Watchman Nee Libro Book cap. 37 Mensaje para Edificar a los creyentes nuevos

Watchman Nee Libro Book cap. 37 Mensaje para edificar a los creyentes nuevos ​

EL VESTIDO Y LA ALIMENTACIÓN

CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

EL VESTIDO Y LA ALIMENTACIÓN

Ahora hablaremos en lo que se refiere al vestido y a la alimentación de los cristianos. En primer lugar, hablaremos del vestido.

I. EL VESTIDO

A. Su significado

En este tema, primeramente examinemos lo que significa el vestido. A fin de entender la necesidad que tenemos de vestirnos, tenemos que remontarnos al principio.

1. El vestido no era necesario antes de la caída del hombre

Antes que el hombre cayera en pecado, su vestimenta tal vez haya sido una cierta clase de luz que resplandecía alrededor de él; pues antes de su caída el hombre era inocente y no sentía vergüenza. Aunque no se cubría con ninguna vestimenta, él no se sentía avergonzado por ello.

2. El vestido es necesario para que el hombre, después de la caída, cubra la vergüenza de su desnudez

Cuando el pecado surgió, el primer efecto que tuvo en el hombre fue que estuviese consciente de su propia desnudez y que de inmediato se sintiera avergonzado. Adán y Eva hicieron delantales con hojas de higuera y se cubrieron con ellas. Esto nos muestra que el significado básico de nuestra vestimenta es cubrirnos. La vestimenta es necesaria debido a que necesitamos cubrirnos. Lamentablemente, tales delantales no duraron mucho, pues las hojas de higuera rápidamente se secaron, se partieron y se desintegraron. Entonces, Dios vistió al hombre con las pieles de animales. Dios les preparó algo más sólido y duradero. El propósito de tales vestimentas era el de cubrir el cuerpo del hombre.

Por lo tanto, las ropas son para cubrir nuestro cuerpo, no para ser exhibidas. Así pues, cualquier prenda de vestir que no cumpla el simple propósito de cubrir nuestro cuerpo resulta errónea. La vestimenta es para cubrir nuestros cuerpos.

3. Es necesario que la sangre sea aplicada sobre las partes de nuestro cuerpo que no estén cubiertas

Los israelitas que moraban en Judea usaban sandalias. Ellos no vestían calcetines, y sus pies estaban a la intemperie. El resto de su cuerpo estaba cubierto por sus vestidos. Así pues, aparte de sus manos, sus pies y su cabeza, tenían todo su cuerpo cubierto. Cuando los sacerdotes se acercaban a Dios con la sangre, ésta era aplicada a sus pulgares, a los dedos gordos de sus pies y a sus orejas. Esto nos muestra que aquellas partes expuestas a la intemperie tenían que ser cubiertas por la sangre. La sangre no era aplicada a las otras partes del cuerpo. Las manos, los pies y la cabeza eran las únicas áreas en las que se requería de la sangre. Las otras áreas estaban cubiertas con vestimenta. Esto nos muestra que el propósito de vestirnos es para estar cubiertos. Debemos darnos cuenta, delante de Dios, que lo apropiado para el hombre es que éste se cubra.

La degradación actual en la humanidad se remonta a la degeneración que sufrió el hombre cuando estuvo en una condición incivilizada. En esta condición, los hombres escasamente se cubrían. Es impropio para una persona cubrirse escasamente. El propósito de toda vestimenta debe ser cubrir nuestra desnudez, y cualquier vestimenta que no cumpla este propósito viola la definición divina de lo que es el vestido. La sangre tipifica esto. El significado espiritual de la sangre indica que es necesario cubrirse. El hombre ha pecado y necesita cubrirse ante Dios. Hoy en día, procurar reducir las mangas o la basta, o vestirse con una vestimenta que en lugar de cubrir el cuerpo, lo descubra, es algo del mundo. A Dios no le agradan tales vestimentas.

A la luz de esto, cuanto más nos cubra una prenda, mejor. Yo soy un pecador y necesito estar cubierto completamente delante del Señor. No es bueno que ninguna parte de mi cuerpo se halle descubierta ante Él. Como cristianos, somos salvos y hemos puesto nuestra confianza en el Señor. Sin embargo, no tenemos ninguna base para estar delante del Señor a menos que Él mismo nos cubra completamente. Anhelamos ser cubiertos y rogamos en oración que todo nuestro ser sea cubierto por Él, de tal manera que seamos redimidos y salvados por completo. Según lo tipificado en las Escrituras, aquello que nuestra vestimenta no cubre, deberá ser cubierto por la sangre. Nuestras manos y nuestros pies, así como nuestra cabeza, tienen que estar bajo la sangre.

4. La segunda caída del hombre se debió a su desnudez

Cuando Adán y Eva pecaron, su desnudez hizo que su pecado quedase al descubierto. Noé, 1,656 años después, salió del arca, sembró un viñedo y se embriagó. Como resultado de ello, Noé se despojó de sus vestidos, y su desnudez se exhibió. El primer hombre comió del árbol del conocimiento del bien y del mal, y se encontró desnudo. El siguiente hombre se encontró desnudo después de haber ingerido el fruto de la vid. Así pues, la segunda caída del hombre sobrevino cuando él no se cubrió con sus vestimentas tal como debía. Adán cayó de un estado en el que no le era necesario vestirse, a un estado en el que necesitaba vestirse. Noé cayó al tener vestiduras y no ponérselas. En la Biblia, la desnudez es una vergüenza. La desnudez está prohibida en las Escrituras. Este es el resultado de la segunda caída del hombre.

5. El altar no tenía gradas

Según Éxodo, al instituir la ley en el monte Sinaí, Dios ordenó a los israelitas edificar un altar sin gradas. Esto se debía a que Dios no quería que ninguna parte de sus cuerpos pudiera ser vista cuando los israelitas subieran al altar a ofrecer sacrificios. La noción misma de exhibir el cuerpo es algo que Dios aborrece. Dios se opone a que el hombre exhiba su cuerpo. Aparte de las manos, los pies y la cabeza, todas las otras partes de nuestro cuerpo deben estar cubiertas; y las manos, los pies y la cabeza tienen que ser cubiertas por la sangre. La tendencia moderna de exhibir nuestros cuerpos viola los principios originales establecidos por Dios. El propósito original de Dios es que los hombres se cubran con vestiduras. Incluso cuando uno se acerca al altar a ofrecer sacrificios, no debe dejar su cuerpo al descubierto. No es correcto que los hombres estén descubiertos.

