuestro. El nació de una virgen. Dos evangelios del Nuevo Testamento, el de Mateo y el de Lucas, nos cuentan este hecho. Jesús nació de una virgen, María.
NACIÓ DE UNA VIRGEN
Antes de seguir adelante, tenemos que darnos cuenta de que hay dos maneras de conocer a Dios: por la especulación natural o por la revelación. Según la especulación natural, uno medita y hace conjeturas acerca de Dios. Por la revelación Dios habla al hombre. Queremos examinar la revelación de Dios. Queremos saber lo que Dios dice.
El Evangelio de Mateo y el de Lucas nos muestran que Jesús nació de una virgen, María. Este hecho importante nos capacita para concluir que El no es una persona común y corriente, y justifica que seamos cristianos.
La mentalidad natural no quiere aceptar este hecho. Hace algunos años, se condujo un gran debate en Inglaterra. En un lado había líderes prominentes de escuelas modernistas de teología. En el otro estaba un famoso pastor-teólogo presbiteriano. Plantearon cuatro temas principales. Dos veces al día, por cuatro días consecutivos, cada parte tomó turnos para dar un largo discurso que resultó en un total de ocho mensajes. Uno de los temas estuvo relacionado con el nuestro, el nacimiento virginal. Los teólogos modernistas afirmaban que una sola razón era suficiente para desaprobar el nacimiento virginal, el evento era biológicamente imposible. Según la ley de la biología, es imposible que ocurriera el nacimiento virginal.
¿SUCEDIÓ O NO?
El mismo día, su oponente dio la refutación. Permítanme mencionar brevemente algunos de sus argumentos. El dijo: “Nuestros amigos han negado la posibilidad de tal evento basándose en la ley biológica. Yo estoy aquí para preguntar si sucedió tal evento. Ellos preguntaron: ‘¿Puede esto suceder?’. Ellos los refirieron a principios académicos. Yo les pregunto: ‘¿Ha sucedido esto?’. Menciono un suceso histórico. Es una cosa ser justificado académicamente. Es otra ser justificado por los hechos en la historia”.
Mientras él hablaba, sacó un periódico de su bolsillo. En el periódico estaba un artículo acerca de un accidente que había sucedido unos días antes. Un hombre estaba manejando por un camino sinuoso en las montañas. Puesto que él era descuidado, el carro se deslizó y se fue hacia abajo en un desfiladero. El carro quedó totalmente destrozado. Ni aun un pie cuadrado del vehículo quedó bueno. Quedó completamente dañado. Pero el hombre salió absolutamente ileso. Después, se levantó y siguió caminando. El teólogo leyó el pasaje en alta voz y dijo: “Ese carro se deslizó por mil pies hacia la ruina. No se podía encontrar ni un pie cuadrado de metal bueno, pero el hombre salió ileso. Mis amigos preguntarán: ‘¿pudo ese hombre vivir?’. Pero mi pregunta es: ‘¿Está ese hombre vivo?’. ¡Está vivo! Si consideran la posibilidad, no había ni una. Pero si consideran el hecho, ¡allí está!”.
Lo que tenemos aquí es un hecho histórico. Si tratamos de estudiar el nacimiento virginal desde el punto de vista científico, podemos deducir que eso es un evento imposible. Pero mi pregunta es si ese evento ocurrió o no. El Evangelio de Mateo dice que Jesús nació de una virgen. Lo mismo dice el Evangelio de Lucas. Por lo menos tiene que decir que esos documentos han dicho tal cosa y que tal evento fue registrado en la historia. Por lo menos tiene que creer que hay un evento histórico.
ESCRITO DESPUÉS DE UNA INVESTIGACIÓN CUIDADOSA
No estoy afirmando que Mateo y Lucas fueron inspirados por el Espíritu Santo cuando escribieron sus libros. Ya sea que esos libros fueran divinamente inspirados o no, lo hacemos a un lado por un momento. Estamos diciendo que hubo unas pocas personas que siguieron a Jesús. Ellas escribieron Su biografía. Mateo y Lucas fueron contemporáneos de Jesús. Mateo le siguió por más de tres años. Lucas no fue tan cercano, pero él investigó “cuidadosamente todas las cosas” (Lc. 1:3). Yo creo que cuando él escribió su evangelio, la madre de Jesús aún vivía. ¿Qué dijeron ellos acerca del nacimiento de Jesús? Todos ellos testificaron que Jesús nació de la virgen María. Su nacimiento fue absolutamente diferente del nuestro. Hoy, después de casi dos mil años, algunos que nunca vieron a Jesús, ni hablaron con María Su madre, ni conocieron a José Su padre, concluyen que El no nació de una virgen. ¿Cómo pueden ustedes decir que El no nació de esa manera? ¿Están ustedes desechando la posibilidad de que tal evento nunca sucedió debido a sus teorías y razonamientos hechos en su estudio o laboratorio?
