El Evangelio de Dios | Watchman nee
EL CAMINO DE LA SALVACION: LA FE
CAPITULO CATORCE
EL CAMINO DE LA SALVACIÓN: LA FE
LA OBRA SALVADORA DE DIOS LLEGA A TODOS MEDIANTE LA FE
En las últimas reuniones, hemos visto las cosas que el hombre considera los caminos de salvación. Si no torcemos la palabra de Dios, sino que confiamos en ella, veremos que ninguna de estas cosas son una condición para la salvación. Como ya hemos mencionado, según la Biblia solamente existe una condición para la salvación, a saber, la fe. Las palabras fe y creer, se mencionan en la Biblia más de quinientas veces. De entre estos muchos versículos, más de cien nos dicen que la salvación se obtiene por creer, que la justificación se recibe por creer y que recibimos vida por creer. En más de treinta lugares se nos dice que por medio de la fe recibimos esto o aquello de parte de Dios. Estos lugares nos muestran que el hombre recibe el favor de Dios mediante la fe y nada más.
¿Por qué pone la Biblia tanto énfasis en la fe? En esta ocasión veremos por qué la fe tiene que ser el camino de la salvación. Sin embargo, primero debemos hacer una pregunta: ¿Es la salvación obra del hombre u obra de Dios? ¿Es el plan del hombre o es el plan de Dios? ¿Se origina en el hombre o en Dios? Los que no conocen a Dios, no conocen la salvación. Solamente aquellos que conocen a Dios conocen la salvación que Dios da. Los que conocen a Dios tienen que admitir que es Dios quien ha iniciado la salvación. Es Dios quien la ha planeado y es Dios quien ha llevado a cabo este plan. Como mencionamos antes, todo es llevado a cabo por Dios. Por nuestra parte no tenemos que hacer nada más que creer.
¿Por qué tenemos que creer? Porque la redención es llevada a cabo por Cristo. Dios quiere hacer que el método de la salvación sea tan simple que todos puedan obtenerla. Por eso El solamente requiere la fe. Si la salvación procede de Dios, ésta debe ser universal. Si la salvación fuera solamente para cierto grupo de personas, Dios estaría parcializado. Si el camino de la salvación de Dios requiriera algo de nosotros, ese algo llegaría a ser un obstáculo para nuestra salvación. Si existiera el simple requisito de que el hombre tuviera que esperar cinco minutos antes de poder ser salvo, eso disminuiría grandemente el número de personas salvas en el mundo. Muchas personas ni siquiera tienen la oportunidad de esperar cinco minutos. Dios ni siquiera requeriría justicia perfecta. Si El requiriera justicia en una sola cosa, quizás usted lo podría lograr; sin embargo, centenares de millares de personas en la tierra tal vez no podrían hacerlo. Si ese fuera el caso, la salvación no sería tan simple.
En Estados Unidos hubo un predicador famoso a quien llamaban el doctor Jowett. El tenía un colaborador llamado Barry. El señor Barry era pastor de una iglesia; sin embargo, todavía no había sido salvo. Una noche alguien tocó el timbre de su iglesia. Después de esperar un buen rato, el señor Barry de mala gana se puso su bata y fue a ver quién era. En la puerta estaba una muchacha joven y mal vestida. Cuando él le preguntó sin rodeos qué quería, la muchacha inquirió: “¿Es usted el pastor?” Cuando él contestó que sí era, la muchacha dijo: “Necesito que me ayuden a traer a mi mamá”. El pensó que una muchacha vestida así debía tener un hogar terrible. El pensó que quizás su mamá estaba ebria y necesitaba ayuda para meterla a su casa. El le dijo a la muchacha que llamara a la policía; no obstante, la muchacha insistió en que fuera él. El hizo todo lo posible por disuadirla y le dijo que fuera a ver al pastor de la iglesia que estuviera más cerca de su casa. Sin embargo, la muchacha dijo: “Su iglesia es la más cercana”. Luego él dijo: “Es muy tarde ahora, vuelva mañana”. Pero ella insistió que fuera inmediatamente. El señor Barry lo pensó por un momento. El era pastor de una iglesia que tenía más de mil doscientos miembros. Si alguno de ellos lo miraba caminando con esta joven, vestida de esa manera, a media noche, ¿qué pensarían? Pero la muchacha insistió y dijo que si él no iba, ella no se iría de allí. Finalmente él cedió y subió a cambiarse. Después, el señor Barry le contó al doctor Jowett que cuando iban a la casa de la muchacha bajó un poco el ala del sombrero para cubrir su cara y se cubrió con su abrigo por temor a que otros lo vieran. El lugar a donde fueron no era una área muy bonita. Cuando se detuvieron ante la casa en donde iban a entrar, vio él que no era un lugar decente. Luego le preguntó a la muchacha: “¿Por qué me hizo venir a este lugar?” La muchacha contestó: “Mi mamá está muy enferma. Está en un peligro terrible. Ella me dijo que quiere entrar al reino de Dios. Por favor ayúdela a entrar”. El señor Barry no tuvo más remedio que entrar en la casa. La muchacha y su madre vivían en un cuarto muy pequeño y sucio. Su hogar era muy pobre. Cuando la mujer enferma lo vio llegar, ella gritó: “Por favor ayúdeme a entrar. No puedo entrar”. El pensó por un momento y se preguntó qué debía hacer. El era un pastor y un predicador y allí estaba una mujer en agonía. Ella quería entrar en el reino de Dios; ella quería saber cómo entrar. ¿Qué podía hacer él? El no sabía qué hacer. Así que, le habló en la manera en que le hablaba a la congregación. Comenzó a decirle que Jesús era un hombre perfecto, que era nuestro modelo, que se sacrificó, que mostró benevolencia y que Jesús siempre ayudaba a la gente. Le dijo que si el hombre seguía Sus pasos y se sacrificaba, amaba y ayudaba a otros y servía a la sociedad, ellos elevarían su humanidad y la humanidad de