Neil T. Anderson Libro Book Cap. 6 Victoria sobre la Oscuridad
EL PODER DE CREER LA VERDAD
Capítulo 6
El poder de creer la Verdad
Hace 60 años, en las afueras de Nashville, Tennessee, nació una niña con grandes problemas de salud que la dejaron lisiada. Tenía una familia cristiana grande y maravillosa. Mientras sus hermanos y hermanas corrían y jugaban en el patio, ella estaba obligada a permanecer encerrada.
Periódicamente, sus padres la llevaban a Nashville para terapia física, pero las esperanzas de la niña eran muy débiles.
-¿Alguna vez podré correr y jugar como los otros niños? – le preguntó a sus padres.
-Querida, sólo tienes que creer -respondieron- tienes que confiar en Dios, porque en Él todas las cosas son posibles.
La niña tomó el consejo de sus padres y comenzó a creer que Dios podría hacerla caminar sin muletas y, sin el conocimiento de sus padres ni doctores, empezó a practicar con la ayuda de sus hermanos y hermanas. Cuando cumplió doce años, sorprendió a todos, dejando las muletas a un lado y caminando por la oficina del doctor sin ayuda. Los médicos no podían creer su progreso. Desde ese momento no volvió a usar las muletas.
Su siguiente meta era jugar baloncesto, mientras continuaba ejercitando su fe y coraje -tan bien como ejercitaba sus piernas sin desarrollo, quería formar parte del equipo escolar de baloncesto. El entrenador seleccionó a su hermana mayor para el equipo, pero a la menor le dijo que no era suficientemente buena. Su padre, un hombre sabio y cariñoso, le dijo al entrenador:
-Mis hijas vienen en par. Si quiere una, también tendrá que tomar a la otra.
De mala gana, el entrenador tomó también a la pequeña. Le entregaron un uniforme obsoleto y la autorizaron a trabajar con los otros jugadores.
Un día ella se acercó al entrenador y le dijo: –Si usted me da 10 minutos diarios de entrenamiento adicional, yo le daré una excelente deportista.
Al principio el entrenador se rió, pero después se dio cuenta que ella hablaba en serio. Finalmente, accedió, le concedió tiempo adicional a ella, a su mejor amiga y a otros dos muchachos. Su ánimo no decaía y demostraba tener grandes habilidades atléticas y mucho coraje. Al poco tiempo llegó a ser una de las mejores jugadoras.
Su equipo fue seleccionado para competir en e! campeonato de baloncesto del estado. Uno de los árbitros del torneo notó su gran destreza y le preguntó si alguna vez había competido en una pista de carreras. ¡Por supuesto que no! El árbitro, que casualmente, resultó ser el entrenador del mundialmente famoso equipo de carreras Tiger Bells, la animó a que empezara a entrenar. Así, ella comenzó a correr y a ganar carreras, e incluso llegó a ganar un puesto de titular en el campeonato de carreras del estado.
A los 16 años era una de las mejores corredoras jóvenes del país. Compitió en las Olimpiadas de Australia y ganó una medalla de bronce por la carrera de 400 metros de relevo, pero no satisfecha con esto, siguió trabajando duramente por 4 años y regresó a las Olimpiadas de 1960 en Roma. Y, entonces, Wilma Rudolph, ganó en las carreras de 100 y 200 metros planos y en la de 400 metros de relevo -todo un récord mundial. Durante ese año, recibió el premio Sullivan a la atleta más destacada de los Estados Unidos. Así, la fe y el trabajo constante de Wilma Rudolph habían dado sus frutos.
Cuando escuchamos estas emotivas historias, como la de Wilma, uno se pregunta si realmente el elemento fundamental para que logremos alcanzar metas que parecían imposibles y hacer cosas que los otros no pueden hacer es la fe. También nos preguntamos si está fe puede hacer las mismas cosas por mi.
LA IMPORTANCIA DE LA FE
La fe en Dios es parte fundamental en la vida cristiana. El autor de Hebreos lo resume, escribiendo: «Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan» (11:6).
Creer lo que Dios es, lo que dice y lo que hace es la llave para el Reino de Dios.
