Watchman Nee Libro Book cap.21 Libro de lecciones nivel 5: La iglesia
NUESTRA ACTITUD EN LA VIDA DE IGLESIA
Lección veintiuno
NUESTRA ACTITUD EN LA VIDA DE IGLESIA
Lectura bíblica
Ro. 12:3-5; 1 Co. 12:12-27; 1 Jn. 3:14; He. 13:17
Bosquejo
- Estar conscientes del Cuerpo.
- Amar a los hermanos.
- Sin crear divisiones.
- Ser librados de la independencia.
- Mantenernos en comunión.
- Aprender a ser miembros del Cuerpo.
- Someternos a la autoridad.
- Sin tener ambición.
Texto
En esta lección consideraremos la actitud que debemos guardar en la vida de iglesia. Si tenemos una actitud apropiada, seremos útiles en la edificación de la iglesia; pero si nuestra actitud es incorrecta, esto favorecerá al diablo en su intención de destruir la iglesia. Algunos pueden afirmar que han visto el Cuerpo, pero su actitud está errada; tener una actitud incorrecta genera problemas en la iglesia. Por lo tanto, los jóvenes deben aprender a tener una actitud apropiada por causa de la edificación de la iglesia.
I. ESTAR CONSCIENTES DEL CUERPO
Una vez que fuimos salvos, llegamos a ser miembros del Cuerpo de Cristo; por tanto, debemos estar conscientes del Cuerpo. Muchos no tienen esta visión, y por eso se consideran cristianos aislados que han sido salvos por el Señor de ir al infierno y que ahora pueden ir al cielo. Ellos no se dan cuenta de que el propósito de Dios es la iglesia, ni han visto que son miembros del Cuerpo; por tanto, no tienen presente el Cuerpo. Dichos creyentes viven como individuos desligados del Cuerpo. Sólo se preocupan por ellos mismos y por su propia espiritualidad. Viven independientemente de los demás creyentes, y actúan como si nadie tuviera necesidad de ellos. Es lamentable que un creyente tenga tal actitud. Debemos orar y estudiar la Palabra hasta que recibamos una visión completa del Cuerpo y tomemos conciencia del Cuerpo de Cristo.
II. AMAR A LOS HERMANOS
[Primeramente debemos considerar este asunto desde el punto de vista del amor. Vemos algo realmente maravilloso en el siguiente versículo: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos” (1 Jn. 3:14). Todos los que han pasado de muerte a vida se aman mutuamente. Todos los que han llegado a ser miembros del mismo Cuerpo espiritual, se aman unos a otros. Tal amor proviene de la vida divina y brota de ella espontáneamente. ¿Podríamos considerar que una persona es hijo de Dios, si después de responder afirmativamente en una reunión de la iglesia que él es un cristiano genuino, y después de recordarle que como cristiano debe amar a otros cristianos, él dijera: “Si esto es así, entonces desde mañana comenzaré a amar a otros cristianos”? ¡Oh, que podamos ver que todo aquel que verdaderamente ha nacido de lo alto y tiene la vida de Dios, espontáneamente ama a todos aquellos que como él son miembros del Cuerpo de Cristo. Ya sea que se lo recuerden o no, él de por sí ama a los hermanos en forma espontánea. Indudablemente, necesitará que se le recuerde muchas veces que debe amar a los hermanos. Pero este recordatorio no le añade nada a él, pues realmente ya tiene este amor, sino que sólo aviva el amor que ya está presente en él. Si el amor de Dios está presente en una persona, el amor por los hermanos ya está en él; pero si el amor de Dios está ausente, el amor fraternal también faltará en él. Es así de sencillo. Esto no puede crearse ni fabricarse. Cuando un creyente se encuentra con otra persona que pertenece a Dios, de manera extraña pero muy natural, simplemente lo ama, porque posee esa conciencia interna, la cual tiene la imperiosa necesidad de expresarse manifestándose en amor hacia esa otra persona.]
