Watchman Nee Libro Book cap.19 Libro de lecciones nivel 4: La vida
REINAR EN VIDA, LA RECOMPENSA DEL REINO Y LA NUEVA JERUSALÉN
Lección diecinueve
REINAR EN VIDA, LA RECOMPENSA DEL REINO Y LA NUEVA JERUSALÉN
Lectura bíblica
Gn. 1:26; Fil. 3:11, 21; Mt. 25:10, 12, 21, 23, 30; 1 Co. 3:15; Ap. 2:26; 20:4; 22:12; Ef. 5:25-27; Ap. 21:10-11, 23; 22:1-2, 5
Bosquejo
- Reinar en vida
- La recompensa del reino
- La Nueva Jerusalén
- Una ciudad de vida
- Una ciudad sometida a la autoridad de Dios
- Una ciudad de comunión
- Una ciudad de luz
- Una ciudad que produce fruto
- Una ciudad de unidad
- Una ciudad de bendición
- Una ciudad de hombres transformados
- Una ciudad que expresa a Dios
- Una ciudad que ejerce el señorío de Dios
Texto
I. REINAR EN VIDA
El reinar en vida es otro de los resultados que la vida divina produce y que podemos experimentar en esta era. [En términos sencillos, reinar es ejercer la autoridad de Dios, o sea, es gobernar todas las cosas y, en particular, poner fin a Su enemigo. Hemos mencionado en el pasado que en la creación del hombre Dios tenía una doble intención y deseo. Por un lado, Dios deseaba que el hombre tuviera Su imagen para que le expresara. Por otro, Dios quería que el hombre le representara con Su autoridad, a fin de derrotar a Su enemigo. Por lo tanto, cuando Dios creó al hombre, por una parte lo creó a Su imagen y conforme a Su semejanza para que el hombre fuera como El, y por otra, hizo que el hombre señorease “en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Gn. 1:26). Esto quiere decir que Dios le dio autoridad al hombre para que reinara por El.]
[Así, desde el punto de vista de la autoridad, la meta final de la salvación de Dios es que reinemos. Esta es la cumbre de nuestra experiencia espiritual. En lo que a Dios se refiere, si El no nos hubiera salvado al grado de que pudiéramos reinar por El en la esfera celestial, la meta de Su salvación no se habría cumplido plenamente. Además, aunque este asunto de reinar no se realizará completamente sino hasta que vengan el reino y la eternidad futura, hoy Dios desea que comencemos a reinar en la tierra. En cuanto a nosotros, si algún cristiano todavía no ha tenido la experiencia de reinar por Dios, aún no ha llegado al nivel máximo. Todo creyente que haya alcanzado este nivel, no sólo habrá sido librado del pecado, habrá vencido al mundo y dejado que su carne y su constitución natural sean quebrantadas, habrá sido lleno del Espíritu Santo y estará sentado en la esfera celestial, sino que también estará reinando con Cristo sobre todas las cosas. Ya sea en la obra de Dios, en la vida de iglesia, en la vida familiar o en cualquier situación que tal creyente encuentre en su vida cotidiana, podrá reinar y regir sobre aquello que Dios quiere que él gobierne. Es necesario que haya tal clase de personas, aquellas que Dios ha obtenido para que, a través de ellas, la autoridad de Dios sea ejercida y el reino de Dios venga a la tierra.]
A menudo, nos enfrentamos con situaciones malignas en nuestra escuela, vecindario, ciudad, país y en el mundo, y quizás nos sintamos tristes por ello, pensando que nada se puede hacer al respecto. Pero esto no es así; Dios nos ha dado Su autoridad para regir sobre la tierra, y debemos ejercer dicha autoridad. Si seguimos viviendo en nosotros mismos y no en la vida de Dios, no podremos ni siquiera reinar sobre nosotros mismos. Nuestro espíritu estará embotado y débil. Pero si experimentamos vida y crecemos cada día, entonces nuestro espíritu será fuerte. En tal caso, podremos orar contra todas las cosas negativas que suceden a nuestro alrededor. Ataremos al enemigo en nuestra escuela; pues él es quien está destruyendo a tantos jóvenes por medio de las drogas, el alcohol, la violencia, la fornicación, la rebelión, la ociosidad y la mundanalidad. Entonces, oraremos pidiendo que nuestros amigos sean salvos mediante el bautismo en el Cuerpo de Cristo a fin de que sean librados de estas cosas degradantes, pecaminosas y malignas, y nos será imposible estar ociosos viendo cómo ellos perecen. Tenemos que ejercer la autoridad que Dios nos ha dado para regir sobre toda situación, comenzando desde hoy mismo. Este es el tercer resultado que la vida divina produce.
