La vida cristiana normal de la iglesia capitulo 4 Watchman Nee PDF
LAS IGLESIAS FUNDADAS POR LOS APOSTOLES
CAPÍTULO CUATRO
LAS IGLESIAS FUNDADAS POR LOS APÓSTOLES LA IGLESIA Y LAS IGLESIAS
La Palabra de Dios nos enseña que la iglesia es una. Entonces, ¿por qué fundaron los apóstoles iglesias separadas en cada uno de los lugares que visitaron? Si la iglesia es el Cuerpo de Cristo, no puede ser sino una. ¿Cómo es, pues, que hablamos de iglesias? La palabra “iglesia” significa “los llamados afuera”. El término es utilizado dos veces en los Evangelios, una vez en Mateo 16:18 y la otra en Mateo 18:17, y lo encontramos frecuentemente en los Hechos y las epístolas. En los Evangelios la palabra es usada en dos ocasiones por nuestro Señor, pero en cada una de ellas es empleada en un sentido un poco distinto. “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt. 16:18). ¿Qué iglesia es ésta? Pedro confesó que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente, y nuestro Señor declaró que El edificaría Su iglesia sobre la confesión de que, en relación con Su Persona, El es el Hijo de Dios, y que, en relación con Su obra, El es el Cristo de Dios. Esta iglesia incluye a todos los salvos, sin referencia a tiempo o espacio; es decir, a todos los que, en el propósito de Dios, son redimidos por virtud de la sangre derramada del Señor Jesús, y son nacidos de nuevo por la operación de Su Espíritu. Esta es la iglesia universal, la iglesia de Dios, el Cuerpo de Cristo. “Y si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia” (Mt. 18:17). El vocablo “iglesia” es utilizado aquí en un sentido muy diferente al uso dado en Mateo 16:18. Claramente vemos que la esfera de la iglesia a la que aquí se hace referencia no es tan amplia como la esfera de la iglesia mencionada en el pasaje anterior. La iglesia allí es una iglesia que nada sabe de tiempo o espacio, pero la iglesia aquí obviamente está limitada tanto en tiempo como en espacio, porque es una que puede escucharlo a uno. La iglesia mencionada en el capítulo dieciséis incluye a todos los hijos de Dios en toda localidad, mientras que la iglesia mencionada en el capítulo dieciocho incluye solamente a los hijos de Dios que viven en una localidad; y es debido a que está limitada a un solo lugar que es posible que uno cuente sus dificultades a los creyentes que la componen. Obviamente la iglesia aquí es local, no universal, porque nadie puede hablar al mismo tiempo a todos los hijos de Dios en todas partes del universo. Solamente es posible hablar al mismo tiempo a los creyentes que viven en un solo lugar. Tenemos ante nosotros, claramente, dos aspectos diferentes de la iglesia, a saber, la iglesia y las iglesias, la iglesia universal y las iglesias locales. La iglesia es invisible; las iglesias son visibles. La iglesia no tiene organización; las iglesias están organizadas. La iglesia es espiritual; las iglesias son espirituales y a la vez físicas. La iglesia es puramente un organismo; las iglesias son un organismo, y a la vez, están organizadas, lo cual se ve por el hecho de que los ancianos y los diáconos tienen oficios dentro de ellas. (Sería bueno que, durante toda la lectura de este libro el lector distinguiera claramente entre la iglesia y la iglesia). Todas las dificultades de la iglesia surgen en relación con las iglesias locales, no con la iglesia universal. Esta es invisible y espiritual y, por tanto, está fuera del alcance del hombre, mientras que aquéllas son visibles y organizadas y, por lo mismo, todavía están expuestas a ser tocadas por manos humanas. La iglesia celestial está tan lejos del mundo que puede permanecer sin ser afectada por él, pero las iglesias terrenales están tan cerca de nosotros, que si allí se suscitan problemas los sentimos agudamente. La iglesia invisible no prueba nuestra obediencia hacia Dios, pero las iglesias visibles sí nos prueban severamente al enfrentarnos con asuntos en el nivel intensamente práctico de nuestra vida terrenal.
