El Evangelio de Dios | Watchman nee
LA OBRA DEL ESPIRITU SANTO ILUMINACIÓN Y COMUNIÓN
CAPITULO OCHO
LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO: ILUMINACIÓN Y COMUNIÓN
En las últimas reuniones hemos visto cómo Dios manifestó Su gracia y cumplió Su justicia. También hemos visto cómo Dios por medio de Su Hijo Jesús murió por nosotros y por nuestros pecados, cumpliendo así la obra de redención (Ro. 5:8; 1 Co. 15:3). Su obra de redención nos justifica ante Dios por medio de la fe en Su sangre (Ro. 3:24-25). La resurrección de los muertos pasa a ser la seguridad de nuestra fe. Por esta resurrección sabemos que Dios ha aceptado el sacrificio del Señor Jesús. La obra del Señor Jesús ha satisfecho los requisitos de Dios. Para nosotros Su resurrección es una prueba de este hecho. Todos los que creen en la sangre de Su Hijo y vienen a El por medio de Su redención ahora están justificados.
Esta noche no abarcaré otros aspectos de la obra del Señor, como por ejemplo Su ascensión. Puesto que muchos hermanos y hermanas ya saben esto, sólo lo mencionaré brevemente. La ascensión del Señor Jesús ocurre cuando aparece ante Dios a favor nuestro, para que seamos aceptados en Cristo. ¿Qué es ascensión? En la Biblia la ascensión significa algo objetivo, que consiste en ser aceptado ante Dios. Hoy el Señor Jesús ha aparecido ante Dios (He. 9:24). Nosotros también aparecemos ante Dios en El. De esta manera, Dios nos acepta así como acepto a Cristo.
LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO ILUMINA PARA BUSCAR PECADORES
Esta noche debemos mencionar otro asunto. El evangelio es inadecuado si sólo menciona la obra del Padre y del Hijo sin mencionar la obra del Espíritu Santo.
Se tiene que mencionar al Espíritu Santo también. La obra del evangelio tiene tres aspectos. Lucas 15 nos muestra tres parábolas. Por un lado, vemos al Padre que ama, esperando recibir a los pecadores. Y por el otro, vemos al buen Pastor que viene al mundo a buscar la oveja perdida. Uno ve al Padre esperando en la casa al pecador arrepentido y salvado, y uno ve al Hijo que viene al mundo para salvar pecadores. Pero después de que la obra del Señor se completara y antes de que el pecador llegara a la casa, hay otra parábola, que habla de una mujer que busca minuciosamente la moneda perdida con una lámpara encendida.
Primero, uno ve la venida del Señor Jesús a la tierra para buscar a los pecadores. En segundo lugar, ve que la mujer enciende la lámpara para iluminar, barrer y buscar la moneda perdida. Así, el Espíritu Santo trabaja con el Padre y el Hijo para buscar pecadores a fin de cumplir la obra del evangelio. El Hijo vino para morir por el pecador; el Padre recibe al pecador en casa; y el Espíritu Santo trabaja iluminando el corazón del hombre y mostrándole su verdadera posición.
Si una persona no tiene la luz del Espíritu Santo, posiblemente sea como Judas, que vio su pecado, sufría y no tenía paz interior, y no vería su posición ante Dios. Sin la luz, no podría ver su posición de perdido. El sentir del hombre en cuanto al pecado va solamente hasta donde él se da cuneta de que cometió un error. No se da cuenta que ante Dios es un perdido. Nosotros estamos dispuestos a admitir que somos pecadores. Pero sin la iluminación del Espíritu Santo, no admitiremos que como resultado del pecado, nos hicimos personas perdidas ante Dios. A los ojos de Dios, somos personas perdidas.
Es posible que uno se engañe en la carne aun en el asunto de ser consciente del pecado. La carne puede reemplazar la obra del Espíritu Santo. Muchas lágrimas en reuniones de avivamiento son el resultado de la carne del hombre. No son producidas por la obra del Espíritu Santo en el hombre. Una cosa es que el hombre sepa que ha pecado. Otra es que sepa que su relación con Dios está mal. El Espíritu Santo ilumina paciente y cuidadosamente al hombre y le muestra que está perdido. Lo que el Espíritu Santo hace es mostrar al hombre que su posición está mal. Así, el primer sentir de un hombre que haya experimentado la obra del Espíritu Santo no es algo relacionado con el pecado, sino que siente que está lejos de casa. Su relación con Dios está interrumpida. Ha creado un problema entre él y Dios. Es un hombre perdido.
