Watchman Nee Libro Book cap.3 Libro de lecciones nivel 4: La vida
TRES VIDAS Y CUATRO LEYES
Lección tres
TRES VIDAS Y CUATRO LEYES
Lectura bíblica
Gn. 2:7; Ro. 5:12, 19; Jn. 3:15; Ro. 8:3; 7:15-16, 22, 24; 8:2, 4, 6, 13
Bosquejo
- El hombre tiene tres clases de vida
- La vida humana creada, en el alma
- La vida maligna de Satanás, en la carne
- La vida divina y eterna de Dios, en el espíritu
- Cuatro leyes relacionadas con el hombre
- La ley de Dios, fuera del hombre
- La ley del bien, en la mente
- La ley del pecado, en la carne
- La ley del Espíritu de vida, en el espíritu
- Experimentar las tres vidas y las cuatro leyes
Texto
I. EL HOMBRE TIENE TRES CLASES DE VIDA
Para entender más acerca de la vida divina y de cómo experimentarla, debemos conocer las tres clases de vida que hay en el hombre. Ciertamente el hombre es muy complejo. Los animales tienen un solo tipo de vida, pero nosotros tenemos tres. Esto prueba rotundamente que el hombre no es un animal. El ser humano está constituido de tres partes: cuerpo, alma y espíritu. A cada una de ellas le corresponde un determinado tipo de vida.
A. La vida humana creada, en el alma
La vida que está en el alma del hombre es la vida humana creada. Esta vida fue depositada en el hombre cuando Dios lo creó. [Cuando Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en él el aliento de vida y “fue el hombre un ser [alma, heb.] viviente” (Gn. 2:7). Esto significa que la vida humana que el hombre obtuvo cuando fue creado, se halla en el alma.]
El alma consta de tres partes: la mente, que es el órgano para pensar; la parte emotiva, que nos permite amar u odiar; y la voluntad, que nos capacita para tomar decisiones. Dios creó el alma en el hombre con el fin de que éste lo exprese.
B. La vida maligna de Satanás, en la carne
La intención de Dios al crear al hombre fue que éste lo expresara. Para lograr esto, Dios tiene que entrar al espíritu del hombre para ser su vida. La vida de Dios está representada por el árbol de la vida (Gn. 2:9). Antes de que el hombre recibiera a Dios en su espíritu, fue engañado por Satanás y así recibió la vida maligna en su cuerpo (Gn. 3:1-6). Tal vida satánica está representada por el árbol del conocimiento del bien y del mal (Gn. 2:9).
[En aquel día, Adán, habiendo sido engañado por Satanás, comió del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Desde entonces, la vida satánica entró en el hombre, causando su corrupción. Así que, además de su propia vida original, creada por Dios, el hombre recibió la vida caída de Satanás.
Cuando Adán pecó y cayó, no sólo ofendió a Dios al actuar de una manera pecaminosa, sino que, peor aún, él mismo fue envenenado por Satanás, lo cual causó que la vida del hombre se contaminara y corrompiera.]
Romanos 5:12 dice que “el pecado (la vida maligna de Satanás) entró en el mundo por medio de un hombre (Adán)”. De esta manera, todos los hombres fueron constituidos pecadores (Ro. 5:19). Ahora el hombre peca debido a que es un pecador, y está completamente bajo la condenación de Dios (Ro. 5:16).
C. La vida divina y eterna de Dios, en el espíritu
¡Alabado sea el Señor porque no todo está perdido! A pesar de que la condición del hombre se volvió tan miserable, Dios es lo suficientemente sabio y poderoso para salvarlo. Por tanto, Dios en el Hijo se hizo carne, esto es, un hombre genuino (Jn. 1:1, 14; He. 2:14a), cuyo nombre es Jesús (Mt. 1:21). El llevó una vida humana perfecta y sin pecado (He. 4:15). Luego, fue a la cruz y murió por nuestros pecados (1 Co. 15:3), y en la cruz dio muerte a la vida maligna de Satanás que estaba en nosotros (Jn. 3:14; He. 2:14b). Ahora, todos los que creímos en El, hemos recibido Su vida divina y eterna en nuestro espíritu (Jn. 3:15).