6. El sacerdote se vestía

con una larga túnica y calzoncillos

Las prendas que vestía el sacerdote eran muy finas, estaban cosidas con un punto muy fino que impedía cualquier abertura en la costura, pues Dios les tenía prohibido descubrirse. Los sacerdotes no podían descubrirse de manera alguna delante de Dios. Ellos usaban un efod muy largo y, además, vestían calzoncillos para evitar cualquier posibilidad de que su cuerpo fuese expuesto (Éx. 28:42). La Biblia es consistente en su énfasis: el vestido es para cubrir, no para exhibir. Esta es una de las principales características que debe tener todo vestido.

7. El vestido simboliza la redención y al Señor Jesús

Dios hace del vestido un símbolo de nuestra redención. Este es también un símbolo del propio Señor Jesús. Nosotros nos hemos vestido con la salvación que Dios efectuó y nos hemos vestido de Cristo Jesús. Somos aquellos que se han revestido del nuevo hombre. A Dios no le agrada ver en nosotros ninguna clase de abertura o brechas. Estamos completamente revestidos de la salvación, de Cristo y del nuevo hombre. Todo nuestro ser está cubierto por Dios. Somos salvos y estamos vestidos con la salvación.

Cada vez que nos vestimos, nuestros ojos internos deben ser abiertos para ver a Cristo y la salvación. Antes de vestirnos, estábamos desnudos. Delante de Dios, estábamos completamente descubiertos y no podíamos escondernos de la luz de Dios ni de Su juicio. ¡Gracias a Dios que hoy estamos cubiertos! Ante Dios, estamos revestidos de Su salvación y Su justicia. Nos hemos vestido con la vestimenta provista por Dios. Estamos revestidos de Cristo y del nuevo hombre. El hecho de que nuestro vestido nos cubra por completo, representa el hecho de que la cobertura recibida del Señor nos cubre por completo. Debemos darle la debida importancia a lo que esto significa. ¡Qué maravilloso que Dios sea tan misericordioso como para cubrirnos! Así pues, estamos completamente cubiertos ante Dios.

El principio subyacente al acto de vestirse es el de proveer cobertura. Los cristianos no debieran vestirse con prendas que no los cubren. Cualquier prenda que exhiba alguna parte de nuestro cuerpo deberá ser desechada. Vestirse tiene como propósito cubrir, no exhibir. Nadie debe confeccionarse ni vestirse con prendas que corresponden al principio de exhibirse, en vez del principio de cubrirse. El principio subyacente a todo exhibicionismo es incompatible con los principios cristianos.

B. Las prendas contaminadas por la lepra

En segundo lugar, Levítico nos dice que una persona puede contraer lepra, y que una vivienda, al igual que una prenda, también puede ser contaminada por la lepra. Muchos de los vestidos que hoy se utilizan, en especial los vestidos para damas, tienen la plaga de la lepra. Este asunto de nuestra vestimenta tiene que ser abordado con toda seriedad.

1. Dos maneras diferentes de enfrentar este problema

Levítico 13 nos indica que hay dos maneras diferentes de enfrentarnos al problema de las prendas de vestir que han sido contaminadas por la lepra. Algunas prendas eran enviadas al sacerdote. El sacerdote examinaba estas prendas para examinar la lepra que estaba en ellas. Si la lepra se desarrollaba y se extendía, la vestimenta era incinerada y eliminada por completo. Esta prenda ya no se podía usar. En otros casos, la lepra no se había extendido, sino que apenas había ennegrecido. En estos casos, el sacerdote recortaba el pedazo de tela más afectado y luego lavaba la prenda. Si a pesar de ello la lepra permanecía, esta prenda de vestir tenía que ser incinerada. Pero si después que el sacerdote lavó la prenda y recortó la parte más afectada, la lepra era detenida, entonces uno podía conservar dicha vestimenta.

2. Debemos traer nuestras prendas de vestir al Señor y examinarlas una por una

Un nuevo creyente tiene que darle la debida importancia a este asunto del vestido. Si tiene alguna duda con respecto a cualquiera de sus prendas de vestir, debe traer la prenda delante del sacerdote para que éste la examine. Hoy en día, el Señor es el Sumo Sacerdote. Uno tiene que preguntarle a Él si uno puede usar o no tal vestimenta. No debemos pensar que se trata de algo insignificante. Este es un asunto muy importante para todo nuevo creyente. Si usted no sabe qué prendas están contaminadas por la lepra, usted debe traérselas al Sacerdote y dejar que sea el Señor quien le diga si esas prendas están contaminadas o no.

Recuerden que uno debe separarse de quien haya contraído lepra. Una vivienda infectada con lepra tenía que ser demolida, y los vestidos contaminados con la lepra tenían que ser incinerados. Por supuesto, hoy en día no necesitamos incinerar nuestros vestidos, pero, por lo menos, debemos dejar de vestirnos con tales prendas. Hay muchas prendas de vestir que están contaminadas con lepra. Muchas de esas prendas pueden volverse a usar después de alargar las mangas, después de teñir el vestido de otro color o alterarle el estilo. Podemos conservar algunas prendas de vestir después que éstas han sido examinadas por el sacerdote y alteradas un poco. Pero otras prendas, por conservar su índole leprosa, aún después de haber sido examinadas y alteradas, tendrán que ser desechadas por completo. En cuanto uno cree en el Señor, tiene que presentarle al Señor sus prendas de vestir, una por una, y permitir que Él examine cada una de ellas en detalle. Uno debe dejar que el Señor le diga si esa prenda es apropiada o no. Todo nuestro vestuario debe ser examinado pieza por pieza.

