Watchman Nee Libro Book ap.3 Mensaje para Edificar a los creyentes nuevos

Watchman Nee Libro Book ap. 3 Mensaje para edificar a los creyentes nuevos ​

VENDERLO TODO

APÉNDICE TRES

VENDERLO TODO

Lectura bíblica: Lc. 18:18-30; 19:1-10; Hch. 2:44-45; 4:32-35; Mt. 6:19-24

(El siguiente mensaje fue dado por Watchman Nee en Kuling en 1948 como parte de la serie de mensajes titulada: “Nuevos creyentes”. En 1949, fue publicado por la “Librería de Kuling” como el tercer mensaje de la serie, pero luego fue excluido de la versión final. Para entender este mensaje con la luz apropiada y dentro del contexto del ministerio de Watchman Nee durante ese período, el lector puede leer además el tomo 57 de la colección titulada: “The Collected Works, The Resumption of Watchman Nee’s Ministry” (Obras seleccionadas: La reanudación del ministerio de Watchman Nee.)

I. UN REQUISITO PREVIO

Lo primero que debemos comprender con respecto al asunto de que un nuevo creyente lo venda todo a fin de optar por el camino del Señor, es que la iglesia tiene que hacerlo primero. De otro modo, estaremos hablando en vano. Que un nuevo creyente obtenga la victoria en este asunto, depende del estado en el que se encuentra la iglesia. Si la iglesia no es una iglesia consagrada, sería inútil que les hablemos a los demás de la consagración. Si la iglesia no se ha separado del mundo, sería en vano hablar del bautismo o de la separación del mundo. Si los hermanos y hermanas en la iglesia no han adoptado la práctica de venderlo todo, sería en vano hablarles a los nuevos de venderlo todo. Los hijos de Dios deben estar afianzados en el terreno de lo que están predicando, antes de poder guiar a los nuevos creyentes a ese mismo territorio. No estoy diciendo que Dios no vaya ha realizar una obra particular a fin de hacer surgir nuevos hermanos y hermanas que opten por este camino. Pero, no es fácil para los nuevos creyentes tomar este camino. Primero, es necesario que algunas personas les den el ejemplo al tomar esa postura ellas mismos. Entonces con facilidad los demás podrán decidir al respecto. Si todos renunciamos a nuestras propias consideraciones y lo entregamos todo, entonces podremos esperar que los nuevos creyentes también renuncien a sus propias consideraciones y lo entreguen todo. Si nosotros no lo hacemos, será difícil para los nuevos creyentes hacerlo. Una localidad tiene que tener la certeza de que los creyentes que la conforman están muy fortalecidos, antes de esperar que esta práctica sea aceptada sin problemas. Si los hermanos y hermanas que forman la iglesia no son muy fuertes, esta práctica no podrá ser implementada.

II. LO QUE EL SEÑOR EXIGIÓ DEL JOVEN PRINCIPAL

Comencemos con el relato del joven principal en Lucas 18. Este joven era una persona de una moralidad muy elevada. Era una persona virtuosa en lo que concierne a su conducta delante de Dios. Además, él había guardado todos los mandamientos y respetaba mucho al Señor Jesús; es por eso que se dirigió al Señor llamándolo: “Maestro bueno” (v. 18). El Señor Jesús fue muy bondadoso con él e incluso le amó (Mr. 10:21). Pero el Señor sabía que no era fácil ganar a una persona así.

A. Es necesario ser absoluto para servir al Señor

No obstante, el Señor le impuso un requisito. Si un hombre desea servirle o seguirle, tiene que ser perfecto. Noten las palabras del Señor aquí: “Si quieres ser perfecto” y “una cosa te falta” (Mt. 19:21; Mr. 10:21). En otras palabras, el Señor le dijo que para seguirle, una persona tiene que seguirle de forma absoluta en todo aspecto, sin que le falte nada. No puede cuidar de noventa y nueve partes del todo, pero reservarse una cosa intacta para sí mismo. Aquellos que hagan esto no pueden seguir al Señor. El Señor exige que cuando venimos a Él, todo cuanto nos pertenece también debe venir a Él. El Señor exige que seamos perfectos; Él anhela que le sigamos de una manera absoluta. Algo inferior a esto simplemente no sirve.

El joven principal había guardado los mandamientos desde su juventud. Él temía a Dios. Sin embargo, el Señor dijo que incluso a semejante persona le faltaba una cosa, sin la cual no podía seguir adelante. Esta única cosa era vender todas sus posesiones para repartirlas a los pobres y luego seguir al Señor. Esta era la única manera en que él podía seguir avanzando.

B. Para seguir al Señor uno tiene que venderlo todo

Por tanto, ninguno que no venda todas sus posesiones puede seguir al Señor. Si uno no lo vende todo, no puede seguir al Señor, no puede seguir avanzando en este camino. Tenemos que tener una comprensión profunda de este asunto tan serio.

