Watchman Nee Libro Book cap.4 El ministerio de oracion de la iglesia

Watchman Nee Libro Book cap.4 El ministerio de oracion de la iglesia

LA ORACIÓN DE AUTORIDAD

CAPÍTULO CUATRO

LA ORACIÓN DE AUTORIDAD

Lectura bíblica: Mt. 18:18-19; Mr. 11:23-24; Ef. 1:20-22; 2:6; 6:12-13, 18-19

En la Biblia aparece una oración muy elevada y espiritual, pero muy pocas personas hacen dicha oración, y pocas son las que le prestan atención. ¿Cuál es esta oración? Se trata de “la oración de autoridad”. Sabemos que existe la oración de alabanza, de acción de gracias, de petición y de intercesión. Pero pocos sabemos que existe una oración de autoridad. La oración de autoridad es una oración que ordena y es la oración más crucial y más espiritual que se encuentra en la Biblia. Esta clase de oración constituye una señal y una declaración de autoridad.

Hermanos y hermanas, si desean ser hombres y mujeres de oración tienen que aprender a orar con autoridad. Esta clase de oración la describe el Señor en Mateo 18:18: “Todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (Reina-Valera 1960). En este versículo vemos una oración que ata y una oración que desata. La acción del cielo depende de la acción de la tierra. El cielo escucha a la tierra y obedece al mandato de la tierra. Todo lo que la tierra ate será atado en el cielo, y todo lo que la tierra desate será desatado en el cielo. La tierra no ora; sólo ata y desata. Esto es orar con autoridad.

En Isaías 45:11 dice Dios: “Mandadme”. ¿Cómo podemos nosotros mandar a Dios? Esto parecería muy arrogante de nuestra parte, pero son las palabras del propio Dios. No podemos darle lugar a nuestra carne; sin embargo, aquí se nos muestra una oración en la que nosotros ordenamos, una oración en forma de mandato. En lo que a Dios se refiere, podemos mandarle. Todos los que se esfuerzan por aprender a orar deben aprender a orar de esta manera.

Podemos examinar la historia de Exodo 14. Cuando Moisés sacó a los israelitas de Egipto y los trajo al mar Rojo, surgió un problema. Ante ellos estaba el mar Rojo, y detrás estaba el ejército de los egipcios. Se encontraban entre dos peligros. Cuando vieron que los egipcios se acercaban, tuvieron miedo. Por una parte, imploraron al Señor, y por otra, murmuraron contra Moisés. ¿Qué hizo Moisés? Por la respuesta que Dios le dio, sabemos que Moisés estaba clamando. Dios le dijo a Moisés: “¿Por qué clamas a mí? Dí a los hijos de Israel que marchen. Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco” (vs. 15-16). La vara que Dios le dio a Moisés era un símbolo de Su autoridad. El le estaba diciendo a Moisés que orara con autoridad, que no tenía necesidad de clamar a El. Cuando se ordene o se mande en oración, Dios hará la obra. Moisés estaba aprendiendo, y al fin aprendió, a orar con autoridad, o sea, a orar ordenando.

¿Cuándo tuvo su origen para los cristianos la oración que constituye un mandato?

Esta clase de oración comenzó cuando el Señor ascendió a los cielos. La ascensión está estrechamente relacionada con nuestra vida cristiana. ¿Cómo se relacionan estas dos? La ascensión nos hace victoriosos. La muerte de Cristo puso fin a la vieja creación, la cual estaba en Adán; mientras que la resurrección nos introdujo en la nueva creación. La ascensión nos puso en una nueva posición ante Satanás, mas no nos dio una nueva posición ante Dios. Fue la resurrección del Señor la que nos confirió una nueva posición ante Dios, pero Su ascensión fue la que nos puso en una nueva posición ante Satanás. Efesios 1:20-22 dice que cuando Cristo ascendió, Dios lo hizo sentar a Su diestra y lo puso, “por encima de todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero”. Además, Dios “sometió todas las cosas bajo Sus pies”. Cuando Cristo ascendió, abrió un camino a los lugares celestiales al atravesar “los aires”. Desde entonces, Su iglesia ha podido ir de la tierra a los lugares celestiales. Sabemos que las huestes espirituales moran en “el aire”. Pero Cristo ya ascendió a los lugares celestiales. Se ha abierto un camino que va de la tierra a los lugares celestiales. Antes este camino estaba bloqueado por Satanás. Cristo ha abierto un camino a los lugares celestiales y ha trascendido por encima de todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero. Esta es la posición de Cristo hoy. En otras palabras, Dios ha puesto a Satanás y sus súbditos bajo los pies de Cristo; todas las cosas están bajo Sus pies.

