Watchman Nee Libro Book cap.3 La Iglesia gloriosa

Watchman Nee Libro Book cap.3 La Iglesia gloriosa

EL CUERPO DE CRISTO Y LA ESPOSA DE CRISTO

CAPÍTULO TRES

EL CUERPO DE CRISTO

Y LA ESPOSA DE CRISTO

Ya hemos descrito la manera en que Eva tipifica a la iglesia en el plan de Dios. En el plan de Dios todo lo que pertenece a la iglesia procede completamente de Cristo. No contiene nada del hombre ni tiene ninguna relación con el pecado. Nuestro Dios tiene la determinación de conseguir esta iglesia. Todo lo inferior a ella no podría satisfacer Su corazón. El no planeó solamente esta clase de iglesia, sino que la va a conseguir. ¡Aleluya! ¡Es un hecho! Debemos entender que nuestro Dios jamás podrá ser entorpecido ni frustrado. Cuando Dios se propone algo, nada lo puede resistir, ni siquiera el Hades con todas las fuerzas de la creación combinadas. Aunque somos seres caídos y estamos llenos de debilidades, aunque somos carnales y anímicos, nos alejamos de Dios y le desobedecemos, aún así Dios logrará Su propósito. No importa lo que haga el hombre, no podrá arruinar el plan de Dios; todo lo que puede lograr es atrasarlo. Por consiguiente, no solamente debemos entender el propósito de Dios, sino también ver claramente que Dios logrará plenamente lo que El se ha propuesto. Desde la eternidad pasada, Dios se propuso conseguir una iglesia que proceda enteramente de Cristo, una iglesia sin ninguna impureza humana, ningún elemento terrenal, ni sabor de pecado. Cada una de sus partes procede de Cristo, y Cristo es su vida.

No obstante, a partir de Génesis 3, el hombre cayó. Ahora junto al propósito de Dios en la creación, está también la caída del hombre. Por consiguiente, veamos la manera diseñada por Dios para corregir la situación.

Efesios 5:25-30 dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a Sí mismo por ella, para santificarla, purificándola por el lavamiento del agua en la palabra, a fin de presentársela a Sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin defecto. Así también los maridos deben amar a sus propias mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida con ternura, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de Su Cuerpo”.

Podemos dividir estos seis versículos de las Escrituras en dos secciones: los versículos del 25 al 27 nos dan la primera razón por la cual los maridos deben amar a sus mujeres; los versículos del 28 al 30 nos presentan la segunda razón por la cual los maridos deben amar a sus esposas. En estas dos secciones descubrimos dos mandatos de amar a la esposa y dos razones. Pero existe una diferencia entre estas dos secciones. La primera sección dice que Cristo “amó” a la iglesia y se entregó a Sí mismo por ella; estos verbos están en pretérito. A partir del versículo 28, los verbos están en presente, tales como “sustenta” y “cuida”. Por lo tanto, estas dos porciones de las Escrituras tienen que ver con diferentes elementos de tiempo: una sección se refiere a algo pasado y la otra a algo presente.

Los temas de estas dos secciones también son distintos. La primera sección alude a la iglesia, la esposa de Cristo; la segunda sección habla de la iglesia en calidad del Cuerpo de Cristo. En la primera sección, se usa el pretérito cuando alude a la iglesia como esposa de Cristo. Esto se debe al hecho de que todo el propósito de Cristo, como lo vemos revelado, consiste en conseguir una esposa. Incluso Su muerte tuvo como objeto conseguir una novia. Aunque El obtendrá Su esposa en el futuro, la obra fue acabada en el pasado. En cuanto al presente, la iglesia es el Cuerpo de Cristo, y el Señor está sustentando y cuidando con ternura a Su iglesia ahora.

LA RELACIÓN ENTRE EL CUERPO Y LA ESPOSA

A los ojos de Dios, la iglesia tiene dos posiciones: en cuanto a su vida, la iglesia es el Cuerpo de Cristo, pero con respecto a su futuro, ella es la esposa de Cristo. En cuanto a la unión de Cristo con la iglesia, la iglesia es Su Cuerpo; en cuanto a la relación íntima entre Cristo y la iglesia, la iglesia es Su esposa.

Cada vez que la Palabra de Dios habla de la unidad entre Cristo y la iglesia, vemos a Cristo como Cabeza y a la iglesia como Su Cuerpo. Cada vez que la Palabra muestra la distinción entre Cristo y la iglesia, vemos a la iglesia como la esposa de Cristo. Se habla de Adán y Eva como de dos personas que llegaron a ser “una sola carne”, pero seguían siendo dos personas; Dios seguía considerándolos como dos personas. Adán era Adán, y Eva era Eva. Eran unidos para ser uno. Esta es la relación entre la iglesia y Cristo. De uno fueron hechos dos, y de dos, llegaron a ser uno. Cuando Dios creó originalmente al hombre, El los creó varón y hembra. Eva salió de Adán; por lo tanto, ella y Adán eran uno. De igual manera, la iglesia sale de Cristo; por consiguiente, la iglesia y Cristo también son uno. Sin embargo, puesto que Adán y Eva vivían al mismo tiempo, existía una diferencia entre ellos. Del mismo modo, existe también una distinción entre la iglesia y Cristo porque coexisten. En cuanto a la unidad, son uno, pero con respecto a las diferencias, difieren el uno del otro.

Estas dos posiciones tienen que ver con una diferencia en tiempo. Ahora la iglesia es el Cuerpo de Cristo, pero en el futuro la iglesia será la esposa de Cristo. Ahora la iglesia es el Cuerpo de Cristo cuyo propósito es manifestar la vida de Cristo. Un día, cuando la iglesia sea madura en vida, Dios la llevará a Cristo; en aquel día llegará a ser la esposa de Cristo. Algunos piensan que la iglesia es la esposa de Cristo hoy en día, pero eso no es cierto. No hay tal cosa. El Señor Jesús todavía no es el Novio, entonces ¿cómo podría la iglesia ser Su novia ahora? Dios no llevará a la iglesia a Cristo como esposa Suya hasta que se haya cumplido la obra de la iglesia como Cuerpo de Cristo.

Si consideramos la tipología en Génesis 2, podemos ver también la relación que existe entre el Cuerpo y la esposa. Eva fue hecha de la costilla de Adán; por tanto, ella era el cuerpo de Adán. Eva era el cuerpo de Adán porque una porción del cuerpo de Adán fue usada para hacer a Eva. Pero después de hacer a Eva, Dios la trajo a Adán, y ella vino a ser la esposa de Adán. Esta es la relación que existe entre el Cuerpo y la esposa. Cuando se hace referencia al hecho de que Eva salió de Adán, eso significa que ella es el cuerpo de Adán; pero cuando Eva fue presentada a Adán y vino a ser su ayuda idónea, ella se convirtió en la esposa de Adán. Lo que provino de Adán era el cuerpo de Adán, y lo que fue traído a Adán era su esposa.

