Watchman Nee Libro Book cap.33 El hombre espiritual

Watchman Nee Libro Book cap.33 El hombre espiritual

COMO SER LIBRE

OCTAVA SECCIÓN

CAPÍTULO TRES

COMO SER LIBRE

Cuando la mente del creyente ha caído en la condición descrita en el capítulo anterior, él debe buscar la manera de ser liberado. En el capítulo anterior discutimos brevemente los fenómenos generales de una mente pasiva y no ahondamos en la condición de cada persona en particular. Así como el grado de pasividad difiere en cada persona, la intensidad del ataque de los espíritus malignos también difiere y, por ende, la medida de tormento mental también varía. Cuando el creyente se da cuenta de que su mente se encuentra en alguna de las condiciones descritas, debe estar alerta. Tal vez haya dado lugar a los espíritus malignos y esté siendo atacado por ellos. De ser así, debe buscar la manera de ser liberado.

Después de leer el capítulo anterior, la mayoría de los creyentes se preguntará por qué ellos no prestaban atención a las torturas que sufrían en su mente. ¿No es extraño que el creyente no sepa en que condición ha caído su mente? Parece que entiende mucho acerca de otras cosas, pero no sabe nada con respecto a su propia mente. Aunque ha sufrido ese tormento, no le ha prestado mucha atención. Debe esperar a que otros se lo digan para comprender su propia condición. ¿Por qué no pensó antes en esto? Esto confirma que los espíritus malignos y nuestra mente tienen una relación muy especial, y que el conocimiento que tenemos acerca de nuestra mente es muy superficial. Todo aquel que es atormentado por los espíritus malignos debe responder esta pregunta.

LA ASTUCIA DE LOS ESPÍRITUS MALIGNOS.

Cuando los ojos del creyente se abren y ve su propia condición, espontáneamente desea encontrar la manera de ser librado, pero los espíritus malignos no tendrán la bondad de permitir que sus prisioneros salgan libres. Harán todo lo que puedan para impedir que los creyentes sean liberados, y su método es usar muchas mentiras y pretextos.

Le dirán al creyente: “Los pensamientos buenos que repentinamente tienes son de Dios … recibes estas revelaciones porque eres espiritual … tu mala memoria es causada por alguna deficiencia física … tus olvidos son naturales … tu susceptibilidad es parte de tu carácter … la falta de memoria la heredaste … el insomnio es una enfermedad de tu cuerpo … estás cansado … tu incapacidad para pensar es el resultado del exceso de trabajo … por las noches no puedes dejar de pensar porque has pensado demasiado durante el día … los pensamientos sucios son el resultado de los pecados que cometiste … tu incapacidad para escuchar a otros se debe a diferencias en las circunstancias … la culpa es de los demás”. Aparte de todo esto, hay un sin fin de pretextos que los espíritus malignos planean. Si el creyente no nota que está siendo atacado y que perdió su normalidad, los espíritus malignos usarán estas excusas y otras similares para encubrir el terreno que han ganado en él. El creyente no sabe que la verdadera razón de todas sus anomalías es la pasividad; su mente quedó en blanco y fue ocupada por los espíritus malignos. Todos estos síntomas proceden de la operación de los espíritus malignos. También debemos reconocer que detrás de todas esas evasivas existen causas naturales que también afectan. Las experiencias de muchos creyentes nos muestran que los espíritus malignos son muy astutos, y se aprovechan de las causas naturales para que los creyentes piensen que su condición obedece exclusivamente a causas naturales y que las razones pueden ser el carácter, anomalías físicas, la circunstancias, entre otras cosas, y así los creyentes olvidan que los espíritus malignos están mezclados en todo esto. Estos se deleitan en esconder su obra tras alguna causa natural. Sin embargo, si la causa es algo natural, cuando la causa natural sea eliminada, la condición original del hombre debería ser restaurada. Si hay una causa sobrenatural involucrada en ello (debido a los espíritus malignos), el hombre no será restaurado aunque la causa natural sea eliminada. Cuando una persona no es restaurada cuando la causa natural es eliminada, ello se debe a que también hay causas sobrenaturales. Por ejemplo, si uno padece insomnio, los espíritus malignos tal vez le ofrezcan algún pretexto como por ejemplo: “Has trabajado mucho; tu mente se ha esforzado demasiado, y por eso padeces esto”. Si uno cree todo eso, dejará de trabajar y hará lo posible por descansar su mente y no querrá usarla en lo absoluto. Pero mientras procura dormir, seguirán pasando por su mente millares de pensamientos. Esto deja en claro que la enfermedad no se debe solamente a causas naturales, porque después de eliminarlas, los síntomas permanecen. Algo sobrenatural se ha mezclado en todo esto. Si uno no se enfrenta con las causas sobrenaturales, nada lo ayudará, a pesar de que se hayan eliminado las causas naturales.