LA BASE DE LAS IGLESIAS
En la Palabra de Dios encontramos “la iglesia de Dios” (1 Co. 10:32), en singular, pero encontramos que la misma Palabra se refiere a “las iglesias de Dios” en plural (1 Ts. 2:14). ¿Cómo fue que esta unidad se convirtió en pluralidad? ¿Cómo se ha hecho muchas la iglesia que es esencialmente una? La iglesia de Dios ha sido dividida en las iglesias de Dios sobre el terreno único de la diferencia de localidad. (La palabra “dividida” es empleada aquí en el sentido más puro). La localidad es la única base bíblica para la división de la iglesia en iglesias. Las siete iglesias en Asia que se mencionan en el libro de Apocalipsis eran: la iglesia en Efeso, la iglesia en Esmirna, la iglesia en Pérgamo, la iglesia en Tiatira, la iglesia en Sardis, la iglesia en Filadelfia y la iglesia en Laodicea. Eran siete iglesias, no una. Cada una era distinta de las otras con base en la diferencia de localidad. Era solamente debido a que los creyentes no residían en un solo sitio que no pertenecían a una sola iglesia. Había siete iglesias diferentes, sencillamente porque los creyentes vivían en siete diferentes sitios. Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea claramente son nombres de lugares. No solamente las siete iglesias en Asia fueron fundadas sobre la base de localidad, sino que todas las iglesias mencionadas en las Escrituras fueron fundadas sobre la misma base. En ninguna parte en la Palabra de Dios podemos encontrar nombre alguno ligado a una iglesia salvo el nombre de un lugar; por ejemplo: la iglesia en Jerusalén, la iglesia en Listra, la iglesia en Derbe, la iglesia en Colosas, la iglesia en Troas, la iglesia en Tesalónica, la iglesia en Antioquía. Que en las Escrituras ningún otro nombre sino el nombre de una localidad está ligado a una iglesia, y la división de la iglesia en iglesias es efectuada únicamente sobre el terreno de la diferencia de localidad es un hecho que no puede enfatizarse lo suficiente. Espiritualmente la iglesia de Dios es una, por tanto no puede ser dividida, pero físicamente sus miembros están dispersos por todo el mundo, y por lo tanto no es posible que vivan en un solo lugar. (La aversión de ciertos autores al uso de la palabra “miembro” en conexión con la palabra “iglesia” es nada más que un asunto de términos y no de hechos). Con todo, es esencial que haya una reunión física de los creyentes. No es suficiente que ellos estén presentes “en el espíritu”; también deben estar presentes “en la carne.” Ahora, una iglesia está compuesta de todos “los llamados afuera, reunidos” en un solo lugar para adoración, oración, comunión y ministerio. Reunirse así es absolutamente indispensable para la vida de la iglesia. Sin reunirse, puede haber creyentes dispersos en la región, pero en realidad no hay iglesia. La iglesia existe porque sus miembros existen, y no requiere que ellos se reúnan de un modo físico; pero es esencial para la existencia misma de una iglesia que sus miembros se reúnan de una manera física. Es en este sentido que se usa la palabra “iglesia” en 1 Corintios 14. La frase “en la iglesia” (vs. 19, 23, 38) significa “en las reuniones de la iglesia”. Una iglesia es una iglesia reunida. Estos creyentes no están separados de otros creyentes en ningún aspecto sino en el de los lugares donde viven. Mientras continúen en la carne estarán limitados por el espacio, y esta limitación física, que naturalmente hace imposible que el pueblo de Dios se reúna en un solo lugar, es la única base autorizada por Dios para la formación de iglesias separadas. Los cristianos pertenecen a diferentes iglesias por la única razón de que viven en diferentes lugares. Esa división es meramente externa. En realidad la iglesia como Cuerpo de Cristo no puede ser dividida; por tanto, aun cuando la Palabra de Dios se refiere a las diferentes asambleas de Su pueblo, los sitios varían, pero todavía es “la iglesia” en cada uno de estos lugares, tales como, “la iglesia en Efeso”, “la iglesia en Esmirna”, “la iglesia en Pérgamo”. En el Nuevo Testamento hay un método y solamente uno para dividir la iglesia en iglesias, y ese método ordenado por Dios es la división sobre la base de localidad. Todos los demás métodos son fabricados por el hombre, no dados por Dios. Que el Espíritu de Dios grabe profundamente esta verdad en nuestros corazones, que la única razón para la división de los hijos de Dios entre diferentes iglesias se debe a los diferentes lugares donde ellos viven. ¿Qué es una iglesia neotestamentaria? No es un edificio, un salón para predicar el evangelio, un centro de predicación, una misión, una obra, una organización, un sistema, una denominación, ni una secta. La gente puede aplicar el término “iglesia” a cualquiera de las entidades que acabamos de mencionar; sin embargo, no son iglesias. Una iglesia neotestamentaria es la reunión para adoración, oración, comunión, y edificación mutua, de todo el pueblo de Dios en una localidad dada, basada en el hecho de que son cristianos en la misma localidad. La iglesia es el Cuerpo de Cristo; una iglesia es el Cuerpo de Cristo en miniatura. Todos los creyentes que están en una localidad forman la iglesia en esa localidad, y de una manera pequeña, deben manifestar lo que la iglesia debe manifestar. Ellos son el Cuerpo de Cristo en esa localidad, así que tienen que aprender cómo estar bajo el Señor como Cabeza y cómo manifestar unidad entre todos los miembros, vigilando cuidadosamente que no haya cismas ni divisiones.
LOS LÍMITES DE UNA LOCALIDAD
Hemos visto que todas las iglesias en las Escrituras son iglesias locales, pero, naturalmente, surge la pregunta: Conforme a las Escrituras, ¿qué es una localidad? Si notamos qué lugares son mencionados en la Palabra de Dios en relación con la fundación de las iglesias, entonces podremos determinar la extensión que debe tener un lugar para justificar que sea tomado como unidad para la formación de una iglesia. En las Escrituras las localidades que determinan los límites de una iglesia no son ni países, ni provincias ni distritos. En ninguna parte leemos de una iglesia nacional, o de una iglesia provincial, o de una iglesia distrital. Leemos de la iglesia en Efeso, la iglesia en Roma, la iglesia en Jerusalén, la iglesia en Corinto, la iglesia en Filipos y la iglesia en Iconio. Ahora, ¿qué clase de lugares eran Efeso, Roma, Jerusalén, Corinto, Filipos e Iconio? No son naciones, ni provincias ni distritos, sino simplemente lugares de tamaño conveniente para que la gente viva junta con cierta medida de seguridad y sociabilidad. En lenguaje moderno