Watchman Nee Libro Book cap.1 El ministerio de oracion de la iglesia

Watchman Nee Libro Book cap.1 El ministerio de oracion de la iglesia

EL MINISTERIO DE ORACIÓN DE LA IGLESIA

CAPÍTULO UNO

EL MINISTERIO DE ORACIÓN DE LA IGLESIA

“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:15-20, Reina-Valera 1960). Estos versículos se pueden dividir en dos secciones: los versículos 15-17 forman una sección, y los versículos 18-20 forman otra. Al leerlas cuidadosamente, podemos encontrar la relación que existe entre ellas. Los versículos 15-17 se refieren a un caso especifico, mientras que los versículos 18-20 al principio general. Debemos confrontar el caso específico mencionado en los versículos 15-17, y debemos aprender con diligencia el principio general que se halla en los versículos 18-20. Aunque el caso se menciona primero y el principio después, el contenido de los versículos 18-20 es más importante que el de los versículos 15-17. En otras palabras, la primera sección trata de un caso específico; en tanto que la segunda de un principio general muy significativo. El caso de la primera sección se resuelve basándose en el principio establecido en la segunda sección. La segunda sección es el fundamento, y la primera simplemente resuelve un asunto basándose en el fundamento. En los versículos 15-17 el Señor Jesús nos dice cómo tratar a un hermano que peca contra otro. Primero, se debe reprender al hermano que pecó. Si éste no le hace caso al hermano en contra de quien pecó, el ofendido debe tomar consigo uno o dos más para que reprendan al ofensor. Si aún así no escucha, entonces se le debe decir a la iglesia. Si rehusa oír a la iglesia, debe ser considerado gentil y publicano. Después de mencionar este caso, el Señor Jesús dijo: “De cierto os digo…” dando a entender que se debe actuar de este modo debido a que estos asuntos son cruciales y a que éste es un principio importante. Es por eso que decimos que los versículos 18-20 son la base de los versículos 15-17.

No hablaremos del caso que se describe en los versículos 15-17. Nuestra intención es considerar el principio general que se ve en este asunto. Debemos ver que ésta es la manera de afrontar no sólo las ofensas de un hermano sino también millares de situaciones diversas. Examinemos lo que Dios desea que sepamos de la segunda sección.

LA TIERRA CONTROLA EL CIELO

En el versículo 18 el Señor dice: “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo”. ¿Qué es lo que caracteriza este versículo? Lo especial es que debe haber una acción en la tierra antes de que algo ocurra en el cielo. No es el cielo el que ata primero, sino la tierra, y no es el cielo el que desata primero, sino la tierra. Una vez que la tierra ata, el cielo ata, y una vez que la tierra desata, el cielo desata. La acción del cielo es dirigida por la acción de la tierra. Todo lo que se opone a Dios debe ser atado, y todo lo que está en armonía con El debe ser desatado. Atar o desatar todo lo que debe ser atado o desatado, debe tener su origen en la tierra. La acción de la tierra precede a la acción del cielo. La tierra dirige al cielo.

Algunos casos del Antiguo Testamento nos muestran que la tierra dirige al cielo. Cuando Moisés en la cumbre del monte alzaba sus manos, los israelitas prevalecían; pero cada vez que las bajaba, prevalecían los amalecitas (Ex. 17:9-11). ¿Quién determinaba la victoria de la batalla que se libraba al pie del monte, Dios o Moisés? Hermanos y hermanas, debemos ver cuál es el principio de la obra de Dios y la clave de Su acción: Dios no puede hacer lo que El quiere a menos que el hombre lo desee. No podemos hacer que Dios haga lo que no quiere hacer, pero sí podemos impedirle que haga lo que desea. En el cielo, la victoria fue decidida por Dios, pero delante de los hombres fue decidida por Moisés. En el cielo, ciertamente Dios quería que los israelitas ganaran, pero en la tierra, si Moisés no hubiese alzado sus manos, los israelitas habrían sido derrotados. Cuando él alzaba las manos, los israelitas prevalecían. La tierra dirige al cielo.

Ezequiel 36:37 dice: “Así ha dicho Jehová el Señor: Aún seré solicitado por la casa de Israel, para hacerles esto; multiplicaré los hombres como se multiplican los rebaños”. Dios tiene el propósito de aumentar el número de los israelitas para que se multipliquen como los rebaños. Los que no conocen a Dios dirán: “Si Dios quiere multiplicar el número de los israelitas como un rebaño, El simplemente puede hacerlo. ¿Quién puede impedírselo?” Pero este versículo dice que a Dios se le debe solicitar esto antes de que El lo realice. Este es un principio claro: aunque Dios decide sobre un asunto, no lo hará inmediatamente. El aumentaría la casa de Israel solamente cuando ellos lo solicitaran. El quiere que la tierra dirija el cielo.

