Watchman Nee Libro Book cap. 30 Mensaje para edificar a los creyentes nuevos
EL MATRIMONIO
CAPÍTULO TREINTA
EL MATRIMONIO
A fin de ser un buen cristiano, uno tiene que resolver de forma completa todos los asuntos fundamentales. Si existe algún problema básico que todavía no haya sido resuelto debidamente, ya sea que se trate de la familia o de la ocupación, llegará el momento en que los problemas regresarán. Mientras haya algún asunto que no haya sido resuelto, un cristiano no podrá seguir una senda recta delante del Señor.
Hoy abordaremos el tema del matrimonio, y lo vamos a examinar desde varios ángulos. Un nuevo creyente debe saber qué es lo que la Palabra de Dios dice acerca del matrimonio.
I. EL MATRIMONIO ES SANTO
Lo primero que debemos abordar con respecto al matrimonio es lo relacionado al sexo. Debemos tener bien en claro que los seres humanos tienen conciencia del sexo de la misma manera que tienen conciencia del hambre. Así como el hambre es una exigencia natural del cuerpo humano, el sexo es también una exigencia natural de nuestro cuerpo. Sentir hambre es natural; no es pecado. Pero robar alimentos constituye pecado; eso no es natural. De la misma manera, tener conciencia del sexo es algo natural y no constituye pecado. Pero si una persona se vale de medios impropios para satisfacer tal apetito, cae en pecado.
El matrimonio fue ordenado e iniciado por Dios; por tanto, tener conciencia del sexo también fue dado por Dios. El matrimonio no es algo que fue instituido después que el hombre cayó, sino que ya existía antes que el hombre pecara. No fue instituido después del capítulo 3 de Génesis, sino que Dios lo instituyó en el capítulo 2. Por tanto, el tener conciencia del sexo vino a existir antes y no después que el pecado entrara en el mundo. En definitiva, nadie peca por tener consciencia del sexo. Tal conciencia no incluye en sí mismo ningún elemento pecaminoso. Por el contrario, se trata de una conciencia que Dios mismo creó.
Los nuevos creyentes deben entender esto claramente. En el curso de mi vida y mis servicios cristianos durante los últimos treinta años, he tenido la oportunidad de conocer a muchos hermanos y hermanas jóvenes. Muchos de ellos sufrían conflictos internos con respecto al matrimonio. Ellos se sentían innecesariamente condenados por su conciencia, debido a que ignoraban tanto lo que Dios ha dispuesto como lo que dice la Palabra de Dios. Ellos sentían el deseo y la necesidad de casarse, pero pensaban que esto era pecado. Algunos hermanos han llegado a dudar seriamente de la operación de Dios en sus vidas, únicamente debido al hecho de estar conscientes del sexo. Es un pensamiento pagano tratar el sexo como algo pecaminoso en sí mismo. Tenemos que entender claramente la Palabra de Dios. De la misma manera que no constituye pecado que un hombre tenga hambre, la necesidad sexual no es pecaminosa; es un deseo natural.
Hebreos 13:4 nos dice: “Honroso sea entre todos el matrimonio”. El matrimonio no sólo es honroso sino incluso santo. Dios considera el sexo no solamente natural, sino también santo.
El Dr. Meyer, un colaborador de D. L. Moody, escribió muchos y muy buenos libros para la edificación de los cristianos. Él dijo en cierta ocasión: “Únicamente la más inmunda de las mentes podría considerar el sexo como algo inmundo”. Me parece que está bien dicho. El hombre asocia ideas inmundas con el sexo, debido a que él mismo es inmundo. Para los puros, todas las cosas son puras. Mas para los contaminados todo es contaminado, pues su mente y conciencia están contaminados. Debemos darnos cuenta de que el matrimonio es limpio. Una relación sexual como fue ordenada por Dios es santa, limpia e incontaminada.
En 1 Timoteo 4:1-3 Pablo nos dice que en los tiempos venideros habrían enseñanzas demoníacas, una de las cuales consistía en prohibir el matrimonio. Aquí vemos que aun las enseñanzas demoníacas pretendían procurar la santidad. G. H. Pember expuso claramente en sus escritos cómo los hombres habrían de prohibir casarse en procura de la santidad. Tales personas creían que esto los haría santos. Sin embargo, en su epístola a Timoteo, Pablo nos dijo que prohibir el matrimonio es una doctrina de demonios. Dios jamás prohibió el matrimonio.
Nadie debiera sentirse innecesariamente condenado por su conciencia debido a enseñanzas religiosas paganas. El estar consciente del sexo es algo muy natural y no constituye pecado. Únicamente cuando uno tiene que lidiar con esta conciencia existe la posibilidad de que surja el pecado. No es un asunto de si está presente este estado de conciencia sexual, ya que tener tal conciencia es algo muy natural y no constituye pecado. Es la manera en que uno trata con tal conciencia, la que determina si constituye pecado o no. Esta es una cuestión que debemos aclarar definitivamente. De otro modo, uno se sentirá condenado por su conciencia y no podrá crecer. De hecho, tal sentimiento de culpa no tiene nada que ver con el pecado, sino que es resultado de la ignorancia.
II. LOS ELEMENTOS BÁSICOS DE UN MATRIMONIO
A. Ayudarse mutuamente
El matrimonio ha sido dispuesto por Dios. En Génesis, Dios dijo que no era bueno que el hombre estuviera solo. Además, Dios dijo que todo cuanto había creado era bueno. Él proclamó que todo lo que había creado era bueno, a excepción del segundo día. El único motivo por el cual Dios no dijo lo mismo del segundo día fue porque el firmamento era el lugar donde se encontraba Satanás. Además de proclamar que todo lo que Él creó era bueno, Él dijo explícitamente que algo no era bueno. En el sexto día, al crear al hombre, Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gn. 2:18). Con esto no estamos sugiriendo que el hombre no haya sido creado bien. Lo único que esto significa es que no era bueno que el hombre estuviese solo, es decir, que sea un hombre solo. En ese tiempo, sólo la mitad del hombre había sido creada.
Dios formó una ayuda idónea para Adán el sexto día. Eva fue formada también en el sexto día, y ese mismo día Dios trajo Eva a Adán. Ella fue formada con el propósito de que se casaran. Las palabras ayuda idónea significan: “adecuada para dar la ayuda debida”. En hebreo, esta expresión significa: “alguien que le hace juego, una pareja; alguien que brinda la ayuda correspondiente”.
Al considerar Génesis 2:18, muchos lectores de la Biblia piensan que cuando Dios creó al hombre, Él creó a un hombre y a una mujer. Sin embargo, la Biblia únicamente dice que Dios creó al hombre. Su creación del hombre fue Su creación de varón y hembra. El varón y la hembra conformaban un hombre completo. Era como si al comienzo Dios hubiese creado la mitad del hombre y luego, cuando vio que este hombre era solamente una mitad, hizo la otra mitad. Las dos mitades fueron unidas a fin de llegar a ser una unidad completa. Únicamente cuando las dos mitades fueron unidas, el hombre fue completo. Por esto Dios no dijo que “era bueno” sino hasta después de haber formado a Eva. Esto nos muestra que el matrimonio no fue instituido por el hombre, sino por Dios. La institución del matrimonio no vino después, sino antes de la caída del hombre. El hombre no pecó el primer día que fue creado, sino que ese día él se casó. El mismo día en que Dios formó a Eva, Él se la entregó a Adán. Esto no fue algo que sucedió después que el hombre pecó. Así pues, Dios mismo fue el que inició el matrimonio.