otros. El señor Barry estaba hablando con ella con sus ojos cerrados. Cuando terminó ella se enojó y gritó: “¡No, no! Esto no es lo que quiero que diga”. Se le salieron las lágrimas. Ella dijo: “Señor Barry, ésta es mi última noche sobre la tierra. Ahora es el momento de aclarar el asunto de la perdición eterna o la entrada en el reino de Dios. Esta es mi última oportunidad. No trate de engañarme, no bromee. He pecado durante toda mi vida. Y no sólo he pecado, sino que también he enseñado a mi hija a pecar. Ahora estoy a punto de morir. ¿Qué puedo hacer? No bromee conmigo. Durante toda mi vida lo único que he hecho ha sido pecar. Todo lo que hice fue inmundo. Nunca supe lo que significa ser moral. Nunca supe lo que era ser limpia. Nunca supe lo que era tener una conciencia. ¡Ahora, usted le dice a una pecadora como yo, en la condición en que me encuentro en esta noche, que tome a Jesús como mi modelo! ¡Tendría que laborar mucho antes de que pudiera tomar a Jesús como mi modelo! Usted me dijo que tengo que seguir los pasos de Jesús. Sin embargo, ¡cuánto tendría que hacer antes de poder seguir Sus pasos! No dé rodeos en esta hora tan crucial para mi eternidad. Simplemente dígame cómo puedo entrar en el reino de Dios. Lo que me ha dicho no me sirve. No puedo hacer ninguna de esas cosas”. El señor Barry se sorprendió. El pensó para sus adentros: “Estas son las cosas que yo aprendí en la escuela de teología. Las estudié para obtener mi doctorado en teología. Las he estado predicando en los últimos diecisiete o dieciocho años. Y estas son las cosas que he leído en la Biblia. Sin embargo, esta noche hay una mujer que quiere entrar en el reino, y no puedo ayudarla”. Así que, él dijo: “La verdad es que no sé cómo entrar. Sólo sé que Jesús fue un buen hombre, que tenemos que imitarlo, que El fue benevolente y que se sacrificó para ayudar a otros. Todo lo que sé es que si un hombre toma a Jesús como su ejemplo y anda como El anduvo, él será un cristiano”. Llorando la mujer dijo: “¿No puede usted hacer nada por una mujer que ha sido pecaminosa toda su vida, para ayudarla a entrar en el reino de Dios en el último momento? ¿Es eso todo lo que usted puede hacer para ayudar a una mujer moribunda a entrar en el reino de Dios, una mujer que no tendrá un mañana ni una segunda oportunidad?” El señor Barry quedó desconcertado y no tuvo más que decir. El pensó: “Soy un siervo de Cristo. Soy doctor en teología. Soy un pastor de una iglesia de mil doscientas personas. Sin embargo, aquí está una mujer en su lecho de muerte y no puedo hacer nada para ayudarla. Ella hasta piensa que no la estoy tomando en serio”. Sin embargo, luego el señor Barry recordó algo que había oído de su madre cuando se sentaba en su regazo a los siete años de edad. Ella le dijo que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios, que El fue crucificado y que El derramó Su sangre para limpiar nuestros pecados. Jesús de Nazaret murió por nuestros pecados en la cruz y ha llegado a ser el sacrificio propiciatorio. Entonces, él recordó estas palabras. Durante toda su vida él no había tomado en cuenta estas palabras, pero ese día las recordó. Luego, se levantó y dijo: “Sí, tengo algo que decirle. Usted no tiene que hacer nada ya que Dios ha hecho todo en Su Hijo. El ha tratado con nuestros pecados en Su Hijo. El Hijo de Dios ha quitado todos nuestros pecados. El que exige el pago, es el mismo que lo paga. El que fue ofendido, llegó a ser el que sufrió por la ofensa. El Juez ha llegado a ser el juzgado”. Al decir esto, el rostro de la mujer mostró señales de gozo. El le dijo todo lo que su madre le había dicho. Luego, repentinamente el rostro de la mujer cambió de gozo a llanto y gritó: “¿Por qué no me dijo usted esto antes? ¿Qué debo hacer ahora?” Luego él le dijo que ella solamente necesitaba creer y recibir. En ese momento la mujer murió. Más tarde el señor Barry le dijo al doctor Jowett que en esa noche la mujer entró en el reino y él también.
Muchas veces mi corazón se ha conmovido por esta historia. Si existe la salvación, esta debe estar disponible para todos. Si usted dice que uno debe ser bautizado antes de ser salvo, entonces, el ladrón que estaba sobre la cruz no hubiera podido ser salvo ya que él no fue bautizado. Si usted dice que uno no puede ser salvo a menos que haga restitución, entonces el ladrón que estaba sobre la cruz no hubiera podido ser salvo, porque tanto sus manos como sus pies estaban firmemente clavados en la cruz. No digo que no debemos ser bautizados ni hacer restitución. Sino que la condición para la salvación no es la restitución, el bautismo, la confesión ni el arrepentimiento. El arrepentimiento no es otra cosa que un cambio del punto de vista acerca de nuestro pasado. Si fuera un asunto de la ley y de obras ¿quién podría cumplirlo? Esta mujer es el mejor ejemplo de la salvación que Dios da a todos.
CREER EN LA MUERTE
Y LA RESURRECCION DEL SEÑOR
La única condición para recibir la salvación de Dios es la fe. La fe dice que usted está dispuesto y que usted lo desea. ¿Cuál es la fe de la cual habla la Biblia? En primer lugar, Dios llevó a cabo la redención por medio de la muerte de Su Hijo Jesucristo en la cruz. Su obra en la cruz es completa. ¿Por qué es completa? No lo sé. Tampoco usted lo sabe. Solamente Dios sabe por qué. ¿Cómo puede la sangre del Señor Jesús redimirnos de nuestros pecados? ¿Por qué la redención del Señor es efectiva? No necesitamos hacer estas preguntas. Estos son asuntos de Dios. La obra del Señor en la cruz es llevada a cabo y el corazón de Dios es satisfecho.