Todos aquellos que hemos nacido de Dios y que hemos sido bautizados en el Cuerpo de Cristo, no podemos evitar el amarnos unos a otros. Cuando vivimos en la carne, tenemos la tendencia de insultar a los demás con nuestros comentarios ofensivos. Pero necesitamos arrepentirnos de tal comportamiento. Debemos cuidar de los sentimientos de los demás, y esto sólo se logra viviendo en el espíritu.
III. SIN CREAR DIVISIONES
[Alguien que ha visto el Cuerpo de Cristo, y que por tanto está consciente del Cuerpo, no halla reposo en su interior cuando ha hecho algo que puede causar división entre los hijos de Dios. Debido a que ama a todos los que pertenecen a Dios, no se permitiría hacer algo que los pudiera dividir. El amor es algo inherente al Cuerpo de Cristo, mientras que la división es completamente contrario a su naturaleza. Tomemos como ejemplo nuestras dos manos; no importa cuántas razones tenga una mano para levantarse en contra de la otra, no hay forma de que ellas corten su relación: la división entre ellas es sencillamente imposible.]
[El Cuerpo de Cristo nos libera de las sectas y del sectarismo; también nos salva del yo y del individualismo. Cuán triste es que, en muchos, el principio gobernante de vida no sea el Cuerpo, sino el yo individualista. Podemos encontrar el principio gobernante del individualismo en muchas otras áreas.] Por ejemplo, [a veces en una reunión, tres o cinco, o quizás diez o veinte hermanos hablen solamente de ellos mismos, sin mostrar interés alguno en los asuntos de los demás, y sin escuchar las ideas de otros. Puede ser que, mientras usted u otros están sentados al lado de una persona como la que acabamos de describir, ella hable con mucho entusiasmo de sus propios asuntos por espacio de una o dos horas, y que en el momento en que usted o los demás le hablen, ella no preste la más mínima atención. De hecho, si uno llegara a preguntarle después, se daría cuenta de que fue muy poco lo que escuchó. En cosas tan pequeñas como éstas, podemos darnos cuenta si una persona realmente discierne el Cuerpo de Cristo.
La plaga del individualismo puede extenderse, de modo que no sólo se exprese el individualismo de una sola persona sino el de varias. En la iglesia, quizás usted note que tres o cinco, y aun ocho o nueve personas, formen un círculo pequeño, y que sólo entre ellas compartan el mismo parecer y se amen mutuamente. Ellas no sienten que armonizan bien con los demás hermanos y hermanas, lo cual indica que no han visto el Cuerpo de Cristo. La iglesia es una sola, y no puede ser fragmentada. Una persona que realmente conoce el Cuerpo, no aprobará ninguna forma de individualismo ni formará ningún partido o círculo pequeño.
Si usted verdaderamente ha experimentado el Cuerpo de Cristo, estará consciente de que está obrando mal cada vez que comience a manifestar su individualismo y, obviamente, no se atreverá a tomar ninguna iniciativa. Incluso si usted y otros llegaran a hacer algo indebido, puesto que está consciente del Cuerpo, sentirá que se ha desconectado de los demás hijos de Dios, y esto le impedirá proseguir en dicha dirección. Algo en usted lo limitará, lo exhortará, lo corregirá, lo amonestará o le impedirá actuar libremente. Este sentir, que proviene de la vida divina, puede librarnos de la más mínima división.]
IV. SER LIBRADOS DE LA INDEPENDENCIA
[Si estamos conscientes del Cuerpo, de inmediato comprenderemos que el Cuerpo es uno solo. Por tanto, en la obra espiritual no podemos ser individualistas. Si queremos participar apropiadamente en la obra del Señor, es imperativo que desechemos la idea de laborar independientemente. Según la opinión de algunos, si ellos mismos no hacen las cosas, consideran que no han quedado bien hechas. Consideran que sólo lo que ellos hacen tiene valor espiritual, y que lo que ellos mismos no han hecho, carece de tal valor. Así que, cuando ellos predican el evangelio y nadie se salva, se sienten deprimidos; y cuando la gente se salva, se sienten contentos. Esto se debe a que consideran la obra como un trabajo personal. Pero cuando los hijos de Dios perciben la unidad del Cuerpo, espontáneamente comprenden la unidad de la obra. Al ver que el Cuerpo es uno solo, somos librados de todo esfuerzo individual, ya que vemos que la obra del Cuerpo es también una sola. Esto no implica que una persona no deba laborar más como individuo. Más bien, significa que ya no considerará que la obra le pertenece exclusivamente a él. Ya no le preocupará si él mismo hace el trabajo o lo hace otra persona, con tal que alguien lo lleve a cabo.
