Watchman Nee Libro Book cap. 31 Mensaje para Edificar a los creyentes nuevos

Watchman Nee Libro Book cap. 31 Mensaje para edificar a los creyentes nuevos ​

LA ELECCIÓN DEL CÓNYUGE

CAPÍTULO TREINTA Y UNO

LA ELECCIÓN DEL CÓNYUGE

Lectura bíblica: Gn. 2:18

I. LO IMPORTANTE QUE ES LA ELECCIÓN DEL CÓNYUGE

Cuando Dios creó al hombre, Él consideró que Adán era una mitad y Eva la otra mitad. El varón no era un hombre completo hasta que ambas mitades fueron reunidas. Así pues, todos necesitamos casarnos. Las únicas excepciones son aquellas personas que han recibido el don de Dios para mantenerse vírgenes. La gran mayoría de los maestros de la Biblia están de acuerdo en que, cuando los hijos de Dios buscan su cónyuge, en realidad, buscan su otra mitad. Dios lo creó a usted como una mitad y Él ha creado, además, otra mitad para usted. Usted tiene que encontrar la otra mitad a fin de ser una persona completa. Así pues, buscar pareja significa buscar ser completo. Las dos mitades son inútiles si permanecen como tales. Usted tiene que encontrar su otra mitad. Si ambas mitades se juntan, pero todavía permanecen dos mitades, entonces hay algo errado en tal matrimonio. Creemos firmemente que aquello que Dios unió, no debe ser separado (Mt. 19:6). Es por ello que debemos encontrar el complemento que Dios tiene para nosotros.

El matrimonio entre nuestros jóvenes es un asunto que tiene mucho que ver con la iglesia; por tanto, los hermanos y hermanas maduros no deben ignorar este asunto. Tenemos que reconocer su importancia y ayudar a los jóvenes a hacer la elección correcta. Si ellos no hacen la elección correcta en cuanto a su matrimonio, y algo sucede después en el curso de sus vidas, sus problemas familiares se convertirán en los problemas de la iglesia. Esto pondrá una carga muy pesada sobre la iglesia.

Esperamos que los hermanos y hermanas jóvenes abran sus corazones al Señor con respecto al asunto del matrimonio. Deben abandonar todo prejuicio y considerar este asunto con calma; eviten todo subjetivismo y procuren abordar este asunto de la manera más objetiva posible. Si son demasiado subjetivos, su corazón y su mente estarán demasiado férvidos como para poder considerar todos los factores con sobriedad y claridad. No se dejen inquietar por sus emociones y no hagan nada apresuradamente. Jamás se olviden que, por ser cristianos, una vez que ustedes resuelvan casarse con alguien, estarán tomando una decisión irreversible. La gente de este mundo puede “entrar” y “salir” del matrimonio con facilidad, pero ustedes no. Por esto, deberán considerarlo cuidadosamente antes de entrar en el matrimonio.

Permítanme mencionarles algunos factores básicos que afectan el matrimonio. Me gustaría que los hermanos y las hermanas jóvenes consideren estos factores con la debida calma y los tomen en cuenta uno por uno. No basta con mirarlos a la ligera.

II. LOS FACTORES QUE AFECTAN

LA ELECCIÓN DEL CÓNYUGE

A. La atracción natural

A Jacob le fue más fácil casarse con Raquel que con Lea. Jamás debiéramos menospreciar el rol que cumple la atracción natural en el matrimonio. Nunca me atrevería a decir que se puede elegir a cualquiera como cónyuge con tal que sea un hermano o hermana. La atracción natural no se relaciona con si es un hermano o hermana en el Señor. Pero si dos personas se casan, ellas tienen que sopesar todos los factores que forman parte de una relación matrimonial. Uno de estos factores básicos es la atracción mutua que debe existir entre ellos.

El Dr. Bevan, de la “Alianza Cristiana y Misionera”, acuñó una expresión muy apropiada al respecto; él dijo: “La atracción mutua constituye la expresión más elevada del amor”. Este gran siervo del Señor dijo también: “Cuando el Señor te convierte en hermano o hermana de todos los creyentes, esto no tiene nada que ver con la atracción, pero cuando Él te dice que te cases con cierta persona, la atracción entra en juego”.

Incluso Pablo mismo no ignoró este aspecto en 1 Corintios 7. Él dijo que si uno piensa que debe casarse y desea hacerlo, debe casarse. Esto nos muestra que el matrimonio tiene que ser producto de nuestra propia voluntad. Uno tiene que sentir que desea hacerlo. La atracción natural es un requisito previo para lograr un matrimonio exitoso. Por supuesto, nadie necesita enseñar esto, puesto que nuestros jóvenes ya lo saben. Ellos ciertamente son conscientes del papel que juega la atracción natural en el matrimonio. Nosotros queremos mencionar esto simplemente para que ellos vean que los hermanos más maduros en el Señor reconocen tanto la existencia de este factor como su legitimidad. Cualquier matrimonio en el que la atracción natural esté ausente no marchará bien. Tales matrimonios son uniones a regañadientes.

Si usted quiere a alguien como cónyuge, tiene que desear estar con él (o ella) y tiene que disfrutar su compañía. No se trata de que usted pueda tolerar su presencia, sino de que usted debe disfrutar de su compañía. Hay seguramente mucha gente cuya presencia usted tolera, pero de cuya compañía usted no necesariamente disfruta. Si usted desea casarse con alguien, tiene que ser alguien cuya compañía usted aprecie y valore mucho. Tiene que sentirse feliz de poder estar con tal persona. Si usted no disfruta de su compañía ni puede deleitarse en ello, entonces no debe casarse con tal persona, porque le falta un factor básico para el matrimonio. El deleitarse en la compañía de alguien no debiera ser algo efímero; tiene que ser un sentimiento perdurable. Usted deberá tener la certeza de que treinta o cincuenta años después, la compañía de su cónyuge seguirá siendo un deleite para usted. Este disfrute no debiera cesar después de tres o cinco días. Esta clase de atracción es uno de los requisitos fundamentales para un buen matrimonio.

B. La salud física

En segundo lugar, tenemos que tomar en cuenta nuestra salud. Es verdad que un gran amor supera cualquier debilidad física. Incluso sabemos que algunas personas se casan a fin de atender a una persona con cierto impedimento físico. Por ejemplo, en Inglaterra conocí a un hermano que se quería casar con una hermana debido a que ella era ciega. Hay muchos casos así en la historia de la iglesia. Donde el amor es grande, las debilidades físicas son superadas.

No obstante, tenemos que comprender que, en circunstancias normales, no todos tenemos tan grande amor. Normalmente, las debilidades físicas pueden convertirse en factores perjudiciales que atentan contra el éxito de una relación matrimonial. A medida que las debilidades físicas de uno de los cónyuges se agudizan, la necesidad de que el otro cónyuge se sacrifique también se hace más aguda y esto, espontáneamente, redunda en la posibilidad de que este matrimonio fracase.