Lo que salió de Adán era lo único que podía convertirse en la ayuda idónea de Adán. Todo lo que no provenía de Adán nunca podría ser su ayuda idónea. Por lo tanto, cuando todas las aves de los cielos fueron traídas a Adán, él no tomó a ninguna de ellas como ayuda idónea, porque ellas no habían salido de él. Cuando todo el ganado fue traído a él, Adán no tomó a ninguno, porque no habían salido de él. Pasó lo mismo con todas las bestias. Su origen no correspondía con Adán. Por no haber salido de Adán, no podían ser su ayuda idónea. ¿Quien, pues, podía ser la ayuda idónea de Adán? ¡Eva! Eva fue traída a Adán, así como las aves en el aire, el ganado del campo, y las bestias. No obstante, había una diferencia fundamental entre Eva y ellos; ellos no habían salido de Adán. Ya que Eva había salido de Adán, era la única capacitada para ser su esposa. Ella provenía de él, y fue traída a él. Todo lo que sale de él es su cuerpo; todo lo que vuelve a él es su esposa.

Lo que procede de Cristo es lo único que puede volver a Cristo. Lo que no procede de El nunca podrá regresar a El. Lo que viene de los cielos es lo único que puede volver a los cielos. Si no hemos bajado de los cielos, no podremos regresar a los cielos. El hogar es el sitio de nuestro origen. Cuando decimos que vamos a casa, queremos decir que regresamos al lugar de donde venimos. Lo que viene de los cielos es lo único que puede regresar a los cielos. Lo que proviene de Adán es lo único que puede volver a Adán. Adán pudo recibir solamente lo que provenía de él. Esto es una figura: muestra que Cristo recibirá solamente lo que proviene de El mismo. Solamente los que proceden de Cristo podrán regresar a El. Sólo los que reciben vida de El pueden ser recibidos por El.

Muchas personas creen que deberían ofrecer todo lo que son y todo lo que tienen al Señor. Pero Dios no puede aceptar nada que sea ofrecido por una fuente humana. Dios no puede tomar o usar nada que provenga del hombre. Entre todos los cristianos, especialmente los que tienen mucho celo por el Señor, se comete un grave error. Ellos piensan que mientras se entreguen al Señor y le ofrezcan sus habilidades, talentos y todo lo que tienen, todo estará bien. Pero debemos recordar que Cristo aceptará solamente lo que procede de El mismo; El no aceptará nada que venga del hombre.

Usted podría preguntar: “Entre los apóstoles, ¿no había un Pablo? ¿no era él muy educado? ¿no era él un hombre de mucha inteligencia?” Pero debemos recordar las palabras que Pablo pronunció sobre sí mismo: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y temor y mucho temblor; y ni mi palabra ni mi proclamación fue con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder” (1 Co. 2:2-4). Damos gracias al Señor por los hombres inteligentes y elocuentes que entran en la iglesia, pero la inteligencia y la elocuencia naturales que tienen originalmente, no son de ninguna utilidad espiritual en la iglesia. En la iglesia, se reconoce una sola cosa: lo que procede de Cristo. Solamente lo que viene de Cristo puede regresar a El. El material para la edificación de esta esposa es Cristo mismo.

El punto que intentamos demostrar es éste: sólo lo que procede de Cristo puede tener algún valor y ser de alguna utilidad espiritual en la iglesia. Dios nunca usa la vieja creación para construir la nueva. Tampoco Dios usa lo que viene del hombre para construir lo que es de Dios. Nunca podría usar algo carnal para producir algo espiritual. El Señor Jesús dijo: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Jn. 3:6b). ¿Podría llegar a ser espíritu algo que es nacido de la carne? ¡No! “Lo que es nacido de la carne, carne es”. Todos los problemas están relacionados con esta cuestión del origen. Si queremos saber si el resultado será espiritual, sólo debemos preguntarnos si el origen es espiritual. El Señor Jesús dijo: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. No podemos usar nada que venga de la carne para producir algo que proceda del espíritu. Un mensaje que viene de los pensamientos produce solamente pensamientos. Lo que suscita emociones sólo produce una estimulación emocional. La obra del espíritu es la única que produce el espíritu. El punto crucial no reside en cuán correcto sea la meta o el propósito, sino en el proceso. El hombre considera que mientras la meta esté correcta, todo lo demás está bien. Pero Dios no pide solamente que la meta esté correcta; también tiene interés en cómo la realizamos. Alguien podría decir: “Soy uno con los intereses del Señor, y la obra que estoy haciendo está destinada a la iglesia; es la obra de salvar almas, la obra espiritual, la obra de extender el reino celestial. He dado toda mi habilidad e inteligencia para eso. ¿Acaso, no es algo bueno?” Aún así, las habilidades e inteligencia naturales del hombre, lo que no ha pasado por la cruz, no tiene ninguna utilidad espiritual. El Señor dijo: “Lo que es nacido de la carne, carne es” (v. 6a).

Por tanto, tener un propósito espiritual no es suficiente; el proceso también debe ser del espíritu. El método debe ser del espíritu, y el hombre mismo debe ser una persona del espíritu. Lo que viene del Espíritu Santo es lo único que puede ser espiritual. Sólo lo que salió de Adan podía regresar a Adán. Primero, debe ser el cuerpo de Adán, y luego podrá ser la esposa de Adán. Primero debemos ser el Cuerpo de Cristo, y luego podemos regresar y ser la esposa de Cristo. Esperamos tocar alguna realidad espiritual en este asunto. Debemos entender lo que Dios busca realmente. El exige que todo proceda de Cristo, que todos nazcan del Espíritu.

Por consiguiente, cada cristiano debe perseguir la vida del Cuerpo. Si no buscamos la vida del Cuerpo, no podemos buscar la vida de la Esposa. Nunca deberíamos imaginarnos que experimentar la vida del Cuerpo no es algo importante. Debemos comprender que tendremos la vida de la esposa en el futuro, si tenemos la vida del Cuerpo ahora. Si vivimos pasando el tiempo sin un propósito fijo, nunca conoceremos la vida de la esposa. Cada cristiano debe conocer el Cuerpo de Cristo. Ante Dios, debemos buscar eso. No podemos vivir como individuales, sino caminar juntos con los otros hijos de Dios. Un cristiano debe ver que es un miembro del Cuerpo entero. El no es solamente un cristiano entre muchos, sino también un miembro. El debe vivir como miembro con muchos otros cristianos, con una relación mutua y corporativa con ellos. Si conocemos realmente la vida del Cuerpo, entenderemos que un cristiano no puede vivir ni un solo día sin el Señor Jesús, y tampoco podrá vivir ni un solo día sin los demás cristianos. Sin el Señor Jesús, él no puede existir, y sin los otros cristianos tampoco. Dios busca un Cuerpo, y no muchos cristianos individuales y aislados. Dios desea una Eva entera, y no una mano aquí y un pie allá. El debe obtener Eva en su totalidad; entonces ella le será útil. El no quiere un inválido, sino un nuevo hombre, un hombre corporativo.