Lo más importante que el creyente debe hacer es examinar de dónde proceden las disculpas. Los espíritus malignos son muy hábiles en engañar a los hombres para que crean que todo es natural. Frecuentemente hacen creer al creyente que se equivocó, y de esta manera encubren sus obras para que no sean eliminadas. Siempre que la mente del creyente formule pretextos, debe examinar todos los razonamientos. El creyente debe investigar las causas de la condición en que se encuentra su mente. De lo contrario, si piensa erróneamente que lo sobrenatural es natural, los espíritus malignos ganarán mucho terreno. Todas las opiniones que él tiene en cuanto a su propia condición deben ser confirmadas a fin de que no ceda más territorio a los espíritus malignos y de que recupere el terreno que había perdido. Si en ocasiones no es capaz de pensar o los pensamientos lo agobian, debe preguntarse a qué se debe eso.

Debemos cuidarnos de no cometer el error de defender la operación de los espíritus malignos. Esto es posible debido a que los espíritus malignos han estado operando en algunos creyentes por un largo período. A menudo el creyente ayuda a los espíritus malignos a encubrir la causa del padecimiento que está sufriendo y no permite que se manifieste la verdadera causa ni que se compruebe que todo se debe a la obra de los espíritus malignos. Se convierte en cómplice de los espíritus malignos y les ayuda a conservar el terreno que han obtenido, aun cuando sabe que está sufriendo por ello. En esos casos, los espíritus malignos incitan la carne del creyente a que coopere con su obra. (De hecho, la carne siempre coopera con el diablo.) El creyente hace esto para no quedar mal o por algo similar, pero al resistirse a examinar el carácter de sus adversidades por temor a perder las experiencias “espirituales”, crea un gran obstáculo para ser liberado. Tal vez el creyente diga: “No necesito ser liberado, así que no deseo ser liberado. En Cristo soy victorioso, pues El ya venció a Satanás; no voy a prestar atención, porque Dios se encargará de él. Sólo me ocuparé de Cristo; no quiero saber nada de Satanás. Lo único que debo hacer es preocuparme por predicar el evangelio; no tengo que preocuparme por Satanás”. O si alguien le hace ver la realidad de la situación tal vez responda: “Si es así, luche usted en contra del enemigo y ore por mí”. Tal respuesta puede ser sincera, pero muestra su posición cómoda de dejar que otros lleven a cabo la obra de liberación. No sabe que se niega a escuchar todo lo relacionado con el diablo debido a que éste está obrando en su mente, y teme que al descubrirse todo, tenga que confrontarlo. Pero, ¿es cierto que él ya sabe todo lo necesario con respecto al diablo y que no necesita saber más? El evangelio no sólo salva a los hombres y los libra del pecado, sino que también los libra de Satanás. Cuando predicamos el evangelio, ¿por qué no debemos mencionar al diablo? ¿No es esto similar a la persona que ha cometido cierto delito y teme que se mencione? En realidad lo que sucede es que tales personas han sido ocupadas por el diablo y temen cuando otros lo mencionan. Si la situación es normal, esa conversación no tiene mucha trascendencia, pero cuando la persona está ocupada por el diablo, tiene muchas razones para temer. En realidad, cuando un creyente dice esto, en lo profundo de su corazón teme que su verdadera condición se descubra. Si verdaderamente está ocupado por el diablo, no sabrá que hacer y a ello se debe esa respuesta. Quiere encubrirse para consolarse.

Cuando el creyente es iluminado y comienza a buscar la libertad, los espíritus malignos pondrán en su mente muchas acusaciones. Le dirán que está equivocado y lo tratarán de llenar de condenación haciéndole sentir tan culpable que no se atreva a recobrar el terreno que les había cedido. Los espíritus malignos saben que el creyente ya fue iluminado y que no pueden engañarlo nuevamente, así que lo acusan diciéndole: “Estás equivocado, estás equivocado”. En ese caso, el creyente siente que se hunde en un pozo de pecado y que no puede levantarse de nuevo. Pero si reconoce que todo es una vil mentira del diablo, y su corazón se opone a ello, vencerá.

La experiencia nos ha enseñado que cuando el creyente entiende la situación, sabe que perdió la soberanía sobre su mente y quiere recobrarla, pero los espíritus malignos intentan una lucha final dentro de él haciéndolo sufrir, atormentándolo más que antes y recurriendo a sus mentiras habituales. Le dirán que como cayó en una pasividad tan profunda, ya no puede ser libre y que Dios ya no tendrá misericordia de El, o que será mucho mejor si no se resiste y permite que la situación continúe igual, o que como nunca será liberado, de nada sirve esforzarse por conseguirla. El creyente debe saber que no vive por la gracia de los espíritus malignos. Necesita ser liberado, aunque tenga que morir para lograrlo. Ninguna persona es tan pasiva que no pueda obtener liberación. Dios siempre está a favor nuestro y puede librarnos.