Existe una diferencia entre el significado de la ascensión y el de la muerte y la resurrección. La muerte y la resurrección realizan la redención, mientras que la ascensión declara una guerra que pone en vigencia lo que lograron la muerte y la resurrección. La ascensión hace posible que se manifieste una nueva posición. Damos gracias al Señor porque Efesios 2:6 dice que Dios “nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales en Cristo Jesús”. Hermanos y hermanas, ¿hemos visto lo que Dios ha hecho por nosotros? En el capítulo uno de Efesios, Cristo ascendió para estar por encima de todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero. En el capítulo dos nosotros estamos sentados juntamente con El en los lugares celestiales. Esto quiere decir que la iglesia también está por encima de todo principado y autoridad y poder y señorío, y todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero. Agradecemos a Dios porque esto es un hecho. Así como el Señor ascendió sobre todos los enemigos espirituales, la iglesia también ha ascendido sobre todas las huestes espirituales. Del mismo modo que todos los enemigos espirituales han sido vencidos por la ascensión del Señor, asimismo la iglesia los ha vencido al estar unida a Cristo en Su ascensión. Por consiguiente, todos los enemigos espirituales están bajo los pies de la iglesia.

Necesitamos prestar atención a Efesios 1, 2 y 6. El capítulo uno nos muestra la posición de Cristo; el capítulo dos habla de la posición de la iglesia en Cristo; y el capítulo seis presenta lo que la iglesia debe hacer después de haber adquirido su posición en Cristo. El capítulo uno habla de Cristo en los lugares celestiales; el capítulo dos, de la iglesia en los lugares celestiales juntamente con Cristo; y el capítulo seis, de la guerra espiritual. Dios hizo que la iglesia se sentase juntamente con Cristo en los lugares celestiales. Pero la iglesia no se sienta ahí para siempre, pues Dios también la hace ponerse en pie y estar firme. Esta es la razón por la cual el capítulo dos menciona el hecho de estar sentados, mientras que el capítulo seis habla de estar firmes, de pie, en nuestra posición en los lugares celestiales. “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores del mundo de estas tinieblas, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes … y habiendo acabado todo, estar firmes” (Ef. 6:12-13). Nuestra guerra se libra en contra de los demonios; es una guerra espiritual.

Efesios 6:18-19 dice: “Con toda oración y petición orando en todo tiempo en el espíritu, y para ello velando con toda perseverancia y petición por todos los santos; y por mí”. Esta oración se relaciona con la guerra espiritual. Esta clase de oración difiere de la oración común. La oración común va de la tierra al cielo. Pero la oración de la cual hablamos no va de la tierra al cielo, sino que se origina desde una posición celestial y va del cielo a la tierra. La oración de autoridad tiene al cielo como punto de partida y la tierra como destino. En otras palabras, la oración de autoridad parte del cielo y se dirige a la tierra. Todos los que saben orar entienden lo que significa dirigir la oración hacia arriba y dirigirla hacia abajo. Si una persona nunca ha conocido la oración que se dirige hacia abajo, no ha aprendido a orar con autoridad. En la guerra espiritual, la clase de oración que apunta hacia abajo es muy importante. ¿En qué consiste la oración que se dirige hacia abajo? Consiste en estar firmes en la posición que Cristo nos ha dado en los lugares celestiales, para que demos órdenes a Satanás con autoridad y rechacemos todas sus obras, y para que proclamemos con autoridad que todos los mandamientos de Dios deben cumplirse. Si oramos pidiendo que se haga la voluntad de Dios y pidiendo una decisión al respecto, no debemos decir: “Dios, te pedimos que hagas esto”, sino: “Dios, tienes que hacer esto. Tienes que obrar. Pase lo que pase, tienes que realizar esta obra”. Esta es una oración que ordena, una oración hecha con autoridad.