Esta es la razón por la cual se debe eliminar todas las divisiones y el individualismo. El asunto de la división no es algo meramente externo; es un problema de nuestro corazón. Martín Lutero dijo que el papa más grande no vive en Roma, sino en nuestros corazones. Debemos entender que el mayor obstáculo a la voluntad de Dios no son las divisiones exteriores, sino nosotros mismos, como personas individuales, que no conocen la vida del Cuerpo. En este punto, necesitamos dos revelaciones distintas: primero, ver que el Cuerpo es uno, y segundo, ver que formamos parte de él, que somos miembros de este Cuerpo. Cuando veamos que el Cuerpo es uno, nunca nos atreveremos a causar divisiones. Cuando veamos que como miembros somos una porción del Cuerpo entero, nunca nos atreveremos a justificarnos, o a considerar que como miembros individuales no podríamos ser una unidad entera. El Cuerpo reunido en su totalidad es lo único que puede constituir una unidad. Nosotros como miembros somos demasiado pequeños, demasiado insuficientes. Oh, que Dios nos libre de nuestro individualismo. Entonces podremos ser útiles al Señor.

CRISTO AMA A LA IGLESIA

Leamos ahora Efesios 5:28-29: “Así también los maridos deben amar a sus propias mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida con ternura, como también Cristo a la iglesia”. Los maridos deben amar a sus mujeres, porque amar a sus mujeres equivale a amar a sus propios cuerpos. Los hombres siempre sustentan y cuidan con ternura a sus propios cuerpos, y Cristo también sustenta y cuida con ternura a la iglesia. A los ojos de Cristo, la iglesia es Su propio Cuerpo, hueso de Sus huesos y carne de Su carne. Estos versículos nos muestran que la iglesia es el Cuerpo de Cristo, y que Su obra actual hacia la iglesia consiste en sustentarla y cuidarla con ternura, porque la iglesia es El mismo. Ciertamente El nos sustentará y nos cuidará, porque todos hemos salido de Cristo. Sabemos cuánto nos sustentamos y cuánto nos cuidamos. Del mismo modo, Cristo nos sustentará y nos cuidará. Queda patente que “nadie aborreció jamás a su propia carne”. Si una persona normal lastima su mano, la cuidará con muchas precauciones; si su pie está herido, lo cuidará con cariño. Los hombres siempre se sustentan y se cuidan. De la misma manera, Cristo ama a la iglesia, porque la iglesia es El mismo.

Efesios 5:25-27 dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a Sí mismo por ella, para santificarla, purificándola por el lavamiento del agua en la palabra, a fin de presentársela a Sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin defecto”. Estos tres versículos hablan de la iglesia como la Esposa de Cristo. “A fin de presentársela a Sí mismo” es la presentación de Eva a Adán por parte de Dios. De la misma manera, Cristo se presentará la iglesia a Sí mismo. Sin embargo, esta presentación se efectuará en el futuro. Hoy en día la iglesia todavía no ha alcanzado esta etapa. Cristo está laborando paso tras paso en la iglesia hasta el día en que El se la presentará a Sí mismo. En otras palabras, Efesios 5:25-27 habla del camino que va de la redención al reino. Paso tras paso la iglesia es preparada para que Cristo pueda presentársela a Sí mismo en aquel día.

¿Por qué se menciona aquí que la iglesia debe ser purificada? Porque aquí estamos en Efesios 5, y no en Génesis 2. En el libro de Efesios se ve la revelación más elevada de Dios con respecto a la iglesia. La característica extraordinaria de este libro es que no empieza con pecadores que luego son salvos, sino con nuestra elección eterna. Romanos 1 empieza por el pecado, por la manera en que pecamos y en que luego fuimos salvos. Pero Efesios 1 empieza por la eternidad y nuestra elección desde la fundación del mundo. No se menciona el problema del pecado sino hasta el capítulo dos. El libro de Efesios revela dos líneas: una va de la eternidad a la eternidad, y la otra de la caída del hombre a su redención. Efesios nos revela algo trascendental. Vemos cómo la iglesia procede de Cristo, cómo fue escogida antes de la fundación del mundo, y cómo manifestará para siempre la gloria de Cristo en la eternidad. Al mismo tiempo, nos muestra que la caída del hombre es un hecho, que su pecado es un hecho, y que la existencia de nuestra vida natural es también un hecho. Por consiguiente, el capítulo cinco dice que Cristo nos purificará por el lavamiento del agua en la palabra hasta que seamos santificados. El quiere restaurarnos hasta que correspondamos completamente con el propósito eterno de Dios.

Por una parte, necesitamos la visión para ver que la iglesia jamás ha fracasado, pecado o caído. La iglesia jamás ha tocado el pecado; de eternidad en eternidad ha estado en una línea recta. Por otra parte, debemos entender que no somos más que un grupo de pecadores salvos por gracia; por consiguiente, necesitamos el lavamiento del agua en la palabra. Necesitamos Su vida, por medio de Su palabra, para santificarnos y restaurarnos a lo sumo. Que Dios nos conceda gracia para que alcancemos este punto.

LA PURIFICACIÓN DE LA IGLESIA POR EL LAVAMIENTO DEL AGUA EN LA PALABRA

Debemos prestar atención a esta expresión: “por el lavamiento del agua en la palabra”. En el Nuevo Testamento se usan dos términos griegos que significan “palabra”. Uno es lógos, y se refiere a la palabra en un sentido general; el otro es réma traducido palabra en las Escrituras, aunque significa algo bastante diferente de lógos.Lógos se refiere tanto a las cosas determinadas eternamente como a las cosas usadas de manera objetiva. Esta es palabra como la usamos habitualmente, y palabra como es conocida generalmente en el cristianismo. Pero réma se refiere a las palabras que son habladas. Esto es más subjetivo que lógos. Miremos varios pasajes en el Nuevo Testamento donde aparece réma.

En Mateo 4:4 Jesús dijo: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. En este versículo, “palabra” es réma, y no lógos. Cuando decimos que la Biblia es la Palabra de Dios, la “palabra” es lógos, y no réma. ¿Podríamos decir que el hombre no vivirá solamente de pan, sino de la Palabra de Dios relatada en la Biblia? No, no estamos diciendo que la Palabra escrita de Dios no tiene ninguna utilidad, sino que lógos, la Palabra de Dios relatada en la Biblia, para nada nos sirve en sí misma. Un día un mensajero dijo a una madre que su hijo fue atropellado por un carro y que estaba a punto de morir. La madre abrió inmediatamente la Biblia y por casualidad fijó su atención en Juan 11:4: “Esta enfermedad no es para muerte”. Gracias a este versículo, se sintió en paz e incluso empezó a regocijarse, pero cuando llegó al lugar del accidente, se enteró de que su hijo ya había muerto. ¿Significa eso que el relato del Evangelio de Juan no es la Palabra de Dios? Sí, es la Palabra de Dios, pero es lógos, y no réma. La palabra que ella asió no era la palabra que Dios le había hablado en esa circunstancia particular. Tanto lógos como réma son la Palabra de Dios, pero el primero es la Palabra de Dios relatada objetivamente en la Biblia, mientras que el último es la palabra que Dios nos habla en una ocasión específica.