En Génesis 2 vemos el matrimonio en la creación de Dios. En Juan 2, al comienzo del ministerio del Señor Jesús, tenemos el matrimonio en Caná, en el cual el Señor cambió el agua en vino. Aquí vemos que no sólo el Señor permite el matrimonio, sino que lo aprueba y lo endorsa. Él no sólo asistió a las bodas, sino que aun las realzó y las mejoró. Es claro que el matrimonio fue iniciado por Dios y, en especial, fue aprobado por el Señor Jesús. Por lo tanto, esto es algo completamente de Dios.
Aquí vemos la posición que ocupa el matrimonio ante Dios. El propósito de Dios es obtener un esposo y una esposa, los cuales deben ayudarse mutuamente. Por tanto, Dios llamó a la esposa de Adán “ayuda idónea”. En hebreo, esta expresión quiere decir: “adecuada para ayudar”. Aquí descubrimos que el deseo y el propósito de Dios es que el hombre viva de manera corporativa, que tengan comunión mutua y que se brinden una ayuda mutua. Este es el propósito de Dios.
B. La prevención del pecado
En el Antiguo Testamento, Dios instituyó el matrimonio antes que el pecado viniera al mundo. En el Nuevo Testamento, Pablo dijo que el matrimonio no solamente es permitido, sino que, además, es necesario debido a la presencia del pecado (1 Co. 7).
El matrimonio puede prevenir el pecado. Por esto Pablo dijo que los hombres deben tener sus propias esposas y las mujeres sus propios maridos, con el fin de prevenir el pecado de la fornicación (v. 2). Pablo no condenó como pecado el estar conscientes del sexo. Al contrario, él indicó que tanto el varón como la mujer deberían casarse a fin de prevenir el pecado.
Pablo fue quien afirmó que no debíamos proveer para la carne (Ro. 13:14). Pero a alguien que constantemente cometen el pecado de soberbia, Pablo jamás le diría: “Puesto que usted siempre está cometiendo el pecado de soberbia, vaya a su casa y manifiéstela allí, ¡a fin de que no la manifieste en ningún otro lado! Si manifiesta su soberbia en un lugar, ¡tal vez no vaya a manifestarla en otros lugares!”. Decir algo así hubiese sido “proveer para la carne”. Dios jamás estaría de acuerdo con su altivez ni con hacer algún arreglo para que usted pueda manifestar su soberbia. Consideremos a una persona que le encanta robar. Usted no debe decirle: “Puesto que no puedes dejar de hurtar, te permitiré robar lo que pertenezca al hermano fulano de tal, y así no robarás a los demás”. Uno no puede decir tal cosa; más bien deberá decirle: “Definitivamente, no puedes robar”. Robar es definitivamente un pecado; y nosotros no deberíamos hacer provisión alguna para ello. Caer en la soberbia es ciertamente un pecado, y no podemos hacer provisión para ello. Pero en un sentido absoluto, el sexo no es pecado. Por esto, los hombres deben tener sus propias esposas y las mujeres sus propios maridos. Si no entendemos esto, podríamos pensar que las palabras de Pablo tenían como objetivo hacer provisión para la carne. Pero sabemos que el apóstol no hizo provisión alguna para la carne. Por tanto, jamás podríamos considerar que el matrimonio constituye pecado. El matrimonio no es la provisión hecha por Dios para la carne. Nuestro deseo es colocar el matrimonio en un plano muy elevado. Se trata de algo santo y que fue ordenado por Dios mismo.
Debido a que el pecado ha entrado, el matrimonio es necesario, y este es capaz de prevenir el pecado; esto no es hacer provisión para la carne. Existe una diferencia muy marcada entre ambos.
En 1 Corintios 7, Pablo habló del matrimonio. Él comenzó diciendo que la esposa no tiene autoridad sobre su propio cuerpo y que el marido no tiene autoridad sobre su propio cuerpo (v. 4). La enseñanza de Pablo es bastante clara e inequívoca. A menos que sea con el propósito de dedicarse a ministrar al Señor, el esposo y la esposa no debían separarse. Esto previene la fornicación (v. 5). A fin de impedir la fornicación, Dios dispone que el varón y la mujer se casen y no se separen.
Pablo utilizó palabras muy claras para hablar de aquellos cuyo deseo sexual es muy intenso. Él dijo que los tales deben casarse a fin de evitar “estarse quemando” (v. 9). Él no reprendió a tales personas. Pablo no dijo: “Es erróneo que tengan un deseo tan intenso. Han pecado por sentir un deseo tan intenso. Por tanto, tienen que hacer alguna provisión para su carne”. En lugar de ello, él dijo: “Si tu deseo es muy intenso, debes casarte. Es mejor casarse que seguir viviendo con un deseo tan intenso”. La Palabra de Dios es muy clara con respecto a esto. El estar conscientes del sexo no constituye pecado. Incluso un deseo sexual muy intenso no es pecado. Pero Dios ha dispuesto que aquellos que tienen una conciencia del sexo intenso, se casen. Ellos no debieran abstenerse del matrimonio para luego caer en pecado. Esto es lo que el Señor nos ha mostrado.
La institución del matrimonio tiene un aspecto que corresponde al Nuevo Testamento, y otro aspecto que corresponde al Antiguo Testamento. El Antiguo Testamento nos indica que el matrimonio nos provee la ayuda adecuada. El Nuevo Testamento nos dice que el matrimonio ha sido instituido a fin de prevenir el pecado. Uno de los aspectos del matrimonio cristiano actual es proporcionarle a los cónyuges una ayuda mutua, y el otro aspecto es la prevención del pecado.
C. Coherederos de la gracia
Existe un tercer aspecto. En su primera epístola, Pedro dijo que las esposas son: “coherederas de la gracia de la vida” (3:7). En otras palabras, a Dios le complace ver esposos y esposas que le sirven juntos. Dios se deleitaba al ver que Aquila y Priscila le servían juntos, al ver que Pedro y su esposa, Judá y su esposa le servían juntos.
Por tanto, existen tres elementos básicos que componen un matrimonio cristiano. En primer lugar, está la ayuda mutua; en segundo lugar, la prevención del pecado; y en tercer lugar, el hecho que dos personas unidas en la presencia de Dios juntas heredan la gracia. Uno no debe ser un cristiano solitario, sino un cristiano junto con otra persona. Uno no debe heredar la gracia solo, sino que debe hacerlo junto con otra persona.
III. CON RESPECTO A LA VIRGINIDAD
La Biblia también indica que pese a que hay una conciencia del sexo, con algunas personas tal conciencia no es muy intensa, y para ellas no es necesario que satisfagan tal necesidad. La Biblia les aconseja a tales personas que se mantengan vírgenes.
A. Los beneficios de mantenerse virgen
La virginidad no hace que uno sea más santo espiritualmente. Sin embargo, una persona que es virgen ciertamente podrá dedicar toda su energía a la obra del Señor. De esto también se habla en 1 Corintios 7.
Pablo nos hace notar tres inconvenientes que tiene el matrimonio. En primer lugar, el matrimonio es una atadura. Él dice: “¿Estás ligado a mujer?” (v. 27). Con frecuencia, después que se ha casado una persona pierde su libertad, pues una vez que se casa, llega a estar ocupada con muchas cosas. Tal persona estará ligada a su cónyuge y se preocupará por una diversidad de asuntos. En segundo lugar, aquellos que se casan tendrán aflicción. Pablo dijo: “Pero los tales tendrán aflicción de la carne” (v. 28). Cuando una persona se ha casado, la aflicción de la carne aumenta y le resulta más difícil servir al Señor con un corazón sencillo. En tercer lugar, aquellos que se casan tienen que preocuparse por las cosas de este mundo (vs. 32-34). En Mateo 13, el Señor indica que tales cuidados son como espinas y abrojos que fácilmente pueden sofocar el crecimiento de la semilla. El resultado es la esterilidad (v. 22). En resumen, el matrimonio trae consigo problemas familiares, complicaciones, aflicciones y ansiedad.