las llamaríamos ciudades. Que las ciudades eran los límites de las iglesias en los días apostólicos es evidente por el hecho de que, por una parte Pablo y Bernabé constituyeron “ancianos en cada iglesia” (Hch. 14:23), y por otra, Pablo ordenó a Tito que “estableciese ancianos en cada ciudad” (Tit. 1:5). En la Palabra de Dios no vemos iglesia alguna que se extienda más allá del área de una ciudad, ni encontramos una iglesia que no cubra el área completa. Una ciudad es la unidad bíblica de localidad. De los libros de Génesis y Josué aprendemos que las ciudades en tiempos pasados eran los lugares donde se agrupaba la gente para vivir; también eran la unidad más pequeña de la administración civil, y cada una poseía un nombre independiente. Cualquier lugar puede ser una unidad para la fundación de una iglesia si es un sitio en donde las personas se agrupan para vivir, un lugar con un nombre independiente, y un lugar que es la unidad política más pequeña. Un sitio así es una ciudad en el sentido bíblico, y es el límite de una iglesia local. Las ciudades grandes, como Roma y Jerusalén, son unidades solamente, y a su vez ciudades pequeñas como Iconio y Troas también son unidades. Aparte de tales lugares donde la gente tiene una vida de comunidad, no hay otra unidad bíblica de las iglesias de Dios. Naturalmente se suscitarán preguntas en relación con ciudades grandes como Londres. ¿Se considerarían como una unidad de localidad o como más de una? Está claro que Londres no es una ciudad en el sentido bíblico del término y, por tanto, no puede considerarse como una unidad. Aun personas que viven en Londres hablan de ir “a la ciudad” o “al centro”, lo cual revela el hecho de que en su pensamiento, Londres y “la ciudad” no son sinónimos. Las autoridades políticas y postales, lo mismo que el hombre común, consideran a Londres como más de una unidad. Ellos la dividen respectivamente en municipios y distritos postales. Lo que ellos tienen por una unidad administrativa, lo podemos considerar nosotros como unidad eclesiástica. Tocante a los parajes campestres que técnicamente no podrían llamarse ciudades, también pueden considerarse como unidades de localidad. Se dice de nuestro Señor, mientras estuvo en la tierra, que El pasaba por ciudades y aldeas (Lc. 13:22), de lo que se desprende que los parajes campestres, lo mismo que los pueblos pequeños, son considerados como unidades separadas. Esta división de las iglesias, según la localidad, es una demostración de la maravillosa sabiduría de Dios. Si Dios hubiera ordenado que la iglesia fuera dividida en iglesias, teniendo al país como límite, entonces en el caso de que un país fuera derrotado e incorporado por otro país, la iglesia entonces tendría que cambiar su esfera. Si una provincia marcara el límite de una iglesia, la esfera de las iglesias cambiaría a menudo a causa de los frecuentes cambios del límite provincial. Lo mismo se aplica a un distrito. La más estable de todas las unidades políticas es una aldea, pueblo, o ciudad. Los gobiernos, dinastías y países pueden cambiar, pero rara vez las ciudades son afectadas por algún cambio político. Hay ciudades que han pasado de un país a otro y han conservado su nombre original, y existen ciudades hoy que han retenido el mismo nombre por siglos. Así que vemos la sabiduría divina en decretar que una localidad determinase el límite de una iglesia. Puesto que los limites de una localidad señalan los límites de una iglesia, entonces ninguna iglesia puede ser más estrecha que una localidad, y ninguna más amplia. La Palabra de Dios reconoce únicamente a dos iglesias, la iglesia universal y la iglesia local; no hay una tercera iglesia cuya esfera sea más estrecha que la local, o bien, más amplia que la local y aún así más estrecha que la iglesia universal. Una iglesia local no admite ninguna posible división, y no admite ningún posible ensanchamiento. Uno no puede reducir su esfera dividiéndola en varias iglesias menores, ni puede uno ampliar su esfera vinculando varias iglesias locales. Cualquier iglesia menor que una iglesia local no es una iglesia bíblica, y cualquier iglesia mayor que una iglesia local, y sin embargo más pequeña que la iglesia universal, tampoco es una iglesia bíblica.
NO MÁS PEQUEÑA QUE UNA LOCALIDAD
Leemos en 1 Corintios 1:2 de la “iglesia de Dios que está en Corinto”. Corinto era una unidad básica de localidad y la iglesia en Corinto era una iglesia de unidad básica. Cuando entró la discordia y sus miembros estaban a punto de fragmentar la iglesia en cuatro facciones diferentes, Pablo les escribió reprendiéndolos: “Cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo…¿No sois carnales?” (1 Co. 1:12; 3:4). Si estas personas hubieran formado cuatro grupos diferentes, hubieran sido sectas, no iglesias, porque Corinto era una ciudad, y esa es la unidad más pequeña que amerita la formación de una iglesia. La iglesia de Dios en Corinto no podía cubrir una área menor que toda la ciudad ni podía incluir un número de cristianos menor que el de todos los cristianos que vivían allí. Esta es la definición de la iglesia en Corinto que da Pablo: “a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos” (1:2). Formar una iglesia en una área menor que la unidad de localidad es formarla sobre una base más pequeña que la unidad bíblica y se sobreentiende que no puede ser una iglesia bíblica. Cualquier grupo de creyentes que sea más pequeño que el de todos los creyentes en un lugar, no está calificado para ser una iglesia separada. La medida básica de la iglesia debe corresponder con la unidad de la localidad. Una iglesia debe cubrir la misma área que la localidad en la que se halla. Si una iglesia es más pequeña que la localidad, entonces no es una iglesia bíblica; es una secta. Decir: “Yo soy de Pablo”, o “yo soy de Cefas” es obviamente sectario, pero decir “yo soy de Cristo” es sectario también, aunque menos obvio. La confesión, “soy de Cristo” es buena como tal pero no es una base adecuada para formar una iglesia separada, puesto que excluye a algunos de los hijos de Dios en una localidad determinada, al incluir solamente a cierto grupo que dice “yo soy de Cristo”. Que todo creyente pertenece a Cristo es un hecho, sea que se declare o no; y diferenciar entre aquellos que lo proclaman y aquellos que no, es condenado por Dios como carnal. Es el hecho lo que importa, no la declaración del hecho. La esfera de una iglesia en cualquier lugar no incluye sólo a aquellos que dicen “yo soy de Cristo”, sino a todos los que en ese lugar son de Cristo. Se extiende por toda