Romanos 10:17 dice: “Así que la fe proviene del oír, y el oír, por medio de la palabra de Cristo”. En este versículo, se usa de nuevo réma, y no lógos. Esto significa que podemos creer cuando Cristo habla por primera vez dentro de nosotros.

Juan 3:16 es un versículo que muchos de nosotros podemos citar de memoria. Quizás lo conozcamos desde hace diez o veinte años. ¿Es este versículo la Palabra de Dios? Es ciertamente la Palabra de Dios, pero es lógos. No obstante, llega un día cuando leemos este versículo y nos resulta totalmente diferente de lo que era antes. “Porque de tal manera amó Dios al mundo…” Dios no ama solamente al mundo, sino que me ama a mí. “…que ha dado a Su Hijo unigénito… ”. Dios no ha dado a Su Hijo solamente al mundo, sino a mí. “para que todo aquel que en El cree…” El punto no es que alguien crea en El, sino que yo crea en El. “…no perezca, mas tenga vida eterna”. Soy yo el que no perecerá, y soy el que tiene vida eterna ahora. Esta palabra ahora es réma. Dios nos habla la palabra, y en ese momento recibimos fe. Por consiguiente, debemos pedir a Dios: “Oh Dios, concédeme gracia, Te pido que siempre me des réma”. Esto no significa que lógos no es de ninguna utilidad. Lógos tiene un uso definido, pues sin lógos, nunca podríamos tener réma. Todo el réma de Dios se basa en el lógos. No podemos negar que Juan 3:16 es la Palabra de Dios. Pero cuando el lógos de Dios se hace el réma que Dios nos habla, tenemos fe y todo se aclara.

Juan 6:63 dice: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. ¿Tenían los judíos el lógos de Dios? Sí, lo tenían. Lo conocían muy bien y podían recitar perfectamente los mandamientos del Antiguo Testamento, pero no les servía para nada. Sólo las palabras que el Señor les hablaba eran espíritu y vida. Sólo réma es espíritu y vida.

Marcos 14:72 dice: “Y al instante el gallo cantó la segunda vez. Entonces Pedro se acordó de la palabra que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, comenzó a llorar”. Pedro se acordaba del réma que Jesús le había hablado. El réma es lo que le vino a la memoria. Mientras Pedro estaba mintiendo, el réma apareció repentinamente. La frase misma del Señor le vino a la memoria. Réma es la palabra que el Señor ha hablado, y ahora El la habla nuevamente.

En Lucas 1:38, María dijo: “He aquí la esclava del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de ella”. En este versículo, se usa réma. Esto no era solamente una palabra de profecía en Isaías 7:14: “He aquí, la virgen concebirá, y dará a luz un hijo”, sino una palabra que el ángel habló de manera específica a María “Y he aquí, concebirás en tu vientre, y darás a luz a un hijo” (Lc. 1:31). Por haber oído eso, María recibió fuerza y todo se cumplió.

En Lucas 2:29 Simeón dijo: “Ahora, Soberano Señor, despides a Tu esclavo en paz, conforme a Tu palabra”. En este versículo “palabra” es réma. Antes de la venida del Señor Jesús, Dios habló Su palabra a Simeón y le dijo que no vería la muerte hasta que viera al Cristo del Señor. Pero el día en que vio al Señor Jesús, Simeón dijo: “Ahora, Soberano Señor, despides a Tu esclavo en paz, conforme a Tu palabra”. Simeón tenía réma del Señor. Esto no sucedió por cierto capítulo o versículo de la Biblia, sino que era conforme a la palabra que el Señor le había hablado en aquel día. El simple hecho de recibir la palabra de cierto capítulo y versículo de la Biblia no es suficiente. Sólo la palabra que el Señor nos habla resulta de alguna utilidad. El réma nos revela algo personal y directamente; nos muestra lo que debemos poner bajo la obra de la cruz y lo que debe ser quitado de nuestro ser para que seamos purificados. Debemos buscar de manera específica este asunto, porque nuestra vida cristiana se basa en este réma. ¿Qué palabra nos ha hablado realmente el Señor, y cómo nos la ha hablado? Debemos recordar que el cristianismo actual sigue siendo el cristianismo de la revelación personal. Si el Señor no habla dentro del hombre, eso no forma parte del cristianismo, ni tampoco del Nuevo Testamento.

Lucas 3:2 dice: “Durante el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto”. En este versículo “palabra” es también réma.

Lucas 5:5 relata: “Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas confiado en Tu palabra echaré las redes”. En este versículo, “palabra” era algo que el Señor habló en esa ocasión. Fue el Señor quien habló personalmente a Simón. Esto es réma. El Señor no habló en cierto versículo de cierto capítulo diciendo que Simón debía echar las redes. Si alguien intentara caminar sobre el mar por haber leído Mateo 14:29, se hundiría ciertamente. No es la palabra que el Señor está hablando hoy en día, aunque la habló en aquel día. Es cierto que lo hablado por Dios en el pasado y la palabra que El habla ahora llevan la misma autoridad; no han cambiado jamás. Pero éste es el punto importante: ¿Nos está hablando Dios esta misma palabra ahora?

Lucas 24:8 dice: “Entonces ellas se acordaron de Sus palabras” (réma). ¿Qué es réma?Réma es algo que el Señor ha hablado anteriormente y que El está hablando nuevamente ahora. En otras palabras, réma es la palabra que el Señor habla por segunda vez. Es algo viviente.

En Hechos 11:16 Pedro dijo: “Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo”. Mientras Pedro predicaba a la casa de Cornelio, el Espíritu del Señor cayó sobre ellos, y la palabra del Señor vino a Pedro. Pedro no intentó recordar la palabra de memoria; fue el Señor quien le dijo: “Juan bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo”.