Cuando el creyente entiende la situación y sabe que su mente no ha sido totalmente liberada de la esclavitud de las tinieblas, y cuando comprende que debe pelear en contra de los espíritus malignos para derribar todas sus fortalezas, ve que las armas necesarias para esa guerra son espirituales. Nada que pertenezca a la carne sirve para esto en lo más mínimo. Se dará cuenta de que proponerse pautas o usar métodos para mejorar su memoria o estabilizar sus pensamientos no le traen liberación. Puesto que su mente está esclavizada por poderes sobrenaturales, las armas carnales no pueden expulsarlos ni destruirlos. El creyente se da cuenta del daño que los poderes de las tinieblas han hecho a su mente, sólo cuando desea verdaderamente conocer las verdades espirituales, no sus propias opiniones con respecto a ellas; sólo entonces está preparado para pelear contra los espíritus malignos a fin de recobrar el terreno perdido. Cuando esto sucede, los espíritus malignos se levantan a fin de defender el terreno que ya han obtenido; y el creyente llega a ver cuán confusa, pasiva y fuera de control se encuentra su propia mente. También verá que su mente se convirtió en una fortaleza del enemigo; verá que nunca ha tenido control total sobre ella y descubrirá los métodos que el enemigo usó para impedirle que entendiera las verdades que su mente quería conocer, que podía recordar las cosas que no tenían importancia, pero no podía comprender ni recordar la verdad. Cuando el creyente se da cuenta de todo esto, tal vez sienta en su mente cierta oposición en contra de la verdad que antes aceptó.

Este es el momento para empezar a pelear por la emancipación de su mente. ¿Estamos dispuestos a ser la fortaleza permanente de Satanás? ¿Quién deberá solucionar este problema? ¿Acaso debe ser Dios? No, contundentemente no; el hombre debe resolverlo. El creyente debe decidir si quiere consagrarse totalmente a Dios o permitir que su mente llegue a ser terreno de Satanás. ¿Permitirá que los poderes de las tinieblas utilicen su mente? ¿Permitirá que los pensamientos que provienen del abismo se derramen en la mente de una persona que ya fue salva? ¿Permitirá que los espíritus malignos llenen su mente del fuego del infierno? ¿Les permitirá utilizar su mente para calumniar a Dios? ¿Les permitirá controlar su mente entrando y saliendo de ella a su antojo? ¿Les permitirá oponerse a la verdad de Dios a través de su mente? ¿Les permitirá atormentarlo valiéndose de su propia mente? ¡El creyente debe tomar la decisión por sí mismo! El creyente es quien decide si va a seguir siendo un títere de los espíritus malignos. El debe tomar esa decisión; de lo contrario, no podrá ser liberado. Esto no significa que el creyente haya vencido ya, sino que es él quien se puede oponer verdaderamente a los ataques de los espíritus malignos.

COMO RECUPERAR EL TERRENO.

Dijimos antes que los espíritus malignos pueden trabajar en la mente del creyente si él les cede terreno. También dijimos lo que es ese terreno. Brevemente lo dividiremos en seis clases. Si agrupamos estas seis clases, podríamos clasificarlas en tres grupos principales: (1) una mente no renovada, (2) la aceptación de las mentiras de los espíritus malignos, es decir, creerlas, y (3) la pasividad. El creyente debe examinar cuidadosamente qué tipo de terreno ha cedido a los espíritus malignos y qué lo ha llevado a su condición actual. ¿Tiene el creyente una mente no renovada? ¿Ha creído en las mentiras de los espíritus malignos? ¿Ha caído su mente en la pasividad? ¿Es su condición una combinación de lo anterior? Muchos han cedido terreno a los espíritus malignos en alguno de estos tres aspectos. Si el creyente se da cuenta en qué aspecto o aspectos ha cedido terreno, debe recobrarlo, ya que sólo así obtendrá la liberación. El creyente se encuentra en tal situación por haber cedido terreno a los espíritus malignos; por lo tanto, cuando recupera el terreno, obtiene la liberación. La mente no renovada debe ser renovada; las mentiras de los espíritus malignos que fueron aceptadas deben ser expuestas y rechazadas, y la pasividad debe cesar para que el creyente se gobierne a sí mismo en todo. Examinemos cómo podemos recuperar cada uno de estos terrenos.

La renovación de la mente.

Dios no sólo desea que la mente de Sus hijos sea transformada en el momento en que se arrepienten, sino que además sea completamente renovada hasta ser un cristal transparente. En la Biblia existe esta exhortación debido a que el creyente no está libre de su mente carnal en la cual los espíritus malignos pueden trabajar. Al principio la mente del creyente es cerrada e intolerante; o tal vez sea torpe e incapaz de comprender doctrinas profundas; o quizá sea una mente inconstante que no puede asumir ninguna responsabilidad. Pero con el tiempo, caerá en pecados más serios “por cuanto la mente puesta en la carne es enemistad contra Dios” (Romanos. 8:7). Después de que muchos creyentes aprenden la enseñanza de Romanos 6, piensan que ya fueron librados de la mente carnal, y no saben que la eficacia de la cruz debe aplicarse a cada parte del hombre. Después de considerarse “muertos al pecado” (versiculo. 11), los creyentes no deben permitir que el pecado reine en sus cuerpos mortales (versiculo. 12). Además, después de que la mente es transformada, deben “llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo” (2 Corintios. 10:5). La mente debe ser totalmente renovada, ya que si queda algo de la mente carnal, eso constituye enemistad contra Dios.