el área de la localidad e incluye a todos los cristianos de la localidad. Tomar la posición de que uno pertenece exclusivamente a Cristo es perfectamente correcto, pero hacer división entre cristianos que asumen esa postura y cristianos que no, es completamente incorrecto. Llamar sectarios a aquellos que dicen “yo soy de Pablo” o “yo soy de Cefas”, y sentirnos superiores espiritualmente al separarnos de ellos y tener comunión solamente con aquellos que dicen “yo soy de Cristo”, nos hace culpables del mismo pecado que condenamos en otros. Si hacemos el no-sectarismo la base de nuestra comunión, entonces estamos dividiendo la iglesia sobre un terreno que no es el ordenado por Dios, y así formamos otra secta. El terreno bíblico para una iglesia es una localidad, no el no-sectarismo. Cualquier comunión que no sea tan amplia como la localidad es sectaria. Todos los cristianos que viven en el mismo lugar que yo, están en la misma iglesia que yo, y no me atrevo a excluir a ninguno. Reconozco como mi hermano, y como un miembro juntamente conmigo de mi iglesia, a todo hijo de Dios que vive en mi localidad. En Jerusalén había un gran número de creyentes. Leemos de una multitud que se convirtió al Señor; sin embargo, son mencionados todos ellos como la iglesia en Jerusalén, no las iglesias en Jerusalén. Jerusalén era un solo lugar; por tanto podía tomarse únicamente como una sola unidad para la fundación de una sola iglesia. Uno no puede dividir la iglesia a menos que divida el lugar. Si solamente hay una localidad, solamente puede haber una iglesia. En Corinto sólo estaba la iglesia en Corinto; en Hankow, existe solamente la iglesia en Hankow. No leemos de iglesias en Jerusalén, ni de iglesias en Corinto. Cada una de éstas se contaba como un solo lugar, así que era lícito tener sólo una iglesia en cada lugar. Mientras que Jerusalén, Efeso y Corinto permanezcan como unidades de localidad, así permanecerán como unidades de iglesia. Si una localidad es indivisible, entonces la iglesia formada en esa localidad es indivisible.
NO MÁS GRANDE QUE UNA LOCALIDAD
Acabamos de ver que los límites de una iglesia no pueden ser más estrechos que la localidad a la que pertenece. Por otro lado, sus límites no pueden ser más amplios que la localidad. En la Palabra de Dios nunca leemos de la iglesia en Macedonia, la iglesia en Galacia, la iglesia en Judea, o la iglesia en Galilea. ¿Por qué? Porque Macedonia y Galilea son provincias, y Judea y Galacia son distritos. Una provincia no es una unidad bíblica de localidad, y tampoco lo es un distrito. Ambos incluyen varias unidades; por lo tanto, incluyen varias iglesias separadas y no constituyen una iglesia. Una iglesia provincial o una iglesia distrital no es una iglesia conforme a las Escrituras, puesto que no se divide según el terreno de localidad, sino que combina un número de localidades. Es debido a que todas las iglesias bíblicas son iglesias locales que no hay mención de iglesias estatales, iglesias provinciales, ni iglesias distritales en la Palabra de Dios. “Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria” (Hch. 9:31). El Espíritu Santo no hablaba aquí de la iglesia sino de las iglesias. Por el hecho de que había varias localidades, también había varias iglesias. No era el plan de Dios unir las iglesias de diferentes sitios en una sola, sino tener una iglesia separada en cada lugar. Había tantas iglesias como lugares. “Y pasó por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias” (Hch. 15:41). Otra vez la referencia no es a una sola iglesia, porque Siria y Cilicia eran distritos vastos, cada uno de los cuales abarcaba un gran número de localidades diferentes. En los círculos políticos se permite unir muchos diferentes lugares como un distrito y llamarlo Siria o Cilicia, pero Dios no une a los creyentes de varios lugares diferentes y los llama la iglesia en Siria o la iglesia en Cilicia. Puede haber uniones o fusiones en el mundo comercial o político, pero Dios no aprueba agrupamiento alguno entre las iglesias. Cada sitio separado necesita tener una iglesia separada.
“Todas las iglesias de los gentiles” (Ro. 16:4). Las iglesias de Dios no fueron formadas según delineamientos nacionales sino sobre los de la localidad, así que no se menciona la iglesia de los gentiles, sino las iglesias de los gentiles. “Las iglesias de Asia os saludan” (1 Co. 16:19). “Las iglesias de Macedonia” (2 Co. 8:1). “Las iglesias de Galacia” (Gá. 1:2). “Y no era conocido de vista a las iglesias de Judea, que eran en Cristo” (Gá. 1:22). Asia, Macedonia, Galacia y Judea eran regiones que abarcaban más de una unidad de localidad; por tanto, la Palabra de Dios se refiere a las iglesias en estas regiones. Una iglesia conforme al pensamiento divino es siempre una iglesia en una localidad; cualquier otra clase de iglesia es un producto de la mente humana. Dios no autoriza división de la iglesia dentro de ninguna localidad, y El no aprueba una combinación denominacional de las iglesias en varias localidades. En las Escrituras siempre hay una iglesia en un sitio; nunca varias iglesias en un solo lugar ni una sola iglesia en varios lugares. Dios no reconoce ninguna comunión de Sus hijos que esté sobre una base más pequeña o más grande que la de una localidad. Nanking es una ciudad, así como Suchow. Debido a que cada una es una unidad separada, entonces cada una tiene una iglesia separada. Los dos lugares están en el mismo país, y hasta en la misma provincia, pero, puesto que son dos ciudades separadas, deben formar dos iglesias separadas. Políticamente, Glasgow y Nanking no pertenecen a la misma provincia; ni siquiera a la misma nación; con todo, la relación entre Nanking y Suchow es exactamente la misma que entre Nanking y Glasgow. Nanking y Suchow son unidades tan verdaderamente separadas como Nanking y Glasgow. En la división de las iglesias no surge la cuestión de país o provincia; todo es asunto de ciudades. Dos ciudades de la misma nación o de la misma provincia no tienen una relación más cercana que dos ciudades de diferentes países o de diferentes provincias. La intención de Dios es que una iglesia en una localidad cualquiera debe ser una unidad, y en sus relaciones de la una con la otra las diferentes iglesias deben conservar su carácter local. Cuando el pueblo de Dios en todo el mundo vea realmente el carácter local de las iglesias, entonces apreciará su unidad en Cristo más que nunca. Las iglesias de Dios son locales, intensamente locales. Si algún factor entra a destruir ese carácter local, entonces dejan de ser iglesias bíblicas.