Siempre valoramos mucho el hecho de que el Señor sigue hablando ahora. El no habló solamente en las Escrituras, ni habló solamente a Pablo y a Juan, sino que nos está hablando ahora. La palabra del Señor nunca se ha detenido. Cada vez que un obrero del Señor se levanta y habla por El, debe esperar el réma. Si el Señor no nos habla hoy, somos verdaderos fracasos. ¿Cuántas veces hemos predicado, sin que el Señor pronunciara una sola palabra? No había nada malo con el mensaje, pero contenía solamente la palabra general del Señor; no tenía ningún réma. El problema de la iglesia hoy en día es éste: carece de la palabra viviente del Señor, y en lugar de ella, contiene únicamente doctrinas muertas. Hace falta verdaderamente una comunicación directa de Dios. Todo lo que vemos es una predicación humana. ¡Cuán lamentable es el hecho de que tantas personas han muerto con buenas doctrinas! Que Dios tenga misericordia de nosotros y nos dé el réma. Que El nos hable personal y directamente hoy en día. Podemos avanzar y recibir el agua viva para suplir a los demás únicamente cuando recibimos el réma. Lo que necesitamos es el réma.

En el plan eterno de Dios, la iglesia no tiene pecado. La iglesia no tiene historia de pecado; es totalmente espiritual y procede completamente de Cristo. Pero ¿qué hay de la historia de la iglesia ahora? Sabemos que no ha sido completamente de Cristo, y mucho de su elemento ha sido terrenal. ¿De qué manera Cristo perfeccionará a la iglesia? El lo hará al purificarla por el lavamiento del agua en la palabra: el réma. Hemos mencionado anteriormente que el agua alude a la vida. Tipifica la vida liberada mediante el 1aspecto [1Los dos aspectos de la muerte de Cristo son: (1) acabar con todo lo negativo, y (2) preparar todo lo positivo: todas las cosas en la vida de Cristo. Por tanto, la vida liberada mediante Su muerte no tiene como fin redimirnos. La redención es el aspecto negativo de la muerte de Cristo.] no-redentor de la muerte de Cristo. Cristo está usando Su vida en Su palabra, Su réma, para purificarnos.

¿Qué significa el hecho de que Cristo nos purifique por Su vida y mediante Su palabra? Primero, debemos entender el problema de la iglesia desde el punto de vista de Dios. El defecto de la iglesia no consiste en haber recibido un Cristo demasiado pequeño, sino en tener demasiadas cosas que no son Cristo mismo. En la voluntad de Dios la iglesia en su totalidad procede de Cristo, no tiene ningún pecado, nada carnal, y ninguna vida natural. Pero ¿qué hay de nuestra condición actual? Cada uno de nosotros, los que pertenecemos verdaderamente a Cristo, tiene cierta porción que es única y totalmente Cristo mismo. Damos gracias a Dios por esta porción. Aparte de esta porción, seguimos teniendo muchas cosas que no son de Cristo. Debido a todas estas cosas extrañas debemos ser purificados.

¿Qué significa la purificación? Significa restar, y no sumar. Si la purificación significara añadir algo a nosotros, entonces sería un tinte. En Génesis 2, Eva no necesitaba ser purificada, porque tipificaba a la iglesia del plan eterno de Dios. Pero si consideramos que ahora nosotros no necesitamos la purificación, nos estamos engañando. Dios planea llevarnos al lugar donde la purificación no sea necesaria, pero hoy seguimos necesitando la purificación.

¿Cómo nos purifica Dios? El lo hace con Su vida mediante Su propia palabra. A menudo no sabemos en qué aspecto debemos ser purificados. Pero un día la vida que está en nosotros no nos deja en paz. Poco después Su réma entra en nosotros y nos muestra lo que debemos pasar por la purificación. Por una parte, es la vida que nos toca, y por otra, es la palabra que nos dice. A veces, nos empeñamos en algo que parece bastante bueno según la doctrina, y podemos tener una buena razón para eso, pero en nuestro interior algo nos sigue tocando y no nos deja en paz. Finalmente, el Señor nos habla; viene el réma, la palabra poderosa del Señor. Nos dice que un asunto debe ser puesto bajo la cruz y purificado. Por una parte, es la vida, y por otra, es la palabra del Señor. Con eso somos purificados. A veces, se cambia el orden. Al principio no sentimos nada al emprender una actividad determinada; de hecho, sentimos que todo está bien. Pero cuando viene el réma, primero la palabra del Señor nos habla, diciéndonos que este asunto en particular no está bien del todo, y luego la vida interior nos exige acabar con él. Esta es nuestra vida diaria. Puede ser que la vida del Señor no nos permita hacer nada, y luego la palabra venga, o que la palabra venga primero, y luego venga la vida exigiendo que acabemos con el asunto. Pero siempre la purificación del agua en la palabra es la que viene a nosotros para santificarnos.

Por consiguiente, todo el asunto de nuestro crecimiento y progreso depende de nuestra actitud hacia la vida y el réma. Si tenemos algún sentir interior en vida, nunca deberíamos dejarlo. Debemos orar: “Señor, concédeme el réma para que sepa cómo solucionar la situación”. Si el Señor empieza por darnos el réma, si nos habla primero, aún así necesitamos pedirle que nos supla con vida para solucionar este asunto. Si prestamos atención a estos asuntos y si no los tomamos a la ligera, el Señor nos purificará por el lavamiento del agua en la palabra para santificarnos.

Delante del Señor, éste es el significado de la iglesia purificada por el lavamiento del agua: la vida de Cristo acaba con todo lo que no procede de Cristo. La vida natural y todo lo que no viene de Cristo debe ser depurado. La santificación puede venir únicamente después de la purificación, y la base de la purificación es la palabra del Señor, el réma. Si no conocemos la palabra del Señor, no podremos ser purificados y santificados. Desde el día en que recibimos a Cristo, ¿de dónde ha venido nuestro conocimiento? ¿Ha venido de una fuente exterior o interior? ¿Entendemos la voluntad de Dios desde nuestro interior, o sigue siendo Su voluntad algo que nos es exterior? Muchas dificultades tienen su raíz en este asunto: carecer de la palabra de Dios. El Cuerpo de Cristo no puede ser edificado porque lo que tenemos es exterior, y no interior. Toda la base de la fe cristiana depende del hablar del Señor. El crecimiento de la iglesia depende también de la palabra que el Señor habla. Por lo tanto, el punto central de nuestras oraciones debe ser nuestro anhelo de recibir el hablar del Señor. ¡Oh, que el Señor nos hable! La palabra que el Señor nos habla nos permite alcanzar el propósito eterno de Dios. Hoy en día la iglesia no se parece a Eva en Génesis 2, porque la iglesia ha caído. Por tanto, el Señor debe purificarnos por el lavamiento del agua en la palabra.

La iglesia que es conforme a la voluntad de Dios y la iglesia en experiencia son dos cosas completamente distintas. La iglesia en el plan de Dios no tiene ningún pecado, ni historia de pecado; no ha conocido jamás el pecado. Trasciende más allá del pecado, y no tiene ni siquiera traza de pecado. Es completamente espiritual y procede enteramente de Cristo. No obstante, en la historia la iglesia ha fracasado y caído. Ahora el Señor está obrando entre los hombres caídos para volverlos a la iglesia de Su voluntad original. El Señor desea obrar entre la gente caída, corrupta y desolada, llena de pecados e inmundicia, para obtener una iglesia de en medio de ellos. El quiere restaurarlos y recobrarlos para lo que El se propuso en la eternidad pasada, para que El tenga lo que satisface Su deseo en la eternidad futura. En Su obra magnífica, el Señor usa las palabras que El habla como instrumento para volver la iglesia al propósito original de Dios. Oh, que no estimemos a la ligera las palabras del Señor.