Si deseamos tener una mente renovada, debemos ir a la cruz, porque en ella podemos experimentar la renovación. Esto se explica claramente en Efesios 4. En los versículos 17 y 18 el apóstol habla de las tinieblas de la mente del hombre carnal; pero en los versículos 22 y 23 habla de la manera de ser renovados: “Que en cuanto a la pasada manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se va corrompiendo conforme a las pasiones del engaño, y os renovéis en el espíritu de vuestra mente”. Sabemos que nuestro hombre viejo fue crucificado juntamente con el Señor (Romanos. 6:6); con todo y eso, estos versículos nos instan a despojarnos de él para que nuestra mente pueda ser renovada. Estos versículos muestran que la renovación de la mente es realizada por la cruz. Los creyentes deben tener presente que la mente vieja es parte del hombre viejo del cual Dios quiere que nos despojemos completamente. La salvación que Dios efectuó en la cruz no sólo nos da una nueva vida, sino que también renueva todas las funciones de nuestra alma. La salvación que se encuentra en las profundidades de nuestro ser debe ser “llevada a cabo” gradualmente (Fillipenses. 2:12). Hoy en día es necesario que los creyentes sepan que su mente necesita ser salva (Efesios. 6:17). Piensan que la salvación es un asunto general y vago, pues no saben que Dios desea salvar todo nuestro ser para que todas nuestras facultades sean renovadas y útiles para Su uso. Nuestra mente es una de ellas. Dios desea que el creyente crea que la cruz puso fin a su hombre viejo; por consiguiente, debe aceptar el juicio de Dios sobre su viejo hombre de una manera terminante y emplear su voluntad para rechazar la conducta de su hombre viejo, la cual incluye su antigua manera de pensar; esto es despojarse de él. Debe estar dispuesto a ir a la cruz y renunciar a su mente vieja, a su antigua manera de pensar y de razonar; y debe estar dispuesto a confiar en que Dios le dará una mente nueva. Hermanos, debemos despojarnos de la mentalidad vieja. Dios renueva la mente, pero a nosotros nos corresponde despojarnos de nuestra vieja manera de pensar, rechazarla y abandonarla. Si hacemos nuestra parte, Dios hará la Suya. Una vez que nos despojamos por completo de la vieja manera de pensar, debemos creer que Dios renovará nuestra mente también de una manera completa, aun cuando tal vez no sepamos cómo.

En la actualidad un incontable número de creyentes todavía arrastra consigo, a donde quiera que va, su antigua manera de pensar. Aunque son salvos y recibieron una vida nueva, sus razonamientos, sus pensamientos y sus prejuicios siguen intactos. ¡Sólo se han puesto una envoltura cristiana! Aún aplican sus razonamientos y su antiguo modo de pensar para examinar, recibir o predicar las verdades espirituales. No es de extrañarse que caigan en errores y causen disputas en la iglesia. Así como Dios no desea que el hombre use sus propios esfuerzos para llevar a cabo la obra, de la misma manera le desagrada que el hombre piense en las verdades de Dios usando su mente natural. La mente que no ha sido renovada está muerta espiritualmente, y todo lo que procede de ella también está muerto. Aunque muchos creyentes se jactan de la profundidad de su conocimiento bíblico y de la excelencia de su teología, todo ello está muerto para los que tienen ojos espirituales.

Cuando el creyente reconoce la vejez de su mente y está dispuesto a despojarse de ella permitiendo que la cruz obre, debe rechazar diariamente todos los pensamientos que procedan de la carne. De no ser así, será imposible que la mente sea renovada. Aunque Dios desea renovar la mente del creyente, éste tal vez siga pensando según la carne. Cuando esto sucede, la obra de Dios no puede tener éxito.