LA INDEPENDENCIA DE LAS IGLESIAS
Nunca fue el propósito de Dios que varias iglesias en diferentes sitios fueran reunidas bajo alguna denominación u organización, sino más bien que cada una fuera independiente de las otras. Sus responsabilidades debían ser independientes y asimismo sus gobiernos. Cuando nuestro Señor envió mensajes a Sus hijos en Asia, El no se dirigió a ellos como “la iglesia en Asia”, sino como “las siete iglesias que están en Asia”. Su reprensión a Efeso no podía aplicarse a Esmirna, porque Esmirna era independiente de Efeso. La confusión en Pérgamo no podía atribuirse a Filadelfia, porque Filadelfia era independiente de Pérgamo. El orgullo de Laodicea no podía imputarse a Sardis, porque Sardis era independiente de Laodicea. Cada iglesia se apoyaba sobre sus propios méritos y llevaba su propia responsabilidad. Ya que los hijos de Dios vivían en siete diferentes ciudades, ellos consecuentemente pertenecían a siete diferentes iglesias. Y puesto que una era independiente de la otra, cada una tenía su propio elogio o exhortación o reprensión especiales. Y no solamente había estas siete iglesias en la tierra, había siete candeleros que las representaban en el cielo. En el Antiguo Testamento había un solo candelero con siete diferentes brazos pero en el Nuevo Testamento había siete candeleros distintos. Si la representación en el Nuevo Testamento hubiera sido igual que en el Antiguo, entonces los creyentes en las siete iglesias de Asia habrían podido unirse para formar una sola iglesia; pero hay ahora siete candeleros separados, cada uno en su propia base, así que el Señor puede andar “en medio de los siete candeleros” (Ap. 2:1). Por tanto, aunque todas las iglesias están sujetas a la autoridad de la única Cabeza y expresan la vida del único Cuerpo, (porque todas son de oro) de todos modos, no están unidas por ninguna organización externa, sino que cada una descansa sobre su propia base, llevando su propia responsabilidad, y manteniendo su independencia local.
ENTRE LAS IGLESIAS
Esto no implica que las diferentes iglesias locales no tengan nada que ver la una con la otra, y que cada una sencillamente pueda hacer lo que le plazca sin tomar en consideración a las otras, porque el terreno de la iglesia es el terreno del Cuerpo. Aunque hay unidades de iglesia en la administración externa, con todo, su vida interior es una, y el Señor ha hecho que sus miembros sean miembros de un solo Cuerpo. No hay una organización externa que los reúna en una agrupación grande, pero hay un fuerte lazo interno que los une en el Señor. Tienen una unidad de vida que no sabe de los confines de una localidad, y que guía a las iglesias separadas a la acción uniforme, a pesar de la ausencia de toda organización externa. En organización las iglesias son totalmente independientes una de otra, pero en vida son uno, y consecuentemente, interdependientes. Si una iglesia recibe revelación, las otras deberían aprovechar el beneficio de esto. Si una está en dificultad, las otras deberían acudir a socorrerla. Pero, mientras que las iglesias ministran unas a otras, deben conservar siempre su independencia de gobierno y responsabilidad. Por un lado, cada iglesia está directamente bajo la autoridad del Señor y responde sólo a El; por otro, cada una debe escuchar no sólo el hablar directo de El, sino Su hablar por medio de las demás. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”, es el mandato de nuestro Señor a todas (Ap. 2 y 3). En la introducción de Sus cartas a las siete iglesias encontramos a nuestro Señor dirigiéndose al ángel de cada iglesia, pero en su conclusión encontramos que Su mensaje a una iglesia en particular también era un mensaje a todas las iglesias. De esto se deduce claramente que lo que una iglesia debe hacer, todas las iglesias deben hacerlo. La responsabilidad de las iglesias es individual, pero sus acciones deben ser uniformes. Esta balanza de verdad debe ser conservada cuidadosamente. Encontramos la misma enseñanza en las epístolas. “Por esto mismo os he enviado a Timoteo…el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias” (1 Co. 4:17). Se pide a los corintios que atesoren en sus corazones lo que Pablo ha enseñado “en todas partes y en todas las iglesias”. No hay una clase de instrucción para Corinto, y otra clase de instrucción para otro lugar. Lo que los apóstoles han estado enseñando a algunas de las iglesias, también debe ser considerado por los creyentes de otras iglesias. Y eso se aplica a los mandamientos lo mismo que a temas doctrinales. “Pero cada uno como el Señor le repartió…así haga; esto ordeno en todas las iglesias” (1 Co. 7:17). El Señor nunca podría dar un mandamiento a una iglesia que en alguna forma contradijera Sus órdenes a otra iglesia. Sus exigencias para un grupo de Sus hijos eran Sus exigencias para todos Sus hijos. “Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios” (1 Co. 11:16). La iglesia en Corinto se inclinaba a seguir sus propias tendencias individualistas. Todas las otras iglesias proseguían juntamente con el Señor. Sólo Corinto no llevaba el paso; así que Pablo procuraba alinearla con las otras. ¡Qué lamentable! Hoy, no solamente una iglesia se ha apartado del camino de Dios, sino la mayoría de las que se llaman iglesias. Es una tragedia que hoy la exhortación a seguir todas “las iglesias” nos llevaría no hacia la voluntad de Dios sino hacia fuera de ella. “En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia” (1 Co. 16:1). Esencialmente, Pablo está diciendo: “Aunque vosotros sois independientes de las otras iglesias, con todo, no debéis desatender el ejemplo de ellas”. Una disposición para ayudar la una a la otra y para aprender la una de la otra debería marcar las relaciones entre las diversas iglesias. Las iglesias que tienen menos experiencia deberían estar dispuestas a aprender lo que las iglesias más maduras han aprendido del Señor. “Porque vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea”, escribía Pablo a los tesalonicenses (1 Ts. 2:14). La iglesia en Tesalónica era más joven que las iglesias en Judea; por tanto, era propio que aprendieran de ellas. Hay un hermoso equilibrio en la enseñanza de la Palabra de Dios acerca de la relación entre las diferentes iglesias. Por un lado, son totalmente independientes una de otra en asuntos relacionados con la responsabilidad, el gobierno y la organización. Por otro lado, deben aprender una de la otra y proseguir al mismo paso una con otra. Pero en todas las cosas es indispensable tener tanto la dirección del Espíritu Santo como el modelo en la santa Palabra de Dios.