Debemos recordar que el conocimiento es una cosa y otra cosa bastante diferente es la estatura espiritual. Toda doctrina, enseñanza, teología y conocimiento es de poca utilidad si sólo fluye de una persona a otra. El verdadero crecimiento depende de que recibamos la palabra directamente del Señor. Dios usa Su réma para llevar a cabo Su obra, y El desea hablarnos. Por consiguiente, si al leer las Escrituras, nuestro propósito consiste únicamente en conseguir conocimiento, es verdaderamente una lástima. Si éste es el caso, estamos acabados. El verdadero valor de las Escrituras es éste: Dios puede hablar al hombre por medio de ellas. Si deseamos ser útiles en las manos del Señor, El nos debe hablar. Nuestra edificación espiritual depende de que el Señor nos hable o no. El conocimiento y las doctrinas no tienen ninguna utilidad espiritual. El único valor espiritual es el hablar del Señor en nosotros.

¿Cómo podremos estar satisfechos con el conocimiento y las doctrinas mientras la iglesia se encuentra en una condición caída, cuando ha faltado a Dios y está ciega con respecto a Su voluntad? ¡Que Dios nos conceda misericordia y gracia! Que oremos así: “Señor te pedimos que nos hables”. Todo lo que viene de afuera, las palabras que nos fueron dadas por los demás, aun cuando fueron pronunciadas miles de veces, no tienen ninguna utilidad. Sólo el réma tiene valor. Si hacemos algo simplemente porque los demás nos piden hacerlo, estamos observando la ley, y no estamos en el Nuevo Testamento. Una persona de mente clara puede dividir el libro de Romanos en secciones, tales como “salvación”, “justificación”, etc. Pero en su interior, hay una gran deficiencia: Dios no le ha hablado. Un hombre puede tener conocimiento y al mismo tiempo no tener la palabra de Dios. Muchas personas piensan que conocer las Escrituras y entender las doctrinas constituye la espiritualidad. ¡No es cierto! El conocimiento bíblico nunca podrá sustituir la espiritualidad. El verdadero valor es el hablar personal y directo de Dios en nosotros. Cuando Dios nos habla mediante Su palabra, somos iluminados; mediante Su palabra somos santificados, y mediante Su palabra crecemos. Debemos distinguir entre lo muerto y lo vivo, entre el simple conocimiento y lo espiritual. Lo que no es viviente no tiene ningún valor espiritual. Si tenemos el réma, la palabra viva de Dios, podemos ser purificados y santificados.

“LA IGLESIA … GLORIOSA”

¿Cuál es el propósito de Dios en Su obra de purificación y santificación? Consiste en que un día “El se presente a Sí mismo una iglesia gloriosa” (Ef. 5:27). Cristo está esperando que la iglesia esté preparada y le sea presentada. “La iglesia … gloriosa” en el idioma original significa que la iglesia es introducida en la gloria. En otras palabras, la iglesia se vestirá de gloria. Efesios 4 afirma que la iglesia llegará a la unidad de la fe y a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (v. 13). Luego el capítulo cinco dice que la iglesia será vestida de gloria para ser presentada a Cristo. Dios quiere llevar a toda la iglesia a esta condición. ¡Esto es realmente muy importante! Cuando miramos la condición actual de la iglesia, decimos: “¿Cómo puede ser eso?” Incluso quizá dudemos de la intención de Dios, pero el Señor sí está obrando. Un día la iglesia llegará a la unidad de la fe, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; será vestida con gloria y presentada a Cristo. Esto es lo que el Señor desea y logrará. Es también lo que deseamos y lograremos.

Esta iglesia gloriosa no tendrá mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que será santa y sin defecto (5:27). El Señor nos purificará de tal manera que la iglesia parecerá no haber tenido jamás manchas ni defectos. Aparentemente, la iglesia nunca habrá cometido pecado, y tampoco se encontrará un rastro de pecado en ella.

Ella no tiene ninguna mancha, ni arruga tampoco. Todos sabemos que los niños y los jóvenes no tienen ninguna arruga. Cuando una persona empieza a tener arrugas, significa que envejece. El Señor quiere llevar a la iglesia a la etapa donde no haya nada viejo, nada del pasado. El quiere que en la iglesia todo sea nuevo. Cuando la iglesia esté delante del Señor, aparentemente no tendrá pecado ni historia de pecado. Será sin mancha ni arruga. En el futuro la iglesia será conforme al propósito de Dios en la creación.

La iglesia no tendrá ninguna mancha, ni arruga, ni siquiera “cosa semejante”. En la traducción del griego, podemos leer: “Esta o tal clase de defectos”. No tendrá mancha ni arruga, ni siquiera defecto alguno; todos los defectos habrán desaparecido. Llegará el día cuando la obra de Dios sobre la iglesia será tal que ella será totalmente gloriosa.

Además, será “santa y sin mancha”. Según el significado en el griego, podríamos leer: “para que fuese santa y sin mancha”. Dios elevará a la iglesia a un lugar donde no se podrá decir nada en contra de ella. El mundo no tendrá nada que decir; tampoco Satanás, ni nadie, ni siquiera Dios. En aquel día, cuando la iglesia sea tan gloriosa, será la Esposa de Cristo.

Debemos ver claramente estos dos asuntos. Primero, hoy en día somos el propio Cuerpo de Cristo. Como Cuerpo Suyo, Cristo nos depura y nos prepara para ser la iglesia que Dios busca desde la eternidad. Segundo, a su debido tiempo, Cristo vendrá y seremos introducidos en Su presencia para ser presentados como una iglesia gloriosa, Su esposa. Por consiguiente, primero tenemos la historia del Cuerpo de Cristo sobre la tierra, y luego en gloria tenemos la historia de la esposa. Ahora estamos siendo purificados. Ahora necesitamos el réma. Los cristianos que nunca han recibido la revelación directa están atrasando la obra de Dios. Si nunca hemos oído el hablar del Señor en nosotros, estamos impidiendo el derramamiento de la gracia del Señor. Que Dios nos conceda misericordia para que no retrasemos Su obra. Más bien, que seamos los que lo escuchen y vayan adelante para que la iglesia sea elevada a la posición de Esposa de Cristo.

LA OBRA Y RESPONSABILIDAD DE LA IGLESIA DELANTE DE DIOS

La Epístola a los Efesios revela a la iglesia que Dios, en la eternidad, se propuso obtener. El capítulo cinco relata que la iglesia será gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, y que será santa y sin defecto. Luego el capítulo seis habla de la obra práctica de la iglesia, de la guerra espiritual.