Por medio del pecado que Adán cometió en el huerto del Edén, Satanás inyectó su vida maligna en la carne. Pero mediante el acto de justicia de Cristo, nosotros los que hemos creído, estamos bajo la justificación de vida (Ro. 5:18). Ya no estamos bajo condenación, sino bajo la vida. A pesar de que fuimos dañados por la vida maligna de Satanás, ahora somos salvos en la vida divina y eterna de Dios (Ro. 5:10b).
[Damos gracias al Señor porque la vida que nosotros los salvos tenemos hoy día no se limita a la vida humana y la vida satánica; más bien ya tenemos también la vida de Dios. Así como Satanás, por medio de su sedición, inyectó su vida corrupta en nosotros, lo cual nos unió a él, nos derrotó, e hizo que poseyéramos todas las características malignas de su naturaleza, así también Dios, al librarnos, introdujo Su vida en nosotros, lo cual nos une a El, nos recobra, y hace que poseamos toda la bondad divina de Su naturaleza. Así que, tanto en la caída como en la salvación el asunto crucial es la vida que se recibe.]
La vida que nosotros los salvos tenemos es más compleja que la de los incrédulos, porque ellos solamente tienen dos clases de vidas, pero nosotros tenemos tres: la vida del hombre, la de Satanás y la de Dios. Los creyentes somos como un huerto del Edén en miniatura, porque tenemos dentro de nosotros los mismos tres elementos que estaban en el huerto. Diariamente tenemos que elegir entre disfrutar y vivir por la vida divina y eterna de Dios en nuestro espíritu, o vivir por la vida de Satanás en nuestra carne. Cada vez que escogemos vivir por la vida divina y eterna, experimentamos dicha vida y crecemos en ella. ¡Jóvenes, elijan la vida!
II. CUATRO LEYES RELACIONADAS CON EL HOMBRE
Somos más complejos de lo que imaginamos. Pues además de las tres clases de vida que tenemos como creyentes, estamos regidos por cuatro leyes que operan en nosotros. [Cada una de las tres vidas que poseemos, tiene una ley. Por lo tanto, no sólo existen tres tipos de vida en nosotros, sino también tres leyes que pertenecen a estas tres vidas. Y además de estas tres leyes que hay en nosotros, tenemos una cuarta ley, la ley de Dios, la cual se halla fuera de nosotros. Por consiguiente, por dentro y por fuera, se hallan un total de cuatro leyes. Esto es lo que revela Romanos 7 y 8.] Excepto por la ley de Dios que está fuera de nosotros, las tres leyes que hay en nuestro interior no son ordenanzas, sino principios que operan y funcionan automáticamente en estas vidas distintas.
A. La ley de Dios, fuera del hombre
[La ley de Dios, escrita en tablas de piedra, fue dada por Dios a los hombres por medio de Moisés durante los tiempos del Antiguo Testamento. Esta es una ley que se encuentra fuera de nosotros. La ley de Dios se compone de Sus estatutos, y su naturaleza es santa, justa y buena. Esta ley, al hallarse fuera de nosotros, nos permite saber lo que Dios condena y lo que justifica; también demanda que rechacemos lo que Dios condena y que hagamos lo que El justifica, a fin de que seamos conformados a los estatutos divinos, los cuales son santos, justos y buenos.] A pesar de que la ley de Dios es buena, no tiene poder para ayudarnos a ser también buenos, debido a que está debilitada por causa de nuestra carne de pecado (Ro. 8:3). Por medio de la ley podemos conocer lo que Dios es y lo que El desea; sin embargo, no estamos capacitados para cumplirla.
B. La ley del bien, en la mente
[La ley del bien, que se encuentra en nuestra mente, procede de la vida humana creada por Dios, la cual es buena por naturaleza, y corresponde fielmente a la naturaleza de la ley de Dios, la cual está fuera de nosotros. Esta ley externa crea en nosotros, es decir, en nuestra mente, el deseo de hacer el bien. Especialmente cuando la ley de Dios, la cual está fuera de nosotros, exige que seamos buenos, la ley del bien nos da el deseo de hacer el bien.]