Las palabras de Pablo no eran solamente para los colaboradores, sino también para los hermanos y hermanas. Una persona que se conserva virgen podrá ahorrarse muchas dificultades. Pablo no manda conservarse vírgenes, pero sus palabras denotan que él se inclinaba por esta opción. Pablo no tenía opinión propia al respecto; él se limitó a indicarles a los hermanos ciertos hechos. El matrimonio es bueno y previene el pecado. Pero el matrimonio también conduce a las personas a verse envueltas en problemas familiares, complicaciones, aflicciones y las ansiedades propias de este mundo.
B. El tipo de persona
que puede mantenerse virgen
Después de decir esto, Pablo nos indica qué tipo de persona puede mantenerse virgen. Él dijo que algunos tienen el don de Dios de conservarse vírgenes. Es un don de Dios poder conservarse vírgenes. Cada persona recibe cierto don de parte de Dios, unos, una clase de don, y otros, otra clase de don. Si yo soy de las personas que necesitan casarse, el matrimonio será para mí el don que Dios me dio; se necesita el don de Dios para casarse. Por esto Pablo dijo: “Pero cada uno tiene su propio don de Dios, uno de un modo, y otro de otro modo” (1 Co. 7:7). Es decir, quienes se mantienen vírgenes tienen su propio don de parte de Dios, y también aquellos que se casan tienen su propio don de parte de Dios.
La primera condición para ser uno que se mantiene virgen es que tal persona tiene conciencia del sexo, pero no tiene la compulsión por ello. Algunas personas tienen un deseo sexual apremiante, mientras que otras sólo son conscientes del sexo, pero no tienen la compulsión. Únicamente aquellas personas cuyo deseo sexual no es apremiante podrán mantenerse vírgenes.
En segundo lugar, tal persona deberá tener el deseo de permanecer soltera con firmeza de corazón. Los versículos 36 y 37 dicen: “Pero si alguno piensa que se comporta indebidamente para con su hija virgen que pase ya de edad, y es necesario que así sea, haga lo que quiera, no peca; que se case. Pero el que está firme en su corazón, sin presión alguna, sino que es dueño de su propia voluntad, y ha resuelto en su corazón guardar a su hija virgen, bien hace”. Pablo nos muestra que para que alguien se mantenga virgen, se hace necesaria una resolución firme, es decir, tal persona está resuelta a mantenerse virgen. Cualquiera que piense que es incorrecto mantenerse virgen, puede casarse. Pero si una persona ha resuelto mantenerse soltera y tiene la tendencia a ello, y mantiene firme en su corazón el deseo de permanecer virgen, tal persona puede conservarse soltera. Por tanto, la firmeza de corazón es requisito indispensable para ello.
En tercer lugar, semejante decisión no deberá estar en conflicto con las circunstancias de uno. El versículo 37 dice: “Sin presión alguna”. A algunos no les resultará fácil mantenerse vírgenes y deberán considerar sus circunstancias; quizás habrán de crear muchos problemas en su familia si deciden mantenerse vírgenes. Por tanto, tienen que darse las circunstancias ambientales adecuadas para que uno pueda mantenerse virgen.
Pablo nos indica que existen tres condiciones básicas para que uno se mantenga virgen, a saber: (1) que no tengan compulsión, (2) que uno se mantenga firme en su corazón respecto a tal decisión y, (3) que esta decisión no vaya a crear problemas en su entorno. Únicamente cuando estas tres condiciones son cumplidas, uno podrá mantenerse virgen.
C. La virginidad se relaciona con el reino de los cielos y el arrebatamiento
Aquellos que deciden mantenerse vírgenes tienen mucho que ganar delante del Señor. Mateo 19 nos dice claramente que para una persona virgen le es más fácil ingresar en el reino de los cielos. Tenemos que reconocer que “hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos”. Mateo 19 habla claramente de la relación que existe entre la virginidad y el reino de los cielos. No nos atreveríamos a indicar específicamente cuál es la relación que existe entre la virginidad y el reino de los cielos; sin embargo, podemos afirmar que es definitivamente ventajoso mantenerse vírgenes con respecto a ingresar al reino de los cielos. El Señor nos dice que hay quienes escogieron ser eunucos, es decir, eligieron permanecer vírgenes por causa del reino de los cielos.
Esto no es todo. Apocalipsis 14 nos muestra que las primicias (los ciento cuarenta y cuatro mil) son vírgenes. Ellos siguen al Cordero dondequiera que va. Estos ciento cuarenta y cuatro mil son los primeros en ser arrebatados. Definitivamente, existe un vínculo entre la virginidad y el arrebatamiento. Un día descubriremos que quienes permanecieron vírgenes tenían ciertas ventajas muy definidas en lo que respecta a entrar al reino de los cielos y ser arrebatados. ¿Y qué tal del tiempo presente? Pablo dijo que mantenerse virgen ciertamente reduce las aflicciones y capacita a una persona para servir bien a Dios.
Nosotros únicamente podemos exponer tales hechos ante nuestros hermanos y hermanas. Únicamente aquellos que no tienen compulsión por sexo, que están firmes en su corazón al respecto y cuyo entorno presenta el suministro adecuado para ello, podrán mantenerse vírgenes. Queremos presentar este asunto de la manera más objetiva y bíblica posible a nuestros hermanos y hermanas. Delante del Señor, cada uno debe tomar su propia decisión al respecto.
IV. EL CÓNYUGE
Con respecto al matrimonio en sí, Dios ha establecido pautas definidas para determinar con quién nos podemos casar y con quién no nos podemos casar. La Biblia indica claramente que quienes conforman el pueblo de Dios sólo pueden casarse entre ellos. En otras palabras, si uno va a contraer matrimonio, deberá encontrar su cónyuge entre los que conforman el pueblo de Dios; no debe buscar su cónyuge entre los que pertenecen a otro pueblo.
A. Los mandamientos del Antiguo Testamento
En el Antiguo Testamento encontramos suficientes mandamientos que nos indican que no debemos casarnos con ninguno que se encuentre fuera del pueblo de Dios.
Deuteronomio 7:3-4 nos dice que los israelitas no debían casarse con los cananeos. Ellos no debían dar sus hijas en matrimonio a los hijos de los cananeos ni tampoco debían tomar las hijas de los cananeos como esposas para sus hijos. Esto se debía a que los cananeos los alejarían del Señor y los seducirían para servir a otros dioses. A lo largo del Antiguo Testamento, Dios nos muestra claramente que uno debe buscar su cónyuge entre el pueblo del Señor. Uno no puede buscar un esposo o esposa entre los incrédulos. El mayor problema de buscar un cónyuge entre los incrédulos es que la otra persona podría alejarnos del Señor y hacer que adoremos a otros dioses. Resulta fácil para una esposa imitar a su esposo en la idolatría. También es fácil que un esposo siga a su esposa para adorar ídolos. Puesto que ambos están casados, es fácil que uno siga al otro en la adoración de otros dioses.
Josué 23:12-13 advierte a los israelitas en contra de casarse con personas de esas tierras. Se les advirtió que aquellas personas habrían de ser como trampas y como espinas para ellos. Es decir, que tales cónyuges se convertirían en sus espinas, y que ellos caerían en una trampa.
