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El Evangelio de Dios | Watchman nee

LAS MEDIDAS QUE DIOS HA TOMADO CON RESPECTO A LOS PECADOS DE LOS CREYENTES: LOS REQUISITOS PARA ENTRAR EN EL REINO DE LOS CIELOS

CAPÍTULO VEINTIUNO

LAS MEDIDAS QUE DIOS HA TOMADO CON RESPECTO A LOS PECADOS DE LOS CREYENTES: LOS REQUISITOS PARA ENTRAR EN EL REINO DE LOS CIELOS

Hemos aclarado que el reino es la edad cuando Dios recompensará a los cristianos de acuerdo con sus obras. En el reino, los creyentes fieles serán recompensados, y los creyentes infieles serán castigados. Muchos piensan que si un cristiano es infiel, aunque tenga que ocupar una posición baja, de todos modos entrará en el reino. Muchos que no entienden la palabra de Dios ni la obra de Dios, piensan que tienen garantizada la entrada al reino de los cielos. Ellos piensan que cuando el Señor Jesús venga a reinar, habrá meramente una distinción entre posiciones altas y posiciones bajas en el reino, y que ninguno estará fuera del reino de los cielos. Sin embargo, en el reino de los cielos, no sólo hay una distinción entre posiciones altas y posiciones bajas, sino que también hay otra distinción: estar adentro o afuera. La Biblia nos enseña que hay una distinción clara entre diez ciudades y cinco ciudades, entre una corona grande y una pequeña, y entre un grado mayor de gloria y un grado menor de gloria. Así como una estrella es distinta a otra, asimismo ocurre con las posiciones en el reino. No sólo hay diferencias entre posiciones bajas y altas en el reino; existe también la diferencia entre estar adentro o afuera.

HACER LA VOLUNTAD DEL PADRE

La Biblia nos habla de una verdad muy solemne. Aunque alguien pueda tener vida eterna, es posible que sea excluido del reino de los cielos. Mateo 7:21 nos dice al respecto: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Todas las personas a las que alude este versículo se dirigen al Señor como “Señor”. El Señor hará una distinción entre aquellos discípulos que podrán entrar en el reino de los cielos y aquellos que no. El Señor enseña claramente aquí que la condición para entrar en el reino de los cielos es hacer la voluntad de Dios. Aunque algunos han sido salvos y lo han llamado Señor, y aunque también han hecho algunas obras, no podrán entrar en el reino de los cielos por no haber hecho la voluntad de Dios. La recompensa del reino de los cielos se basa en la obediencia del hombre. Si uno es infiel mientras vive en la tierra, aunque no pierda la vida eterna, perderá el reino de los cielos. Cuando venga el tiempo para que los cielos reinen, esto es, cuando el Señor Jesús venga por segunda vez, algunos no podrán entrar en el reino, y lo perderán.

El Señor mencionó este asunto por primera vez en el versículo 21. Enseguida, en los versículos 22 y 23, nos lo explicó por medio de una profecía. Habrá muchas personas, no solamente una o dos, que no harán la voluntad de Dios. “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu nombre hicimos muchas obra poderosas? y entonces les declaré: Nunca os conocí; apartaos de Mí, hacedores de iniquidad”. El Señor Jesús nos dice aquí qué pasará ante el tribunal de Cristo. El dice: “En aquel día”. Por lo tanto, esto no se refiere al presente, sino al futuro. Hay muchos que laboran arduamente pero no ven la luz de Dios en sus vidas. Cuando comparezcamos ante el tribunal de Cristo, y cuando Cristo comience a juzgar, empezando por la casa de Dios, estos cristianos tendrán luz por primera vez. Ellos se darán cuenta de que estuvieron errados en su posición y en su vivir.

En aquel día muchos dirán ante el Señor: “¿No profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu nombre hicimos muchas obras poderosas?” En una sola frase las palabras “en Tu nombre” se repiten tres veces. Esto prueba que estas personas le pertenecen al Señor. El hecho de que dicen: “Señor, Señor”, prueba que tienen la posición de cristianos. No solamente dicen que profetizan, echan fuera demonios, y hacen muchas obras poderosas, sino que también afirman que lo hacen todo en el nombre del Señor. La repetición de las palabras “en Tu nombre” indica su relación con el Señor.