Isaías 45:11 es bastante peculiar; dice: “Así dice Jehová, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos”. Hermanos y hermanas, ¿no les parece esto muy peculiar? Dios dice que podemos mandarle con respecto a Sus hijos y a la obra de Sus manos. Nos daría temor emplear la palabra “mandar”. ¿Como puede un hombre mandar a Dios? Todos los que conocen a Dios saben que el hombre no debe ser arrogante delante de El. Sin embargo, El mismo dice: “Mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos”. Aquí se ve que la tierra dirige al cielo. Esto no implica que podemos forzar a Dios a que haga lo que no quiere hacer, sino que podemos mandarle que haga lo que El quiere hacer. Esta es nuestra posición. Una vez que sabemos cuál es la voluntad de Dios, podemos decirle: “Dios, queremos que Tú hagas esto. Estamos decididos a que lo hagas. Dios, debes hacerlo”. Sí, se pueden expresar oraciones firmes y poderosas delante de Dios. Debemos pedirle que nos abra los ojos para que veamos la clase de obra que El está haciendo en esta era. Durante esta edad toda Su obra se basa en dicha posición. Es posible que el cielo quiera lograr algo, pero no lo hará independientemente; el cielo espera que la tierra actúe primero, y luego actúa. Aunque la tierra está en segundo lugar, también le corresponde el primero. El cielo sólo se moverá después de que la tierra se haya movido. Dios quiere que la tierra mueva al cielo.

ARMONÍA DE VOLUNTADES

Alguien podría preguntar por qué desea Dios que la tierra dirija el cielo. Si queremos entender esto, debemos recordar que nuestro Dios está restringido por el tiempo. El tiempo es el lapso que transcurre entre las dos eternidades. Existen la eternidad pasada y la eternidad futura. Entre estas dos eternidades está el tiempo. Dios se ha limitado dentro de esta sección llamada tiempo. El no está libre para hacer lo que quiera. Esta es una limitación que El se impuso al crear al hombre. Según Génesis 2, Dios le dio al hombre libre albedrío cuando lo creó. Dios tiene Su voluntad y el hombre tiene la suya. Cuando la voluntad del hombre no está de acuerdo con la voluntad de Dios, Dios es limitado. En este salón hay una mesa, algunas sillas, el piso y el techo. Si alguien entra, podría hacer lo quisiera sin sentirse restringido. La mesa, las sillas, el piso y el techo no podrían restringirlo. Ahora bien, Dios es un Dios poderoso, capaz de hacer cualquier cosa. Si la tierra estuviera llena sólo de materiales sin espíritu, Dios no estaría restringido. Pero un día El creó al hombre, el cual no era como una piedra ni como la madera ni como una mesa ni una silla, las cuales no pueden ofrecer resistencia a Su voluntad de moverlas como a El le plazca. El hombre creado poseía libre albedrío. El podía escoger entre obedecer y desobedecer la palabra de Dios. Dios no creó a un hombre que estuviera obligado a obedecerle. El lo creó con libre albedrío. Así que el hombre podía obedecer o desobedecer Su palabra. Habiendo creado al hombre con tal libertad, Su poder quedó limitado por este hombre. Dios ya no podía hacer lo que quería sino que tenía que preguntarle al hombre si quería lo mismo y si estaba dispuesto a hacer lo mismo. Dios no puede tratar al hombre como si fuera una piedra, un pedazo de madera, una mesa o una silla, porque el hombre tiene libre albedrío. Desde que Dios creó al hombre, éste puede escoger que se cumpla la autoridad de Dios o que se impida. Por esta razón, decimos que durante el tiempo, el período que se extiende entre las dos eternidades, la autoridad de Dios es limitada por el hombre.

Dios está dispuesto a ser limitado en el tiempo porque desea obtener una voluntad que esté en armonía con la Suya en la eternidad. El quiere que el libre albedrío del hombre armonice con Su voluntad. Esto es una gloria para Dios. Si usted pone un libro sobre una mesa, allí permanecerá. Si lo coloca en un estante, allí permanecerá. El libro le obedecerá. Sin embargo, aunque le obedezca, usted no estará satisfecho, porque el libro no tiene libre albedrío; esa clase de obediencia es completamente pasiva. Dios no quiere que el hombre que creó sea semejante a un libro que puede ser manipulado a capricho. Aunque Dios quiere que el hombre le sea plenamente sumiso, le dio libre albedrío. La intención de Dios es que el hombre ejerza su libre albedrío y decida obedecerlo. ¡Esta es una gloria para Dios! En la eternidad futura la voluntad libre del hombre se unirá a la voluntad eterna de Dios. La voluntad eterna de Dios se cumplirá y la libre voluntad del hombre estará en perfecta armonía con ella. Todo hombre tiene libre albedrío. En la eternidad futura el hombre lo seguirá teniendo, pero su libre albedrío estará del lado de Dios. El hombre todavía poseerá la capacidad de oponerse a Dios, pero no lo hará. ¡Aleluya! Aunque el hombre tendrá la libertad de oponerse a Dios, no se opondrá. El hombre hará lo que Dios desee. Esta armonía de voluntades es una gloria para Dios.

