Watchman Nee Libro Book cap.10 La fe cristiana normal
LA CRUCIFIXIÓN DE LOS PECADOS CON CRISTO
CAPÍTULO DIEZ
LA CRUCIFIXIÓN
DE LOS PECADORES CON CRISTO
La meta más elevada que Dios tiene al salvar al hombre es dispensar Su vida en él. Este es el máximo deseo de Dios. Nuestro modo de vivir será divino sólo si participamos de la vida divina. En la vida humana es imposible tener una vida piadosa. La manifestación de nuestra vida es exclusivamente el pecado. En este respecto Dios trató con nuestros pecados e iniquidades en una forma que mantendría Su justicia. Hemos visto que el Hijo de Dios fue juzgado con este propósito. Aquellos que están en El han sido perdonados de sus pecados.
EL ORIGEN DEL PECADO
La salvación de Dios, sin embargo, no se detuvo con el perdón de los pecados; continuó más a fondo y trató con el origen del pecado. Hemos dicho que los pecados del hombre no son causados por el ambiente. Más bien, se originan en la persona. El modo de vivir es simplemente una consecuencia natural de la clase de vida que se posee. Ya que la vida del hombre es corrupta, su comportamiento exterior tiene que ser malo.
Por ejemplo, cuando golpeo la tribuna delante de mí con mis nudillos, se produce cierto sonido. Inmediatamente se puede decir que ese es un sonido producido por la madera. Si golpeo en un pedazo de metal, dará una clase de sonido diferente, y fácilmente se puede oír la diferencia entre los dos. La diferencia en la constitución causa el contraste en el sonido. No importa cuanto cambie la manera en que golpeo, no puedo hacer que un pedazo de madera suene metálico. Tampoco puedo hacerlo viceversa.
Lo mismo es cierto con respecto al comportamiento del hombre. Nuestro ambiente no puede causar algo que no existe dentro de nosotros. Una persona lenta es lenta bajo cualquier clase de circunstancia. Pero una disposición rápida se detecta enseguida bajo la tensión más ligera en el ambiente. Toda conducta exterior es un resultado directo de nuestra vida interior. Por lo tanto, las tentaciones en el ambiente son simplemente una fuerza que apresura la exposición de nuestra substancia interior. Estas nunca pueden producir nada que no haya existido en el hombre antes.
NUESTRO AMBIENTE EXPONE NUESTRA VIDA
Una vez un amigo me dijo que la vida humana es programada por su ambiente. Un buen ambiente producirá personalidades finas, y un ambiente insalubre es la causa de todos los vicios. Todo lo que uno necesita hacer es controlar el ambiente, y las personalidades apropiadas saldrán automáticamente.
Yo dije: “Según lo que usted ha propuesto, significaría que los peces de agua salada han llegado a ser lo que son porque viven en el mar, y que los peces de agua dulce son el producto directo del agua del río. Seguramente esto no es cierto. El ambiente nunca puede gobernar lo que no está en nosotros. ¡El ambiente sólo expone lo que yace adormecido dentro de nosotros!”.
¿En qué consiste la vida humana? Consiste de toda clase de maldad y corrupción. Dénle un golpe suave, y todo será expuesto. Muchos moralistas dicen que todo lo que necesitamos hacer es suprimirnos. Muchos lo han probado. Se han retenido fuertemente por las riendas, temiendo que su naturaleza mala salga cuando se le suelte un poquito. Esta clase de persona es muy desdichada. Diariamente reprimen sus deseos. Pero sabemos que no tendrán éxito por mucho tiempo.
DIOS NUNCA CAMBIA NUESTRAS VIDAS
¿Podemos cambiar la vida humana? ¡Imposible! No sólo somos incapaces de cambiarla; tampoco Dios puede cambiarla. La vida del hombre es como una fábrica de pecado que diariamente manufactura cientos de productos. Por lo tanto, además de la obra del perdón, Dios tuvo que tratar con el origen del pecado. Ya que El no va a cambiar nuestra vida, ¿qué solución básica ha provisto para salvarnos? Tenemos que examinar el segundo aspecto de Su salvación.
Romanos 6:7 dice: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado”. La única manera en que un hombre puede ser liberado del pecado es morir. El que ha muerto está libre del pecado; ya no es posible que peque más.
