Watchman Nee Libro Book cap.15 Libro de lecciones nivel 3: Los dos espíritus

Watchman Nee Libro Book cap.15 Libro de lecciones nivel 3: Los dos espíritus

RENUNCIAR AL ALMA Y VOLVERSE AL ESPÍRITU

Lección quince

RENUNCIAR AL ALMA Y VOLVERSE AL ESPÍRITU

Lectura bíblica

He. 4:12; Ro. 8:4; Mt. 10:38-39; 16:24-26; 2 Co. 11:2; Gá. 2:20; Hch. 20:19, 31; Sal. 139:17-18a

Bosquejo

  1. Renunciar al alma
    1. Renunciar a la mente, parte emotiva y voluntad
    2. La práctica de negarse al yo
    3. La vida del alma y sus facultades
    4. Abandonar la vida natural
  2. La mente, la parte emotiva y la voluntad son renovadas y elevadas
    1. Un entendimiento elevado
    2. Una parte emotiva espiritual
    3. Una voluntad firme y renovada
    4. Facultades que expresan al Señor
  3. Una vida que renuncia al alma y se vuelve al espíritu
    1. Tomar al Señor como nuestra vida
    2. Bajo el control del espíritu

Texto

En la lección anterior vimos que el espíritu y el alma son dos órganos diferentes. Hebreos 4:12 dice que la palabra de Dios es viva y más cortante que toda espada de dos filos, y penetra hasta partir el alma y el espíritu. Este versículo no sólo muestra que el espíritu y el alma son distintos, sino que también es necesario que el espíritu sea dividido del alma. Debemos renunciar a nuestra alma, a fin de ceder el control a nuestro espíritu.

I. RENUNCIAR AL ALMA

[La enseñanza del Nuevo Testamento, especialmente en los evangelios, dice que siempre tenemos que renunciar nuestra alma, o sea perder el alma; pero nunca dice que debemos renunciar al espíritu. En las epístolas leemos que debemos andar conforme al espíritu, vivir en el espíritu y conducirnos por el espíritu. Los evangelios hablan acerca de renunciar a nuestra alma; luego, en las epístolas, se habla de andar conforme al espíritu (Ro. 8:4). El Nuevo Testamento nunca dice que andemos, vivamos y actuemos en el alma.

En Mateo 10:38-39 dice: “Y el que no toma su cruz y sigue en pos de Mí, no es digno de Mí. El que halla la vida de su alma (la palabra aquí en griego es psujé, que significa alma), la perderá; y el que la pierde por causa de Mí, la hallará”. Luego, Mateo 16:24-26 dice: “Entonces Jesús dijo a Sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque el que quiera salvar la vida de su alma, la perderá; y el que la pierda por causa de Mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si gana todo el mundo, y pierde la vida de su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de la vida de su alma?” Esto implica que el alma debe ser negada o rechazada.]

[En los cuatro evangelios, el Señor dice reiteradas veces que tenemos que perder el alma, esto es, renunciar al alma [Mr. 8:35-36; Lc. 9:24-25; Jn. 12:25]; pero no encontramos ni una sola palabra que afirme que debemos perder el espíritu o renunciar al espíritu. Por el contrario, las epístolas nos instan a andar conforme al espíritu, actuar y orar en el espíritu (Ro. 8:4; Ro. 1:9; Ef. 6:18). En las enseñanzas de los evangelios se nos requiere renunciar al alma, perderla; mientras que las epístolas nos enseñan que debemos atender el espíritu, andar en espíritu, conducirnos por el espíritu y orar en el espíritu. Así que, existe una gran diferencia entre el alma y el espíritu.]

A. Renunciar a la mente, parte emotiva y voluntad

[El alma se compone de tres partes: la mente, la parte emotiva y la voluntad (véase La economía de Dios, págs. 58-62). Si usted renuncia a su mente, a su parte emotiva y a su voluntad, no le quedará nada más que el espíritu. El yo habrá sido descartado. Hacer a un lado a nuestra mente natural, parte emotiva y voluntad, simplemente quiere decir desechar nuestro propio yo. Negarnos a nosotros mismos es renunciar a nuestros pensamientos, opiniones, ideas, conceptos, amor, deseos, voluntad, decisiones, y a nuestras preferencias. Renunciar a todo esto equivale a negarse al yo.] [Al renunciar al yo, sólo nos queda el espíritu. Si renunciamos la parte emotiva, la mente y la voluntad, el espíritu tendrá libertad completa de operar en nosotros.]

