Neil T. Anderson Libro Book Cap. 10 Victoria sobre la Oscuridad
PARA ESTAR BIEN, DEBES SER AUTÉNTICO
Capítulo 10
Para estar bien, debes ser auténtico
Acababa de egresar del seminario y ministraba en el departamento universitario de una gran iglesia cuando conocí a Judy. Ella tenía 26 años, era graduada universitaria, tenía diploma de profesora, pero parecía una hippie de la década del 60. Usaba un gastado pantalón vaquero, iba sin zapatos, con una ajada Biblia en la mano.
Judy era una «recorre iglesias» y asistía a la clase de estudio bíblico para mujeres que se reunía en nuestra iglesia. Había solicitado consejo de la directora de la clase varias veces acerca de sus múltiples problemas. Cuando la directora supo que Judy había estado internada tres veces los últimos cinco años en un hospital psiquiátrico debido a una esquizofrenia paranoica, se sintió incapaz de aconsejarla. Entonces me preguntó si yo podía ver a Judy. Aunque yo no tenía una preparación formal en este ámbito de la consejería, accedí a conversar con ella.
Cuando Judy me contó su historia, tuvo dificultades para recordar los detalles de los últimos cinco años. Intenté tomarle unas pruebas psicológicas sencillas, pero ella no pudo resolverlas. Al acercarnos al final de nuestra cita, me sentí frustrado porque no tenía ningún indicio acerca de cómo ayudarla.
-Quiero que nos reunamos nuevamente, pero te pido que mientras tanto te sometas a la autoridad de esta iglesia – le dije.
Tan pronto como hubo dicho esto, Judy se puso de pie de un salto y se dirigió a la puerta.
-Tengo que salir de aquí -dijo. Creo que el Señor me impulsó a preguntarle: – Judy, ¿es Jesús tu Señor?
Ella se giró abruptamente en la puerta y dijo con los dientes apretados: -Pregúntele usted a Jesús quién es mi señor – y salió precipitadamente.
La seguí por el pasillo y le seguí preguntando si Jesús era su Señor. Cada vez ella me respondía diciendo que le preguntara a Jesús quién era su señor. Finalmente, la alcancé y le pregunté nuevamente: -Judy, ¿es Jesús tu Señor?
Esta vez, cuando me miró su rostro estaba completamente cambiado.
– Sí -dijo.
-¿Podemos volver a mi oficina y conversar al respecto? -pregunté sin saber exactamente qué le iba a decir.
-Sí -respondió.
De regreso en mi oficina, le dije:
Judy, ¿sabes que en tu mente se desarrolla una batalla? -ella negó con la cabeza- ¿Nadie te ha hablado de esto antes?
– De las personas con quienes he conversado, nadie lo ha mencionado. O nadie sabía lo que pasaba en mi interior, o tuvieron miedo de decirlo cuando me trataron -confesó.
-Bueno, ahora vamos a conversar sobre eso y lo vamos a tratar – le aseguré- ¿Quieres que hagamos eso? Judy estuvo de acuerdo.
Comenzamos a reunirnos semanalmente. Supuse que sus problemas eran el resultado de alguna falla moral en su vida o una historia de influencia del ocultismo o participación en esto. Le pregunté acerca del ámbito moral y no hallé fundamento para sus problemas. Le pregunté si se había visto relacionada con el ocultismo. Nunca había leído un libro sobre el tema. A esta altura yo me rascaba la cabeza porque no podía imaginar la fuente de su grave y obvio conflicto espiritual.
Un día comenzamos a conversar sobre la familia. Contó que su padre, un destacado pediatra, se había divorciado de su madre y se había ido con una enfermera. La madre de Judy y otros miembros de la familia habían ventilado abiertamente su odio y frustración. Judy, única cristiana en la familia, pensó que tenía que ser buen testigo. Estaba dispuesta a ser una hija amante y conciliadora. Guardó silencio mientras sus emociones la destrozaban en su interior.
-Hablemos de tu papá -le sugerí.
– No vaya hablar de mi padre -respondió bruscamente- Si habla de mi padre, me voy.
-Espera un momento, Judy. Si no puedes hablar de tu padre aquí, ¿dónde puedes hacerlo? Si no tratas ahora los problemas emocionales, ¿dónde quieres que los tratemos?