En la época de Nehemías, los israelitas retornaron de la cautividad a la tierra de Judá. Muchos de ellos se habían casado con esposas gentiles y no podían hablar la lengua hebrea. En Nehemías 13:23-27 se nos dice que Nehemías les mandó cortar todo vínculo con las mujeres gentiles y a suspender toda relación con ellas. Aquí se manifiesta un problema fundamental que se produce al casarse con una mujer gentil: al servir a Dios, tarde o temprano los hijos siguen a la madre, y no al padre. Si usted se casa con un gentil sus hijos seguirán a su cónyuge gentil y se irán al mundo. Este es un problema serio.
Malaquías 2:11 nos dice que los israelitas prevaricaron, o sea, traicionaron y profanaron la santidad de Dios al tomar para sí esposas gentiles. A los ojos de Dios, casarse con una mujer gentil es profanar la santidad de Jehová. Por tanto, los cristianos deben procurar cónyuges únicamente entre los creyentes.
También debemos hacer caso a la advertencia que nos muestra el fracaso de Salomón, quien era el más sabio de los reyes, pero aun así cayó en idolatría por casarse con mujeres gentiles.
B. En el Nuevo Testamento
Las palabras de Pablo en el Nuevo Testamento son bastante claras. En 1 Corintios 7:39, Pablo les dice a las viudas que pueden casarse, con tal que sea con alguien que esté en el Señor.
Un pasaje bíblico muy conocido es 2 Corintios 6:14. Aquí se nos dice que los creyentes y los incrédulos no pueden compartir el mismo yugo. Estas palabras no se refieren solamente al matrimonio, pero ciertamente se refieren también al matrimonio. Los creyentes e incrédulos no deben hacerse socios en los negocios; no deben unirse en torno a un propósito común, tal como dos animales que aran el campo y que son uncidos a un mismo yugo. Dios no permite esto. Él no permite que un creyente y un incrédulo sean uncidos bajo un mismo yugo. En el Antiguo Testamento, no se podía uncir a un caballo con un buey, ni tampoco se podía uncir a un asno con un caballo. Es imposible uncir un animal lento con uno rápido. Es imposible juntar a una persona que va en una dirección con otra que va en una dirección opuesta, o uno que va tras las cosas del mundo con uno que busca las cosas celestiales. Es imposible unir a uno que procura bendiciones espirituales con otro que procura las riquezas materiales. Es imposible unir a uno que se esfuerza por ir en una dirección con otro que se esfuerza por ir en otra dirección. Si tales personas se unen, el yugo que las une acabará por romperse.
Entre aquellas relaciones que pueden encontrarse bajo yugo desigual, ninguna es más seria que la relación matrimonial. Es posible que alguno se una en yugo desigual para alguna empresa comercial o con otros propósitos. Pero no existe yugo más severo que el yugo matrimonial. Cuando un creyente y un incrédulo comparten juntos la responsabilidad de una familia, el resultado no será nada más que problemas. El cónyuge ideal es un hermano o hermana. Jamás elijan caprichosamente a un incrédulo. Si descuidadamente eligen como cónyuge a algún incrédulo, ciertamente enfrentarán problemas más tarde. Uno tirará para un lado, y el otro para el otro. Uno buscará lo celestial, mientras el otro buscará las cosas de este mundo. Uno procurará dones celestiales, y el otro buscará las riquezas de este mundo. La diferencia entre estas dos clases de personas es inmensa. Por esto la Biblia nos exhorta a casarnos con los que están en el Señor.
V. SI EL CÓNYUGE ES UN INCRÉDULO
Pero existe el siguiente problema: supongamos que un hermano ya está casado con una mujer que no es creyente, o una hermana está casada a un incrédulo. ¿Qué deberá hacer? Dijimos antes que una persona soltera deberá buscar un cónyuge entre aquellos que están en el Señor. Sin embargo, hay algunos que ya están casados. Ellos ya tienen un esposo o una esposa que no es creyente. ¿Qué deberán hacer?
A. Si el cónyuge incrédulo quiera separarse
En 1 Corintios 7 dice algo al respecto. Los versículos 12, 13 y 15 abordan este tema, y nos dice qué debemos hacer cuando surge alguna contienda en el seno de una familia en la cual solamente uno de sus miembros es cristiano. Por favor tengan presente que si hoy en día no surgen muchas quejas en tales hogares, se debe simplemente a que los creyentes que pertenecen a tales familias no son lo suficientemente absolutos en su consagración al Señor. El Señor Jesús predijo en los evangelios que habrían muchas disputas en las familias. Si un creyente se ha consagrado sin reservas al Señor, está destinado ha generar contiendas en la familia. Si ocurren casos en los que “cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres”, tal como lo indica Lucas 12:52, esto se debe a que algunos miembros de dicha familia han creído en el Señor. Supongamos que un esposo abandona a su esposa debido a que ella ha creído en el Señor. Supongamos que le diga: “Tú has creído en el Señor y, por eso, ya no te quiero más”. ¿Qué deberá hacer la esposa? La palabra del Señor en 1 Corintios 7 es bastante clara: “Sepárese” (v. 15). Por tanto, si un esposo quiere separarse porque su esposa ha creído en el Señor, o viceversa, la palabra es: “Sepárese”.
Sin embargo, debemos tener una cosa bien en claro: uno no debe ser jamás el que tome la iniciativa de separarse. Uno no debe ser la persona que solicite la separación. Tiene que ser el cónyuge incrédulo quien pida la separación. Es él quien no está contento debido a que su cónyuge ha creído en el Señor. Es él quien piensa que su relación ya no tiene futuro desde que su cónyuge se convirtió al Señor. Es él quien quiere irse. Si él desea separarse: “Sepárese”.
B. Si a su cónyuge no le importa que usted sea creyente, el Señor lo salvará
Pablo dijo que si a nuestro cónyuge no le importa nuestra conversión, entonces no hay necesidad de separarse. ¿Y cómo va a saber si el Señor a lo mejor lo salva por medio de usted? Si él es indiferente y consiente en seguir viviendo con usted, Pablo dijo que usted deberá sentirse en paz con respecto a tal relación y no debe abandonar a su cónyuge. Él dijo que un incrédulo podía ser santificado por su cónyuge creyente. Él también dijo: “¿Qué sabes tú, oh mujer, si salvarás a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si salvarás a tu mujer?” (v. 16). Si su cónyuge quiere dejarlo, eso es problema de él, no suyo; pero si él no quiere irse, usted debe creer que el Señor lo salvará. Pablo dijo que sería fácil que él sea salvo. Quizás no sea tan fácil que el Señor salve a otros, pero ciertamente le será fácil salvar a alguien que ya le pertenece a usted. Tenemos que enfrentarnos a tal situación adoptando esta posición.
VI. QUÉ DEBEMOS HACER SI NOS HEMOS COMPROMETIDO CON UN INCRÉDULO
Algunos hermanos y hermanas enfrentan un problema distinto: ellos se han comprometido con un incrédulo. ¿Qué deberán hacer?
A. Lo mejor es si el incrédulo toma la iniciativa de anular el compromiso
Es obvio que el Señor no quiere que nos casemos con un incrédulo. Si alguno ya está comprometido con un incrédulo, lo mejor que podría suceder es que el novio incrédulo o la novia incrédula anule el compromiso voluntariamente. Después de todo, se trata de dos personas que todavía no se han casado; sólo se han comprometido a casarse. Si el Señor abre el camino para que el incrédulo acceda voluntariamente a anular dicho compromiso, debido a que la otra persona ha creído en el Señor, esta sería la mejor de las soluciones.