Como cristianos, debemos estimar y procurar las cosas espirituales, pero no debemos tener rivalidades ni ninguna envidia. Nuestra actitud hacia la obra espiritual debe ser la siguiente: Lo que yo soy capaz de hacer, espero que también otros lo puedan hacer; y lo que no puedo hacer, deseo que otros lo puedan hacer; quisiera poder hacer más y también espero que otros puedan hacer más. Cuánto necesito darme cuenta de que sólo soy un vaso en la obra, y que no puedo monopolizarla. No me atrevo a considerar que la obra y su fruto son totalmente míos. Si insisto en que todo tiene que ser hecho por mí, esto muestra que aún no sé lo que es el Cuerpo. En el momento en que percibo lo que es el Cuerpo, inmediatamente me doy cuenta de que tanto mi trabajo como el de otros representan una ganancia para la Cabeza y para todo el Cuerpo. De este modo, toda la gloria será para el Señor, y todas Sus bendiciones serán para la iglesia.
El Señor distribuye Su obra a todos, y cada uno tiene su parte. No debemos tener un concepto de nosotros mismos más alto que el que debemos tener. Tenemos que ser fieles a la porción que el Señor nos ha dado, y también debemos respetar la porción que El ha dado a otros. Muchos jóvenes tienen cierta actitud de competencia, de modo que siempre están comparando lo que ellos tienen con lo que otros no tienen, y lo que ellos no tienen con lo que otros sí tienen. De hecho, es absurdo hacer este tipo de comparaciones. ¿Cómo podríamos sumar una silla y una mesa? ¿Son una o dos? Una mesa más una silla, equivale a una mesa y una silla. Si nos preguntaran qué es mejor, la mano o el ojo, sólo podríamos contestar que tanto la mano como el ojo son igualmente necesarios. Quien ha visto el Cuerpo reconoce las funciones de todos los miembros; dicha persona considerará que es solamente uno de muchos miembros. No buscará sobresalir para verse mejor que los demás, ni aún para ocupar el lugar de ellos.]
V. MANTENERNOS EN COMUNIÓN
[Aquel que ha visto el Cuerpo de Cristo espontáneamente comprende, no sólo la insensatez de actuar independientemente, sino también la necesidad de permanecer en comunión. La comunión no es cuestión de relacionarnos socialmente, sino que es una exigencia espontánea de la vida corporativa. Es común que los hijos de Dios piensen erróneamente que tener comunión consiste en visitar a algunos hermanos en sus casas durante su tiempo libre, para charlar libremente con ellos por un rato. En realidad, tener comunión implica que me he dado cuenta de la completa incapacidad de mi propio yo. Significa que estoy deseoso de laborar con los demás miembros del Cuerpo. Y aunque no podemos servir en la iglesia con todos los hermanos y hermanas, por lo menos sí podemos hacerlo con dos o tres, conforme al principio del Cuerpo.