La cruz del Señor Jesús no tiene la finalidad de satisfacer nuestro corazón. El propósito es satisfacer el corazón de Dios. El pago de una deuda, ¿satisface al acreedor o al deudor? Si Dios considera que algo es suficiente para El, nosotros también debemos considerarlo así. Dios es justo. Si El dice que la obra del Señor puede redimirnos del pecado, indudablemente puede redimirnos. Si usted piensa que la obra es suficiente o no lo es, eso no tiene importancia. Lo que importa es que Dios considere suficiente la obra del Señor Jesús. No es simplemente un asunto de pagar el dinero o no. Lo que importa es si el acreedor considera pagada la deuda o no. Si el dinero que usted paga satisface al acreedor, usted no tendrá problemas. Desearía poder repetir esto cientos de veces. La obra del Señor Jesús primero satisface el corazón de Dios. Es Dios quien exige juicio sobre los pecados. Es Dios quien requiere que los pecados sean juzgados. Es Dios quien dice que sin la sangre no hay perdón de pecados. Si Dios fuera indiferente la sangre no sería necesaria. La sangre se derramó debido a que a Dios le importa esto. Si a Dios no le interesara, no habría sido necesaria la cruz. Es necesaria la cruz debido a que Dios es justo.
El Señor realizó toda la obra en la cruz. Por consiguiente, Dios lo levantó de los muertos. La resurrección del Señor Jesús es la prueba de que Dios está satisfecho con la obra que el Señor hizo en la cruz. Aunque no entendamos cómo satisfizo la cruz el corazón de Dios, sabemos que Jesús de Nazaret se levantó de la tumba. ¿Fue la muerte de Jesús de Nazaret lo que los apóstoles predicaban por todo el mundo? ¿Ha oído usted tal evangelio? Yo nunca he oído tal evangelio. Yo veo a los apóstoles salir por todo el mundo solamente para proclamar que Jesús de Nazaret resucitó. Si usted lee el libro de Hechos, verá que los apóstoles no predicaban que Jesús murió por nuestros pecados. Lo que ellos proclamaban en todos lados era que este Hombre había resucitado. Ellos predicaron esto ya que la resurrección del Señor comprueba que Su muerte ha glorificado a Dios. El Señor Jesús resucitó debido a que Su obra fue aceptada delante de Dios. Su redención es completa y ahora podemos ser salvos. Si la obra del Señor no hubiera sido completa, El habría sido dejado en la tumba. Por lo tanto, la resurrección no es otra cosa que la satisfacción que halló el corazón de Dios en el Señor Jesús. El Señor Jesús resucitó de entre los muertos. Los apóstoles nos predicaron esto como una evidencia para nuestra fe, instándonos a creer en el Señor Jesús. Por un lado, la salvación tiene que ver con la muerte del Señor; por otro, tiene que ver con Su resurrección. Su muerte pagó nuestra deuda y obtuvo el perdón de nuestros pecados. Por medio de esta muerte se solucionó el problema de nuestros pecados. Su resurrección es la prueba de que Su muerte satisfizo el corazón de Dios.
Dios considera Su obra correcta y apropiada. Anteriormente he usado un ejemplo que volveré a usar por causa de que hay muchos nuevos entre nosotros. Si peco, debo ir a la cárcel. Pero supongamos que un amigo voluntariamente va en mi lugar. Debido a que él es encarcelado, yo quedo en libertad. Pero sólo cuando él es puesto en libertad yo sé que mi caso está resuelto. Sólo entonces mi corazón estará confiado. Mi cuerpo es puesto en libertad debido a que el suyo es encarcelado. Pero mi corazón es liberado solamente cuando él es puesto en libertad. Hasta que el caso se resuelva, él estará encarcelado. Si él todavía está en la cárcel, no sabré si él ha llevado mi castigo o si yo todavía puedo ser encarcelado. Cuando él salga de la prisión, sabré que el caso está resuelto. De la misma manera, tan pronto como el Señor murió, el problema de mi pecado fue resuelto. Sin embargo, el Señor Jesús tuvo que resucitar para que yo supiera que el problema del pecado había sido resuelto. El fue entregado por nuestras transgresiones y fue resucitado para nuestra justificación. El resucitó debido a que el problema de nuestra justificación fue resuelto. Podemos ir por todo el mundo a hablarles a todos de la obra que Dios ha llevado a cabo mediante la muerte de Su Hijo Jesucristo. Al mismo tiempo, podemos decirle a otros que a través de la resurrección del Señor, Dios nos ha dado un recibo y una prueba que nos informa que la tarea ha sido terminada. Hoy en día, no solamente creemos en la cruz. Además creemos también en la resurrección.