Descubrí dos pasajes bíblicos que dieron una importante luz sobre la vida de Judy, plagada de problemas. El primero es Efesios 4:26,27: «Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo». Judy nunca había confesado su ira no resuelta contra su padre, y puesto que había reprimido su ira en lugar de confrontarla, le había dado al diablo su oportunidad, un lugar en su vida.
El segundo pasaje es 1 Pedro 5:7, 8: »Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente anda alrededor buscando a quien devorar». En lugar de poner las ansiedades acerca de su padre sobre el Señor, Judy trató de ser espiritual tapándolas. Por no ser honesta emocionalmente, Judy se hizo espiritualmente vulnerable.
Judy comenzó a enfrentar sus sentimientos no resueltos hacia su padre y resolvió el problema del perdón que era el quid de su problema. A los pocos meses esta joven, a quien los psiquiatras habían desechado como incurable, hizo un significativo progreso y se ocupó en el ministerio con los niños en nuestra iglesia.
TUS EMOCIONES REVELAN TUS CREENCIAS
Tus emociones tienen un papel importante en el proceso de renovar tu mente. En un sentido general, tus emociones son el producto de tu vida pensante. Si no piensas en forma correcta, si no renuevas tu entendimiento, si no percibes a Dios y su Palabra en forma correcta, eso se verá en tu vida emocional. Si no reconoces tus emociones en forma apropiada, podrías hacerte espiritualmente vulnerable.
Una de las mejores ilustraciones bíblicas de la relación entre las creencias y las emociones humanas se encuentra en Lamentaciones 3. Nótese la expresión de desesperación de Jeremías cuando percibe en forma incorrecta que Dios está en su contra y que es la causa de sus problemas físicos:
Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su enojo. Me guió y me llevó en tinieblas, y no en luz; ciertamente contra mí volvió y revolvió su mano todo el día. Hizo envejecer mi carne y mi piel; quebrantó mis huesos; Edificó baluartes contra rrú, y me rodeó de amargura y de trabajo. Me dejó en oscuridad, como los ya muertos de mucho tiempo (vv. 1-6).
Escucha su sensación de estar atrapado y de temor:
Me cercó por todos lados, y no puedo salir; ha hecho más pesadas mis cadenas; aun cuando clamé y di voces, cerró los oídos a mi oración; cercó mis caminos con piedra labrada, torció mis senderos. Fue para mí como oso que acecha, como león en escondrijos. Torció mis caminos, y me despe- dazó; me dejó desolado Y dije: Perecieron mis fuerzas, y mi esperanza en Jehová (vv. 7-11, 18).
Si tu esperanza era Dios, y estas palabras eran un retrato correcto de Dios, tú también te deprimirías. ¿Qué problema tenía Jeremías? Lo que creyó acerca de Dios no era verdad. Dios no era la causa de su aflicción. Dios no lo hizo andar en tinieblas. Dios no es una bestia salvaje que espera devorarlo. Jeremías no pensaba bien, ni interpretaba bien sus circunstancias, de modo que no sentía ni vivía en forma correcta.
Entonces sorprendentemente Jeremías comienza a cantar una tonada diferente:
Acuérdate de mi aflicción y de mi abatimiento, del ajenjo y de la hiel; lo tendré aún en memoria, porque mi alma está abatida dentro de mí; esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré. Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericorias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré (vv. 19-24).
¡Qué cambio! ¿Cambió Dios? ¿Cambiaron las circunstancias de Jeremías? No. Lo que cambió es lo que pensaba acerca de Dios y sus emociones siguieron a sus pensamientos.
Tú no te formas tanto por tu ambiente, sino por la percepción que tienes de tu ambiente. Los sucesos de la vida no determinan lo que eres; Dios determina quién eres, y tu interpretación de los sucesos de la vida determinan tu modo de manejar las presiones de la vida.
Nos sentimos tentados a decir: »Él me dejó tan mal» o «No me sentí deprimido hasta que ella apareció». Es como decir: «No tengo control sobre mis emociones ni sobre mi voluntad». En realidad tenemos muy poco control sobre nuestras emociones, pero tenemos control sobre nuestros pensamientos, y nuestros pensamientos determinan nuestros sentimientos y nuestras respuestas. Por eso es tan importante que llenes tu entendimiento con el conocimiento de Dios y de su Palabra. Necesitas ver la vida desde la perspectiva de Dios y responderle en conformidad con ello.