Tengo la esperanza que los nuevos creyentes se comportarán como corresponde a cristianos al presentarse delante de los demás. Sería muy desagradable ver que algunos duden de la autenticidad de un cristiano debido a la clase de ropa que él o ella vista. Otros nos dirán si somos cristianos o no, basándose en la clase de ropa que vestimos. Una persona que está limpia, jamás se vestiría con prendas contaminadas por la plaga. Nuestra lepra ha sido limpiada, y nuestros pecados perdonados. De ahora en adelante, no debemos vestirnos más con vestimentas infectadas por la lepra.

Los nuevos creyentes tienen que presentar todas las piezas de su vestuario al Señor y orar con respecto de cada una de las prendas. No deben esperar a que otro hermano venga y les diga lo que es bueno y lo que es malo. Usted mismo tiene que traer todas sus prendas delante del Señor y dejar que sea Él quien juzgue. Usted tiene que preguntarle al Señor: “Ahora que soy un creyente, ¿está bien que use esta ropa; es apropiada esta vestimenta?”. Algunas prendas de vestir tendrán que ser desechadas, mientras que otras tendrán que ser modificadas. Deje que el Señor le enseñe qué debe hacer. Algunas prendas simplemente no se pueden modificar. Usted mismo tiene que decidir si alguna prenda está relacionada al pecado o no. Existe una relación muy estrecha entre usted y su manera de vestir. Así pues, tenemos que abordar esta cuestión con mucha seriedad.

3. Debe existir una diferencia clara

entre varones y mujeres

La Biblia prohíbe a los varones vestirse con ropa de mujeres y viceversa (Dt. 22:5). La tendencia hoy en día es la de anular las diferencias que existen entre las ropas de varón y las ropas de mujer. Cada vez más, esta diferencia está desapareciendo. Si esta tendencia continúa, pronto no habrá diferencia entre varón y mujer. Todos los hermanos y hermanas deben tomar esto en cuenta. Los hombres no deben vestirse con ropas de mujer, y las mujeres no deben vestirse con ropas de varón. Ustedes tienen que mantener esta diferencia establecida por Dios. Los hombres tienen que vestirse con ropa de varón, y las mujeres con ropa de mujer. Todo aquello que hace que desaparezcan las diferencias en género, no glorifica a Dios. El pueblo de Dios y los hijos de Dios tienen que aprender a conservar las diferencias apropiadas en sus vestimentas.

4. El vestido de las hermanas

Hablemos primero acerca del vestido de las hermanas. En términos generales, el asunto del vestido es más sencillo en el caso de los hermanos. El caso de las hermanas presenta mayores complicaciones que el de ellos. Examinaremos detalladamente dos pasajes bíblicos.

a. Los vestidos costosos y la mansedumbre

En 1 Pedro 3:3-5 se nos dice: “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos, sino el del hombre interior escondido en el corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu manso y sosegado, que es de gran valor delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus propios maridos”.

Este es el único pasaje bíblico en el que aparece la expresión santas mujeres. La frase varones santos es hallada en diversos pasajes de la Palabra, pero este es el único pasaje en el que se habla de santas mujeres. Porque así se ataviaban aquellas santas mujeres, estando sujetas a sus propios maridos, ellas estaban ataviadas con un espíritu manso y sosegado.

Las palabras de Pedro indican que muchas hermanas tenían la costumbre de ataviarse con peinados ostentosos, adornos de oro y vestidos. El apóstol no estaba contento con la manera en que ellas se vestían. Los peinados ostentosos, los adornos de oro y los vestidos llamativos no son apropiados. No estamos diciendo que las hermanas deban vestirse desaliñadamente. Si son desaliñadas, esto denota una deficiencia en su carácter. Si una hermana se viste desaliñadamente y, lejos de arreglarse, es descuidada y sucia, esto significa que ella es una persona frívola e irresponsable. Esto no es lo que Pedro quiso decir.

Lo que Pedro dijo es que era erróneo que las mujeres se arreglaran el cabello de la manera descrita por él. La frase que se tradujo “peinados ostentosos”, en el texto original significa arreglar el pelo en muchos estilos. A lo largo de la historia, se han ideado muchos estilos de peinado. La frase adornos de oro se refiere a adornarse con joyas. Los cristianos no pueden hacer esto. La palabra vestidos en este versículo se refiere, probablemente, a vestidos coloridos y de moda. Pedro recalca el hecho de que las hermanas no debieran ataviarse con peinados ostentosos ni con adornos de oro ni con vestidos costosos. En lugar de ello, ellas deben ataviarse con un espíritu manso y sosegado.

A veces, una mujer se viste ostentosamente, sin embargo tiene un genio como el de un león rugiente. Uno no puede dejar de notar que lo que ella es, no es compatible con lo que viste, y que sería mucho mejor dejar de vestirse con prendas ostentosas. Simplemente resulta contradictorio que una dama elegantemente vestida, vocifere furiosamente. Pero si una mujer es mansa y sumisa, entonces ella ya se ha vestido con el mejor de los atavíos. Una mujer que sirve a Dios no debe darle mucha importancia a su manera de vestir. Por ser cristianos, no debemos poner mucho énfasis en el vestido.

b. Ataviadas con ropa decorosa, con pudor y cordura

Examinemos 1 Timoteo 2:9-11: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y cordura; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan reverencia a Dios. La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción”.

Una de las exigencias básicas de Dios para toda mujer es el pudor. Es bueno sentir pudor y manifestar recato. Esto es una protección natural para las hermanas. Las hermanas que son pudorosas y recatadas se hallan naturalmente protegidas. No se vistan con prendas que van en contra de su sentido de vergüenza. Además, tienen que actuar con cordura. No se vistan con prendas indecorosas. Tal desvergüenza es contraria a la cordura. Vístanse siempre con “ropa decorosa”. Toda hermana sabe lo que es considerado apropiado en su respectiva comunidad. Siempre debemos vestirnos con prendas que aquellos que nos rodean consideren apropiadas. Un cristiano no debe vestirse con ninguna prenda que le dé la oportunidad a una persona pagana a decir: “¿Los cristianos también se visten con tales cosas?”. Nuestro estándar jamás debe ser inferior al de la gente pagana. Tenemos que aprender a comportarnos con pudor y cordura, y debemos reconocer lo que es la “ropa decorosa”.