Hay que ver cuán importante es el concepto de fe. Somos salvos por fe (ver Efesios 2:8,9) y «Porque por fe andamos, no por vista» (2 Corintios 5:7). En otras palabras, fe es la base de nuestra salvación y el significado por lo cual vivimos. Si seguimos viviendo libres en Cristo, tenemos que tomar en cuenta tres simples conceptos:
1. La fe depende de su objeto
La verdad es que todos vivimos por fe. La única diferencia entre la fe de cristianos y no cristianos es el objeto.de la misma. Lo importante es en qué o en quién creemos. Decirle a la gente que vivan por fe no es válido si ellos no entienden el objetivo de su fe, no se puede tener fe en la fe, ya que esta no sirve si no tiene un objeto.
En realidad, vivimos cada momento de nuestra vida por fe, aunque los objetos sean válidos o no lo sean. Por ejemplo, supongamos que vamos conduciendo un auto y la luz del semáforo está en verde, probablemente cruzaríamos la calle sin pensarlo dos veces, y lo haríamos por fe. Primero, creemos que la luz de la otra calle está en rojo, a pesar de que no podemos verla. Segundo creemos que el conductor de la otra calle sí ve la luz roja, por lo tanto pararía. Esto sí es tener mucha fe, pero si no creyéramos en todo lo mencionado anteriormente, no cruzaríamos tantas intersecciones; procederíamos con mucho más cuidado.
Confiamos en personas o cosas que han probado ser fiables durante mucho tiempo.
¿Qué sucede cuando el objeto de nuestra fe no es confiable? Desistimos, probablemente no de forma inmediata, pero ¿cuántas caídas toleraríamos antes de decir basta? Cuando la fe se pierde, es muy difícil recobrarla. El problema no es nuestra capacidad de creer; el objeto de nuestra fe ha probado no ser confiable.
Si hubiésemos tenido una gran cantidad de accidentes en auto por la culpa de conductores descuidados, nuestra habilidad para confiar en otros conductores se vería seriamente afectada y con razón; por esta razón nuestras relaciones humanas se tornan tan frágiles. Un solo acto de infidelidad puede destruir un matrimonio. Podemos perdonar a nuestro cónyuge y comprometernos a que el matrimonio funcione, pero ganar la confianza perdida tomará meses e incluso años. Realmente seríamos ingenuos si depositáramos nuestra confianza en algo o en alguien que probó no ser confiable.
El objeto de fe más aceptado por el mundo popular, es el orden del universo, primeramente el sistema solar. Coordinamos horarios, planeamos el calendario y el día, creyendo firmemente que la tierra seguirá dando vueltas sobre su eje y rotando alrededor del sol a una velocidad normal. Si la órbita terrestre cambiara tan sólo unos grados y el sol apareciera dos horas más tarde, todo el mundo caería en un caos. Así, las leyes que gobiernan nuestro universo, están entre los más confiables objetos de fe que tenemos.
El gran objeto de la fe no es el sol, sino el Hijo, porque «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (Hebreos 13:8). El hecho que Dios sea inmutable es lo que lo hace sumamente confiable (Números 23:19; Malaquías 3:6). Dios no cambia, así como tampoco su palabra: »Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre» (Isaías 40:8). Y por esto, Dios es confiable y podemos depositar toda nuestra confianza en Él.
2.El nivel de fe que tengamos, dependerá de cuán bien conozcamos el objeto de la misma
Cuando la gente lucha con su fe en Dios, no es porque el objeto de la fe esté fallando o ésta sea insuficiente. Es porque no tienen un verdadero conocimiento de Dios ni de sus caminos. Es que esperan una respuesta concreta o esperan que Dios responda a sus oraciones de cierta forma, es decir, sus caminos, pero no los de Dios. Y cuando Él no responde en la forma que esperan, dicen: «Olvídate de Dios». El problema no es Dios, objeto perfecto de fe, sino que la fe en Él falla sólo cuando la gente tiene un conocimiento errado de Él.
Si queremos que nuestra fe en Dios crezca, debemos incrementar nuestro conocimiento de Él. Si nuestro conocimiento de Él y de su palabra es pequeño, tendremos muy poca fe. Pero, por el contrario, si le conocemos bien, a Él y su palabra, lograremos tener una fe incalculable. Tampoco podemos inflar nuestra fe halagándonos a nosotros mismos ¡si sólo pudiera creer, si sólo pudiera creer! Podemos creer, porque el acto de creer es una elección que todos hacemos en algún momento.