C. Conservar nuestras posesiones equivale a conservar penurias para nosotros mismos

La Biblia afirma que cuando el joven principal oyó las palabras del Señor, se alejó entristecido. Es posible que una persona esté muy cerca del Señor y entienda claramente lo concerniente a Él y, aun así, no quiera renunciar a todas sus posesiones. Es posible que ella todavía quiera conservarlas, pero cuando retiene sus posesiones, también retiene penurias para sí. El dinero hace que una persona sea traspasada de muchos dolores (1 Ti. 6:10). Es imposible que una persona pueda acumular dinero y gozo simultáneamente. Si acumula riquezas, también acumula muchos dolores de cabeza para sí mismo. Al conservar sus posesiones, estará conservando muchos dolores y problemas para sí mismo. He aquí un hombre que conservó sus posesiones, pero que no pudo seguir al Señor. Si ustedes quieren retener su dinero, entonces no deben de seguir al Señor. Si no siguen al Señor, vuestro dinero se conservará intacto, y vuestras penurias también se conservarán intactas. El dinero y las penurias siempre van juntos. No pueden retener su dinero sin retener sus propias penurias.

Únicamente quienes lo han entregado todo pueden vivir una vida gozosa. Aquellos que no están dispuestos a renunciar a sus posesiones, siempre llevarán una vida muy triste. Yo he podido observar esto en muchos lugares y con gran claridad. Puedo predecir que aquellos hermanos que se aferran a su dinero, siempre permanecen en tristeza. El apego a las posesiones materiales no es causa de alegría. Esto está muy claro. Tenemos que decirles a los nuevos creyentes que si anhelan tener gozo, deben renunciar a todo y seguir al Señor.

D. La salvación, recibir la vida eterna y la entrada al reino de Dios

El joven principal no estaba dispuesto a renunciar a sus posesiones y se alejó entristecido. Cuando el Señor vio esto, comentó: “¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!” (Mr. 10:23). El primer punto en esta historia es acerca de heredar la vida eterna. Después se habla acerca de entrar en el reino de Dios. Aquellos que escucharon las palabras del Señor con respecto a entrar en el reino, preguntaron: “¿Quién, pues, podrá ser salvo?” (v. 26). Aquí, se hallan vinculados entre sí los asuntos relativos a la salvación, recibir la vida eterna y entrar en el reino de Dios. Si deseamos heredar la vida eterna, tenemos que desprendernos de nuestras posesiones. De otro modo, ellas nos impedirán heredar la vida eterna. Si anhelamos entrar al reino de Dios, tenemos que recordar que es imposible para los ricos entrar en él. Si queremos ser salvos, el Señor nos salvará. Aun así, tenemos que recordar que si el Señor nos salva, tenemos que renunciar a nuestras riquezas. Esto no significa que uno es salvo por medio de renunciar a sus riquezas. Esto quiere decir que si una persona es salva, espontáneamente renunciará a sus riquezas.

Es imposible que un camello pase por el ojo de una aguja. Del mismo modo, es imposible para un hombre rico entrar en el reino de Dios. Pero todos los hermanos y hermanas que se encuentran entre nosotros son camellos. Aquellos que son ricos son camellos grandes y aquellos que no son tan ricos son camellos pequeños; pero todos somos camellos. Así como un camello no puede pasar por el ojo de una aguja, un hombre rico no puede entrar en el reino de Dios. Si el Señor dice que ningún hombre rico puede entrar en el reino de Dios, ciertamente significa que ningún hombre rico puede entrar en el reino de Dios.

E. Venderlo todo para heredar la vida eterna

Cuando los discípulos escucharon esto, se preocuparon. Ellos preguntaron: “¿Quién, pues, podrá ser salvo?”. Ellos no entendieron bien al Señor. ¿Qué fue lo que le dijo el Señor a aquel joven? Cuando el joven le preguntó: “¿Qué he de hacer para heredar la vida eterna?”. El Señor le respondió que debía vender todas sus posesiones y dárselas a los pobres. Por tanto, uno tiene que vender todo lo que tiene antes de poder recibir la vida eterna. Poco después, el Señor dijo que un hombre rico que entra al reino de Dios es semejante a un camello que pasa por el ojo de una aguja. Esto quiere decir que un hombre rico no puede entrar al reino de Dios. Si ustedes ponen ambas cosas juntas, podrán ver que un hombre rico no puede entrar al reino de Dios y que uno tiene que vender todo lo que tiene antes de poder heredar la vida eterna.

Pedro se comportó como un maestro bíblico. En cuanto escuchó esto, a él le pareció que esta era una exigencia terrible. Pedro pensó: “Si heredar la vida eterna se relaciona con las obras de uno, y si uno no puede entrar en el reino de Dios si es rico, sino que para ello tiene que vender todas sus posesiones; entonces, esto quiere decir que entrar al reino ya no depende de la fe. Si esto es así, ¿quién podrá ser salvo? ¿Quién podría vender todo lo que tiene antes de heredar la vida eterna? ¿Quién podría primero hacerse pobre a fin de ser salvo?”.