Recuerda, si lo que crees no refleja la verdad, entonces lo que sientes no refleja la realidad. Decir a la gente que no deben sentir como sienten es una forma sutil de rechazo. Poco pueden hacer acerca de lo que sienten. Sería mejor decir: «Siento tu dolor y tu ira, pero no estoy seguro que entiendes plenamente toda la situación ni todos los hechos. Permíteme contarte mis observaciones y luego veamos cómo te sientes».
Por ejemplo, supongamos que tu sueño de tener tu casa propia está en manos de una institución financiera que estudia tus antecedentes para prestar el dinero. Todos tus amigos oran para que aprueben el préstamo. Una noche llegas a casa y el teléfono tiene un mensaje con el aviso de que no fuiste aprobado. ¿Cómo te sentirías? ¿Enojado? ¿Deprimido? ¿Frustrado?
Estás por contarle a tu esposa la mala noticia de que el sueño de la casa propia sigue siendo un sueño. Escuchas el mensaje siguiente en el teléfono que dice que el primer mensaje fue un error. ¡Realmente fuiste aceptado! ¿Cómo te sientes ahora? ¡Eufórico! Lo que creíste antes no reflejaba la verdad, de modo que lo que sentiste no reflejaba la realidad.
Supón que el corredor de propiedades, que sabe que fuiste aprobado, pasara a felicitarte antes que oyeras el segundo mensaje del contestador telefónico. Espera encontrarte rebosante de alegría, pero te encuentra desesperado. «¿Por qué está usted deprimido? Tiene que sentirse feliz». Sus palabras de estimulo no tienen sentido hasta que te dice la verdad acerca del préstamo que solicitaste.
El orden de la Escritura es conocer la verdad, creerla, vivir en conformidad a ella por la fe, y dejar que tus emociones sean el producto de tu confianza en Dios y de tu obediencia a Él. ¿Qué clase de vida llevarías si creyeses lo que sientes en lugar de la verdad? Tu vida sería tan incoherente como tus sentimientos.
Después de la caída, «Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? (Génesis 4:6, 7). En el Nuevo Testamento Jesús dice: »Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis» (Juan 13:17). En otras palabras, tus sentimientos no son el camino para una buena conducta; tu conducta te lleva a tener buenos sentimientos.
NO PASES POR ALTO LAS SEÑALES DE ADVERTENCIA DE TUS EMOCIONES
Cuando joven era deportista y las cicatrices en mis rodillas lo comprueban. La primera operación de la rodilla me cortó un nervio y no sentía nada en esa zona de mi pierna por varios meses. A veces me sentaba a mirar la televisión y, sin pensarlo, ponía la taza con el café caliente sobre mi rodilla insensible. No podía sentir nada, pero después de un rato podía sentir el olor de piel que se estaba quemando. Por un tiempo tuve un claro acirculo marrón sobre mi rodilla, resultado de no sentir nada en ese lugar.
Tus emociones son a tu alma lo que tus sentimientos son a tu cuerpo. Nadie con una mente sana disfruta del dolor. Si no sientes dolor, estás en peligro de hacerte daño y adquirir una infección. Si no sientes ira, pesar ni alegría, tu alma debe de estar en problemas. Las emociones son los indicadores de Dios que te dan a conocer lo que pasa en tu interior. No son buenas ni malas; son amorales, parte de tu humanidad. Así como respondes a las advertencias del dolor físico, es necesario que aprendas a responder a los indicadores emocionales.
Alguien ha comparado las emociones con la luz roja en el tablero del auto que indican problemas en el motor. Puedes responder a las luces rojas de diversas maneras. Puedes cubrirla con un trozo de cinta adhesiva. «Ahora no veo la luz roja -dices-, ya no tengo que pensar en el problema». Puedes destrozar la luz con un martillo. «¡Eso te enseñará a encandilarme!» O puedes responder a la luz en la forma que querían los fabricantes y mirar el motor para arreglar el problema.
Tienes las mismas tres opciones para responder a tus emociones. En respuesta puedes cubrirlas, ignorarlas o contenerlas. Esto se llama supresión.
Puedes responder desatándo las irracionalmente, descargándolas sobre alguien o lanzando lo que tienes a la mano. Esto lo llamo expresión indiscriminada. Puedes examinar tu interior para ver que te pasa. Eso es reconocer.