Todo intento por presionarse demasiado a uno mismo para conocer lo que es verdad acerca de Dios y sus caminos es ir desde la fe a la suposición. Decidimos creer en Dios por lo que conocemos de su verdad por medio de su palabra y la única forma de aumentar nuestra fe es conociéndolo aún más, ya que Él es el único objeto de la fe del creyente. Por esto Pablo escribe: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Romanos 10:17).
La única limitación que tiene nuestra fe, es el conocimiento que tengamos de Dios, que crece cada vez que leemos la Biblia, memorizamos un versículo bíblico, participamos en un estudio o meditación sobre la palabra. ¿Pueden ver cuán práctico y tangible puede ser el crecimiento de nuestra fe, así como nuestro esfuerzo por conocer a Dios por medio de su palabra? ¡Y esto es sólo por la naturaleza infinita de Dios! Dudo que exista un cristiano que viva con una fe potencial, basada sólo en lo que ya sabe que es verdad.
SI NUESTRO CONOCIMIENTO DE DIOS Y DE SU PALABRA ES PEQUEÑO, TENDREMOS MUY POCA FE
Es necesario saber que Dios no tiene ninguna obligación ante la humanidad y que la oración no es para manipularlo ni controlarlo. Dios está bajo obligación sólo consigo mismo a permanecer leal a sus promesas y a su palabra. Tenemos una relación con Dios que está basada en la verdad, si Él afirma que algo es verdad, nosotros lo creemos y vivimos según la verdad. Si Dios no lo hace, ni siquiera toda la fe del mundo podrá. El hecho de creer, no hace que la palabra de Dios sea verdadera; su palabra es verdad, creamos o no.
Les daré un ejemplo de crecimiento de fe. Cuando mi hijo menor, Karl, apenas caminaba, lo puse de pie sobre una mesa y lo animé a que saltara a mis brazos. Él vaciló durante un momento, pero al final saltó. Luego lo volví a subir sobre la mesa, pero ahora un poquito más lejos, lo que hacía que el paso de fe fuera un poco más grande. Pasaron unos días, y lo subí a la rama de un árbol y le dije que saltara. Este era un gran salto de fe, lo hizo y cayó en mis brazos. A medida que él siga escalando el árbol de la vida, ¿seguiré siendo siempre el objeto fundamental de su fe? Hubo un tiempo en el que Karl pensaba que yo podía responder a toda pregunta y derrotar a cualquier enemigo.
Como padres, no tenemos sólo la obligación de guiarlos para que conozcan a nuestro Señor Jesucristo, también debemos ayudarlos a comprender su herencia e identidad espiritual. El objeto fundamental de la fe de nuestros niños cambia cuando llegan a ser hijos de Dios. Como padre, no puedo ir dondequiera que mi hijo vaya, pero Dios sí, y siempre lo hace.
3. Fe es una palabra que implica acción
Cuando animé a Karl a dar ese paso de fe, ¿sabía que yo lo iba a recibir en mis brazos? Sí, pero ¿cómo sé que él creía? Porque saltó. Supongamos que no hubiese saltado, que yo le preguntara: Karl, ¿crees que te vaya agarrar? Y él contestara «sí’ pero, de todas formas, nunca hubiese saltado.
¿Realmente Karl creía que yo lo iba a recibir? Santiago dice: ‘Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras» (Santiago 2:17,18). En otras palabras, si la gente cree de verdad, se verán afectadas en su caminar diario y su hablar. Si creemos en Dios y en su palabra, viviremos de acuerdo a ella. Es decir, todo lo que hacemos es, esencialmente, producto de lo que hemos elegido creer.
LA FE DISTORSIONADA
La fe sin obras es una distorsión. Pero la Nueva Era y los movimientos de confesión positiva, ofrecen otras dos distorsiones de lo que bíblicamente significa creer. La Nueva Era dice: «Si realmente lo creemos, llegará a ser verdad». O sea, si creemos en algo, esto se hace real y si no creemos se torna falso. Pero los cristianos decimos: «Es verdad, creamos o no creamos». Si una persona no cree en el infierno, no por el hecho de que ella no crea, va a bajar ni un grado la temperatura en ese lugar.