NACIO DE MARIA
Quizás deberíamos leer la genealogía de Jesús en el Evangelio de Mateo. Hay cuarenta y dos generaciones en la genealogía. Empezando desde la primera generación, repetidas veces dice: “Este engendró a éste”. Esta frase se repite hasta el versículo 15, que dice: “Y Eliud engendró a Eleazar; y Eleazar engendró a Matán; y Matán engendró a Jacob”. El versículo 16 continúa: “y Jacob engendró a José”. Lo sorprendente es que la siguiente parte de la frase no continúa con: “José engendró a Jesús”. Más bien dice: “José, marido de María, de la cual nació Jesús, quien es llamado el Cristo”. Cuando la línea llega a José, el patrón termina. Esto es porque Jesucristo nació de la virgen María. Su forma de nacer fue muy diferente a la nuestra.
LA PRESCIENCIA DE SU MUERTE
Hemos visto que el modo en que vino al mundo fue diferente. Ahora queremos ver la manera en que partió del mundo. Como veremos, eso también fue contrario a nuestras muertes ordinarias. Nadie puede jamás predecir el lugar, la hora y la manera que él o ella vaya a morir. En cien años, todos los que estamos aquí estaremos muertos. Pero nadie sabe cómo vamos a morir. Sin embargo, Jesús de Nazaret preveía Su propia muerte. El sabía exactamente cuándo, dónde y cómo iba a suceder.
MURIÓ EN LA CRUZ
Una vez cuando alguien le dijo que lo iban a matar, El contestó que no era aceptable que un profeta pereciera fuera de Jerusalén (Lc. 13:33). El sabía que iba a morir en Jerusalén. Un día, les dijo a Sus discípulos que la hora había llegado. No sólo sintió la inminencia de Su muerte, pero aún les dijo a otros que la hora de Su muerte había llegado. El también sabía cómo moriría. Varias veces mencionó que sería crucificado. Esto está registrado por lo menos tres veces en Mateo. Este hombre no sólo fue diferente en Su manera de venir al mundo, y Su manera de partir no fue menos extraordinaria. Su nacimiento y Su muerte fueron muy inusuales. ¿Es éste el Hijo de Dios?
SIN PECADO
Consideremos el tercer requisito. ¿Qué clase de moralidad tuvo Jesús de Nazaret? ¿Era El lo mismo que somos nosotros? ¿Pecó El alguna vez?
Me gusta la frase que Jesús habló en Juan 8. Muchos en aquel entonces se le oponían. Le rodeaban y lo investigaban. Les respondió con una pregunta: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” (v. 46). ¡Este era un tremendo reto! ¿Quién de nosotros se atrevería a ponerse delante de todos y a retar para que lo redarguyeran de pecado? Cualquiera que se atreviera a tal cosa sería avergonzado al momento que su esposa se ponga de pie para testificar contra él. Quizás en menos de cinco minutos siete u ocho personas inmediatamente se levantarían para exponer sus mentiras e infidelidad. Pero cuando Jesús hizo tal declaración, nadie pudo redargüirlo de pecado. Ha habido un gran número de santos y de sabios durante las edades, pero ninguno fue lo suficientemente atrevido para proclamar ser perfecto y sin pecado. ¿Por qué solo Jesús se atrevió a hacer tal proclamación?
Todo lo que puedo decir es que este hombre es un gran arrogante o un gran santo. Una persona orgullosa puede hablar de una manera extravagante porque no se conoce a sí misma; no se da cuenta de qué clase de persona es. Pero cuando Jesús retó: “¿Quién de ustedes me redarguye?”, no pudo ser humilde ni cortés acerca de ello. El no tiene pecado, y El es un gran santo.
Jesús de Nazaret no es como Confucio, que dijo que si más tiempo le fuera concedido, eliminaría las grandes imperfecciones morales. Jesús no tiene pecado. Cuando El hizo tal declaración, la hizo delante de Sus enemigos. Si hubiera habido la más ligera falta de conducta de Su parte, los judíos lo habrían pescado de inmediato. Los judíos no son escritores prolíficos; no han producido muchos otros libros aparte de las Santas Escrituras. Pero después de Jesús, muchos libros fueron escritos por los judíos para contradecirle. Todos esos libros niegan Su divinidad, pero no tocan Su moralidad. Ninguno de los escritos que le oponen pueden probar que Jesús pecó alguna vez.