Conozco a un amigo que tenía un apetito insaciable por los juegos de cartas. Estaba obsesionado con ellos día y noche. Cuando no podía encontrar compañeros para el juego, se sentía atormentado al máximo. Aun si no tenía las cartas en sus manos, se sentía mejor si las miraba. Su vida entera era gobernada por las cartas. Sin embargo, ahora él está muerto. Después de morir, ya no amaba más las cartas. Aun cuando se le rellenaran las manos de cartas, no las tomaría más. La muerte lo libró de sus cartas.
Consideremos otro ejemplo, el de una persona arrogante. Se jacta de sí mismo en todo. No hay manera de quitar o suprimir su orgullo. Un día se muere. Si el mundo entero se juntara a su alrededor para elogiar y exaltar sus hechos gloriosos, ¿qué haría? ¿Aún estaría orgulloso de sí mismo?
LA MUERTE NOS LIBERA DEL PECADO
¡Dios salva al hombre con la muerte! El que ha muerto está libre del pecado. Tenemos que ver el versículo que precede al que acabamos de leer.
Romanos 6:6 dice: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con El para que el cuerpo de pecado sea anulado, a fin de que no sirvamos más al pecado como esclavos”. Tenemos que darle una mirada más cercana a este pasaje. La palabra griega “anulado” tiene dos significados: uno es desempleado; el otro es paralizado o lisiado. La idea de desempleado es más fuerte en este pasaje. Por lo tanto, podemos traducir esto así: “para que el cuerpo de pecado esté desempleado”.
EL PECADO, EL VIEJO HOMBRE Y EL CUERPO
Hay tres agentes importantes en este pasaje. El primero es el pecado, el segundo es el viejo hombre, y el tercero es el cuerpo. El pecado es personificado; es un amo. Este pecado no se refiere a los pecados individuales. Más bien, es un señor poderoso que ata, enreda y compele al hombre a cometer muchos pecados. El hombre llega a ser un esclavo al pecado, que está sujeto a ese tirano y lleva a cabo todos sus dictados.
Bajo circunstancias normales, el hombre no siente mucha presión de parte de este amo. Pero al momento que se decide a vencerlo, encontrará que no importa cuánta energía convoque, nunca puede tener éxito en vencer su poder. Cuanto más él trate de controlar su ira, tanto más se enojará. El pecado es el amo. Obliga al hombre a someterse.
El viejo hombre mencionado en la Biblia es nuestra propia persona. El hombre, en la parte más profunda de su ser, ama al pecado. Cuando llegan las tentaciones, el hombre se regocija al oír su llamado y gustosamente sucumbe a su influencia. Es cierto que el pecado es un poderoso agente, pero cuando se encuentra con el viejo hombre, el resultado es una colaboración instantánea.
En tal escena, los dos se van a buscar algún instrumento y descubren el cuerpo. Así el cuerpo es empleado. Les pedirán ya sea a los ojos que miren, a los oídos que escuchen, o a las manos que se muevan. De esta manera el cuerpo ejecuta la orden dictada por el pecado y secundada por el viejo hombre. El pecado es el director, el viejo hombre se somete a sus órdenes, y el cuerpo las lleva a cabo en la forma de transgresiones. Estos tres son uno. Concuerdan entre sí. El producto de esta colaboración es la multitud de pecados que cometemos.
LA ERRADICACIÓN DE LOS PECADOS
La salvación de Dios es diferente de nuestros conceptos humanos. Lo hace al liberarlo a uno del pecado. Nosotros pensamos que todo estaría bien si los pecados fueran desarraigados de nuestro ser. Pero la salvación de Dios no es la erradicación de los pecados. El no arranca nuestros pecados como si estuviera desarraigando árboles.
La mente oriental siempre piensa que la perfección se obtiene tan pronto como uno reprime todos sus pecados. Pero a nuestra persona le gusta pecar. Ni siquiera quiere suprimir el pecado. Aun cuando trate forzadamente, no hay resultado duradero. Dios no subyuga el pecado, ni mata el cuerpo. Cambia de persona. El viejo hombre que estaba apegado al pecado es removido, y una nueva vida que aborrece el pecado es puesta en su lugar. Cuando la tentación llega, esta vida nueva la rehuye. De esta manera, el cuerpo pierde su función en lo tocante a cometer pecados.