En la eternidad futura, la voluntad del hombre seguirá siendo libre, pero estará en conformidad con la voluntad de Dios, y no habrá voluntad que no esté sujeta a la voluntad de Dios. Sin embargo, en el tiempo Dios está limitado por el hombre, el cual no hace lo que Dios quiere. Si Dios desea hacer muchas cosas, el hombre sólo quiere hacer pocas. Tal vez Dios quiera hacer algo grandioso, pero el hombre quiere que sea pequeño. Si Dios quiere que algo sea pequeño, el hombre quiere que sea grandioso. ¡Dios no tiene libertad en absoluto! En la esfera del tiempo, lo que Dios hace está dirigido por el hombre. Decimos esto con relación a la iglesia. En el tiempo, todas las acciones de Dios están limitadas por la iglesia, porque la iglesia representa al hombre de la eternidad futura. Hoy la iglesia está sobre la tierra para hacer la voluntad de Dios. Si ella alcanza la norma de esta voluntad, Dios no será limitado; de lo contrario lo será, pues El hace lo que desea por medio de la iglesia. Hoy la iglesia está en la posición que el hombre tendrá en la eternidad. En la eternidad futura, aunque la voluntad del hombre aún será libre, estará incondicionalmente del lado de la voluntad eterna de Dios. Hoy la iglesia toma esta posición. Así como Dios se expresará en la eternidad por medio de la Nueva Jerusalén, la esposa del Cordero, así se expresa ahora mediante el Cuerpo de Cristo. Aunque la iglesia posee libre albedrío, ella lo somete a la autoridad de Dios como si aparte de la voluntad de Dios no existiera otra. Esto le permite a Dios hacer todo lo que desea. Cuando la iglesia somete su voluntad a la de Dios, El puede actuar de la manera que actuará en la eternidad; obrará como si no hubiera otra voluntad que se le oponga. Esto es una gloria para Dios.

Así podemos ver la posición que tiene la iglesia delante de Dios. No rebajemos a la iglesia al punto de considerarla una simple reunión. No, la iglesia es un grupo de personas que han sido redimidas por la sangre de Cristo, que han sido regeneradas por el Espíritu Santo, que se han entregado a Dios y que están dispuestas a aceptar Su voluntad y hacerla, y preservar el testimonio de Dios en la tierra.

Necesitamos entender que Dios obra según una ley. Puesto que existe en la tierra el libre albedrío, Dios no usará Su propia voluntad de tal modo que anule al hombre. Hermanos y hermanas, no pensemos que esto es extraño. Es un hecho que Dios está en el cielo; sin embargo, todas las obras que realiza sobre la tierra se pueden llevar a cabo solamente cuando hay una voluntad en la tierra que esté de acuerdo con la Suya y decida hacer tales obras. Dios no pasará por alto la voluntad del hombre que hay en la tierra, ni la suplantará obrando independientemente. Todo lo relacionado con El se puede lograr solamente cuando hay una voluntad en la tierra que coopera con El. Cuando la tierra obra, Dios obra. Cuando la tierra decide, Dios actúa. Dios necesita que la voluntad del hombre esté en armonía con la Suya. ¡Tal armonía de voluntades es una gran gloria para Dios!

TRES GRANDES PRINCIPIOS

Ya dijimos que Dios tiene una sola voluntad en todo lo que hace. Sin embargo, El no actúa solo; El no hará cosa alguna por Su cuenta. Aunque Dios tiene Su voluntad, El desea que la voluntad libre que hay en la tierra corresponda a Su voluntad, antes de hacer cualquier cosa. Si sólo existe la voluntad del cielo, Dios no se moverá. La acción celestial sólo se realizará en la tierra cuando la tierra desee lo mismo que el cielo. Esto es lo que llamamos hoy el ministerio de oración de la iglesia. Hermanos y hermanas, el ministerio de la iglesia no consiste solamente en predicar el evangelio. Esto no quiere decir que no debemos predicar el evangelio. El ministerio de la iglesia es hacer descender a la tierra la voluntad que está en el cielo. Pero, ¿como realiza esto la iglesia? Mediante la oración que hace en la tierra. La oración no es algo insignificante como algunos piensan. Es algo indispensable. La oración es una labor. La oración consiste en que la iglesia le dice a Dios: “Dios, queremos que se haga Tu voluntad”. La oración equivale a que la iglesia conozca el corazón de Dios y abra su boca para pedir que se haga lo que está en Su corazón. Si la iglesia no hace esto, no es de mucha utilidad sobre la tierra.

Ni las muchas oraciones hechas pidiendo edificación espiritual ni mucha comunión ni mucha súplica pueden reemplazar las oraciones cuyo origen es la obra o el ministerio. Si todas sus oraciones tienen como fin la edificación espiritual, la comunión y la súplica, carecen de significado. La oración que concuerda con el carácter de la obra o del ministerio es aquella en la que uno se pone del lado de Dios y desea lo que El desea. Hermanos y hermanas, una oración expresada conforme a la voluntad de Dios es lo más poderoso que existe. El hecho de que la iglesia ora, indica que ha descubierto la voluntad de Dios y la expresa. Orar no es sólo pedirle algo a Dios. Cuando la iglesia ora se pone del lado de Dios para declarar que el hombre quiere lo que Dios desea. Si la iglesia hace esto, tal declaración será efectiva.

Examinemos ahora tres principios importantes del ministerio de oración hallados en Mateo 18:18-20.