Nuestro problema ante Dios no radica meramente en cuánto nos hayamos perdido en la comida, la bebida, la fornicación, o el juego. Es problema de estar alejados en una provincia apartada. Cuando el Espíritu Santo ilumina al hombre, lo primero que hace es mostrarle que está en una provincia apartada. Cuando uno lee la última parábola de Lucas 15, tiene que prestar atención a lo que el hijo pródigo dijo al padre. El no dijo que había despilfarrado todo los bienes de su padre con prostitutas. Lo primero que vio cuando volvió en sí fue que en la casa de su padre había abundancia de pan. Entonces, ¿por qué vivía con los cerdos en una provincia apartada y no podía satisfacer su hambre con las algarrobas de los cerdos? Cuando el Espíritu Santo ilumina a una persona, ésta se dará cuenta de que tiene un problema con Dios, que ha dejado la casa de su padre, y que está apartado de su padre. Amigos míos, cuando una persona en el mundo llega al final de sí en su condición pecaminosa, tal vez, como Judas, reconozca sus pecados. Pero sin la luz del Espíritu Santo, no sentirá que se ha ido de la casa del Padre y está en una provincia apartada. Yo no digo que los pecados no sean serios. Los pecados son pecados. Pero la Biblia nos muestra que el pecado principal del hombre radica en que está perdido. Está sobre un terreno inapropiado. Tal vez no esté en una condición inapropiada. Desde luego, todos los que están en una condición inapropiada estarán en un terreno inapropiado. Cuando el Espíritu Santo nos ilumina, primero nos muestra que estamos en un terreno inapropiado. Luego nos muestra nuestra condición inapropiada. Esta es la iluminación del Espíritu Santo.
Por consiguiente, aunque tenemos el amor del Padre y la obra del Señor, necesitamos que el Espíritu Santo prepare el corazón del hombre. De todos modos tiene que obrar en el corazón del hombre para que éste pueda recibir todo lo que el Señor Jesús ha hecho. Podemos decir que el Señor Jesús es el Salvador objetivo que Dios nos dio y que el Espíritu Santo es el Salvador subjetivo que nos dio Dios. El Señor Jesús es el Salvador que efectuó la redención para nosotros exteriormente, y el Espíritu Santo es el Salvador que realiza la salvación para nosotros interiormente. Todos los que estamos sentados aquí hemos sido iluminados por el Espíritu Santo. Todos sabemos que somos la oveja perdida, que cada cual se apartó por su camino (Is. 53:6). Todos como ovejas estábamos perdidos. Nuestro problema no era enfermedad ni invalidez, sino el camino equivocado. El camino que uno toma es muy importante. En Juan 16:8-9, el Señor Jesús nos dijo que cuando el Espíritu Santo venga, “convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”. ¿Qué significa ser convencido de pecado, de justicia y de juicio? Son convencidos de pecado “por cuanto no creen en Mí”. Hemos creado un problema entre nosotros y El, y hemos entrado en conflicto con El. Somos convencidos de pecado porque no hemos visto Su sangre y Su autoridad, porque no hemos alcanzado Sus exigencias, y porque ahora tenemos un problema con El. El mayor pecado del hombre es rehusar creer en el Señor Jesús. El Espíritu Santo nos muestra que tenemos un problema con el Señor Jesús y con Dios. Estamos en una mala posición.
Déjenme hacerles una pregunta. ¿Podrá una persona que está en una provincia apartada ser un buen hijo? ¿Podrá ser frugal y ahorrativo? ¿Podrá ser un trabajador diligente? ¿Podrá ser discreto al hacer amigos? Obviamente no. Si una persona ha vagado en una provincia apartada y está mal en su relación con su padre, estará mal en todas sus otras relaciones. Por eso el hijo pródigo comenzó a vivir disolutamente. Cuando el Espíritu Santo ilumina a una persona, no le mostrará solamente que está en una posición de perdición, sino que también le mostrará que su conducta pasada estaba mal. El Espíritu Santo no pasa por alto los pecados pasados; El tiene en cuenta todos los pecados. Sin embargo, vuelve la atención a éstos sólo después de mostrar la posición de perdición. El Espíritu Santo primero le muestra a uno la peligrosa posición en que está, luego le muestra cuántos pecados tiene. La luz del Espíritu Santo ilumina y expone todas las áreas donde uno ha transgredido para con otros. Expone toda la injusticia y todos los pecados escondidos en nuestras palabras y pensamientos.