TUS EMOCIONES SON A TU ALMA LO QUE TUS SENTIMIENTOS SON A TU CUERPO
Lo cinto de lo supresión
Un miembro de nuestra iglesia tenía un hijo que iba a la universidad; estudiaba arquitectura. Durante el tercer año, Doug sufrió algo así como un colapso. Sus padres lo llevaron a casa, pero Doug no mejoraba. No sabían qué hacer. Contra su voluntad lo llevaron a una clínica psiquiátrica por tres semanas para observarlo. Doug nunca perdonó a sus padres por llevarlo al hospital.
Lo conocí cuatro años después. Doug estaba irritado, era un joven amargado. Trabajaba media jornada como dibujante, pero básicamente lo sostenían sus padres. Oía voces en su cabeza y dialogaba con ellas. Pasaba mucho tiempo conversando con lo que nadie podía ver. Parecía que nadie podría ayudarle. Sus padres me pidieron que le hablara, y acepté.
Pasé tres meses tratando de ayudar a Doug a que se aceptara a sí mismo y reconociera sus sentimientos. Le pregunté:
-¿Qué sientes hacia tus padres?
– Amo a mis padres -respondió. Doug detestaba a sus padres y sus padres podían sentirlo.
-¿Por qué amas a tus padres? -insistí.
-Porque la Biblia dice que debemos amar a nuestros padres.
Cada vez que sugería la posibilidad de que tuviera rencor hacia sus padres, Doug lo negaba. Finalmente le pregunté:
-¿Estarías de acuerdo conmigo en que es posible que un cris- tiano sienta la emoción del odio?
-Bueno, quizás algunos sientan así -consintió-, pero no yo.
Aparentemente mi sondeo fue demasiado para Doug, porque nunca volvió a hablarme.
La supresión es una negación consciente de los sentimientos (represión es una negación inconsciente). Los que suprimen sus emociones ignoran sus sentimientos y prefieren no enfrentarlos. Como lo ilustran las experiencias de Doug y Judy, la supresión es una respuesta no saludable a nuestras emociones.
El rey David dijo algo acerca de los efectos negativos de suprimir sus sentimientos en su relación con Dios:
Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día… Por esto orará a ti todo santo en él tiempo en que puedas ser hallado; ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.
Salmo 32: 3, 6
David no pide a Dios que lo ponga fuera de nuestro alcance. Cuando las circunstancias extrañas te parecen mayores que Dios, no pasará mucho tiempo antes que tus emociones te venzan. Cuando las emociones suprimidas se acumulan dentro de ti como inundación de muchas aguas, es menos probable que te vuelvas a Dios. Serás arrastrado por tus emociones. Es importante ser honesto delante de Dios mientras puedas, porque si escondes tus sentimientos por mucho tiempo, dominarán lo que impulsa tu vida.
David también comenta el efecto de la supresión sobre las relaciones con otras personas:
Yo dije: Atenderé a mis caminos, para no pecar con mi lengua;guardaré mi boca con freno, en tanto que el impío esté delante de mí. Enmudecí con silencio, me callé aun respecto de lo bueno; y se agravó mi dolor.
Salmo 39:1, 2.
La supresión emocional puede ser una de las razones más importantes de que haya enfermos psicosomáticos. Mientras David calló su pecado, «se volvió su verdor como sequedades de verano» (32:4). Nunca sepultas tus sentimientos muertos; los sepultas vivos y salen a la superficie de alguna manera que no es saludable. La supresión de tus emociones lleva a una comunicación deshonesta y no es físicamente saludable.
El martillo de la expresión indiscriminada
Otra manera poco saludable de responder a las emociones es expresar sin pensar lo que sientes. Decirle indiscriminadamente a otra persona y a todos exactamente lo que sientes es generalmente poco saludable para la otra persona. El apóstol Pedro es un gran ejemplo. Pedro era el John Wayne del Nuevo Testamento: el que cierra de golpe las puertas. No tenía problemas para decirle a otro lo que había en su mente o lo que sentía. Me gusta decir que era el apóstol cojo, porque siempre llevaba un pie en la boca.
La expresión indiscriminada de sus emociones hizo que Pedro se metiera en problemas más de una vez. En un momento hace la confesión más grande de todos los tiempos: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Mateo 16:16). Poco más tarde, Pedro le dice a Jesús que nunca pase lo que ha dicho, y Jesús tiene que reprenderlo: «Quítate de delante de mí, Satanás» (vv. 22, 23).