F. El punto central concerniente a venderlo todo

El Señor Jesús dio la respuesta a esta pregunta, y Sus palabras son el tema central de este relato. Tenemos que asirnos de esta palabra, pues Él dijo: “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios” (Lc. 18:27). Un nuevo creyente tiene que darse cuenta que es imposible primero renunciar a todo, para después entrar en el reino de Dios. El Señor reconoció que esto es imposible.

III. LO QUE ES IMPOSIBLE PARA EL HOMBRE, ES POSIBLE PARA DIOS

El error que cometió aquel joven no estribaba en su renuencia a vender todas sus posesiones, sino que su error consistió en entristecerse y alejarse. Dios sabe, y el Señor también sabía, que esto es algo que resulta imposible para los hombres. No había nada raro en que esta persona no pudiera realizar lo que se le exigía. El Señor sabe que somos incapaces de vender todas nuestras posesiones para dárselas a los pobres. Pero aquel hombre se alejó entristecido porque pensaba que, puesto que esto era imposible para él, también sería imposible para Dios. Aquel joven sabía que era terrible que él no pudiera renunciar a sus riquezas, pero ¿por qué el Señor, sabiendo que aquel joven no podría hacerlo, le pidió que renunciara a sus riquezas? La respuesta del Señor Jesús fue: “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios”. ¿Cómo podría un camello pasar por el ojo de una aguja? Esto es imposible. Del mismo modo, todas las personas de este mundo aman el dinero, y a todos nos resulta imposible vender todas nuestras posesiones, pero ¡sería un gran error si alguno se alejara entristecido simplemente porque no se siente capaz de hacerlo! Si nos alejamos apenados, estaremos limitando el poder de Dios.

A. El problema del hombre es que no acepta el poder de Dios

Aquel joven no fue capaz de hacerlo. Aun así, ¡no contempló la posibilidad de que Dios lo pudiera realizar! En otras palabras, el Señor estaba preparado para impartir gracia a este joven, pero él no estaba dispuesto a recibirla. Todo lo que necesitaba hacer era detenerse y exclamar: “¡Señor! No puedo renunciar a mi dinero. Por favor, dame la gracia necesaria. Lo que es imposible para mí es posible para Ti. Yo no puedo, pero Tú sí puedes. Yo no puedo hacerlo, pero Tú puedes operar en mí hasta el punto en que pueda llegar a hacerlo. ¡Señor! No puedo renunciar a mi dinero. No puedo vender todo cuanto tengo, para seguirte, pero Tú puedes. ¡Te pido que me des Tu gracia!”. Él cometió el error de no orar. Él cometió el error de no creer ni pedir. Él cometió el error de alejarse entristecido. El error que cometen los hombres no radica en su propia debilidad, sino en que no pueden aceptar el poder de Dios. No estriba en su incapacidad, sino en que rechazan y no permiten que Dios sea para ellos: Aquel que todo lo puede. Su error no estriba en que sus obras no sean suficientes, sino en el hecho de no permitir que Dios los salve a tal grado que las obras de ellos lleguen al estándar correspondiente. Este era el punto principal de lo que le dijo el Señor. El tema central de este pasaje lo constituye esta oración: “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios”. El Señor Jesús estaba dispuesto a mostrar a aquel joven principal que, si bien el hombre no lo podía hacer, Dios sí podía. Aun así, aquel joven principal sólo vio su propia incapacidad y se alejó entristecido.

B. Hay un camino tanto para el que está dispuesto como para el que no lo está

Un nuevo creyente debe agradecer al Señor, tal como lo hizo Pedro, si Dios ha hecho que renuncie con gozo a todas sus posesiones. Pero si como el joven principal encuentra que le es muy difícil obedecer, todavía le queda otro camino. Hay un camino para quienes, al igual que los doce discípulos, responden rápidamente. Pero también hay un camino para los que vacilan, semejante al joven principal. Todo lo que uno tiene que hacer es inclinar su cabeza y decir: “Señor, no puedo hacerlo. ¡Necesito gracia!”. Ésta es la manera de proceder. El joven principal no hizo esto, sino que se alejó del Señor entristecido. En esto consistió su error.

C. Ser absolutos para tomar la senda cristiana

Cuando el Señor vio que aquel joven se alejaba, Él hizo notar cuán difícil era que un hombre rico entrara en el reino de Dios. Entonces, Pedro le dijo al Señor: “He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido” (Lc. 18:28). El Señor le respondió a Pedro diciéndole: “De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o mujer, o hermanos, o padres, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna” (vs. 29-30). El Señor les mostró a los discípulos que seguirle implicaba dejarlo todo por Su causa y por causa del evangelio. A fin de ser un cristiano, uno tiene que poner todo a un lado para seguir al Señor.