A menudo necesitamos aprender a tener comunión en oración, aprender a tener comunión en las dificultades, aprender a tener comunión en cuanto a buscar la voluntad de Dios, aprender a tener comunión con respecto a nuestro futuro, y aprender a tener comunión en lo relacionado con la palabra de Dios. Tener comunión significa que reconocemos nuestra deficiencia en cuanto a la oración y que, debido a ello, buscamos a dos o tres más para que oren con nosotros. Tener comunión significa haber visto que en nosotros mismos somos incapaces de resolver las dificultades solos y que, por lo tanto, necesitamos de dos o tres hermanos para que nos ayuden a resolver la situación. Tener comunión significa admitir que en nosotros mismos somos incapaces de conocer la voluntad de Dios y que, debido a ello, requerimos la ayuda de dos o tres. Significa que no tengo claridad en cuanto a mi futuro, y por eso busco a dos o tres hermanos o hermanas para tener comunión y así decidir juntos cuál será mi futuro. Además, significa que no podemos comprender la palabra de Dios solos, y que por eso decidimos estudiarla con dos o tres hermanos o hermanas más. Al tener comunión, reconocemos nuestras insuficiencias e incompetencias, y también reconocemos nuestra necesidad del Cuerpo. Al tener comunión, confesamos que somos seres limitados y que podemos equivocarnos; es por eso que pedimos ayuda a aquellos hermanos y hermanas que tienen discernimiento espiritual (no solamente debemos buscar a aquellos que son afectuosos con nosotros). Reconozco que tengo defectos y, por tanto, necesito la ayuda de otros hermanos.
El Cuerpo de Cristo es una vida y, por tanto, conlleva cierto sentir. Tarde o temprano percibiremos o estaremos conscientes del hecho que no podemos vivir sin comunión.]
VI. APRENDER A SER MIEMBROS DEL CUERPO
[Si una persona ha tomado conciencia del Cuerpo, inmediatamente reconocerá su lugar en el Cuerpo, es decir, se verá a sí mismo como un miembro del Cuerpo. Cada miembro tiene su utilidad particular. Un miembro de nuestro cuerpo físico no tiene el mismo valor que una célula. Perder una simple célula no significa mucho, pero perder uno de nuestros miembros es algo que ni siquiera nos atrevemos a pensar.]
[Debido a que somos miembros del Cuerpo de Cristo y poseemos una función particular, debemos ayudar al Cuerpo a ganar vida y fuerza. En cualquier reunión, aun sin abrir nuestra boca, podemos orar silenciosamente. Aunque tal vez no hablemos, sí podemos tener comunión con Dios. Esto significa que estamos conscientes del Cuerpo. Si hemos visto el Cuerpo, jamás diremos que somos personas sin importancia. Más bien diremos: “Yo soy un miembro del Cuerpo, y como tal, tengo un deber que cumplir. Tengo un mensaje que comunicar, una oración que ofrecer. Cuando vaya a la reunión, haré lo que Dios quiere que haga. No seré un simple espectador”. Si realmente hemos visto el Cuerpo, diremos o haremos cosas como éstas. Si cada uno de nosotros ejerce su función, la vida presente en la reunión absorberá toda la muerte. Muchas reuniones no exhiben el poder que sorbe la muerte, debido a que hay demasiados espectadores.]
VII. SOMETERNOS A LA AUTORIDAD
[Todo aquel que conoce la vida del Cuerpo de Cristo y que está consciente de que es un miembro del Cuerpo, percibirá en todo momento la autoridad de la Cabeza, que es Cristo Jesús el Señor.
Debemos someternos no solamente a la autoridad directa de la Cabeza, sino también a Su autoridad indirecta. Por ejemplo, mi mano está bajo la autoridad directa de mi cabeza; sin embargo, cuando mi brazo se mueve, mi mano también se mueve con él, debido a que mi mano está sometida a la cabeza a través del brazo. Del mismo modo, quien ha visto el Cuerpo de Cristo, ve también la autoridad que Dios ha dispuesto en el Cuerpo, y se somete a ella.]
[Si verdaderamente percibimos la autoridad de la Cabeza, también percibiremos que uno o más miembros del Cuerpo están más avanzados que nosotros, y que debemos aprender a someternos a ellos. Por tanto, reconocemos no sólo la Cabeza, sino también a quienes Dios ha puesto en el Cuerpo para representar dicha Cabeza. Si estamos en disputa con ellos, también lo estaremos con Dios.]