El versículo 9 continúa: “No con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos”. Esto se refiere en particular al rizado del cabello. Al hablar de peinados ostentosos, Pedro estaba refiriéndose a los muchos estilos que las mujeres utilizan para sus peinados. Rizar el cabello es hacerse muchos rizos, como racimos de uvas. Hace más de dos mil años, las mujeres ya estaban preocupadas por estar de moda. Hoy en día, muchos piensan que para estar de moda es necesario rizarse el cabello y recogerlo en manojos. En realidad, eso es bastante antiguo; ya lo hacían hace dos mil años. Aquí también se habla de vestidos costosos. Algunos vestidos poseen el mismo valor que los demás vestidos pero, sin embargo, tienen precios más elevados. No debiéramos vestirnos con los vestidos más costosos ni gastar mucho dinero en ellos.

Las hermanas tienen que preocuparse de que sus vestidos sean los más apropiados. No es nuestra intención, ni era la de Pablo o Pedro, pedirle a una hermana que sea desaliñada, descuidada o despreocupada con respecto a su manera de vestir. Pero tampoco debiéramos procurar adquirir vestidos sofisticados ni prendas costosas. Las hermanas deben vestirse con prendas apropiadas y deben aprender a administrar apropiadamente su vestuario. Ellas deben poner su vestuario en orden, valiéndose para ello de prendas que tengan un precio razonable. Ninguna hermana debe ser descuidada en cuanto a su modo de vestir.

Algunas hermanas le dedican mucho tiempo a sus ropas. Les atraen demasiado las prendas sofisticadas y los vestidos costosos. Otras hermanas, en cambio, no sólo no se esmeran por ser prolijas y pulcras con respecto a su vestido, sino que son muy desaliñadas con respecto a su vestimenta. Esto demuestra que ellas son descuidadas. El vestido de una hermana es el fiel reflejo de su carácter. Una persona que no se preocupa por su aseo y cuidado personal, es una persona negligente, desaliñada y descuidada. Nuestra vestimenta tiene que ser apropiada, arreglada y limpia. Tiene que ser sencilla pero pulcra.

5. El sello del Espíritu Santo debe estar sobre nuestra manera de vestir

Levítico 8:30 dice que, en conformidad con el mandamiento de Dios, “tomó Moisés del aceite de la unción … y roció sobre Aarón, y sobre sus vestiduras, sobre sus hijos, y sobre las vestiduras de sus hijos con él; y santificó a Aarón y sus vestiduras y a sus hijos y las vestiduras de sus hijos con él”. Por tanto, nuestros vestidos tienen que ser sellados con la marca de santidad. Sobre nuestros vestidos debe estar el sello del Espíritu Santo, el sello del aceite de la unción. Cuando uno es ungido, su vestimenta también es ungida, y ambas son santificadas juntas.

En Números 15:38 se nos dice que Dios ordenó a los israelitas que pusieran franjas, o borlas, en los bordes de sus vestidos y que pusieran en cada franja de los bordes un cordón azul. Azul es el color de los cielos. Tales cordones servían para recordarle a los hombres las cosas celestiales. El vestido de un creyente tiene que poseer cierto sabor celestial. No debe expresar el mundo. No debe seguir los patrones del mundo en cuanto a su libertad y sofisticación. Más bien, debe expresar lo celestial por medio de su vestimenta. Nuestra manera de vestir, así como nuestra propia persona, deben ser completamente santificadas.

6. Algunos principios que deben regir nuestra manera de vestir

a. Nuestra libertad personal

Me gustaría hacer una afirmación bastante general con respecto a mi opinión personal sobre nuestra manera de vestir. Yo no estoy afirmando que todos los hijos de Dios deben vestirse de la misma manera. Ni pretendo pedirle a las hermanas que ignoren por completo el asunto de la belleza externa. Tampoco estoy diciendo que todos los hermanos y hermanas deben vestirse sólo con prendas confeccionadas con las telas más baratas y los peores materiales. La Biblia no ordena tal cosa. Juan se presentó vestido con piel de camello, pero el Señor Jesús se presentó vistiendo una túnica interior que no tenía costuras, una prenda de vestir que era de la más alta calidad en aquellos tiempos. Así pues, existe un principio básico que rige la manera en que los cristianos deben vestirse, y este es, que Dios ha dado a todos la libertad de vestirse como gusten. Nosotros tenemos la completa libertad para elegir los materiales que nos gustan y escoger el estilo que preferimos.

b. No debemos llamar la atención

Sin embargo, debemos tomar en cuenta una cosa: nuestros vestidos no deben llamar más atención que nuestra persona. Ningún cristiano debiera hacer esto. Si nuestra manera de vestir siempre llama la atención de los demás, esto denota que hay algo mal en nuestro modo de vestir. Lo que vestimos debe expresar lo que somos. Si ponemos un ramo de flores en un florero, y todos prestan atención al florero, entonces hay algo que está mal con el florero. El vestido debe expresar a la persona. Nuestra vestimenta no debe usurpar aquello que somos. Lo peor que podemos hacer es utilizar una vestimenta que haga que la gente le preste más atención a nuestra apariencia que a nuestra persona. Este es un gran error.

c. Nuestra vestimenta debe concordar con la posición que tenemos

Otro aspecto que debemos considerar es que la vestimenta de una persona debe concordar con la posición que ella tiene. No debemos vestirnos ni muy pobremente ni con mucha elegancia. Por favor recuerden que vestirse pobremente llama tanto la atención como vestirse con mucha elegancia. No debiéramos darle tanta importancia a nuestra vestimenta ni tampoco debiéramos hacer que concite la atención de los demás. Es incorrecto dar a los demás la impresión de que estamos vestidos con elegancia excesiva. Sin embargo, también es incorrecto vestirnos tan pobremente que los demás se sientan incómodos a nuestro lado. Nuestra vestimenta tiene que corresponder con nuestra posición. Los demás no deben tener la impresión de que somos muy elegantes ni demasiado pobres en nuestra manera de vestir. Tenemos que glorificar a Dios con nuestra vestimenta.

d. Nuestra vestimenta no debe hacernos conscientes de nosotros mismos

Además, nuestra vestimenta no debe hacer que estemos demasiado conscientes de nuestra propia persona. Algunas personas están siempre conscientes de lo que visten. Esto es indicio de que hay algo erróneo con respecto a su manera de vestir. Tales personas se han convertido en un colgador para sus ropas y sus prendas han adquirido mayor importancia que su propia persona. Ellas no visten sus ropas, sino que sus ropas las visten a ellas. Tales personas están siempre pensando en cómo están vestidas. Ellas le dan excesiva importancia a su apariencia. Esto quiere decir que su vestimenta es demasiado atildada o demasiado pobre. Si una persona está vestida pobremente, ella estará excesivamente consciente de su ropa cuando esté en compañía de otras personas. Y si está vestida con demasiada elegancia, también estará consciente de lo que viste. Ambas actitudes son erróneas.

