El nuevo pacto 1952 PDF capitulo 3 Watchman Nee Audiolibro Book
UN ESQUEMA GENERAL DEL NUEVO PACTO
CAPÍTULO TRES
UN ESQUEMA GENERAL DEL NUEVO PACTO
Dios ha hecho muchos pactos con el hombre. Los pactos más conocidos son los que hizo con Noé, con Abraham, con Israel en Oreb después de que salieron de Egipto, con Israel en otras ocasiones (Dt. 29:1) y con David. Sin embargo, además de estos pactos, está el que Dios hizo con nosotros mediante el Señor Jesucristo, al cual se le conoce como el nuevo pacto. Aunque hay muchos pactos, los más importantes son el que Dios hizo con Abraham y éste que es llamado el nuevo pacto. Los otros abarcan una esfera más pequeña y tienen menor importancia.
EL NUEVO PACTO CONTINÚA EL PACTO HECHO CON ABRAHAM
El nuevo pacto es una continuación y desarrollo del pacto que Dios hizo con Abraham. Gálatas 3 nos muestra que tanto el nuevo pacto como el pacto hecho con Abraham siguen una misma línea. Entre el pacto de Abraham y el nuevo pacto está el pacto de la ley, el cual fue establecido con Israel (Gá. 3:15-17). Sin embargo, la ley fue añadida a causa de las transgresiones y es básicamente algo adicional (v. 19; Ro. 5:20). Sólo el pacto hecho con Abraham y el nuevo pacto son de la fe y de la promesa (Gá. 3:7, 9, 16, 17; He. 8:6). Por esta razón, siguen una misma línea.
Entre el pacto de Abraham y el nuevo pacto está el pacto de la ley que Dios hizo con Israel. A esto se refiere Hebreos 8:7 como el “primer pacto”, al cual también lo llamamos el viejo pacto. Este viejo pacto realmente no se refiere a los treinta y nueve libros que comúnmente llamamos el Antiguo Testamento, desde Génesis hasta Malaquías, sino que hablando con propiedad, el viejo pacto comienza en Éxodo 19 y continúa hasta la muerte del Señor Jesús. Las condiciones del viejo pacto eran bilaterales, y esta es la razón por la cual habían dos tablas del pacto en el Arca (Éx. 31:18). Si los hijos de Israel guardaban la ley, Dios los bendeciría; si quebrantaban la ley, Dios los castigaría. Éste es el viejo pacto. Sin embargo, antes del viejo pacto había uno anterior, el pacto que Dios hizo con Abraham, y el nuevo pacto no es una continuación del viejo pacto, sino la continuación del pacto hecho con Abraham.
EL PRIMER PACTO TIENE DEFECTOS
Hebreos 8:7 dice: “Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, no se hubiera procurado lugar para el segundo”. Esto nos dice que el primer pacto tiene defectos. En lo que se refiere a la naturaleza del primer pacto, “la ley es santa” (Ro. 7:12), “la ley es espiritual” (v. 14) y “la ley es buena” (1 Ti. 1:8). Pero en lo que se refiere a la función que cumple el primer pacto, se dice que “por medio de la ley es el conocimiento claro del pecado” (Ro. 3:20). “La ley no es de fe, sino que dice: ‘El que hace estas cosas vivirá por ellas’” (Gá. 3:12). Esto indica que la ley requiere que el hombre haga el bien, pero no le da al hombre la vida y el poder que necesita para hacer el bien: “Porque lo que la ley no pudo hacer, por cuanto era débil por la carne…” (Ro. 8:3). Así que, “por las obras de la ley ninguna carne será justificada delante de Él…” (3:20). En resumen, “nada perfeccionó la ley” (He. 7:19). Por tanto, el primer pacto tenía defectos.