Declarar la voluntad de Dios

En el versículo 18 el Señor dice: “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo”. ¿Quién lleva a cabo la acción de atar y desatar? La iglesia, pues el versículo 17 la menciona y el versículo 18 es una continuación del versículo 17. Cualquier cosa que la iglesia ate en la tierra será atada en el cielo, y cualquier cosa que desate en la tierra será desatada en el cielo. Este es un principio muy importante: Dios obra por medio de la iglesia. El no hace lo que quiere; El tiene que hacer todo por medio de la iglesia. Dios no puede hacer nada aparte de la iglesia. Hermanos y hermanas, éste es un principio muy serio. Hoy Dios no obra solo, porque existe otra voluntad libre además de la Suya, sin la cooperación de la cual El no puede hacer nada. La medida del poder de la iglesia expresa la medida del poder de Dios, pues Su poder se expresa mediante la iglesia. Dios se ha puesto en la iglesia. La altura y la extensión que la iglesia pueda alcanzar equivalen al poder que Dios puede alcanzar. Si el poder de la iglesia es poco y restringido, Dios no podrá expresar la altura ni extensión de Su poder. La represa del suministro local de agua puede ser grande, pero si la tubería de la casa es pequeña, no saldrá mucha agua. Si usted necesita más agua en su casa, debe instalar una tubería de mayor diámetro. La capacidad de la iglesia determina el grado de la expresión del poder de Dios. Esto se puede ver en la manera en que Dios se expresaba en Cristo. La expresión de Dios era tan grande como la capacidad de Cristo. En la actualidad Dios se expresa en la iglesia; y la capacidad de ésta determina el grado de la expresión de El y del conocimiento que uno tenga de Dios.

Dios desea hacer muchas cosas hoy en la tierra. Pero es necesario que la iglesia se ponga de Su lado para poder hacerlas por medio de ella. El no puede hacer lo que quiere solo; debe hacerlo con la cooperación de la iglesia, ya que la iglesia es el medio por el cual se expresa. Permítanme repetirlo: la iglesia es como una tubería. Si ésta es demasiado pequeña, no dejará pasar mucha agua, aunque el agua disponible sea tanta como la del río Yangtze. Ciertamente Dios quiere obrar en el cielo, pero El debe esperar que haya una acción en la tierra antes de poder obrar. Hay muchas cosas que Dios quiere atar y desatar en el cielo. El desea atar a muchas personas y muchos objetos que se le oponen; también quiere desatar muchas cosas que son espirituales, valiosas, útiles y santas y que le pertenecen. Lo que queda pendiente es si habrá hombres en la tierra que aten lo que Dios quiere atar y que desaten lo que El quiere desatar. El quiere que la tierra dirija al cielo. Dios quiere que la iglesia dirija el cielo.

Esto de ninguna manera implica que Dios no sea omnipotente. El es verdaderamente omnipotente, pero necesita un canal en la tierra para poder manifestar Su omnipotencia. No podemos aumentar el poder de Dios, pero sí podemos estorbarlo. El hombre no puede aumentar el poder de Dios, pero sí puede obstruirlo. No podemos pedirle a Dios que haga lo que no quiere, pero sí podemos limitarlo. No podemos pedirle a Dios que haga algo que no está dispuesto a hacer, pero sí podemos impedirle que haga algo que desea hacer. Hermanos y hermanas, ¿pueden ver esto? La iglesia tiene un poder que pone el poder de Dios bajo su control, pues puede permitir que Dios haga lo que desea u obstaculizarlo. Nuestros ojos necesitan ser abiertos para ver el futuro. Un día Dios ensanchará Su iglesia hasta hacerla la Nueva Jerusalén. La gloria de Dios se manifestará en la iglesia sin impedimento alguno. El quiere que la iglesia desate en la tierra primero, antes de que El desate en el cielo. El desea que la iglesia ate en la tierra primero, antes de que El ate en el cielo. El cielo no tomará la iniciativa, sino que seguirá a la iglesia cuando ésta obre. Hermanos y hermanas, puesto que éste es el caso, ¡cuán grande es la responsabilidad de la iglesia!

Ya vimos que Mateo 18:15-17 habla de un caso particular y que el principio general es dado en los versículos subsiguientes. Cuando un hermano peca contra otro, es posible que no confiese sus pecados o errores. Si la iglesia le reprende, y aún así no hace caso, la iglesia lo tendrá por gentil y publicano. Puede ser que el hermano que haya pecado diga: “¿Quienes son ustedes? ¿Cómo pueden tenerme por gentil o publicano? Ya no vendré a las reuniones. Si no puedo venir aquí, hay otros lugares adonde puedo ir”. Pero, ¿qué dice el Señor Jesús inmediatamente después? “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo”. Por tanto, si la iglesia decide tener a alguien por gentil, Dios en el cielo también lo tendrá por gentil. Si la iglesia tiene a un hombre por publicano, Dios en el cielo también lo considerará como tal. En otras palabras, Dios hará en el cielo lo que la iglesia haga en la tierra. Si la iglesia tiene a un hermano por gentil y publicano, Dios en el cielo lo tendrá por gentil y publicano. Este principio se aplica no sólo a este caso, sino también a otros mil asuntos. Este caso es sólo un ejemplo que nos muestra todo lo que la iglesia puede hacer y la grandeza de este principio.

La iglesia es el vaso que Dios escogió y en el cual depositó Su voluntad, para que ella la declare en la tierra. Cuando la tierra quiere algo, el cielo también lo querrá. Cuando la iglesia quiere algo, Dios también lo querrá. Por tanto, si la iglesia rechaza lo que Dios exige, Dios no podrá realizar en el cielo lo que quiere.