Es mejor vestir prendas que no llamen nuestra atención ni la atención de los demás. Debemos vestirnos con prendas comunes y corrientes. Al mismo tiempo, nuestras prendas deben concordar con nuestro status y deben ser dignas de Cristo. Todo cuanto sobrepasa estos linderos es inapropiado. Es algo grandioso que en nuestros días podamos presentar un testimonio cristiano por medio de nuestra vestimenta. Esto quiere decir que los demás podrán identificarnos como cristianos al considerar nuestra apariencia.

II. LA ALIMENTACIÓN

Abordemos ahora el tema de la alimentación.

En Génesis 2, Dios le proveyó al hombre de alimentos para sustentarlo. Esto ocurrió antes de que el hombre pecara. El asunto de la alimentación ya es abordado en Génesis 2; el de las vestiduras comienza en Génesis 3, pero la alimentación ya jugaba un papel importante antes de que el hombre cayera. Dios había dispuesto que el hombre ingiriera toda clase de frutas. Antes de que el hombre pecara, las frutas constituían el alimento dispuesto por Dios para el hombre.

A. Después de la caída se necesitaba la carne

Según Génesis 3, después que el hombre cayó, Dios dispuso que el hombre se alimentara de hierbas y que obtuviera el pan con el sudor de su rostro. Este era el alimento dado por Dios al hombre en Génesis 3. Al llegar a Génesis 4, Dios puso Su sello de aprobación sobre Abel pero no sobre Caín, aun cuando no se había establecido ninguna norma al respecto. Caín era un agricultor, mientras que Abel criaba ovejas. Abel pastoreaba ovejas y recibió el sello de aprobación de Dios. Abel ofreció sacrificios a Dios y fue aceptado por Dios. Caín labraba la tierra. Él trajo delante de Dios el producto de la tierra, pero Dios no aceptó su ofrenda. Génesis 4 no dice nada con respecto a la voluntad de Dios, pero cuando leemos Génesis 9, vemos que Dios le dio al hombre los animales para su alimento (v. 3), de la misma manera que le dio frutas para su alimento en el comienzo.

1. Sacrificar vida para preservar vida

¿Por qué Dios le dio al hombre los animales para su alimento? En primer lugar, esto indica que el hombre necesita comer. Pero esto no es todo. La necesidad que el hombre tiene de alimentarse después de la caída es diferente a la que tenía antes de la caída. Tenemos que comprender el significado que tiene la comida. Lo que comemos sustenta nuestra vida. Si el hombre no come, se muere. Nadie puede vivir ni sobrevivir sin comer. Además de comer hierbas, verduras y frutas, Dios dispuso que el hombre ingiriera carne para poder vivir y sobrevivir. En otras palabras, Dios nos muestra que después que el pecado entró en el mundo, la vida tiene que ser sacrificada para preservar vida. Se necesita que un animal pierda su vida para que mantengamos nuestra vida. Después que el pecado entró en este mundo, el derramamiento de sangre era necesario para sustentar la vida. Ésta es la razón por la cual los alimentos del hombre, después de su caída, tienen que ser distintos a los que ingería antes de la caída. Los cristianos no deben ser vegetarianos, sino que tienen la libertad de comer carne.

Esto no significa que la carne sea necesariamente buena para nuestro cuerpo. Si es de beneficio para nuestro cuerpo o no, es algo diferente. Nosotros no somos investigadores médicos, que afirman que la proteína procedente de los animales es mejor que la de los vegetales. El principio básico por el cual nos podemos regir es que desde que el pecado entró en el mundo, el hombre no puede tener vida sin que otra vida sea sacrificada. Después de pecar, el hombre ya no podía recibir vida sin que ocurriera muerte. La vida sólo puede venir por medio de la muerte. Sin la muerte el hombre no puede vivir. A fin de poder vivir, el hombre requiere del derramamiento de sangre. Si tenemos muerte, tenemos vida. Éste es el principio básico con respecto a los alimentos después de la caída del hombre.

Desde los tiempos de Abel y, en particular, después del diluvio, Dios puso este camino a disposición de los hombres. Al ser vegetarianos estamos declarando subconscientemente que podemos vivir sin muerte, que podemos vivir sin que ocurra derramamiento de sangre. ¿Tenemos claro este principio? Esta es la razón por la cual Dios le dio al hombre todo animal para que comiese, después del diluvio. Ya no es posible que el hombre viva sin que ocurra pérdida de vida. ¡Damos gracias a Dios pues Cristo dio Su vida por nosotros! Ahora, podemos recibir vida.

Romanos 14 indica que algunas personas todavía creían que podían ser vegetarianas, al igual que Adán antes de la caída, comían sólo verduras. Pablo nos dijo que no debíamos criticar a tales personas, que no debíamos impedírselo ni condenarlos por ello. Aquellos que comen carne no deben criticar a quienes no la comen, y aquellos que no comen carne no deben criticar a quienes sí la comen. Sin embargo, Pablo indicó algo: aquellos que únicamente comen verduras, son débiles (v. 2). Si bien no debemos criticarlos por ser vegetarianos, esto no quiere decir que esté bien que sean vegetarianos. Esto únicamente significa que no queremos avergonzar a los demás con respecto a la comida.