¿Puede usted hallar un versículo en la Biblia que diga que el hombre debe creer en la cruz? Es muy extraño que siempre se nos diga que creamos en la resurrección. Si hoy día usted conoce a un cristiano nominal que ha sido miembro de una iglesia por diez, veinte, o treinta años y habla un poco con él, usted se dará cuenta que existe una gran diferencia entre creer en la cruz y creer en la resurrección. Una vez conocí a un miembro de una denominación, el cual había sido anciano por treinta y ocho años y “cristiano” por cincuenta o sesenta años. Cuando le pregunté si creía en el Señor Jesús, él dijo que sí. Pero cuando le pregunté si sabía que sus pecados habían sido perdonados, no se atrevió a decir que sí. Luego le pregunté si Jesús era su salvador, y él dijo: “Por supuesto”. Pero cuando le pregunté si él era salvo, dijo que no sabía. Cuando le pregunté si creía que el Señor Jesús había sido juzgado en la cruz por nuestros pecados, él inmediatamente dijo que sí creía. No solamente la Biblia dice esto, hasta nuestro himnario lo dice. Dice que miles de toros y machos cabríos sobre el altar judío no nos perdonarían de nuestros pecados, pero el único sacrificio del Señor nos limpia de todo pecado. Cuando le pregunté a este hombre si había sido limpio de sus pecados, él dijo que creía que el Señor había sido crucificado por sus pecados, sin embargo, él no se atrevió a decir que sus pecados ya habían sido quitados. No puedo culparlo de no tener claridad. Es cierto que el Señor Jesús murió en la cruz. Sin embargo, ¿cómo puede uno saber que esta cruz cuenta? El cree en la cruz, pero ¿cómo puede él saber que la cruz ha solucionado todos sus problemas y resuelto su caso? Aunque la liquidación por el pecado ya ocurrió en la cruz, lo que resuelve nuestro caso es la resurrección. Si usted le paga de nuevo a alguien algo de dinero ¿cómo sabe usted que la cantidad pagada es suficiente y que los cheques son genuinos? ¿Qué tal si los cheques son falsos? Solamente una cosa le asegurará que la cantidad ha sido completamente pagada, un recibo de su acreedor diciendo que la cantidad ha sido completamente pagada. Cuando usted paga el dinero, el acreedor borra su cuenta, y usted sabe que el asunto queda liquidado. De la misma manera, la muerte del Señor Jesús habla de lo que El ha hecho por Dios, mientras que Su resurrección habla de lo que Dios ha hecho por nosotros. La muerte es el convenio entre El y Dios, pero la resurrección es lo que nos notifica el convenio entre Dios y Su Hijo. Dios dijo que la deuda fue pagada. Si usted cree que el Señor murió por sus pecados, entonces la resurrección del Señor declarará que la cuenta de sus pecados ha sido borrada. Muchas personas dicen que tenemos que pagar la cuenta de nuestro pecado, y que si no, no podemos ser salvos. Gracias al Señor que la cuenta de mis pecados fue pagada aun antes de que naciera. Hasta se extendió un recibo. La muerte del Señor Jesús fue el pago de la deuda y la resurrección del Señor Jesús fue la prueba del pago. La resurrección es la prueba de la justificación. Somos justificados debido a que Dios nos ha concedido Su gracia y nos ha redimido del pecado. La muerte del Señor Jesús quitó de en medio el pecado. La resurrección del Señor Jesús fue la evidencia de la justificación. Por lo tanto, nuestra fe descansa en la resurrección del Señor Jesús.
Esto no es todo lo que llevó a cabo la resurrección. Si pensamos así, estamos equivocados. Este es solamente el aspecto objetivo de la resurrección. También tenemos el aspecto subjetivo. Desde el punto de vista objetivo, la resurrección del Señor llegó a ser la evidencia de nuestra salvación. Si alguien me preguntara cómo sé que soy salvo, le diría que tengo la prueba de esto. Esta prueba demuestra que soy salvo. Es posible que usted me diga que fue salvo en cierta fecha en cierto año ya que fue en ese entonces cuando usted recibió al Señor. Entonces, yo le preguntaría: ¿Cómo puede usted saber que eso fue suficiente? Tal vez usted diga que confesó sus pecados ese día, pero ¿cómo sabe usted que esa confesión es suficiente? Es posible que diga que lloró por sus pecados en ese día, pero ¿cómo sabe que sus lágrimas lavarán sus pecados? Quizás diga que se arrepintió, confesó sus pecados y aceptó al Señor Jesús, pero ¿cómo sabe que su arrepentimiento, confesión y recibimiento del Señor es suficiente? Si me preguntara, le contestaría que yo en realidad soy salvo por la muerte del Señor, pero yo sé que lo soy por la resurrección del Señor. Amigos míos, tienen que diferenciar entre las dos. Soy salvo debido a la muerte del Señor, pero tengo la certeza de que soy salvo debido a la resurrección del Señor. Cuando pago él dinero, pago mi deuda. Yo sé que he pagado la deuda porque tengo el recibo. Gracias a Dios que El nos ha dado una prueba y un recibo. Su Hijo pagó la deuda por todos nuestros pecados en la cruz, y El nos informa que el asunto está plenamente resuelto mediante la resurrección de Su Hijo. Por consiguiente, toda la obra del Señor, ahora está terminada.
Si esta noche hay alguien aquí que todavía duda que es salvo, sólo necesito preguntarle en qué ha creído y qué ha recibido. No es suficiente que una persona simplemente crea en la cruz y reciba la redención del Señor en la cruz. Uno también tiene que creer en Su resurrección. La resurrección del Señor Jesús es el mensaje que Dios nos da. Nos muestra que Dios aceptó la obra del Señor. Gracias a Dios que la cruz satisfizo Su corazón. Es por eso que existe la resurrección. Así que, el fundamento de nuestra fe es la muerte de Cristo, sin embargo, nuestra fe también se basa en la evidencia de la resurrección. La muerte es Su obra de redención para nosotros. La resurrección es la prueba de que El nos redimió. Nótese que dije: “Nos redimió”. La muerte es Su obra de redención y la resurrección es la prueba de que El nos redimió.
RECIBIR LA OBRA DEL SEÑOR MEDIANTE LA FE EN LA PALABRA DE DIOS
Ahora la obra del Señor es completa. Su muerte es un hecho, y también Su resurrección. ¿Qué sucede después? La Biblia nos muestra claramente que Dios puso toda la obra de Su Hijo en Su Palabra. ¿Qué es la Biblia? Y ¿qué es la Palabra de Dios? Muchas veces considero que la Palabra de Dios es como la bolsa donde Dios pone Su obra. Dios puso toda Su obra en Su Palabra. Si Dios estuviera físicamente entre nosotros hoy día y quisiera mostrarnos la obra de Su Hijo y la prueba de esta obra ¿cómo podría hacerlo? El puso la obra de la cruz de Su Hijo en Su Palabra. El también puso la prueba de la resurrección de Su Hijo en Su Palabra. Hoy día, Dios nos comunica todas estas cosas mediante Su Palabra. Cuando recibimos Su Palabra, recibimos la prueba de Su obra. La Palabra está respaldada por los hechos. Si no hubiera hechos que respaldaran las palabras, éstas serían vanas. Sin duda, detrás de las palabras están los hechos.
