Neil T. Anderson Libro Book Cap. 13 Victoria sobre la Oscuridad
LA GENTE CRECE MEJOR CUANDO SE REÚNE
Capítulo 13
La gente crece mejor cuando se reúne
Un mes de enero tuve el privilegio de llevar 24 estudiantes del seminario al Centro Juliano, cerca de San Diego, California, donde vivimos y estudiamos juntos durante cuatro semanas. Mi amigo Dick Day lo fundó con la visión de educar a los cristianos en un contexto relacional. En el pasado, había reunido grupos por doce semanas para estudiar internos, pero ese enero se unió conmigo para enseñar a los estudiantes del seminario en una sesión abreviada.
Para introducir la dimensión relacional del retiro, comencé la sesión de enero dividiendo a los alumnos en grupos de tres para un ejercicio de conocimiento mutuo que fuera relativamente inofensivo. Terminé el ejercicio preguntando a los estudiantes la identificación de una emoción que hubieran sentido. Las respuestas típicas fueron «feliz», «aceptado», «paz», «expectativas» y otras por el estilo, aunque unos pocos reconocían haber estado un tanto temerosos.
Un joven llamado Danny me sorprendió con su respuesta: «aburrido». Había venido a aprender, no a relacionarse. Quería contenidos, no vida en comunidad. Consideraba que mis esfuerzos por edificar una interrelación entre los alumnos era un desperdicio de su tiempo. Cada día los demás estudiantes crecieron en intimidad, pero Danny permaneció frío y solitario.
Dos semanas más tarde la resistencia de Danny se derrumbó. Comenzó a ver que el crecimiento espiritual y la madurez se alcanzan mejor en una comunidad de personas que se conocen y aceptan mutuamente. Cuando Danny finalmente se abrió antes sus compañeros, comenzó realmente a lograr algo del contenido de la sesión.
Después de ese mes en el Julian Center, cuando estuvo de regreso en el grupo pequeño de hombres de negocios que dirigía, Danny tenía una nueva visión.
-Señores -les dijo- nos hemos estado reuniendo por un año hasta ahora, pero no sé lo que les interesa, lo que los estimula o cómo es su vida familiar. Y ustedes tampoco saben mucho de mí. Tenemos que ir más allá del intercambio de información y empezar a compartir más nuestras vidas.
Danny había aprendido el secreto paulino del discipulado: «Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos» (1 Tesalonicenses 2:8).
RELACIONES: EL LATIDO DEL CRECIMIENTO Y LA MADUREZ
Las dos preguntas más comunes que se me hacen acerca del ministerio de discipular a otros para el crecimiento espiritual y la madurez son: «¿Qué currículo usas?» y «¿Qué programa sigues?» Si tu currículo no está basado en la Palabra de Dios y tu programa no es relacional, entonces lo que haces no es discipulado.
El currículo del discipulado no es el problema. Los estudios sobre crecimiento espiritual basados en la Biblia son abundantes. El eslabón perdido en el discipulado normalmente es la interacción. Se requiere poco compromiso para decir: «El libro te dirá lo que necesitas hacer para crecer en Cristo». Se necesita mucho compromiso para decir: «Compartamos lo que Cristo hace en nuestra vida, para ayudarnos a crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo».
El discipulado es un ministerio intensamente personal entre dos o más personas que se ayudan mutuamente a tener la experiencia de una relación creciente con Dios. El discipulado no consiste en «edificar mi vida dentro de la tuya». El discipulado es un proceso de edificar la vida de Cristo en una acción mutua. La vida de Cristo no se refiere a los más de treinta años que Jesús vivió físicamente en el planeta tierra, hace dos mil años. La vida de Cristo es la presencia de Dios en nosotros. El discipulado es la práctica de esa presencia.
Jesús dice: «Venid a mí» (Mateo 11:28) y «Venid en pos de mí» (4:19). Marcos registra: «Estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios» (Marcos 3:14, 15). Nótese que la relación de Jesús con sus discípulos precedió a la tarea que les asignó. El discipulado es ser antes que hacer, madurez antes que ministerio, carácter antes que carrera.
Todo creyente, incluido tú, es un discípulo y un disimulador en el contexto de sus relaciones cristianas. Tú tienes el tremendo privilegio y responsabilidad de ser maestro y discípulo de lo que significa estar en Cristo, andar en el Espíritu y vivir por la fe.