D. Poner todo a un lado a fin de servir al Señor

Una persona joven tiene que comprender que para servir al Señor tiene que poner a un lado todas las cosas, venderlas o abandonarlas, antes de poder seguir al Señor. Cuando el Señor llamó a los doce apóstoles, ellos le siguieron de inmediato y con alegría, no se detuvieron ni un segundo. Dejaron sus embarcaciones, sus redes y todo para seguir al Señor. Tal como podíamos encontrar personas así en aquellos días, los podemos encontrar hoy en China. Al igual que Pedro, Jacobo y Juan, estas personas escuchan el llamado del Señor y le siguen de inmediato y de forma incondicional. Tenemos que agradecer al Señor por esto. Aun así, existen personas que, al igual que aquel joven principal, encuentran difícil responder al Señor o dejarlo todo para seguirle; pero, damos gracias al Señor que todavía existe un camino para ellos. Tal camino consiste en lo siguiente: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.

E. Sólo uno tuvo temor de seguirle

Aquí encontramos la combinación apropiada: Trece hombres fueron llamados por el Señor. Once de ellos renunciaron a todo de inmediato y de forma absoluta; uno de ellos fue falso, y hubo otro que no estuvo dispuesto. De los trece, once fueron buenos, uno era falso (Judas) y el restante, el decimotercero, era el joven principal. No debemos pensar que cuando la palabra del Señor es impartida, únicamente una persona seguirá al Señor de forma genuina y los demás no. Por el contrario, la Biblia nos muestra que sólo uno tuvo temor de seguirle.

F. Debemos ocupar una posición firme delante del Señor

Por favor, recuerden que siempre y cuando nosotros tomemos una posición firme, y la iglesia también asuma una postura firme delante de Dios, no tenemos que preocuparnos de que haya muchos como aquel joven principal. Tenemos que darnos cuenta que son raros los casos que se asemejan a este joven. No todos en la iglesia son como Judas. Asimismo, no todos en la iglesia son como el joven principal. De los trece, once eran absolutos. Cuando la palabra de Dios es liberada, y el lugar es adecuado, y si también la audiencia es apropiada, es raro encontrar a una persona que no siga al Señor de forma incondicional.

IV. LA LECCIÓN QUE SE ENCUENTRA EN LA SALVACIÓN DE ZAQUEO

Consideremos ahora el relato de Zaqueo, quien pese a que era un judío, trabajaba para el gobierno romano. En términos humanos, Zaqueo era un traidor debido a que colaboraba con el imperio romano en la extorsión de sus propios compatriotas. Él era un recaudador de impuestos designado por el imperio romano, es decir, era un judío que, viviendo en tierras judías, cobraba impuestos de sus propios compatriotas para los romanos, los mismos que habían arrasado su tierra nativa.

A. Zaqueo era recaudador de impuestos y era pecador

Zaqueo no era una persona de buena moralidad. Él no era tan noble como el joven principal quien había guardado los mandamientos desde su juventud. Zaqueo era un recaudador de impuestos que trabajaba para los extranjeros. Los recaudadores de impuestos de aquellos días, como todos los recaudadores de impuestos, eran hombres muy codiciosos. Ellos siempre estaban procurando sacarle más dinero a la gente. En ese tiempo había dos clases de personas que eran muy despreciadas por los judíos. Un grupo eran los pecadores, y el otro, los recaudadores de impuestos. Tales nombres tenían un mal nombre, algo parecido al de ser considerado un vándalo en nuestros días, algo que señalaba a hombres de muy mala reputación. Pero un día el Señor Jesús vino y pasó por allí. He aquí una persona de gran poder y autoridad. Él atraía mucha gente hacia Sí. “Ninguno puede venir a Mí, si el Padre que me envió no le atrae” (Jn. 6:44). Fue el Padre quien atrajo a Zaqueo al Señor.

B. El Señor se reúne con Zaqueo y no le predica

Zaqueo se sintió atraído hacia el Señor y quería verlo. Debido a que era pequeño de estatura, tuvo que subirse a un árbol sicómoro. No obstante, antes de que él viera al Señor, el Señor ya lo había visto primero. Cuando el Señor lo vio, Él no le predicó un sermón. No le dijo: “Debes confesar tus pecados y arrepentirte”. Tampoco le dijo: “No debías haber extorsionado a los demás”; ni le dijo: “No debías haber pecado ni haber sido tan codicioso”. Tampoco el Señor le dijo que vendiera todo lo que tenía, lo diera a los pobres y le siguiera. El Señor no le impartió enseñanza alguna. Él tan sólo le dijo: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que me quede en tu casa” (Lc. 19:5). Por favor noten que el Señor no lo exhortó en manera alguna. Él no le impartió ninguna enseñanza con respecto a nuestras obras, tal como lo había hecho del quinto al séptimo capítulo de Mateo. No le habló de la doctrina de la regeneración expuesta en Juan 3, o de la enseñanza acerca del agua viva mencionada en Juan 4, o acerca de la luz tal como consta en Juan 8, ni de la enseñanza sobre el único grano que cayó en tierra, la cual aparece en Juan 12. El Señor no le predicó a Zaqueo de manera alguna ni lo exhortó de modo alguno. Lo único que hubo fue un contacto personal, un encuentro personal. He aquí un corazón que buscaba al Señor. He aquí una persona que había elegido al Señor. De hecho, en lo que concierne a la doctrina, Zaqueo no sabía nada.