En el invierno todos, tanto hombres como mujeres, usan guantes. La Palabra de Dios es el guante de Dios. Todas Sus obras están contenidas en ella. Un día conocí a una misionera occidental. Ella no sabía qué era creer en la Palabra de Dios. Ella pensaba que todo lo que necesitaba hacer era creer en Dios, en Su Hijo Jesucristo y en la obra de Dios. Le dije que sin la Palabra de Dios no hay manera de creer en Dios, en Su Hijo Jesucristo y en la obra de Dios. Una vez que creemos en la Palabra de Dios, todas estas cosas llegan a ser válidas para nosotros. Después de hablar por dos horas, todavía no podía lograr que entendiera. Ella traía puestos un par de guantes de gamuza. Cuando estaba a punto de partir, se iba a quitar los guantes para despedirse. Le dije: “No tiene porque quitárselos, puedo estrechar su mano con sus guantes puestos”. Para ella esto era señal de mala educación. Tal vez pensó que como chino no sabía de buenos modales. Cuando estreché su mano le pregunté: “Qué estoy estrechando ahora, la mano o el guante?” Inmediatamente entendió lo que yo le quería decir. Le dije que la mano estaba en el guante. Cuando apreté el guante, estaba apretando la mano. Apreté el guante porque en él estaba la mano. Sucede lo mismo con la Palabra de Dios. Dios se ha puesto a Sí mismo y ha puesto toda la obra de la cruz de Su Hijo en Su Palabra. Cuando usted me da la Palabra de Dios, me está dando a Dios en Su Palabra, además de toda la obra de Su Hijo. Cuando ella se fue, me dijo que todo lo demás que se había dicho había sido inútil. Este solo ejemplo le aclaró el asunto.
Hoy en día predicamos acerca del Hijo de Dios y del testimonio de Su resurrección. Sin embargo, predicamos estas cosas mediante Su Palabra. Si un hombre recibe la Palabra de Dios, él recibe la obra y la gracia de Dios. La Palabra de Dios es preciosa porque en ella hay solidez. ¿Qué provecho habría si los guantes estuvieran vacíos? Aun si los aprieta durante todo el día, sería inútil. Solamente son útiles cuando las manos están allí. Sin el Señor Jesús la Palabra del Señor es letra muerta. Si el Señor Jesús no estuviera en la Biblia, yo la quemaría.
Entonces ¿qué es la fe? No es otra cosa que recibir el testimonio de Dios en cuanto a la obra de Su Hijo. Dios puso la obra de Su Hijo en la Palabra y nos ha comunicado esta Palabra. Cuando creemos en Su Palabra, creemos en El. En 1 Juan 5:9 dice: “Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios”. ¿Cuál es la característica del Testimonio de Dios? “Porque éste es el testimonio con que Dios ha testificado acerca de Su Hijo”. La Palabra de Dios habla de Su Hijo. Por favor lean el versículo 10: “El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso”. Pongan atención a la siguiente cláusula: “Porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de Su Hijo”. ¿Qué es no creer en Dios? Es no creer en el testimonio que El ha dado de Su Hijo. ¿Qué es creer en Dios? Es creer en las palabras que Dios ha hablado, el testimonio que El ha dado acerca de Su Hijo. Así que, creer en Dios no es otra cosa que creer en Su testimonio. En las últimas dos semanas hemos visto el testimonio de Dios. Hemos visto lo que Dios ha hecho por nosotros, los problemas que El ha solucionado mediante Su Hijo y las evidencias que El nos ha dado. Dios nos ha hablado Su Palabra. ¿Qué debemos hacer ahora? Debemos creer en El, es decir, debemos recibir el testimonio que El da acerca de Su Hijo. Si aquí hay alguien que no ha sido salvo, tal vez alguien ya le haya dicho que debe creer. Sin embargo, ¿en qué debe creer usted? Usted no debe creer en un Cristo que está sentado en los cielos. Eso está demasiado lejos. Lo que usted debe hacer es creer en lo que dice la Biblia. Esto está tan cerca. La mano de Dios ya está en el guante. El guante es la Palabra de Dios. Cuando usted cree en la Palabra de Dios, usted cree en el Hijo de Dios. Cuando usted recibe las palabras de la Biblia, usted recibe todo lo que está en la Palabra. En los últimos mil ochocientos años, George Müeller puede ser considerado como uno de los hombres con más fe. Cuando alguien le preguntaba qué era la fe, él contestaba que la fe consiste en que cuando Dios dice algo, yo digo lo mismo. La fe equivale a creer en la Palabra de Dios. Es creer en Dios por medio de Su Palabra.
EL ESPÍRITU SANTO NOS COMUNICA LA OBRA DE DIOS
En la Palabra de Dios hay otro asunto relacionado con la fe. ¿Cómo puede llegar a ser nuestra la Palabra de Dios? La clave de esto es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo ha llegado. El Espíritu Santo es el guardián de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es viva debido a que el Espíritu Santo la está custodiando. Dios puso todas Sus obras en Su Palabra. El Espíritu Santo cuida de ella. Cada vez que el hombre recibe la Palabra de Dios por fe, el Espíritu Santo viene y le aplica todas las obras de Dios. Aquí vemos cuán completa es la obra del Dios Triuno. Dios es quien nos ha amado y quien propuso la obra de la redención. El Hijo llevó a cabo la obra de redención. Fue Dios quien puso la obra del Hijo en la Palabra, y quien nos comunica, a través del Espíritu Santo, todas las obras del Hijo que contiene la Palabra. El gran problema del hombre, y también su pensamiento más necio, es la confusión que tiene acerca de su condición con respecto a la obra del Espíritu Santo. El hombre piensa que si se arrepiente, Dios obrará, o que si se bautiza entonces Dios obrará; o que si confiesa sus pecados y hace buenas obras, Dios obrará. Pero éste no es el caso. La Biblia nos dice claramente que solamente el Espíritu Santo puede comunicarnos la obra del Señor. La característica de la obra del Espíritu Santo es la comunión. Después de que el Señor Jesús llevó a cabo toda la obra, el Espíritu Santo vino y nos comunicó esta obra. Si solamente existiera la obra que el Señor llevó a cabo, sin la obra de comunión del Espíritu Santo, no nos serviría de nada. Sin el Padre, el hombre no puede ser salvo, y sin el Hijo, el hombre no puede ser salvo. De la misma manera, sin el Espíritu Santo, el hombre no puede ser salvo. Aunque existe la obra del Padre y del Hijo, de todos modos necesitamos que el Espíritu Santo nos comunique estas obras para que los asuntos objetivos lleguen a ser subjetivos.