Puedes tener un papel en tu familia, en la iglesia o en la comunidad cristiana que te da la responsabilidad específica de discipular a otros, tales como marido, padre, pastor, maestro de escuela dominical, líder de un grupo de discipulado y así sucesivamente. Como discipulador no dejas de ser discípulo que aprende y crece en Cristo. Quizás no tengas la responsabilidad oficial de discipular a alguien, pero tienes la oportunidad de ayudar a tus hijos, a tus amigos y a otros creyentes en el crecimiento en Cristo por medio de relaciones cordiales y consagradas.
En este capítulo final quiero esbozar el ministerio de discipulado mutuo en que todos participamos en la comunidad cristiana. Recuérdese que un buen discipulador es un buen consejero, y un buen consejero cristiano es un buen discipulador. Si eres «discipulador profesional» y/o consejero, o solo un creyente que crece y se ha comprometido a ayudar a otros en el crecimiento en Cristo los siguientes designios y conceptos para el discipulado y la consejería te darán algunas directrices prácticas básicas para tu ministerio.
Discipulado en Cristo Niveles de conflictos
NIVEL 1
Completa en Cristo
(Col. 2:10)
Espiritual
Falta de salvación, o de seguridad de la misma (Ef 2:1,3)
Racional
Entendimiento oscurecido
(Ef. 4:18; 1 Co.8:1)
Emocional
Temor, culpa y vergüenza
(Mt 10:26-33; Ro. 8:1,2)
Volitivo
Rebelión (1 Ti. 1:9)
Relacional
Rechazo (1 P. 2:4)
NIVEL 2
Edificado en Cristo
(Col. 2:7)
Espiritual
Andar de acuerdo a la carne (Gá.5:19-21)
Racional
Creencias equivocadas en cuanto a la filosofía de la vida (Col. 2:8)
Emocional
Ira (Ef.4:31),
ansiedad (1 Pe. 5:7),
depresión (2 Co. 4:1-18)
Volitivo
Falta de autocontrol, compulsivo (1 Co. 3:1-3)
Relacional
Amargura y no perdonar
(Hebreos 12:15)
NIVEL 3
Andar en Cristo (Col. 2:6)
Espiritual
Insensible a la dirección del Espíritu
(He. 5:11-14)
Racional
Falta de conocimiento
(Os. 4:6)
Emocional
Desánimo y tristeza (Gá. 6:9)
Volitivo
Indisciplinado (2 Ts. 3:7,11)
Relacional
Egoísmo (Filipenses 2 :1-5; 1 Co.10 :24)
Disciplinado en Cristo Niveles de crecimiento
NIVEL 1
Completa en Cristo
(Col. 2:10)
Espiritual
Hijo de Dios (Ro. 8:16; 1 Jn. 5:13)
Racional
Decidir conocer la verdad
(Jn. 8:32,33)
Emocional
Libre en Cristo (Gá.5:1)
Volitivo
Sumiso (Ro. 13:1,2)
Relacional
Aceptación y afirmación
(Ro. 5:8; 15:7)
NIVEL 2
Edificado en Cristo
(Col. 2:7)
Espiritual
Andar según el Espíritu (Gá. 5:19-21)
Racional
Usar bien la Palabra de Dios (2 Ti. 2:15)
Emocional
Gozo, paz, paciencia… (Gá. 5:22)
Volitivo
Autocontrol (Gá. 5:23)
Relacional
Perdonado y aceptado
(Ef. 4:32)
NIVEL 3
Andar en Cristo (Col. 2:6)
Espiritual
Guiado por el Espíritu
(Ro. 8:14)
Racional
Útil para equipar para toda buena obra
(2 Ti. 3:16,17)
Emocional
Contentamiento (Fil. 4:11)
Volitivo
Disciplina (1 Ti. 4: 7,8)
Relacional
Amor fraternal (Ro. 12: 10; Fil. 2: 1-5)
DESIGNIO DEL DISCIPULADO
Pablo se refiere a tres niveles de madurez en Colosenses 2:6-10:
Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobre edificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias. Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.