Fue Pedro quien se equivocó en el Monte de la Transfiguración al sugerir que hiciera tres cabañas en honor a Moisés, Elías y el Maestro. Pedro, impulsivamente, cortó la oreja del siervo de Caifás durante el arresto de Jesús en Getsemaní. También Pedro prometió seguir a Jesús hasta la muerte. Horas más tarde juró que no lo conocía. El hecho que llegara a ser el portavoz de la iglesia primitiva es evidencia de la poderosa transformación efectuada por el Espíritu Santo.
La expresión indiscriminada de las emociones puede ser un tanto saludable para ti, pero generalmente es poco saludable para los que te rodean. »Estoy contento de haber sacado esto de dentro de mí» , podrías decir después de una explosión. Sin embargo, en el proceso has destruido a tu esposa, o a tu marido, y a tus hijos.
Santiago advierte: «Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios» (Santiago 1:19, 20). Pablo amonesta: «Airaos, pero no pequéis» (Efesios 4:26). Si deseas airarte sin pecar, aírate de la manera que Cristo lo hizo: aírate contra el pecado. Voltea las mesas, no a los cambistas.
La franqueza del reconocimiento
Nancy era estudiante en otra ciudad y vino a Los Ángeles para conversar conmigo sobre las difíciles relaciones que tenía con su madre. Terminamos hablando más acerca de la incapacidad de Nancy de expresar su ira y resentimiento en esta relación.
-Mi compañera de habitación a veces llega al punto en que explota emocionalmente para dejar escapar la presión. Yo también tengo sentimientos profundos, pero no creo que un cristiano deba descargar de esa manera la presión que siente.
Abrí mi Biblia en el Salmo 109 y le leí los siguientes versículos:
Oh Dios de mi alabanza, no calles; porque boca de impío y boca de engañador se han abierto contra rrú; han hablado de mí con lengua mentirosa; con palabras de odio me han rodeado, y pelearon contra rrú sin causa. En pago de mi amor me han sido adversarios; mas yo oraba. Me devuelven mal por bien, y odio por amor.
Pon sobre él al impío,y Satanás esté a su diestra.Cuando fuere juzgado, salga culpable; y su oración sea para pecado. Sean sus días pocos; tome otro su oficio. Sean sus hijos huérfanos, y su mujer viuda. Anden sus hijos vagabundos, y mendiguen; y procuren su pan lejos de sus desolados hogares. Que el acreedor se apodere de todo lo que obtiene, y extraños saqueen su trabajo. No tenga quien le haga misericordia, ni haya quien tenga compasión de sus huérfanos. Su posteridad sea destruida; en la segunda generación sea borrado su nombre (vv. 1-13).
-¿Qué hace eso en la Biblia? -murmuró-. ¿Cómo podía David pedir todos esos males para su enemigo? ¿Cómo podía hablar a Dios de esa manera? Eso es puro odio.
– Las palabras de David no sorprenden a Dios – respondí -Dios ya sabía lo que David pensaba y sentía. David simplemente expresa su dolor y su ira en forma honesta a su Dios que entendía su sentir y lo aceptaba como era.
Después de pensar unos momentos, Nancy preguntó:
-¿Significa eso que está bien lo que hago?
-¿Qué es lo que haces?
-Bueno -dijo, mostrándose un poco avergonzada-, cuando la presión sube en mi interior, me subo al auto y salgo. Lloro, grito y pateo. Cuando regresó al dormitorio me siento mucho mejor.
Alenté a Nancy diciéndole que si descargaba su resentimiento e ira delante de Dios, probablemente no lo haría contra su compañera de pieza ni contra su madre de una forma destructiva. Además le recordé que David fue honesto en su necesidad de Dios al expresar sus sentimientos. Termina el salmo pidiendo:»Ayúdame, oh Jehová, Dios mío» Yo alabaré a Jehová en gran manera con mi boca (vv. 26, 30).
Pienso que el modo en que David y Nancy reconocieron sus sentimientos es sano. Quizás en los momentos de tensión emocional tus oraciones no sean muy nobles, pero son reales y honestas delante de Dios. Si llegas a tu período de oración y te sientes irritado, deprimido o frustrado, y luego tu boca lanza un atado de piadosas perogrulladas como si Dios no conociera tus sentimientos, ¿piensas que Él se sentirá complacido? No, a menos que haya cambiado su opinión acerca de la hipocresía desde los tiempos de los fariseos. Los fariseos trataban de parecer exteriormente correctos mientras estaban lejos de estar bien en su interior. No eran reales; eran farsantes.