Para nuestro asombro, el Señor dice: “Y entonces les declaré: Nunca os conocí”. Debido a que muchos no entienden el significado de estas palabras, piensan que las personas a las cuales el Señor se dirige no son salvas. Pero si no fueran salvas, entonces la palabra del Señor aquí carecería de sentido. Mateo 7 es la conclusión del sermón en el monte y viene inmediatamente después de las Bienaventuranzas. El Señor Jesús habló estas palabras a los discípulos. Después que el Señor subió al monte, Sus discípulos vinieron a Él, y Él abrió Su boca y les enseñó todo lo abarcado en los capítulos cinco al siete.

El Señor Jesús les dijo que no debían llamarlo Señor sólo de boca. Si lo llaman Señor, deben hacer la voluntad del Padre. Aun si tuvieran obras, como por ejemplo profetizar, echar fuera demonios y hacer obras poderosas, estas obras no deberían reemplazar la voluntad del Padre. Hacer la voluntad del Padre es una cosa, mientras que profetizar, echar fuera demonios y hacer obras poderosas es algo completamente distinto. Algunas veces, uno puede profetizar, echar fuera demonios y hacer obras poderosas sin hacer la voluntad del Padre. Pero debemos recordar que no es suficiente llamarlo Señor sólo de boca; también debemos hacer la voluntad del Padre en nuestro andar. Si el Señor hablara aquí de los incrédulos, lo que dijo perdería su significado completamente, porque si no fueran salvos, no sería de mucha importancia silos discípulos escucharan Sus palabras o no. Es posible que los discípulos dijeran que Sus palabras estaban dirigidas a los inconversos, y que no importaba si ellos hacían o no la voluntad del Padre puesto que ya eran salvos; el Señor no podrá negar que los conocía. Si este fuera el caso, entonces todos los inconversos serían los que no hacen la voluntad de Dios, y todos los que son salvos serían los que hacen la voluntad de Dios. Esto le restaría importancia a estas palabras.

El Señor Jesús debe estar advirtiendo a los salvos aquí ya que habla de los salvos. No puede advertir a los salvos hablando de los incrédulos. Supongamos que alguien tiene una criada y dos hijas, y que le dice a su hija menor: “¿Ves a la criada? Ella no es mi hija y la estoy castigando. Hoy tú tienes que ser obediente. Si no obedeces, te castigaré de la misma manera que la estoy castigando a ella”. ¿Tiene esto sentido? Una criada no es parte de la familia. Si desobedece, tal vez sea azotada. Sin embargo, la hija de la familia no es una criada. No se puede aplicar a la hija la misma manera que se trata a una criada. La madre debió haber dicho: “Anoche yo castigué a tu hermana por ser desobediente. Ahora bien, tú, ten cuidado. Si no eres obediente, te castigaré también a ti”. La madre debe usar a la hermana como ejemplo. La criada no puede usarse como ejemplo. No tiene sentido que el Señor use a los incrédulos como ejemplo para enseñarles a los discípulos que ellos tienen que hacer la voluntad de Dios. Si hiciera esto, los discípulos protestarían y dirían: “Ellos no son salvos, pero nosotros sí”. Si ellos dijeran esto, nadie podría replicar.

Esto es lo que el Señor Jesús decía: “Muchos son hijos de Dios. Son salvos y son iguales a vosotros. Ellos me llaman Señor, y han hecho muchas obras. No obstante, están fuera del reino. Por esta razón vosotros debéis tener cuidado. Tenéis que hacer la voluntad de Dios”. Solamente de esta manera los discípulos sabrán que no importa cuántas obras hayan hecho, si no hacen la voluntad de Dios, recibirán el mismo castigo. Si les estuviera hablando a los inconversos, Sus palabras ya no tendrían el elemento penetrante. El Señor estaba advirtiéndonos que sólo los que hacen la voluntad de Dios pueden entrar en el reino. Si alguien confiara en sus propias obras para presentarse delante de Dios, el Señor Jesús le diría: “No te conozco”.