Muchos hermanos y hermanas llevan sobre sí cargas pesadas día y noche. Están tan cargados porque no han orado. Una vez se abre el grifo, el agua fluye; pero cuando se cierra, el agua se detiene. ¿Es más fuerte la presión de agua cuando se abre la llave o cuando se cierra? Todos sabemos que cuando el agua fluye, la presión disminuye. Cuando el agua es bloqueada, aumenta la presión. Cuando la iglesia ora, es como si abriera el grifo: cuanto más se abre, tanto más disminuye la presión. Si la iglesia no ora, es como si el grifo se estuviera cerrando, lo cual hace que la presión aumente. Cada vez que Dios desea lograr algo, pone una carga en un hermano, en una hermana o en toda la iglesia. Si la iglesia ora y cumple su responsabilidad, la carga será aliviada. Cuanto más ore la iglesia, más aliviada se sentirá de la carga. Al orar una, dos, cinco, diez o veinte veces, se sentirá aliviada. Si la iglesia no ora, se sentirá seca y agobiada. Si la iglesia persiste en no orar, se sofocará y morirá. Hermanos y hermanas, si se sienten cargados y oprimidos interiormente, sepan que no han cumplido su ministerio delante del Señor; la presión de parte de Dios está sobre ustedes. Traten de orar por media hora o una hora; la presión será liberada y ustedes se sentirán desahogados.

¿En qué consiste, entonces, el ministerio de oración de la iglesia? Consiste en que Dios le dice a la iglesia lo que El desea hacer, y la iglesia en la tierra ora por ello. Esta oración no consiste en pedirle a Dios que haga lo que nosotros queremos, sino en pedirle que logre lo que El desea. Hermanos y hermanas, la responsabilidad de la iglesia es declarar en la tierra la voluntad de Dios. En la tierra la iglesia declara por Dios: “Esto es lo que deseo”. Si la iglesia no hace esto, no será de mucha utilidad en las manos de Dios. Aun si todo lo demás es bueno, no será de mucha utilidad si falla en este aspecto. La utilidad de la iglesia ante Dios radica en que ella toma su postura para que la voluntad de Dios se haga en la tierra.

La armonía del Espíritu Santo

Hemos visto que la iglesia debe atar lo que Dios quiere atar, y desatar lo que El quiere desatar. ¿Como ata y desata la iglesia? El Señor nos dice en el versículo 19: “Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos”. El versículo 18 se refiere a la tierra y al cielo, al igual que el versículo 19. En el versículo 18, cuando la tierra ata, el cielo ata, y cuando la tierra desata, el cielo desata. El versículo 19 dice que todo lo que uno pida en la tierra será hecho por el Padre que está en los cielos. Lo que el Señor Jesús recalca aquí no es pedir en armonía, sino estar en armonía acerca de cualquier cosa y luego pedir. Según el idioma original, la frase “cualquier cosa” se refiere tanto a ponerse de acuerdo como a pedir. La intención del Señor no es decirnos que nos pongamos de acuerdo en cuanto a algo y luego lo pidamos, sino que estemos en armonía acerca de cualquier cosa. Si estamos en armonía acerca de algo específico y lo pedimos, será hecho por el Padre que está en los cielos. Esto es lo que se llama la unidad del Cuerpo, la unidad del Espíritu Santo.

Una persona cuya carne no ha sido quebrantada, se sentiría como alguien extraordinario porque aun el cielo le escucha. Si no está en la unidad del Espíritu Santo, ni ora en la armonía del Espíritu Santo, ¿cree usted que el cielo le oirá? Si ora de esta manera, el cielo no atará lo que usted ate ni desatará lo que desate. Hacer que el cielo ate y desate no es algo que uno puede hacer por su cuenta. Pensar que uno puede hacer las cosas solo es una insensatez. El Señor dice: “Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos”. Esto quiere decir que si dos personas están en armonía en la tierra acerca de cualquier cosa, una armonía como la de la música, entonces lo que pidan les será hecho por el Padre celestial. Esta clase de oración requiere la constitución del Espíritu Santo en aquellos que oran. Dios tiene que llevarlo a uno hasta el punto en que uno deje un lado los deseos personales y sólo desee lo que Dios quiere; y otro hermano también necesita ser llevado por Dios a la misma experiencia. Cuando usted y ese hermano son llevados a este punto y están en una armonía como la de la música, entonces, todo lo que pidan les será hecho por el Padre celestial. Hermanos y hermanas, ¿creen ustedes que por el simple hecho de estar de acuerdo en sus opiniones serán contestadas sus oraciones? Con frecuencia hay desavenencia aun entre personas que comparten la misma opinión. La igualdad de propósito no garantiza que no habrá fricción. Puede ser que dos personas deseen predicar el evangelio. Pero mientras lo hacen discuten en cuanto a la manera de hacerlo. Es posible que dos personas deseen ayudar a otros; sin embargo, al mismo tiempo que están ayudando a otros hay desavenencia entre ellas. La igualdad de propósito no garantiza que habrá armonía. Debemos comprender que en nuestra carne es imposible tener armonía. Sólo habrá armonía, tendremos las mismas perspectivas y podremos orar unánimes, cuando nuestra vida natural sea quebrantada por el Señor y comencemos a vivir en el Espíritu Santo y a vivir en Cristo.