El movimiento de confesión positiva, tiene otro concepto de fe, el que es parcialmente verdadero. Toman las palabras de Jesús en Mateo 17:20 «Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte; pásate de aquí allá, y se pasará, y nada os será imposible».
Este movimiento, correctamente señala que la montaña no se mueve hasta que se lo digamos, es decir, que ni la más pequeña fe podría funcionar hasta que la hiciéramos actuar, que es lo primordial del pasaje en Mateo 17. Pero el movimiento de confesión positiva resulta distorsionado cuando piensa que la montaña tiene que moverse simplemente porque lo decimos. La idea de la confesión positiva se acerca mucho al pensamiento de la Nueva Era, que nos indica que podemos crear realidades con nuestras propias mentes. Pero para hacer esto tendríamos que ser dioses y, exactamente es esto, lo que están enseñando.
Solamente existe un Creador y es el único que puede mandar que algo exista. «Para Dios todo es posible» (Mateo 19:26). Por nuestra parte podemos hacer cualquier cosa, pero sólo por medio de Cristo, que nos fortalece, aunque nunca hemos tenido el privilegio de determinar lo que queremos creer. La Nueva Era quiere que creamos que somos dioses y que actuemos pensando que lo somos. Pero lo que Dios quiere para sus hijos es que crean en Él y vivan correctamente.
Estas dos distorsiones surgen, generalmente, cuando la iglesia no vive según sus capacidades. Por esto mucha gente cree que la iglesia es una enfermería donde sólo va gente enferma. Nosotros solo logramos que el no creyente, ponga su esperanza en el rapto que vendrá pronto a librarnos de esta condición miserable. Pero no es así; la iglesia es una avanzada militar con órdenes de tomar por asalto las puertas del infiero. Todo creyente está activo y llamado a formar parte de La Gran Comisión (Mateo 28:19, 20).
Afortunadamente las iglesias cuentan con una enfermería que asiste al débil y al herido, pero ésta existe sólo para apoyo de la avanzada militar. Nuestro llamado real es llegar a ser agentes de cambio en el mundo, adoptar una postura, vivir por fe y satisfacer el propósito de por qué estamos aquí.
Creo que fue J. C. Penney quien dijo: «Si lo piensas, lo puedes y si lo piensas, no lo puedes. Cualquiera de los caminos es el correcto». El mundo entiende el problema de creencia o falta de creencia en hacer hincapié en un pensamiento positivo, lo que se refleja en el siguiente poema:
SI TÚ CREES, TÚ PUEDES
Si crees que no eres una persona valiente – no lo serás.
Si sientes que no te atreves – no lo harás.
Si quieres ganar, pero no crees que puedes,
Es casi seguro que no lo harás.
Si piensas que perderás – habrás perdido.
Porque en el mundo encontramos
Que el éxito empieza con la voluntad;
Todo se encuentra en el estado mental
Las batallas de la vida no siempre las gana
El hombre más fuerte o el más rápido;
Pero tarde o temprano el hombre que gane
Será el hombre que cree que puede.
Considerando que el mundo ha sobrevivido sólo por sí mismo, ¿cuánto más podríamos hacer nosotros si creyéramos en Dios? La comunidad cristiana ha estado reacia a creer en lo del «pensamiento positivo» y tiene sus buenas razones, ya que no somos llamados a tener sólo pensamientos positivos, sino que debemos creer lo que es la verdad. Es Dios como objeto de la fe; el pensamiento no es más que una función mental que no puede sobrepasarse a sí misma ni a sus propios atributos. Incluso, si tratamos de llevar nuestra mente más allá de sus limitaciones sería como trasladarse del mundo real a uno de fantasía.