El castigo de Dios tiene como fin traer sanidad. La reprensión del Espíritu Santo tiene por objeto confortar. A Dios no le gusta condenar y castigar a Sus hijos sin razón. La única razón por la que Dios castiga es que el hombre obtenga la paz. La razón por la que el Espíritu Santo ilumina al hombre y le muestra sus errores y caprichos es que acepte toda la obra del Señor Jesucristo en la cruz. Sin la iluminación del Espíritu Santo, no podemos ver ni uno solo de nuestros pecados.
DIOS DERRAMA EL ESPÍRITU SANTO SOBRE EL HOMBRE PARA SALVARLO
¿Qué debemos hacer ahora que el Espíritu Santo nos ha iluminado y mostrado nuestra posición? Hay una cosa que olvidamos continuamente cuando predicamos el evangelio, a la cual la Biblia siempre presta atención. Tenemos que ver que indudablemente la obra del Señor Jesús para los pecadores es preciosa y crucial. La Biblia nos muestra que el Espíritu Santo no solamente nos ilumina y nos muestra nuestros pecados, nuestra posición perdida y nuestra justicia ante Dios y los hombres, sino que también es enviado por Dios y es derramado sobre toda carne para que donde esté el hombre, pueda salvarlo por Su obra (Hch. 2:17-18, 21).
Algunos que saben un poco más que otros acerca de la verdad de la Biblia piensan que es fácil recibir perdón y aceptar al Señor Jesús como Salvador. Todo lo que tiene que hacer uno es arrodillarse, orar y aceptarlo de corazón. Tal vez ni tenga que arrodillarse; sólo lo tiene que aceptar en su corazón. Pero mucha gente no sabe esto. Tal vez ellos sean débiles o estén en lugares inaccesibles lo cual les impida escuchar la verdad. Ellos pensarán que es muy difícil ser salvo. Tal vez crean que tienen que orar un largo período, y no están seguros si Dios escuchó sus oraciones o no. Si yo le preguntara hoy si usted es salvo, podría responder rápidamente que sí lo es. Pero tal declaración sonaría extraña para los que son de lugares inaccesibles. Ellos se preguntarían cómo puede usted ser salvo. Para ellos, ser salvo, es la cosa más difícil. Ellos dirán que han orado muchos años y aún no están seguros si son salvos. Ellos esperan ser salvos, y hacen todo lo posible para serlo. Pero aún no saben si lo son. Parece ser que no han sido salvos todavía. Para ellos, la salvación es algo muy difícil de lograr. Pero amigos míos, así como la obra del Señor Jesús está completa, la obra del Espíritu Santo que hace que hagamos nuestra la obra del Señor, también está completa. La Biblia nos muestra claramente que Dios envió el Espíritu Santo con el propósito de que nosotros los pecadores recibiéramos la obra del Espíritu Santo y fuéramos salvos. El Hijo de Dios vino por causa del mundo. De la misma manera, el Espíritu Santo también viene para toda carne. Mientras vivamos, podemos obtener la obra del Señor.
TODO AQUEL QUE INVOQUE
EL NOMBRE DEL SEÑOR SERA SALVO
Leamos Romanos 10:13: “Todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo”. El tema de Romanos 10 consiste en que Dios hace que el Señor Jesús muera y resucite por nosotros. En los versículos anteriores, Dios pregunta si alguien puede bajar a Cristo del cielo para que muera por nosotros y si alguien puede subir a Cristo del abismo para que resucite por nosotros (vs. 6-7). Nadie puede. Sólo Dios puede hacer esta obra. Dios mismo hizo que Cristo muriera por nosotros. Por lo tanto, todo el que invoque el nombre del Señor será salvo.