B. No debemos anular ningún acuerdo arbitrariamente
Sin embargo, con frecuencia es imposible lograr tal solución. Debido a que ya existe un acuerdo nupcial, es probable que la otra persona no quiera renunciar tan fácilmente a ello simplemente porque usted haya creído en el Señor. En tal situación, debemos comprender que al comprometernos con la otra persona, hemos celebrado un pacto con ella. Tal clase de pacto es un voto hecho delante de Dios. Un cristiano no puede anular arbitrariamente tal clase de pacto únicamente porque haya creído en el Señor, pues cualquier pacto es santo a los ojos de Dios. Usted puede proponer que tal pacto sea anulado. La otra persona puede tomar la iniciativa de disolver dicho pacto, o usted puede iniciar la disolución del mismo. No es necesario que quien haga la propuesta de disolver el pacto sea la otra persona. Este caso es distinto del anterior. En el caso del matrimonio, la otra persona tiene que tomar la iniciativa. En el caso de un compromiso, usted puede iniciar la disolución de tal compromiso. Pero si la otra persona insiste en que usted cumpla con el acuerdo nupcial, usted tendrá que cumplirlo. Una vez que un cristiano da su palabra, tiene que honrarla, pues no puede anularla arbitrariamente. Nosotros recibimos la salvación porque Dios honra Su palabra. Si Dios no honrara Su palabra, simplemente no habría salvación para nadie. Por tanto, usted tiene que gestionar con la otra persona. Si la otra persona se niega a disolver la relación, usted tendrá que casarse con él o ella, según sea el caso.
Salmos 15:4 dice: “El que aún jurando en daño suyo, / No por eso cambia”. Después que los israelitas ingresaron a la tierra de Canaán, los gabaonitas los engañaron llevando consigo pan seco y mohoso, zapatos viejos y recosidos, y vestidos viejos y gastados. Ellos dijeron que venían de un país lejano, y Josué prometió no aniquilarlos. Pero luego los israelitas descubrieron que Gabaón en realidad era un territorio cercano. No obstante, debido a que los israelitas habían celebrado un pacto con ellos, Dios no les permitió a los israelitas aniquilarlos. A lo más los hicieron sus proveedores de leña y agua (Jos. 9:3-27). Honrar los pactos que uno ha celebrado es un asunto muy serio en la Biblia. Uno puede anular correctamente un compromiso nupcial siempre y cuando la otra persona consienta en hacerlo, pero si ella rehúsa anularlo, uno no podrá hacerlo de manera unilateral y arbitraria. El pacto con los gabaonitas tuvo serias repercusiones. Los cielos se secaron porque Saúl masacró a los gabaonitas. David se vio obligado a preguntarles a los gabaonitas qué debía hacer por ellos. Los gabaonitas exigieron que siete hijos de Saúl fuesen ahorcados, y David tuvo que cumplir con su demanda (2 S. 21:1-6). Dios no permite que nosotros quebrantemos un pacto arbitrariamente. Tenemos que aprender a honrar los pactos que hacemos. No podemos cometer ninguna injusticia.
C. Gestionar ciertas condiciones de antemano
Supongamos que, antes de hacerse cristiano, usted se había comprometido a contraer matrimonio con alguien que es incrédulo, ¿qué deberá hacer si la otra persona insiste en casarse con usted? Tal vez esto es algo que usted puede hacer: gestione de antemano algunas condiciones. Por ejemplo, podría decirle: “Me casaré contigo, pero quisiera definir ciertas cuestiones antes que nos casemos”. ¿Cuáles son esas cuestiones? En primer lugar, su futuro cónyuge deberá permitirle servir al Señor. Usted no debiera ingresar al hogar del otro a escondidas, sino que debe hacerlo enarbolando sus estandartes. Usted es ahora una cristiana. Aun cuando se está casando con un incrédulo, él deberá darle la libertad para servir al Señor. Su cónyuge no debe interferir con su servicio al Señor. En segundo lugar, si tienen hijos, ellos tienen que ser criados en conformidad con las enseñanzas del Señor. Si la otra persona se convierte o no dependerá de ella, pero los niños deben ser criados según la enseñanza del Señor; usted tiene que dejar esto bien establecido desde un comienzo. Ponga esto sobre la mesa de negociaciones desde un principio, y lleguen a un acuerdo por anticipado. Si tienen un acuerdo al respecto, después no tendrá que enfrentarse con esas dificultades, pero si usted no llega a un acuerdo anticipado al respecto, encontrará dificultades después. Casarse con un incrédulo siempre significará sufrir pérdida. Pero usted puede minimizar dicha pérdida y ahorrarse muchos dolores de cabeza por medio de conseguir ciertos acuerdos previos. La otra persona tiene que estar de acuerdo con darle la libertad necesaria para que usted conduzca a sus niños al Señor. Usted es ahora un cristiano y no seguirá las costumbres de este mundo. Usted estará siempre del lado del Señor. Si la otra persona está de acuerdo con esto, usted puede proceder a casarse. Y si la otra persona no está de acuerdo con tales condiciones, ella es libre de anular el compromiso. Tenemos que informarle a la otra persona de nuestro compromiso futuro. Esto aminorará los problemas que luego habrán de presentarse.
VII. QUÉ HACER SI UNO NECESITA CASARSE, PERO NO ENCUENTRA UN CÓNYUGE CREYENTE
Este es un problema real; no es algo imaginario, pero únicamente podemos decir que la Biblia no contiene ninguna enseñanza al respecto. Sin embargo, podemos palpar lo que había en el corazón de Pablo. En 1 Corintios 7, Pablo manifestó su deseo de que, si fuera posible, las viudas permanecieran solteras. Pero entonces él también manifestó su deseo de que las viudas se casaran con personas que estaban en el Señor (v. 39). Por tanto, las viudas pueden volverse a casar si tienen la necesidad. De acuerdo con este principio, podemos decir que lo mejor es que un hermano se case con una hermana que está en el Señor. Si esto no le es posible, es mejor que no se case. Sin embargo, si tiene que casarse, todavía estaremos contentos al verlo casarse. Incluso si la otra persona no es creyente, aun así nos gustaría que se case.
Cuando decimos esto, no estamos fomentando que se elija, como dice el mundo, “de los males, el menor”. Lo que queremos decir es que preferiríamos ver que una persona cometa un pecado en contra del gobierno divino antes de que cometa un pecado moral. Si al no casarme caigo en pecado, cometo un pecado moral, y si me caso con una mujer que no es creyente, cometo pecado en contra del gobierno de Dios. Existen dos clases de pecado: uno es el pecado moral y el otro es el pecado en contra del gobierno de Dios. Si un hermano tiene que casarse y no puede encontrar una hermana, lo mejor que puede hacer es permanecer soltero. Pero si tiene que casarse, debemos permitirle casarse, aun cuando ello signifique casarse con una persona incrédula.
Si usted se casa con alguien que no es creyente, debe darse cuenta de que le esperan problemas muy serios. Es particularmente difícil para un creyente casarse con una persona que no es creyente. Las dificultades que se encuentran son aún mayores que las dificultades que surgen en una pareja de incrédulos en la que uno de los cónyuges se convierte en un creyente. Un esposo o esposa que se vuelve creyente estando casado, ciertamente encontrará dificultades, pero la mayoría de las veces el Señor le ayudará a avanzar. Sin embargo, un creyente que se casa con una persona que no es creyente, encontrará muchas dificultades. Tenemos que advertirle por anticipado, y tal persona deberá percatarse de las muchas penurias que le esperan más adelante.
Si alguien se casa con un incrédulo, tenemos que advertirle de otra cosa: debe cuidarse de no ser arrastrado por el otro cónyuge. Tiene que tener presente que se está casando con un incrédulo y, si se descuida, puede fácilmente desviarse. Por supuesto, los que ya están casados con una persona que no es creyente o que están comprometidos, también tienen que ser muy cuidadosos al respecto, pero aquellos que están planificando casarse deberían ser aún más cuidadosos. En otras palabras, ellos necesitan una protección especial, necesitan ser resguardados y requieren de mucha oración, a fin de que no se dejen llevar por la otra persona.