Sin embargo, tenemos que darnos cuenta que la redención cristiana involucra la vida que surge de la muerte. Antes de que haya vida, primero tiene que haber muerte. Los vegetales no son suficientes, pues la muerte tiene que preceder a la vida. La vida es sustentada por medio de la muerte. Este es un principio cristiano fundamental. Algunos pueden tener una conciencia débil y quizás sólo coman vegetales. Nosotros no debemos poner su debilidad al descubierto. Sin embargo, la postura que debe adoptar un cristiano es que la carne es necesaria porque ella mantiene la vida.

2. La abstinencia de alimentos es enseñanza de demonios

Según 1 Timoteo 4 surgirían enseñanzas de demonios que prohibirían casarse y mandarían abstenerse de alimentos (vs. 1, 3). D. M. Panton nos ha dado cierta luz sobre esto. Él dijo que uno puede desarrollar el poder del alma únicamente por medio de abstenerse del matrimonio y de alimentos. Tenemos que comprender que nosotros no somos de aquellos que se abstienen de comer carne. En los últimos días se practicarán cosas tales como abstenerse de alimentos. Esta es enseñanza de demonios, esta no es la enseñanza del Señor. Algunos se abstienen de comer carne porque no conocen el principio cristiano de obtener vida por medio de la muerte. Comer únicamente vegetales significa que la vida de uno se mantiene sólo por la vida vegetal y que no necesita de un Salvador; no necesita la muerte ni necesita la salvación. Debemos estar muy claros acerca de este principio.

B. Abstenernos de sangre

Segundo, una cosa de la que sí deben abstenerse, todos los cristianos es: sangre.

1. Se prohíbe ingerir sangre en las tres dispensaciones

La abstinencia de sangre es una enseñanza invariable a lo largo de la Biblia. Cuando Dios le habló a Noé, en Génesis 9, Él le prohibió a los hombres que tomaran de la sangre de los animales (v. 4). Tomar sangre era algo que Dios prohibió.

En Levítico 17:10-16, de manera clara y reiterada, se nos dice que el hombre no debía comer la sangre de ningún animal. Dios le prohibió a Su pueblo comer sangre de animales. Dios cortaría a cualquiera que comiese sangre, pues Él no reconocería a semejante persona como perteneciente a Su pueblo.

En el Nuevo Testamento, en Hechos 15, podemos leer el relato del primer concilio celebrado en Jerusalén, en el cual la iglesia se reunió para solucionar una cuestión muy importante: la ley. Jacobo, Pedro, Pablo, Bernabé y otros apóstoles del Señor resolvieron que los hijos de Dios no debían estar sujetos a la ley; pero al mismo tiempo indicaron que ellos debían abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la fornicación y de sangre.

La sangre tiene gran significado, no sólo en los tiempos de Noé o en los tiempos en que se escribió Levítico, sino también en los tiempos del libro de Hechos. En la dispensación de los patriarcas, Dios prohibió a Noé ingerir sangre de animales. En la dispensación de la ley, Dios habló por boca de Moisés y prohibió lo mismo. Y en la dispensación de la gracia, Dios prohibió lo mismo por medio de los apóstoles. Esto es algo que fue prohibido por Dios en cada una de las tres dispensaciones. La sangre no se debe tomar en la dispensación de los patriarcas, en la dispensación de la ley ni en la dispensación de la gracia.

2. Bebemos únicamente la sangre del Señor Jesús

Tiene que haber un motivo para tal observancia. Los hombres del pasado no entendieron esto, pero un día el Hijo de Dios vino al mundo y nos dijo que Él era el pan venido del cielo y que Él venía para ser el alimento del hombre. Muchos no sabían que quería decir con esto. Él dijo que Su carne era verdadera comida y Su sangre verdadera bebida. En el capítulo 6 de Juan, el Señor reiteró una y otra vez que Su sangre era verdadera bebida y que los hombres tienen que beber Su sangre antes de recibir Su vida. Él también dijo que a menos que un hombre bebiera de Su sangre, éste no tendría vida en sí mismo. Aquellos que beban de Su sangre serán resucitados el último día, y Dios les dará vida. El Señor repitió esto varias veces.

¡Esto es maravilloso! Las tres dispensaciones básicas mencionadas en la Biblia prohíben tomar sangre. Sin embargo, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, dijo: “Mi sangre es verdadera bebida” (v. 55). Él encargó a los hombres beber de Su sangre. ¿Se dan cuenta de esto? Dios les prohibió a los hombres que bebieran la sangre de animales; sin embargo, aquellos que beben la sangre de Jesús son salvos. ¿Qué significa esto? Esto quiere decir que después que uno ha bebido de la sangre del Señor, uno no puede beber ninguna otra clase de sangre. Solamente hay una clase de sangre que nosotros podemos beber: la sangre de Jesús.

En otras palabras, la disposición divina con respecto a abstenerse de beber sangre, nos dice que sólo existe una redención y una sola salvación. Nosotros no podemos recibir otra redención además de esta; ni tampoco podemos recibir otra clase de salvación aparte de esta. Únicamente podemos tomar la sangre de Jesús de Nazaret. Toda otra sangre está prohibida. La sangre del Señor significa redención, y también significa salvación. Rechazar cualquier otra clase de sangre equivale a rechazar otras clases de salvación. No conozco otra salvación que no sea la salvación de Jesús. Únicamente una clase de sangre hay para mí; no hay dos. Solamente una clase de sangre puede salvarme. No aceptaré ninguna otra clase de sangre.

Quizás esto sea algo insignificante para usted, pero este es uno de los muchos testimonios que tenemos que son muy cruciales. Como cristianos, damos testimonio de muchas maneras. Esta es una de ellas. Tal vez los que están en otras religiones nos pregunten por qué no bebemos la sangre de animales. Tenemos que decirles que ya hemos tomado la sangre. Al no beber otra clase de sangre, damos un testimonio muy firme delante de los hombres. Nosotros no tomamos ninguna otra clase de sangre, porque ya hemos tomado cierta clase de sangre. Hemos bebido de esta sangre y, por tanto, no podemos beber de ninguna otra. La sangre de Jesús de Nazaret constituye nuestra única redención. Por ello, nosotros ya no podemos aceptar ninguna otra clase de redención. Ya hemos aceptado la redención del Señor y hemos rechazado todos los otros caminos de salvación. Por esta razón no bebemos la sangre de animales.