No sé si usted se da cuenta de que ser salvo sólo por invocar el nombre del Señor es algo muy maravilloso. En el idioma original, la palabra invocar significa decir el nombre. Para hablar con un hermano hoy, tengo que ir a su puerta y tocar un par de veces. Esto es llamarlo. No tengo que suplicarle que me escuche. No tengo que implorarle. Sólo tengo que ir a él e informarlo de algo. Este es el significado de invocar. La versión china de la Biblia traduce esta palabra implorar. Esto es incorrecto. Aunque uno no puede decir que la palabra griega no lleva el sentido de implorar, se refiere más a invocar. Puesto que Dios hizo que el Señor Jesús muriera y resucitara por nosotros, todo el que desee ser salvo sólo necesita ir a Dios y decírselo. Entonces será salvo. Si uno va al Señor Jesús e invoca Su nombre una vez, será salvo. Todo lo que necesita hacer uno es abrir su boca una vez. No necesita hacer nada más porque El ya completó la obra. Toda la obra ha sido completada. Por eso decimos que somos justificados por la fe, y no por las obras (Gá. 2:16). Si usted piensa que invocar una vez es una obra, entonces Dios dice que sólo crea un poco en su corazón y será suficiente. El versículo 8 dice: “Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón”. Ya que el Señor murió y resucitó, nosotros no tenemos que hacer nada. Mientras abramos nuestra boca una vez, todo está hecho. Todo el que invoque el nombre del Señor, será salvo. Tal vez se pregunte por qué sucede esto tan rápidamente. Es verdad que la obra de Cristo ha sido completada. Pero ¿cómo soy salvo sólo por invocar? ¿Cómo puede la obra del Señor en Su muerte, resurrección y ascensión puede ser aplicada tan rápidamente a mí? Hechos 2 es una explicación análoga. El versículo 17 dice: “Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de Mi Espíritu sobre toda carne”. Tenemos que recordar que en los días postreros Dios derramaría de Su Espíritu sobre toda carne. ¿Cuál es el resultado de esto? El versículo 21 dice: “Y todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo”. El versículo 17 está ligado al 21. Dios dice que derramará de Su Espíritu sobre toda carne. Luego dice que todo el que invoque el nombre del Señor será salvo. Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo porque Dios ha derramado de Su Espíritu sobre toda carne. El Espíritu Santo está obrando ahora sobre toda carne. Si hoy día un hombre cuyos pecados no han sido perdonados y aún no sabe cómo ser salvo y recibir vida eterna, y no sabe que el Señor Jesús es su Salvador, debe recordar que Dios ha derramado el Espíritu Santo. El Espíritu Santo ya está sobre usted; El está esperándolo a usted. Cuando usted invoque, será salvo.
Dios dijo que derramaría de Su Espíritu sobre toda carne. Entonces, ¿por qué Pentecostés? Dios nos dio Pentecostés porque quería derramar el Espíritu Santo sobre toda carne. Ahora uno sólo tiene que abrir la boca y decir: “¡Oh Señor!” y el Espíritu Santo entrará. El Espíritu Santo es como la luz. Cuando hay una grieta, la luz entra. Tal vez usted no se dé cuenta con qué facilidad la luz pasa por las hendiduras. Si no lo cree, vaya a la puerta. Si hace un agujero en la pared, tan pronto como quita el taladro de la pared, la luz entra. Usted no tiene que buscarla porque entra inmediatamente. Siempre que haya una grieta, la luz entrará. Hoy día Dios ha derramado el Espíritu Santo sobre toda carne. Mientras usted viva, el Espíritu Santo estará sobre usted. Siempre que usted dice: “¡Oh Señor!” el Espíritu Santo empieza a trabajar. Este es el significado de invocar el nombre del Señor. En la antigüedad los chinos decían que uno debe apelar al cielo, a la tierra y a los padres. Ahora, sólo tenemos que apelar al Señor una sola vez. Cuando uno menciona la oración, siempre se piensa en la súplica más que en la invocación. En realidad, todo lo que necesitamos hacer es invocar al Señor. Cuando abrimos nuestra boca, el Espíritu Santo entra. Cuando el Espíritu Santo entra, el cumplimiento de la obra del Señor Jesús es traída a nosotros.
LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO: COMUNIÓN
La obra del Espíritu Santo es la comunión. Lo que caracteriza a Dios es el amor. Lo que caracteriza al Señor es la gracia, y lo que caracteriza al Espíritu Santo es la comunión. En 2 Corintios 13:14 dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Dios es amor, y Su amor lo caracteriza. El Señor Jesús es gracia, y está caracterizado por ésta. Y el Espíritu Santo está caracterizado por la comunión. El Espíritu en Sí no tiene nada. El infunde el amor de Dios y la gracia del Señor Jesús en usted por medio de la comunión. Esta es la obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo no llevó a cabo la obra de amor. Tampoco la obra de gracia. El Espíritu Santo le transmite a usted lo que Dios y el Señor Jesús han logrado. Así, la obra del Espíritu Santo es la comunión. Después de la ascensión del Señor, el Espíritu Santo está lleno de la obra del Señor Jesús. Es como la luz. Siempre que haya una abertura, El entrará. Cuando El entra, le imparte a usted la gracia del Señor Jesús y el amor de Dios. Ciertamente esta salvación es completa.
Hace ya cierto tiempo que un siervo del Señor muy famoso murió en Inglaterra. Desde luego, su muerte fue por la soberanía de Dios. Ninguno de nosotros puede decir nada al respecto. Pero desde el punto de vista humano, podemos decir algo acerca de su muerte. El estuvo muy débil y enfermo por años. Los doctores le recetaron una medicina. Cuando inhalaba ese medicamento, se fortalecía. El ponía el medicamento en uno de los cajones de la cómoda. Muchas veces, cuando sufría y sentía que estaba a punto de morir, inhalaba el medicamento para restablecerse. Aunque el medicamento no olía bien, era muy eficaz. La noche en que murió se sintió mal otra vez. Trató de alcanzar el medicamento pero estaba muy débil para abrir el cajón. A la mañana siguiente lo encontraron en su cama con su mano estirada para alcanzar el medicamento. Murió con la mitad de su cuerpo fuera de la cama. No fue que carecía de la medicina más eficaz y potente. El ya había vivido ocho o nueve años con esa medicina. Siempre que estaba a punto de morir, la inhalaba y se mejoraba. ¿Por qué en esta ocasión murió? No por falta de medicina, ni de deseo de tomarla, sino porque el medicamento no llegó a sus manos. De la misma manera, nosotros estamos moribundos. El Señor Jesús ha completado ya la obra. La medicina de Dios está preparada. Siempre que la tomemos, seremos sanados. ¿Pero quién nos dará esta medicina? Hay un doctor que receta la medicina. También debe haber alguien que aplique la medicina. La obra del Espíritu Santo nos trasmite la obra del Señor Jesús. El amor de Dios está en la gracia del Señor Jesús, y la gracia del Señor Jesús está en la comunión del Espíritu Santo. Así que todos los que han recibido la comunión del Espíritu Santo reciben la gracia del Señor Jesús, y todos los que reciben la gracia del Señor Jesús tienen un anticipo del amor de Dios.
Cuando el Espíritu Santo viene, nos ilumina y nos muestra nuestros defectos y nuestra degradación. Nos muestra que estamos perdidos. Dios ha hecho una obra tal, que cuando uno abre la boca y dice algo, y cuando el corazón de uno da cabida al Señor y lo invoca, uno es salvo. Uno no tiene que ir a una gran catedral para ser salvo. No tiene que orar para ser salvo. No tiene que ir al altar para ser salvo. El Espíritu ya ha sido derramado sobre toda carne. Dondequiera que uno esté, allí está el Espíritu Santo. ¡Aleluya! ¡Esto es un hecho! En la actualidad el Espíritu Santo ya fue derramado sobre toda carne. Uno no tiene que buscarlo. El lo busca a uno. Uno puede invocar en la calle o en la casa. Puede recibir la salvación en el lugar más agradable o en el más desagradable. Puede recibirlo en medio de una multitud o en un lugar tranquilo. El Espíritu Santo fue derramado sobre toda carne. No importa donde esté uno, mientras invoque el nombre del Salvador, será salvo.
Romanos 10 habla del hecho, y Hechos 2 habla del motivo. Romanos 10 solamente nos dice que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo. No nos da la razón. Hechos 2 dice que el Espíritu Santo está sobre todos los hombres. Por consiguiente, mientras uno abra la boca, puede ser salvo. El Espíritu Santo ya ha venido. Cuando la persona invoca Su nombre, es salva.