Cuando leemos Efesios 6:10-12, nos damos cuenta de que la obra y la responsabilidad de la iglesia constituyen una guerra espiritual. En esta guerra espiritual, los enemigos no son la carne y la sangre, sino entidades espirituales que viven en el aire. Leamos los versículos 13 y 14. “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes”. Aquí vemos que debemos estar firmes, y no atacar. La guerra espiritual es defensiva; no es ofensiva porque el Señor Jesús ya peleó la batalla y ganó la victoria. La obra de la iglesia en la tierra consiste simplemente en mantener la victoria del Señor. El Señor ya ganó la batalla, y la iglesia está aquí para mantener Su victoria. La obra de la iglesia no consiste en vencer al diablo, sino en resistir a aquel que ya fue vencido por el Señor. La iglesia no obra para atar al hombre fuerte, pues ya ha sido atado. Su obra consiste en no permitir que sea desatado. No se necesita atacar; estar firmes es suficiente. El punto de partida de la guerra espiritual consiste en mantenernos firmes sobre la victoria de Cristo; es ver que Cristo ya venció. No se trata de hacerle algo a Satanás, sino de confiar en el Señor. No se trata de esperar que ganemos la victoria, porque la victoria ya fue ganada. El diablo no puede hacer nada.

La guerra espiritual es la obra y la responsabilidad de la iglesia. Es el conflicto entre la autoridad de Dios y el poder de Satanás. Llegamos ahora a ver la relación entre la iglesia y el reino de Dios.

Algunas personas piensan que el reino de Dios trata simplemente de galardones. Esta es una visión muy deficiente del reino de Dios. El Señor Jesús explicó una vez lo que es el reino de Dios. El dijo: “Pero si Yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, entonces ha llegado a vosotros el reino de Dios” (Mt. 12:28). ¿Qué es el reino de Dios? Es el derrocamiento del poder de Satanás por medio del poder de Dios. Cuando el diablo no puede mantenerse en un lugar, el reino ha llegado a ese sitio. Donde el diablo ha sido echado, donde la obra del enemigo ha sido desplazada por el poder de Dios, Su reino está allí.

Leamos Apocalipsis 12:9-10 “Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama el diablo y Satanás, el cual engaña a toda la tierra habitada; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de Su Cristo; porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche”. Debemos prestar atención a la palabra “porque” en el versículo 10. El reino de Dios podía venir, “porque” Satanás fue arrojado. Satanás perdió su lugar y no pudo seguir firme allí. En aquel tiempo hubo una gran voz en el cielo, que decía: “Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de Su Cristo”. Cada vez que Satanás abandona un lugar, es porque el reino de Dios está allí. Dondequiera que esté el reino de Dios, no puede permanecer allí Satanás. Esto nos muestra claramente que en las Escrituras, el primer significado del reino de Dios y lo esencial está relacionado con el hecho de echar a Satanás.

Cuando los fariseos preguntaron cuándo había de venir el reino de Dios, el Señor Jesús les contestó: “El reino de Dios no vendrá de modo que pueda observarse, ni dirán: helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros” (Lc. 17:20-21). ¿Qué quería decir el Señor cuando dijo: “El reino de Dios está entre vosotros”? El quería decir: “Yo estoy aquí”. Por supuesto, todos sabemos que el reino de Dios no podía estar dentro de los fariseos. En aquel día el reino de Dios estaba entre ellos porque el Señor Jesús estaba entre ellos. Cuando El estaba allí, Satanás no podía estar allí. El Señor Jesús dijo: “El príncipe de este mundo viene, y él nada tiene en Mí” (Jn. 14:30). Dondequiera que esté el Señor Jesús, Satanás debe marcharse. En Lucas 4 vemos a un hombre poseído por un demonio. ¿Cómo reaccionó el demonio cuando vio al Señor? Antes de que el Señor dijera algo para echar al demonio, éste gritó: “¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos?” (v. 34). Dondequiera que esté el Señor, los demonios no pueden estar allí. La presencia misma del Señor Jesús representa al reino de Dios, y El es el reino de Dios. Donde El está, está también el reino de Dios.

¿Qué tiene que ver eso con nosotros? Leamos Apocalipsis 1:5-6: “Al que nos ama, y nos liberó de nuestros pecados con Su sangre, e hizo de nosotros un reino, sacerdotes para Su Dios y Padre; a El sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén”. Observe la palabra “reino” en el versículo 6. Nos muestra que el reino de Dios está no solamente donde se encuentra el Señor Jesús, sino también donde está la iglesia. El Señor Jesús representa al reino de Dios, y la iglesia también representa al reino de Dios. El punto importante aquí no tiene nada que ver con una recompensa futura o una posición en el reino, que sea grande o pequeña, elevada o baja. Estas cosas no son primordiales. Lo imprescindible es esto: Dios quiere que la iglesia represente a Su reino.

La obra de la iglesia en la tierra consiste en traer el reino de Dios. Toda la obra de la iglesia está gobernada por el principio del reino de Dios. La salvación de las almas se encuentra incluida en este principio, así como lo son el echar fuera demonios y todas las demás obras. Todo debería estar gobernado por el principio del reino de Dios. ¿Por qué debemos ganar almas? Por el bien del reino de Dios, y no solamente porque el hombre necesita la salvación. Debemos estar firmes en la posición del reino de Dios cada vez que obramos, y debemos aplicar el reino de Dios para derrocar el poder de Satanás.

El Señor desea que oremos: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mt. 6:9-10). Si la venida del reino de Dios fuese automática, el Señor jamás nos habría enseñando a orar así. Pero el Señor nos pidió que orásemos de esta manera, lo cual indica simplemente que El nos mostró que ésta es la obra de la iglesia. Sí, la iglesia debe predicar el evangelio, pero aún más, la iglesia debe orar para traer el reino de Dios. Algunas personas piensan que el reino de Dios vendrá automáticamente, que oremos o no. Pero si conocemos a Dios, nunca diremos eso. El principio de la obra de Dios consiste en esperar que Su pueblo actúe. Entonces El actuará.

Dios dijo a Abraham que el pueblo de Israel había de salir de la nación que los afligía. No obstante, esto se cumplió cuatrocientos treinta años más tarde. Cuando los israelitas clamaron a Dios, El escuchó su llanto y vino a liberarlos. Nunca piense que las cosas sucederán de todos modos, ya que clamemos o no. Dios necesita que el hombre coopere con El en Su obra. Cuando el pueblo de Dios actúa, El actúa también. Cuando el pueblo de Dios vio que debían irse de Egipto (aunque no todos los israelitas vieron eso; algunos sí lo vieron), gritaron a Dios, y El tomó acción para liberarlos.