El significado de la palabra amén no es simplemente “así sea”, sino “así será” y “ciertamente acontecerá”. Cuando usted ora y yo digo amén, estoy diciendo que las cosas acontecerán de acuerdo a la oración que usted hizo, que los eventos sucederán de esa manera y que su oración será contestada. Esta es una oración que ordena. La oración que manda procede de la fe. Podemos decir esto porque tenemos una posición celestial. Cuando Cristo ascendió a los lugares celestiales, nosotros fuimos llevados a una posición celestial. Cuando Cristo ascendió a los cielos, nosotros ascendimos con El. Esto es lo mismo que decir que cuando Cristo murió y resucitó, nosotros morimos y resucitamos. Hermanos y hermanas, necesitamos ver la posición celestial de la iglesia. Satanás comienza su obra tratando de quitarnos nuestra posición en los lugares celestiales. La posición celestial es una posición de victoria. Mientras estemos firmes en esa posición, tendremos la victoria. Si Satanás tiene éxito en sacarnos de los lugares celestiales, seremos derrotados. La victoria equivale a permanecer firmes continuamente en la posición celestial de victoria. Satanás nos dirá que estamos en la tierra. Si asentimos a su sugerencia, seremos derrotados. Satanás intentará inutilizarnos valiéndose de nuestra derrota y nos hará pensar que verdaderamente estamos en la tierra. Pero nosotros venceremos si permanecemos firmes y declaramos: “Cristo está en los lugares celestiales, y nosotros también estamos en los lugares celestiales” aferrándonos a nuestra posición. Por lo tanto, permanecer firmes en la debida posición es importantísimo.

El fundamento de una oración de autoridad es su posición en los lugares celestiales. Puesto que la iglesia está en los lugares celestiales juntamente con Cristo, puede orar con autoridad.

¿Qué es orar con autoridad? En términos sencillos, es hacer la oración de Marcos 11. A fin de entender con claridad esta verdad, debemos examinar detenidamente los versículos 23 y 24. El versículo 24 comienza con las palabras: “Por tanto”, lo cual indica que esta oración es continuación de lo que se dijo antes; es decir, el versículo 24 está unido al 23. El versículo 24 habla de la oración. Esto prueba que el versículo 23 también se refiere a la oración. Lo extraño aquí es que el versículo 23 no parece una oración común. El Señor no nos dijo que oráramos: “Dios, por favor quita este monte y échalo en el mar”. ¿Qué es lo que dice? Dice: “Cualquiera que diga a este monte: Quítate y échate en el mar”. Según nosotros, ¿cómo debe ser una oración? Pensamos que cuando oramos a Dios, debemos decir: “Dios, por favor quita este monte y échalo en el mar”. Pero el Señor dijo algo diferente. El no dijo que nos dirigiéramos a Dios, sino que le habláramos al monte. No es a Dios a quien le hablamos sino al monte directamente, diciéndole que se eche al mar. Puesto que el Señor sabía que muy posiblemente no consideraríamos ésta como una oración, expresa en el versículo siguiente que en realidad sí es una oración. Aunque esta oración no está dirigida a Dios, es en efecto una oración. Es una declaración dirigida al monte, que le dice: “Quítate y échate en el mar”. Aún así, también es una oración. Es una oración con autoridad. Una oración con autoridad no le pide a Dios que haga algo, sino que ejerce la autoridad de Dios y la aplica a la solución de los problemas y a las cosas que deben ser eliminadas. Todos los vencedores tienen que aprender a hacer esta clase de oración; tienen que aprender a hablarle al monte.