Hay dos actitudes posibles que se pueden suscitar en el caso de una persona que es casada y sufre de algún tipo de incapacidad física, y que recibe cuidados especiales de parte de su pareja. Tal persona puede ser muy egoísta o puede ser excesivamente conciente de sí misma. Una persona egoísta solamente recibe, nunca da. Solamente toma, pero nunca gasta. Si el cónyuge minusválido es egoísta y siempre está pensando en sus propias necesidades, después de algún tiempo tal egoísmo será evidente para su pareja. Entonces el cónyuge de tal persona tenderá a menospreciarla y llegará a pensar: “Mi esposo (o mi esposa) es demasiado egoísta. Él (o ella) piensa solamente en sí mismo(a) y no en los demás”. En tales casos, uno de los cónyuges comenzará a menospreciar a su otra mitad.

Quizás tal persona no sea egoísta, pero sea excesivamente conciente de sí misma. Esto también causará un problema. Si una persona es así, se sentirá culpable por ser el objeto del servicio constante y de los sacrificios de su cónyuge. Le será muy difícil recibir tales servicios y cuidados especiales. Por esto, en circunstancias normales, la enfermedad de uno de los cónyuges afecta el éxito del matrimonio.

Consideremos ahora el lado del cónyuge que provee los cuidados. También son posibles dos actitudes distintas. Tal persona o está dispuesta a sacrificarse o está dispuesta a sacrificarse pero con ciertas limitaciones. La paciencia de los hombres se agota fácilmente; tiene un límite, y cuando la paciencia se agote, los problemas estallarán en el hogar. Algunas veces, quizás no se trate de que la paciencia de uno de los cónyuges se agotó, sino que este no está dispuesto a sacrificarse. Habrá ocasiones en que uno de los cónyuges descubrirá que el otro es muy egoísta y probablemente comience a menospreciarlo por ello, pero si el otro es excesivamente conciente de sí mismo, se generará en él un abrumador sentimiento de deuda. Esto es como prestarle dinero a otro. Si el que se presta el dinero es egoísta, no cesará de pedir prestado, pero si él es excesivamente conciente de sí mismo, de cualquier forma, al prestarle dinero, sólo conseguiremos que se sienta peor. Quisiera que ustedes tomen esto en cuenta. Si bien tales problemas de salud no constituyen problemas insuperables, tarde o temprano serán un problema serio para la familia. Puede ser que las dolencias o limitaciones físicas de uno de los cónyuges no sean un problema en el momento del matrimonio, pero ciertamente se convertirán en un problema después.

Conozco un hermano que padece una severa enfermedad y cuya esposa tiene que trabajar para sostener a la familia. La esposa trabaja durante el día y hace las tareas del hogar cuando llega a casa por la noche. Semejante situación no puede durar por mucho tiempo. Quizás la esposa trabaje por uno o dos meses, pero ella no podrá seguir así por siempre. En condiciones normales, nadie puede asumir más responsabilidades que las que es capaz de soportar.

Me parece que un hombre y una mujer deben gozar de un nivel parecido de salud para que un matrimonio tenga éxito. No es posible tener un matrimonio en el que uno de los cónyuges sea muy saludable, y el otro padezca alguna enfermedad o limitación muy grave. De otro modo, le será muy difícil a la pareja proseguir cuando tengan que enfrentar pruebas particularmente severas. Uno tiene que darle la debida importancia a la salud de la otra persona cuando se trata de escoger un cónyuge.

C. El factor hereditario

Debemos considerar el matrimonio como un cometido a largo plazo. Como tal, el asunto de la herencia debe ser considerado. Uno debe considerar tanto la salud de su cónyuge como también la de sus progenitores.

El factor hereditario es un factor relevante no solamente en el campo de la salud, sino también es algo que menciona la Biblia. La ley de Dios afirma que nuestro Dios es un Dios celoso. Dios castigará la iniquidad de los que le odian, hasta la tercera y cuarta generación. Dios también se mostrará misericordioso hasta la milésima generación con aquellos que le aman y guardan Sus mandamientos. Son muchos los que llevan vidas de disipación y rebeldía en su juventud debido a que sus padres o abuelos sembraron a los vientos. La Biblia dice que aquellos que —al llevar vidas disipadas— sembraron vientos, cosecharán torbellinos. Quizás ellos mismos hayan sido perdonados, sean salvos y un día hayan recibido una nueva vida; mas no todos los que califican para ser salvos califican para el matrimonio. Quizás el Señor haya perdonado sus pecados y su conducta pasada, y los haya salvado, pero si ellos se casan y tienen hijos, es probable que su descendencia no se salve tan fácilmente. Ellos transmitirán su simiente maligna a su descendencia, pero no podrán transmitirles su regeneración. Ellos únicamente pueden sembrar la simiente de pecado, mas no la que corresponde a la vida de Dios; ellos no podrán transmitir su regeneración a sus hijos.

En muchas ocasiones, cuando tales personas engendran hijos, la siguiente generación cae en pecados serios y transgresiones muy graves, lo cual causa mucha tristeza a sus padres. No estoy diciendo que esto ocurrirá durante sus primeros años de matrimonio, sino que cuando sus hijos sean mayores, les causarán muchos dolores. Algunos se preguntan cómo es posible que personas tan espirituales hayan dado a luz la clase de hijos que tienen. Quizás usted se pregunte por qué tal hermana tiene una hija tan indisciplinada. Deben darse cuenta que existe la ley de la herencia. En muchos casos, la segunda y tercera generación hereda la simiente maligna de la primera generación. Si uno siembra vientos, cosechará torbellino. Su segunda generación cosechará lo que usted haya sembrado. Por un lado, esta clase de siembra le dará a la iglesia pecador difícil con el que trabajar y, por otro, le dará a usted un hijo rebelde en su familia. Así pues, esto habrá de representar un problema bastante serio para todos.

¿Qué debemos hacer si hay personas que ya están casadas y ahora se enfrentan algún problema a causa de su herencia? Tales personas tienen que rogar que Dios les conceda misericordia y que puedan ser librados de la disciplina del gobierno de Dios. Todo esto se relaciona con la disciplina procedente del gobierno de Dios, así como con lo que Dios ha dispuesto. Por ello, tales personas deberán rogar en oración ser libradas de la disciplina procedente del gobierno de Dios y que Dios los guarde de tan severas consecuencias.

Los jóvenes, tanto los hermanos como las hermanas, deberán darle la importancia debida al rol que juega el factor hereditario en la otra persona, pues esto estará directamente vinculado con su vivir el resto de sus días.

D. La familia

En cuarto lugar, uno tiene que tomar en cuenta la familia de la otra persona. En el occidente circula una expresión muy popular que dice: “Me estoy casando con fulanita, no con su familia”. Pero les ruego que nunca se olviden que esto no es posible. Cuando alguno se casa con alguien, tal compromiso incluye a toda la familia del otro. Cuando alguien se casa con una muchacha, la familia de ella viene junto con ella. Cuando alguien se casa, toda la familia del otro viene también, porque en mayor o menor medida toda persona forma parte de su propia familia. Entonces, todo lo que usted tiene que hacer, es ver si la familia de la otra persona posee principios morales elevados o una escala de valores lo suficientemente alto. ¿Qué punto de vista manifiestan en diversos asuntos? ¿Aplican normas estrictas para todo cuanto hacen? ¿Cómo tratan los varones a las mujeres en esa familia? ¿Cómo tratan las mujeres a los varones? Simplemente consideren estos asuntos un poco y les bastará para conocer qué futuro familiar les aguarda.