Incluso el nacimiento del Señor Jesús fue el resultado de la cooperación entre algunos del pueblo de Dios y Dios mismo. En Jerusalén algunos estaban buscando continuamente el consuelo de Israel. Esta es la razón por la cual nació el Señor. Aunque el propósito de Dios consiste en traer Su reino, Su parte no es suficiente. El necesita que la iglesia obre con El. Mediante la oración, la iglesia debe liberar el poder del reino de Dios sobre la tierra. Cuando venga el Señor, el reinado sobre el mundo pasará a nuestro Señor y a Su Cristo (Ap. 11:15).

Puesto que la obra de la iglesia consiste en estar firmes por Dios y no dejar ningún terreno a Satanás, ¿qué clase de vivir debemos mantener para cumplir esta tarea? Debemos confesar todos nuestros pecados e iniquidades, debemos consagrarnos incondicionalmente a Dios, y debemos poner fin a nuestra vida anímica y a nuestra vida natural. En la guerra espiritual, la habilidad de la carne es totalmente inútil. El “yo” no puede resistir a Satanás. ¡El “yo” debe irse! Cada vez que el “yo” desaparece, entra el Señor Jesús. Cada vez que el “yo” entra, hay fracaso. Cada vez que el Señor entra, hay victoria. Satanás reconoce a una sola persona: al Señor Jesús. Nosotros no podemos resistir a Satanás. Los dardos encendidos de Satanás pueden entrar en nuestra carne, pero, alabado sea Dios, podemos vestirnos con Cristo, quien ha ganado la victoria.

Creemos que Cristo volverá. Pero no se imagine que el Señor Jesús vendrá automáticamente si nos quedamos sentados y esperando pasivamente. No, hay algo que la iglesia debe hacer. Como Cuerpo de Cristo, debemos aprender a trabajar juntamente con Dios. No deberíamos imaginarnos que ser salvos es suficiente. Debemos preocuparnos por la necesidad de Dios. La caída del hombre tiene dos consecuencias: la primera es el problema de la responsabilidad moral del hombre, y la otra es la usurpación de la autoridad en la tierra por parte de Satanás. Por una parte, el hombre perdió algo, pero por otra, Dios también sufrió pérdida. La redención soluciona el problema de la responsabilidad moral del hombre y de la pérdida del hombre, pero la pérdida que Dios ha sufrido sigue presente. La pérdida de Dios no puede ser restaurada mediante la redención; puede ser restaurada solamente por el reino. La responsabilidad moral del hombre fue solucionada por la cruz, pero el problema de la autoridad de Satanás debe ser solucionado por el reino. El propósito directo de la redención concierne al hombre, mientras que el propósito directo del reino consiste en acabar con Satanás. La redención ha ganado lo que el hombre perdió; el reino destruirá lo que Satanás ganó.

El hombre recibió originalmente la responsabilidad de derrocar la autoridad de Satanás, pero el hombre cayó, dejándole a Satanás la autoridad. El hombre mismo vino a estar sujeto a él. Satanás se convirtió en el hombre fuerte, y el hombre vino a ser sus bienes (Mt. 12:29). Esta situación exige que el reino lo derroque. Si el reino no existiera, entonces la obra de Satanás no podría ser derribada debido a la caída del hombre.

El cielo nuevo y la tierra nueva no aparecieron inmediatamente después de que se cumplió la redención porque el problema de Satanás todavía no se había solucionado. Antes de la venida del cielo nuevo y de la tierra nueva, primero debe venir el reino. Apocalipsis 11:15 dice: “El reinado sobre el mundo ha pasado a nuestro Señor y a Su Cristo; y El reinará por los siglos de los siglos”. Cuando viene el reino, se introduce la eternidad. El reino conecta con la eternidad. Podemos decir que el reino es la introducción al cielo nuevo y la tierra nueva. Apocalipsis 21 y 22 nos muestran que el cielo nuevo y la tierra nueva aparecerán después del reino. Isaías 65 describe el reino como el cielo nuevo y la tierra nueva. Esto significa que Isaías veía al reino como la introducción al cielo nuevo y la tierra nueva. Por consiguiente, cuando el reino comienza, el cielo nuevo y la tierra nueva empiezan también.

Que Dios nos abra los ojos para que no nos consideremos como el centro. ¿Por qué hemos sido salvos? ¿Sólo para no ir al infierno? No, esto no es el centro. ¿Por qué, pues, nos quiere salvar Cristo? Podemos responder a esta pregunta desde dos perspectivas diferentes: desde el punto de vista del hombre y desde la perspectiva de Dios. Cuando vemos la misma cosa desde dos ángulos, se aprecia en una luz diferente. No deberíamos considerar solamente este asunto desde el punto de vista humano. Debemos verlo desde la perspectiva de Dios. De hecho, el recobro de lo que perdió el hombre sirve para recobrar lo que perdió Dios. La pérdida de Dios tiene que ser recobrada por medio del reino. Hoy en día Dios nos hace partícipes de la victoria del Señor Jesús. Dondequiera que se exhiba la victoria del Señor Jesús, Satanás debe marcharse. Sólo debemos mantenernos firmes porque el Señor Jesús ya ganó la victoria. En Su obra redentora, el Señor Jesús destruyó todo el terreno legal del diablo. Todo el reinado legal de Satanás fue llevado a su fin mediante la redención. La redención fue la sentencia por la cual Satanás fue desprovisto de su posición legal. Ahora la iglesia tiene la responsabilidad de ejecutar esta sentencia. Cuando Dios vea que la iglesia haya cumplido esta tarea de manera satisfactoria, vendrá el reino, y después vendrán el cielo nuevo y la tierra nueva. En el libro de Isaías el cielo nuevo y la tierra nueva conducen al cielo nuevo y la tierra nueva de Apocalipsis.

Ahora estamos a medio camino entre la redención y el reino. Cuando miramos atrás, vemos la redención; cuando miramos adelante, vemos el reino. Nuestra responsabilidad es doble. Por una parte, debemos conducir a la gente del mundo a la salvación, y por otra, debemos estar firmes para el reino. Oh, que tengamos esta visión y veamos la responsabilidad que Dios le encomendó a la iglesia.

Recapitulemos lo que es el reino de Dios. El reino de Dios es la esfera en la cual Dios ejerce Su autoridad. Debemos tener este reino entre nosotros. Mientras permitimos que Dios ejerza Su autoridad en los cielos, también debemos permitir que ejerza Su autoridad sobre nosotros. Dios debe tener Su autoridad, Su poder y Su gloria entre nosotros. No debemos buscar solamente vivir delante de Dios conforme a Efesios 5, sino que también debemos proceder de acuerdo con la responsabilidad que Efesios 6 nos revela. Entonces tendremos no solamente una iglesia gloriosa, santa, y sin mancha, sino que también seremos los que habrán cooperado con Dios para traer Su reino y hacer que Satanás sufra pérdida en esta tierra.