[Si una persona no sabe lo que es la autoridad, ¿cómo puede decir que conoce el Cuerpo de Cristo? Aquel que conoce el Cuerpo es capaz de discernir —aun cuando se encuentre en medio de tres o cinco personas—, cuál de ellas es su autoridad, porque en medio de ellas se manifiesta la autoridad de la Cabeza a la que él debe someterse. Cuán natural y hermoso es que en el cuerpo humano los dedos se someten a la muñeca, la muñeca al brazo, el brazo al hombro, y así sucesivamente. Esta misma belleza se puede ver en el Cuerpo de Cristo.
Algunos cristianos son tan descuidados en sus acciones y palabras, que no escuchan a otros. Tal parece que se consideran superiores, al grado de pensar que no existe nadie a quien ellos deban someterse. Esto muestra que tal clase de creyentes nunca ha experimentado la restricción del Cuerpo, ni se ha sometido jamás a la autoridad de la Cabeza. ¡Que Dios tenga misericordia de tales miembros! Si nosotros verdaderamente hemos sido quebrantados por el Señor, y si nuestra carne ha recibido disciplina al grado de que nuestra vida natural es quebrantada, inmediatamente reconoceremos que así como ni nuestras manos ni nuestra boca tienen libertad absoluta —ya que están bajo el control del cuerpo—, nosotros tampoco podemos dejar de someternos a la autoridad que Dios ha establecido en el Cuerpo de Cristo.]
VIII. SIN TENER AMBICIÓN
De acuerdo con nuestras experiencias en años pasados, la ambición ha sido el origen de todos los problemas que se han presentado en la vida de iglesia. La ambición conduce a la lucha por el poder. El origen de la ambición es el propio Satanás. Su ambición consiste en exaltarse por encima de Dios y de Su autoridad. Satanás fue desechado y juzgado a causa de la ambición. Actualmente, dondequiera se puede ver la lucha por el poder; aun lo ven entre sus propios amigos. Si tratamos de estar por encima de los demás para ejercer autoridad sobre ellos, crearemos problemas en la vida de iglesia. Por supuesto, no estamos diciendo que en la vida de iglesia no debe haber autoridad. En las lecciones anteriores presentamos el tema de la autoridad en la iglesia. Cuanto más tengamos de la vida divina, más autoridad tendremos. La autoridad no se adquiere luchando, murmurando ni discutiendo. La autoridad proviene de Dios y se adquiere con la vida de Dios. Dios es la fuente de la autoridad, y Satanás es una criatura Suya, entonces ¿cómo puede Satanás exaltarse por encima de Dios? Esta es la ambición satánica, la cual no posee la capacidad de ejercer la autoridad apropiadamente. Debemos aprender a someternos.
El Señor se humilló y se despojó a Sí mismo tomando forma de esclavo, y fue obediente hasta la muerte. ¿Qué actitud debemos tener nosotros? Pablo dijo que debemos tener la misma manera de pensar que hubo también en Cristo (Fil. 2:5). Si tenemos esa manera de pensar, ninguna ambición satánica tendría cabida en nosotros. Antes bien, serviríamos siempre como esclavos en la vida de iglesia, con el fin de edificarla.
Preguntas
- ¿De qué manera el sentir que produce la vida divina en nosotros nos libra de causar divisiones?
- Cuando visitamos a los hermanos y hermanas, ¿somos capaces de discernir entre tener comunión y conversar? ¿En qué consiste esta diferencia? ¿Puede usted citar de memoria algún versículo de la Biblia que haga referencia a la comunión? Si puede, recítelo a los estudiantes de su clase.
- ¿Cuál es la diferencia entre “luchar por el poder” y tener autoridad? ¿Cuál es la fuente en cada caso?
Pasajes citados
- El Cuerpo de Cristo (Lee/LSM), págs. 9-25.
Referencias adicionales
- Estudio-vida de Romanos (Lee/LSM), págs. 323, 333-335, 352-358.