El creyente debe examinar paciente y decididamente, a la luz de Dios, cada uno de sus pensamientos. Todo lo que no sea de Dios y que sea contrario a Su verdad debe ser rechazado y abandonado. Debe rechazar por completo la utilización de su mente no renovada para entender la verdad de Dios. El apóstol afirma que la mente no renovada está llena de argumentos y altivez que se levantan contra el conocimiento de Dios (2 Corintios. 10:5). Esto impide que el hombre llegue al verdadero conocimiento de Dios. El creyente debe derribarlos. Todo pensamiento debe ser llevado “a la obediencia de Cristo”. El creyente no debe estar satisfecho hasta que todo pensamiento de su mente haya sido conducido a la obediencia a Cristo. Puesto que el apóstol dijo “todo pensamiento”, el creyente no debe permitir que escape ninguno de ellos. Debe examinar cada pensamiento hasta determinar: (1) si procede de su mente vieja, (2) ó si procede del terreno que ha cedido a los espíritus malignos, (3) ó del terreno que acaba de entregarles, ó (4) si es un pensamiento recto. Debe descubrir por qué su mente está confundida o airada o se rebela. Por ejemplo, ¿por qué rechazo ciertas verdades sin haberlas siquiera examinado? ¿Por qué me opongo a ciertas personas, basándome sólo en rumores? ¿Tengo suficientes razones? ¿Tengo la intención de odiar con mi mente natural? Debemos examinar todos nuestros pensamientos a fin de que todo aquello que provenga de la vieja creación sea expuesto y eliminado. Por supuesto, esto es difícil para quienes están acostumbrados a su necedad y cuyos pensamientos están controlados por el poder de las tinieblas y son desordenados, pero una batalla es una batalla, y nunca puede llevarse a cabo de un modo simple. Si no peleamos, no podremos derribar por completo nuestros pensamientos naturales, porque la mente es la fortaleza de los espíritus malignos. El enemigo es real, esto lo demuestra la lucha que sostenemos, y si hay combate, debe de haber un enemigo. Si tenemos al enemigo frente a nosotros, ¿cómo podemos ser negligentes?

El rechazo de las mentiras.

Cuando el creyente se examina a la luz de Dios, descubre que en el pasado había aceptado innumerables mentiras de los espíritus malignos, lo cual lo condujo a su condición presente. (1) Algunas veces interpretó equivocadamente la verdad de Dios por creer las mentiras de los espíritus malignos; esto produjo una actitud y una conducta equivocadas. Dicha actitud fomentó la obra de los espíritus malignos. Por ejemplo, habiendo entendido equivocadamente la relación entre Dios y el hombre, pensó que Dios impartiría directamente Sus pensamientos en él y esperó pasivamente y aceptó lo que tomó como pensamientos de Dios. Así permitió que los espíritus malignos imitaran e impartieran pensamientos a su mente. (2) Algunas veces creyó en las palabras que los espíritus malignos directamente le dijeron acerca de su salud física u otros asuntos relacionados; en consecuencia, su cuerpo respondió a lo que los espíritus malignos le dijeron. Por ejemplo, tal vez los espíritus malignos pusieron en su mente la idea de que algo raro le estaba sucediendo. Si la voluntad del creyente no resiste esos pensamientos y los acepta, es muy factible que le sobrevenga lo que ellos le sugieren.

Si el creyente examina su condición, descubrirá que muchas de las ansiedades, debilidades y enfermedades, así como varios percances que le suceden, se deben a que acogió las mentiras de los espíritus malignos, ya sea en una manera directa o indirecta. Todas estas cosas le sucedieron debido a sus dudas y temores; debido a que creyó las mentiras de los espíritus malignos o como consecuencia indirecta de aceptar esas palabras. Pero si rechaza las mentiras, puede recobrar el terreno cedido y obtener la libertad. Si desea ser liberado, debe conocer la luz de Dios y la verdad de Dios. Anteriormente, al creer en las mentiras, cedió terreno; ahora al rechazarlas, recobra ese terreno y es liberado. Así como sólo la luz puede disipar las tinieblas, sólo la verdad puede eliminar las mentiras. El creyente tiene que conocer la verdad acerca de sí mismo, de Dios y de los espíritus malignos. Debe hacer el esfuerzo que se requiera para buscar la verdad. Debe orar de una manera exacta y pedirle a Dios que lo ilumine para poder conocer su condición (la verdad), sus experiencias pasadas, cómo fue engañado, y qué clase de sufrimientos experimentó por ello. Debe determinar de dónde procedieron los sufrimientos mentales o físicos y los contratiempos que experimenta. Necesita conocer la causa de todos sus padecimientos. ¿Se deben a que creyó en las palabras de los espíritus malignos, o a su conducta equivocada como resultado de haberlas aceptado? El creyente debe examinar sus sufrimientos en paz y con mucha oración para determinar su origen.

Los espíritus malignos odian la luz y la verdad porque ellas les quitan el terreno que necesitan para operar. Por eso se libra una batalla para que la verdad llegue a la mente del creyente. Los espíritus malignos no quieren que el creyente descubra todo lo que ellos han hecho en él, ni que sepa cuáles mentiras provocaron su condición presente. Su principio de operación es “que no les resplandezca la iluminación del evangelio” (2 Corintios. 4:4). El creyente debe esforzarse por conocer la verdad en cuanto a todo. La verdad es la verdadera condición de las cosas. Así que, si el creyente no puede ahuyentar los espíritus malignos solo, sí puede poner su voluntad del lado de la verdad para que ellos pierdan el terreno ganado. Por lo menos puede declararles que ama la verdad y que desea entenderla y obedecerla. Su oración y su decisión será el rechazo de todas las mentiras de los espíritus malignos, no importa cuáles sean, ya sea una idea, una imaginación o una doctrina. Al hacer esto, le dará oportunidad al Espíritu Santo para que traiga la luz de Dios a su entendimiento entenebrecido. El creyente descubrirá por experiencia que algunas veces le tomará meses entender una sola mentira de los espíritus malignos. Primero debe rechazar en su voluntad todo terreno de los espíritus malignos, y luego cuidadosamente derribar una por una todas sus mentiras. No debe creerlo que creyó antes, y gradualmente debe reclamar el terreno que le pertenece. No debe creer lo que los espíritus malignos digan; de este modo ellos perderán su poder.

