La ortodoxia de la iglesia PDF capitulo 2 Watchman Nee Audiolibro Book
LA IGLESIA DE EFESO
CAPÍTULO DOS
LA IGLESIA EN ÉFESO
Lectura bíblica: Ap. 2:1-7
La iglesia en Éfeso, en su carácter profético, se refiere a la condición en la que se encontraba la iglesia durante su primera etapa después de los apóstoles. La era estrictamente apostólica se extendió hasta el año 96 d. C.; después de dicha fecha, la era apostólica llegó a su fin, y muchos errores comenzaron a infiltrarse en la iglesia. Puesto que Apocalipsis es un libro profético, los nombres que utiliza para designar a las iglesias también son proféticos. Éfeso, en griego, significa “deseable”. La iglesia que continuó existiendo después de la iglesia apostólica, seguía siendo deseable.
“Yo conozco tus obras, y tus trabajos y perseverancia” (Ap. 2:2a). El posesivo que aquí se traduce “tus” denota un sujeto singular tanto en el capítulo dos como en el capítulo tres de Apocalipsis. Entre todas las siete iglesias, cinco fueron reprendidas, una de ellas no fue reprendida pero tampoco recibió elogio, y sólo una fue elogiada sin recibir reprensión alguna. Éfeso es una de las iglesias que fue reprendida; sin embargo, el Señor primero habló al mensajero de Éfeso sobre la realidad espiritual de esta iglesia. Hay quienes piensan que el Señor, antes de reprender a alguien, se esfuerza por decir algo bueno acerca de esa persona para que ella no se sienta tan mal al ser reprendida, como si el Señor procurase actuar diplomáticamente. Pero esto no es cierto en lo que respecta al Señor; más bien, el Señor hace notar la realidad espiritual que manifestaba dicha iglesia. Hay algo que se llama realidad espiritual, y ésta existe independientemente de cuál sea la condición que se manifieste externamente. Si bien a los hombres les parecía que los israelitas no valían mucho, Dios dijo por medio de Balaam que Él no había notado iniquidad en Jacob (Nm. 23:21). No es que Dios no vea; más bien, Él ve pero no encuentra nada errado. No es que los ojos de Dios puedan ver mejor que los nuestros, sino que Dios ve la realidad espiritual.
Es fácil darse cuenta de que la iglesia, en nuestros días, se encuentra en una condición de absoluta desolación. A veces, tal vez nos parezca que cierto hermano o hermana simplemente se encuentra en una situación lamentable. Pero si los hijos de Dios son iluminados por el Señor, ellos verán que todas sus flaquezas y fracasos son mentiras; es decir, si la realidad espiritual es verdad, entonces esas flaquezas y fracasos son mentiras. Fíjense, por ejemplo, en aquel niño que sale corriendo a la calle y regresa cubierto de lodo. Aunque él está sucio al entrar a su casa, yo les digo que él es un niño limpio y hermoso. Si bien es cierto que su cuerpo está cubierto de lodo, éste no forma parte de su persona. Una vez que el niño se lave, él estará limpio nuevamente. Así pues, todo hijo de Dios tiene que comprender que incluso antes de ser lavado, él es bueno. La suciedad es una mentira; la realidad es que él es bueno. Actualmente, la iglesia no se ve tan gloriosa como Dios dice que ella es, pero hoy la iglesia es gloriosa. Si ustedes poseen discernimiento espiritual, aun cuando la iglesia no se haya lavado de sus inmundicias, podrán ver que ella es buena. Por este motivo, ustedes también podrán agradecer a Dios continuamente por la iglesia. En la actualidad, la iglesia es gloriosa y no tiene mancha ni arruga ni cosa semejante (Ef. 5:25-27). Si no tiene mancha, ello significa que en ella no se halló pecado; y si no tiene arrugas, ello da a entender que no envejeció sino que siempre mantuvo su novedad y frescura delante del Señor. Dios afirma que la iglesia en Éfeso es buena; de hecho, es su realidad espiritual la que es buena.
“Y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos” (Ap. 2:2b). El Señor hizo mención de poner a prueba a los apóstoles, lo cual nos demuestra que después de la era apostólica aún había apóstoles en la iglesia. Si solamente hubiera doce apóstoles, entonces sólo cabría preguntarse si la persona que se dice ser apóstol era Juan. Si no era Juan, entonces él no sería un apóstol, pues para aquel tiempo los otros once apóstoles habían fallecido y solamente Juan quedaba vivo. El hecho de que fuese necesario poner a prueba a los apóstoles demuestra que seguía habiendo más apóstoles, además de los doce.
“Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor” (v. 4). En el griego, la palabra que se tradujo “primer” es proten. Esta palabra no solamente hace referencia a primacía en cuanto al tiempo, sino también en cuanto a la naturaleza misma de dicho amor. En Lucas 15, el padre le dio el mejor vestido al hijo pródigo; allí, la palabra griega que se tradujo “el mejor”, es también proten.
“Pues si no, vendré a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te has arrepentido” (v. 5b). Las iglesias mencionadas en Apocalipsis 2 y 3 no solamente son iglesias que forman parte de una profecía, sino que también eran iglesias concretas que existieron en siete localidades en Asia. Debe llamarnos la atención el hecho de que, según la historia, por más de mil años no ha habido iglesia en Éfeso. El candelero fue quitado; incluso su manifestación externa fue quitada. Ahora hay iglesias en Corinto, en Roma y en otros lugares, pero ninguna en Éfeso. Debido a que ella no se arrepintió, el candelero fue quitado de su lugar.
“Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales Yo también aborrezco” (v. 6). Los nicolaítas no son un grupo que pueda ser hallado en la historia de la iglesia. Puesto que Apocalipsis es un libro de profecía, tenemos que investigar el significado de la palabra nicolaíta. Esta palabra en griego se compone de dos vocablos: nikaö significa “conquistar” o “estar por encima de otros”, y laos significa “la gente común”, “los seglares” o “los laicos”. Así pues, el vocablo nicolaíta significa “los que conquistan a la gente común”, “los que están por encima de los laicos”. Por ende, la designación nicolaítas hace referencia a un grupo de personas que se estima superior al resto de los creyentes. El Señor está en un nivel superior; los creyentes están por debajo de Él. Los nicolaítas están por debajo del Señor, pero están por encima del resto de los creyentes. El Señor aborrece tal comportamiento, propio de los nicolaítas. Dicha conducta, que consiste en ponerse por encima de los creyentes comunes y constituir una clase mediadora, es aborrecida por el Señor; es algo abominable. Aun así, esto solamente era una manera de conducirse y no se había convertido en una enseñanza todavía.
En el Nuevo Testamento encontramos un principio fundamental: todos los hijos de Dios son sacerdotes de Dios. En Éxodo 19:5-6, Dios llamó al pueblo de Israel diciéndole: “Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y una nación santa”. En el principio, Dios había dispuesto que la nación estuviese formada sólo por sacerdotes, pero poco después ocurrió el incidente en que el pueblo adoró al becerro de oro. Así pues, Moisés quebró las tablas de la ley y dijo: “¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo … Y matad cada uno a su hermano” (32:26-27). Entonces, fueron los levitas quienes se pusieron del lado del Señor y, como resultado, tres mil israelitas fueron muertos en aquel día (v. 28). A partir de entonces, únicamente los levitas podían ejercer el sacerdocio; el reino de sacerdotes se redujo a una sola tribu de sacerdotes. El resto del pueblo de Israel no podía ejercer el sacerdocio y dependía de los levitas para que ejercieran el sacerdocio en lugar de ellos. La clase sacerdotal en el Antiguo Testamento era una clase mediadora. Sin embargo, en el Nuevo Testamento, Pedro dijo: “Mas vosotros sois un linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios” (1 P. 2:9). Así pues, todos nosotros, la iglesia en su totalidad, somos sacerdotes; esto nos lleva de retorno a la condición que imperaba en el principio. Apocalipsis 1:5-6 dice que todos aquellos que han sido lavados por la sangre de Cristo han sido constituidos sacerdotes. Puesto que los sacerdotes son los que se encargan de los asuntos de Dios, esto quiere decir que los asuntos divinos han sido encomendados a todos los creyentes. Por tanto, no debe existir una clase mediadora en la iglesia. La iglesia sólo tiene un Sumo Sacerdote: el Señor Jesús.