Tenemos muchas debilidades, tales como nuestro mal genio, nuestros malos pensamientos o enfermedades físicas. Si le pedimos a Dios con respecto a ellos, parece que no hay mucho resultado. Pero si ejercemos la autoridad de Dios en la situación y le hablamos al monte, los problemas se irán. ¿Cuál es el significado de la palabra “monte” en este versículo? Un monte es un problema que se nos presenta en el camino. Un monte es algo que bloquea el camino y nos impide avanzar. Si vemos un monte, ¿qué haremos? Muchas personas cuando encuentran un monte en su vida o en su trabajo, oran a Dios para pedirle que quite ese monte. Pero Dios nos dice que le hablemos al monte. Todo lo que debemos hacer es darle una orden al monte: “Quítate y échate en el mar”. Existe una gran diferencia entre pedirle a Dios que quite el monte y ordenarle al monte que se quite. Acudir a Dios y pedirle que haga algo es una cosa; ordenarle directamente al monte que se eche al mar es otra. Muchas veces pasamos por alto esta clase de oración. Muy de vez en cuando oramos aplicando la autoridad de Dios al problema o diciendo: “Te ordeno en el nombre de mi Señor que te marches”. O: “No toleraré más que esto permanezca en mí”. Una oración con autoridad es una oración en la que les decimos a los obstáculos que desaparezcan. Podemos decirle a nuestro mal genio: “Apártate de mí”. Podemos decirle a la enfermedad: “Aléjate de mí. Me levantaré por la vida de resurrección del Señor”. Estas palabras no se dirigen a Dios sino al monte. “Quítate y échate en el mar”. Esta es una oración de autoridad.

¿Como puede la iglesia hacer la oración de autoridad? Teniendo una fe completa, no dudando y entendiendo claramente que lo que hacemos concuerda plenamente con la voluntad de Dios. Cuando no entendemos con claridad la voluntad de Dios, no tenemos fe. De modo que, antes de hacer cualquier cosa, tenemos que ver claramente si lo que estamos a punto de hacer está de acuerdo con la voluntad de Dios. Si no es la voluntad de Dios, no podremos tener fe. Si no estamos seguros de que algo es la voluntad de Dios, no estaremos seguros de que se puede lograr. A fin de no tener dudas acerca de su cumplimiento, debemos estar libres de dudas de que aquello es la voluntad de Dios. Cuando hablamos al monte descuidadamente, no hay resultados, porque no conocemos la voluntad de Dios. Pero si no tenemos dudas y entendemos claramente la voluntad de Dios, podemos decirle osadamente al monte: “Quítate y échate en el mar”, y será hecho. Dios nos ha dado la comisión de que demos la orden. Ordenamos que se haga lo que Dios ya mandó, y damos la órdenes que Dios ya determinó. Esta es una oración de autoridad. Una oración de autoridad no consiste en pedirle a Dios directamente, sino en confrontar los problemas aplicando directamente la autoridad de Dios. Todos nosotros nos encontramos con montes. Por supuesto, no todos estos montes son del mismo tamaño. Puede ser que nuestro monte sea esto o aquello. Pero a cualquier cosa que nos estorbe en nuestra senda espiritual, podemos mandarle que se aparte. Esto es orar con autoridad.

La oración de autoridad tiene una estrecha relación con los vencedores. Si un cristiano desconoce esto, no puede ser vencedor. Debemos recordar que Dios y el Señor Jesús están en el trono, mientras que el enemigo esta debajo del trono. Sólo la oración puede activar el poder de Dios. Es por esto que la oración es indispensable. Si uno no ora, no puede vencer. Sólo después de aprender a orar con autoridad, uno sabrá lo que es la oración. La obra mas importante de los vencedores es traer a la tierra la autoridad del trono. Hoy existe un trono, el trono de Dios, el cual gobierna y está muy por encima de todo. A fin de participar de esta autoridad, uno tiene que orar. Por tanto, la oración es muy necesaria. Quienes pueden mover el trono, pueden mover cualquier cosa. Debemos ver que la ascensión de Cristo lo puso por encima de todas las cosas, y debemos ver que todas las cosas están bajo Sus pies. Es por esto que nosotros podemos gobernar sobre todas las cosas con la autoridad del trono. Tenemos que aprender a orar con autoridad.