LA CONDICIÓN NORMAL.

Si el creyente cae en una condición miserable debido a la pasividad o por creer en las mentiras de los espíritus malignos, debe descubrir cuál es su condición normal. Excepto en el caso de la mente no renovada, estas dos clases de terreno cedido a los espíritus malignos harán que el creyente decaiga en todo aspecto. Se deteriorarán su razonamiento, su memoria, su fuerza física y todo lo demás. Cuando se da cuenta del peligro que corre, puede levantarse de allí y buscar liberación. Pero, ¿qué significa ser liberado? Significa que debe ser restaurado a su condición original. Pero si el creyente desea esto, primero debe conocer cuál es su condición original. Debe saber que hay algo que es normal, la condición original desde la cual cayó cuando lo engañaron los espíritus malignos. Debe descubrir cuál era su condición normal antes de haber caído en su condición presente; de lo contrario, no necesita buscar una restauración. El creyente debe saber si su condición actual es distinta a su condición anterior o si es peor que antes. No debe desear permanecer en su condición presente, ya que debe desear ser recobrado a su condición original. Debe preguntarse: “¿Qué tan diferente es mi condición actual de la anterior? ¿Cómo era antes? ¿Qué debo hacer para recobrar mi condición anterior?”.

Su condición anterior era su condición normal, de la cual cayó. Si el creyente no entiende su “origen”, o su condición original, debe preguntarse: “¿Han sido mis pensamientos siempre tan confusos? ¿He sido así desde que nací? ¿He tenido tan mala memoria desde niño? ¿Hubo alguna época en que podía recordarlo todo perfectamente? ¿He tenido siempre problemas para dormir? ¿He tenido toda mi vida imágenes que han pasado ante mis ojos como en una pantalla o hubo un tiempo cuando todo era claro para mí? ¿He sido siempre tan débil o antes era fuerte? ¿He sido siempre incapaz de controlarme o antes podía?” Después de hacerse estas preguntas el creyente, sabrá si perdió su condición normal, si ha sido pasivo, o si ha sido atacado, y también determinará su condición normal.

El creyente primero debe reconocer y creer que tiene una condición normal para poder entenderla. Aunque cayó, sin duda tenía una norma anterior y ésta es su punto de partida. Ahora debe anhelar ese “punto” y tratar de recobrarlo. Una condición normal no es otra cosa que la condición óptima de la persona. Si el creyente encuentra difícil establecer cuál es su condición normal, debe recordar el período en que su espíritu, alma y cuerpo, estuvieron en una condición mejor. Debe recordar cuando su espíritu era fuerte, cuando su memoria y sus pensamientos eran claros y los días cuando su cuerpo estaba sano. Después de descubrir el mejor período de su vida, debe considerar ésa su condición normal. Esa es la medida, y por lo menos debe llegar a ella. Si la vida que lleva está por debajo de esa norma, no debe conformarse. Si antes vivía a ese nivel, no hay razón por la cual no pueda hacerlo de nuevo, y eso que su condición anterior, aunque mejor que la actual, no es el nivel más elevado que puede obtener. Debe luchar por obtener su condición normal y no desanimarse.

Cuando el creyente compara su condición presente con la anterior, verá que hay una distancia abismal entre ambas. Una persona cuya mente ha sido atacada necesita comprender que su memoria y sus pensamientos están muy lejos de ser normales, y aquel cuyo cuerpo ha sido atacado necesita ver que su fuerza está muy por debajo de lo normal. Una vez que el creyente comprende que ha caído de su condición normal, debe emplear su voluntad para resistir hasta que vuelva a la normalidad. Los espíritus malignos no permanecerán impasibles ante la amenaza de ser derrocados. Dirán al creyente: “Ya estás viejo, y no puedes esperar que tu mente sea tan fuerte como cuando eras un joven. Las facultades humanas se deterioran y se debilitan con el paso del tiempo”. Y si se trata de un creyente joven, le dirán: “Naciste débil; por eso no puedes disfrutar la bendición de una mente fuerte como otros creyentes”. O tal vez le digan: “Has trabajado demasiado, por eso has caído en este estado”. Y aun pueden hasta decirle: “Esto es lo que tú eres; otros son mejores que tú porque tienen más talentos, y tú sabes que los dones difieren en cada persona”. Esta es la manera en que los espíritus malignos operan para que el creyente piense que la razón de su debilidad es natural, obvia y necesaria y que no hay por qué sorprenderse. Si el creyente no es engañado ni se queda pasivo, sino que está absolutamente libre de la intervención de los espíritus malignos, estas palabras tal vez sean ciertas, pero deberán ser probadas; pero si es engañado y pasivo, estas excusas que juzgan todo como algo natural, no merecen la más mínima confianza. Ya que el creyente ha sido salvo y una vez experimentó una condición espiritual, mental y física más elevada, no debe permitir que la autoridad de las tinieblas lo ate manteniéndolo en una posición inferior. Son mentiras de los espíritus malignos, y el creyente debe rechazarlas contundentemente.