II. LA RECOMPENSA DEL REINO
Si experimentamos vida y crecimiento en vida, lo cual nos llevará a producir fruto, a edificar el Cuerpo de Cristo y a reinar en vida, nos habremos preparado para la venida del Señor. Entonces, a Su tiempo, El regresará para comenzar el reino milenario. Todos los que hayan madurado en vida y le hayan servido al Señor fielmente, edificando Su Cuerpo y reinando, recibirán una recompensa. Pero aquellos que no hayan madurado y que hayan sido infieles en su servicio al Señor, serán castigados. La recompensa será gloriosa, y el castigo, severo. La recompensa es el disfrute anticipado de la Nueva Jerusalén. Esto incluye la superresurrección de entre los muertos (Fil. 3:11), la transfiguración del cuerpo de humillación al cuerpo de la gloria Suya (Fil. 3:21), las bodas del Cordero (Mt. 25:10), reinar sobre muchas cosas, el gozo del Señor (Mt. 25:21, 23), tener autoridad sobre las naciones (Ap. 2:26) y reinar con Cristo mil años (Ap. 20:4). Con respecto al castigo, éste incluye perder todas estas cosas, no ser conocido por el Señor (Mt. 25:12), ser echado a las tinieblas de afuera donde habrá el llanto y el crujir de dientes (Mt. 25:30), y el que la obra de tal creyente sea consumida por el fuego, y que sufra pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego (1 Co. 3:15). La recompensa originalmente era la porción común de todos los creyentes; sin embargo, debido a la degradación de los cristianos, el reino milenario se convirtió en una recompensa sólo para aquellos que sean fieles al propósito eterno de Dios y venzan la degradación, logrando ser totalmente maduros en la vida divina. Por lo tanto, como cristianos jóvenes, debemos aspirar a obtener la recompensa del reino siendo cristianos normales, experimentando vida diariamente para crecer en vida hasta alcanzar la madurez, produciendo el fruto de las virtudes y el fruto de las personas salvas, edificando el Cuerpo de Cristo y reinando en vida por Dios. Entonces, cuando el Señor regrese, obtendremos la recompensa (Ap. 22:12).
III. LA NUEVA JERUSALÉN
La Nueva Jerusalén será el producto final de la vida divina, la máxima consumación del crecimiento de la vida divina, eterna e indestructible del pueblo Dios, el cual habrá sido escogido, redimido y regenerado. Esta ciudad será la mezcla del Dios Triuno procesado con el hombre tripartito transformado. No es una ciudad física como muchos creen, sino una ciudad espiritual. Es la madurez total de la iglesia, el Cuerpo de Cristo, Su novia (Ap. 21:2; Ef. 5:25-27). “Y me llevó en espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su resplandor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal” (Ap. 21:10-11). “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara” (Ap. 21:23). “Y me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle. Y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol son para la sanidad de las naciones” (Ap. 22:1-2). El trono de Dios y del Cordero está en la cima y en el centro de la ciudad. De él fluye el Espíritu como el río de agua de vida en medio de la calle de oro. “No habrá más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol porque el Señor Dios los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos” (Ap. 22:5).
A. Una ciudad de vida
La Nueva Jerusalén es una ciudad de vida, en la cual hay un río de agua de vida y el árbol de la vida. No es la ciudad del conocimiento. El árbol del conocimiento se ha desvanecido; allí sólo está el árbol de la vida creciendo en medio del río de agua de vida. Es totalmente una ciudad de la vida zoé, esto es, de la vida divina.
B. Una ciudad sometida a la autoridad de Dios
La Nueva Jerusalén es una ciudad sometida a la autoridad de Dios. El trono de Dios y del Cordero está en la cima y en el centro de la ciudad. Este trono representa la autoridad del que se sienta en él, así, el trono de Dios y del Cordero representa la autoridad del propio Dios Triuno. En la Nueva Jerusalén no existe rebelión alguna, porque todos están en completa sujeción al Dios Triuno.