Necesitamos ver que en Éxodo 19 al 24 se registran las palabras del pacto de Dios. Tres meses después de que los hijos de Israel salieron de Egipto llegaron al desierto de Sinaí. Allí pusieron sus tiendas al pie de la monte, y Moisés fue a Dios. Dios quería que él le dijera a los hijos de Israel: “Ahora, pues, si dais oído a Mi voz y guardáis Mi pacto, vosotros seréis Mi especial tesoro sobre todos los pueblos, porque mía toda la tierra […] Todo el pueblo respondió a una, diciendo: Haremos todo lo que Jehová ha dicho” (19:1-8). Después de que Moisés declaró todo el pacto a la congregación, “tomó la sangre, la roció sobre el pueblo y dijo: Ésta es la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas” (24:8).
En este pacto se encuentran tales palabras como: “No tendrás dioses ajenos delate de Mí. No te harás imagen ni ninguna semejanza […] No te inclinarás a ellas ni las honrarás” (20:3-5). ¿Podían los hijos de Israel hacer esto? Sabemos que incluso antes de que Moisés bajara de la montaña con las tablas del pacto, ellos ya estaban haciendo el becerro de oro y lo estaban adorando (32:1-8). Es decir, incluso antes que las tablas del pacto bajaran del monte, los hijos de Israel ya habían sido infieles al pacto. Éste era un defecto del primer pacto.
Después de esto, los hijos de Israel siguieron fracasando; no pudieron guardar el pacto de Dios. Ellos provocaron a Dios en el desierto. Le provocaron, le pusieron a prueba y vieron Sus obras cuarenta años. Sin embargo, siempre anduvieron extraviados en su corazón y no conocieron los caminos de Dios (He. 3:8-10). Vieron las “obras” de Dios, pero no conocían los “caminos” de Dios. Una vez más, éste era otro defecto del primer pacto.
“Porque encontrándoles defecto dice: ‘He aquí vienen días, dice el Señor, en que concertaré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; no conforme al pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos no permanecieron en Mi pacto, y Yo me desentendí de ellos, dice el Señor’” (8:8-9). Esto significa que Dios quería que ellos continuaran siendo fieles al pacto, pero ellos no pudieron serlo. En cierta ocasión decidieron seguir al Señor, pero no pudieron seguirle fielmente cada día. Aunque habían momentos en que ellos estaban avivados, no podían mantener su condición avivada día tras día. Éste era el defecto del primer pacto.
Pablo dijo: “Sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy de carne, vendido al pecado […] Pues yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (Ro. 7:14, 18). Esta experiencia que tuvo Pablo también nos dice que la ley en sí misma es espiritual, pero no puede hacer, por cuanto es débil por la carne (8:3). Eso también era un defecto del primer pacto.
EL NUEVO PACTO ES EL MEJOR PACTO
El primer pacto tenía defectos y ¿el segundo? El segundo pacto es el nuevo pacto (He. 8:7, 13), el cual ha sido establecido sobre mejores promesas (v. 6). El nuevo pacto no se escribe en tablas de piedra, sino en tablas de corazones de carne (2 Co. 3:3). El nuevo pacto imparte las leyes de Dios en la mente del hombre y las escribe sobre el corazón del hombre (He. 8:10). Es decir, en el nuevo pacto, el que exige algo de nosotros es Dios, y el que nos capacita para hacer la voluntad de Dios también es Dios. El nuevo pacto es un pacto en el cual Dios les da a los hombres la vida y el poder que necesitan para hacer el bien que Él les exige, de modo que Él pueda ser el Dios de ellos y ellos puedan ser Su pueblo (He. 8:10; Tit. 2:14). El nuevo pacto permite que el hombre conozca a Dios de manera más profunda y de forma interna, sin que ninguno enseñe a su prójimo (He. 8:11). Por tanto, el nuevo pacto es el pacto de la santificación (10:29), el mejor pacto (7:22; 8:6) y un pacto eterno (13:20). Debemos decir: “¡Aleluya! ¡Cuán dulce y cuán glorioso es el nuevo pacto! Ciertamente, ¡está lleno de gracia!”.