Ahora la pregunta es qué debemos hacer a fin de que el Espíritu Santo obre en nosotros. La Biblia nos muestra claramente que solamente existe una condición para que el Espíritu Santo obre: la fe. ¿Recibimos el Espíritu Santo por las obras de la ley o por la fe? Por medio de la fe. Esto es lo que Pablo nos dijo en la Epístola a los Gálatas. Cuando creemos en la Palabra de Dios, el Espíritu Santo nos aplica esta Palabra. Es por eso que digo que el Espíritu Santo es el guardián de la Palabra de Dios.
Si esta noche hay alguien aquí que todavía no es salvo, espero que abra su corazón para recibir el testimonio de Dios. Usted no tiene que preocuparse de quién sea el Señor Jesús. Usted no tiene que preocuparse de quién sea Dios. Lo que lo relaciona a usted directamente con El es la Palabra de Dios. Si usted tiene una relación adecuada con la Palabra de Dios, el Espíritu Santo le comunicará todas las obras de Dios y del Señor Jesús. Si usted abre su corazón y lo invoca, tal como el publicano que oró pidiendo que Dios tuviera misericordia de él, o más exactamente traducido, para que le fuera propicio, usted será justificado. Una vez que usted abra su corazón y le invoque, el Espíritu Santo le comunicará la obra de Dios. Esta es la obra del Espíritu Santo.
En esta ocasión solamente estoy hablando acerca de los rudimentos de la salvación. En realidad toda obra del Espíritu Santo sigue este principio. Cada vez que usted acuda a Dios a recibir Su Palabra, el Espíritu Santo hará que esta palabra sea viviente. Tal vez parezca que lo que usted recibe son cosas muertas, sin embargo, cuando el Espíritu Santo interviene, El las hace reales en usted. No trate de llevar a cabo algo por su propia cuenta. No piense que el Espíritu Santo ignora que usted tiene fe en la Palabra de Dios. No, tan pronto como usted cree, El empieza a obrar. No hay nada que El no sepa. Esta es la obra que el Espíritu Santo hace en la redención. El Dios Triuno ha llevado a cabo toda la obra de la salvación por nosotros a fin de que seamos salvos.
LA FUNCIÓN DE LA FE: DAR SUSTANTIVIDAD
Quizás usted pregunte: “¿Por qué el Espíritu Santo nos comunica todas las obras de Dios en Su Palabra cuando creemos en ella?” Las palabras que acabamos de leer en 1 de Juan nos dicen lo que es la fe. Es decir, la obra de la fe. Sin embargo, ¿cuál es la función de la fe? La función de la fe es dar sustantividad a la obra del Señor en nosotros. Esto es lo que nos muestra Hebreos 11. Hebreos 11:1 dice: “Ahora bien, la fe es lo que da sustantividad a lo que se espera”. La versión King James en inglés traduce esta palabra como el sustantivo sustancia; sin embargo, en el idioma original no es un sustantivo sino un verbo sustantivado. La traducción de Darby es dar sustantividad. Este no es un sustantivo sino un verbo nominalizado. Esta clase de verbo se usa muy a menudo en griego. Por ejemplo, en la iglesia existe la “supervisión” por parte de los ancianos. Esta supervisión no es un sustantivo sino un verbo nominalizado. “Dar sustantividad” también se usa de la misma manera. La fe consiste en dar sustantividad. No subestime esta traducción. Por diez años he estado buscando sin encontrar una palabra más apropiada. Más adelante, cuando descubrí el uso que Darby da a “dar sustantividad”, creo que hallé la mejor traducción. A todo lo que hay en el mundo, sean animales, plantas, o minerales, le tenemos que dar sustantividad. Mientras vivamos en la tierra, constantemente estamos dando sustantividad a las cosas que nos rodean. Mis ojos dan sustantividad a cada escena y a cada color. Mientras hablo aquí, algunos hermanos que tienen problemas para oír no saben de qué estoy hablando. Ellos solamente ven que muevo mi boca. Yo tengo las palabras, pero ellos no pueden darles sustantividad. Yo tengo la sustancia, pero ellos no tienen la capacidad de darle sustantividad. Si en este momento hubiera aquí un cantante o una música hermosa, yo podría darle sustantividad con mis oídos. Cuando nuestras manos tocan algo, inmediatamente sabemos si es suave o áspero. Nuestra nariz puede identificar un mal o buen olor. Nuestra lengua puede identificar un sabor dulce o salado. Todo esto es dar sustantividad. Todos los órganos del cuerpo humano tienen como función dar sustantividad.
¿Qué es la fe? La fe no puede crear algo de la nada. La fe le da sustantividad a lo que ya existe. La fe no es soñar despierto o hablar de un sueño. La fe pone de manifiesto lo que ya existe. Es por eso que Hebreos dice que fe es lo que da sustantividad a las cosas que se esperan. La palabra cosas debe ser traducida sustancia. Aunque no puedan verse, no significa que no existan. El gran problema del hombre hoy en día es que no tiene la habilidad de dar sustantividad. Como resultado, él duda de la realidad de las cosas. Si usted le dice a una persona que ha perdido sus papilas gustativas que tome una bebida dulce, él dirá que sabe igual que la salsa de soya que acaba de probar. Esto es tener la sustancia sin darle sustantividad. Todas las cosas espirituales existen. Dios ha puesto todas Sus obras en Su Palabra. Si usted tiene fe, usted les podrá dar sustantividad.
