Watchman Nee Libro Book cap.20 Libro de lecciones nivel 4: La vida
MANTENER UN ESPÍRITU FUERTE INVOCANDO EL NOMBRE DEL SEÑOR Y ORANDO
Lección veinte
MANTENER UN ESPÍRITU FUERTE INVOCANDO EL NOMBRE DEL SEÑOR Y ORANDO
Lectura bíblica
Hch. 2:21; Ro. 10:12-13; Hch. 9:14; 22:16; 2 Ti. 2:22; 1 Co. 1:2; Sal. 116:2, 4, 13, 17; Is. 12:2-4, 6; 1 Ts. 5:17; 1 Jn. 1:7-9; Mt. 18:18-19; Jn. 15:16
Bosquejo
- La necesidad de tener un espíritu fuerte
- Invocar el nombre del Señor
- Invocar Su nombre en el Antiguo Testamento
- Una práctica de los creyentes del Nuevo Testamento
- El propósito de invocar Su nombre
- La manera de invocar Su nombre
- La necesidad de mantener esta práctica
- Orar para tener contacto con Dios, para disfrutarlo y para tener comunión con El
- Orar para ejercer la autoridad de Dios con miras a Su propósito eterno
Texto
En estas cinco lecciones restantes nos ocuparemos de los temas concernientes al mantenimiento y cuidado de la vida divina en nuestro vivir diario y en la vida de iglesia. No es suficiente conocer acerca de la vida divina y saber cómo experimentarla, también necesitamos saber cómo cuidar de esta vida que está en nosotros.
I. LA NECESIDAD DE TENER UN ESPÍRITU FUERTE
Lo primero que necesitamos para mantener el nivel de la vida divina en nosotros es tener un espíritu fuerte. Cuando fuimos salvos, nuestro espíritu fue regenerado por el Espíritu Santo de Dios. En ese momento, recibimos a Dios en nosotros como vida. Nuestro espíritu, el cual estaba en una condición de muerte, fue vivificado. ¡Aleluya! Desde ese momento, requerimos un espíritu fuerte a fin de mantener un nivel de vida saludable. Muchos cristianos no cuidan de su espíritu. Por consiguiente, éste ha venido a ser como una “llanta desinflada” sin ningún sentir de vida ni dirección de parte de la unción. Así que, ellos pecan y practican cosas mundanas sin sentir vergüenza alguna, porque su espíritu es muy débil. Una vez que somos salvos, debemos ejercitar nuestro espíritu cada día, para mantenerlo fuerte.
II. INVOCAR EL NOMBRE DEL SEÑOR
Invocar el nombre del Señor es la manera más fácil, rápida y práctica de ejercitar y tocar nuestro espíritu para mantenerlo fuerte. Comenzamos nuestra vida cristiana invocando: “Y sucederá que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo” (Hch. 2:21). “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando Su nombre” (Hch. 22:16). ¡Que invoquemos continuamente Su nombre para ser salvos! (Ro. 10:13).
A. Invocar Su nombre en el Antiguo Testamento
[La práctica de invocar al Señor comenzó en la tercera generación del linaje humano, con Enós, el hijo de Set (Gn. 4:26), y la historia de esta práctica continúa a través de toda la Biblia, con Abraham (Gn. 12:8), Isaac (Gn. 26:25), Moisés (Dt. 4:7), Job (Job 12:4), Jabes (1 Cr. 4:10), Sansón (Jue. 16:28), Samuel (1 S. 12:18), David (2 S. 22:4), Jonás (Jon. 1:6), Elías (1 R. 18:24) y Jeremías (Lm. 3:55). Los santos del Antiguo Testamento no sólo invocaron al Señor, sino que además profetizaron que otros también invocarían Su nombre (Jl. 2:32; Sof. 3:9; Zac. 13:9). Aunque muchos están familiarizados con la profecía de Joel respecto al Espíritu Santo, pocos han prestado atención al hecho de que invocar el nombre del Señor es un requisito para recibir al Espíritu Santo que ha sido derramado. Por una parte, Joel profetizó que Dios derramaría Su Espíritu; por otra, profetizó que las personas invocarían el nombre del Señor. Esta profecía se cumplió en el día de Pentecostés (Hch. 2:17a, 21). Para que Dios se derrame sobre nosotros, es necesario que cooperemos invocándole.]
B. Una práctica de los creyentes del Nuevo Testamento
[Invocar el nombre del Señor fue una práctica de los creyentes del Nuevo Testamento desde el día de Pentecostés (Hch. 2:21). Mientras Esteban estaba siendo apedreado, él invocaba el nombre del Señor (Hch. 7:59). Los creyentes del Nuevo Testamento invocaban al Señor constantemente (Hch. 9:14; 22:16; 1 Co. 1:2; 2 Ti. 2:22). Saulo de Tarso recibió autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocaban el nombre del Señor (Hch. 9:14). Esto indica que los primeros santos invocaban incesantemente a Jesús. El hecho de que invocaran el nombre del Señor era una señal o marca de que eran cristianos. Si llegamos a invocar el nombre del Señor de esta manera, esta práctica nos marcará como creyentes.