B. La práctica de negarse al yo

[Si renunciáramos a nuestros pensamientos naturales, el espíritu se elevaría. Debido a que permanecemos tanto tiempo en el alma: la mente, parte emotiva y la voluntad, nuestro espíritu humano no tiene oportunidad ni base para actuar. Debemos ejercitarnos continuamente y renunciar a nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Cuando amo mucho a cierto hermano, eso puede ser amor natural. Pero si renuncio a ese amor, mi espíritu tendrá la oportunidad de expresar al Señor. Si renuncio a algo que viene de mi alma, mi espíritu podrá expresar algo del Señor. A esto se debe que el Señor nos dice que debemos negarnos a nosotros mismos. Tenemos que renunciar al alma, o sea, perderla, porque nosotros, como personas regeneradas, poseemos otra parte, una parte más profunda: nuestro espíritu, el cual ha sido avivado y regenerado por el Espíritu Santo de Dios, quien mora en nuestro espíritu. Así que, tenemos este órgano maravilloso en nuestro ser, una órgano espiritual y viviente; sin embargo, no lo conocemos bien, ni le damos la oportunidad de operar en nosotros.

Si usted se disgusta con cierto hermano, esto obedece simplemente a que usted está en el yo. Si se niega a sí mismo, amará a dicho hermano. Sin embargo, puede ser que ame mucho a cierto hermano, simplemente porque usted está en la parte emotiva, en su alma. Si renunciara a sus emociones, a su yo, su amor hacia ese hermano sería trasladado del alma al espíritu. Como cristianos, la lección que debemos aprender hoy para experimentar la vida, es renunciar al alma. El alma es el yo, y consiste de tres elementos: la mente, la parte emotiva y la voluntad. Renunciar al alma simplemente quiere decir renunciar a nuestra mente, a nuestra parte emotiva y a nuestra voluntad.]

C. La vida del alma y sus facultades

[Tal vez pensemos que si renunciamos al alma, no podríamos vivir. Pero debemos darnos cuenta de que existe una diferencia entre la vida del alma y las facultades del alma; la vida del alma es una cosa y las facultades del alma son otra. El siguiente ejemplo puede ayudarnos a entender esta diferencia. Conocí un matrimonio en China, en el cual el hermano era muy espiritual, y la hermana, como esposa, era muy sumisa. Cada vez que alguien iba a su casa o se encontraba con ellos, tenía la sensación de que el esposo era la vida de la esposa. Ciertamente la esposa tenía su propia vida, pero había renunciado a ella y había adoptado la vida de su esposo. Ella nunca decía nada por sí misma. Siempre hablaba conforme a lo que su esposo pensaba. Si usted le preguntaba: “Hermana, ¿a usted le gusta este piano?” Ella contestaba: “A mi esposo le gusta”. Si le preguntaba: “¿Le gusta el salón de reuniones?” Ella respondía: “Mi esposo dice que es maravilloso”. Para ella todo era “mi esposo, mi esposo”, a pesar de que ella era la que hablaba. Ella renunció a su propia vida, y tomó la de su esposo; sin embargo, ella aún usaba las facultades de su alma.

El sentir de nosotros los hermanos era que aquella hermana era maravillosa porque tomó a su esposo como vida. Ella perdió su propia vida, renunció a ella, pero seguía usando sus facultades. Ella usaba su mente, parte emotiva y voluntad, aunque había renunciado a su propia vida y tomado otra vida como suya.]

D. Abandonar la vida natural

[La vida natural, la vida del alma, fue crucificada en la cruz (Gá. 2:20). Ahora nosotros tenemos que tomar al Señor como nuestra vida. Debemos renunciar a nuestra vida natural, es decir, a la vida del alma, y tomar al Señor en el espíritu como nuestra vida. Sin embargo, esto no quiere decir que debamos renunciar a las facultades de nuestra alma, sino sólo a la vida del alma. Las facultades de nuestra alma aún permanecen como órganos que han de ser usados por el Señor en el espíritu.]