Según Pablo, los creyentes deben estar firmemente arraigados en Cristo, luego deben ser edificados en Él para andar o vivir en Él. Esto define tres niveles de madurez. Cada nivel de madurez tiene su conflicto específico y necesita ser resuelto según se ilustra en la figura 13-A. La figura 13-B ilustra el crecimiento en los mismos tres niveles. Nótese además, las cinco dimensiones de aplicación para cada nivel: espiritual, racional, emocional, volitivo, y relacional. Por favor entiéndase que no hay límites claros entre los tres niveles de madurez ni en las cinco dimensiones de aplicación como las figuras parecen dar a entender. No estamos divididos en pequeños cuadros.
El nivel I tiene que ver con estar firmemente arraigados en Cristo. Estos temas fundamentales se basan en el hecho de que «estáis completos en él» (Colosenses 2:10).
El nivel II se relaciona con ser sobreedificados en Cristo, como Pablo describe nuestra madurez en Cristo (v. 7).
El nivel III se refiere al diario andar con Cristo, sobre la base de nuestra identidad y madurez en Cristo. La instrucción de Pablo es:
«de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él» (v.6).
Cada nivel de madurez depende del nivel anterior. Los cristianos no pueden andar en forma efectiva (nivel III) si no crecen en Cristo (nivel II), y no pueden madurar si no están firmemente arraigados en Cristo (nivel I).
Nivel I: Arraigados en Cristo (Colosenses 2: 10)
El conflicto espiritual del nivel 1 es la falta de salvación o de la seguridad de salvación. Dios quiere que sepamos que tenemos vida eterna (1 Juan 5:13). Para hacer que alguien llegue a ser discípulo, primero tenemos que llevarlo a Cristo de modo que el Espíritu Santo dé testimonio a su espíritu que es «hijo de Dios» (Romanos 8:16).
El conflicto racional del nivel I es el orgullo intelectual. Las personas orgullosas son autosuficientes. No quieren que alguien les diga lo que deben hacer o cómo deberían hacerlo. La persona orgullosa no necesita a Dios ni a nadie más. Tenemos que llegar al final de nuestros recursos para descubrir los recursos de Dios. Cuando se quebranta nuestro espíritu orgulloso estamos preparados para recibir de Dios y de los demás.
El conflicto emocional del nivel I es el temor, la culpa y la vergüenza. El temor impulsa a las personas a hacer lo que no deberían e impide que hagan lo que deben hacer. La persona motivada por el temor no disfruta de su libertad en Cristo. El temor a alguien o de algo que no es Dios es mutuamente excluyente con la fe en Dios. Satanás quiere que le temamos porque quiere que le adoremos, pero el temor de Dios quita todo otro temor (Proverbios 1:7). También es necesario vencer la culpa y la vergüenza por la gracia de Dios porque «ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús (Romanos 8:1).
El conflicto volitivo del nivel 1 es la rebelión. Es muy difícil discipular a un rebelde, porque no se somete a la autoridad. Él crecimiento en este nivel incluye la comprensión de la sumisión bíblica a Dios y a los demás.
El conflicto relacional que hay que vencer en el nivel I es el rechazo. El proceso del discipulado se basa en el amor y la aceptación incondicional de Dios (Tito 3:5). La edificación mutua no comienza con la autoridad que exige responsabilidad; comienza con la aceptación y la afirmación. Cuando la gente sabe que se le acepta y afirma, voluntariamente se hacen responsables ante la autoridad. Cuando la autoridad exige responsabilidad sin aceptación ni afirmación, nunca la obtendrán.
La primera meta del discipulado es ayudar al discípulo a estar firmemente arraigado en Cristo. Esto comprende lo siguiente:
- Guiar a la persona a Cristo y a la seguridad de la salvación
- Guiarles al verdadero conocimiento de Dios y de su identidad en Cristo, e iniciarlos en la senda del conocimiento de los caminos de Dios
- Cambiar su motivación básica de los temores irracionales al temor de Dios, y ayudarles a vencer la culpa y la vergüenza
- Ayudarles a ver de qué manera aún toman el papel de Dios o se rebelan contra la autoridad de Dios
- Quebrantar sus defensas contra el rechazo aceptándolos y afirmándolos.