Un joven ha estado en el seno de su familia por diez o veinte años. Quizás él o ella no esté conforme con su familia pero una vez que se case, sin que tal persona se percate, los rasgos característicos y la manera de actuar de su familia saldrán a la superficie. Tarde o temprano, estos rasgos distintivos se manifestarán. No me atrevería a decir que así sucederá con diez de cada diez casos, pero sí me atrevería a afirmar que así sucederá con siete u ocho de cada diez casos. Si bien tales rasgos característicos quizás no salgan a la superficie de una sola vez, lo cierto es que, poco a poco, la familia de la otra persona se infiltrará en la suya propia.

Si en una familia el padre es demasiado estricto con sus hijos, estos no serán muy afectuosos. Los hijos de familias excesivamente severas con frecuencia les falta cariño. Si en una familia hay calor de hogar y los padres rebosan de afecto por sus hijos, ellos espontáneamente se desarrollarán como personas amables y fáciles de tratar. Si en una familia tanto el padre como la madre son personas muy severas, sus hijos serán personas introspectivas y hurañas. Está bien si usted quiere elegir a su esposo de esa familia, pero no espere conseguir un esposo afectuoso. Y si usted elige a una hija de esa familia, ella será una persona en la que prevalecerá la introspección y la timidez. Si una familia posee ciertas características, siete u ocho de cada diez hijos tendrán tales características. Las características propias de una familia siempre salen a flote en la segunda generación.

Por esto algunos dicen: “Si quieres casarte con la hija, observa bien a la madre”. Quizás estas palabras no sean absolutamente ciertas, pero ciertamente hay algo de verdad en ellas. Por medio de observar la manera en que la madre trata a su esposo, usted sabrá cómo tratará la hija a su esposo en el futuro. La hija ha estado observando a su madre durante más de veinte años, y eso es lo que ella ha aprendido. A diario, ella ha estado observando la manera en que su madre trata a su padre. ¿Cómo no habría de tratar a su esposo de la misma manera? A ella le será muy difícil no hacer lo mismo. Yo no me atrevería a afirmar que en diez de cada diez casos una hija será igual a su madre, pero sí diría que esto sucederá en siete u ocho de cada diez casos.

Por ejemplo, algunas personas poseen un carácter muy fuerte. Ellas pueden ser muy dóciles cuando usted conversa con ellas, pero se han criado en una familia de temperamentos muy dominantes. Tarde o temprano estos rasgos de autoritarismo volverán a aparecer. Si una familia es bastante unida y en ella no hay muchas disputas ni discusiones, los que procedan de dicha familia serán espontáneamente personas de buen genio y tranquilas. Tales personas difícilmente argüirían con otros o los agredirían. Los nacidos en el seno de una familia así por lo menos considerarán que es equivocado pelear y que es algo serio. Pedirles que peleen sería como pedirles que escalen una montaña. Si un creyente se ha criado en una familia en la que se discute y pelea todos los días, puede ser que tal persona lo trate con suma amabilidad hoy, pero tal amabilidad no es digna de confianza, pues se trata solamente de una máscara temporal. Llegará el día en que tal persona no será muy cuidadosa y todo cuanto aprendió de su familia resurgirá. A dicha persona le será fácil maldecir y pelear; no le cuesta esfuerzo hacerlo, y no habrá nada que usted pueda hacer al respecto.

Así pues, antes que usted decida casarse con alguien, deberá analizar a la familia de la otra persona y decidir si le gusta o no. Si a usted le gusta su familia, entonces casi un setenta u ochenta por ciento del problema estará resuelto. Si usted percibe que algo está mal allí, no espere que su futuro cónyuge vaya a ser la excepción.

Les suplico que no se olviden que las costumbres de una persona, sus hábitos, no es lo mismo que los puntos de vista a los que tal persona se adhiere. Uno puede tener una determinada perspectiva, pero aun así tener hábitos que van en contra de dicha perspectiva. Si en una familia se dan las discusiones, peleas y malos hábitos, tarde o temprano los nacidos en esa familia discutirán y pelearán. No es fácil alterar los hábitos de una persona, cualquiera que esta sea. Si uno se casa con una hermana, se está casando con toda su familia también. Es por ello que uno debe examinar cuidadosamente a la familia de la otra persona.

E. La edad

En términos generales, las mujeres maduran y envejecen antes que los varones. En un matrimonio, el varón debería ser, por lo general, cinco, seis, siete e incluso ocho años mayor que la mujer. La mujer madura unos cinco años antes que el varón y envejece unos diez años más rápido que él. Esto es verdad en lo concerniente al desarrollo fisiológico.

Por otro lado, en el desarrollo mental de la vida humana, el hombre tiene cierta edad intelectual. Es posible que una persona madure físicamente y aun así permanezca infantil en cuanto a su edad intelectual. Es posible ser viejo en su cuerpo y joven en su mente. Un hombre puede tener un cuerpo de treinta años, pero se conduce como si tuviese veinte en cuanto a su edad mental. En ese sentido, todavía es muy joven. Entre los cristianos, si la madurez mental de un hermano es mayor que la de la hermana, es posible que no sea motivo de preocupación que el hermano sea más joven que la hermana.

La cuestión es si uno le da mayor importancia a la edad física o a la edad mental de las personas. Si la edad física es lo más importante, es mejor que el hermano sea mayor que la hermana. Si la madurez mental es lo más importante, podría estar bien que una hermana sea mayor que el hermano con el que se va a casar. Esto es algo que nosotros no podemos decidir en lugar de la pareja; ellos mismos son los que tienen que considerarlo. Algunos le dan más importancia al aspecto físico y otros al aspecto psicológico o intelectual. No existe una norma determinada con respecto a la edad de los cónyuges.

F. La compatibilidad

de personalidades, metas e intereses

Los cinco factores anteriores están relacionados con el aspecto fisiológico de la vida humana. Ahora, quisiéramos hablar acerca del aspecto psicológico. En otras palabras, queremos abordar la cuestión de la personalidad del cónyuge.

Para que un matrimonio sea un matrimonio saludable, no solamente debe haber una atracción natural mutua, sino también compatibilidad y armonía en cuanto a sus personalidades. Podemos decir también que debe existir compatibilidad en cuanto a intereses y gustos. Si en un matrimonio no hay compatibilidad en cuanto a sus personalidades e intereses, tarde o temprano dejará de haber paz en esa familia, y ambos cónyuges sufrirán. Un nuevo creyente tiene que comprender que la atracción natural es algo temporal, pero que la compatibilidad de carácter es algo que perdura.