C. Los demás se indignaron

El Señor no le predicó en lo más mínimo. Él simplemente le dijo: “Date prisa, desciende, porque hoy es necesario que me quede en tu casa”. Cuando Zaqueo escuchó estas palabras, recibió al Señor lleno de gozo. Al ver esto, mucha de la gente que los rodeaba se indignó: “¿Cómo es posible que Jesús de Nazaret vaya a la casa de este hombre? Podía haber ido a cualquier casa menos a la casa de Zaqueo. Aun si Jesús no supiera quién era este hombre, Sus discípulos debían haber investigado y descubierto que Zaqueo no es una persona recta ni tiene buena reputación. ¿Por qué no le habrán dicho estas cosas a su maestro?”. Todo el mundo sabía qué clase de persona era Zaqueo. Todos conocían sus antecedentes. Cuando escucharon las palabras del Señor, todos murmuraron en sus corazones.

D. Adonde quiera que llegue el Señor, hay liberación del dinero

Lo que queremos decir es esto: el Señor no le predicó a Zaqueo en lo absoluto. Él únicamente le dijo: “Hoy es necesario que me quede en tu casa”. Estas palabras fueron suficientes. Aun cuando Él todavía no se hallaba en la casa de Zaqueo, Sus palabras eran lo suficientemente poderosas. Adonde quiera que llegue el Señor, hay liberación del dinero. Allí donde Él va, el dinero es soltado. Allí donde el Señor llega, el amor al dinero es eliminado. Es como si el Señor dijera: “Si puedo visitar este hogar, entonces todo estará bien. Para Mí, simplemente afirmar que es necesario que me quede en esta casa es tan poderoso como estar verdaderamente en dicha casa”. Tales palabras tuvieron un gran efecto. Aquellas pocas palabras es necesario que me quede, tuvieron un gran efecto y algo sucedió.

E. Una palabra bastó para despojar la casa de Zaqueo

¿Cómo podríamos demostrar que algo sucedió? Después que Zaqueo oyó estas palabras, de inmediato se puso en pie y declaró: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (Lc. 19:8). Estas palabras implicaban que toda su casa sería despojada de sus riquezas. Una palabra del Señor Jesús bastó para despojar la casa de Zaqueo de todas sus riquezas.

V. LO QUE ES IMPOSIBLE PARA LOS HOMBRES, ES POSIBLE PARA DIOS

El Señor exhortó al joven principal, y aun así aquel joven no logró cumplir con lo requerido. El Señor no exhortó a Zaqueo, pero éste sí logró hacerlo. Ambos eran hombres muy ricos. El hombre rico mencionado en Lucas 18 era joven, mientras que el hombre rico mencionado en el capítulo 19 ya era mayor. De acuerdo al sentido común, el hombre más avanzado en años debería ser mezquino con su dinero, mientras que el joven debería ser más generoso. Pero lo que observamos aquí es algo muy diferente. Un caso nos ilustra lo que es imposible para los hombres, mientras que el otro nos muestra lo que es posible para Dios. No debemos mirar este asunto de manera superficial. No es fácil venderlo todo y seguir al Señor. ¿Quién puede renunciar a todas sus posesiones? Uno tiene que estar loco para renunciar a todo. Pero el relato de Zaqueo nos dice que lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios. Zaqueo hizo esto sin recibir ninguna enseñanza. El Señor no le dijo lo que debía hacer, pero Zaqueo lo hizo. Lo que vemos aquí es un principio, y éste nos muestra cuán fácil es hacer esto.

VI. EL CAMELLO QUE PASA POR EL OJO DE LA AGUJA

En cuanto Dios intervenga, el camello pasará por el ojo de la aguja. Ustedes deben decirles a los nuevos creyentes que en Lucas 18 vemos a un camello que vaciló al verse frente al ojo de la aguja y luego se alejó, después de haber contemplado brevemente tal posibilidad. Sin embargo, en Lucas 19 vemos a otro camello que sí pasó por el ojo de la aguja. Por favor recuerden que lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. El capítulo 18 nos muestra que ello es imposible para los hombres, mientras que el 19 nos muestra que para Dios, sí es posible. Si se vuelven al Señor, las cosas se harán en un instante. Sus problemas serán resueltos en un instante. En términos humanos, vender todo lo que uno posee es una locura; no obstante, este asunto se resolvió en un instante.