C. Una ciudad de comunión
La Nueva Jerusalén es la ciudad de la comunión. La comunión es el Espíritu que fluye. Donde el Espíritu fluye, hay comunión. El río de agua de vida que sale del trono de Dios es el fluir del Espíritu. El río es la comunión del Espíritu por la cual Dios y el Cordero, el Padre y el Hijo, llegan a nosotros.
D. Una ciudad de luz
La Nueva Jerusalén es la ciudad de la luz. Dios es la luz y el Cordero es la lámpara. El Dios Triuno brilla en esta ciudad, y todo habitante de esta ciudad vive y camina bajo la luz de vida de Dios. Esta luz alumbra, dirige y guía a sus pobladores. No hay oscuridad alguna en esta ciudad.
E. Una ciudad que produce fruto
La Nueva Jerusalén es una ciudad que produce fruto. El árbol de la vida produce doce frutos. El árbol de la vida es un árbol muy fructífero. No produce sólo un fruto, sino doce, dando cada mes su fruto. Esto indica vida en abundancia.
F. Una ciudad de unidad
La Nueva Jerusalén es la ciudad de la unidad. Aunque tiene doce puertas, sólo hay una calle, un río, un árbol, un trono y una naturaleza, la de oro (la naturaleza divina). Las personas que vienen de diferentes naciones, tribus y lenguas de todos los confines de la tierra entran en la ciudad y allí sólo encuentran unidad. Todos los trasfondos, culturas y diferencias son desechadas por la unidad. Allí no hay división, confusión ni separación. Sólo hay unidad.
G. Una ciudad de bendición
La Nueva Jerusalén es la ciudad de bendición. En ella está la bendición triple del Dios Triuno. Disfrutamos al Dios creador, al Cordero redentor y al Espíritu que regenera.
H. Una ciudad de hombres transformados
La Nueva Jerusalén es la ciudad de hombres transformados. El hombre fue hecho de barro. Pero, después de ser regenerado y transformado, se convierte en una piedra preciosa, como una piedra de jaspe, diáfana como el cristal. Originalmente el hombre era opaco; pero aquí el hombre es diáfano como el cristal, debido a la obra de transformación que el Espíritu realiza por medio de Su comunión.
I. Una ciudad que expresa a Dios
La Nueva Jerusalén es la ciudad que expresa a Dios. Apocalipsis 4:3 dice que Aquel que está sentado en el trono tiene la apariencia de jaspe. El muro de la Nueva Jerusalén tiene también la apariencia de una piedra de jaspe. El pueblo de Dios ha crecido en vida hasta alcanzar la plena madurez; por lo tanto, tiene la expresión de Dios.
J. Una ciudad que ejerce el señorío de Dios
La Nueva Jerusalén es la ciudad que ejerce el señorío de Dios. No solamente Dios reina en Su trono, sino que también todo el pueblo de Dios reina en vida.
Esta ciudad es el cumplimiento del propósito eterno de Dios realizado mediante Su economía. Al impartirse el Dios Triuno procesado como vida a Su pueblo escogido, creado, caído, redimido y regenerado, ellos se mezclaron con El y fueron transformados a Su misma imagen. En la unidad, ellos expresan todo lo que El es en vida, reinan con El y para El sobre todo el universo por la eternidad. ¡Amén! ¡Aleluya! Esta es la máxima consumación de la experiencia de vida y del crecimiento en la vida divina. ¡Nos regocijamos en que éste sea nuestro destino eterno!
Preguntas
- ¿Cuál fue el doble propósito que Dios tenía al crear al hombre?
- Como cristianos, ¿a cuál nivel necesitamos alcanzar? En su experiencia, ¿ha alcanzado usted este nivel? Si es así, dé un ejemplo; si no, ore al Señor por Su misericordia y gracia para que lo pueda alcanzar.
- Haga un resumen de los tres resultados que la vida divina produce.
- Haga dos listas:
- a) una que incluye todos los puntos relacionados a la recompensa para los cristianos vencedores;
- b) otra que incluye todos los puntos relacionados al castigo de los cristianos derrotados. Memorice un versículo que corresponda a los puntos clave en cada lista.
- ¿Cuál es el resultado final y máximo de la vida? ¿Cuáles son sus constituyentes?
Citas tomadas de las publicaciones de Lee y del LSM
La experiencia de vida, págs. 365-367.