¿Cómo se pone en práctica la oración de autoridad? Permítanme mencionar algunos asuntos pequeños. Supongan que un hermano ha hecho algo erróneo, y usted quiere exhortarlo. El problema radica en que usted teme que él no le hará caso. Usted se siente algo inseguro porque no sabe si lo escuchará o no. Teme que el asunto no sea sencillo. Pero si ora con autoridad, sabrá gobernar sobre la situación. Usted puede orar así: “Señor, no puedo ir al hermano. Por favor haz que él venga”. Si usted se mantiene firme en la posición que usted tiene en el trono, muy pronto él vendrá personalmente a usted y le dirá: “Hermano, hay algo que no tengo muy claro. Por favor dígame qué debo hacer”. Entonces usted podrá hablarle. Esto es orar con autoridad. Es no hacer nada por esfuerzo propio, sino hacerlo todo por medio del trono. Orar con autoridad no es pedirle a Dios que obre en contra de Su voluntad, sino saber cómo se ha de llevar a cabo algo e informarle a Dios lo que sabemos. Cuando esto sucede, Dios realiza la obra.

Una oración de autoridad no sólo gobierna a la gente sino también el clima. Müller tuvo tal experiencia. Una vez él iba en barco rumbo a Quebec, y el barco se encontró con una neblina espesa. Le dijo al capitán del barco: “Capitán, necesito llegar a Quebec el sábado por la tarde”. El capitán le dijo: “Eso es imposible”. Müller le respondió: “Si su barco no puede llevarme ahí a tiempo, Dios tiene otras maneras de llevarme”. Se arrodilló e hizo una oración muy sencilla. Luego le dijo al capitán: “Capitán, abra la puerta y verá que ya se fue la neblina”. Cuando el capitán se puso de pie, la neblina se había esfumado. El pudo llegar a Quebec según lo previsto. Esto es orar con autoridad.

Si Dios ha de tener un grupo de vencedores, la guerra tiene que librarse en la oración. No sólo tenemos que guerrear contra Satanás cuando afrontamos problemas, sino que también debemos gobernar por medio del trono cuando los problemas se levantan en nuestras circunstancias. Una persona no puede vencer sin ser un guerrero de oración. Si alguien quiere ser un vencedor, tiene que aprender a orar con autoridad.