Permítanme darles otro ejemplo. Supongamos que el hijo de un juez conduce negligentemente y choca con otro automóvil. La policía lo lleva a comparecer al tribunal. El juez le pregunta: “Joven, ¿cómo se llama? ¿Cuántos años tiene? ¿Dónde vive?” Frente al tribunal es posible que el hijo piense: “Tú deberías saber todas estas cosas mejor que yo”. Es posible que conteste las primeras preguntas. Pero después de un rato, tal vez exclame: “Padre, ¿no me conoces?” ¿Qué debería hacer el juez? Golpearía con su martillo y diría: “No te conozco. En mi hogar, te conozco. Pero en la corte, yo no te conozco”. Si uno ve el reino, se dará cuenta de que en el reino, no es cuestión de si una persona es salva o no, si es hijo de Dios o no; lo que importa es lo que haya hecho después de convertirse. Supongamos que después de que usted es salvo, es muy diligente. Aunque no hace la voluntad de Dios, profetiza, echa fuera demonios, y hace obras poderosas en el nombre del Señor. Si usted comparece ante el Señor y le pide que lo deje entrar al reino basándose en las obras que hizo fuera del principio de la voluntad de Dios, el Señor le dirá que nunca lo conoció.

¿Por qué dice el Señor: “Nunca os conocí?” La oración que sigue lo explica: “Apartaos de Mí, hacedores de iniquidad”. Recordemos que el Señor no les dijo que se apartaran de la vida eterna. En el griego, el idioma original, hacedores de iniquidad significa los que no siguen las reglas, los que no guardan la ley ni acatan los reglamentos. Ante los ojos de Dios, hacer maldad no sólo significa hacer cosas malas. No importa cuánto haya hecho uno; mientras no haya prestado atención a las exigencias de Dios, a Su juicio, ni a Su arreglo soberano, comete maldad ante los ojos de Dios. Si la palabra “iniquidad” fuera traducida como “maldad”, como han hecho algunas versiones, muchos tendrían una base para debatir. El problema aquí no es un asunto de hacer maldad, sino de carecer de principios. ¿Cuáles son estos principios? Los principios son la palabra de Dios. ¿Pero, qué es la palabra de Dios? La palabra de Dios es Su voluntad. Si usted no hace la voluntad de Dios, no importa lo demás; el Señor Jesús dirá que usted es una persona sin principios. Aquellos que obran de acuerdo a su propia voluntad no tendrán parte en el reino de los cielos.

Mi propósito al decirles estas cosas es mostrarles la importancia de las obras cristianas. La Biblia nos enseña claramente que después de que una persona cree en el Señor, aunque nunca perderá la vida eterna, si puede perder su lugar y gloria en el reino. Si no hacemos la voluntad de Dios, sino que obramos según nuestra voluntad, seremos excluidos del reino. Tal vez pensemos que profetizar, echar fuera demonios y hacer prodigios son cosas más importantes, porque pensamos que si podemos hacer estas cosas, seremos una persona maravillosa. Pero estas cosas nunca pueden reemplazar la voluntad de Dios. Todos aquellos que nunca han aprendido a cesar de hacer obras para Dios no son dignos de trabajar para El. Aquellos que no saben cesar de sus propias obras, con seguridad no saben nada de la voluntad de Dios. Sólo los que conocen la voluntad de Dios pueden dejar de obrar. Dios quiere que primero obedezcamos Su voluntad y después obremos. Dios no quiere que nos ofrezcamos voluntariamente a trabajar para El. Cuanto más uno conoce la voluntad del Señor, más aprenderá a no laborar descuidadamente. Por lo tanto, hay una gran diferencia entre hacer obras y hacer la voluntad de Dios. Es posible que hoy valoremos las obras y estemos interesados en profetizar, echar fuera demonios, y hacer prodigios. Pero un día, muchos serán despertados.

GOLPEAR EL CUERPO PARA AGRADAR AL SEÑOR

Otro pasaje que algunos interpretan mal pensando que se refiere a la perdición, pero en realidad se refiere a la pérdida del reino y de la recompensa es 1 Corintios 9:23-27, que dice: “Todo lo hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él. ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos corren, pero uno solo recibe el premio? Corred así, para ganar. Todo aquel que compite en los juegos, en todo ejerce dominio propio; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera lucho en el pugilato, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado”. Pablo temía, que habiendo predicado a otros, el mismo pudiera ser reprobado. Aquí Pablo dice que él mismo podía ser reprobado. ¿Qué significa aquí ser reprobado? ¿De qué está siendo uno reprobado? En estos mensajes hemos recalcado el hecho de que al leer la Biblia, debemos prestar atención al contexto. Aquí también debemos considerar el contexto.