Debemos prestar atención a la diferencia que hay entre una mente debilitada por una enfermedad natural y una mente debilitada por haber cedido terreno a los espíritus malignos. Si la debilidad obedece a una causa natural, probablemente causará algún daño al sistema nervioso, pero si se debe a la operación de los espíritus malignos, no cambia la naturaleza física de los órganos, pero los hace funcionar anormalmente. La mente humana no se daña, pero se vuelve pasiva y pierde temporalmente su función. Cuando los espíritus malignos son echados fuera, la mente recobra su función normal. El alma de muchos dementes primero es atacada por una enfermedad natural; después, los espíritus malignos utilizan esa enfermedad para causar otros desórdenes. Si esto no es obra de los espíritus malignos, la enfermedad mental sola no es muy difícil de tratar.

VENCER LA PASIVIDAD.

Después de que el creyente descubre su condición normal, lo más importante es que pelee a fin de recuperarla. Sabe que tiene un punto de partida y debe recobrarlo. Pero los espíritus malignos pelearán por el terreno que obtuvieron, de la misma manera que los gobernantes del mundo pelean por los territorios que ocupan. No podemos esperar que los espíritus malignos voluntariamente entreguen el terreno que tomaron. A menos que estén completamente vencidos, no se rendirán. Tengamos presente que aunque es fácil ceder terreno, se requiere un gran esfuerzo para recobrarlo. Con todo, debemos estar conscientes de que en el universo hay leyes, y lo que éstas dictan es la máxima autoridad que todo espíritu maligno debe obedecer; así como un país tiene sus leyes, y todo ciudadano debe cumplirlas. Debemos conocer las leyes de la esfera espiritual y basarnos en ellas; de este modo, los espíritus malignos no tendrán otra alternativa que entregar el terreno que habían usurpado.

La ley más importante de la esfera espiritual, es que todo lo relacionado con el hombre requiere su consentimiento para poder ejecutarse. Cuando el creyente, por ignorancia, acepta el engaño de los espíritus malignos, les permite que obren en él. Para que el creyente recobre el terreno perdido, debe utilizar su voluntad para revocar su antiguo consentimiento y reclamar lo que le pertenece diciéndoles a los espíritus malignos que ellos no tienen derecho a utilizar ni un ápice de su persona. En esta lucha, los espíritus malignos no pueden oponerse a la ley y tienen que retirarse. Cuando la voluntad del creyente es pasiva, su mente también es pasiva y es ocupada por los espíritus malignos. El debe declarar que según la ley de Dios, su mente le pertenece y debe decidir usarla y no permitir que las fuerzas externas la turben ni le impartan revelaciones ni la utilicen ni la presionen. Si el creyente persiste en recobrar el terreno que cayó en la pasividad y usa su propia mente, ésta será liberada gradualmente, hasta volver a su estado original. (Los detalles de la recuperación del terreno perdido y su batalla, se describirán en la siguiente sección.)

En esta lucha, el creyente debe hacer lo posible por ejercitar su propia mente. En todas las cosas siempre debe tomar la iniciativa y no depender de otros. Si es posible, debe tomar sus propias decisiones en todo, y no esperar pasivamente que lo hagan otras personas ni que se presente el momento propicio. No debe mirar atrás ni preocuparse con respecto al futuro, sino aprender a vivir en el presente. Debe avanzar paso a paso orando y velando. Debe usar su propia mente consciente de lo que hace, de lo que dice y de lo que es. Tiene que tirar toda clase de muletas y no usar métodos del mundo para substituir la facultad de su mente. Debe usar su mente para pensar, razonar, recordar y entender.

Debido a que la mente del creyente ha permanecido en un estado pasivo por tanto tiempo, pelear por la libertad también requerirá tiempo. Antes de ser libre, muchos de sus pensamientos no son suyos; pertenecen a los espíritus malignos que usurparon su mente. Debe examinar cada pensamiento, pues de no hacerlo, en vez de recuperar el terreno perdido, cederá más terreno a los espíritus malignos sin darse cuenta. Durante este período, las acusaciones y los elogios que el creyente recibe no se deben necesariamente a sus errores ni a sus habilidades, sino que provienen principalmente de los espíritus malignos. Cuando la mente está cargada de pensamientos desalentadores, no debe pensar que son ciertos ni que no tiene esperanza; y cuando está llena de ideass alentadoras, tampoco debe pensar que son ciertos ni que todo va bien.