La iglesia puede gobernar el Hades cuando ora con autoridad. Puesto que Cristo ya subió por encima de todo y es la Cabeza de la iglesia, ésta puede regir sobre los demonios y todo lo que pertenezca a Satanás. Si la iglesia no tuviera la autoridad de gobernar sobre los demonios y si el Señor no le hubiera dado esta autoridad, ella no podría ni siquiera sobrevivir en la tierra. La iglesia sobrevive en la tierra porque tiene la autoridad de gobernar sobre todo lo que sea satánico. Toda persona espiritual sabe que puede vencer los espíritus malignos con su oración. Podemos echar fuera demonios en el nombre del Señor y podemos refrenar las actividades secretas de los espíritus malignos. Satanás es muy astuto. No sólo toma posesión del cuerpo humano usando a los espíritus malignos, sino que también realiza muchas actividades secretas. A veces él obra en la mente de la persona y le inyecta pensamientos indeseables, como por ejemplo la sospecha, el temor, la incredulidad, el desánimo, las imaginaciones y las distorsiones, por medio de los cuales engaña al hombre. A veces distorsiona las palabras de una persona y las convierte en una idea diferente, para luego inyectarla en la mente de otra. De esta manera, él cumple su objetivo de causar malentendidos y provocar tormentas. En consecuencia, tenemos que subyugar todas las actividades de los espíritus malignos con la oración. En nuestras reuniones, nuestra oración o nuestra conversación, primero tenemos que orar: “Señor, ahuyenta todos los espíritus malignos y no les permitas hacer nada aquí”. De hecho, los espíritus malignos están bajo los pies de la iglesia. Si la iglesia ejerce la autoridad al orar, verá que verdaderamente los espíritus malignos se someten bajo sus pies. La oración de autoridad difiere de las peticiones comunes; es un mandato que se basa en la autoridad. Una oración de autoridad es una oración que da órdenes. Dicha oración declara: “Señor, estoy dispuesto”; “Señor, no estoy dispuesto”; “Señor, quiero esto”; “Señor, no quiero aquello”; “Señor, estoy decidido a obtener esto, y no permitiré que aquello suceda”; o “Señor, sólo quiero que se haga Tu voluntad y nada más”. Cuando ejercemos la autoridad de esta manera, percibimos que nuestra oración da en el blanco. Si más personas comienzan a orar de esta manera, muchos problemas de la iglesia se solucionarán fácilmente. Debemos ejercer dominio y manejarlo todo en la iglesia mediante la oración.

Necesitamos ver que Cristo ya ascendió. Si El no hubiera ascendido, no habría adonde acudir. Cristo es Cabeza sobre todas las cosas, y todas las cosas están sometidas a El. El es dado como Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. El es la Cabeza de todas las cosas por el bien de la iglesia. Esta es la razón por la cual todas las cosas están bajo la iglesia. Esto es algo a lo que debemos prestarle mucha atención.

La oración de autoridad tiene dos aspectos: atar y desatar. Lo que es atado en la tierra será atado en el cielo, y lo que es desatado en la tierra será desatado en el cielo. Mateo 18:18 nos dice que todo lo que la tierra hace, lo hará también el cielo. En el versículo 19 se menciona la oración. Por tanto, se ata y se desata mediante la oración. Tanto la oración que ata como la oración que desata son oraciones de autoridad. Las oraciones comunes son oraciones en las que se le pide a Dios que ate o que desate. Las oraciones de autoridad son aquellas en las que nosotros atamos y desatamos al ejercer autoridad. Dios ata porque la iglesia ya ha atado, y desata porque la iglesia ya ha desatado. Dios le dio esta autoridad a la iglesia. Cuando ella dice algo ejerciendo esta autoridad, Dios lo hace.

Examinemos primero la oración que ata. Muchas personas y muchas cosas deben ser atadas. Un hermano es muy locuaz y necesita ser atado. Usted puede acudir a Dios y orar así: “Dios, no permitas que este hermano hable tanto. Atalo, y no le permitas seguir actuando así”. Cuando usted lo ate de esta manera, Dios lo atará en el cielo y refrenará su lengua. En ocasiones puede ser que alguien lo interrumpa en su oración o en su lectura de la Palabra; tal vez su cónyuge, sus hijos o sus amigos le interrumpan constantemente. Usted podría utilizar la oración que ata con relación a tales personas. Puede decirle a Dios: “Dios, ata a esta persona y no permitas que me interrumpa”. Algunos hermanos hablan inoportunamente, pero nosotros tenemos que atar también a aquellos que citan versículos que no tienen coherencia [con lo que se está diciendo] y que piden que se canten himnos que no son los más apropiados [en ese momento]. Tales personas deben ser atadas. Usted puede decir: “Señor, fulano de tal siempre causa problemas. No permitas que lo siga haciendo”. Al atar a la persona de este modo, usted verá que también Dios la atará. A veces hay personas que perturban la reunión; tal vez hablando, llorando o saliendo y entrando. Ustedes se encuentran con tales cosas frecuentemente. Además, da la impresión de que siempre son las mismas personas las que perturban. Usted tiene que atar a tales personas y sus acciones. Usted puede decir: “Dios, notamos que tales personas siempre perturban la reunión. Atalas y no les permitas que sigan perturbando”. Descubrirá que cuando dos o tres aten en la tierra, Dios atará en el cielo. No sólo tenemos que atar las muchas interrupciones, sino también las muchas obras de los demonios. Cada vez que usted predica el evangelio o le testifica a alguien, los demonios obran en la mente humana, susurrando innumerables cosas y poniendo pensamientos opuestos. En estos casos, la iglesia tiene que atar a los espíritus malignos, impedirles hablar y prohibirles que actúen. Usted puede decir: “Señor, ata todas las obras de los espíritus malignos”. Si usted ata en la tierra, el asunto será atado en el cielo. Muchas cosas necesitan ser atadas. Muchos aspectos de nuestra vida personal, de la iglesia, de nuestra vida diaria y de nuestro trabajo deben ser atadas.