LA CORTE MÁS ALTA
Puesto que hay una relación espiritual entre las diferentes iglesias locales, ninguna iglesia debe apartarse siguiendo una tendencia individualista y así, aprovechándose de su independencia, decidir cosas conforme a lo que le plazca. Antes bien, cada una debe cultivar una relación con las otras iglesias, buscando su solidaridad y trabajando con su bienestar espiritual en consideración. Por otra parte, puesto que cada una es totalmente independiente de la otra, la decisión de una iglesia en una localidad es completamente definitiva. No hay una corte más alta de apelación; la corte local es la corte suprema. No hay organización a cuyo control tenga que someterse, ni hay organización alguna sobre la cual ejerza control. No tiene superiores ni subordinados. Si alguna persona es recibida o rechazada por una iglesia local, su sentencia en el asunto debe tomarse como absolutamente decisiva. Aun si la decisión fuera errónea, lo único que se puede hacer es apelar para la reconsideración del caso. La iglesia local es la más alta autoridad eclesiástica. Si otras iglesias objetan sus decisiones, todo lo que ellas pueden hacer es recurrir a la persuasión y a la exhortación. No hay ningún curso alternativo porque la relación que existe entre las iglesias es enteramente espiritual y no oficial. Si un hermano que ha sido disciplinado en Nanking se traslada a Suchow, y allí prueba su inocencia del cargo del cual fue acusado, entonces Suchow tiene plena autoridad para recibirlo, a pesar de la sentencia de Nanking. Suchow es responsable de sus acciones ante Dios, no ante Nanking. Suchow es una iglesia independiente, y, por tanto, tiene plena autoridad para obrar como crea mejor. Pero, debido a que hay una relación espiritual con Nanking, sería mejor que al hermano en cuestión no se le recibiera antes de que se le notificara a Nanking del error de su decisión. Si la relación de Nanking con el Señor está bien, entonces atenderá a lo que Suchow tenga que decir. Pero si rehusa hacerlo, Suchow no tiene ningún derecho de tener algo en contra de Nanking, porque Nanking como iglesia local es responsable directa y únicamente ante el Señor y tiene plena autoridad para recibir y actuar con independencia de Suchow. Si las iglesias son espirituales, no habrá ninguna dificultad en sus relaciones unas con otras. Pero si no lo son, y surgen dificultades, no debemos procurar resolverlas interfiriendo en modo alguno con su independencia, porque ha sido ordenado por el Dios de toda sabiduría. Ninguna iglesia es superior a otra en organización, ni es mayor en autoridad. Muchos cristianos consideran a Jerusalén como la iglesia madre que posee la autoridad suprema, pero tal concepto tiene su origen en la mente humana, no en la Palabra divina. Cada iglesia es gobernada localmente y es responsable directamente ante Dios, no ante ninguna otra iglesia u organización. Una iglesia local es la institución cristiana más alta en la tierra. Ninguna hay sobre ella a la que se pueda hacer apelación. Una iglesia local es la menor unidad bíblica, pero también es la mayor organización bíblica. Las Escrituras no autorizan ninguna centralización en Roma que pueda darle autoridad alguna sobre otras iglesias locales. Esta es la salvaguarda de Dios contra cualquier usurpación de los derechos de Su Hijo. Cristo es la Cabeza de la iglesia, y no hay otra cabeza, ni en el cielo ni en la tierra. Debe haber una relación espiritual entre las iglesias si se ha de preservar el testimonio del Cuerpo, pero a la vez debe haber una independencia absoluta de gobierno si se ha de mantener el testimonio de la Cabeza. Cada iglesia está bajo el control inmediato de Cristo y es directamente responsable sólo ante El. Entonces, ¿por qué, cuando surgió una pregunta relacionada con la circuncisión, fueron Pablo y Bernabé a Jerusalén a ver a los apóstoles y ancianos allí? Porque aquellos que eran responsables por la enseñanza errónea en Antioquía, habían venido de Jerusalén. Jerusalén fue el lugar donde se originó este problema; por lo tanto, fue a Jerusalén a donde los apóstoles se dirigieron para resolverlo. Si un muchacho fuera descubierto en una travesura, reportaríamos sus malas acciones a su padre. Al ir a Jerusalén, Pablo y Bernabé llevaban el caso ante aquellos que tenían el control de los hermanos que habían causado el disturbio, y una vez que llevaron el asunto a la fuente responsable, se efectuó un arreglo rápido. Los ancianos en cuestión no eran los ancianos en Jerusalén, sino los ancianos de Jerusalén; y los apóstoles no eran los apóstoles de Jerusalén, sino los apóstoles en Jerusalén. Aquéllos eran los representantes de la iglesia; éstos, los representantes de la obra. Pablo y Bernabé refirieron el asunto a los apóstoles y ancianos, porque los apóstoles habían sido responsables por la enseñanza en las iglesias, y los ancianos por cualquier decisión dada sobre los asuntos locales. Cuando los apóstoles tanto como los ancianos rechazaron la responsabilidad con respecto a la enseñanza propagada por los hermanos alborotadores que habían salido de Jerusalén, Pablo y Bernabé pudieron enseñar a las diferentes iglesias en sus visitas subsecuentes a los diferentes lugares “las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén” (Hch. 16:4). No debemos inferir por esto que los ancianos de Jerusalén tenían alguna autoridad sobre otras iglesias, sino simplemente que ellos, tanto como los apóstoles, rechazaron la enseñanza de aquellos que salieron de entre ellos. Además, en Jerusalén algunos de los apóstoles ocupaban el doble oficio de anciano y apóstol.