EL ESPÍRITU SANTO Y LA PALABRA DE DIOS
El Espíritu Santo también obra con respecto a la Palabra de Dios. Mucha gente no ve la relación entre el Espíritu Santo y la Palabra de Dios. Por lo tanto, no aprecian mucho las palabras de la Biblia. ¿Cómo puede recibir la obra de la cruz el hombre? Muchos están desconcertados acerca de esto. Incluso muchos pecadores oran: “Señor Jesús, ten misericordia de mí y muere por mí”. No tiene ni la más mínima idea de lo que es la redención. Aquí vemos lo valiosa que es la Palabra de Dios. Después de que Dios completó Su obra por medio del Hijo, El nos declara y nos muestra esto a través de las palabras de la Biblia. En otras palabras, Dios ha puesto en Su Palabra la gracia que el Señor logró para nosotros y nos ha enviado esta Palabra.
Si restamos la obra del Señor Jesús de la Palabra de Dios, ¿qué tendremos? Si quitamos la obra del Señor Jesús de la Palabra de Dios, no quedará nada. La razón por la cual la Palabra de Dios es tal, es la obra del Señor. ¿Qué es una palabra? Una palabra es un hecho declarado. Sin hechos, las palabras son mentiras. Con los hechos, las palabras son verdades. Si la obra del Señor no es verdadera, la Palabra de Dios no es de fiar. Pero si la obra del Señor Jesús es un hecho, si Dios ha logrado Su justicia a través del Señor Jesús, y si Dios nos ha aceptado en el Señor Jesús, la palabra de Dios debe ser confiable. Así que debemos recordar que la obra del Señor Jesús está contenida en la Palabra de Dios. Aquí vemos la relación entre el Espíritu Santo y la Palabra de Dios.
El Espíritu Santo es el portero de la Palabra de Dios. A mi me gusta mi nombre inglés, Watchman. Significa uno que guarda y vigila. Dios ha puesto en el Espíritu Santo la obra lograda por el Señor Jesús. Hoy día el Espíritu Santo está vigilando cuidadosamente. Es como un portero. Tan pronto una persona recibe al Señor, El le revela inmediatamente la Palabra de Dios.
Hace unos pocos días un hermano me envió una caja de caramelos. La caja era grande y tenía flores impresas. Estaba envuelta en un papel amarillo con una carta adjunta, la cual decía que los caramelos eran un regalo para mí. Yo puedo decir que recibí una caja. No recibí sólo los caramelos. Incluso no probé los caramelos. Lo que yo tenía en mis manos era una caja de cartón. Pero lo que en realidad recibí fueron los caramelos porque estaban en la caja. Lo que me llevé a casa fue una caja. Pero al mismo tiempo, llevé los caramelos que estaban en la caja. Lo que nosotros recibimos hoy es la Palabra de Dios; pero lo que recibimos es la obra del Señor Jesús. Cuando recibimos la Palabra de Dios, obtenemos la obra del Señor, pues la obra del Señor está en la Palabra de Dios. Cuando una persona cree, no cree por lo que el Señor hizo para ella. Cree en la Palabra de Dios. Pero cuando una persona cree en la Palabra de Dios, automáticamente la obra del Señor le es aplicada. Asimismo, si usted dice que no es muy inteligente y no puede entender la obra del Señor, yo le digo que Dios no necesita que usted crea en la obra del Señor. El sólo quiere que usted crea en la Palabra de Dios. Cuando usted cree en la Palabra de Dios, usted obtendrá Su obra en la Palabra. Aparentemente, lo que me llevé a casa fue una caja de cartón. ¿Cómo podía saber si contenía caramelos? Cuando llegué a casa quité la envoltura y abrí la caja para comer los caramelos. Gracias al Señor. Así es cómo el Espíritu Santo trabaja. Recibimos la Palabra de Dios por fe, y el Espíritu Santo revela la obra del Señor que está contenida en ella. Por lo tanto, Debemos ver que la obra del Espíritu Santo es la comunión. El Espíritu Santo nos trasmite la obra del Señor contenida en la Palabra de Dios. Sin la trasmisión del Espíritu Santo, la Palabra de Dios sólo es un libro. Pero cuando el Espíritu Santo viene, la Palabra es revelada. Por esto, Dios preparó al Señor Jesús. También preparó al Espíritu Santo para la obra de comunión.