3. Debemos abstenernos de comer animales estrangulados

Tanto en el capítulo 17 de Levítico como en otros pasajes del Antiguo Testamento, se ordena no comer animales estrangulados. Hechos 15 afirma que no debemos ingerir lo que haya sido ahogado. Esto también se relaciona con la sangre. En un animal que ha sido estrangulado, la sangre no se ha separado de la carne. Así pues, nosotros no bebemos de ninguna otra sangre porque damos testimonio de que sólo existe una salvación en el universo. Esta es la razón por la cual los hijos de Dios deben rechazar toda otra clase de sangre; no deben ingerirla en lo absoluto.

C. No hay diferencia entre animales limpios e inmundos en nuestros días

1. En el Antiguo Testamento

se prohibieron los animales inmundos

En Levítico 11 Dios le dio a los israelitas una lista de animales limpios que podían comer y una lista de animales inmundos, tales como los reptiles, que ellos no podían comer. Algunos de los pescados de mar son comestibles, mientras que otros no. Asimismo, algunas aves son comestibles, mientras que otras no. Las aves carnívoras no son comestibles. Los peces que tienen escamas y aletas son comestibles, mientras que aquellos que no tienen escamas ni aletas no lo son. Levítico contiene una lista de preceptos con respecto a lo que es limpio y a lo que es inmundo, y con respecto a lo que puede comerse o no. En esta lista están todos los peces del mar, todas las aves que vuelan en los aires, todo lo que se arrastra y todos los animales que viven sobre la tierra.

Son muchos los que han reflexionado acerca del significado que tienen los preceptos contenidos en Levítico 11. ¿Debieran los creyentes del Nuevo Testamento obedecer tales preceptos? Leamos Hechos 10. Mientras Pedro oraba en la azotea, le sobrevino un éxtasis en el que vio los cielos abiertos. Y vio descender un objeto semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra. En esta especie de lienzo se encontraban todos los cuadrúpedos y reptiles de la tierra y aves del cielo. Según Levítico 11, todos estos animales eran aquellos que Dios había prohibido comer. Pero Dios le dijo a Pedro: “Levántate, Pedro, mata y come” (Hch. 10:13). Pedro era un judío y, como tal, observaba la ley. Él le respondió al Señor: “Señor, de ninguna manera; porque ninguna cosa profana o inmunda he comido jamás” (v. 14). Entonces una voz vino a él una segunda vez, diciendo: “Lo que Dios limpió, no lo tengas por común” (v. 15). Esto se repitió tres veces, después de lo cual el lienzo volvió a ser recogido en el cielo.

2. El libre albedrío según el Antiguo Testamento

Debemos comprender que los preceptos contenidos en Levítico 11 nos dan una idea de la enseñanza que se nos da en Hechos 10. No es que Dios haya fijado su mente en la clase de pescados que uno puede comer; ni tampoco que esté pensando en qué clase de animal uno debe comer. ¿Acaso Dios no tomó esto en cuenta cuando le dio por alimento a Noé todos los animales de la tierra? En el tiempo de Noé no se hacía distinción entre animales limpios e inmundos; se podía comer de todo. ¿Por qué entonces se distinguen animales limpios de animales impuros en Levítico 11? Durante el tiempo de Noé, Dios no había tomado ninguna decisión con respecto a Su pueblo en la tierra, pero en el tiempo en que se escribió Levítico, Dios había hecho una elección: Él había escogido a Israel. Los israelitas salieron de Egipto y fueron elegidos para ser el pueblo de Dios. Por tanto, había una separación entre los que formaban parte del pueblo de Dios y los que no pertenecían a Su pueblo. Dios no sacó a colación este asunto de la elección en tiempos de Noé; el asunto de los animales limpios e inmundos surgió durante el tiempo del éxodo, cuando ocurrió la separación entre los judíos y los gentiles. En aquella época, era importante determinar quiénes pertenecían y quienes no pertenecían al pueblo de Dios. Desde entonces, se empezó a distinguir entre aquellas cosas limpias que se podían comer y aquellas cosas inmundas que no se podían comer. Un grupo de personas podía participar de la comunión, mientras que el otro grupo no podía hacerlo. A Dios le agradó un grupo de personas, pero el otro grupo no. Así pues, los alimentos se convirtieron en un símbolo de tal distinción. Los alimentos no son solamente alimentos, sino que ellos nos revelan un principio: las cosas comestibles son aquellas cosas que son gratas a Dios, mientras que las prohibidas son las que desagradan a Dios.

3. Los animales inmundos ahora se pueden comer

Después del derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés, Dios le dijo a Pedro que se levantara, matara y comiera. Desde ese tiempo en adelante, la gracia de Dios vino sobre los gentiles inmundos. Hoy en día, todos pueden ser escogidos. Lo que Dios consideró inmundo en el Antiguo Testamento ahora, en el Nuevo Testamento, puede ser considerado limpio. Así pues, se han invalidado los preceptos contenidos en Levítico 11. Hoy los israelitas no son los únicos que conforman el pueblo de Dios, pues tanto gentiles como israelitas pertenecen al pueblo de Dios. Efesios 2 nos muestra que tanto los gentiles como los judíos se han acercado a Dios y que de ambos pueblos ha surgido uno solo, lo cual les permite recibir gracia juntos.

Dios le dijo a Pedro tres veces: “Lo que Dios limpió, no lo tengas por común” (Hch. 10:15). Estas palabras sirvieron de explicación para la visión recibida. En cuanto la visión se desvaneció, los enviados de la casa de Cornelio tocaron la puerta. Y cuando Pedro descendió, comenzó a entender la visión que había recibido en la azotea. Él comprendió que los gentiles también tenían derecho a la gracia. Espontáneamente, tomó algunos hermanos con él y fue con ellos a visitar el hogar de un gentil. Después, mientras él daba testimonio, Dios manifestó Su gracia a los gentiles del mismo modo que lo había hecho con los creyentes judíos.