SIN NECESIDAD DE ARREPENTIRSE
Cada filósofo o fundador de una religión, en un tiempo u otro, ha dicho: “Me arrepiento”, o “Me disculpo de tal y tal cosa. Haré lo mejor que pueda de ahora en adelante”. Pero Jesús de Nazaret nunca se arrepintió. Un pecador tiene necesidad de arrepentirse. Pero, ¿de qué tiene que arrepentirse un hombre sin pecado? Jesús nunca se disculpó ante nadie; El nunca le hizo a nadie ningún mal.
Cuando estuve en Inglaterra, algunos amigos británicos me pidieron mi opinión concerniente a su gente. Yo dije: “Entre ustedes, a veces yo oigo: ‘Discúlpeme’ o ‘perdóneme usted’”. Para los ingleses, cualquiera que no sabe hacer estos dos comentarios tiene que ser una persona sumamente baja, porque no conoce sus propios errores. Cualquiera puede cometer un error, pero cuando uno rehusa admitir sus errores, se hace a sí mismo vulgar. Por esta razón tenemos que decir: “Discúlpeme” y “perdóneme” todo el tiempo.
Lo asombroso es que Jesús de Nazaret nunca dijo a nadie: “Lo siento”. El nunca se disculpó. ¿Sería El tan malo como para ignorar completamente Su conciencia? ¿Era inconsciente de Sus propios errores? O, ¿es El verdaderamente sin pecado? Si así es, El no puede decir: “Lo siento”. Para El no se trata de humildad ni de cortesía, sino de mantener Su posición.
TOCAR SIN PRESIONAR
Amo la historia acerca de Jesús cuando iba andando por un camino. Mucha gente se juntó a Su alrededor, esperando ver la resurrección de una persona muerta. Había tantas personas que la gente se apretujaban unos con otros. Una mujer, que sufría por años de un flujo, pensó que Jesús seguramente podría sanarla ya que El había hecho toda clase de milagros. Ella no se acercó al Señor directamente. Todo lo que hizo fue tocar el borde de Su manto, y la enfermedad fue sanada inmediatamente (Mr. 5:25-29).
Jesús sintió algo, se dio la vuelta, y preguntó: “¿Quién ha tocado Mis vestidos?”. ¿Cómo respondieron los discípulos? Dijeron: “Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?” (v. 31). El debía haber preguntado: “¿Quién Me presionó?”, en vez de: “¿Quién me tocó?”. Si yo fuera Jesús, hubiera dicho en forma caballerosa: “Discúlpeme”. Pero Jesús no necesitaba decir eso. Cuando El dijo que era un toque, quiso decir que era un toque y no una presión contra El. Los discípulos sólo sabían que muchos se amontonaron alrededor de El. Pero El sabía que alguien le “tocó”. El sabía lo que estaba haciendo. No había necesidad de disculparse. No conoce el pecado porque El no tiene pecado.
PASO POR EN MEDIO DE ELLOS
Déjenme mencionar otra historia acerca de Jesús. Un día fue a la sinagoga en Su pueblo. Alguien le dio la Escritura, y empezó a leer de un pasaje acerca de El mismo. Sin embargo, las personas allí le despreciaron. El comentó que un profeta siempre es despreciado en Su lugar de origen. Por esa razón, Dios no los escogió sino que prefirió ir a otros. Después que oyeron eso, ellos se indignaron. Lo llevaron hacia afuera y trataron de arrojarlo por un acantilado. Me gusta mucho lo que Jesús hizo entonces. Pasó por en medio de ellos (Lc. 4:16-30). Si alguien trata de empujarnos por un acantilado, lucharíamos por escapar. Pero El no era una persona común y corriente. El simplemente pasó por en medio de los perseguidores. ¡No pudieron hacer nada más que dejarlo pasar! El no tiene pecado.
En otra ocasión, vemos al mismo Jesús predicando a un principal de los judíos a media noche en una casa (Jn. 3:2), y escogió conversar con una mujer junto a un pozo a medio día (4:5-7). Todo lo que hizo fue muy adecuado. Nadie puede decir nada contra El. No podemos encontrar ninguna falta en El.