La otra clase de oración es la oración que desata. ¿Qué es lo que desatamos? Algunos hermanos se retraen y temen abrir su boca para testificar o saludar a otras personas en las reuniones. Tenemos que pedirle a Dios que desate a estos hermanos para que puedan ser libres de sus ataduras. A veces debemos darles alguna exhortación. Pero en muchas ocasiones, no hay necesidad de decirles nada; todo lo que tenemos que hacer es ir al trono y permitir que éste tome control de ellos. Muchas personas deben abandonar sus trabajos para servir al Señor. Están atadas por sus trabajos o por otros asuntos. Algunos están atados por sus familiares o por esposas inconversas. Algunos están atados por circunstancias. Existe toda clase de ataduras. Nosotros podemos orar al Señor que los desate para que tengan la libertad de testificar. Hermanos y hermanas, ¿ven ustedes cuán necesaria es la oración de autoridad? ¿Se dan cuenta de cuán necesario es ofrecer a Dios las oraciones de autoridad? A veces tenemos que desatar los asuntos monetarios mediante nuestra oración. Satanás puede atar fácilmente la cartera del hombre. Algunas veces tenemos que pedirle a Dios que desate los fondos a fin de que Su obra no sufra por falta de dinero. Tenemos que pedirle a Dios que nos libere en muchas cosas. Además, la verdad también necesita ser desatada. Frecuentemente debemos decirle al Señor: “Señor, desata Tu verdad”. Muchas verdades están atadas y no pueden ser enunciadas. Muchas verdades nunca se han oído, y si se han oído, no se han entendido. Por consiguiente, debemos pedirle a Dios que desate Su verdad, a fin de que Su verdad pueda extenderse y Sus hijos la puedan recibir. En muchos lugares la verdad no puede penetrar, y en muchos otros no hay posibilidad de que los hombres la reciban. Tenemos que pedirle a Dios que difunda Su verdad y haga libres a muchas iglesias que están atadas, a fin de que en muchos lugares donde parece imposible que se recibiera la verdad, se pueda recibir. En muchos lugares no hay forma de comunicar la verdad. Pero el Señor puede hacerlo. Cuando oramos con autoridad, el Señor envía la verdad allí. Debemos recordar que muchas cosas necesitan ser desatadas por medio de oraciones de autoridad.

Necesitamos prestar especial atención a la oración que ata y a la oración que desata. Hay muchas cosas que debemos atar y muchas que debemos desatar. No se trata de pedir, sino de atar y de desatar con autoridad. Que Dios nos conceda Su gracia para que todos nosotros podamos aprender a orar con autoridad. No sólo tenemos que aprender a orar, sino también a conocer la victoria de Cristo. Tenemos que desatar apoyándonos en la victoria de Cristo, y tenemos que atar de la misma manera. Tenemos que atar todo lo que sea contrario a la voluntad de Dios. Orar con autoridad equivale a que el cielo gobierne en la tierra y a que la tierra ejerza la autoridad celestial. Todos nosotros somos hombres celestiales, y como tales, tenemos la autoridad del cielo. En la actualidad no somos más que peregrinos en la tierra. Todo aquel que es portador del nombre del Señor es Su representante en la tierra. Somos los mensajeros de Dios. Tenemos Su vida y hemos sido trasladados del reino de la tinieblas al reino del Hijo de Su amor. Es por esto que tenemos la autoridad celestial. Dondequiera que vayamos, podemos ejercer nuestra autoridad celestial. Podemos gobernar sobre la tierra desde el cielo. Que Dios nos conceda Su gracia. Ojalá que todos nosotros seamos guerreros de oración para el Señor y que todos seamos vencedores por medio de la autoridad de Cristo a fin de que la victoria de Cristo pueda ser manifestada.