Si usted no tiene otra alternativa que casarse con un incrédulo, también tiene que establecer, claramente y de antemano, las condiciones para tal relación. Tiene que decirle al incrédulo: “Yo he creído en el Señor. No te puedo obligar a que tú creas en Él, pero tú tampoco puedes interferir con mi fe. Tienes que darme absoluta libertad a este respecto”. También tiene que presentarle la crianza de los niños y decirle: “Tienes que darme absoluta libertad para conducir a nuestros niños al Señor. Yo no quiero que ninguno de ellos adore ídolos ni que sea conformado a este mundo”. Si usted recalca estas cosas lo suficiente, quizás pueda superar tal situación.
Quisiera dirigirles algunas palabras a los hermanos y hermanas más maduros. Cuando ustedes vean que un nuevo creyente está enfrentando un conflicto de esta naturaleza, tienen que ser muy cuidadosos. No abran la puerta demasiado. No permitan que tal hermano o hermana se case de manera arbitraria y a su antojo con un incrédulo. Por otro lado, no cierren la puerta mucho. No lo alejen del pecado contra el gobierno divino, a costa de exponerlo a que cometa un pecado moral. Es mejor dejar que alguien caiga bajo la mano gubernamental de Dios, antes que dejarlo caer en un pecado moral.
Hay algo más que quisiera decir a este respecto. Tenemos muchos hermanos y hermanas jóvenes en cada localidad. La mayoría de problemas para encontrar una esposa surgen cuando demasiados santos abrigan demasiadas expectativas con respecto a la formación y la posición que esperan de sus cónyuges. Un hermano que está en una posición social más elevada, no quiere casarse con una hermana que ocupa una posición inferior, y viceversa. Hoy en día no hay carencia de hermanos y hermanas, pero la cuestión de la posición social ha generado muchos problemas. Yo creo que este problema se resolvería fácilmente si los hermanos y hermanas cambiaran sus conceptos acerca de las ocupaciones. Para las hermanas, sería fácil casarse si no menospreciaran a los hermanos que son gente de campo. También sería fácil para los hermanos casarse si no menospreciaran a las hermanas campesinas. Hoy en día, nosotros menospreciamos las ocupaciones que Dios honra y exaltamos las ocupaciones que los hombres adoran. Esto complica las cosas. Hoy en día, no carecemos de hermanas ni hermanos, pero no tenemos muchas parejas que concuerden en cuanto a su posición. Puesto que el asunto de la posición social es un concepto mundano, necesitamos que nuestro concepto acerca de las ocupaciones cambie radicalmente a fin de resolver este problema.
VIII. QUÉ HACER SI UNO TIENE CONCUBINAS*
[* Nota del editor: Watchman Nee habla de las concubinas debido al problema que existía en ese tiempo histórico en China.]
En la Biblia no encontramos mandamiento alguno que ordene a un hombre separarse de su concubina. En ningún lugar en la Biblia Dios le pide al hombre que despida a su concubina. Me refiero a las concubinas que se hayan tomado antes de haber creído en el Señor. Me parece que en la Biblia encontramos suficientes indicaciones sobre cómo desea Dios que tratemos a las concubinas.
Consideremos primero las exigencias de los hombres antes de considerar las exigencias que hace la Biblia al respecto. El pensamiento inmediato del hombre es despedir a todas sus concubinas. Si la concubina no puede ser expulsada, el pensamiento propio de los hombres es que el esposo suspenda sus relaciones sexuales con ella. Este es el concepto humano y, lamentablemente, muchos hermanos y hermanas tienen este concepto. Pero esta no es la revelación divina, sino que en realidad se trata de un concepto pagano.
A. La Biblia no exige que las concubinas sean despedidas
En la Biblia, ningún otro tomó una concubina de peor manera que David. Él no solamente tomó una concubina para sí, sino que al hacerlo, hasta cometió homicidio. Urías murió a causa de su esposa; David sacrificó a Urías para ganar a Betsabé. Salomón nació de Betsabé, y el propio Señor Jesús desciende de ella. El Señor reconoce este hecho en el Nuevo Testamento. El primer capítulo de Mateo menciona cuatro mujeres; entre ellas está incluida Betsabé, y se la nombra como la que había sido mujer de Urías. Tenemos que ser muy claros a este respecto: aquellos que tomaron para sí concubinas, deberán soportar la disciplina de Dios; jamás deben echar fuera a sus concubinas.
¿Por qué la Biblia no exige que se abandone a la concubina? Les ruego que tengan presente que caer en el pecado de fornicación y tomar para sí una concubina, son dos cosas distintas. Si uno roba una Biblia hoy, podrá restituirla con otra Biblia después. Si uno hurta mil dólares hoy, podrá reembolsar la misma cantidad después. Pero si tomo para mí una concubina, no puedo devolverla.
Algunos hermanos piensan que uno debe deshacerse de todas sus concubinas. Este pensamiento es formulado desde el punto de vista del varón; sin embargo, todos los varones deben saber que, a los ojos de Dios, tomar para sí concubina equivale a cometer adulterio. Por el lado de la concubina, cuando ella se casa con un varón, ella no está casada con dos maridos. El varón está casado a dos mujeres, pero la concubina no está casada a dos maridos. Tenemos que comprender que el Señor jamás exigirá que el hombre se deshaga de su concubina.
Me parece que el principio subyacente a lo sucedido con la madre de Salomón es bastante claro. El Señor envió deliberadamente a Natán el profeta a hablar con David después que este se casó con Betsabé. Todo cuanto el Señor tenía que decir respecto de este asunto, ya fue dicho por medio de Natán, y no es necesario que ninguno de nosotros añada algo a sus palabras. Aun si Natán dejó de decir algo, no sería necesario que ni usted ni yo añadamos una nota a este tema con tres mil años de retraso. Natán le dijo a David que su hijo ciertamente moriría y que juicio vendría sobre él. Otros habrían de cometer fornicación con sus esposas a plena luz del día, y la espada no se apartaría jamás de su casa (2 S. 12:7-14). Natán no le pidió a David que se deshiciera de Betsabé. Si David hubiera hecho esto, ¿qué podría hacer ella? Urías ya estaba muerto. Hay quienes hoy en día no tienen a su Urías, mientras que el Urías de otras está muerto. ¿Qué deberían hacer? Cuando Dios envió Natán a David, Él no le pidió a David que despachara a Betsabé. De hecho, después Dios hizo que ella diera luz a Salomón (v. 24). Dios no hizo que ninguna de las esposas de David diera luz a Salomón. Dios hizo que la concubina de David, Betsabé, concibiera a Salomón. Aún más, en la primera página del Nuevo Testamento se nos dice que: “Y David engendró a Salomón de la que había sido mujer de Urías” (Mt. 1:6). El Nuevo Testamento no nos dice que uno puede tomar una concubina para sí, pero tampoco ordena deshacerse de su concubina.
B. No debe disminuir el deber conyugal
Éxodo 21:9-11 especifica que si un amo desposa a una de sus siervas con su hijo, deberá hacer con ella según la costumbre de las hijas. Y si el hijo después contrajese matrimonio apropiadamente, la sierva permanecerá como su concubina. La disposición divina es clara, pues dice: “No disminuirá su alimento, ni su vestido, ni el deber conyugal”. Si él no cumple con ella en cuanto a estas cosas, ella deberá salir libre y dejará de ser su esclava. Por tanto, si alguno piensa que ya no puede tener relaciones sexuales con su concubina, él no está guardando la ley de Dios. Espero que hayan comprendido esto claramente.