Entre los incrédulos, la clase de amor que se describe en las novelas románticas está siempre en la esfera de la atracción natural. Pero esta no es la clase de amor de la que se habla en la Biblia. El amor ciertamente incluye la atracción natural, pero la atracción natural puede que no sea amor. En el amor, tiene que haber atracción natural, y además, tiene que haber compatibilidad de personalidades. Hay dos condiciones básicas, o mejor dicho, dos ingredientes fundamentales para el amor: un ingrediente es la atracción natural, y el otro es la compatibilidad o similitud de personalidades e intereses.

Quizás usted se sienta atraído hacia alguien por causa de su apariencia externa, pero tal vez a usted no le va a gustar dicha persona debido a que no se conduce conforme a sus gustos. Tal vez a esa persona no le guste lo que a usted le gusta, y quizás a usted le disguste lo que a ella le gusta. Esto simplemente es indicio de que existe una incompatibilidad de personalidades.

1. Afectuoso versus frío

Puede ser que un esposo, o una esposa, sea una persona muy afectuosa en su vida familiar, y que a él, o a ella, le guste mucho la gente y sea generoso con ellos, o esté dispuesto a hacer lo necesario a fin de recibir afectuosamente a otros en su hogar. Pero tal vez su cónyuge sea más bien frío e indiferente hacia los demás. No es que este cónyuge carezca de todo afecto, pero ciertamente no manifiesta un afecto tan intenso como la otra persona. De inmediato, podemos percatarnos que hay un problema con las personalidades. Supongamos que usted es una persona muy afectuosa con los demás y suele ser generosa y cálida con los demás. Y suponga que se casa con un esposo que también es muy cariñoso y afectuoso con la gente. Entonces ustedes dos compartirán un gran interés por conocer otras personas y la vida les parecerá muy sencilla. Siempre que ustedes giren hacia el oeste, se encontrarán con que la marea también fluye hacia el oeste; siempre se encontrarán avanzando en la misma dirección en que la marea fluye. Pero si su cónyuge es indiferente y frígido hacia los demás, él irá en una dirección, mientras que usted irá en otra. Usted sentirá que lo está tolerando, y él sentirá que es él quien la tolera a usted. Así, cuando usted se comporte de cierto modo, él pensará que actuar así es excesivo y que la está tolerando a usted demasiado. Y cuando él se comporte de cierto modo, usted pensará que él es demasiado mezquino y que, ahora, es usted quien lo está tolerando. Esto no es nada bueno.

2. Amable versus hosco

Algunos no sólo son afectuosos sino también amables. Tales personas no quieren herir ni ofender a nadie y siempre son consideradas con los demás. Si uno elige un esposo o esposa que sea igualmente amable y considerado con los demás, que es feliz si no tiene que herir el amor propio de otros y que jamás quisiera avergonzar a nadie, entonces él o ella estará siempre contento y será optimista. Cuando se mueva en cierta dirección, parecerá que la marea siempre fluye en la misma dirección. La vida le parecerá sencilla. Pero supongamos que la otra persona sea totalmente distinta a uno. Supongamos que ella siempre va en otra dirección y es una persona áspera y exigente para con todo y con todos. Entonces, uno encontrará muchos problemas en su matrimonio. A veces, una persona no sólo es bondadosa con la gente sino incluso con los gatos y los perros. Si uno toma como cónyuge a una persona que siempre está golpeando a los perros y a los gatos, enfrentará muchos problemas. Algunas personas son amables con las personas tanto como lo son con sus cosas; pero otras son insensibles a todo, no solamente hacia sus mascotas, sino también hacia sus prójimos. Es un problema bastante serio que dos personas de personalidades opuestas tengan que vivir juntas. Es muy difícil esforzarse por ir en una dirección, cuando el otro toma la dirección opuesta.

3. Generoso versus mezquino

Consideren otro ejemplo. Un hermano puede ser muy generoso con las personas y estar dispuesto a regalar cualquiera de sus posesiones. Si un hermano o hermana lo visita, esta persona sacará todo lo que tiene para compartirlo. Pero supongamos que tal persona toma como esposa a una hermana que se encoge de horror cada vez que alguien viene a comer a su casa y que le preocupa que los demás vayan a consumir todo cuanto tiene. Es de esperarse que surjan dificultades en tal matrimonio. No se trata de un fracaso de orden moral, sino que se trata de un problema de personalidades. Ciertas personas tienen una personalidad tal que cada vez que tienen que compartir un poco de comida con otros, se encogen de horror ante tal posibilidad. Cuando sus invitados vienen, tales personas deliberadamente sirven aquello que es inferior en calidad y se reservan para sí lo que es de mejor calidad. Obviamente, este no es un problema de orden moral, sino un problema que atañe a la personalidad. Tales personas siempre han de manifestar esa tendencia. Si un individuo generoso se casa con una esposa a quien le gusta regalar sus cosas tanto como a él, dicho individuo sentirá que siempre navega a favor de la corriente y será muy feliz. Pero si existe alguna incompatibilidad de personalidades, ambas partes estarán esforzándose por avanzar en direcciones opuestas y discutirán airadamente todo el tiempo. Esto llegará a constituir un problema muy serio.

4. Sincero versus cauteloso

Algunas personas son muy sinceras por naturaleza. Tales personas no solamente son francas, sino que gustan de ser personas muy abiertas. Otras personas son cautelosas por naturaleza. No solamente son cautelosas ellas mismas, sino que además quieren que las demás personas sean cautelosas y reservadas. Si se juntan estas dos clases de personas, surgirán muchos problemas. Les ruego que no se olviden que no hay nada de malo en ser una persona franca, como tampoco hay nada de malo en ser una persona cautelosa. No se trata de un problema moral, sino de un conflicto de personalidades. Aquí hay una persona que es cautelosa, callada e introspectiva. Al lado de ella está otra persona que es franca y abierta en todo aspecto. La persona cautelosa no debiera criticar a la persona más abierta; ni tampoco la persona que es franca debe criticar a la persona cautelosa. Ambas son personas maravillosas. A uno le encanta ser franco, mientras que al otro le encanta ser cauteloso. La persona franca piensa que la otra persona es demasiado lenta, mientras que a la persona cautelosa le parece que la otra persona se mueve demasiado rápido. Como resultado, ambas personas sufren. Si una persona franca se encuentra con otra persona igualmente sincera, ambas proseguirán en armonía. Si una persona cautelosa conoce a otra persona cautelosa, ellas también se llevarán muy bien.

5. Reflexivo versus impulsivo

Algunas personas son muy prudentes y reflexivas; les gusta sopesar todo muy cuidadosamente y examinar cada detalle exhaustivamente. Pero otras personas son muy impulsivas en todo cuanto hacen. Esta clase de persona suele actuar primero y sólo después piensa en lo que hizo o consulta con otros al respecto. Nuevamente, esta no es una cuestión moral, sino que es algo relativo a la personalidad del individuo. Una persona reflexiva no debiera criticar a las personas impulsivas; en lugar de ello, debiera procurarse una esposa que sea reflexiva y prudente como él. Uno impulsivo debe conseguirse una mujer impulsiva. De este modo, ambos vivirán en paz. Si una persona reflexiva se casa con una persona impulsiva, esto creará un problema bastante significativo, pues ambos se esforzarán por ir en direcciones opuestas.