NUNCA HIZO LO MALO
En otra ocasión algunos opositores llegaron para tentarle. Le preguntaron si era lícito o no pagarle tributo a César. La nación judía, como sabemos, ya no existía, y el césar de Roma era su rey. Si Jesús hubiera dicho que “no” a la pregunta, se habría envuelto en un asunto político, y los opositores habrían tenido excusa para condenarle. Si decía que “sí”, todos los judíos lo hubieran considerado del lado de los romanos y le hubieran odiado. El resultado, por supuesto, habría favorecido a los opositores. Esa era una pregunta que no se podía contestar con un “sí” o un “no”.
¿Cómo contestó Jesús? El dijo: “Mostradme la moneda del tributo” (Mt. 22:19). El era sabio. Aun hizo que los que se le oponían sacaran la moneda de sus propios bolsillos. Luego les preguntó: “¿De quién es esta imagen, y la inscripción?” (v. 20). Ellos tuvieron que admitir que era la de César. Jesús dio una respuesta excelente: “Devolved, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (v. 21). Con eso deshizo todo el caso. Allí es donde yace Su majestad. El nunca cometió un error. A El no se le puede adjudicar ningún caso.
CALMA Y MAJESTAD
No puedo enumerar todos Sus hechos. Todo lo que hizo lleva tal marca de nobleza que en lo absoluto no hay falla en Su comportamiento. Mencionaré brevemente la traición como un ejemplo final. Era muy tarde en la noche, y unos hombres armados con antorchas, lanzas y espadas llegaron para arrestar a este Jesús que tenía las manos vacías. Les preguntó: “¿A quién buscáis?”. Ellos dijeron: “A Jesús nazareno” (Jn. 18:7). El contestó: “Os he dicho que Yo soy” (v. 8). A esa misma palabra, la pandilla de mercenarios cuyas mentes estaban decididas a capturarlo cayeron a la tierra. Si el mismo Jesús no se les hubiera entregado voluntariamente, nunca habrían podido capturarlo. ¡Tal calma y majestad puede haberse visto solamente en El!
En cuanto al traidor, Jesús sabía desde el primer día su intención. No obstante El le permitió que le siguiera y aún le permitió guardar el dinero. Todo el tiempo Jesús sabía que el dinero estaba siendo robado por él. ¿Quién puede demostrar tal perseverancia y rectitud? Aquí está un hombre que es absolutamente diferente de todos los demás. En cada aspecto, se ha probado que El es el Hijo de Dios.
EJECUTÓ HECHOS IMPOSIBLES
El cuarto requisito que mencionamos es que el que proclame ser Dios encarnado debe ser capaz de ejecutar lo que una persona común y corriente no puede. ¿Ejecutó Jesús de Nazaret algunos actos sobrenaturales? Nosotros no somos Sus contemporáneos; hace casi dos mil años que El andaba en la tierra. Naturalmente, no podemos ser Sus testigos. Pero una cosa es cierta: los apóstoles que siguieron a Jesús registraron, predicaron y testificaron de las cosas concernientes a El. Los cuatro evangelios fueron completados dentro de los treinta años después de Su partida. La mayoría de los judíos que vivieron entonces vieron a Jesús. Si los registros de los apóstoles fueran falsos, habrían sido repudiados hace mucho. Sin embargo, los judíos sólo negaban que Jesús es el Hijo de Dios. Ellos nunca negaron lo que hizo, porque todo lo que El hizo era cierto.
Hoy, cuando leemos los cuatro evangelios, no tenemos recelo de su autenticidad. Si había un error ligero cuando fueron escritos, habría graves problemas porque muchos de los contemporáneos realmente habían visto y oído a Jesús. No había ninguna oportunidad para fabricaciones. Por lo tanto, estos libros no pueden ser un engaño. Si los judíos no pudieron atacar estos libros, hay aun menos base para ataques ahora.
PROBADO POR LOS MILAGROS
Examinemos algunos de los hechos de Jesús de Nazaret. Mateo 11:2 y 3 dice: “Y al oír Juan, en la cárcel, de las obras de Cristo, le mandó un recado por medio de sus discípulos, y le dijo: ¿Eres Tú el que había de venir, o hemos de esperar a otro?”. Juan quería asegurarse de que Jesús era el Cristo enviado de Dios. Si no lo era, Juan esperaría a otro.