A. La salvación vino a esta casa

¿Cómo es posible que este asunto sea resuelto en un instante? Uno jamás debe suponer que Dios hará algo sin motivo alguno. El Señor nos da dos razones: en primer lugar, Zaqueo era hijo de Abraham; en segundo lugar, la salvación había venido a esta casa. Zaqueo no hizo esto por sí mismo. El propio Zaqueo no fue el motivo por el cual él pudo acatar los mandamientos del Señor. Zaqueo no lloró ni oró repetidas veces. Tampoco luchó consigo mismo, esforzándose por vencer tal desafío varias veces hasta que, crujiendo los dientes, lo hizo. No es que Zaqueo haya dado un poco de dinero un día, otro poco al día siguiente, un poco más al tercer día, hasta que ya no retuvo nada. El Señor dijo que no fue la decisión, las luchas o las consideraciones de Zaqueo, ni fue por causa de su esfuerzo que Zaqueo estuvo dispuesto a venderlo todo. ¿Por qué su casa, la cual él había edificado durante años de ahorros y riesgos, años de sacrificio de su honor, ahora en un instante fue despojada? La casa de Zaqueo “se fue a la quiebra” en un instante, porque la salvación vino a su casa. Zaqueo no se salvó a sí mismo; fue el Señor quien lo salvó.

¡La salvación ha venido a esta casa! ¡El poder del Señor ha venido a esta casa! Cuando esto sucede, todo ocurre con rapidez y prontitud. Por favor, presten atención a las dos veces en que aparece la palabra casa. En el versículo 5 el Señor dijo: “Es necesario que me quede en tu casa”, y en el versículo 9 Él dijo: “Hoy ha venido la salvación a esta casa”. Esto nos muestra claramente que el Señor mismo es la salvación que vino a la casa de Zaqueo. Cuando el Señor viene a nuestra casa, la salvación viene a nuestra casa. La llegada del Señor es la llegada de la salvación. Una vez que Él viene, todo es posible. En efecto, lo que el joven principal estaba diciendo, era que Dios no era capaz de realizar algo. Zaqueo, en efecto, afirmó que Dios sí podía hacer lo que se requería. Ningún hombre puede ser liberado de la esclavitud del dinero. Todos los hombres siempre tendrán que alejarse entristecidos. Pero cuando Dios manifiesta Su misericordia hacia una persona y la salva, entonces nada es imposible.

B. El Señor sale a buscar a los que están perdidos en sus riquezas

Al final el Señor concluyó así: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lc. 19:10). Este es un versículo muy conocido en el cristianismo. Una de las principales razones por las que el Hijo del Hombre vino, es para buscar a quienes estaban perdidos en sus riquezas. Todos los que aman el dinero están perdidos y alejados. Hoy en día, el Señor ha salido en busca de ellos. Zaqueo fue hallado por el Señor. En la era presente, el Señor también nos ha encontrado a nosotros. Inicialmente, todos estábamos perdidos. Estábamos perdidos en el dinero, pero el Señor nos ha encontrado, y ahora todos nuestros problemas pueden ser eliminados. Una vez que el dinero se va, todos nuestros problemas desaparecen.

VII. LA MANERA EN LA QUE DIOS PROCEDE HOY

Consideremos estos dos capítulos: Lucas 18 y 19. El Señor le dijo al joven principal que vendiera todo lo que poseía, pero este joven se alejó entristecido. No obstante, el Señor no le dijo nada a Zaqueo, sin embargo, algo ocurrió. Cuando el Señor estuvo en la tierra, Él dio inicio a esta práctica. Después que la iglesia surgió el día de Pentecostés, este asunto fue puesto en práctica nuevamente. Cuando una iglesia es apropiada, todas estas cosas sucederán sin requerir mayor esfuerzo.

A. Vender todas las cosas es un mandamiento del Señor

Lo más importante de lo cual debemos percatarnos en Hechos 2 y 4, es que los creyentes tenían todas las cosas en común al inicio de la vida de iglesia. Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía. En otras palabras, la mano del Señor estaba sobre todos los que habían sido salvos. Una vez que una persona recibía la vida eterna, algo sucedía. Entre quienes poseían esta vida, la esfera de sus posesiones se esparcía cada vez más, pues sus posesiones dejaron de ser su posesión privada. Lo que se ve a continuación es que los hombres espontáneamente vendían sus propiedades y sus casas. En el capítulo 4, los creyentes vendieron todas sus propiedades y casas. Esta es la manera de proceder que el Señor quiere que adoptemos. Su mandamiento es que vendamos todo.