Sin embargo, el cristiano tiene mayores posibilidades de alcanzar el éxito en su vida con el poder de creer la verdad. El acto de creer, incorpora a la mente, pero no es limitado por ella. La fe en realidad sobrepasa las limitaciones de la mente e incorpora el mundo real invisible. La fe de los creyentes es tan válida como el objeto de esta, el que vive (Cristo) y lo que está escrito (la Biblia), la palabra de Dios. Si tenemos al infinito Dios del universo como objeto de nuestra fe cristiana, podremos ir dondequiera que Él nos lleve.
Una vez alguien dijo que el éxito venía en «puedas» y el fracaso en «no puedas» o sea que creer que podemos vivir una vida cristiana victoriosa no nos toma más esfuerzo que creer que no podemos.
Entonces, ¿por qué no creer que podemos ir por la fe en el poder del Espíritu Santo y que podemos resistirnos a las tentaciones del mundo, la carne y el diablo, y así crecer como cristianos? Sería nuestra elección. Los siguientes «puedas de éxito» tomados de la palabra de Dios, nos harán conocer más de nuestro objeto de fe, el todopoderoso Dios. Si construimos la fe, entendiendo estas verdades, seremos sacados de creer que no podemos y nos sentaremos con Dios en los lugares celestiales.
VEINTE «SÍ PUEDO»
- ¿Por qué debería decir «no puedo» si la Biblia dice que todo lo puedo en Cristo que me fortalece? (Filipenses 4:13).
- ¿Por qué debería preocuparme por mis necesidades si sé que Dios se preocupará de ellas, según sus riquezas en gloria en Cristo Jesús? (Filipenses 4:19).
- ¿Por qué he de tener miedo cuando la Biblia dice que Dios no me ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio? (2 Timoteo 1:7).
- ¿Por qué debería escasear mi fe al vivir en Cristo si Él me dio una medida de fe? (Romanos 12:3).
- ¿Por qué debería ser débil si la Biblia dice que el Señor es la fuerza de mi vida y que demostraremos fuerza y acción, porque conocemos a Dios? (Salmo 27:1; Daniel 11:32).
- ¿Por qué he de permitir que Satanás tenga la supremacía en mi vida cuando Él que está en mi es más poderoso que el que está en el mundo? (1 Juan 4:4).
- ¿Por qué debería aceptar el fracaso si la Biblia dice que Dios siempre me lleva en triunfo? (2 Corintios 2:14).
- ¿Por qué he de estar falto de sabiduría si sé que Cristo me la da abundantemente cuando se la pido? (1 Corintios 1:30; Santiago 1:5).
- ¿Por qué debería estar deprimido si puedo recapacitar en el amor, compasión, fidelidad y esperanza que Dios me da? (Lamentaciones 3:21, 23).
- ¿Por qué debería preocuparme y estar ansioso si puedo echar mis ansiedades en Dios, quien tendrá cuidado de mi? (1 Pedro 5:7).
- ¿Por qué debería estar bajo esclavitud, sabiendo que hay libertad donde el Espíritu del Señor este? (2 Corintios 3:17).
- ¿Por qué debería sentirme condenado cuando la Biblia dice que no hay condenación a los que están en Cristo Jesús? (Romanos 8:1).
- ¿Por qué debería sentirme solo si Jesús dice que siempre estará conmigo y nunca me dejará desamparado? (Mateo 28:20; Hebreos 13:5).
- ¿Por qué debería sentirme maldito si Cristo me rescató de la maldición de la ley y recibiré su Espíritu por fe? (Gálatas 3:13, 14).
- ¿Por qué debería estar triste si yo, cómo Pablo, puedo aprender a estar contento en cualquier situación? (Filipenses 4:11).
- ¿Por qué debería sentir que no valgo la pena si Cristo se hizo pecado por mi, para que yo fuese hecho justicia de Dios? (2 Corintios 5:21).
- ¿Por qué debería sentirme apocado frente a otros si sé que, si Dios es por mi, quién contra mí? (Romanos 8:31).
- ¿Por qué debería estar confundido si Dios es autor de paz y me da conocimiento a través de su Espíritu que mora en mí? (1 Corintios 2:12; 14:33).
- ¿Por qué debería creer que fallé si soy más que vencedor en Cristo, quien me ama? (Romanos 8:37).
- ¿Por qué debería dejar que la angustia me embargue si tengo paz, sabiendo que Jesús venció al mundo y sus problemas? (Juan 16:33).
