Watchman Nee Libro Book cap. 12 El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob

Watchman Nee Libro Book cap. 12 El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob

LA CONSTITUCIÓN DEL ESPÍRITU

CAPÍTULO DOCE

LA CONSTITUCIÓN DEL ESPÍRITU

Lectura bíblica: He. 12:5-7, 9-11; Gá. 5:22-23; 4:19; 1 Co. 3:12, 14; Gn. 2:12; Fil. 4:11-12

El título “el Dios de Jacob” alude a la forma en que el Espíritu Santo disciplinó a Jacob, intervino en su vida natural, forjó a Cristo en él y produjo el fruto del Espíritu en él. Para conocer al Dios de Jacob, es necesario conocer la obra de constitución que lleva a cabo el Espíritu y el fruto que El produce. Por lo tanto, si nosotros deseamos conocer al Dios de Jacob, debemos permitir que el Espíritu haga Su obra en nosotros, le dé fin a nuestra vida natural, forje a Cristo en nuestro ser y produzca el fruto del Espíritu en nosotros para que lleguemos a ser los vasos que expresan el testimonio de Dios.

Dios interviene en nuestra vida natural con el fin de conducirnos a la obra del Espíritu, la cual consiste en cortar, procesar y forjar. ¿Qué significa esta constitución? La constitución a la que nos referimos aquí es el entrecruce vertical y horizontal de un tejido. La constitución que realiza el Espíritu forja a Cristo en nuestro ser hasta el punto en que nosotros y Cristo llegamos a ser uno. Por consiguiente, experimentar la obra constitutiva del Espíritu es un paso más avanzado que se da al experimentar a Cristo como nuestra vida. Cristo como nuestra vida es el fundamento, y el Cristo que el Espíritu constituye o forja en nosotros es la madurez. Puesto que Cristo es nuestra vida, El está en nosotros y vive en lugar de nosotros. La obra constitutiva del Espíritu implica que El forja a Cristo en nosotros hasta hacer que el carácter de Cristo llegue a ser el nuestro. La meta de Dios al intervenir en nuestra vida natural es hacer que recibamos la constitución del Espíritu. Conocer al Dios de Isaac es conocer al Dios que nos dio a Cristo como nuestro disfrute. Conocer al Dios de Jacob es conocer al Espíritu que forja a Cristo en nuestro ser. Esta experiencia es semejante a la manera en que se entreteje y se elabora un bordado.

PARTICIPES DE LA SANTIDAD DE DIOS

Hebreos 12:9-10 dice que El Padre de los espíritus nos disciplina “para lo que es provechoso, para que participemos de Su santidad”. Dios nos disciplina y el Espíritu obra en nosotros paso a paso, al hacernos atravesar muchas dificultades y situaciones adversas, con el propósito de hacernos partícipes de Su santidad. “Su santidad” en este caso no se refiere a la santificación de la que habla 1 Corintios 1:30, donde se hace alusión al hecho de que Cristo es nuestra santificación. Hebreos 12 habla del Padre de los espíritus, el cual nos hace pasar a través de quebrantos y pruebas para que participemos de Su santidad, la cual se forja como resultado de la disciplina y se produce por lo que hace el Espíritu en todas las dificultades y circunstancias adversas a las que nos enfrentamos. “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por ella han sido ejercitados” (He. 12:11). Este es el resultado de la obra que el Espíritu Santo hace en nosotros.

Algunos cristianos tienden a exhibir su vida natural y son como Ezequías, quien se complacía en hacer alarde de todo lo que tenía (2 R. 20:12-13). Cuando Dios los sana de alguna enfermedad, no cesan de “testificar” de ello. En realidad, esto no es testificar, sino hablar ociosamente. A menudo se vuelven a enfermar de lo mismo debido a que tienen la tendencia a aparentar; y por eso mismo, Dios se ve obligado a disciplinarlos. Una vez que se cansan de exhibirse, espontáneamente dejaran de dar sus “testimonios” jactanciosos. Ya no necesitarán hacer grandes esfuerzos por no jactarse más, pues habrán sido quebrantados por Dios al grado de producir fruto espontáneamente y ya no actuarán como lo hacían antes. Esto es lo que forja el Espíritu en ellos. Dios no sólo nos dio a Cristo para que sea nuestra vida, sino que también forja a Cristo en nuestro ser para que sea nuestro carácter. Cristo como nuestra vida es el fundamento; la naturaleza de Cristo como nuestra naturaleza es lo que forja el Espíritu. El Espíritu quebranta nuestra vida natural con el fin de producir un nuevo carácter en nosotros. Dios utiliza muchas maneras de disciplinarnos a fin de que participemos de Su santidad y produzcamos el fruto apacible de justicia.

Esto es lo que nos muestra la historia de Jacob. Jacob no sólo llegó a comprender que Dios es el comienzo de todo y la fuerza que lo sostiene todo; él también adquirió un nuevo carácter. Dios obró y constituyó en él el carácter de Cristo de tal manera que el carácter de Cristo fue forjado en él. En sus últimos años, Jacob cambió por completo debido a que el carácter de Cristo había sido forjado en él.