B. Todas las posesiones ordinarias eran tenidas en común

Antes de seguir al Señor, una persona lleva consigo muchas cosas, tales como sus bienes y todo lo que necesita diariamente. Una vez que viene al Señor y el Señor le toca, sus posesiones se convierten en bienes comunes a los demás. Desde ese momento, ninguno puede afirmar que algo le pertenece. Ninguno puede afirmar que está aprovechándose de nadie, ni tampoco podrá decir que algo le pertenece. El mismo objeto será compartido por todos. El mismo dinero puede estar en su bolsillo o en el mío. Los mismos vestidos pueden ser vestidos por usted o por mí. Cualquiera que sea nuestra práctica, esta deberá ser la clase de fragancia que emitamos. Tal práctica tiene que ver con las posesiones ordinarias que uno tiene.

C. Se deben vender todas las propiedades, las casas y los objetos de valor

En lo que concierne a las propiedades, las casas y los objetos de valor, tienen que ser vendidos. Todo objeto especial debe ser vendido. Las propiedades, las casas, así como otros bienes tangibles como joyas de jade, antigüedades y colecciones de caligrafía, tienen que ser vendidos. Después que han sido vendidas, lo recaudado debe ser dado a los pobres.

D. No conservemos nada como propiedad privada

Con respecto al resto de sus propiedades, todo cuanto sea necesario para cubrir sus necesidades diarias, no necesita ser vendido. Aun así, ustedes tienen que tener la actitud de que todos los hijos de Dios pueden compartir todas estas cosas. Permítanme decir algo acerca de mí mismo. Pueden tomarlo como una broma, pero por veinte años, he tenido el hábito de comprar todo en cantidades, a veces una media docena, otras veces una docena. Algunos hermanos se preguntan por qué siempre compro en cantidad. Por ejemplo, cuando compro un par de anteojos para el sol, pese a que mi intención es usarlos; aun así, todavía oro: “Dios, puesto que Tú deseas suministrarme anteojos, provéeme seis pares”. No tengo paz a menos que ore de este modo. Entonces, cuando aparece algún hermano que los necesite, le puedo dar un par de anteojos. Si surge otro hermano con la misma necesidad, le doy otro par de anteojos. Así regalo cinco pares y conservo uno para mí mismo. De este modo mantengo mi paz.

Si compro cortaplumas, compro una docena, y si es hojas de afeitar, compro una caja de doce docenas. Actúo así porque si compro una sola, tendré el sabor de que hice algo, solamente para mí mismo. Pero si le regalo una de ellas cuando usted me visite y luego doy otra a otro hermano cuando él venga, entonces esa compra me parece mucho más dulce. Por supuesto, no puedo dar regalos a mil personas o a un millón, pero al hacer estos pequeños regalos, percibo otro sabor. Si compro una docena de cortaplumas y once hermanos acuden a mí, podré darles un cortaplumas a cada uno de ellos. Así puedo conservar para mí el último de ellos, y probablemente Dios me permita usarlo con entera libertad. Si no hago esto, seré acosado por el sentimiento de que estoy guardando algo para mí mismo. Todos los que han permanecido conmigo por cualquier lapso, saben a qué me refiero. Siempre que salgo de compras, hago mis compras por docenas, pero no uso tales artículos por docenas. Una vez que entrego mis posesiones, hay un dulce sabor en todo cuanto hago.

E. Poner en práctica el principio de tener todas las cosas en común

Debemos aprender a no aferrarnos a nuestras posesiones. Estoy convencido que el Señor no me permitirá conservar mi abrigo para siempre. Quizás mañana ya no lo tenga. Puesto que es así, de una vez podría pedir al sastre unos cuantos abrigos más y así podré regalar algunos. Debemos hacer lo posible por cultivar este sentir entre nosotros. Cada vez que salimos de compras, no debemos hacer planes sólo para nosotros. Siempre debemos pensar en los demás. Necesitamos ir de compras. No digo que no debamos salir de compras, pero cuando salgamos, debemos cultivar este sentir, es decir, el sabor de que poseemos todas las cosas en común. No estoy diciendo que debemos poner en práctica de manera concreta el tener todas las cosas en común. Lo que estoy diciendo es que tenemos que guardar este principio. Piensen siempre en los demás. Siempre tenemos que respetar y defender el principio de tener todas las cosas en común.

F. Aprendamos, delante de Dios, a no echar raíces ni a ser mezquinos

Todos los nuevos creyentes deben aprender, delante de Dios, esta lección. Si poseemos bienes u objetos especiales, debemos venderlos. Todo lo que sean bienes raíces, oro o plata debe ser vendido. No es de nuestro agrado ver que los creyentes posean oro, plata, propiedades o casas. Tales cosas nos tientan a echar raíces en esta tierra.

Sin embargo, no basta con simplemente deshacerse de estas cosas. Muchos han vendido sus propiedades, pero no te prestan ni siquiera un bolígrafo. ¡No es fácil ser librados de este mundo! En este mundo existen muchos tacaños. Ellos no sólo son mezquinos en cuanto a las cosas grandes, sino también en las cosas pequeñas. Son tacaños con respecto a cada cosita y a cada detalle.