DIOS SOLO TRATA CON EL VIEJO HOMBRE
Por lo tanto, la salvación de Dios es enteramente diferente de los conceptos de otras religiones. Dios no trata con el pecado, ni tampoco toca el cuerpo. Todo lo que a El le interesa es el viejo hombre interior. Este viejo hombre es sólo nuestra vida. Cuando el viejo hombre es puesto a muerte, la vieja vida es terminada, y una nueva vida es puesta en su lugar. Los dos extremos, el pecado y el cuerpo, se quedan intactos, pero el agente intermedio es quitado. El pecado ahora ya no puede comunicarse con el cuerpo.
El hombre que es constituido con esta vida nueva es llamado el nuevo hombre en la Biblia. Cuando la tentación llega otra vez, el nuevo hombre reacciona en una manera muy diferente del viejo. El ya no escucha esas tentaciones. Ya no secunda la moción del pecado, y no activa al cuerpo a cometer el mal. El nuevo hombre es diametralmente opuesto al pecado. Es sordo a las sugerencias del pecado.
DESEMPLEADO EN CUANTO AL PECADO
¿Qué pasa con el cuerpo? Hasta aquí, aunque el cuerpo aún está dispuesto a ser esclavo del pecado, el poder del nuevo hombre impide que el pecado sea trasmitido al cuerpo. Este nuevo hombre ya no obedece el pecado ni está de acuerdo con sus proposiciones. Bajo estas circunstancias, el cuerpo ya no tiene más que hacer; se queda desempleado. Anteriormente, mi boca maldecía constantemente. Ahora ya no funciona de esa manera; perdió su trabajo. Mis manos que acostumbraban a pelear con otros han sido controladas por el nuevo hombre. Ahora ya no pelean más; están igualmente desempleadas. Mis ojos, mis oídos y aun todo mi cuerpo estarán desempleados en cuanto al pecado.
Esto es lo que la Biblia quiere decir cuando dice: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con El”. Claramente nos dice que Dios trata con el viejo hombre. El resultado es que el cuerpo de pecado está desempleado, o sea, que no debemos servir más al pecado como esclavos. Esto significa que ya no estaremos más bajo la influencia del pecado. Ya no tenemos nada que ver con el.
Podemos ver que la estrategia básica de Dios al salvarnos es eliminar nuestra vida. Nuestra vida es simplemente el viejo hombre. A los ojos de Dios ésta tiene que morir. Si no muere, producirá millones de brotes pecaminosos. Dará a luz celos, orgullo, asesinato, adulterio, etc. Tiene un amor inherente e insaciable por el pecado, y no importa cuánto usted la suprima, correrá tras el pecado. No le quita ningún esfuerzo para hacer el mal, pero le es imposible ser paciente, amorosa y santa. Dios tiene que darle la sentencia de muerte a esa vida. Hay que quitarle todo aliento. Tiene que ser terminada al máximo. Cuando esto suceda el pecado perderá su compañero para siempre.
MATELO
Una vez estaba visitando a uno de mis amigos. Tenía una empleada doméstica que le daba muchos problemas. No solamente era perezosa, sino que tenía el hábito de robar. Ella poseía todo vicio que una empleada doméstica pudiera tener. Mi amigo me pidió consejo. El quería que yo le predicara algo con la esperanza de que ella cambiara. Le di una respuesta extremadamente simple: ¡Despídela y ocupa a otra! Dios trata con nosotros de esta manera. La vida humana nunca podrá mejorarse con la predicación. Dios dice: “Ya no te necesito más”. Con eso El simplemente la mata. Esta es la salvación de Dios.
Esta es la diferencia entre la provisión de Dios y nuestro concepto. Nosotros esperamos suprimir el pecado a fin de domar sus deseos salvajes. Pero, ¿qué resultado hemos obtenido? Muchos incrédulos han cambiado su conducta en diferentes ocasiones. Eran pecaminosos y repulsivos; ahora son templados y gentiles. Pero esa no es la salvación de Dios. La salvación de Dios no depende de cuántos pecados uno haya cometido en el pasado ni de cuanto ha mejorado. No es asunto de cambiar violencia a gentileza. Dios ve al pecado como algo relacionado con nuestra vida. El trata con la raíz del problema removiendo la vida. Siempre y cuando esta vida continúe, el pecado permanece. Pero el día en que esta vida se mate, el pecado cesa.