EL NUEVO PACTO INCLUYE LAS PROMESAS DE DIOS Y LOS HECHOS CUMPLIDOS POR DIOS
Hemos visto anteriormente que la palabra de gracia, la cual nos ha dado Dios, incluye las promesas de Dios, los hechos cumplidos de Dios y los pactos de Dios. También hemos visto que el pacto de Dios se incluye tanto las promesas como los hechos de Dios. Ahora veamos que las promesas de Dios y los hechos cumplidos por Dios están incluidos en el pacto de Dios. Las Escrituras nos muestran que el pacto de Dios equivale a las promesas de Dios, con la diferencia que la promesa fue hablada por la boca de Dios, y el pacto fue hecho por medio de un juramento (6:17). La promesa ata a Dios, y el pacto ata a Dios todavía más. Cuando Dios hizo un pacto con Abraham, juró por Sí mismo (vs. 13-14): “Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de Su consejo, interpuso juramento” (v. 17). Porque “juró el Señor, y no se arrepentirá” (7:21). Por tanto, un pacto limita a Dios y lo ata más que una promesa.
Hebreos 9:15-18 nos muestra claramente que el nuevo pacto consta de promesas y también de hechos. El versículo 16 dice: “Donde hay testamento, es necesario que conste la muerte del testador”. En el texto original, los términos “testamento” y “pacto” son la misma palabra. Por tanto, la palabra pacto tiene dos significados en las Escrituras: el primero es un pacto o contrato, y el segundo significa un testamento o última voluntad. Por tanto, podemos decir que el nuevo pacto es un pacto, como también un testamento.
Las promesas de Dios
Un pacto no se puede establecer si primero no se ha hecho una promesa. Todo pacto debe incluir una promesa. Una promesa ordinaria no necesariamente incluye arras, pero la promesa que ha sido pactada debe pasar por un proceso legal; debe estar protegida y hecha vigente por la ley. Por tanto, todo pacto que Dios hace conlleva una promesa de Dios. Aquellos que han sido enseñados a fondo por la gracia de Dios y los que le conocen profundamente, consideran que hay poca diferencia entre Sus promesas y Su pacto, porque saben que Dios es fiel como también justo. Creen que si Dios ha prometido algo, Él también lo cumplirá. No consideran necesario que todas Sus promesas pasen por un proceso legal. Para ellos, la promesa y el pacto de Dios son lo mismo. Sin embargo, para aquellos que son débiles en la fe, existe una gran diferencia entre la promesa de Dios y el pacto de Dios; les parece que el pacto es la garantía de que la promesa de Dios ciertamente será cumplida. No podemos decir que todas las promesas de Dios han llegado a ser pactos, pero sí nos atrevemos a decir que todos los pactos de Dios incluyen Sus promesas.
Hebreos 8:6 dice: “Ahora tanto más excelente ministerio ha obtenido, cuanto es Mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas”. Este versículo nos dice que el nuevo pacto es un mejor pacto porque se estableció sobre mejores promesas.
Los hechos de Dios
En el pacto de Dios no sólo tenemos las promesas, sino también el testamento. Hebreos 9:15 habla de “la promesa de la herencia eterna” y el versículo 16 habla del testamento. Un testamento, la última voluntad, indica que hay una propiedad, un legado. Todas las cosas legadas son hechos. Por ejemplo, un padre de familia puede hacer un testamento especificando lo que se deberá hacer con sus posesiones y cómo deberán ser distribuidas. Estas deben pasar a sus hijos o algún otro. Entonces los que reciben la herencia disfrutan lo que él les ha legado. Por tanto un testamento, no se compone de vanas palabras, sino que contiene ciertos hechos. Un testamento es un pacto, por lo que decimos que el pacto incluye los hechos de Dios.
Un pacto es diferente de las promesas de Dios y de los hechos de Dios; sin embargo, el pacto incluye la promesa de Dios y los hechos de Dios. Pero, si el pacto no incluye las promesas y los hechos de Dios, entonces es sólo palabrerías vanas y carece de significado. Damos gracias a Dios porque Él tiene muchas promesas relacionadas con el nuevo pacto, y porque también hay muchos hechos que están relacionados con el nuevo pacto. Debemos decir: “¡Aleluya, cuán rico y completo es el nuevo pacto!”.