G. No debemos aferrarnos a nada y siempre debemos renunciar a ello

Muchas veces al leer Hechos 2 y 4, tengo la impresión que, de alguna forma, todo cuanto se conoce como bienes raíces, tales como propiedades y casas, tienen que ser vendidos. La iglesia hizo esto en aquel entonces. El libro de Hechos no nos dice mucho al respecto; no obstante, sí nos dice expresamente que los primeros creyentes tenían todas las cosas en común. Nadie se aferraba a nada. Los hijos de Dios siempre deben estar dispuestos a renunciar a aquello que tienen, cuando se trata de suministrar a otros hijos de Dios. Si tenemos alguna posesión, debemos venderla o regalarla a los pobres. Nuestro sentir siempre debe ser el de compartir nuestras posesiones con los demás, ya sea que se trate de un cuchillo o un lapicero. No debemos guardar nada para nosotros mismos; se puede prescindir de todas las cosas. Si hacemos esto, Dios no permitirá que caigamos en pobreza. De hecho, Él multiplicará todo lo que tenemos.

H. El ejemplo de la iglesia primitiva

Los nuevos creyentes deben conocer este principio. La iglesia primitiva practicaba esto. Desde el comienzo, los doce discípulos le dijeron al Señor que ellos lo habían abandonado todo para seguirle. Y cuando llegó el día de Pentecostés, durante el primer avivamiento, hubo tres mil personas y luego cinco mil personas que, espontáneamente, vendieron todo cuanto poseían. Ellos fueron salvos, y al igual que Zaqueo, hicieron esto sin necesidad de recibir muchas enseñanzas.

I. Venderlo todo sin necesidad de oír muchas enseñanzas al respecto

Los doce discípulos no recibieron muchas enseñanzas antes de abandonarlo todo para seguir al Señor. El Señor no les dijo que vendieran todo lo que tenían para seguirle. Él únicamente les dijo que le siguieran (Mt. 4:19, 21). Cuando el Señor los llamó, ellos espontáneamente lo dejaron todo. Asimismo, los apóstoles tampoco le dijeron al primer grupo de tres mil personas que vendieran todo lo que tenían. Ellos vendieron todas sus posesiones de manera espontánea. Los apóstoles tampoco les dijeron a los cinco mil que lo vendieran todo; ellos lo hicieron espontáneamente. Hoy en día tenemos que hacer lo mismo. Nosotros hemos escuchado el evangelio y hemos creído en él. Debemos hacer lo mismo que hicieron los tres mil y los cinco mil, pues ellos también eran nuevos creyentes. Es así como la iglesia avanza de generación en generación. ¡Cuán lamentable sería que esta “tradición familiar” se interrumpiera con nosotros! Siempre debemos llevar a la iglesia de regreso a su senda original.

VIII. NO SE PUEDE SERVIR A DIOS Y A LAS RIQUEZAS AL MISMO TIEMPO

Leamos Mateo 6. En este capítulo se nos muestra que nuestro corazón debe ser puro a fin de servir al Señor. No podemos servir a Dios y a las riquezas al mismo tiempo.

A. Las riquezas son un ídolo

Las riquezas son un ídolo. Un ídolo al cual hemos servido por muchos años. Este ídolo ha tenido preso a nuestro corazón por muchos años. Hoy en día, si deseamos servir al Señor, tenemos que optar por uno de los dos. No podemos servir a Dios y a las riquezas. El Señor dijo: “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (v. 21). Un hermano me dijo en cierta ocasión: “Mis tesoros están en la tierra, pero mi corazón está en los cielos”. Yo le respondí: “Ciertamente eres una pieza de colección, pero no una pieza del “Museo de Londres”, sino una pieza del “Museo cristiano”. El Señor dijo que nadie podía hacer esto; sin embargo, a usted se le ha ocurrido algo que es mucho más milagroso que cualquier milagro”. El Señor dijo que donde esté nuestro tesoro, allí estará nuestro corazón. El corazón siempre va en pos del tesoro. No podemos alterar esto. No importa qué es lo que digamos, nuestro corazón siempre estará donde esté nuestro tesoro.

B. Aprendamos a servir únicamente a Dios

Si nos hacemos de tesoros en esta tierra, siempre estaremos sirviendo a las riquezas y no a Dios. Es cierto que podemos tener ciertas ocupaciones e involucrarnos en trabajos productivos, mas todo cuanto tenemos debe ser ofrecido a Dios. Nuestro estilo de vida tiene que ser el más austero posible. No podemos servir a Dios y a las riquezas. A quién preferimos, ¿a Dios o a las riquezas? Tenemos que elegir entre los dos. El Señor dijo que no era sabio escoger a las riquezas, porque las riquezas se corroen y son consumidas por las polillas (v. 19). Es posible que nuestra cuenta bancaria aumente cada vez más, pero los ladrones vendrán y nos la hurtarán. Tenemos que aprender a servir únicamente a Dios y aprender a acumular tesoros en los cielos.