En la epístola a los Romanos, el apóstol Pablo dio mucho énfasis al asunto de invocar al Señor. El dijo: “Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos y es rico para con todos los que le invocan; porque: Todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo” (Ro. 10:12-13). Pablo también habló de invocar al Señor en 1 Corintios, cuando escribió las palabras: “Con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1 Co. 1:2). Más aún, en 2 Timoteo le dijo a Timoteo que siguiera las cosas espirituales con los que de corazón puro invocaban al Señor (2 Ti. 2:22). En todos estos versículos vemos que en el primer siglo los cristianos practicaban diariamente el invocar el nombre del Señor. Así que, a lo largo de todo el Antiguo Testamento, como también en los primeros días de la era de la iglesia, los santos invocaban el nombre del Señor. ¡Cuán lamentable es que la mayoría de los cristianos lo haya descuidado durante tanto tiempo! Creemos que hoy el Señor quiere recobrar el invocar Su nombre y hacer que lo practiquemos de nuevo, para que así disfrutemos las riquezas de Su vida.]
C. El propósito de invocar Su nombre
[¿Por qué necesitamos invocar el nombre del Señor? El hombre necesita invocar el nombre del Señor para ser salvo (Ro. 10:13). Orar en silencio sí ayuda a las personas a ser salvas, pero no de una manera tan rica. Pero invocar en voz alta, les ayuda a ser salvos de una forma más rica y más completa. Por eso, debemos animar a las personas a que abran su ser e invoquen el nombre del Señor Jesús. El salmo 116 dice que podemos participar de la salvación del Señor al invocarle: “Tomaré la copa de la salvación, e invocaré el nombre de Jehová” (v. 13). En este salmo, se menciona cuatro veces el invocar al Señor (vs. 2, 4, 13, 17). Como vimos anteriormente, la manera de sacar agua de los pozos de la salvación es invocar el nombre del Señor (Is. 12:2-4). Hay muchos cristianos que nunca han invocado al Señor. Si usted nunca le ha invocado ni ha gritado ante el Señor, es dudoso que le haya disfrutado de una manera rica. “Invocad Su nombre … Clama y grita de júbilo…” (Is. 12:4, 6). Pruebe esto, grite ante El. Si usted nunca ha gritado lo que el Señor es para usted, pruébelo. Cuanto más grite: “¡Oh, Señor Jesús, eres tan rico para mí!”, más liberado será de su yo y más lleno estará del Señor. Miles de santos han sido liberados y enriquecidos al invocar el nombre del Señor.]
En este momento, sería bueno que usted pare de leer e invoque el nombre del Señor en voz alta, por lo menos durante cinco minutos, para que experimente lo rico que El es para con todos los que le invocan. Si lo hace, fortalecerá su espíritu.
D. La manera de invocar Su nombre
[¿Cómo debemos invocar al Señor? Debemos invocarle de corazón puro (2 Ti. 2:22). Nuestro corazón, el cual es la fuente de donde proviene nuestro invocar, debe ser puro, sin buscar otra cosa excepto al Señor mismo. También debemos invocar con labios puros (Sof. 3:9). Debemos vigilar lo que decimos, pues nada contamina tanto nuestros labios como hablar indebidamente. Si nuestros labios son impuros, por causa de haber hablado indebidamente, nos será difícil invocar al Señor. Además de un corazón puro y unos labios puros, requerimos abrir nuestra boca (Sal. 81:10). Necesitamos abrir ampliamente nuestra boca para invocar al Señor. Más aún, necesitamos invocar al Señor corporativamente, como Su Cuerpo. En 2 Timoteo 2:22 dice: “Huye de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro invocan al Señor”. Necesitamos reunirnos con el propósito de invocar el nombre del Señor. Salmos 88:9 dice: “Te he llamado, oh Jehová, cada día”. Así, debiéramos invocar diariamente Su nombre. Además, Salmos 116:2 dice: “…por tanto, le invocaré en todos mis días”. Mientras que vivamos, debemos invocar el nombre del Señor.]
E. La necesidad de mantener esta práctica
[Invocar el nombre del Señor no es simplemente una doctrina; es una práctica de vida. Necesitamos practicarlo diariamente y a cada momento. Nunca deberíamos detener nuestra respiración espiritual. Esperamos que muchos más del pueblo del Señor, especialmente los nuevos creyentes, comiencen a ponerlo en práctica. Hoy en día muchos cristianos han descubierto que pueden conocer al Señor y ser introducidos en el poder de Su resurrección, que pueden experimentar Su salvación espontánea y andar en unidad con El, al invocar Su nombre. En cualquier situación, en cualquier momento, simplemente invoque: “¡Señor Jesús, oh Señor Jesús!” Si lo practica, descubrirá que ésta es una manera maravillosa de disfrutar de las riquezas del Señor.] Por medio de esta práctica tan placentera, nuestro espíritu será fortalecido de modo que experimentamos la vida divina cada día. Y el resultado será que creceremos en vida.