C. Tal persona no podrá desempeñar el cargo de anciano
En el Nuevo Testamento, hay sólo un pasaje que trata el asunto de las concubinas. Al leer la Biblia, nos complace encontrar asuntos que solamente son mencionados una vez. Si un determinado asunto es mencionado dos veces, nos vemos obligados a hacer una comparación. Si dicho asunto es mencionado tres veces o más, tenemos que integrar los diversos pasajes bíblicos antes de poder llegar a una conclusión acerca de lo que Dios enseña al respecto. Por esto, a todos los que estudian la Biblia les encanta encontrarse con disposiciones que aparecen una sola vez, pues así a uno le basta referirse a un solo caso para conocer la voluntad de Dios al respecto. En el Nuevo Testamento hay un solo pasaje, en 1 Timoteo, que sólo indirectamente se refiere al asunto de las concubinas. Allí dice que el que vigila debe ser marido de una sola mujer. Esto significa que ninguna persona que tenga concubina podrá desempeñar el cargo de anciano en la iglesia. Sin embargo, el Nuevo Testamento no dice que tal persona deba deshacerse de su concubina, ni que deba abstenerse de cumplir su deber conyugal.
D. El mejor arreglo es que la concubina sea salva y decida separarse voluntariamente
Si una concubina es salva y no siente el apremio de relaciones sexuales continuas, sería muy bueno si ella estuviese dispuesta a separarse del marido. Pero esto es algo voluntario; no se trata de un mandamiento del Señor ni tampoco de una ordenanza establecida por la iglesia. La iglesia no debe exigir nada al respecto.
Dios únicamente unió a dos personas, y este principio debe ser mantenido. Es obvio que una persona que toma para sí una concubina sufrirá más aflicciones en la carne que aquel que es monógamo. Naturalmente, el Señor hará que tal persona reciba más disciplina de Su parte.
IX. EL DIVORCIO
La Biblia habla del divorcio, pero el divorcio es autorizado por las Escrituras únicamente bajo una condición. Entre las naciones de este mundo existen muchísimas ordenanzas con respecto al divorcio. Algunos países tienen hasta más de veinte distintos reglamentos para casos de divorcio. Los chinos también tienen muchas ordenanzas al respecto. Por ejemplo, si alguno de los cónyuges tiene problemas mentales, o si surge alguna incompatibilidad, entonces la pareja puede divorciarse. Pero la Biblia únicamente reconoce una condición para el divorcio: el adulterio. Factores tales como la inestabilidad mental de uno de los cónyuges o la separación prolongada, no constituyen razones legítimas para divorciarse. La única razón para permitir un divorcio es la de relaciones sexuales fuera del matrimonio. En Mateo 19 y Lucas 16, el Señor Jesús indica claramente que el divorcio es permitido únicamente si ocurre adulterio.
A. Lo que Dios unió, el hombre no debe separarlo
El divorcio es permitido sólo en el caso de que haya adulterio, debido a que el hombre no debe separar aquello que Dios unió. En otras palabras, el esposo y la esposa, a los ojos de Dios, son una sola persona. Todo divorcio viola esa unidad. ¿Qué es el adulterio? Es la destrucción de tal unidad. Si usted tiene relaciones sexuales con una persona que no es su esposa o su esposo, ha cometido adulterio y ha violado la unidad de su matrimonio. Es posible que un esposo o una esposa se ausenten por varios años, o uno de los cónyuges puede sufrir desequilibrios mentales; incluso puede haber hostilidad psicológica, y puede ser que muchos otros factores estén presentes; pero si uno de los cónyuges se aparta y se casa con otra persona, estará quebrantando la unidad del matrimonio y habrá cometido, de hecho, adulterio.
B. Es permitido separarse únicamente cuando la unidad del matrimonio ha sido quebrantada
Se permite el divorcio cuando ha habido adulterio, debido a que la unidad ya ha sido quebrantada. Inicialmente, la esposa era una sola entidad con su esposo. Si su esposo comete adulterio, ella es libre. Cuando había unidad, ella tenía que preservar dicha unidad. Ahora que la unidad ha sido quebrantada, la esposa es libre. Por tanto, el adulterio es la única condición para el divorcio. Una esposa puede dejar a su esposo si este ha cometido adulterio. Si una hermana descubre a su esposo cometiendo adulterio, o si su esposo toma a otra mujer, entonces ella puede divorciarse de su esposo, y la iglesia no puede impedírselo. Ella puede divorciarse de su esposo y puede volverse a casar. Todo lo que destruya la unidad es pecado. Una persona puede dejar a su esposo o esposa únicamente si ha habido adulterio, porque el adulterio ha destruido la unidad. El divorcio no es sino una declaración pública de que la unidad que existía entre esposo y esposa se ha desvanecido. Puesto que la unidad ya no existe, el otro cónyuge es libre para volverse a casar.
El capítulo 19 de Mateo y el capítulo 16 de Lucas son dos pasajes bíblicos muy claros al respecto, y tenemos que prestarles mucha atención. El divorcio se basa en el adulterio cometido por el otro cónyuge. El adulterio quebranta la unidad que inicialmente existía entre el esposo y la esposa; los dos ya no son uno, sino que han vuelto a ser dos. Por tanto, pueden divorciarse porque ya no hay unidad entre ellos. De hecho, el divorcio ya ocurrió cuando uno de los cónyuges cometió adulterio, no cuando se iniciaron los trámites de divorcio. Estos trámites sólo son un proceso. El matrimonio se inicia con una declaración de unidad; un divorcio es una declaración de que tal unidad dejó de existir. Es por esto que el divorcio es permitido donde hay adulterio. Un divorcio que no esté basado en adulterio significa que ambos cónyuges están cometiendo adulterio al divorciarse. Ellos no pueden divorciarse pese a que no se puedan llevar bien. Una vez que se divorcian, han cometido adulterio. Si la unidad no ha sido quebrantada todavía, y uno de ellos procura volverse a casar, él o ella en realidad estará cometiendo adulterio. Únicamente cuando tal unidad ha dejado de existir, podrá permitirse que una persona se vuelva a casar.
Tenemos que conocer qué es el matrimonio. El matrimonio significa unidad; significa que dos personas han dejado de ser dos y ahora son una sola carne. El adulterio destruye esta unidad, mientras que el divorcio sólo es un anuncio de que tal unidad ha dejado de existir. Hoy, si la unidad que existía entre dos personas ha sido destruida, se justifica volverse a casar. Pero supongamos que aún se conserve la unidad, solo que ambos cónyuges riñen encarnizadamente, no se llevan bien y hasta se amenazan mutuamente con el divorcio. Lo más probable es que este mundo y las leyes civiles les permitan divorciarse. Pero a los ojos de Dios, los dos no pueden divorciarse. Si lo hacen, en realidad han cometido adulterio. El divorcio es permitido únicamente donde ha ocurrido el adulterio. Tenemos que comprender que nadie puede separar lo que Dios unió. Puesto que ya existe una unión, uno jamás debe tratar de quebrantarla por ninguna razón.
X. LAS VIUDAS
La Biblia permite que las viudas y los viudos se vuelvan a casar por la misma razón. El matrimonio es algo que dura hasta la muerte. En la resurrección, no existirán relaciones matrimoniales. En la resurrección, los hombres ni se casarán ni se darán en casamiento (Mt. 22:30). Casarse y darse en casamiento son cosas de este mundo. Los ángeles ni se casan ni se dan en casamiento. Asimismo, los hombres resucitados no se casan ni se dan en casamiento. El matrimonio es un asunto que corresponde a esta era, no a la era venidera. Por tanto, el matrimonio termina con la muerte. Después que el cónyuge de uno ha fallecido, uno puede permanecer sin casarse por causa del afecto compartido, pero la Biblia no hace ninguna prohibición que impida que él o ella se casen con otra persona.