En el versículo 24 Pablo se compara con uno de los que corren en la carrera en la cual sólo uno obtiene el premio. Por lo tanto, el problema aquí no es un asunto de salvación, sino de recibir el premio. Aquí Pablo habla de la manera en que una persona salva puede recibir el premio, y no de la manera en que un incrédulo puede ser salvo. Solamente los salvos, los que ya creyeron en el Señor Jesús, han nacido de nuevo, y han llegado a ser hijos de Dios, están cualificados para entrar en la carrera. Solamente los hijos de Dios pueden correr en la carrera y proseguir al premio que Dios espera que nosotros obtengamos. Si alguno no es hijo de Dios, ni siquiera está cualificado para entrar en la carrera. La Biblia no dice en ninguna parte que la salvación se obtiene corriendo la carrera. La Biblia nunca dice que si alguno puede correr, será salvo. Si ése fuera el caso, muy pocos podrían ser salvos, y la salvación dependería de las obras. La Biblia dice que el premio se obtiene por correr; Dios nos ha puesto en una pista para que corramos la carrera.

¿Cuál es el premio? El versículo 25 dice: “Todo aquel que compite en los juegos, en todo ejerce domino propio; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”. Aquí dice que el premio es una corona. Hemos mencionado que la corona significa gloria y reinado. Por lo tanto, la palabra “reprobado” no se refiere a la pérdida de la salvación. Aquí la palabra “reprobado” significa no obtener la corona y el premio. Si Pablo podía ser reprobado, entonces todos nosotros podemos ser reprobados. Si Pablo tenía la posibilidad de perder su premio y su corona, entonces todos nosotros también podríamos perder el premio y la corona.

El versículo 26 presenta la razón por la cual somos reprobados: “Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire”. Pablo tenía un propósito y una dirección. El no golpeaba el aire. Su meta y rumbo se expresan en 2 Corintios 5, que él tenía la ambición de agradarle al Señor. Ya sea que viviera o muriera en esta tierra, su deseo era agradar al Señor. ¿Cómo corrió él en la carrera? El no corrió de una manera disoluta. El tenía un rumbo definido y una meta clara; no golpeaba el aire; no hizo lo que otros le dijeron que hiciera; y tampoco hizo algo simplemente porque surgiera la necesidad. Si hubiera laborado de acuerdo con la necesidad, habría tenido que correr día y noche, porque la necesidad era muy grande. Nosotros no vivimos para hacer obras, sino para agradar al Señor.

Si quiero recibir el premio, ¿qué debo hacer? “golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre”. Muchos escogerán su cuerpo en vez del premio. Muchos preferirán su cuerpo a la voluntad de Dios. Pero aquí Pablo dice que él sujetaba su cuerpo; él podía controlarlo. Pablo podía controlar la lujuria de su cuerpo, las exigencias excesivas y los deseos de su cuerpo. El no permitía que su cuerpo tuviera prioridad. El dijo que golpeaba su cuerpo y lo ponía en servidumbre. Si un cristiano puede agradar al Señor o no, depende del control que tenga de su cuerpo. Muchas personas no pueden controlar sus propios cuerpos. Cada vez que un pequeño estímulo viene a sus cuerpos, produce toda clase de pecados. Debemos ver que todos los que no pueden controlar sus propios cuerpos perderán su premio y su corona. Aunque ellos pueden predicar el evangelio a otros, ellos mismos serán reprobados.

Nosotros los creyentes fuimos salvos una sola vez y para siempre y nunca perderemos nuestra salvación. Pero cuando el Señor Jesús regrese en Su gloria a reinar sobre la tierra, no coronará a todos. Aunque cada persona salva recibirá la misma gloria en el cielo nuevo y la tierra nueva, cuando el Señor Jesús venga a reinar en esta tierra por mil años, algunos perderán su premio, autoridad y gloria. Algunos no podrán entrar en el reino ni podrán recibir una corona.

El Señor habla muy claramente acerca de la salvación y la vida eterna; ambos se reciben exclusivamente por la gracia. Pero entrar en el reino de los cielos depende de las obras. Hasta ahora, sólo hemos visto que debemos hacer la voluntad de Dios. Aquí vemos que nosotros tenemos que golpear nuestro cuerpo. Es posible que hagamos muchas obras, pero si no podemos restringir nuestro cuerpo, no se nos permitirá entrar en el reino.