6. Exacto al hablar versus

descuidado en sus palabras

Algunas personas suelen ser muy exactas en lo que dicen. Son personas tan exactas que su exactitud aterroriza a los demás. Cada palabra que pronuncian tiene que ser exactamente correcta. Otras personas, en cambio, quizás no sean imprecisas deliberadamente, pero no son tan cuidadosas en cuanto a las palabras que emplean. Nuevamente, no es un asunto de moralidad, sino de personalidad. Si juntamos estas dos clases de personas, probablemente uno critique al otro por decir mentiras, mientras que el otro afirme que es mejor callarse que tener que hablar como lo hace el otro. Para ser justos, si toda palabra tiene que ser tan precisa, quizás no se podrían pronunciar más de veinte frases al día en todo el mundo. Así pues, ustedes pueden comprobar a través de esto que la incompatibilidad de personalidades es verdaderamente un gran problema.

7. Activo versus tranquilo

Tomemos otro ejemplo. Algunas personas están llenas de energía, mientras que otras son muy tranquilas. Ambas están en lo correcto, puesto que no es una cuestión moral. Pero cuando una persona muy activa se casa con otra muy pasiva, aun cuando ambas sean hermano y hermana, sin duda esto puede producir problemas para dicho matrimonio. Tarde o temprano, tal conflicto de personalidades se convertirá en un problema de orden moral. Un cónyuge magnificará los rasgos peculiares del otro cónyuge. El esposo que es muy tranquilo sentirá que su esposa es demasiado extrovertida. Y la esposa que es muy activa, a su vez, sentirá que se ha casado con un hombre insensible. Así, surgirá un gran problema en el seno de esta familia. Yo conozco alguien a quien le encanta quedarse en casa, pero que está casado con una hermana a quien le gusta ir de visita de lugar en lugar. Al esposo, esto le parece insoportable. Simplemente no soporta tener que acompañar a su esposa de un lado a otro todo el tiempo; pero cuando está en casa, se siente encarcelado si no acompaña a su esposa. Cuando él llega a su casa, casi nunca encuentra a su esposa. Tal marido está siempre tratando de sobrellevar semejante situación. Si esta no se resuelve, estallarán los problemas. Repito, este no es un asunto de carácter moral, sino una cuestión de personalidades; se trata de algo que se pasó por alto en el momento del casamiento.

8. Pulcro versus desarreglado

Cierta hermana se preocupa mucho por la limpieza de su casa. Todo en su casa tiene que estar minuciosamente limpio. Ella sigue a su esposo con un trapo y limpia todo cuanto encuentra a su paso, pero el esposo se complace en ser desaliñado. Cierto día visité su hogar y me encontré al esposo tirando una almohada al piso, volteando una silla y moviendo todas las cosas fuera de lugar. Cuando le pregunté por qué hacía todo esto, él me respondió: “Hoy me siento muy feliz porque mi esposa se fue a visitar a sus padres”. Él se sentía tan frustrado con la pulcritud de su esposa que se deleitaba en el desorden. Esta no es una cuestión de índole moral. No hay nada de malo en ser personas un poco pulcras y tampoco hay nada de malo en andar un poco desaliñados.

9. La compatibilidad de personalidades es el factor más importante para mantener un buen matrimonio

Un nuevo creyente tiene que comprender que existen dos condiciones fundamentales para el amor. Una es la atracción natural, y la otra es la compatibilidad de caracteres. Al elegir una pareja, usted tiene que elegir, primero, una persona que le resulte atrayente. Un matrimonio en el cual no hay atracción mutua no marchará bien. En segundo lugar, uno tiene que elegir a una persona cuya personalidad sea similar a la de uno mismo. Los hermanos más maduros deberán ayudar a los más jóvenes a conocer su propia personalidad. No descuide el aspecto de la compatibilidad de caracteres simplemente porque haya atracción natural.

Conozco una pareja en Shanghái que siempre está discutiendo. Le pregunté al esposo por qué la había elegido a ella como esposa en primer lugar. Él me respondió que la primera vez que la vio, se sintió atraído por sus ojos oscuros. Esto es atracción natural. A él le gustaban sus ojos oscuros, pero poco después que se casaron, se olvidó si ella tenía ojos claros u oscuros. Lo único que podía recordar era que a ella le gustaba la pulcritud, mientras que a él no; que a ella le gustaba ser muy jovial, mientras que él prefería la tranquilidad; y que ella era muy rápida, mientras que él era muy lento. Por favor recuerden que la personalidad es algo permanente, mientras que la atracción natural es algo temporal.

Al elegir pareja los jóvenes no deben considerar únicamente la atracción natural. Sin duda debe haber atracción natural. Me complace que nuestros jóvenes, tanto hermanos como hermanas, le den la debida importancia a la atracción natural. No hay nada erróneo en ello, pero no basta con sentirse atraídos mutuamente. Tienen que considerar también la compatibilidad de sus personalidades. Y esto es algo completamente diferente. Si hay un conflicto de personalidades, la atracción natural desaparecerá muy pronto. La atracción natural es capaz de inducirnos a una unión matrimonial, pero jamás podrá sustentar tal matrimonio. Así pues, debemos estar conscientes de los problemas concretos que pueden surgir en tal relación.

Algunos han dicho que una persona puede tener dos cielos o dos infiernos. Una persona puede ascender a un cielo y descender a un infierno; o puede ascender a dos cielos o descender a dos infiernos. En ningún otro lugar sobre la tierra hay tanta felicidad como en una familia feliz. Pertenecer a una familia feliz es como estar en el cielo. Asimismo, el más terrible lugar sobre la tierra es una familia que está triste; es como estar en el infierno. Cuando una familia está contenta, uno se siente en los cielos. Si uno pertenece a una familia triste, uno se siente en el infierno. Así pues, un creyente puede experimentar un cielo y un infierno; y un incrédulo puede experimentar dos infiernos. Una persona que no es creyente puede experimentar el infierno mientras está en la tierra y otro infierno después de morir cuando vaya al infierno. Hay muchos cristianos que experimentan cierta clase de infierno hoy en día, pero que irán a los cielos en el futuro. Tales creyentes viven de este modo debido a que en su vida familiar hace falta la armonía de personalidades.

Yo recuerdo el caso de un hermano cuya esposa discutía y peleaba con todos en todo lugar. Ella podía ser muy espiritual cuando así lo quería; podía hacer bellas oraciones y comportarse muy espiritualmente. Pero cuando se enojaba, nadie podía hablar con ella. Ella peleaba con sus vecinos todo el tiempo, y nadie podía hacer nada al respecto. Su esposo tenía que andar alrededor pidiendo perdón a una y otra familia todo el tiempo. Cada vez que llegaba a casa, tenía que descubrir con quién había peleado esta vez su esposa para ir a pedirle disculpas a tales personas. Ella se metía en problemas todos los días. En realidad, si ese hermano se hubiese casado con una hermana tranquila, o si esa hermana se hubiese casado con un hermano muy activo, no habría tales problemas. Si una hermana muy activa se casa con un esposo muy tranquilo, o un hermano muy tranquilo se casa con una esposa que es muy activa, ciertamente surgirán problemas en la familia.