Jesús dijo a sus discípulos: «Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos» (Mateo 5:20). Ante los ojos de Dios, si no eres real, no estás bien. Si es necesario, Dios tendrá que hacerte real para que estés en buena relación con Él.
ANTE LOS OJOS DE DIOS, SI NO ERES REAL, NO ESTÁS BIEN. SI ES NECESARIO, DIOS TENDRÁ QUE HACERTE REAL PARA QUE ESTÉS EN BUENA RELACIÓN CON ÉL.
El reconocimiento de tus emociones como persona real es esencial para las relaciones más íntimas. No debes descargar tu presión ante cualquier persona. Esa es una expresión indiscriminada y corres el riesgo de perjudicar a otros en lugar de ayudarte a ti mismo – y eso es malo. El modelo bíblico parece sugerir que tienes tres amigos con los que puedes comunicarte con detenimiento. Durante sus viajes, Pablo tenía a Bernabé, a Silas o a Timoteo con quienes podía conversar. En el huerto de Getsemaní, Jesús expresa su dolor delante de su círculo íntimo formado por Pedro, Jacobo y Juan.
Los psicólogos nos dicen que es difícil que la gente conserve la salud mental si no tienen por lo menos una persona con quien puedan ser emocionalmente honestas. Si tienes dos o tres personas como estas en tu vida, tienes una verdadera bendición.
HONESTIDAD EMOCIONAL: CÓMO EXPRESARLA Y CÓMO TOMARLA
En los comienzos de mi ministerio pastoral, recibí una de esas llamadas de medianoche que aterran a todo pastor: «Pastor, nuestro hijo ha sufrido un accidente. No hay esperanzas de que viva. Por favor, ¿podría venir al hospital?»
Llegué al hospital a la una de la mañana. Me senté con los padres en la sala de espera pidiendo al Señor lo mejor, pero esperando lo peor. A eso de las cuatro de la mañana, el doctor entró en la sala de espera y dijo: «Lo perdimos».
Estábamos desconsolados. Me sentía tan cansado y emocionalmente agotado que en vez de darles palabras de consuelo, me senté y lloré con ellos. No se me ocurría qué podía decir. Nunca me he sentido tan estúpido en mi vida. Pensé que le había fallado a esa familia en su hora más negra.
Poco después del accidente los padres del joven accidentado se mudaron. Cinco años después pasaron por la iglesia y me invitaron a almorzar. «Neil, nunca olvidaremos lo que hiciste por nosotros cuando murió nuestro hijo -dijeron- No necesitábamos palabras; necesitábamos amor. Supimos que nos amabas porque lloraste con nosotros».
Al mirarlo desde la distancia, comprendí que había hecho lo que Jesús habría hecho. Lloré con los que lloran. Cuando las llorosas Marta y María lo recibieron con la noticia de la muerte de Lázaro, Jesús lloró (Juan 11:35). Pablo ordena: «Gozaos con los que se gozan, y llorad con los que lloran» (Romanos 12:15). Se supone que no debemos dar instrucciones a los que lloran.
Uno de los desafíos que nos presenta la vida es aprender a responder ante los demás cuando reconocen honestamente su dolor. Job estaba dolido cuando dijo a sus tres amigos que eran una pobre ayuda: «¿Pensáis censurar palabras, y los discursos de un desesperado, que son como el viento?» (Job 6:26). No debiéramos dar importancia a lo que la gente dice en medio de su extremo dolor.
Tenemos que responder al dolor, no a las palabras que lo expresan. En muchos casos ignoramos los sentimientos que hieren a la persona y nos fijamos en sus palabras de desesperación y luego reaccionamos ante lo que dice o a la forma en que lo dicen.
Por ejemplo, supongamos que una pareja cristiana que conoces pierde su bebé. Vencidos por el dolor, preguntan: «Oh, ¿por qué Dios hizo esto?» No tienes que responder esa pregunta. Primero, no sabes la respuesta. Segundo, su pregunta es una reacción emocional, no una interrogante intelectual. Todas sus palabras sólo revelan la intensidad de su dolor. Responde a su dolor emocional con empatía. Ya habrá tiempo para dar respuestas teológicas cuando el dolor emocional de su trágica pérdida haya menguado.