En la Biblia parece haber un número limitado de coronas. Apocalipsis 3:11 dice: “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”. Algunos que no entienden la Biblia no conocen la diferencia entre una recompensa y una dádiva. Ni tampoco conocen la diferencia entre la corona y la salvación. Piensan que la salvación se les puede quitar. La palabra “quitar” no se refiere a la salvación sino a la corona. Recientemente leí en el periódico la noticia de que el rey de cierto país había perdido su corona. Si una persona salva no conserva lo que tiene, si no guarda la palabra de perseverancia de Señor Jesús, y si abandona el nombre de Señor Jesús, perderá su corona algún día. Si usted es disoluto y no retiene lo que tiene, perderá su corona. Alguien puede quitársela.

En Apocalipsis 2:10 vemos algo similar: “Sé fiel hasta la muerte, y Yo te daré la corona de la vida”. Aquí no dice dar vida, sino dar la corona de la vida. La vida se obtiene por la fe; no se obtiene por la fidelidad. Si una persona no tiene fe, no puede tener vida. Pero si una persona es infiel después de que ha recibido vida, perderá la corona de vida. Por lo tanto, si un cristiano no tiene buenas obras después de haber sido salvo, perderá la corona, aunque no la vida.

EDIFICAR CON ORO, PLATA Y PIEDRAS PRECIOSAS

El pasaje más claro en la Biblia acerca de la recompensa está en 1 Corintios 3:14- 15: “Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno es consumida, él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo”. Esto nos muestra claramente lo que un cristiano puede perder y lo que no puede perder. Una vez que una persona es salva, es salva para siempre. Pero si esta persona recibe una recompensa o no, es algo que no podemos determinar hoy. La salvación eterna de un cristiano ya está establecida. Pero la recompensa en el futuro es una pregunta que aun está pendiente. Lo determinará la manera como cada uno edifique sobre el fundamento que es el Señor Jesús. Nuestra salvación no depende de la manera en que edificamos; depende sólo de la manera en que el Señor edifica. Si Su obra es perfecta, entonces indudablemente somos salvos. Sin embargo, si recibimos la recompensa o no, o si sufrimos pérdida o no, depende de nuestra obra de edificación. Si alguien edifica sobre el fundamento, que es el Señor Jesús, con oro, plata y piedras preciosas, cosas con valor eterno, con seguridad recibirá una recompensa. Pero si edifica con madera, heno y hojarasca, no recibirá ninguna recompensa delante de Dios. Tal persona puede tener mucho delante del hombre, sin embargo no tendrá mucho delante de Dios. Esto nos muestra que es posible que un hombre pierda su recompensa y que su obra sea quemada.

RETENER FIRME EL GLORIARNOS EN LA ESPERANZA

Hebreos 3:6 nos da una palabra similar. “Pero Cristo fue fiel como Hijo sobre la casa de Dios, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza”. Aquí parece ser incierto si somos Su casa o no. El apóstol dijo que somos Su casa si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza. ¿Cuál es esta casa y cuál es esta esperanza? Esta esperanza bendita no es otra cosa que el regreso del Señor Jesús en gloria para establecer Su reino en la tierra. Si un cristiano retiene la esperanza de que el Señor Jesús regresará para establecer Su reino en gloria, la certeza de que todos los fieles que hacen la voluntad de Dios reinarán con el Señor, él será la casa de Dios. Hoy en día, nosotros somos Su casa. Todos nosotros somos piedras vivas edificadas como casa espiritual. Esto es lo que Pedro nos dice (1 P. 2:5). Pero cómo nos irá en el reino futuro depende de que nos mantengamos firmes. Este asunto no se puede decidir de una vez y para siempre. Hay muchos versículos en la Biblia al respecto, y todos son muy claros. El problema de la eternidad ha sido totalmente resuelto, pero el asunto de la posición y de la recompensa en el reino depende de que nos mantengamos firmes hoy.

SER MÁS DILIGENTE PARA HACER FIRME EL LLAMAMIENTO Y LA ELECCIÓN

Llegamos ahora a 2 Pedro 1:10: “Por lo cual, hermanos, sed más diligentes en hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas no tropezaréis jamás”. Si alguien no conoce la verdad acerca de la elección, no verá que este versículo se refiere a la esperanza de retener firme el reino. Aquí dice que la vocación y elección de una persona no es necesariamente firme. ¿Quiere decir esto que una persona perderá su salvación? No, no quiere decir esto, porque Romanos 11 nos dice claramente que el llamamiento de Dios es irrevocable (11:29). Aquí no se habla sólo del llamamiento, sino también de la elección. Pedro puso el llamamiento y la elección juntos. La Biblia dice muchas veces que muchos fueron llamados, pero pocos escogidos. Excepto en un lugar del cual no estoy completamente seguro, todos los demás se refieren a los muchos que son salvos y a los pocos que obtienen la recompensa. Por lo tanto, la selección aquí se refiere a la posición en el reino.