10. No debemos esperar que la personalidad de nuestro cónyuge cambie

Son muchos los que tienen un concepto equivocado: ellos creen que pueden cambiar la personalidad de otros. Por favor recuerden que esto no es posible. Incluso el Espíritu Santo mismo necesita mucho tiempo para transformar a una persona. Si es así con el Espíritu Santo, ¿cuánto podrá lograr usted? Por favor recuerden que el matrimonio no trae consigo el poder para cambiar la naturaleza de una persona. Son muchos los hermanos y hermanas que saben que sus cónyuges poseen personalidades que difieren de la suya propia y quieren cambiarlas. Pero después de dos o tres años, ellos descubren que todavía no ha ocurrido ningún cambio. Si existe alguna expectativa destinada al fracaso, ciertamente es esta. En toda mi vida no he visto un solo esposo que haya logrado cambiar a su esposa; ni tampoco he visto a ninguna esposa que haya conseguido cambiar a su esposo. Una vez compartí que en el matrimonio, uno solamente puede adquirir cosas ya hechas, no cosas para hacer. Ya sea como fuere la persona con la cual usted se casa, eso exactamente es lo que usted obtiene. Usted no puede pedirle que fulano o sutano sea de tal o cual manera de ser. Usted primero tiene que descubrir si podrá o no podrá aceptar la personalidad de dicha persona. Usted únicamente puede descubrir la personalidad actual de la otra persona; jamás debe abrigar la esperanza de poder cambiarla. Si usted tiene tal esperanza, ciertamente será defraudado. Esperamos que los hijos de Dios habrán de darle mucha importancia a esto, pues esto les ahorrará muchos dolores de cabeza.

Durante los diez años en los que laboré en Shanghái, una cuarta parte de mi tiempo lo pasé dando consejos a familias con problemas. De manera enfática, les aconsejo no unir a dos creyentes cuyas personalidades difieran entre sí. Si fomentamos tal clase de unión, las consecuencias serán ciertamente muy graves. Los niños que se críen en tales familias, ciertamente serán afectados, pues no sabrán qué lado tomar cuando sus padres se encuentren en el vaivén del subibaja. Es obvio que para tales niños, tampoco les será fácil ser salvos.

G. Los defectos

Ahora, debemos tomar en cuenta el asunto de los defectos. Nuestra conversación anterior se refirió a las diferencias en cuanto a la personalidad de los cónyuges y no involucraba asuntos de orden moral. Pero los seres humanos no solamente difieren en cuanto a sus personalidades, sino también en cuanto a sus defectos.

1. Los defectos de orden moral

¿Qué es un defecto? Algunas personas son perezosas, mientras que otras son diligentes. La diligencia es una virtud, mientras que la pereza es un defecto. Algunas personas eligen sus palabras con mucho cuidado y precisión; tal precisión es una virtud. Otras personas no solamente son un poco descuidadas con las palabras que usan, sino que además mienten constantemente; a estas personas les encanta exagerar. Este es un defecto de su carácter. Algunos saben mantener la boca cerrada y no les gusta hablar mucho, lo cual es una virtud. A otros les encanta criticar y corregir a los demás; esto constituye un defecto. Tales personas difunden chismes acerca de esta y aquella familia. Esto no es una cuestión de la personalidad, lo cual no involucra valores morales. Si un determinado rasgo de la personalidad involucra asuntos de carácter moral, entonces constituye un defecto, y se tiene que tomar medidas al respecto en la presencia de Dios. Algunas personas hacen las cosas lentamente, mientras que otras actúan con rapidez; estos son rasgos de la personalidad. Pero si una persona es tan rápida que se convierte en una persona impaciente, ella tiene un defecto. Algunas personas son tan lentas que se convierten en personas que no son dignas de confianza. Esto es también un defecto. Ser impacientes es un defecto y ser tan lentos que perdemos la confianza de los demás también es un defecto.

2. Al descubrir los defectos del otro

¿Qué debiéramos hacer respecto a las debilidades o defectos de la otra persona? Este asunto es tan difícil que no puede ser decidido por una tercera persona. Antes que nuestros jóvenes se casen, es imprescindible que ellos lleguen a conocer los defectos de la otra persona; ellos tienen que hacerlo antes de comprometerse, no después. Es erróneo buscar los defectos del otro después de haberse casado; de hecho, hacer esto es actuar neciamente. Después que uno se ha casado, es demasiado tarde para procurar descubrir los defectos del otro. Si usted intenta descubrir los defectos del otro después de haberse casado con tal persona, es demasiado tarde porque usted ya está viviendo con ella todos los días. En tal caso, usted verá muchas cosas incluso sin procurar descubrirlas. Si usted intenta deliberadamente encontrar los defectos del otro, ciertamente encontrará muchos más. El matrimonio no tiene como propósito darnos la ocasión de encontrar los defectos o errores del otro. Después de haberse casado, no abra sus ojos. Y antes de comprometerse, cuando todavía está eligiendo pareja, no sea cegado por la atracción natural. No deje que la atracción natural sea como un velo que le impida ver los defectos de la otra persona. No se entusiasmen tanto que lleguen a ignorar los defectos de la otra persona.

3. Algunos defectos no se pueden tolerar

Examinemos el asunto de los defectos. Existen dos maneras de enfrentarse a los defectos de la otra persona. Algunos defectos son intolerables. Se asemejan a personas de carácter muy difícil con las cuales nos resulta muy difícil llevarnos bien. Un matrimonio no tendrá éxito si en él se hallan presentes tal clase de defectos. Hay otros defectos que son tolerables. Después de examinar tales defectos, quizás uno decida que puede convivir con ellos. Por supuesto, uno tiene que procurar descubrir los defectos del otro antes de comprometerse con dicha persona. Algunos procuran descubrir los defectos de su cónyuge después de haberse casado. Para entonces, es vano procurar descubrir tales defectos; más bien, esto acarreará perjuicios para la familia, porque nadie puede cambiar tales defectos. Es imposible cambiarlos. Uno tiene que tomar nota de tales defectos y sopesarlos antes de casarse, a fin de determinar si puede o no convivir con los defectos del otro.

4. No se trata de que

tengamos los mismos defectos

Ahora debemos recordarles algo: no vayan a suponer que aquellos que tienen ciertos defectos en común pueden llevarse bien. Son muchos los que piensan que aquellas personas con defectos diferentes no pueden llevarse bien, pero que aquellos con defectos similares, sí pueden. Nada está más lejos de la verdad. Algunas parejas que comparten los mismos defectos discuten entre sí y pelean entre ellos todo el tiempo. Uno tiene un temperamento muy fuerte, y el otro también es de carácter enérgico. Quizás usted piense que es maravilloso que ambos tengan el mismo carácter. En realidad, en tales casos las dificultades se han hecho más complejas debido a que ambos tienen los mismos defectos. Si hay una diferencia de personalidades, la conciencia no está involucrada, pero si es cuestión de defectos, la conciencia entra en juego. Si ambos cónyuges son creyentes, cualquier defecto de la otra persona ofenderá la conciencia de los dos. Así, la carga de la responsabilidad que recaiga sobre ellos será más compleja, y los problemas que surjan serán también más complejos. Por esto decimos que una pareja debe tener personalidades similares, pero defectos distintos.