¿QUÉ PASA CUANDO TROPIEZO EN EL CAMINO DE LA FE?
¿Has pensado que Dios te va a abandonar porque, en vez de caminar por la fe, haz tropezado y caído? ¿Alguna vez has temido que exista un límite para la tolerancia de Dios, con relación a tus fracasos y que caminas en peligro y por la vera del camino? Muchos cristianos se dejan llevar por esa clase de pensamientos, creen que Dios se enoja con ellos, que está listo a abandonarlos y que va a desecharlos, porque su actuar es menos que perfecto.
Es cierto que el caminar por la fe puede ser interrumpido por momentos de duda, rebelión e incluso mentiras satánicas y, durante estos momentos, creemos que, seguramente, Dios perdió su paciencia y va a dejarnos. Probablemente, nos abandonaríamos a nosotros mismos si realmente pensáramos que Dios lo hace. Dejamos de caminar por la fe en Dios, caemos directamente a un lado del camino y nos preguntamos, ¿qué sucede? Nos sentimos infortunados, nuestro propósito de estar aquí se suspende y Satanás queda satisfecho.
Dios nos amo así como somos
La primera verdad que necesitamos saber de Dios, para reforzar nuestra fe, es que Él nos ama y acepta en forma incondicional.
Cuando nuestro caminar en la fe es firme, Dios nos ama y cuando es débil, también nos ama. Cuando somos fuertes en un momento y luego débiles, Él nos ama. Porque su amor es eterno y constante, estará siempre entre nosotros y en nuestro diario caminar. Cuando Mandy me vino a ver, parecía ser una persona feliz. Era una cristiana muy activa en su iglesia. Logró que su padre alcohólico conociera a Cristo en su lecho de muerte. Era una mujer atractiva, tenía un buen marido y dos hijos maravillosos, pero a pesar de todo, Mandy ya había intentado suicidarse al menos tres veces.
-¿Cómo Dios puede amarme? -sollozaba- si soy una fracasada, una porquería?
-Mandy, Dios te ama no porque lo merezcas; te ama porque esa es su naturaleza. Él simplemente te ama, porque Él es amor.
-Pero cuando actúo mal no siento que Él me ame – me dijo.
EN UN MUNDO TAN CAMBIANTE, EL AMOR DE DIOS HACIA TI, ES LA GRAN CONSTANTE ETERNA EN MEDIO DE LAS INCONSISTENCIAS DE TU ANDAR DIARIO.
– No confíes en esos sentimientos, Él ama a sus hijos siempre, actúen malo bien. Ese es el corazón de Dios. Cuando las 99 ovejas están a salvo en el redil, el corazón del pastor está con la que se perdió.
Cuando el hijo pródigo malgastó su vida y herencia, el corazón de su padre estaba con él y con amor le recibió nuevamente en el hogar. Estas parábolas muestran que el corazón de Dios está lleno de amor por nosotros, incluso si estamos perdidos.
-Pero Neil, he atentado contra mi propia vida, ¿cómo Dios podría pasar sobre eso?
-Mandy, supón que tu hijo está abatido y trata de suicidarse. ¿Lo amarías menos por eso? ¿Lo expulsarías de la familia? ¿Le darías la espalda?
– Por supuesto que no. A lo menos me preocuparía por él y le daría más amor.
-Entonces, ¿me estás diciendo que el perfecto Dios no es tan buen padre como tú, una persona imperfecta, lo eres con tus hijos?
Así Mandy comprendió la situación y comenzó a darse cuenta de que Dios, como un padre amoroso, ama y perdona a sus hijos.
Dios te ama, no importa lo que hagas
El Señor nos ama para bien, el apóstol Juan dice: «Os escribo esto para que no pequéis». Juan continúa y nos recuerda que Dios ya ha previsto nuestras caídas, así su amor continúa constante, a pesar de 10 que hagamos: «Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestro, sino también por los de todo el mundo» (1 Juan 2:1,2).