LA ERA DEL NUEVO PACTO
Cuando hablamos de la era del nuevo pacto, debemos hacernos tres preguntas: (1) ¿Con quién originalmente estableció Dios el nuevo pacto? (2) ¿Cuándo Dios hizo el nuevo pacto? y (3) ¿Por qué hoy es la era del nuevo pacto?
¿Con quién hizo Dios el nuevo pacto?
Según las Escrituras, Dios nunca hizo un pacto con los gentiles. Por tanto, el nuevo pacto no puede ser un pacto que Dios hizo con los gentiles. Dios tampoco jamás había hecho un pacto con la iglesia antes de este tiempo. Así que, si nunca hizo un primer pacto, un viejo pacto, con la iglesia, no podemos decir que Dios hizo un segundo pacto, un nuevo pacto, con la iglesia. Entonces, ¿con quién hizo Dios el nuevo pacto? Jeremías 31:31-32 dice: “Vienen días, dice Jehová, en los cuales haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día en que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto”. Cuando los hijos de Israel salieron de Egipto, el Señor Dios hizo un pacto con ellos. Más tarde, Dios les dijo que Él haría un nuevo pacto con ellos. Estas palabras nos muestran claramente que Dios hizo un pacto, pero no con los gentiles, sino con la casa de Israel y con la casa de Judá.
¿Cuándo Dios hizo el nuevo pacto?
Para determinar cuándo se hizo el nuevo pacto, debemos considerar las palabras de Jeremías 31:31 que dicen: “Vienen días”. Sabemos que cuando se dijeron estas palabras, esos días aún no habían llegado. El versículo 33 dice: “Pero éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová”. ¿Cuáles son los días a los que se refieren aquí con la frase después de aquellos días? Creemos que según el contenido de este pacto, se refieren al principio del milenio. Será en aquel entonces que Dios hará un nuevo pacto con la casa de Israel.
¿Por qué hoy es la era del nuevo pacto?
Puesto que el nuevo pacto es un pacto que Dios hará con la casa de Israel en el futuro, ¿por qué decimos que hoy es la era del nuevo pacto? Al llegar a este punto debemos darnos cuenta de que esto es una gracia sumamente maravillosa y excelente. En la noche que el Señor Jesús fue traicionado, “tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es Mi sangre del [nuevo] pacto…” (Mt. 26:27-28). “¡Nuevo pacto!”. ¡Oh, suena como música a nuestros oídos! ¡Qué maravilloso! ¡Qué excelso es!
Aunque la frase nuevo pacto fue escrita en el libro de Jeremías, no fue mencionada por cientos de años. Era un tesoro que había sido olvidado. Aunque el Señor Jesús estuvo en la tierra por más de treinta años nunca mencionó el nuevo pacto. Día tras día, año tras año, Él nunca lo mencionó. ¿Por qué cuando Él estaba cenando con Sus discípulos, tomó la copa y la bendijo, y se las dio a ellos diciendo: “Bebed de ella todos; porque esto es Mi sangre del [nuevo] pacto”? No sólo mencionó el nuevo pacto; también dijo: “Esto es mi sangre del [nuevo] pacto”. Deberíamos decir: “¡Oh, santo Señor, lleno de gracia, con lágrimas de agradecimiento te adoramos y te alabamos! ¡Qué nuevo pacto es éste, el cual está impregnado de vida y de riquezas! Para aquellos que no lo conocen, éste se compone sólo de letras. Señor, sólo Tú sabías en qué consiste este pacto, y ahora Tú lo has revelado a nosotros. Podemos decir que has abierto el almacén de tesoros celestiales y espirituales, y has legado todos sus tesoros a los que Tú amas. ¡Oh, Señor, cuán maravilloso y lleno de gracia eres Tú! Una vez más te damos gracias y te alabamos por ello”.