Pedro dijo: “Porque haciendo estas cosas no tropezaréis jamás”. Estas cosas son las mencionadas en los versículos 5-7, tales como fe, virtud, conocimiento, dominio propio, perseverancia, piedad y amor. Si hacemos estas cosas, jamás tropezaremos. Esto es igual que decir que si somos más diligentes, nuestra vocación y elección serán firmes. Estas son expresiones análogas. La primera de estas expresiones dice que debemos ser diligentes en hacer firme nuestra vocación y elección. La segunda de ellas dice que haciendo estas cosas, jamás tropezaremos.

El versículo 11 dice: “Porque de esta manera os será suministrada rica y abundante entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. La Biblia nos muestra que el reino de Cristo es eterno. Pero algunos sólo entrarán en la eternidad futura, mientras que otros entrarán durante el milenio. El reinado de Cristo empezará con el reino milenario. Por lo tanto, Apocalipsis 11:15 dice: “El séptimo ángel tocó la trompeta y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de Su Cristo; y El reinará por los siglos de los siglos”. Este versículo nos muestra que el reino de Cristo está relacionado con la eternidad futura; durará para siempre. Sin embargo, comenzará con el toque de la trompeta del séptimo ángel, esto es, al principio de la tribulación. Cuando Cristo empiece Su reinado, algunos entrarán al reino. Ellos no solamente entrarán, sino que les será provista una rica y generosa entrada. Por lo tanto, hacer firme nuestra vocación y elección es recibir una rica y generosa entrada en el reino eterno.

Uno puede ver que la salvación ya ha sido resuelta, pero la entrada al reino aun no lo ha sido. Una vez que un cristiano cree en el Señor Jesús, puede inmediatamente alabar al Señor porque sabe que el asunto de la vida eterna y la muerte está resuelto. Sin embargo, después que uno cree, tiene muchas experiencias por delante; aún tiene el reino por delante y una gloria futura esperándolo. Algunos obtendrán estas cosas: el reino, la corona, la gloria y la recompensa; mientras que otros no. Algunos entrarán al reino de Cristo; otros no podrán. Algunos no sólo entrarán, sino que serán provistos de una entrada rica y generosa al reino de Cristo. Esto no quiere decir que aquellos que no puedan entrar al reino de Cristo no son salvos, sino que su recompensa y su gloria les serán quitadas. Por lo tanto, necesitamos correr y ser diligentes. Reinar con Jesús el Nazareno en el futuro es un asunto que depende de nuestro empeño hoy.

ENTRAR EN EL REINO PARA COMPARTIR EN LA GLORIA DE CRISTO

Yo me pregunto si usted ha pensado con qué clase de gloria Dios recompensará a Cristo en el milenio por lo que El sufrió hace mil novecientos años. La recompensa tiene que ser igual al sufrimiento. Si un hombre es llevado a la posición más baja, su recompensa deberá ser grandiosa. Supongamos que su casa se quema o usted se enfrenta a un gran peligro, y un sirviente de su casa arriesga todo y casi pierde la vida tratando de salvarlo. ¿Cómo lo recompensaría usted? ¿Diría usted: “Yo lo recompenso con veinte centavos”? Nadie haría esto. La recompensa debe corresponder al sufrimiento. Cristo glorificó a Dios de cierta manera y murió de cierta forma en la cruz. ¿Cómo recompensará Dios a Cristo en el futuro? Y ¿cómo lo glorificará?

El reino será el tiempo cuando Cristo y los cristianos juntamente recibirán la gloria. El reino será el tiempo cuando Dios recompensará a Cristo. En ese tiempo, nosotros también tendremos una porción. Ser o no ser contados dignos de recibir la gloria de Dios depende absolutamente del resultado de nuestra conducta y nuestra labor. El cielo nuevo y la tierra nueva no son un asunto de si somos dignos o no. Pero en el reino sólo aquellos que son dignos recibirán la gloria. El Señor ha sufrido persecución, dificultades y deshonra. Si hoy en día sufrimos persecución, dificultades y deshonra de la misma forma, participaremos de una porción con El en el reino venidero.