EL FRUTO DEL ESPÍRITU

Gálatas 5:22-23 dice: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio”. Esto nos muestra que “amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio” no son virtudes dadas por el Espíritu Santo, sino el fruto que el Espíritu Santo produce en nosotros. El fruto del Espíritu Santo indica que hemos asimilado algo de Cristo, lo cual hace que estas cosas lleguen a ser nuestro carácter y nuestras características personales. Este es el significado del fruto del Espíritu. A esto nos referimos cuando decimos que el Espíritu Santo está forjando a Cristo en nosotros. El Espíritu Santo está haciendo una sola obra, la cual consiste en quebrantar nuestra vida natural y constituir a Cristo en nosotros, haciendo que el carácter de Cristo llegue a ser el nuestro a fin de que el amor, el gozo, la paz, la longanimidad, la benignidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio propio se expresen espontáneamente en nuestra vida y produzcamos así el fruto del Espíritu. Esto es lo que Dios nos ha mostrado hoy en día.

CRISTO SE FORMA EN NOSOTROS

Pablo les dice a los Gálatas que él volvía a sufrir dolores de parto hasta que Cristo fuese formado en ellos (Gá. 4:19). Dios dio a Cristo a los creyentes, lo cual constituye el primer paso. Pero Dios desea hacer una obra más profunda, la cual consiste en formar a Cristo en nosotros. Dios quebranta nuestra vida natural para que Cristo se pueda formar en nosotros, o sea, que Cristo sea forjado y constituido en nosotros.

Pedro era una persona de carácter fuerte. Su vida natural siempre lo hacía sobresalir entre los demás. Una vez que Dios tocó su vida natural, su parte fuerte se debilitó. No obstante, la debilidad de Pedro no fue el fin. Dios siguió forjando a Cristo en su ser. Como resultado, los que se relacionaban con él, se daban cuenta de que su ser había sufrido un cambio y que era una nueva persona. ¿Cuál es la extensión de la obra del Espíritu? El obra hasta que Cristo sea constituido y formado en nosotros.

Pablo dijo en Filipenses 4:11: “He aprendido”. Este era el resultado de que Cristo se hubiese formado en él. Pablo aprendió poco a poco. El aprendió a “estar humillado” y a “tener abundancia”. El dijo: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación”. Y añade: “En todas las cosas y en todo he aprendido el secreto” (v. 12). Pablo había experimentado un cambio fundamental. Así que, no sólo necesitamos que Cristo more en nosotros como nuestra vida, sino también que se forme en nosotros. No sólo debemos tener al Cristo que Dios nos da, sino también al Cristo que asimilamos y que luego se forma en nosotros. Esto es lo que Dios desea que alcancemos. Esto es lo que significa conocer al Dios de Jacob.

LA FORMACIÓN DE LAS PIEDRAS PRECIOSAS

Necesitamos prestar especial atención a tres pasajes de la Escritura. Un pasaje es Génesis 2, donde se mencionan el oro y las piedras preciosas. Otro pasaje es 1 Corintios 3, donde nos dice que el oro y las piedras preciosas son edificadas sobre un fundamento. El tercer pasaje es Apocalipsis 21, donde se nos dice que la Nueva Jerusalén era de oro puro y que los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El propósito de Dios no se limita al oro y la plata, pues también incluye las piedras preciosas. Sabemos que el oro tipifica a Dios el Padre. Todo lo que proviene de Dios es oro. La plata representa la redención y tipifica al Hijo. La plata se refiere a todos los dones que Cristo da. ¿Qué se puede decir de las piedras preciosas? Las piedras preciosas no son como el oro y la plata, que son elementos naturales. Las piedras preciosas son entidades compuestas de varios elementos y se forman mediante un proceso de intenso calor subterráneo. El calor continuo provoca una reacción química que produce las piedras preciosas. Aún así, ellas son gemas hermosas y valiosas sólo después de ser talladas, cortadas y pulidas. Así que, las piedras preciosas tipifican la obra que hace el Espíritu Santo en el hombre. Día tras día, el Espíritu obra en nosotros, nos desbasta, nos quebranta y forja a Cristo hasta formarlo en nosotros. El Espíritu nos conduce por muchas dificultades y circunstancias a fin de que Cristo sea forjado en nuestro ser. Cuando el Cristo que mora en nosotros deja de ser solamente el Cristo que Dios nos da, y llega a ser el Cristo digerido y asimilado por nosotros, entonces llegamos a ser las piedras preciosas.

En Génesis 2 se encuentran el oro y las piedras preciosas, pero no se menciona la plata. Según el plan eterno de Dios, esto significa que todo proviene de El y que el Espíritu Santo forja a Cristo en nosotros. La plata representa al Cristo que Dios nos ha dado; sin embargo, esto solo no basta. Dios desea que Cristo sea constituído o forjado en nosotros, es decir, que lo digeramos y asimilemos para que se forme en nuestro ser hasta que lleguemos a ser piedras preciosas. Dios logrará Su meta en el cielo nuevo y en la tierra nueva, donde sólo habrá oro y piedras preciosas, pero no plata, pues ésta se habrá convertido en piedras preciosas. Consecuentemente, en Génesis 2 Dios usó el fruto del árbol de la vida para representar la vida que El nos da. El fruto es algo que se come y se digiere. Dios no sólo desea darnos vida, sino también que la digiramos.

Que Dios abra nuestros ojos para que veamos que en Su camino y en Su plan, El desea obtener algunos vasos que cumplan Su meta. Estos vasos necesitan conocer al Dios de Abraham y saber que todo proviene de Dios. También deben conocer al Dios de Isaac; necesitan saber que todo lo que uno recibe como disfrute y herencia es dado por Dios, y que todo depende de que nosotros estemos en Cristo y Cristo en nosotros. Además necesitan conocer al Dios de Jacob; necesitan saber que Dios quebranta nuestra vida natural y que mediante el Espíritu, El forja a Cristo en nuestro ser. Que Dios nos bendiga y nos lleve a conocerle como el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob a fin de que lleguemos a ser vasos que expresen Su testimonio.