Nivel II: Edificados en Cristo (Colosenses 2:7)
La edificación de una persona en Cristo comienza en la dimensión espiritual de ayudarles a distinguir entre andar en la carne y andar en el Espíritu. Cuanto más prefieran andar en la carne, tanto más permanecerán en la inmadurez. Cuanto más prefieran andar en él Espíritu, con mayor rapidez crecerán. Para esta verdad es fundamental que el creyente entienda que las circunstancias externas no determinan lo que son, cómo andan ni lo que llegarán a ser. Sólo Dios y nuestra respuesta a Él lo determinan.
Racionalmente, cuando los cristianos participan en las mentiras de Satanás o en las filosofías del mundo, no pueden crecer (Colosenses 2:8). La batalla es por la mente, y debemos aprender a llevar todo pensamiento cautivo a la obediencia a Cristo (2 Colosenses 10:5). El discipulado requiere disciplina mental. La persona que no asume la responsabilidad por lo que piensa no se somete al discipulado.
Las emociones son un producto de nuestros pensamientos. Si nuestros pensamientos y creencias son errados, lucharemos con emociones negativas. La ira, la ansiedad y la depresión persistentes revelan un sistema defectuoso. Las más grandes determinantes de la salud emocional y mental son el verdadero conocimiento de Dios, la aceptación de sus caminos y la seguridad del perdón.
Volitivamente, los cristianos necesitan el ejercicio del fruto espiritual del autocontrol para no sucumbir a los impulsos de la carne.
Relacionalmente, el perdón es la clave de la libertad en Cristo. Es el vínculo que mantiene unidas a las familias y las iglesias. Satanás usa la falta de perdón más que cualquier otra deficiencia humana para detener el crecimiento de las personas y los ministerios. La persona que no perdona está enyugada con el pasado y no es libre para avanzar en Cristo.
La segunda meta del discipulado es aceptar la meta de la santificación puesta por Dios y crecer en la semejanza de Cristo. Esto supone lo siguiente:
- Ayudar que las personas aprendan a caminar por fe en el poder del Espíritu Santo.
- Guiarles a disciplinar la mente para creer la verdad.
- Ayudarles a salir de la montaña rusa emocional centrando sus pensamientos en Dios y no en las circunstancias.
- Estimularles en el desarrollo del dominio propio.
- Llamarles a resolver los problemas personales mediante el perdón a los demás y por la búsqueda del perdón.
Nivel III: Andor en Cristo (Colosenses 2:6)
Las personas espiritualmente maduras se identifican como aquellos cuyos sentidos están ejercitados «en el discernimiento del bien y el mal» (Hebreos 5:14). El discernimiento no es solo una función de la mente; es también una función del Espíritu. Por medio del Espíritu, Dios identificará para el creyente espiritualmente maduro un espíritu compatible con el suyo y le advertirá contra un espíritu incompatible. El discernimiento espiritual es la primera línea de defensa en la guerra espiritual.
EL DISCIPULADO REQUIERE DISCIPLINA MENTAL. LA PERSONA QUE NO ASUME LA RESPONSABILIDAD POR LO QUE PIENSA NO SE SOMETE AL DISCIPULADO.
Racionalmente la gente perece por falta de conocimiento (Oseas 4:6). La persona madura tiene una vida productiva si sabe cómo hacerlo y qué hacer. En este nivel la consejería es solo sentido común bíblico.
Emocionalmente, el creyente maduro aprende a contentarse en todas las circunstancias (Filipenses 4:11). Esta vida está llena de desilusiones, y muchos de los deseos de los creyentes quedan sin satisfacer. Ninguna de las metas del creyente dejará de cumplirse en tanto sean metas piadosas. En medio de las pruebas de la vida, los creyentes necesitan aliento. Animar significa dar a la persona el valor de avanzar. Todo discipulador debe ser un animador.
Alguien ha dicho que la vida cristiana tiene como eje el ejercicio de la voluntad. La persona indisciplinada es incapaz de tener una vida productiva, pero el creyente disciplinado está lleno del Espíritu que no tiene conciencia de conflictos sin resolver.
Relacionalmente, el cristiano maduro ya no vive para sí, sino para los demás. Quizás la prueba más grande de la madurez del creyente esté en el llamado: «Amaos los unos a los otros con amor fraternal» (Romanos 12:10). «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan. 13:35).