4. Nuestro testimonio difiere del de los judíos

Nuestro testimonio difiere del de los judíos. Hoy en día, los judíos son pueblo de Dios, y los gentiles también son pueblo de Dios. Si nos abstenemos de comer algunas cosas, esto equivale a afirmar que los judíos son pueblo de Dios, pero nosotros no. El mandamiento actual consiste en ordenarnos que nos levantemos, matemos y comamos. Así pues, no debemos comer sólo lo que consideramos limpio y abstenernos de comer lo que consideramos inmundo. Lo que Dios limpió, no debemos considerarlo común o inmundo.

Nosotros comemos tanto lo limpio como lo impuro para dar testimonio del hecho de que tanto judíos como gentiles son ahora pueblo de Dios. En el Antiguo Testamento, únicamente se ingería lo limpio, lo cual daba a entender que solamente los israelitas pertenecían al pueblo de Dios. En aquella época, lo correcto era comer una sola clase de alimentos. Asimismo, en nuestros días, lo correcto es comer de ambas clases de alimentos, pues hoy no estamos basándonos en lo establecido por Levítico 11. Más bien, nos basamos en que los gentiles y judíos han recibido gracia juntos y que Dios abolió toda diferencia entre ellos. Nuestra comida es un testimonio de este hecho.

D. No comer lo sacrificado a los ídolos

En cuarto lugar, 1 Corintios tiene mucho que decir acerca de lo sacrificado a los ídolos.

El capítulo 8 de este libro nos dice que los ídolos nada son. Dios es Dios y los ídolos, son vanidad. Los que tienen conocimiento consideran que es correcto comer aquello que fue sacrificado a los ídolos, pues los ídolos nada son. Quizás hayan espíritus malignos que se esconden detrás de esos ídolos, pero Dios es mayor que tales espíritus malignos; pues mayor es el que está en nosotros, que el que está en el mundo.

No obstante, hay muchos nuevos creyentes que, en el pasado, acudían al templo a adorar ídolos. Ellos se relacionaron con los ídolos e ignoraban todo lo que significa tener comunión con los demonios. Si ellos ven a uno que tiene conocimiento comiendo en el templo, ellos pensarán que pueden hacer lo mismo. Puede ser que se trate de un mismo comportamiento, mas en cada caso la condición del corazón es diferente. Usted come porque sabe que los ídolos son vanidad, pero es incorrecto que ellos coman porque, en sus corazones, ellos todavía abrigan la idea de que los ídolos son algo. Así pues, usted podría hacer que ellos pequen si usted actúa irresponsablemente con respecto a lo que come.

En 1 Corintios 8, Pablo dijo que era mejor para los creyentes no comer de lo sacrificado a los ídolos, porque esto haría tropezar a los hermanos más débiles. Es, pues, mejor no comer nada de tales cosas. Pablo consideraba que aquellos que sólo comían vegetales eran débiles en cuanto a su conciencia. Pero en 1 Corintios se nos dice que es mejor abstenerse de comer lo que haya sido sacrificado a los ídolos. Tenemos que captar cuál es el énfasis del escritor en esta epístola. Los hijos de Dios tienen que saber que los ídolos son vanidad y que, por tanto, nada son. Pero no deben hacer que otros sufran tropiezos por culpa de ellos. Por esto, es mejor no comer nada de lo sacrificado a los ídolos.

Este principio no tiene nada que ver con los demonios; sino con los hermanos que son débiles. Tenemos que tener esto bien en claro. Muchos se preocupan por los demonios, pues son débiles. En realidad, la razón por la cual nos abstenemos de comer tales cosas es porque no queremos causar tropiezos a nuestros hermanos, no porque nos importen los demonios. Satanás no tiene poder sobre nosotros. Los ídolos no tienen poder alguno sobre nosotros. No tememos a los demonios. Pero, delante de Dios, tenemos que aprender a tomar en cuenta a nuestros hermanos. Así pues, dejo de comer porque no quiero hacer tropezar a mis hermanos.

E. Una opinión personal

Finalmente, quisiera darles mi opinión personal. La alimentación es algo muy significativo en la Biblia y no debemos olvidar el significado que se le atribuye.

1. Los alimentos son para nutrir el cuerpo

Nuestros hábitos alimenticios, al igual que nuestra manera de vestir, deben estar regidos por ciertos principios. El primer principio con respecto a nuestra alimentación es que los alimentos son para nutrir nuestro cuerpo. Debemos comer más de lo que nos nutre y menos de lo que no nos nutre. Jamás debiéramos hacer que nuestros vientres sean dioses ni debemos gastar demasiada energía en la comida. Por ser hijos de Dios, tenemos que comprender que los alimentos son para nutrir nuestro cuerpo y para sustentarnos físicamente.

2. El contentamiento y la añadidura

Los hijos de Dios deben estar contentos con la alimentación y el vestido. Las aves del cielo no siembran ni siegan, pero Dios las alimenta. Esto se refiere a nuestra alimentación. Los lirios del campo no se afanan ni hilan, pero están mejor vestidos que el propio Salomón. Esto se refiere a nuestro vestido. Todo está en las manos de Dios. Hoy en día, únicamente necesitamos buscar el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas nos serán añadidas (Mt. 6:26-33). Me gusta la palabra: “añadidas”. ¿Qué significa añadidas? Si les pregunto: “¿Cuánto es tres más cero?”, ustedes me dirían: “No tiene sentido añadir un cero a tres. En realidad no tiene sentido añadir un cero a ninguna cantidad. Decir cero más tres es superfluo”. ¿Qué se puede añadir a otra cantidad? Sólo tiene sentido añadir un número positivo. Por ejemplo, uno puede añadir un uno al tres. Usted debe buscar el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas le serán añadidas. Esto quiere decir que a los que tienen el reino de Dios y Su justicia, Dios les añadirá alimentos y vestido. Espero que todos los hermanos y hermanas busquen el reino de Dios y Su justicia. A aquellos que tienen el reino de Dios y que viven según la justicia de Dios, les será añadido todo lo demás. Espero que los hijos de Dios sabrán mantener un testimonio apropiado delante de los hombres en lo que se refiere al vestido y a la alimentación.