Aunque las palabras no debieran ser el centro principal en el reconocimiento emocional, puedes cuidar tus relaciones íntimas observando cómo expresas tus emociones ante los demás. Por ejemplo, has tenido un día terrible en la oficina; llamas a tu esposa y le dices: «Querida, he tenido un día de perros. No podré llegar a casa sino hasta las seis, y tengo una reunión en la iglesia a las siete. Podrías tener lista la cena cuando llegue?» Ella asiente verbalmente.
Cuando llegas a la puerta de tu casa, estás agotado fisicamente y emocionalmente tenso. En la escala emocional de 1-10, estás en el 9. Entonces te das cuenta que tu esposa no tiene preparada la cena como le pediste. «¡Esto no puede ser! -explotas-, yo quería la cena a las seis. ¡Por eso te llamé!»
¿Es tu esposa realmente la causa de tu explosión emocional? No. Has tenido un día terrible y estás cansado, hambriento y tenso desde antes de llegar a casa. Ella no tiene la culpa. Cualquier cosa podía hacerte explotar. Con la misma facilidad podrías haber dado un puntapié al perro. Quieres ser franco con tu esposa y acreditar- lo a honestidad emocional.
No olvides el amor en tu deseo de ser honesto. Al saber que la cena no está lista como lo pediste, podrías decir: «Querida, estoy física y emocionalmente agotado». Ese tipo de honestidad no dirigida cumple dos objetivos.
Primero, al no culpar a tu esposa no tendrá que defenderse. Ella sabe que no estás enojado con ella. Segundo, como no tendrá que defenderse tiene libertad para ayudarte en tu necesidad. Ella puede decir. » La comida estará en diez minutos. Mientras tanto anda al baño y relájate. Procuraré que llegues a tiempo a tu reunión».
Supón que tú eres la esposa y has tenido un día muy agitado en casa. Tu marido llega silbando una alegre tonada y pregunta si está lista la cena. «¿Qué quieres decir con eso de está lista la cena? – explotas – «¿Piensas que todo lo que tengo que hacer es cocinar para ti? He cargado con los niños todo el día y…» Sí, eso es honestidad emocional, pero estás ardiendo en llamas y vas a arrastrar a tu marido contigo.
Más bien puedes decir: «Querido, ha sido terrible. La lavadora de ropa se descompuso y los niños han tenido una conducta aterradora. Ya no soporto más». La honestidad que no va dirigida contra nadie permite que tu marido no tenga que defenderse y abre una vía para que diga: «¡Atención todos! Nos vamos a comer a MacDonald».
Cuando llega el momento de reconocer las emociones en tu círculo íntimo, la honestidad es la mejor política, pero asegúrate de hablar «verdad con amor» (Efesios 4:15).
Otra importante directriz para reconocer y expresar tus emociones es conocer tus limitaciones. Fíjate que si estás en siete u ocho en tu escala emocional-ansioso, tenso, irritado, deprimido no es tiempo para tomar decisiones sobre asuntos importantes. Tus emociones pueden impulsarte a resolver aquello que te molesta, pero podrías arrepentirte de tu resolución si presionas demasiado. Dirás cosas de las que te arrepentirás. Alguien sale perjudicado. Es mucho mejor que reconozcas tus limitaciones emocionales y digas: »Si seguimos hablando me voy a enojar. ¿Podríamos seguir esta conversación en otro momento?»
Tienes que comprender, además, que una cantidad de factores físicos afectarán tus limitaciones emocionales. Si tienes hambre, posterga para después de la cena una discusión potencialmente cargada de emoción. Si estás cansado, procura tener un buen sueño nocturno. Las mujeres deben estar atentas a ciertos momentos del mes que conducen más a la expresión positiva de sus emociones que otros. Los maridos deben entender con sabiduría el ciclo menstrual de su esposa por la misma razón.
El importante proceso de renovar la mente incluye la administración de tus emociones por la administración de tus pensamientos y percepciones y por el reconocimiento honesto y amoroso de tus sentimientos en tu relación con otras personas. Una respuesta adecuada a tus emociones es un paso importante para evitar que el diablo tenga influencia en tu vida.