EL ESPIRITU SANTO NOS TRASMITE LA OBRA DEL SEÑOR Y AL SEÑOR MISMO
Ahora debemos ver cómo el Espíritu Santo nos trasmite la obra del Señor. La obra del Señor incluye todo lo que hizo en la cruz, en Su resurrección, en Su ascensión, en Su segunda venida y en todo lo que El nos otorga. No podemos entrar en detalles acerca de estas cosas. Hay mucho que decir acerca de ellas. Para hablar de ellas, tendríamos que mencionar la obra del Espíritu Santo en todo el Nuevo Testamento. En esta ocasión sólo lo podemos mencionar brevemente. La venida del Espíritu Santo no es meramente la trasmisión de la obra del Señor a nosotros. También nos trasmite al Señor mismo. El propósito de la comunión del Espíritu Santo es trasmitirnos al Señor Jesús y Su obra. Si un hombre no ha recibido la obra del Señor, el Espíritu Santo le trasmite esta obra. Si un hombre no ha recibido al Señor Jesús, el Espíritu Santo le trasmite al Señor mismo. Cuando fuimos salvos, la obra del Espíritu Santo era trasmitirnos la obra del Señor. Luego, Su obra es trasmitirnos al Señor mismo. El ministerio del Espíritu Santo consiste en manifestar al Señor Jesús.
La semana pasada, dos hermanas vinieron a preguntarme cómo traducir la frase en inglés to minister with Christ. Esta es una frase difícil de traducir. Significa servirles Cristo a otros, como servirle una taza de té o un plato de arroz a alguien. La obra del Espíritu Santo consiste en servirnos al Señor Jesús. Cuando recibimos al Señor, el Espíritu Santo nos transfirió la obra del Señor. Por lo tanto, toda la obra que el Señor ha logrado, como el don de arrepentimiento, el perdón, la limpieza, la justificación, la santificación y el gozo, nos las comunica el Espíritu Santo. Asuntos como la regeneración o la recepción de la vida eterna se logran en nosotros por medio del Espíritu Santo. La obra del Espíritu Santo consiste en trasmitirnos la vida del Señor Jesús. Se parece a los cables que nos trasmiten electricidad desde la planta eléctrica que está en el arroyo del Sauce. Por medio del Espíritu Santo, recibimos una vida nueva, un corazón nuevo y un espíritu nuevo (comp. Ez. 36:26). Cuando recibimos un espíritu nuevo y un corazón nuevo, el Señor Jesús puede habitar en nosotros por medio del Espíritu Santo. Por lo tanto, la regeneración es la preparación de un templo nuevo para el Señor que lleva a cabo el Espíritu Santo.
Puesto que somos de carne, el Señor Jesús no puede morar en nosotros. Estamos como el mundo bajo juicio de los tiempos de Noé. Cuando el agua empezaba a retirarse, Noé soltó una paloma (Gn. 8:8-9). Pero la paloma no encontró lugar para descansar; no podía habitar en ninguna parte. De la misma manera, nosotros estamos llenos de pecado. El Señor Jesús no puede encontrar un lugar para habitar en nosotros. Esta es la razón por la cual Dios nos dio el Espíritu Santo. Objetivamente el Señor lo logró todo. Ahora subjetivamente, el Espíritu Santo nos dio un espíritu nuevo, para que el Hijo de Dios pueda habitar en nuestro espíritu. El Espíritu Santo vino primero a preparar una morada para el Señor Jesús. Luego el Señor vino para vivir en nosotros.
Por un lado, el Espíritu Santo nos dio una nueva vida interior; por otro, El nos trasmite la verdad y el propósito de Dios día a día. Por eso el Señor dice que cuando el Espíritu de realidad venga, El nos llevará a toda la realidad (Jn. 16:13). Además, la obra del Espíritu Santo también nos trasmite los dones, como por ejemplo el de profecía, lenguas, sanidad, milagros, revelaciones, palabras de sabiduría y conocimiento, fe y otras clases de dones.