III. ORAR PARA TENER CONTACTO CON DIOS, PARA DISFRUTARLO Y PARA TENER COMUNIÓN CON EL
La oración fortalece nuestro espíritu, porque a través de la oración tenemos contacto con Dios, lo disfrutamos, y tenemos comunión con El. [El verdadero significado de la oración es tener contacto con Dios en nuestro espíritu y absorber a Dios mismo. La oración es el contacto del espíritu humano con el Espíritu de Dios durante el cual el hombre inhala a Dios mismo. Por tanto, el énfasis en la oración no reside en pedir cosas a Dios, sino en tener contacto con El y absorberle.] En 1 Tesalonicenses 5:17 leemos: “Orad sin cesar”. Orar es respirar el aire celestial. Cuando alguien deja de respirar, muere físicamente. De igual manera, cuando dejamos de respirar el aire espiritual, nuestro espíritu cae en una condición de muerte. Necesitamos respirar al Espíritu para mantener nuestro espíritu vivo y sano. Invocar es una forma de oración muy breve; siempre que oremos, debemos mezclar nuestras oraciones con la práctica de invocar el nombre del Señor.
La mayor parte del tiempo preferimos hablar o hacer cualquier otra cosa en lugar de orar; por consiguiente, muchas veces nuestro espíritu carece de fortaleza. Necesitamos orar para tener contacto con nuestro Dios viviente. Ya que El es viviente y es el Espíritu vivificante, siempre que oramos, recibimos vida y nuestro espíritu es fortalecido. Esto disipa cualquier sensación de muerte en nosotros. Si nos sentimos tristes, deprimidos, oprimidos y confundidos, necesitamos orar. La oración hace que disfrutemos la vida. El sentir de la vida divina nos levantará de nuestra horrible fosa. Esta clase de oración nos mantendrá en la comunión del Espíritu Santo. A veces, mientras estamos orando para disfrutar al Señor, es posible que El nos haga recordar nuestros pecados pasados. Entonces, debemos confesar dichos pecados para mantener nuestra comunión con El (1 Jn. 1:7-9). Así que, debemos orar siempre para llevar una vida cristiana apropiada y para experimentar en nuestro espíritu la vida divina, eterna e indestructible. Ahora es un buen momento para orar por cinco minutos, disfrutar al Señor, y así absorber a Dios mismo en nuestro ser.
IV. ORAR PARA EJERCER LA AUTORIDAD DE DIOS CON MIRAS A SU PROPÓSITO ETERNO
La oración que ofrecemos a Dios para tener contacto con El, disfrutarle y tener comunión con El, se convertirá en una oración dirigida al cumplimiento del propósito eterno de Dios. A medida que usted disfruta a Dios en oración, es posible que el Señor le recuerde de que un amigo suyo aún no ha sido salvo, y que su destino eterno es el lago de fuego. Así que, debe orar por su salvación, pidiéndole al Señor que prepare el corazón de su amigo para que pueda escuchar el evangelio. También usted puede pedir que el Señor ate al enemigo, a fin de que su amigo sea liberado y reciba la salvación de Dios. Después de orar, necesita ir a predicarle el evangelio y debe continuar orando por él mientras que está en camino y mientras que le está predicando. Si su amigo sigue desinteresado, entonces debe orar de nuevo por él e ir otra vez a visitarlo. Esto es ejercer la autoridad que el Señor le dio a la iglesia para atar y desatar (Mt. 8:18-19). En ocasiones es mejor orar con sus compañeros. Al Señor le gusta contestar este tipo de oraciones (Jn. 15:16). Muchos de nosotros tenemos experiencias de este tipo de oración, pero todavía necesitamos más práctica. Al orar de esta manera, nuestro espíritu será fortalecido y la economía eterna de Dios será llevado a cabo por medio de nosotros. Invocar el nombre del Señor y orar son maneras excelentes de crecer en vida.
Preguntas
- ¿Cuáles son las dos maneras más sencillas de mantener nuestra comunión con Dios?
- ¿Cuándo fue la primera vez que se invocó al Señor en la Biblia?
- Enumere los beneficios que recibimos al invocar Su nombre; mencione un versículo para cada uno.
- ¿Cuál es el verdadero significado de la oración?
Citas tomadas de las publicaciones de Lee y del LSM
- Invocar el nombre del Señor, págs. 2-12.
- Lecciones de vida, pág. 25.