Esta verdad tiene dos aspectos. El primero es estar en armonía acerca de cualquier cosa; el segundo es la oración acerca de cualquier cosa. Necesitamos ser llevados por Dios hasta este punto. La armonía cristiana sólo se encuentra en el Cuerpo de Cristo; no se encuentra en ningún otro lugar. Sólo en el Cuerpo de Cristo no hay rivalidad, y sólo ahí se halla la armonía. Cuando nuestra vida natural sea quebrantada por el Señor y seamos llevados al punto donde verdaderamente conozcamos el Cuerpo de Cristo, estaremos en armonía, y cuando nos juntemos para orar, nuestra oración también estará en armonía. Si estamos en la base de la armonía, entonces las cosas que hagamos también estarán en armonía. Cuando estamos en armonía en cuanto a lo que vemos, podemos ser el portavoz de la voluntad de Dios. Hermanos y hermanas, si ustedes sostienen un punto de vista diferente cuando están a punto de orar por ciertas cosas, tengan cuidado; tal vez cometan errores. Pero si toda la iglesia se reúne y está en armonía acerca de algún asunto, éste debe ser el mismo que intenta lograr el cielo. Esta es la razón por la cual tenemos que confiar en la iglesia.

Debemos recordar que la oración no es lo primero. La oración viene después de la armonía. Si la iglesia ha de tener este ministerio de oración en la tierra, cada hermano y hermana necesita aprender delante del Señor a negar la vida carnal. De otro modo, no habrá ningún provecho. La palabra del Señor es muy significativa. El no dice que si oramos en Su nombre, el Padre contestará; tampoco dice que si El ora por nosotros, el Padre contestará. Lo que dice es: “Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos”. ¡Si nosotros estamos en armonía, se nos abrirán los cielos! Si un hermano ofende a otro, y la iglesia no interviene para resolver el problema del hermano que ha pecado, el hermano ofendido, junto con otro u otros dos, debe reprenderlo. Antes de que la iglesia intervenga, debe presentarse el asunto ante dos hermanos. Esto no significa que estos dos hermanos piensan de una manera diferente a la iglesia; sólo significa que ellos han visto el asunto primero, y luego la iglesia ve el asunto del mismo modo. En otras palabras, los dos hermanos están en la base de la iglesia. El Señor quiso decir que el hecho de que dos de nosotros estemos en la tierra implica que la iglesia está en la tierra. Lo que la iglesia ve es lo mismo que ven los dos hermanos. Este es el resultado de la oración ministerial. Para tener la misma perspectiva, ellos primeramente tienen que estar en armonía acerca de cualquier cosa y luego deben orar por algo específico.

El ministerio de oración de la iglesia es una oración en la tierra que produce actividad en el cielo. Hermanos y hermanas, debemos recordar que las oraciones que tienen como meta la edificación espiritual o las oraciones personales nunca pueden abarcar la oración de Mateo 18. Frecuentemente le pedimos a Dios cosas que necesitamos, y El contesta nuestras oraciones. Las oraciones personales tienen su lugar. También pensamos que Dios está muy cerca de nosotros. Gracias al Señor, El también escucha las oraciones para edificación espiritual. No debemos menospreciar este tipo de oración. Reconocemos que algo falta si un hermano o una hermana no recibe respuesta a sus oraciones, y que está mal no sentir la presencia de Dios. Debemos prestar atención a las oraciones personales y a las oraciones por nuestra propia edificación espiritual. Esto es particularmente válido en relación con los hermanos nuevos. Si carecen de estas clases de oración, no podrán seguir adelante como se debe. No obstante, también debemos ver que las oraciones no tienen un fin meramente individual ni su único objetivo es la edificación espiritual. La oración tiene como fin el ministerio y la obra. Este tipo de oración es el ministerio de la iglesia en la tierra; es trabajo de la iglesia. La oración es la responsabilidad que la iglesia tiene delante de Dios. La oración de la iglesia es la apertura del cielo. La oración de la iglesia consiste en que cuando Dios quiere hacer algo, ella ora primero de modo que pueda ser realizado para que así se cumpla la meta de Dios.

El ministerio de la iglesia es el ministerio del Cuerpo de Cristo, y el ministerio del Cuerpo de Cristo es la oración. Esta oración no tiene como fin simplemente la edificación espiritual ni las necesidades personales, sino “el cielo”. Esta oración, por ejemplo, comunica a otros que cierta persona ha perdido su comunión con Dios, que se niega a oír la reprimenda de un hermano y la de dos o tres hermanos, y que ni aun estima el juicio de la iglesia. Dios tiene que considerarlo un gentil y publicano. Sin embargo, Dios no hará esto inmediatamente; El tiene que esperar que la iglesia declare en oración este juicio sobre el hermano para poder hacer lo mismo en el cielo. Si la iglesia toma la responsabilidad de orar, notará que desde ese día, la vida y el andar espiritual del que ofendió comenzará a secarse; desde ese día en adelante, parecerá como si él no tuviera parte con Dios. Dios quiere hacer esto, pero tiene que esperar que la iglesia ore. Dios tiene muchos asuntos en el cielo. El no puede ejecutar ninguno de ellos, porque no hay apertura para El en la tierra. Numerosas cosas están acumuladas en el cielo. Sin embargo, Dios no puede resolverlas porque la iglesia no ha ejercido su libre albedrío para pararse a Su lado y hacer que se cumpla Su meta. Hermanos y hermanas, deben recordar que la función más elevada e importante de la iglesia es servir de vía a la voluntad de Dios. Y la iglesia sirve de salida a la voluntad de Dios por medio de la oración. Esta oración no es una oración fragmentaria sino una oración que es en esencia un ministerio, un trabajo. Dios le da visión al hombre y le abre los ojos para que vea cuál es Su voluntad. Cuando esto ocurre, el hombre toma su lugar y comienza a orar.