COMO CONSERVAR EL CARÁCTER LOCAL DE LAS IGLESIAS
Puesto que las iglesias de Dios son locales, debemos tener cuidado en conservar su carácter local, su esfera local, y sus límites locales. Una vez que una iglesia pierde éstos, deja de ser una iglesia bíblica. Dos cosas requieren atención especial si ha de salvaguardarse el carácter local de una iglesia. En primer lugar, ningún apóstol debe ejercer control en calidad oficial alguna sobre una iglesia. Eso es contrario al orden de Dios, y destruye su carácter local al poner el sello de un ministro extra-local sobre ella. Ningún apóstol tiene autoridad para establecer una iglesia privada en ningún lugar. La iglesia pertenece a la localidad, no al obrero. Cuando la gente es salva por mediación de algún hombre, ellos pertenecen a la iglesia del lugar en donde viven, no al hombre a través del cual fueron salvos, ni a la organización que él representa. Si una o más iglesias son fundadas por determinado apóstol y ese apóstol ejerce autoridad sobre ellas como si pertenecieran a él o a su sociedad en un sentido especial, entonces esas iglesias se convierten en sectas, porque no se separan de otros cristianos (que hayan sido salvos por medio de otros apóstoles) sobre el terreno de la diferencia de la localidad, sino sobre el terreno de la diferencia de los medios de su salvación. Así los apóstoles se convierten en jefes de diferentes denominaciones, y su esfera resulta ser la esfera de sus denominaciones respectivas, mientras que las iglesias sobre las cuales ejercen control se convierten en sectas, cada una llevando la característica especial de su líder, en vez de la característica de una iglesia local. La epístola a los Corintios arroja luz sobre este tema. Había división entre los creyentes en Corinto sencillamente porque ellos no comprendían el carácter local de la iglesia e intentaban hacer a diferentes apóstoles —Pablo, Apolos y Cefas— el terreno de su comunión. Si hubieran entendido la base ordenada divinamente para la división de la iglesia, nunca hubieran podido decir: “Yo soy de Pablo” o “yo soy de Apolos”, o “yo de Cefas” porque, a pesar de su amor especial hacia ciertos líderes, ellos hubieran comprendido que no pertenecían a ninguno de ellos sino a la iglesia en la localidad en donde vivían.
Ningún obrero puede ejercer control sobre una iglesia ni darle su nombre a ella, o el nombre de la sociedad que él representa. La desaprobación divina siempre estará sobre “la iglesia de Pablo” o “la iglesia de Apolos” o “la iglesia de Cefas.” En la historia de la iglesia ha sucedido con frecuencia, cuando Dios ha dado una luz o una experiencia especiales a algún individuo, que esa persona ha acentuado la verdad especial revelada o experimentada, y ha reunido en torno suyo gente que ha apreciado su enseñanza, con el resultado de que el líder, o la verdad que ha hecho resaltar, se ha convertido en el terreno de la comunión. Así se han multiplicado las sectas. Si el pueblo de Dios pudiera solamente ver que el objeto de todo ministerio es la fundación de iglesias locales y no el agrupamiento de cristianos alrededor de alguna persona, verdad o experiencia particulares, ni bajo alguna organización particular, entonces la formación de sectas se evitaría. Nosotros que servimos al Señor debemos estar dispuestos a soltar nuestros lazos sobre todos aquellos a quienes hemos ministrado, y permitir que todos los frutos de nuestro ministerio pasen a las iglesias locales gobernadas totalmente por hombres locales. Debemos ser escrupulosamente cuidadosos en no permitir que el colorido de nuestra personalidad destruya el carácter local de la iglesia, y siempre debemos servir a la iglesia, nunca controlarla. Un apóstol es siervo de todos y amo de nadie. Ninguna iglesia pertenece al obrero; pertenece a la localidad. Si los hombres utilizados por Dios durante toda la historia de la iglesia, hubieran visto claramente que todas las iglesias de Dios pertenecen a sus respectivas localidades y no al obrero u organización utilizados en su fundación, no tendríamos hoy tantas diferentes denominaciones. Otra cosa es esencial para la conservación del carácter local de la iglesia: su esfera no debe ampliarse más que la esfera de la localidad. El método actual de vincular grupos de creyentes de diferentes lugares que mantienen los mismos conceptos doctrinales, e incorporarlos en una iglesia, no tiene fundamento bíblico. Lo mismo sucede con la costumbre de considerar a una misión como centro, uniendo a todos los salvos o auxiliados por ellos para constituir una “iglesia” de esa misión. Tales “iglesias” en realidad son sectas, porque están circunscritas por los límites de un credo particular o una misión especial, no por los límites de la localidad ni dentro de ella. La razón por la cual Dios no aprueba el establecimiento de iglesias que combinen grupos de creyentes de diferentes lugares, es que así se destruye la base ordenada divinamente para la formación de iglesias. Cualquier “iglesia” formada con una misión como su centro está destinada a ser otra cosa que una iglesia local, porque dondequiera que hay un centro hay también una esfera, y si el centro de la iglesia es una misión, entonces obviamente su esfera no es la esfera bíblica de localidad sino la esfera de la misión. Claramente carece de la característica de una iglesia y sólo puede ser considerada como una secta. En el propósito de Dios, Jesucristo es el centro de todas las iglesias, y