La ley del bien desea practicar lo que corresponde a la ley de Dios (Ro. 7:15), está de acuerdo con la ley de Dios (Ro. 7:16) y se deleita en dicha ley (Ro. 7:22). Sin embargo, cuando la ley del bien trata de hacer el bien, la ley del pecado, que mora en la carne, se rebela contra ella (Ro. 7:11, 23). De manera que, la ley del bien es ineficaz para hacer el bien y así cumplir con las exigencias de la ley de Dios.
C. La ley del pecado, en la carne
[La ley del pecado, que mora en los miembros, proviene de la vida caída y maligna de Satanás. Ya hemos dicho que debido a que Adán cayó por haber pecado, es decir, por haber ingerido el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, la vida de Satanás entró en el hombre. En esta vida satánica está contenida la ley del mal, es decir, la ley del pecado que mora en los miembros. Puesto que la vida de Satanás es maligna, la ley que proviene de su vida espontáneamente hace que el hombre peque y haga el mal.]
Esta ley es más poderosa que la ley del bien que mora en nuestra mente. Aunque nos esforcemos por hacer el bien, no podemos cumplir la ley de Dios (Ro. 7:17-23). Por lo tanto, necesitamos ser salvos y liberados de la esclavitud de la ley del pecado (Ro. 7:24).
D. La ley del Espíritu de vida, en el espíritu
¡Alabado sea el Señor porque El vino para que tuviéramos vida (Jn. 10:10)! Por Su vida somos salvos (Ro. 5:10b). “La ley del Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte” (Ro. 8:2). [La ley del Espíritu de vida proviene del Espíritu de vida que está en nuestro espíritu, y de la vida increada y divina de Dios. Cuando recibimos al Señor y fuimos salvos, el Espíritu de Dios, junto con la vida de Dios, entró en nuestro espíritu y se mezcló con éste, para ser en nosotros el Espíritu de vida. En la vida de este Espíritu se halla una ley que es la ley del Espíritu de vida, es decir, la ley de vida.]
III. EXPERIMENTAR LAS TRES VIDAS Y LAS CUATRO LEYES
Al creer en el Señor y al recibir Su vida en nuestro espíritu, obtenemos la vida más poderosa junto con la ley más elevada del universo. Esta vida es divina, eterna e indestructible; no tiene falta ni defecto alguno. A pesar de que la ley del pecado en nuestra carne puede derrotar a la ley del bien en nuestra mente, podemos poner nuestra mente en el espíritu y obtener vida y paz (Ro. 8:6). Así, “por el Espíritu” podemos “hacer morir los hábitos del cuerpo” (Ro. 8:13). ¡Aleluya! Ya no tenemos por qué seguir siendo creyentes débiles. Pues “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Ro. 8: l). Cada día, desde la mañana hasta la noche, podemos estar llenos del Espíritu y vivir por el Espíritu para derrotar la vida maligna de Satanás que está en nuestra carne. Con esto tenemos la realidad de que “el justo requisito de la ley se cumpla en nosotros” (Ro. 8:4). ¡Alabado sea el Señor! ¡Esto es maravilloso!
Preguntas
- Mencione las tres partes del hombre y la clase de vida que corresponde a cada una de ellas.
- En Romanos 7 y 8 se mencionan cuatro leyes, busque un versículo que se relacione con cada una de ellas.
- ¿Cuál es la ley que tiene la vida más alta y el poder más elevado, la cual nos capacita para llevar una vida cristiana victoriosa?
- Comparta una experiencia acerca de cómo la ley del Espíritu de vida opera en usted.
- Busque dos versículos que hablen acerca de las partes del hombre.
Citas tomadas de las publicaciones de Lee y LSM
El conocimiento de la vida, págs. 97, 99-101, 103-104, 106-108.