[No piense que todos los pensamientos vienen del infierno, ni que todas las intenciones vienen del yo. Algunos pensamientos vienen de los cielos, y algunas intenciones se originan en Dios. Pero generalmente hay una mixtura en nuestros pensamientos e intenciones, por lo cual necesitamos la palabra viva, operativa y cortante, para que penetre en nosotros y discierna nuestros pensamientos e intenciones, revelando cuáles provienen del yo y procuran el bienestar del yo, y cuáles se originan en Dios y están dirigidos hacia El. Por nosotros mismos no podemos discernir esto. Sin embargo, una vez que experimentamos la palabra viva de Dios, es fácil distinguir los pensamientos que no se originan en Dios y las intenciones que provienen de Satanás.]

II. LA MENTE, LA PARTE EMOTIVA Y LA VOLUNTAD SON RENOVADAS Y ELEVADAS

A. Un entendimiento elevado

[Mientras más somos uno con el Señor en el espíritu, más espirituales somos, y más aguda será nuestra mente. Antes de tomar al Señor como nuestra vida, nuestros pensamientos son muy torpes, pero cuando renunciamos al yo y tomamos al Señor como nuestra vida, nuestro entendimiento se vuelve muy agudo. En China muchas hermanas mayores nunca tuvieron ningún tipo de educación, sin embargo, ellas amaban mucho al Señor y sabían cómo rendirse a El, tomándolo como su vida. Después de dos o tres años, ellas llegaron a tener una mente muy aguda, especialmente con relación a las cosas del Señor; se volvieron expertas. Pero quienes aman poco al Señor, aunque tengan un doctorado, tendrán poco entendimiento en las cosas espirituales. Cuando uno habla con ellos acerca de las cosas del Señor, ellos dicen: “¿De qué está hablando? No entiendo nada”.]

B. Una parte emotiva espiritual

[Sucede lo mismo con respecto a la parte emotiva. No piense que el Señor demanda que renunciemos al órgano emotivo, es decir, a la facultad de nuestra parte emotiva. Ciertamente el Señor exige que no vivamos dirigidos por las emociones, pero aún tenemos que ejercitar la parte emotiva. Si usted ama al Señor y está lleno del Espíritu, seguramente será muy emotivo. Una persona que no es emotiva, jamás podrá ser espiritual. Una persona espiritual es muy emotiva. Si no sabe amar, llorar, estar feliz, y estar triste, me temo que ni siquiera sea un cristiano genuino.

Cuánto más espiritual sea una persona, más emotiva será; no obstante, su espíritu moderará sus emociones. El apóstol Pablo era muy emotivo. El habla de que en ocasiones lloró (Fil. 3:18; Hch. 20:19, 31). El era muy tierno en sus sentimientos, en amor, en misericordia y en compasión. No obstante, su emotividad no era natural, sino espiritual, es decir, estaba bajo el control del espíritu.]

C. Una voluntad firme y renovada

[Una persona espiritual, por un lado, posee una mente y una parte emotiva agudas, y por otro, tiene una voluntad firme. Ninguna persona espiritual es como una medusa, sin columna vertebral. Las personas que tienen una emotividad natural, son como una medusa. Las personas espiritualmente emotivas son nobles en sus emociones, pero firmes en su voluntad. Mientras más estamos en el espíritu, más firme será nuestra voluntad.]

D. Facultades que expresan al Señor

[Una persona espiritual tiene un entendimiento agudo, una parte emotiva sensible y afectuosa, y una voluntad firme. Las facultades del alma son órganos que el Espíritu usa para expresar al Señor. El Señor es muy sabio y Sus pensamientos son muy numerosos (Sal. 139:17-18a). Una persona espiritual no carece de pensamientos; por el contrario, cuanto más espiritual sea, más entendido será en el espíritu. Puedo testificar que cuanto más estoy en el espíritu, más elevado es mi pensamiento. Pero cuando estoy en mi yo, mi pensamiento empobrece.