Antes de que se produjera un cambio en la iglesia, todos los creyentes estaban a cargo de los asuntos del Señor. Pero, después de los tiempos en que vivieron los primeros apóstoles, esto comenzó a cambiar: las personas comenzaron a perder interés en servir al Señor. Cuando surgió la Iglesia Católica Romana (en los tiempos de Pérgamo), eran muy pocos los que verdaderamente eran salvos, pero eran muchos los que se habían bautizado; por ende, los incrédulos comenzaron a invadir la iglesia. Entonces, surgió “el clero”. Puesto que en la iglesia había muchos miembros que no eran personas espirituales, ¿qué se podía hacer? Pedirle a esos miembros que dejaran los libros de contabilidad para dedicarse a estudiar la Biblia y predicar, no habría sido lo más conveniente; así que se buscó un grupo de personas que se hiciese cargo de los asuntos espirituales mientras que los demás podían dedicarse al trabajo secular. Por tanto, es así como surgió, en contra del deseo de Dios, “el clero”. Dios desea que todos los que realizan un trabajo secular se encarguen también de los asuntos espirituales.
En la Iglesia Católica Romana, la distribución del pan, la imposición de las manos, los bautismos, etc. son llevados a cabo por los sacerdotes católicos; incluso las bodas y los funerales tienen que ser realizados por el “clero”. En la iglesia protestante hay pastores. Si uno está enfermo, llama a su médico; para un litigio, llama a su abogado; y para asuntos espirituales, llama a su pastor. ¿Y qué acerca de nosotros? Los creyentes en general podemos dedicarnos a las labores seculares sin que nada nos distraiga. Sin embargo, recordemos que, en el taoísmo, los sacerdotes cantan las liturgias para el pueblo; y en el judaísmo, los sacerdotes administran los asuntos divinos en beneficio de los hombres. Pero en la iglesia no debe existir una clase mediadora, pues todos somos sacerdotes.
Es por este motivo que, en estos últimos veinte años, hemos estado clamando por el “sacerdocio universal”. Abel podía ofrecer sacrificios, al igual que Noé. En el principio, el pueblo de Israel en su totalidad podía ofrecer sacrificios; pero, después, debido a que el pueblo adoró al becerro de oro, a ellos no se les permitió ofrecer sacrificios por sí mismos. Dios afirma que todos y cada uno de los creyentes puede acudir directa y personalmente a Dios; sin embargo, en nuestros días, subsiste una clase mediadora en la iglesia. En la actualidad, hay nicolaítas en la iglesia; por tanto, el cristianismo se ha convertido en judaísmo.
El Señor se complace en aquellos que rechazan la clase mediadora. Si usted ha sido lavado de sus pecados con la sangre de Cristo, entonces los asuntos espirituales le incumben directamente a usted. La iglesia no puede adoptar un cimiento diferente, de lo contrario, se convierte en judaísmo. Por tanto, no solamente luchamos en contra de las divisiones, sino que también luchamos por conservar el privilegio que nos confiere la sangre de Cristo. Actualmente, existen tres principales categorías de iglesias en el mundo: las iglesias que abarcan el ámbito mundial, como la Iglesia Católica Romana; las iglesias que abarcan el ámbito nacional, como la Iglesia Anglicana y la Iglesia Luterana; y las iglesias independientes, como la Iglesia Metodista, la Iglesia Presbiteriana, etc. En la Iglesia Católica Romana encontramos el sistema sacerdotal (católico), en la Iglesia Anglicana se halla el sistema clerical, y en las iglesias independientes existe el sistema pastoral. Así pues, lo único que vemos en nuestro entorno es que una clase mediadora se hace cargo de los asuntos espirituales. Pero la iglesia que Dios desea establecer es una iglesia en la que Él pueda manifestar el evangelio completo sin la presencia de una clase mediadora. Si en ella existe cualquier cosa que no está en conformidad con el evangelio completo, entonces no es la iglesia.
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 2:7a). El Señor le dice esto mismo a las siete iglesias, lo cual indica que no solamente la iglesia en Éfeso debe atender a estas palabras, sino también todas las otras iglesias.
“Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el Paraíso de Dios” (v. 7b). El propósito original de Dios con respecto al hombre era que éste comiera del fruto del árbol de la vida. Ahora, Dios nos dice que podemos acercarnos a Él directamente y actuar en conformidad con Su propósito original. Así pues, la cuestión no gira en torno a saber qué es el árbol de la vida, sino, más bien, deberíamos preguntarnos si estamos dispuestos a cumplir el propósito original de Dios y comer del fruto del árbol de la vida en el huerto de Dios. Únicamente los vencedores pueden comer de este fruto. Todo aquel que retoma el propósito y la exigencia original de Dios, es un vencedor.