la localidad es la esfera de ellas. Siempre que un líder especial, o una doctrina específica, o alguna experiencia, credo u organización, llega a ser un centro para reunir a los creyentes de diferentes lugares, entonces, debido a que el centro de tal federación eclesiástica no es Cristo, se entiende que su esfera no será la esfera local. Y en dondequiera que la esfera de localidad divinamente designada es desplazada por una esfera de invención humana, no puede reposar la aprobación divina. Los creyentes dentro de tal esfera tal vez amen verdaderamente al Señor, pero tienen otro centro aparte de El, y es natural que el segundo centro se convierta en el que controla. Es contrario a la naturaleza humana hacer hincapié en lo que tenemos en común con otros; siempre ponemos énfasis a lo nuestro en particular. Cristo es el centro común de todas las iglesias, pero cualquier grupo de creyentes que tenga un líder, una doctrina, una experiencia, un credo o una organización como centro de comunión, encontrará que ese centro se convierte en el centro, y es aquel centro por el cual determinan quiénes pertenecen a ellos y quiénes no. El centro siempre determina la esfera, y un segundo centro creará una esfera que divide los que se adhieran a ese centro de los que no. Cualquier cosa que llegue a ser un centro para unir a los creyentes de diferentes lugares, creará una esfera que incluye a todos los creyentes que se adhieran a ese centro y excluirá a todos los que no lo hagan. Esta línea divisoria destruirá el límite de localidad señalado por Dios y, en consecuencia, destruirá la naturaleza misma de las iglesias de Dios. Así que los hijos de Dios deben cuidarse de tener otro centro de unión aparte de Cristo, porque cualquier unión extra-local de creyentes alrededor de un centro que no sea el Señor amplía la esfera de comunión más allá de la esfera de localidad perdiéndose así la característica específica de las iglesias de Dios. ¡No hay otras iglesias en las Escrituras sino las iglesias locales!
LOS BENEFICIOS DE LA INDEPENDENCIA
El método divino de hacer la localidad la línea divisoria entre las diferentes iglesias tiene varias ventajas obvias: (1) Si cada iglesia es gobernada localmente y toda autoridad está en las manos de los ancianos locales, no hay cabida para que un falso profeta hábil y ambicioso, despliegue su ingenio organizativo al incorporar los diferentes grupos de creyentes en una sola federación vasta, y luego satisfacer su ambición al constituirse a sí mismo como su cabeza. Roma nunca podría desplegar el poderío que tiene hoy si las iglesias de Dios hubieran conservado su terreno local. Donde las iglesias no están afiliadas y donde la autoridad local está en las manos de los ancianos locales, un papa es una imposibilidad. Donde hay únicamente iglesias locales no puede haber una iglesia Romana. Es la federación de diferentes compañías de creyentes lo que ha introducido males en la iglesia de Dios, tal como el entremeterse en la política. Hay poder en una “iglesia” confederada, pero es poder carnal, no espiritual. La intención de Dios para Su iglesia es que en la tierra ella sea como un grano de mostaza, llena de vitalidad y, sin embargo, casi imperceptible. Es la confederación lo que ha llevado a la iglesia de hoy al estado de Tiatira. El fracaso del protestantismo es que ha substituido a la iglesia de Roma por iglesias organizadas —estatales y disidentes— en lugar de regresar a las iglesias locales ordenadas divinamente. (2) Más aún, si las iglesias retienen su carácter local, la diseminación de la herejía y del error se evitarán, porque si una iglesia es local, la herejía y el error serán locales también. Roma es una ilustración magnífica del lado inverso de esta verdad. El predominio del error romano se debe a la confederación romana. La esfera de las iglesias confederadas es vasta; consecuentemente, el error está muy difundido. Es un asunto relativamente sencillo aislar un error en una iglesia local; pero aislar el error en una gran confederación de iglesias es una tarea completamente distinta. (3) La ventaja más grande de tener a la localidad como límite de las iglesias es que excluye toda posibilidad de que existan sectas. Usted puede tener sus doctrinas especiales y yo las mías, pero mientras nos dediquemos a mantener el carácter bíblico de las iglesias haciendo a la localidad la única línea divisoria entre ellas, será imposible para nosotros establecer alguna iglesia para la propagación de nuestras creencias particulares. Mientras una iglesia conserve su carácter local, estará protegida contra el denominacionalismo, pero tan pronto como lo pierde, estará virando en la dirección del sectarismo. Un creyente es sectario cuando pertenece a alguna persona o a alguna cosa aparte del Señor y la localidad. Sectas y denominaciones pueden ser establecidas sólo cuando el carácter local de la iglesia ha sido destruido. En la sabiduría de Dios El ha decretado que todas Sus iglesias sean locales. Este es el método divino para salvaguardarlas contra las sectas. Obviamente, este método sólo puede proteger a la iglesia contra el sectarismo en expresión. Todavía es posible que exista un espíritu sectario en una iglesia no-sectaria, y solamente el Espíritu de Dios puede enfrentarlo. Que aprendamos a andar conforme al Espíritu y no conforme a la carne, para que, tanto en la expresión externa como en la condición interna, las iglesias de Dios puedan agradarle a El.