Recuerdo un esposo que dejaba las cosas tiradas alrededor de la casa y que nunca arreglaba su habitación. Su esposa era igual. Uno desordenaba, y el otro desordenaba todavía más. Uno podría pensar que en tales casos no se harían acusaciones mutuas y tendrían paz el uno con el otro, pero esta pareja discutía todo el tiempo. El esposo decía: “¿No te parece que dejar las cosas tiradas alrededor es causar mucho desorden?”, y la esposa le respondía: “¿Por qué no las recoges tú? ¿Acaso no ves que estoy muy ocupada?”. Les ruego no se olviden que una carga es ya bastante pesada, pero que dos llegan a ser insoportables. El resultado será que los problemas familiares se harán más complejos. Jamás debiéramos suponer que los problemas disminuirán si ambas partes tienen los mismos defectos. Tener defectos similares resultará en mayores problemas; de hecho, los problemas se duplicarán. Si el defecto es de una sola persona, ella podrá soportar su propio defecto; pero si ambos cónyuges comparten el mismo defecto, entonces la carga es insoportable. Si ya es difícil para uno soportar sus propios defectos, entonces le resultará imposible soportar los defectos del otro además de los suyos propios.

Los jóvenes, tanto los hermanos como las hermanas, deben darse cuenta de que algunos defectos pueden ser tolerados incluso cuando están presentes en ambos, pero que otros defectos, si son propios de ambos cónyuges, se vuelven mucho más complejos. Tales defectos son intolerables. Es mejor que los defectos de las dos personas sean diferentes. Por supuesto, algunas veces parejas con defectos similares consiguen llevarse bien; no existe una norma definitiva al respecto. Simplemente, uno tiene que observar por sí mismo.

H. El carácter

Para que un matrimonio tenga éxito, ambas partes tienen que poseer atributos en su carácter que sean estimados por la otra persona. La esposa no debe menospreciar al esposo, ni el esposo debe menospreciar a la esposa. Una vez que surge cualquier clase de menosprecio o desdén, la familia estará acabada. El respeto por el carácter del otro debe ser mutuo. El esposo debe sentir respeto por el carácter de su esposa, y la esposa debe sentir respeto por el carácter de su esposo. Por tanto, no solamente debemos considerar el asunto de la personalidad y los defectos del otro, sino también el asunto del carácter del otro.

Por ejemplo, se puede tolerar que una esposa ocasionalmente esconda u omita ciertas cosas al hablar. Pero esto se convierte en un problema que atañe a su carácter si ella suele mentir todo el tiempo. Algunos esposos son egoístas por naturaleza y suelen preocuparse únicamente por sí mismos y no por los demás, pero su egoísmo no debiera llegar al extremo que pierdan el respeto de su esposa por ellos. Esto es muy distinto del asunto de la compatibilidad de caracteres. Ya es difícil para una pareja adaptarse a las fricciones y conflictos por las diferencias en cuanto a la personalidad. Si además de esto hay cierto desdén por el carácter del otro, los cimientos mismos de la familia serán sacudidos. Entonces, nada podrá hacerse para remediar tal situación.

A veces nos encontramos con un marido detestable. Otras veces, nos encontramos con esposas muy calculadoras, las cuales únicamente harán cosas que sean provechosas para ellas mismas y nada más. Sin duda, se trata de defectos fundamentales en el carácter de uno; no se trata de meras debilidades. Tales defectos son motivo de desdén y de falta de respeto. Una vez que se introduce tal elemento, el ingrediente básico para un matrimonio habrá desaparecido. Es por ello que tenemos que preguntarnos si podemos tolerar el carácter de la otra persona.

Algunas personas son crueles. Son personas ásperas con los demás, sin importar cuál sea el motivo. Son personas insensibles a los problemas y sentimientos del otro. Lo único que desean es expresar sus propios sentimientos y no les importa si los sentimientos de la otra persona han sido heridos. Ya no se trata de un asunto de incompatibilidad de caracteres, sino de un defecto fundamental del carácter, el cual abre la puerta para que surja la falta de respeto.

Algunas personas no ejercen control alguno sobre sí mismas; no se sujetan a ninguna disciplina. Son desordenadas en todo, inclusive en cuanto a su temperamento. Si surge algún problema, dan rienda suelta a su enojo. ¿Por qué se enoja una persona? Se enoja porque es egoísta y sólo le importa su propia satisfacción. En último análisis, el problema no estriba en el temperamento o en los defectos de esta persona, sino en su carácter. Una vez que este elemento se halle presente, también estarán presentes el desdén y la falta de respeto.

Por tanto, antes que dos personas se casen, tienen que descubrir los atributos dignos de admiración que hay en la otra persona. Esto se aplica de manera particular en el caso de matrimonios entre hijos de Dios; siempre tiene que haber rasgos nobles en ambos cónyuges. Si una persona no tiene nada en ella que los demás puedan admirar, tal persona no está calificada para casarse. Una persona tiene que tener por lo menos uno o dos rasgos nobles a los ojos de Dios a fin de que pueda inspirar el respeto de su cónyuge.

I. Llevarse bien con los demás

Existe otro aspecto de la personalidad y de las consideraciones humanas que debemos tomar en cuenta. Si usted contempla la posibilidad de casarse con alguien, tiene que preguntarse si tal persona puede llevarse bien con los demás. El matrimonio implica convivencia, y una cuestión muy importante es si la otra persona puede vivir con otros. Algunas personas son muy individualistas por naturaleza. Tales personas simplemente no pueden vivir con otras. Si un hermano no está en buenos términos con su padre, su madre, sus hermanos y sus hermanas; entonces, lo único que usted puede esperar es un matrimonio miserable si se casa con él. Si una hermana no puede llevarse bien con nadie y siempre está peleándose con otros, pueden estar seguros que los momentos de felicidad serán muy escasos si usted la toma por esposa.

Todo aquel que desee casarse tiene que cumplir con un requisito básico: él o ella tiene que ser capaz de llevarse bien con otros. Debido a que el matrimonio consiste en convivir con otro, si uno no puede llevarse bien con otros, ¿cómo podría llevarse bien con usted? Las posibilidades de que esto suceda son muy pequeñas y será muy difícil que tal persona cambie. Si se trata de una persona que no muestra consideración o respeto por nadie, ¿piensa usted que tendrá respeto por usted? Si usted espera hasta después del matrimonio, descubrirá entonces que él tampoco tiene respeto por usted. Para tales personas es difícil casarse. Al elegir una esposa, usted tiene que asegurarse que su cónyuge posee las cualidades humanas indispensables para un matrimonio. Usted tiene que averiguar si se trata de una persona capaz de llevarse bien con los demás.