Sólo una razón tenemos para dudar del amor de Dios y es que tenemos un adversario que utiliza cada pequeña ofensa para acusarnos de ser buenos para nada. Pero nuestro abogado, Jesucristo, más poderoso que nuestro adversario, ya canceló la deuda por nuestros pecados pasados, presentes y futuros. Sin importar lo que hagamos o como caigamos, Dios aún nos ama, porque su amor no depende de su objeto; depende de su carácter. Porque nos ama, nos disciplina, para que «participemos de su santidad» (Hebreos 12:10).
Cuando mis hijos eran pequeños, la persona que los cuidaba les regaló un hámster a cada uno. El de Karl se llamaba Johnny, y el de Heidi, Patty.
Una noche llegué a casa de mi trabajo y mi esposa, Joanne, me esperaba en la puerta y me dijo en voz baja:
-Sería bueno que hablaras con Karl.
-¿Cuál es el problema?
-Creo que Karl mató a Johnny esta tarde.
Fui donde Karl y le pregunté tajantemente:
-¿Mataste a Johnny esta tarde?
– No -contestó seguro de sí.
-Sí, lo hizo, lo hizo – lo acusó Heidi, de la manera que solo una hermana mayor puede hacerlo. Ambos discutieron, pero Karl no reconoció el hecho.
Lamentablemente para Karl, había un testigo. Cuando le pregunté a la amiga de Heidi si había visto a Karl matar a su hámster, ella respondió afirmativamente.
Nuevamente confronté a Karl, pero esta vez le pegué en el trasero con uno de esos grandes bates de plástico, con el que hice mucho ruido, pero sin causarle daño al niño.
-Karl, haber matado a Johnny ya no es el problema. Pero tienes que ser honesto conmigo. ¿Lo hiciste?
-No
¡Le pegué con el bate!
-Karl, dime la verdad, ¿mataste al hámster?
-No
¡Le volví a pegar!
Sin importar cuánto gritara y amenazara, Karl nunca lo reconocería. Me sentía frustrado y, al final, desistí.
Algunos días después, Joanne, me llamó otra vez y me dijo:
-Mejor que hables con Karl.
-¿Qué pasa ahora?
-Johnny de verdad está muerto.
Encontré a Karl en el patio, de luto con su pequeño hámster, que estaba tendido sobre un trozo de tela. Ambos conversamos sobre la muerte y sobre morir, luego enterramos a Johnny y fuimos a la tienda de mascotas a comprar otro hámster.
Pensé que el incidente ya había pasado, pero al día siguiente, Joanne me esperó en la puerta nuevamente,
-¿Qué pasa ahora? -suspiré.
-Karl desenterró a Johnny.
Otra vez encontré a mi hijo en el patio, de luto sobre su tieso y lleno de tierra hámster, tendido sobre otro pedazo de tela.
-Karl, creo que el problema es que no le dimos a Johnny un funeral cristiano.
Entonces hice una pequeña cruz con dos trozos de madera y volvimos a hablar sobre la muerte. Enterramos el hámster y pusimos la cruz sobre la tumba. Al final le dije:
-Karl, creo que ahora necesitas orar.
-No, papá, ora tú.
Karl, Johnny era tu hámster, creo que tú debes orar. Finalmente, accedió y ésta fue su oración:
-Amado Jesús, ayúdame a no matar a mi nuevo hámster. Yo no le pude sonsacar la verdad a mi hijo con el bate plástico, pero Dios sí lo hizo, trabajando en su corazón.
¿Por qué me mintió? Pensó que si confesaba haber matado al hámster yo no lo amaría más. Estaba dispuesto a mentir para conservar mi amor y respeto, los que creyó perder si admitía su mal proceder.
Bajé mis armas y le dije a mi pequeño Karl: -Hijo, quiero que sepas algo. Sin importar lo que hagas en tu vida, siempre voy a amarte. Puedes ser honesto y decirme la verdad, es posible que no apruebe todo lo que hagas, pero siempre te voy a amar.
Lo que dije ese día a Karl, fue tan sólo una pequeña reflexión sobre el amor que Dios nos tiene; Él nos dice: «Hijo, quiero que sepas algo. Sin importar lo que hagas en tu vida, siempre voy a amarte. Puedes ser honesto y decirme la verdad, es posible que no apruebe todo lo que hagas, pero siempre te vaya amar».
NOTA
1. Autor y fuente desconocidos.