Watchman Nee Libro Book cap.11 El misterio de Cristo
EL MINISTERIO DEL CUERPO
CAPÍTULO ONCE
EL MINISTERIO DEL CUERPO
Lectura bíblica: 1 Co. 12:4-31
LA REVELACIÓN DE LO QUE ES EL CUERPO
El cristiano debe ver que él no sólo es un creyente, sino también un miembro del Cuerpo de Cristo. Puesto que es un miembro, necesita a los demás miembros. Es imposible que un miembro sobreviva sin los demás miembros. Para que un miembro sobreviva, necesita tener a los demás miembros. Muchos abandonan las denominaciones porque se dan cuenta de que el sectarismo es un error. Pero esto no basta; estas personas necesitan avanzar hasta ver el Cuerpo y entrar en él. La iglesia no es una organización ni una denominación, sino el Cuerpo viviente de Cristo. Un cristiano no es un miembro de una denominación, sino del Cuerpo de Cristo. Debemos ver que somos miembros del Cuerpo y que no podemos separarnos de los demás miembros. No podemos ser independientes, ni podemos avanzar sin los demás miembros.
EL MINISTERIO DE LOS MIEMBROS
El Cuerpo de Cristo se edifica por la suministración mutua de los miembros. Además de ver que somos miembros, necesitamos ver que cada miembro tiene un ministerio. Cada miembro del Cuerpo tiene una función específica, la cual es su ministerio. La forma verbal de la palabra ministerio significa “servir”. El ministerio de un miembro es la porción especial que dicho miembro recibe de Cristo. El abastece al Cuerpo con esta porción especial. En esto consiste el servicio de los miembros. El Cuerpo es Cristo, y por ende, nuestro ministerio es simplemente Cristo. Todos los que pertenecen al Señor tienen una porción especial que han recibido de Cristo, y cada porción tiene su rasgo específico. Este rasgo viene a ser la característica especial de su servicio. El servicio o ministerio que una persona ejerce para con otros se basa en el Cristo que esa persona tiene en su interior. Nadie puede servir con la doctrina que tenga en su intelecto; sólo puede suministrar al Cuerpo lo que haya recibido de Cristo. La medida de Cristo que tengamos determina la medida de nuestro ministerio. Nuestro ministerio se basa en dos factores: el Cristo que hemos ganado y los aspectos de Cristo que hemos obtenido, los cuales difieren de aquellos que otros miembros han ganado. Si todos conociéramos a Cristo de la misma forma general, ¿qué podríamos ministrarnos mutuamente? ¿Qué tendríamos que nos hiciera aptos para edificar el Cuerpo? Esto es lo que deben tener más presente todos los ministros.
El cristiano necesita un ministerio particularmente suyo, y no simplemente un ministerio general. Necesitamos ganar algo de Cristo que otros no hayan ganado. Esta ganancia específica es la que nos hace aptos para suplir lo que falta a otros miembros. El ministerio implica un conocimiento especial de Cristo; no un conocimiento general. Todos los órganos del cuerpo tienen una función particular. Los ojos ven, los oídos oyen y la nariz huele. Cada órgano tiene su función definida. En otras palabras, cada órgano tiene su porción especial. Algunos órganos pueden reemplazar temporalmente la función de otro, pero no es la función especializada a la cual se dedican. Por ejemplo, a veces usted puede usar su boca para recoger objetos, pero no puede dedicar su boca a esa actividad. Si los oídos no funcionan de acuerdo con su función particular, el Cuerpo no podrá oír, y el crecimiento del Cuerpo se verá afectado. Si usted ha obtenido algo especial y posee un conocimiento especial del Señor, podrá suministrarlo al Cuerpo. Si usted tiene un conocimiento especial del Señor, dicho conocimiento será su ministerio específico. Solamente los ministerios específicos pueden ser útiles al Cuerpo y hacer que el Cuerpo crezca. Es por esto que cada miembro debe continuamente buscar y obtener del Señor lo que falta al Cuerpo y debe transmitirlo al Cuerpo. Cuando todos los miembros cumplen su ministerio, el Cuerpo de Cristo crece.