Nosotros los que predicamos el evangelio no estamos predicando cosas que no existen. Hoy en día el problema radica en que muchos no le dan sustantividad a lo que oyen. En Cristo, estoy lleno de solidez. Sin embargo, muchos no pueden dar sustantividad a ciertas cosas. En esta ocasión tenemos aquí dos hermanos no videntes. Yo puedo decir que este libro es negro y que ese libro es café. Cuando ellos tocan estos libros, los dos les parecen iguales. Usted puede saber que uno es negro y que el otro es café porque usted puede ver, sin embargo para ellos no existe diferencia entre el negro y el café. Si ellos me preguntan qué es negro, sólo puedo decirles que negro es negro. No puedo explicarles. No hay manera de explicarles. ¿Cuál es el problema? El problema está en su falta de habilidad para dar sustantividad. Sucede lo mismo con nosotros delante de Dios. Muchos son como las personas sordas o ciegas. Cuando usted habla con ellas acerca de cosas espirituales, dicen que no sienten esto o aquello. Ellos no tienen manera de dar sustantividad a esas cosas.
Entonces, ¿qué es la fe? El apóstol nos dijo claramente que la función de la fe es dar sustantividad a las cosas espirituales. Antes no había nada en usted. Ahora hay algo. Hoy en día vivimos en un mundo físico, sin embargo, Dios ha puesto todas las cosas espirituales en Su Palabra. La Palabra de Dios está llena de las cosas de El. No tome la Palabra de Dios como algo superficial. Incluso la eternidad está en la Palabra de Dios. ¿Cuál es la función de la fe? La función de la fe es poner de manifiesto las cosas espirituales, de la misma manera que los ojos perciben las formas y los colores, que los oídos se percatan de los sonidos y que la nariz capta los olores. La fe pone de manifiesto las cosas espirituales. Es por eso que Dios quiere que tengamos fe.
ACEPTAR POR LA FE LO QUE HEMOS RECIBIDO
Ahora vemos cómo tenemos que creer. En la Biblia la fe tiene sus propias leyes. En todo el Nuevo Testamento solamente hay un lugar que nos dice la función de la fe, Hebreos 11:1. Al mismo tiempo en todo el Nuevo Testamento solamente hay un lugar que nos dice cómo creer, Marcos 11:24 dice: “Por tanto, os digo que todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que las habéis recibido y las obtendréis”. Aquí se nos dice lo que es creer. ¿Qué es fe? La fe es creer en la Palabra de Dios. “Creed que las habéis recibido”. Tenemos que poner atención al verbo habéis recibido. Si usted ve a un hombre hoy que dice que recibirá, inmediatamente usted sabe que él no tiene fe. Si usted le pregunta a alguien si ha creído en el Señor Jesús y si ha sido salvo y si le dice que él espera ser salvo, entonces indudablemente él no es salvo. Todos aquellos que dicen que quieren recibir o que esperan poder recibir, no tienen fe. Marcos 11:24 nos muestra claramente que la fe es creer que ya hemos recibido. La fe no es creer que recibiremos. No es creer que estamos a punto de recibir o que podemos recibir. Todas estas expresiones que hablan de lo futuro o de posibilidades no son fe. Solamente la fe que cree que uno ha recibido, es la fe de la que habla la Biblia.
Muchas ocasiones cuando le he predicado el evangelio a alguien, éste escucha de la obra de Dios y se da cuenta de que todo ha sido hecho. Yo le muestro su corrupción, su debilidad, sus pecados y su degradación, y como resultado confiesa sus pecados y ve la obra del Señor Jesús, y luego nos arrodillamos para orar. Primero oro por él y luego él ora por sí mismo y confiesa que es un pecador, que ha cometido muchos pecados y le pide al Señor que lo perdone, y le dé vida. Si después de haber orado de esta manera, yo le preguntase, ¿han sido perdonados tus pecados? Si él dijese: “Yo creo que Dios perdonará mis pecados”, me diría a mí mismo: “Olvídalo, aquí hay otro caso muerto”. Si él dijera: “Yo creo plenamente que Dios perdonará mis pecados”, entonces yo sabría inmediatamente que él no tuvo fe.
¿Cuándo se regocija un predicador con respecto al que escucha? Cuando él ora y dice, quizás llorando, que él ahora sabe con certeza todas las cosas. Entonces usted sabe que tal persona ha cruzado la puerta y ha obtenido la vida eterna. Tal vez él diga: “Gracias al Señor, que el problema de mis pecados ha sido resuelto”, o quizás diga: “Gracias al Señor, que me ha aceptado”; o bien: “Gracias al Señor, que El ha perdonado todos mis pecados por medio de Su Hijo”. Cuando usted oye eso, usted sabe que tal persona ha creído y es salva. En la Biblia solamente existe una clase de fe, la fe que cree que uno ha recibido. Todo aquel que dice que recibirá, que puede recibir y que debe recibir, no ha recibido.