Los versículos 4 y 5 dicen: “Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis: Los ciegos reciben la vista, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio”. Jesús no contestó ni con un “sí” ni con un “no”. Sólo le pidió al mensajero que le dijera a Juan de las cosas que se oían y se veían. El quería que Juan pensara acerca de ellas y decidiera por sí mismo si Jesús era el Cristo. Jesús probó Su divinidad con los milagros que hizo. Aquí está un hombre que logró lo que era imposible para seres humanos. Uno tiene que confesar que El es Dios.
Juan 7:31 dice: “Y muchos de la multitud creyeron en El, y decían: El Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que ha hecho éste?”. Muchos testificaron que El hizo toda clase de milagros que ningún hombre podría hacer.
PROCLAMÓ SER DIVINO
Juan 10:24 dice: “Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo tienes en suspenso nuestra alma? Si Tú eres el Cristo, dínoslo claramente”. Por una parte, los judíos endurecieron sus corazones y rehusaron aceptar Su divinidad, y por otra, estaban desconcertados por los muchos milagros sobrenaturales que El hacía. Se congregaban a Su alrededor y le presionaban para que diera una respuesta. Hay una cosa en la que Jesús nunca cedió: proclamó ser divino. El hacía lo que los seres mortales no podían. Esos hechos testifican de Su divinidad. El le dijo claramente a la gente: “…las obras que Yo hago en nombre de Mi Padre, ellas dan testimonio de Mí” (v. 25). Por una parte, El hizo Su proclamación, y por otra, hacía milagros para justificar Su proclamación.
CREERLE POR SUS PROPIAS OBRAS
En Juan 14:11 El les dijo a Sus discípulos: “Creedme que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí”. Esto equivale a decir que El es el Padre invisible. “Y si no, creedme por las mismas obras”. Si El no hubiera hecho algo imposible, esta palabra no habría tenido ningún valor. Si El no hubiera hecho ningún acto extraordinario, le habrían preguntado: “¿Qué obras has hecho? No sabemos de lo que estás hablando”. Pero los discípulos sabían de los hechos que El hizo. Todos esos hechos comprueban que El es el Hijo de Dios.
EL MOSTRO LO QUE DIOS ES
Tenemos que examinar a Jesús de Nazaret para ver si satisface el quinto requisito. Si El es Dios, tiene que mostrarnos lo que es. ¿Es El bondadoso, o es severo? ¿Es gentil o es fiero? ¿Qué clase de Dios tenemos? De hecho, Jesús nos mostró lo que es Dios.
Esto es tan maravilloso. El Dios eterno e invisible es ahora visto por nosotros. No hay necesidad de evocar a un Dios intocable y más que trascendente ni imaginar cómo es; El mismo se nos ha revelado. El ha morado entre nosotros y ha andado entre nosotros. Jesús de Nazaret es el mismo Dios que mora entre el hombre y con él. El nos ha manifestado la naturaleza y los atributos de Dios. Ya no hay necesidad de buscar a Dios porque El se reveló a Sí mismo. Nuestra mentalidad es demasiado limitada. Nuestras manos son demasiado cortas, y nuestro punto de vista demasiado estrecho. Si se nos dejara solos para estudiar y buscar a Dios, sólo podríamos concluir que El es el desconocido. Ahora sabemos que Dios desea revelarse. De hecho, El ya se nos reveló.
DIOS HA HABLADO EN SU HIJO
Hemos dicho que los dos medios por los que Dios se comunica con nosotros son el lenguaje escrito y el hablado. Por esta razón, la Biblia y Jesús de Nazaret son los dos factores indispensables de nuestra fe. Cuando se quita cualquiera de ellos, Dios se vuelve el problema más grave en el mundo. Hebreos 1:1 dice: “Dios, habiendo hablado parcial y diversamente en tiempos pasados a los padres en los profetas”. Estas palabras constituyen la Biblia. “Al final de estos días nos ha hablado en el Hijo” (v. 2). Este es Jesús de Nazaret. Cualquiera que está en Cristo ahora puede conocerle. Oír las palabras de Jesús de Nazaret es oír las palabras de Dios.
Querido lector, ¿cuál es su actitud para con Jesús de Nazaret? Tomás confesó: “¡Señor mío, y Dios mío!” (Jn. 20:28). Pedro proclamó: “¡Tú eres … el Hijo del Dios viviente!” (Mt. 16:16). Marta dijo: “Yo he creído que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios” (Jn. 11:27). Aun el centurión romano exclamó a la vista de Jesús colgado en la cruz: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mt. 27:54b). Es mi esperanza que usted haga la misma confesión.