En estos versículos el Señor también nos muestra que las oraciones individuales no producen resultados. Se necesitan por lo menos dos personas. Si uno no comprende este punto, no entenderá por qué el Señor dice lo que dice. Todas las oraciones que encontramos en el Evangelio de Juan son oraciones individuales. Cuando Juan 15:16 declara: “Para que todo lo que pidáis al Padre en Mi nombre, El os lo dé”, no establece ninguna condición en cuanto al número de personas. Pero en Mateo 18 el numero sí es una condición; debe haber por lo menos dos personas. El Señor dice: “Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra”. Tienen que haber por lo menos dos porque éste es un asunto de comunión. Esto no lo puede lograr una persona sola. Una sola persona no puede dar una apertura a Dios; tienen que haber por lo menos dos. El principio de dos es el principio de la iglesia, el principio del Cuerpo de Cristo. Aunque tal oración la hacen solamente dos personas, la armonía es indispensable. Los dos tienen que estar en armonía y tienen que estar firmes en su posición como Cuerpo. Deben conocer la vida del Cuerpo. Ellos tienen sólo una meta, que es decirle a Dios: “Queremos que se haga Tu voluntad en la tierra así como en el cielo”. Cuando la iglesia ore desde esta posición, todo lo que pida le será hecho por el Padre que está en los cielos.

Hermanos y hermanas, cuando verdaderamente nos afirmemos en el terreno de la iglesia y tomemos la responsabilidad del ministerio de oración delante de Dios, veremos que la voluntad de Dios se llevará a cabo en la iglesia donde estemos. De no ser así, todo será en vano. Tal vez haya mucha oración o poca, pero lo que importa es que haya oraciones firmes. La cantidad de oración que ofrece la iglesia determina lo que Dios hace hoy. El poder de Dios no puede exceder a la oración de la iglesia. El poder de Dios hoy es tan grande como lo es la oración de la iglesia. Esto no significa que el poder de Dios sea limitado en el cielo, pues allí el poder de Dios es ilimitado, pero en la tierra Su poder es manifestado según la medida de oración de la iglesia. La proporción en que la iglesia ore será la medida en que el poder de Dios se manifestará. En consecuencia, la iglesia necesita aprender a hacer grandes oraciones y peticiones. Muchas veces la oración de la iglesia es muy pequeña; sólo ora por problemas ordinarios. Esto no es suficiente; la iglesia debe hacer oraciones y peticiones grandes. Puesto que la iglesia ora a un Dios de abundancia, no debería hacer oraciones ni peticiones por cosas triviales. Puesto que la iglesia ora a este Dios, debe esperar que ocurran grandes cosas. Si la capacidad de la iglesia delante de Dios es pequeña, impedirá que el poder de Dios se manifieste. Sabemos que el asunto de los vencedores no está completamente resuelto aún, ni Satanás ha sido aún lanzado al abismo. Dios tiene que obtener un vaso para Su testimonio antes de poder lograr lo que se ha propuesto. La iglesia debe hacer oraciones por cosas grandes a fin de que Dios se manifieste. Este es el ministerio de la iglesia. Hermanos y hermanas, yo no sé si cuando Dios visita nuestra reunión de oración puede confirmar que esta iglesia tienen un ministerio de oración. Esto no depende de la frecuencia con que oremos, sino del peso de nuestra oración. Si vemos la responsabilidad de orar que tiene la iglesia, nos daremos cuenta de que nuestras oraciones no son lo suficientemente grandes, que limitamos a Dios y obstruimos Su obra. ¡La iglesia ha abandonado su responsabilidad! ¡Qué lamentable es esta situación!

El asunto crítico es éste: ¿podrá Dios obtener una iglesia que sea fiel a su ministerio? De esto depende si hemos de ser descalificados, o si somos los verdaderos vasos de Dios que cumplirán Su meta. Hermanos y hermanas, tenemos que clamar audiblemente pues Dios espera ver si la iglesia es fiel a su ministerio. El ministerio de la iglesia es la oración, mas no la oración por cosas pequeñas, sino la oración que le abre el camino. Dios quiere llevar a cabo Su obra; pero la iglesia ora primero para preparar el camino a fin de que Dios obtenga lo que desea. La iglesia debe hacer oraciones grandes, serias y firmes. La oración no debe ser pequeña delante de Dios. Si las oraciones se centran en nosotros mismos, nuestras dificultades personales y nuestras pequeñas pérdidas y ganancias, será difícil abrirle camino a la voluntad eterna de Dios. Muchas cosas deben llevarnos a profundizar, pero sobre todo, la oración debe llevarnos a lo más profundo.

Lo dicho acerca de que dos estén en armonía no es algo hueco ni un lema. Si no sabemos lo que es el Cuerpo de Cristo ni nos apoyamos en esta base, será inútil aun si doscientas personas oran conjuntamente. Si conocemos el Cuerpo de Cristo, nos cimentamos en el terreno apropiado del Cuerpo y no pedimos cosas para nosotros mismos sino que, negando nuestra carne, pedimos que se haga la voluntad de Dios en la tierra, veremos que nuestra oración estará en armonía. Cuando esto ocurra, Dios cumplirá desde el cielo nuestras oraciones en la tierra.