Debemos entender que la mente, la parte emotiva y la voluntad no deben ser destruidas. Es la vida del alma la que debemos abandonar. La vida natural, la vida del yo, ya fue clavada en la cruz (Gá. 2:20; Ro. 6:6). Ahora tenemos que tomar a Cristo, nuestro esposo (2 Co. 11:2), como nuestra vida. Debemos tomar la vida divina como nuestra propia vida; sin embargo, las facultades del alma aún permanecen activas como órganos que pueden ser usados por nuestro espíritu para expresar al Señor.]

III. UNA VIDA QUE RENUNCIA AL ALMA Y SE VUELVE AL ESPÍRITU

A. Tomar al Señor como nuestra vida

[Los creyentes debemos rechazar nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Tenemos que renunciar a nuestro yo y tomar al Señor Jesús como nuestra vida. Esto se logra al volvernos a nuestro espíritu y percibir lo que se halla en él. Supongamos que un hermano viene a hablar con usted. Mientras lo escucha, debe rechazar el yo, o sea, su manera de pensar natural, su parte emotiva y su voluntad. Tiene que tomar al Señor Jesús como su vida volviéndose a su espíritu, a su parte mas interna, a fin de percibir lo que allí se encuentra. Esta es la forma correcta de conducirnos como creyentes, pero muchos no lo hacemos así. Antes bien, cuando un hermano viene a hablar con nosotros, ejercitamos nuestra mente en una forma independiente del espíritu. En ocasiones incluso nos olvidamos del Señor Jesús y olvidamos que tenemos espíritu. La manera que debe comportarse el creyente normal es siempre renunciar a la mente natural, voluntad y parte afectiva y tomar al Señor Jesús como su vida. En cada ocasión debemos volvernos a la parte más interna de nuestro ser y percibir lo que hay allí.]

B. Bajo el control del espíritu

[Debemos aprender la lección de renunciar a la mente, la parte emotiva y la voluntad naturales y sujetarlas bajo el control del espíritu. El propósito de renunciar a la vida del alma y tomar al Señor como nuestra vida en el espíritu, es que el espíritu controle y dirija todas las partes del alma. De esta manera, éstas pueden ser usadas para expresar al Señor.]

[Renunciar al alma quiere decir volvernos de nosotros mismos al espíritu. De este modo, en el espíritu, nos encontramos con Cristo. ¿Por qué los cuatro evangelios demandan, en forma negativa, que renunciemos al alma, mientras que las epístolas nos instan, de forma positiva, a vivir y hacer todas las cosas en el espíritu? Porque el Señor Jesús está en nuestro espíritu, y Su gracia también se halla allí. ¡Seguir a Cristo requiere que le demos importancia al espíritu, ya que éste es el blanco de la economía de Dios! ¡Debemos dar énfasis nuevamente a este blanco de la economía de Dios! Debemos entender claramente que el plan eterno de Dios es impartirse a Sí mismo en nuestro espíritu. Y El ya hizo esto; ahora El mora en nuestro espíritu con miras a ser nuestra vida y nuestro todo. Todas nuestras necesidades las satisface el Espíritu maravilloso que mora en nuestro espíritu.]

RESUMEN

El Nuevo Testamento enseña que tenemos que renunciar al alma. El alma es el yo. Renunciar al alma significa simplemente renunciar a nuestra mente, parte emotiva y voluntad, y volvernos a nuestro espíritu. La vida del alma es diferente de las facultades del alma. Renunciamos a la vida del alma, pero las facultades de ésta permanecen como órganos que debemos usar, por medio del espíritu, para expresar al Señor.

Preguntas

  1. ¿Cuáles son las partes del alma?
  2. Explique por qué es errónea la idea de que renunciar al alma, también es renunciar a las facultades del alma.
  3. ¿Cuál es la diferencia entre la vida del alma y las facultades del alma?
  4. ¿De qué manera podemos renunciar a la vida del alma?
  5. ¿Cuál es el resultado de renunciar a nuestra alma?

Citas tomadas de las publicaciones de Lee y LSM

  1. Nuestro espíritu humano, págs. 59-60, 65-66.
  2. Estudio-vida de Hebreos, pág. 293.
  3. Nuestro espíritu humano, págs. 66-67, 68, 69.
  4. La economía de Dios, pág. 109.