EL ANHELO DE CONOCER Y EXPERIMENTAR AL SEÑOR
En 1 Corintios 12 se nos dice que todos los miembros deben anhelar los dones y los ministerios. Dios desea que miembros específicos cumplan ministerios específicos, a fin de usarlos como canales para que la vida del Señor fluya al Cuerpo y para que la medida del Cuerpo aumente por medio de ellos. Cuando la vida que recibimos del Señor fluye hacia el Cuerpo, la estatura del Cuerpo aumenta. Dios aumenta la medida de la estatura del Cuerpo por medio de los miembros. La señora Guyón, la señora Penn-Lewis, el hermano T. Austin-Sparks, entre otros, son miembros que tuvieron un conocimiento especial de Cristo. Por medio de ellos, Dios ha comunicado muchas riquezas de vida al Cuerpo. Cada miembro debe aprender y conocer algo específico delante del Señor, para que cada uno pueda tener un ministerio específico. Sin un ministerio, es inútil hablar de los dones. Muchos prestan demasiada atención a los dones, como si los dones constituyeran nuestro ministerio. Pero nuestro ministerio es Cristo; los dones son sólo el medio por el cual ministramos. Dos personas pueden usar la misma cuchara para darle de comer a un niño, pero la alimentación de este niño depende de lo que se ponga en la cuchara, no del tipo de cuchara que se utilice. No impartimos nuestros dones a la iglesia; impartimos a Cristo. Nuestros dones no son más que el medio por el cual lo impartimos. Lo que ministramos al Cuerpo es Cristo, y lo que el Cuerpo recibe es a Cristo, porque en el Cuerpo Cristo lo es todo y en todos.
Una ministración específica resulta de haber recibido experiencias específicas, de haber sido quebrantado y disciplinado personalmente por el Espíritu Santo. Tales experiencias, tal quebrantamiento y tal disciplina son el fruto de un conocimiento específico de Cristo. Con este conocimiento servimos a la iglesia ejerciendo los dones. Necesitamos recibir poder del Espíritu Santo y presentar a la iglesia el Cristo que conocemos valiéndonos de la operación de dicho poder. Nuestro ministerio es un ministerio de vida. No menospreciamos los dones, pero el ministerio es el que dirige los dones, y no los dones al ministerio. Si tenemos un don sin ministerio, seremos desviados por dicho don y no podremos ser de ninguna ayuda al Cuerpo. Lo que el Cuerpo necesita hoy no son los dones sino el ministerio. Pero para esto, debemos primero descubrir cuál es el ministerio específico que el Señor nos ha designado. Sólo entonces debemos procurar ser equipados con los dones a fin de llevar a cabo nuestro ministerio.
PRIMERO LA VIDA, LUEGO LAS DOCTRINAS
Nuestro servicio en el Cuerpo de Cristo se basa en el conocimiento que tengamos de Cristo. Este conocimiento proviene de nuestra experiencia de vida, no de las doctrinas. Dios primeramente nos da vida y luego las doctrinas. La vida viene primero, y las doctrinas después. La Biblia nos muestra que Abraham hizo una contribución especial al Cuerpo en lo relacionado con la fe. Esto no provino de una enseñanza acerca de la fe, ni de comunicarle una doctrina a otros. Provino de las experiencias en las que Abraham aprendió a confiar en Dios. Lo que fue forjando en él por el fuego de las aflicciones, fue finalmente ministrado por medio de él para el beneficio de todo el Cuerpo. Primero tenemos la vida y la lección de la fe, y después la doctrina de la fe. ¿Cómo pudo llegar a ser apto Martín Lutero para enseñar a la iglesia en cuanto a la verdad de que “el justo por su fe vivirá” (Hab. 2:4)? El no llegó a ser apto por haber estudiado la Biblia diligentemente como un libro de texto para después comunicar el conocimiento recibido, sino que llegó a estar calificado por haber pasado por muchos sufrimientos y aflicciones. Cuando sus rodillas estaban heridas de tanto arrodillarse y cuando su esperanza de ser justo había desaparecido, el Señor le reveló de una manera viviente que el hombre es justificado por la fe. Después de tener esta experiencia, él recibió la doctrina de la justificación por la fe. La doctrina es necesaria, pero la doctrina debe llegar después de la experiencia, no debe precederla. Primero debe venir la vida, y luego debe seguir la doctrina. Primero debe estar la experiencia, y luego debe venir la enseñanza. El orden del Nuevo Testamento es, en primer lugar los evangelios (hechos), y luego las epístolas (doctrinas). Primero tenemos la vida de Cristo, y después tenemos Sus enseñanzas. No debemos pasarnos todo el tiempo estudiando, analizando e investigando una doctrina; éstas son obras de paja y se desharán cuando venga la prueba. Lo único que tiene utilidad es lo que Dios ha forjado en nosotros, y solamente esto puede abastecer a otros. La única forma de comunicarnos con otros de una manera viviente es transmitir aquello que hemos aprendido por experiencia. La disciplina, los sufrimientos y las pruebas son los medios que Dios utiliza para forjar la palabra en nosotros a fin de que tengamos algo que suministrar al Cuerpo. Si deseamos ser ministros que edifiquen el Cuerpo de Cristo, no debemos huir de ninguna prueba, disciplina ni quebrantamiento.