NO UNA CONSIDERACIÓN MENTAL
Además, esta muerte no es la muerte de la cual algunas personas hablan, cuando uno simplemente considera que todo lo que estaba en el pasado se ha desaparecido para siempre. Lo asombroso es que usted puede considerar que su mal carácter se fue y está muerto, pero en realidad siempre regresa. Uno solamente puede tener una consideración psicológica. Pero en realidad aún está muy vivo. Le sigue a donde quiera que vaya. Cuando se da vuelta, allí está. Nunca puede uno deshacerse de su mal carácter, no importa cuanto uno se esfuerza.
MORIR EN CRISTO
¿Cómo podemos morir? La respuesta de nuevo regresa a este hecho: Dios tiene que ponernos en Cristo. Dios hizo que Cristo muriera, y cuando estamos en El nosotros también morimos. Hemos dicho que nuestros pecados fueron perdonados porque estamos en Cristo. Dios nos ha puesto en Cristo. Dios hizo que Cristo muriera, y puesto que estamos en El, nosotros también morimos. Cuando Dios juzgó a Cristo, también nos juzgó a nosotros. Por este juicio nuestros pecados son perdonados. Nosotros no podemos darnos muerte a nosotros mismos. La muerte de Cristo, en la cual Dios nos ha incluido, nos hace muertos con El.
Leamos de nuevo Romanos 6:6: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con El para que el cuerpo de pecado sea anulado, a fin de que no sirvamos más al pecado como esclavos”. No hay alternativa para nuestro viejo hombre mas que morir. No queda otra opción. Sin embargo, morir no es algo sencillo. Dios nos ha incluido en Cristo y después lo crucificó en la cruz. Cuando Cristo murió en la cruz, todos nosotros estábamos incluidos. Desde ese momento en adelante, ya no éramos más nosotros, ya no existíamos más. Nosotros nunca nos crucificaríamos ni podemos hacerlo. Nuestra crucifixión junto con El terminó con el viejo hombre. Esta es la solución básica al problema del pecado.
CRUCIFICADOS CON CRISTO
No solamente en Romanos, sino en otros lugares en la Biblia dice que fuimos crucificados con Cristo. Gálatas 2:20 dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Ya no vivo yo, porque el “yo” fue crucificado con Cristo en la cruz.
Leamos Gálatas 5:24 otra vez: “Pero los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias”. Nosotros no ejecutamos la crucifixión; ya estamos crucificados con Cristo.
Hemos visto que Cristo llevó nuestros pecados en la cruz. Ahora vemos que El también llevó nuestra misma persona en la cruz. El se volvió un substituto por nuestros pecados al igual que por nuestra persona. Aquel día en la cruz, no eran sólo nuestros pecados, sino también nuestra persona. Dios incluyó en Cristo a nuestros pecados y a nuestra persona. Cuando Cristo fue crucificado, también nosotros lo fuimos. Si vemos sólo este punto, el resto estará claro.
Un himno describe muy bien este hecho:
En la cruz estoy con Cristo,
Y me libertó la cruz,
Fui con El resucitado,
Vive en mi espíritu.
¡Oh, qué dulce es morir con Cristo!
Para el mundo, el mal y el yo;
¡Oh, qué dulce es vivir con Cristo!
Mientras reina en mi interior.
Himnos, #200, estrofa 1
CRISTO ES UN HOMBRE CORPORATIVO
En la Biblia podemos ver que Cristo no es una persona individual. El es un hombre corporativo. Esto es como un término legal, “persona jurídica”. Todos están incorporados en esa persona corporativa. Lo que la persona jurídica haga representa las acciones de todos los demás. Usando nuestra analogía previa, es igual que decir que si Hwang-ti hubiera muerto, todos sus descendientes habrían muerto; la raza china entera allí hubiera terminado. Nosotros estamos incluidos en Cristo. Cuando Cristo murió en la cruz, también nosotros que estamos en El, morimos en ella igualmente. Por el juicio de Cristo somos perdonados; por Su muerte somos liberados de nosotros mismos. Por el lado negativo, recibimos el perdón de los pecados exteriormente y la terminación de la vieja vida interiormente. Por el lado positivo, comenzamos de nuevo en Cristo con la vida nueva obtenida de Dios.