EL ANDAR CRISTIANO EFECTIVO INCLUYE EL EJERCICIO ADECUADO DE LOS DONES ESPIRITUALES, DE LOS TALENTOS Y DEL INTELECTO PARA EL PROVECHO DE LOS DEMÁS Y PARA SER TESTIGOS POSITIVOS EN EL MUNDO.
Dicho en forma sencilla, la tercera meta del discipulado es ayudar a otros a actuar como cristianos en su hogar, en sus trabajos y en la sociedad. El andar cristiano efectivo incluye el ejercicio adecuado de los dones espirituales, de los talentos y del intelecto para el provecho de los demás y para ser testigos positivos en el mundo.
Demasiados cristianos se quedan atascados en el nivel I, encerrados en el pasado, inmovilizados por el temor, aislados por el rechazo. No tienen idea de su identidad en Cristo, de modo que progresan muy poco en el camino de llegar a ser como Él. En vez de decir al creyente inmaduro lo que debiera hacer, es mejor ayudarles a celebrar lo que Cristo ya ha hecho y ayudarles a ser lo que ya son en Él.
CONCEPTOS PARA LA CONSEJERÍA
Cuando enseñaba consejería, pedía a mis estudiantes que hicieran en un papel la descripción del problema personal que les resultara más difícil conversar con otro individuo. Cuando me daba cuenta que el nivel de ansiedad había alcanzado su culminación, pedía a los estudiantes que se detuvieran. Sentían un gran alivio al saber que en realidad no era mi intención que dieran a conocer a otro lo que habían escrito. Creo seriamente que hubieran escrito la peor de sus conductas. Mi intención sólo era que experimentaran lo que sentirían al revelar una información respecto de ellos mismos que fuera potencialmente perjudicial o vergonzosa. Estoy seguro que ustedes me entienden lo difícil que eso resultaría.
Enseguida les pedía que describieran el tipo de persona con quien compartirían ese tipo de información íntima. El tipo de persona que tenía que ser o no ser, lo que hace o no hace. Luego pedía a cada uno que dijera en voz alta el criterio número uno para compartir con otro individuo mientras yo lo escribía en la pizarra. La lista incluía compasión, confidencialidad, amor, madurez, confianza, no condenatorio, competente, capaz de ayudar y otros. Luego les pregunté a quién describía esa lista y ellos respondieron: «A Dios».
Finalmente completé el ejercicio con la pregunta: «Si no lo ha hecho antes, ¿estaría dispuesto a llegar a ser ese tipo de persona?» Si no eres ese tipo de persona, nadie estará dispuesto a ser confidente contigo. Si los demás no te dan a conocer su verdadero problema, no les puedes ayudar.
Permíteme hacerte la misma pregunta: ¿Estarías dispuesto a ser el tipo de persona a quien uno puede confiar algo delicado? En otras palabras, ¿estarías dispuesto a ser como Cristo? Sea que estés en el púlpito o te sientes en la banca, sea que te sientes en el escritorio en una oficina de consejería o en un comedor, Dios te puede usar para ministrar a otros si estás dispuesto a ser un confidente compasivo y preocupado.
La consejería cristiana trata de ayudar a las personas a resolver los conflictos espirituales y personales por medio de un arrepentimiento genuino y por la fe en Dios. La meta de la consejería cristiana -hecha por un pastor, por un consejero profesional o por un amigo- es ayudar a una persona a disfrutar de su libertad en Cristo para que avancen hacia la madurez y fructifiquen en su andar con Él. Permíteme dar cinco consejos prácticos para la consejería formal o informal que tengas ocasión de hacer entre tus amigos cristianos.
1. Ayúdales a identificar y a resolver la raíz del problema
El Salmo 1:1-3 compara al cristiano maduro con un árbol fructífero (véase figura 13-C). El carácter fructífero de las ramas por sobre la tierra resulta de la fertilidad del suelo y de la salud del sistema de raíces. El cristiano que crece está firmemente arraigado en Cristo.
La gente generalmente busca consejo porque algo no está bien en su diario caminar. En lugar de ser fructífera su vida es estéril. Como en el caso del árbol el problema a la vista raras veces es la raíz del problema de una vida estéril. No llevan fruto porque algo anda mal en el sistema de raíces.