Debido a la excelente gracia del Señor, el nuevo pacto se aplica a todos los que son hallados por medio de la gracia. Aunque no es hasta “después de aquellos días” (He. 8:10) que Dios hará un nuevo pacto con las casas de Israel y de Judá, aun así el Señor pagó el precio de Su sangre, lo cual hizo posible que los que Él redimió disfruten primero del nuevo pacto. Desde el día en que murió, el nuevo pacto fue establecido. Es en virtud de esta gracia sobreabundante del Señor que podemos tener un anticipo de la bendición del nuevo pacto. En principio, sucede lo mismo que cuando Dios hizo un pacto con Abraham. Él no hizo el pacto con nosotros, sino con Abraham; pero de la misma manera en que Abraham fue justificado por la fe, nosotros también podemos ser justificados por la fe. De igual manera, el nuevo pacto que Dios le prometió a Israel para que lo disfrutaran en el futuro, debido a que el Señor derramó Su sangre, hoy nosotros lo podemos disfrutar, pues somos aquellos que han sido puestos bajo el nuevo pacto. Hoy en día, el Señor nos está edificando según el principio del nuevo pacto y bendiciéndonos con las bendiciones del nuevo pacto. Sabemos que el Señor no sólo derramó Su sangre para redimirnos, sino también para establecer el nuevo pacto. La redención era solamente el procedimiento, el camino, para alcanzar la meta; y la meta a la cual el Señor apuntaba cuando derramó Su sangre era establecer el nuevo pacto. La redención se relaciona estrechamente con el establecimiento del nuevo pacto, porque si el problema relativo al pecado no se hubiera solucionado, no se nos hubieran otorgado las bendiciones del nuevo pacto. Agradecemos al Señor porque Su sangre no solamente dio solución al problema del pecado, sino que también estableció el nuevo pacto. Por tanto, esta es verdaderamente la era del nuevo pacto. ¡Oh, la era del nuevo pacto es una era bendecida! ¡Debemos alabar a Dios!
EL CONTENIDO DEL NUEVO PACTO
Ahora haremos un resumen del contenido del nuevo pacto. En capítulos posteriores examinaremos su contenido más detalladamente.
Hebreos 8:10-12 dice: “Por lo cual, éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré Mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a Mí por pueblo; y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos. Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados”. Este pasaje revela claramente que el nuevo pacto incluye tres partes: primero Dios pone Sus leyes en la mente de los hombres y las escribe en el corazón de ellos. Así, Dios llega a ser su Dios, y ellos llegan a ser el pueblo de Dios. Esto significa que Dios mismo entra en el hombre para ser uno con el hombre. En segundo lugar, mediante estas leyes que están dentro del hombre, él puede conocer a Dios sin que otros se lo enseñen. Esto se refiere al conocimiento interno que tenemos de Dios. En tercer lugar, Dios será propicio a las injusticias del hombre y nunca más se acordará de los pecados del hombre; esto se refiere al perdón.
Hebreos 8:10-11 es realmente un pensamiento continuo. En el versículo 12 comienza otro pensamiento. Basándonos en la palabra “porque” del versículo 12, vemos que el perdón ya es un hecho cumplido. Desde la perspectiva de Dios, los versículos 10 y 11 expresan Su meta; por lo tanto, se mencionan primero. El versículo 12 hace alusión al procedimiento que efectúa Dios para alcanzar Su meta; por tanto, se menciona después. Según nuestra experiencia espiritual, Dios primero es propicio a nuestras injusticias y perdona nuestros pecados. Luego, Él imparte Sus leyes en nuestra mente y las escribe en nuestro corazón, de modo que Él pueda ser nuestro Dios y nosotros podamos ser Su pueblo; finalmente, Él nos capacita para que tengamos un conocimiento interior, más profundo, de Sí mismo.
Podemos enumerar estas tres partes del nuevo pacto de la manera siguiente: (1) el lavamiento, (2) la vida y el poder, y (3) el conocimiento interior.
El nuevo pacto realmente satisface nuestra necesidad. No necesita añadírsele nada, y no se le puede quitar nada. Lo que Dios ha hecho es verdaderamente completo. Dios nos ha salvado y por medio del Señor Jesucristo, nos ha dado estas tres grandes bendiciones. Cuando tenemos el nuevo pacto, tenemos el lavamiento, la vida y el poder. También tenemos un conocimiento interior que nos permite conocer a Dios a mayor profundidad. ¡Qué completo y cuán glorioso es el nuevo pacto! ¡Cuánta gracia tiene Dios para con nosotros!