EL ESPIRITU SANTO PRESERVA LA ETERNA FRESCURA DE LA OBRA DEL SEÑOR
No quiero enumerar en detalle todos los aspectos de la obra de comunión del Espíritu Santo. Sólo resaltaría una cosa: toda la obra del Señor Jesús nos es trasmitida hoy por medio del Espíritu Santo. Incluso el Señor Jesús mismo nos es trasmitido por medio de la obra del Espíritu Santo. Esta es la obra salvadora de Dios. Mucha gente no entiende la obra de comunión del Espíritu Santo. Ellos me preguntan cómo puede ser aplicada a nosotros en la actualidad la obra que el Señor llevó a cabo hace más de mil novecientos años. En realidad, si no existiera la obra del Espíritu Santo, sus preguntas estarían justificadas. ¿Cómo puede ser aplicada a nosotros hoy una obra que se llevó a cabo hace más de mil novecientos años? Lo que el Señor logró hace más de mil novecientos años no fue dejado para “secarse al viento y al sol”. Dios ha preservado y nutrido esta obra en el Espíritu Santo. Por eso esta obra permanece tan fresca. Hoy día podemos recibir la obra del Señor Jesús. Esta obra puede ser la misma que fue antes.
Una vez fui a una tienda y el empleado me dio una lata de sopa de vegetales importada. La lata se veía vieja y fea exteriormente. Estaba cubierta de polvo. El empleado me la recomendó mucho y estaba dispuesto a venderla con descuento. La compré y me la llevé a casa. Después cuando examiné la fecha, descubrí que tenía más años que yo. Cuando la abrí y la cociné, descubrí que la sopa todavía era gustosa. Si la obra del Señor no estuviera preservada en el Espíritu Santo, el tiempo y el espacio la afectarían. ¿Cómo podría entrar en mí el Salvador que murió en el Calvario hace más de mil novecientos años? Pero con el Espíritu Santo, no hay problema de tiempo ni de espacio. Dios ha preservado la obra del Señor en el Espíritu Santo. Ahora la obra del Señor está viva. Por eso el Espíritu Santo puede trasmitirnos esta obra.
Tengo un hermano que estudia bioquímica. El hace experimentos todo el tiempo. A fin de cultivar cierta bacteria, tiene que usar un químico especial. Mientras mantenga cierta temperatura, la bacteria vivirá. Si la temperatura baja o sube demasiado, o si algún otro elemento se agrega al cultivo, la bacteria muere. El mejor ambiente para preservar la obra del Señor es el Espíritu Santo. Si la obra del Señor sale del Espíritu Santo, no puede vivir y muere. Lo mismo sucede con la vida cristiana. La vida cristiana no se puede separar nunca del Espíritu Santo. Si las verdades entendidas por los hijos del Señor son separadas del Espíritu Santo, gradualmente se secarán y morirán. Por lo tanto, todos los asuntos espirituales deben estar en el Espíritu Santo. Fuera del Espíritu Santo, todo morirá; nada sobrevivirá. En El está la vida; fuera de El, todo está muerto.
Por medio del Espíritu Santo, Dios se trasmite y también nos comunica la obra del Señor. Dios ha preparado todo lo relacionado con nuestra salvación. Además, El Espíritu Santo ha venido y está listo para trasmitir todo lo que Dios ha preparado. Si un hombre aún no ha sido salvo, no puede decir que Dios no lo amó, o que el Señor Jesús no logró la redención para él. No puede decir que la palabra está muy lejos de él y que, por ende, no la puede alcanzar.
Amigo mío, ¿tiene usted boca? Algunos pueden argumentar que son mudos y que no tienen boca. Pero tienen corazón. Pueden estar sin boca. Pero no pueden estar sin corazón. Romanos 10:8-9 dice: “Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón … que si confiesas con tu boca a Jesús como Señor, y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”. ¿Por qué? Porque Dios dijo que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo. Tal vez usted se pregunte cómo puede ser tan simple y cómo uno puede ser salvo sólo por invocar. Porque el Espíritu Santo ha venido. El lo salvará tan pronto usted invoque. ¿Cómo puede uno invocar? Si tiene boca, la puede usar. Si no tiene boca, puede invocar con su corazón. Esta palabra no está lejos de nosotros. Esté en nuestra boca y en nuestro corazón. Esta es la palabra de la justificación por la fe que hemos hablado en estos días.