Además, el creyente debe confrontar continuamente las mentiras de los espíritus malignos. A todo pensamiento que los espíritus malignos le sugieran, el creyente debe responder con palabras específicas de la Escritura. Los espíritus malignos le harán dudar; así que debe responder en fe con versículos de la Palabra. Los espíritus malignos le desanimarán, pero él debe responder con versículos que hablen de la esperanza; le harán temer, pero él debe responder con versículos acerca de la paz. Si no sabe qué versículos usar, pídale a Dios que le enseñe. Por otro lado, si el creyente está seguro que todo eso proviene de los espíritus malignos, puede decirles: “Todo esto es una mentira de ustedes, y no la acepto”. Al aplicar así la espada del Espíritu Santo, obtenemos la victoria.

En esta batalla, el creyente no debe olvidar la posición de la cruz. Debe permanecer en Romanos 6:11 con fe en que ya murió al pecado pero vive para Dios en Cristo Jesús. Es un hombre muerto y ya fue despojado de la vieja creación. Los espíritus malignos no pueden hacerle nada, porque el lugar donde pueden operar está clavado en la cruz. Cada vez que quiera rechazar a los espíritus malignos y ejercitar su mente, debe depender totalmente de los logros de la cruz. Debe darse cuenta de que su muerte con el Señor es un hecho, y debe asirse a este hecho delante de los espíritus malignos. Está muerto, y los espíritus malignos no tienen potestad alguna sobre los muertos. El faraón no podía hacer daño a los israelitas que estaban al otro lado del mar Rojo. Descansar en la muerte del Señor trae al creyente el mayor beneficio.

LA LIBERTAD Y LA RENOVACIÓN.

Después de que el creyente va recobrando el terreno, gradualmente se manifestará el resultado. Al principio, parece que cuánto más terreno recobra, más peligrosa se vuelve la situación. Pero si el creyente persiste en recobrar todo el terreno, verá que paulatinamente los espíritus malignos perderán su poder y ya no podrán hacer nada. A medida que el terreno es recobrado, los síntomas que tenía gradualmente disminuyen. El creyente verá que su mente, su memoria, su imaginación y su razonamiento gradualmente vuelven a funcionar y puede usarlos de nuevo. Los espíritus malignos ya no atacan como antes; sin embargo, antes de recuperar todo el terreno perdido, existe el peligro de que el creyente llegue a cierta medida de satisfacción, lo cual hará que se conforme y deje de pelear. Al bajar la guardia, da lugar a que los espíritus malignos regresen. El debe continuar reclamando la soberanía sobre todo su ser hasta que sea verdadera y totalmente libre. Debe estar firme en el fundamento de la cruz y utilizar la mente para rechazar la arrogancia y los conceptos viejos de los espíritus malignos; si hace todo esto, pronto llegará a ser el dueño de todos sus pensamientos.

Recapitulemos el proceso desde la pasividad a la libertad:

(1) La mente del creyente originalmente es normal.

(2) El creyente cae en la pasividad al querer que Dios use su mente.

(3) Debido a lo anterior, el creyente cree que ahora tiene una mente nueva.

(4) En realidad, el creyente es atacado por los espíritus malignos y pierde su condición normal.

(5) La mente del creyente se vuelve débil e impotente.

(6) El creyente lucha por recobrar el terreno que cedió en el paso dos.

(7) La mente del creyente cada vez parece estar peor y más confundida.

(8) En realidad, el creyente es liberado gradualmente.

(9) El creyente insiste en recuperar su soberanía y sale de su pasividad. (10) La pasividad llega a su fin, y el creyente recobra su condición original.

(11) El creyente se vale de su voluntad y se mantiene en una condición normal.

(12) Además, su mente está siendo renovada y llega a hacer lo que antes no podía.

Debemos saber que la mente renovada tiene más profundidad que la mente que recobra la libertad. Recuperar el terreno perdido debido a la pasividad y el terreno cedido a las mentiras, restaura al creyente a su condición original. Pero la renovación no sólo restaura al creyente a su condición original, sino que lo introduce en una esfera más elevada que aquella de la cual partió. La mente renovada se halla en un estado que el creyente jamás había alcanzado; es el nivel más elevado que Dios designa para la mente del creyente y el punto más elevado al que puede llegar. Dios no sólo desea que la mente del creyente se separe por completo de la autoridad de las tinieblas a fin de que el creyente sea autónomo, sino que también desea renovarla. La mente se unirá al Espíritu Santo y se llenará de luz, sabiduría y prudencia. Su imaginación y su raciocinio serán purificados y sumisos, y serán obedientes a la voluntad de Dios (Colocenses. 1:9). No estemos satisfechos con una ganancia pequeña.