Noten que el versículo 18 incluye las preciosas palabras “todo lo que”, y el versículo 19, la preciosa expresión “acerca de cualquier cosa”. El Señor dijo: “Todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo”. Esto significa que el cielo ata y desata a medida que la tierra lo hace. La capacidad de la tierra controla la capacidad del cielo. No debemos temer que la capacidad de la tierra sea demasiado grande, pues la capacidad del cielo siempre será mayor. La capacidad de la tierra nunca puede igualar a la del cielo. Lo que el cielo quiere atar siempre es mucho más de lo que la tierra ata, y lo que el cielo desea desatar siempre es mucho más de lo que la tierra desata. El Señor dice que todo lo que atemos en la tierra será atado en el cielo y todo lo que desatemos en la tierra será atado en el cielo. Atar y desatar de este modo no se lleva a cabo por individuos, sino cuando “dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa”. Cualquier cosa que pidan les será hecho por el Padre que está en el cielo. Hermanos y hermanas, el poder de Dios siempre será mayor que nuestro poder. El agua que hay en la represa del acueducto municipal siempre será mayor que el agua que sale de la tubería de nuestras casas. El agua del pozo siempre será más que el agua de nuestro cubo. El poder del cielo nunca puede ser medido por la visión de uno que está en la tierra.

Congregados

El Señor dice en el versículo 20: “Porque donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”. Este es el tercer principio y el más profundo. El versículo 18 es un principio, el versículo 19 es otro, y el versículo 20 es el tercer principio. El principio del versículo 20 es más amplio que el del versículo 19. El versículo 19 dice: “Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidiereis, les será hecho por mi Padre que está en los cielos”. ¿Por qué? “Porque donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”. ¿Por qué hay un poder tan grande sobre la tierra? ¿Por qué es tan poderosa la oración en armonía? ¿Por qué es tan poderosa la oración unánime de dos o tres personas? ¡Es poderosa porque cada vez que nos congregamos en el nombre del Señor, allí está El! Es por eso que tenemos armonía. El versículo 18 describe la relación que existe entre la tierra y el cielo. El versículo 19 menciona la oración en armonía hecha en la tierra, y el versículo 20 nos dice cómo podemos tener esta armonía.

Notemos que somos congregados; no nos reunimos por nuestra propia cuenta. Somos convocados y congregados. Existe una diferencia entre reunirse y ser congregados. Ser congregados indica que el Señor nos congrega. No acudimos por nuestra propia cuenta; el Señor nos ha congregado. Muchos acuden a la reunión solamente como observadores o espectadores; esto seguramente no traerá ningún resultado. Pero a otros, el Señor les habla en su interior les dice que si no acuden, se perderán algo ese día. Los que son llamados así por el Señor, son congregados en el nombre del Señor y vienen por amor del nombre del Señor. Cada vez que tales hermanos y hermanas se reúnen, pueden decir: “Estoy aquí por el nombre del Señor y para glorificar al Hijo. No estoy aquí por mí mismo”. Cuando todos los hermanos y hermanas sean congregados por amor al nombre del Señor, habrá unidad y armonía. Gracias al Señor. Si usted acude a una reunión para su propio provecho, allí no habrá armonía. Si usted desea algo, no porque usted lo desee, sino porque el Señor lo desea, y si usted rechaza algo, no porque usted lo quiera rechazar sino porque el Señor lo rechaza, entonces habrá armonía. Los hijos de Dios son congregados por el Señor en Su nombre. El Señor dice: “Allí estoy en medio de ellos”. El está en medio de ellos para guiarlos. Puesto que el Señor está ahí guiándolos, iluminándolos, hablándoles y dándoles revelación, todo lo que ellos aten en la tierra será atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra será desatado en el cielo. Esto se debe a que el Señor ata y desata junto con la iglesia.

Por lo tanto, tenemos que aprender a negarnos a nosotros mismos delante del Señor. Cada vez que El nos congrega en una reunión, debemos aprender a buscar Su gloria. Nuestros corazones deben volverse a Su nombre y desear que Su nombre sea exaltado sobre todo nombre y que todo ídolo sea derribado. Si hacemos esto, El nos dirigirá. Hermanos y hermanas, esto no es una emoción ni una teoría; es un hecho. Si la iglesia es normal, ella sabrá, al final de cada reunión, si el Señor estuvo en medio de ella o no. Cuando el Señor está en medio de la iglesia, ella es rica y fuerte. En tal circunstancia la iglesia puede atar y desatar. Si el Señor no está en medio de ella, nada se podrá hacer. Sólo la iglesia puede ser tan fuerte; un individuo nunca podrá hacer esto.

Que Dios nos conceda una comprensión y una experiencia más profundas en la oración. No es suficiente hacer oraciones personales ni orar pidiendo ser edificados espiritualmente. Las oraciones deben corresponder al ministerio y a la obra. Que el Señor nos sostenga con Su poder para que cada vez que nos reunamos, podamos laborar con nuestra oración y cumplir así el ministerio de la iglesia. De esta manera, el Señor podrá lograr lo que El desea.