He elaborado «Pasos hacia la libertad en Cristo» con el propósito de ayudar a los cristianos a resolver sus conflictos personales y espirituales. Están disponibles en la mayoría de las librerías cristiana y se puede obtener en la oficina de Freedom in Christ Minis- tries. La base teológica y el uso práctico de dichos pasos se explica en mi libro Ayudando a otros a encontrar la libertad en Cristo (Editorial Unilit). Véase además, Christ Centered Therapy (Zondervan), que escribí como coautor con el doctor Terry y Judith Zuehlke, terapeutas profesionales que han integrado el mensaje de este libro a su práctica privada.
2. Estimula la honestidad emocional
Los aconsejados generalmente están dispuestos a dar a conocer lo que les ha ocurrido, pero están menos dispuestos a dar a conocer sus faltas o la complicidad en el problema y son muy reticentes a dar a conocer sus sentimientos al respecto. Si no eres modelo de honestidad emocional y no la estimulas, son pocas las oportunidades para resolver los conflictos internos y ser libres en Cristo.
Esta historia la contó un médico misionero que trabajó en la jungla africana. Su tarea la desarrollaba entre los nativos, preocupado de sus necesidades físicas. Su verdadero deseo era alcanzar a satisfacer sus necesidades espirituales, pero después de dos años ningún nativo había recibido a Cristo. Había sido modelo de vida cristiana lo mejor que podía. Un día su único hijo fue muerto accidentalmente. La pérdida era abrumadora y fue vencido por el dolor.
Como no quería que los nativos vieran su debilidad, corrió hacia la selva y clamó a Dios. «Señor, ¿por qué me has abandonado aquí? He sacrificado mi carrera por la evangelización y no hay un solo convertido. Ahora te has llevado a mi hijo. El dolor es abrumador y no lo puedo soportar». No se dio cuenta que uno de los nativos lo había seguido hacia el bosque y observaba su catarsis emocional. El nativo corrió hacia la aldea y gritó: «¡El blanco es como nosotros! ¡El blanco es como nosotros!» En seis meses toda la aldea se había convertido.
3. Dar a conocer la verdad
Cuando el cristiano busca ayuda, generalmente se debe a que la vida les ha dado un duro golpe. Normalmente tienen una idea errónea de sí y tienen una percepción distorsionada de Dios. ¡Qué privilegio darles a conocer la verdad de lo que son en Cristo y ayudarles a reparar su defectuoso sistema de creencias. En mi oficina tengo a la mano varios ejemplares de «¿Quién soy yo?» (cap. 2) y «Puesto que estoy en Cristo» (cap. 3). Cuando con amor damos a conocer a la gente lo que son en Cristo, aplicamos la verdad de Dios al enfermo y al sistema de raíces que constituyen las creencias defectuosas. Con demasiada frecuencia la consejería comienza por descubrir lo que el cliente tiene de erróneo. Tenemos el privilegio de decirles lo que es correcto de ellos en Cristo. Esto les da la seguridad de la victoria.
4. Pedir una respuesta
Tu función es dar a conocer la verdad en amor y orar para que el aconsejado decida vivir con la verdad, pero no puedes elegir por ellos. La consejería depende de la respuesta de fe del aconsejado. A los que buscaban sanidad, nuestro Señor les daba este toque sanador: «Tu fe te ha hecho salva» (Marcos 5:34); «Hágase contigo conforme has creído» (Mateo 8:13). Si aquellos a quienes das a conocer la verdad no se arrepienten ni deciden creer la verdad, no puedes hacer mucho por ellos.
5. Ayúdales a integrarse a una comunidad cristiana
Finalmente necesitamos ayudar a las personas a pasar del conflicto al crecimiento y estimularles que desarrollen relaciones sustentadoras. La santificación progresiva es un proceso que no se puede alcanzar fuera de la comunidad cristiana. No es el objetivo vivir la vida cristiana a solas. Necesitamos a Dios y los unos a los otros.
Nos llevará el resto de la vida renovar nuestra mente y conformarnos a la imagen de Dios. Somos lo que somos por la gracia de Dios. Todo lo que tenemos y podemos esperar, como discipuladores y discípulos, como consejeros y aconsejados, se basa en lo que somos en Cristo. Que tu vida y ministerio a los demás sean formados por tu devoción a Cristo y la convicción de que Él es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6).