Supongamos que una hermana ha alcanzado la edad en la que debe casarse. Si ella va a todo el mundo y les dice: “Mi mamá es terrible. Mi papá es terrible. Mis hermanos y hermanas son terribles. Todos en mi familia me tratan muy mal”. Pueden estar seguros que ella más tarde se quejará de que usted es una persona terrible y que la trata muy mal. Tal persona simplemente no es capaz de llevarse bien con los demás.

Por favor recuerden que si ustedes son personas que saben llevarse bien con los demás, las posibilidades que tienen de tener éxito en su matrimonio son muy elevadas. Por el contrario, si uno no puede convivir con nadie, las posibilidades de éxito matrimonial serán muy reducidas. No estoy diciendo que uno no sea capaz de convivir con tal clase de personas, pero me temo que no será nada fácil. Este factor es muy importante.

J. Ser una persona consagrada

Ya abordamos el asunto de la salud, el carácter y lo relativo al alma de las personas. Ahora, quisiéramos cubrir lo relativo al espíritu de la persona. En términos espirituales, una persona tiene que ser consagrada al Señor.

No debiéramos casarnos con un incrédulo. Sin embargo, hay mucho más involucrado que simplemente esto; debemos tener una visión mucho más elevada delante del Señor. Un matrimonio exitoso no solamente tiene la atracción física y la compatibilidad de caracteres, sino que también debe tener una unión en la que ambas partes comparten el mismo objetivo espiritual. Esto quiere decir que ambas personas anhelan servir al Señor. Ambos tienen que estar completamente entregados al Señor. Uno vive para Dios y el otro también. En todas las cosas, grandes o pequeñas, ambos son para el Señor. Esto quiere decir que la consagración al Señor es un elemento imprescindible. De hecho, tal consagración es aún más importante que poseer un buen carácter. Una vez que la pareja es una pareja consagrada al Señor, el matrimonio contará con una base firme. En tal matrimonio, ambos compartirán un interés común muy fuerte delante de Dios.

En tal familia, no se pondrá en tela de juicio quién debe ser la cabeza y quién debe obedecer. En lugar de ello, ambos dirán que Cristo es la Cabeza y ambos le obedecerán. Entonces, no habrá necesidad que ninguno procure salvar las apariencias. Muchas veces, la esposa discute con su esposo, no porque ella esté en lo correcto y él se haya equivocado, sino simplemente porque quiere guardar las apariencias. Tal discusión no tiene nada que ver con lo correcto y lo erróneo, pues la esposa únicamente está esforzándose por la apariencias. Pero si ambos están consagrados, no estarán procurando guardar esa apariencia, pues ambos estarán dispuestos a ser avergonzados delante del Señor. Ambos podrán confesar sus faltas delante del Señor. Nosotros debemos ser personas que anhelan el cumplimiento de la voluntad de Dios. Cualquier conflicto se puede resolver si ambas partes anhelan el cumplimiento de la voluntad de Dios.

En una familia, si tanto el esposo como la esposa están consagrados al Señor, y si ambos sirven al Señor en unanimidad, tendrán una alta posibilidad de que tal matrimonio tenga éxito. Aun cuando existen diferencias de índole natural, y aun cuando la atracción física disminuya, ninguno de estos aspectos se convertirán en impedimentos para tal unión, y la familia seguirá hacia adelante de manera positiva.

Todos estos diez factores deben ser tomados en cuenta cuando se trata de elegir un cónyuge. Estos factores pueden ser clasificados como atributos de orden físico (o atributos externos), atributos de orden psicológico (o atributos del carácter) y atributos de orden espiritual. Tenemos que tomar en cuenta los tres aspectos. Tenemos que tomar en cuenta tanto los atributos físicos de una persona, como también su personalidad y su espiritualidad. Todos estos tres aspectos deben ser considerados con la debida perspectiva. Tenemos que tomar en cuenta todos estos tres aspectos y examinarlos uno por uno.

III. DENLE LA DEBIDA ATENCIÓN A LA ELECCIÓN DEL CÓNYUGE

Antes de que usted contemple la posibilidad de casarse con alguien o antes de comprometerse con alguien, usted debiera anotar todos sus rasgos personales uno por uno. ¿Qué tal la atracción natural? ¿Qué tal su salud? ¿Qué tal su familia? Tenemos que anotar todas estas características en detalle. Este es un asunto muy serio. No sean descuidados al respecto. Ustedes deben anotar cada atributo, uno por uno. ¿Qué tal su personalidad? ¿Cuáles son sus defectos o debilidades? ¿Cuántos atributos que usted valora se encuentran en esa persona? ¿Es ella capaz de llevarse bien con otros? ¿Cuán bien se relaciona con su familia? ¿Cuán bien se relaciona con sus amigos? ¿Tiene amistades? Por favor no se olviden que aquellos que no tienen amistades resultan esposos y esposas muy deficientes. Una persona que no se lleva bien con los demás, casi no tiene posibilidad alguna de llevarse bien con usted. Usted debe observar cómo ella trata a la gente en privado; cómo trata a sus amigos, parientes, hermanos y hermanas más jóvenes, a los niños y a los padres. Luego, usted tiene que saber si se trata de una persona consagrada íntegramente al Señor y si anhela vivir para el Señor. Trate de averiguar cuánto ha dejado por seguir al Señor y cuánta experiencia espiritual posee.

Los hermanos más maduros en el Señor y que están a cargo de los jóvenes, también debieran hacer una lista con respecto a estas dos personas y deberán hacer una comparación. Sólo entonces tendrán ellos una idea de si estas dos personas pelearán entre ellas en el futuro. Son muchos los que se percatan de los problemas que existen sólo después que estos han salido a la superficie. Tenemos que estudiar esto cuidadosamente de antemano. Esto nos dará indicios de las posibilidades de éxito que una pareja tiene en el futuro.

Me gustaría decirles enfáticamente que la vida familiar de la siguiente generación tiene una relación muy estrecha con la vida de iglesia que habrá de llevar dicha generación. Quisiera decir algo a los mayores: tienen que cuidar de las familias de la siguiente generación. La vida de iglesia será fuerte y saludable sólo si ustedes cuidan bien de este asunto. Si la generación siguiente tiene familias terribles, la iglesia sufrirá grandes inconvenientes. Hoy en día, aquellos que ya tienen familias no pueden cambiarlas. Sólo podemos pedirles que sean más comprensivos, tolerantes, cuidadosos y cariñosos. Pero espero que aquellos que entre nosotros todavía no se han casado, se esfuercen ellos mismos por establecer y edificar una buena familia. Este es, por cierto, un empeño excelente. En los días venideros, quiera Dios derramar Su gracia sobre la iglesia a fin de que muchas familias jóvenes puedan surgir, familias en las que tanto el esposo como la esposa sirvan al Señor y recorran Su camino juntos y en unanimidad. ¡Qué hermoso cuadro será este!