Consideren la enseñanza contenida en Romanos 7, que afirma que todo cristiano es una persona que se ha vuelto a casar. Por medio de la muerte y resurrección de Cristo, nosotros nos volvimos a casar. Este capítulo del libro de Romanos nos dice que la esposa está ligada por la ley a su marido mientras este vive. Después que su esposo muere, la esposa puede casarse con otro varón. Cualquier mujer que se casa con otro hombre mientras su marido vive, es adúltera. Por ende, si todavía no hemos muerto a la ley, o si somos adventistas del séptimo día y, aun así, nos hemos casado con Cristo, todos nosotros seríamos adúlteras. Damos gracias a Dios que tenemos solamente un esposo. Los adventistas del séptimo día tienen dos maridos. Romanos 7 nos dice que no podemos pertenecer a Cristo mientras que la ley aún viva; si hubiésemos pertenecido a Cristo en ese entonces, hubiésemos sido adúlteros. Nosotros estábamos inicialmente casados con la ley y pertenecíamos a la ley; sin embargo, se nos ha hecho morir por medio de Cristo. Hoy en día, cuando nos volvemos a Cristo, ya no somos adúlteros. Romanos 7 nos dice que una esposa está ligada a su marido hasta que él muera. Después que su marido muere, ella es libre. Es incorrecto que en la iglesia alguno piense que las viudas no deben volverse a casar. Este es un concepto pagano.
Es correcto que una viuda quiera permanecer soltera como virgen. Pablo dijo: “Bueno les fuera quedarse como yo” (1 Co. 7:8). Vivir solo y mantener su virginidad por causa del servicio al Señor es correcto, pero permanecer sin casarse por causa de las críticas y la presión de la sociedad es incorrecto. Espero que este concepto sea eliminado de la iglesia.
Pablo le dijo a Timoteo: “Quiero, pues, que las viudas jóvenes se casen” (1 Ti. 5:14). Lo mismo se aplica a los viudos. Entonces, la cuestión es si uno tiene o no la necesidad de casarse. Algunos tienen una necesidad fisiológica; otros tienen una necesidad psicológica, pues se sentirían muy solos si no se casaran nuevamente. Algunos tienen una necesidad a causa de su familia. Es correcto que un hermano o hermana se vuelva a casar después que su cónyuge ha fallecido. Ningún cristiano debe criticar a otro por esta causa. Tenemos que erradicar todo concepto pagano de nuestras mentes.
XI. COMETER PECADO
En la Biblia, Dios reconoce la validez del sexo. No hay, pues, nada malo con tener conciencia del sexo o con el sexo mismo. Estar conscientes del sexo no constituye pecado; más bien, es algo santo. Sin embargo, esto es cierto únicamente dentro del contexto del matrimonio. En el matrimonio, el sexo es algo bueno y santo, pero cualquier conciencia del sexo o cualquier actividad sexual fuera de los límites de tal unión constituye pecado. ¿Se ha percatado usted de la diferencia? ¿Qué cosa es pecado? El sexo fuera del matrimonio es pecado. ¿Por qué? Porque el sexo fuera del matrimonio quebranta la unidad matrimonial. Por tanto, el sexo es pecado sólo cuando destruye tal unidad. El sexo no tiene nada que ver con el pecado, cuando se trata solo del sexo. El sexo en sí mismo no constituye pecado. Tenemos que ver esto claramente delante del Señor.
En Mateo 5:28 el Señor Jesús dijo: “Pero Yo os digo que todo el que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. Aquí, la palabra mira implica el uso de nuestra voluntad. No es simplemente mirar una mujer, sino observarla. Ver es un acto pasivo, mientras que observar es una acción deliberada. “Mira” está seguida de la frase “para codiciarla”. Así que no se trata de un pensamiento de codicia que cruza fugazmente por nuestra mente al ver a una mujer, sino que se trata de mirar a una mujer con el propósito de codiciarla. La codicia surge primero, y después el acto deliberado de mirar a una mujer con dicho fin. Se trata, pues, de la segunda mirada, no de la primera. La primera vez es una mirada al azar a una mujer en la calle, mientras que la segunda vez, nosotros decidimos mirarla. Entre la primera mirada y la segunda ha surgido un pensamiento codicioso y, por ello, la segunda mirada es con el propósito de satisfacer dicha codicia. La segunda mirada es ya el tercer paso en dicho proceso. En este versículo, el Señor Jesús no se estaba refiriendo a la primera mirada, sino a aquella mirada que constituye el tercer paso. Cuando algunos ven a una mujer en la calle, no pueden controlarse y la codician. Satanás introduce entonces pensamientos de lascivia en tal persona, y ella decide mirar una segunda vez, lo cual constituye pecado. Así pues, entretener pensamientos lascivos y mirar a alguien una segunda vez es pecado.
Mateo 5 dice que cualquiera que mira a una mujer con el propósito de codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. El Señor Jesús no se refiere a la primera mirada. Nos equivocamos si sacamos a colación esta primera mirada en el marco de esta discusión. Supongamos que, accidentalmente, una mujer en la calle llama mi atención. Entonces, Satanás probablemente haga surgir en mí pensamientos de lascivia. Si rechazo tales pensamientos, allí quedó todo, pero si me vuelvo para mirarla una segunda vez, esto constituye pecado. Por favor, no se olviden que el estar conscientes del sexo en sí no es pecaminoso; para que se convierta en pecado es necesario el consentimiento de nuestra voluntad. Si tal consentimiento ocurre fuera del contexto matrimonial, entonces atentamos contra la unidad matrimonial por medio de nuestra voluntad. Es pecado destruir tal unidad con nuestro comportamiento y, a los ojos de Dios, también es pecado destruir tal unidad por medio de nuestra voluntad.
En el Antiguo Testamento, solamente se habla del adulterio como pecado; no se hace mención de la fornicación como pecado. El Antiguo Testamento sólo prohíbe expresamente el adulterio, debido a que, en aquel entonces, los hombres todavía no se conocían lo suficiente a sí mismos. ¿Qué es el adulterio? El adulterio es un pecado cometido por aquellos que están casados. ¿Qué es la fornicación? La fornicación es el pecado cometido por aquellos que todavía no se han casado. El acto es el mismo, pero el pecado no es el mismo. Podemos decir que una ramera no comete adulterio, sino fornicación, porque no está casada. Tenemos que darnos cuenta que Dios no desea que el hombre cometa fornicación. El Antiguo Testamento habla únicamente del pecado cometido por aquellos que estaban casados; no hace referencia a quienes todavía no se habían casado. Esto no quiere decir que no haya ocurrido fornicación en los tiempos del Antiguo Testamento, sino que simplemente allí todavía no se encuentra tal expresión. Aquí vemos que el acto que destruye la unidad, el adulterio, es pecado. Sin embargo, el acto que no destruye dicha unidad, la fornicación, también es pecado.
Debemos comprender que el adulterio es pecado y que la fornicación también es pecado. Destruir la unidad de los cónyuges es pecado. La fornicación, la cual ocurre entre aquellos que no están casados y que, aparentemente, no destruye la unidad matrimonial, también es pecado. Los cristianos no deben cometer adulterio ni tampoco deben cometer fornicación. Tenemos que comprender que el sexo es santo y que el estar conscientes del sexo no es pecado. Pero si usted está casado y tiene sexo fuera del matrimonio, esto constituye adulterio. Si usted no está casado pero tiene relaciones sexuales, esto constituye fornicación. Como creyentes, jamás debemos cometer adulterio ni fornicación.