PRIMERA EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS 12
La Primera Epístola a los Corintios 12:4-30 se divide en cuatro secciones:
(1) Tema—vs. 4-6: dones, ministerios y funciones.
(2) Los dones del Espíritu Santo—vs. 7-11: el énfasis principal está en el Espíritu Santo.
(3) El ministerio del Señor—vs. 12-27: el énfasis principal está en Cristo.
(4) La obra de Dios—vs. 28-30: el énfasis principal está en Dios.
El comienzo de cada sección menciona las divisiones principales, mientras que el tema específico puede observarse en el tema general de esa sección. Los dones se relacionan con el Espíritu Santo, mientras que la ministración se relaciona con Cristo. Los ministerios actúan por medio de los dones del Espíritu Santo. Los dones son los vasos que perfeccionan a los ministerios para que sea edificado el Cuerpo de Cristo. La meta de los dones es producir los ministerios y por medio de éstos impartir en otros el Cristo que la iglesia ha conocido y ganado. La mayoría de los avivamientos hoy tienen dones pero no ministerios. Es inútil ejercitar los dones todo el día, pues tenemos que ver que los dones son secundarios. Lo primordial es los ministerios. Cuando tenemos un ministerio, podemos servir al Cuerpo y hacer que crezca.
LA INFLUENCIA MUTUA DE LOS MIEMBROS
Todos los miembros del Cuerpo de Cristo influyen los unos en los otros. Si un miembro sufre, espontáneamente todos los miembros sufren. A veces nos sentimos fuertes. Esto se debe a que se nos ha transmitido fuerza de los demás miembros. Todo miembro puede afectar a los demás. Es por esto que no debemos vivir por nuestra cuenta, sino que debemos asirnos a la Cabeza y buscar la comunión. Dios transmite la vida al Cuerpo a través de cada miembro. Si la vida se detiene en usted, no podrá suministrar vida a otros, y la iglesia sufrirá daño. El fracaso de cada individuo perjudica a la iglesia. Por consiguiente, cuando un miembro sufre en el Cuerpo de Cristo, todos los miembros sufren con él. Todo miembro afecta a los demás de una manera u otra. Por lo tanto, debemos permanecer en la comunión del Cuerpo en todo lo que hagamos. Si tenemos experiencias positivas, éstas sirven para transmitir una provisión al Cuerpo. Si nos encontramos en una situación adversa, debemos darnos cuenta de que esto también afecta a los otros miembros del Cuerpo.
EN EL CUERPO, POR EL CUERPO Y PARA EL CUERPO
Todo lo que tenemos está en el Cuerpo, lo obtenemos por el Cuerpo y su objetivo es el Cuerpo. En 1925 el hermano T. Austin-Sparks fue invitado a los Estados Unidos. Allí conoció a una hermana que había aprendido muchas lecciones por las enfermedades que había atravesado y quien, por eso mismo, había ayudado a muchas personas. Ella tenía un ministerio de vida y era una persona que suministraba vida a los demás. Las lecciones que ella aprendió las aprendió en el Cuerpo, por medio del Cuerpo y para el Cuerpo. Esta debe ser nuestra norma. Que el Señor nos libere del individualismo y nos conduzca al Cuerpo. Que El nos muestre el Cuerpo, y que nosotros podamos servir a Su Cuerpo con un ministerio que se base en el conocimiento de Cristo que tengamos.