Finalmente, quisiera hacer una advertencia solemne: tenemos que someternos a la autoridad de Dios. Si no lo hacemos, no podremos orar con autoridad. No sólo tenemos que someternos a la autoridad de Dios con respecto a Su posición, sino que también tenemos que someternos a Su autoridad con respecto a nuestra vida diaria y a todos los asuntos prácticos. Si no hacemos esto, no podremos orar con autoridad. Hubo un hermano joven que estaba echando fuera un demonio de una muchacha. El demonio le dijo a la joven que se desvistiera. El hermano mandó al demonio con autoridad, diciéndole: “Te ordeno en el nombre de Jesús que no te desvistas”. El demonio inmediatamente dijo: “Está bien, si no me permites desvestirme, no lo haré”. Si aquel hermano no hubiese tenido victoria en su vida diaria, habría sido derrotado ante el demonio. En tal caso, el demonio no sólo habría pasado por alto su mandato, sino que también habría puesto de manifiesto sus pecados. Hermanos y hermanas, sabemos que toda la creación estaba originalmente bajo el dominio del hombre. Pero en el presente la creación desobedece al hombre porque el hombre no obedece la palabra de Dios. El león mató al hombre de Dios porque él no obedeció la palabra de Dios (1 R. 13:20-25). Daniel no fue devorado cuando fue lanzado al foso de los leones, porque era inocente delante de Dios y no había hecho daño delante del rey. Es por esto que Dios envió a Su ángel a cerrar la boca de los leones (Dn. 6:22). La víbora venenosa no pudo hacerle daño a Pablo, el siervo fiel de Dios (Hch. 28:3-6), pero los gusanos devoraron al orgulloso Herodes (12:23). Hermanos y hermanas, si nos sometemos a la autoridad de Dios, los demonios nos temerán y se someterán a nuestra autoridad.

La Biblia nos muestra la relación que existe entre la oración, el ayuno y la autoridad. La oración indica que buscamos a Dios, mientras que el ayuno indica que nos negamos a nosotros mismos. El primer derecho que Dios le dio al hombre fue el de comer. Lo primero que Dios le dio a Adán fue alimento. Ayunar es renunciar al derecho legítimo que uno tiene. Muchos cristianos sólo ayunan, pero no se niegan a sí mismos. En tal caso, su ayuno no puede considerarse ayuno. Los fariseos ayunaban por una parte, y por otra extorsionaban (Mt. 23:25). Si ellos hubieran ayunando en realidad, habrían devuelto lo que habían quitado a los demás. Orar es buscar a Dios, mientras que ayunar es negar el yo. Tenemos que buscar a Dios y negar el yo al mismo tiempo. Cuando seguimos a Dios y al mismo tiempo nos negamos a nosotros mismos, inmediatamente surge la fe. Cuando tenemos fe, tenemos autoridad para ordenarles a los demonios que se marchen. Hermanos y hermanas, si vamos en pos de Dios y no nos negamos a nosotros mismos, no tenemos ni fe ni autoridad. Pero si vamos en pos de Dios y negamos nuestro yo, inmediatamente tendremos fe y autoridad, y podremos ofrecer oraciones de fe y de autoridad. Hermanos y hermanas, las oraciones más importantes y más espirituales son la oraciones de autoridad.