Amigos, esta es la manera de creer en todos los hechos mencionados en la Biblia. Después de que usted ora con algunas personas, sabe si ellas han pasado de la muerte a la vida y si son salvos. Muchos esperan ser salvos. Esta no es la verdadera fe. Una vez hablé con un hombre que dijo que él creía plenamente que sería salvo. Le dije: “Es mejor que cambie usted sus palabras un poco”. Usted debe decir: “Yo plenamente espero” en vez de: “Yo plenamente creo”. Si usted cree plenamente, entonces usted ya lo ha recibido. Por consiguiente, todo aquel que no ha puesto la palabra “ya” en la palabra de Dios o que no usa el verbo en pasado, no ha creído. Si usted dice que sus pecados ya fueron perdonados, esto muestra que usted ha creído. Si usted dice que ha vencido sus pecados, esto también muestra que usted ha creído. O si usted dice que ha recibido, esto una vez más muestra que ha creído. Cada vez que diga que ha recibido, en ese momento usted verdaderamente ha recibido. Amigos míos, hoy en día el asunto es muy sencillo. No rebajaré la norma de la Biblia. Dios ha efectuado todas las obras. La Palabra de Dios nos ha sido predicada. El Hijo de Dios murió. El Señor Jesús resucitó. ¿Qué debemos decir ahora? Debemos decir: “Gracias al Señor, lo he recibido”. Esto es más que suficiente. Algunas veces, cuando asisto a reuniones de avivamiento, casi lloro. Cuando las personas que están allí lloran yo también lloro. Ellos lloran por sí mismos, pero yo lloro por la salvación que Dios les ofrece. Ellos imploran a Dios diciendo: “Oh Dios sálvame” como si por este ruego Dios fuera motivado a amarlos o a volverse a ellos y salvarlos.
Gracias al Señor. Los que tienen fe no necesitan orar. Los que tienen fe están llenos de alabanzas. Nunca diga que la oración es una señal de la fe. Por favor, recuerde que al contrario, la oración muestra la falta de fe. Todos los cristianos con experiencia saben que donde hay fe, hay alabanza. Un himno (Hymns, #690) dice:
Oye el mensaje desde el trono, Reclama la promesa, incrédulo;
Dios ha dicho: “Hecho está”
La fe ha contestado “hecho está” Se acabó la oración, empieza la alabanza Aleluya “hecho está”.
Usted no puede decir: “Será hecho”. Los que dicen que será llevado a cabo, no tienen fe. Dios dijo que todo está hecho. Usted también debe decir que todo está consumado. Dios dijo que El lo ha logrado todo, y yo lo creo. Esto es lo único que importa.
Hoy día el problema más grande es que cuando uno va a muchas denominaciones, conoce centenares de miembros de las iglesias que dicen que creen que Jesús los salvará. Creen que Jesús quiere y puede salvarlos, pero eso no es fe. Eso es esperanza. Creer así es anular la Palabra de Dios. Por ejemplo, si le doy este libro al hermano Hu y él dice: “Creo que me dará esto mañana”, esto no es amabilidad sino un insulto para mí. Hoy día, Dios ha enviado a Su Hijo para lograr la redención. Si todavía decimos: “Por favor sálvame”, ¿qué es esto? Lo que debemos decir es: “Dios, gracias porque has llevado todos mis pecados a la cruz”. Amigos míos, un pecador no puede ser salvo por la oración. Un pecador solamente debe creer que Jesús lo salvó.
La fe no es un mérito. Nunca considere la fe una obra. Algunos dicen que ellos no saben si su fe es suficientemente fuerte. Dios ha hecho la fe muy sencilla para usted, pero el hombre la ha convertido en algo muy complicado. Suponga que tengo un hermano que no tiene dinero y es muy pobre. Ahora quiero darle algo de dinero. Le digo: “No tienes que hacer nada. Ni siquiera tienes que trabajar. Toma este dinero y vete”. Al hacer esto, estoy simplificando el asunto. Sin embargo, suponga que su mente es muy complicada. Suponga que pregunta: “Si mi hermano va a darme dinero, deberé tomarlo con mi mano izquierda, o con la mano derecha? ¿Deberé tomarlo al medio día o en la tarde? ¿Deberé tomarlo de pie o sentado?” El quiere estudiar cómo puede tomarlo. Ese sería el error más grande del mundo.
Mientras estuve en Chifú, conocí a una hermana. Le dije que si ella creía, ella recibiría. Ella dijo: “He estado haciendo esto por una semana. Todavía no se cómo puedo creer. No sé si esta es la manera correcta de creer. No sé si mi fe es suficientemente fuerte”. Le dije que Dios ya concluyó toda la obra, y que ella solamente necesitaba creer de una manera sencilla. Pero ella era muy analítica. Hizo de la fe una obra.
Gracias al Señor que recibir la salvación es la cosa más sencilla de la tierra. No tenemos que hacer nada. No significa que no se tiene que hacer nada; solamente significa que el Señor Jesús lo ha hecho todo. Dios dice que El ya murió. Yo digo que yo creo que El ya murió. Dios dice que el Señor Jesús ha resucitado y Su resurrección ha llegado a ser una prueba. Yo digo: “Sí” y estoy de acuerdo en que Su resurrección ha llegado a ser una prueba de mi justificación. El dice que mis pecados fueron perdonados, que El me salvó. Yo no esperaré. Creo, y ese asunto ha sido concluido. Cuando creo, ya recibí. Gracias al Señor. Esto es todo. Hemos pasado de muerte a vida. No hay necesidad de sentir nada ni de esperar que venga algo de paz o gozo.
Hace unos años le prediqué el evangelio a una persona. Me dijo que creía en el Señor Jesús, que creía que era pecador y que creía que el Señor Jesús le había perdonado sus pecados. No obstante tenía un problema. No sentía que el Espíritu Santo estaba obrando poderosamente en él como él pensaba que lo hacía en otros cristianos. Le pregunté si sus pecados fueron perdonados. Me respondió: “No”. Le pregunté por qué. Me dijo que todavía no sentía que el Espíritu Santo estaba obrando en él. Le dije: “Mi amigo, está absolutamente equivocado. La Biblia no dice que todo el que siente que ha creído en el Hijo de Dios tiene vida eterna. No creemos por medio de nuestros sentimientos, sino por medio de la Palabra de Dios”. Cuando una persona me da un libro, no tengo que sentir nada. Solamente tengo que creer en su palabra. La salvación no tiene ninguna condición. Sin embargo, existe el procedimiento adecuado. El procedimiento de la salvación no es obrar; es simplemente creer y recibir. Todo lo que Dios dice, yo lo repito. Esto es recibir. Gracias al Señor que Su gracia es suficiente para nosotros.