Watchman Nee Libro Book cap.12 La fe cristiana normal

Watchman Nee Libro Book cap.12 La fe cristiana normal

LA VIDA MEDIANTE LA FE

CAPÍTULO DOCE

LA VIDA MEDIANTE LA FE

Ahora llegamos al punto crítico de la fe cristiana; es la cumbre de la salvación de Dios. Queremos ver cómo Cristo puede ser nuestra vida en una forma subjetiva.

Dios se encarnó para que nosotros pudiéramos conocerle y tener contacto con El. Mediante este hombre llegaremos a darnos cuenta cómo es Dios. Este hombre fue únicamente Jesús de Nazaret. El era Dios vestido con humanidad.

Hablando físicamente, el cuerpo de Jesús no era diferente al nuestro. Pero la vida dentro de El era en lo absoluto de otra categoría. Su vida era exclusivamente la vida de Dios. Tenía las características de Dios. Dios confiere a aquellos que están en Cristo la misma vida que está incorporada en Jesús de Nazaret.

LA MUERTE LIBERÓ LA VIDA

Sin embargo, cuando Jesús caminaba en la tierra, la vida que El poseía no podía ser impartida a nosotros. Su vida estaba limitada por el tiempo y el espacio. Estaba limitado a Sí mismo. No podía entrar en los creyentes para ser su nueva fuente de existencia. Por lo tanto, Cristo tuvo que morir en la carne. Cuando El murió, la esclavitud de la carne fue hecha pedazos y Su vida fue liberada.

En Juan 12:24 el Señor dijo: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. El Señor se comparó a Sí mismo a un grano de trigo. La semilla tiene vida. Cuando el grano cae en la tierra y muere, la vida dentro del grano es liberada y mucho fruto es producido.

Por lo cual, Dios no se detuvo en la encarnación. Al contrario, pasó por la muerte para que Su vida fuera liberada de la carne y puesta dentro del Espíritu Santo. El ya no está limitado por el tiempo y el espacio. Su vida puede ahora ser dispensada sin reservas a todos aquellos que creen. La muerte de Cristo en la cruz no simplemente tuvo como fin la redención del pecado sino también la liberación de la vida divina. Esta última es el objetivo principal, mientras que la anterior es solamente un remedio.

LA MUERTE TAMBIÉN RESUELVE EL PROBLEMA DEL PECADO

Sin embargo, antes de que pudiéramos recibir esta vida, Dios también tuvo que resolver el problema del pecado. Por lo tanto, la muerte de Cristo tenía el aspecto de la redención en ella. Ahora Dios tiene una base justa sobre la cual El puede dispensarnos la vida, y nosotros también tenemos una base apropiada para recibir con confianza esta nueva vida que proviene de Dios.

Hay un pasaje en la Biblia con el que estamos bastante familiarizados. Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en El cree, no perezca, mas tenga vida eterna”. Quisiera mencionar dos cosas en este versículo.

Primero, no dice que Dios ama a los pecadores; dice que Dios ama al mundo. El mundo denota la humanidad en general y tiene un sentido más elevado que pecadores. No quiero decir que Dios no ama a los pecadores. Mas el propósito de Dios en este versículo —el de otorgar la vida eterna— no es concedido a los pecadores. Los pecadores están a un nivel más bajo que el requerimiento básico dispuesto por Dios para la humanidad. Hay un nivel básico sobre el cual Dios puede libremente dispensar la vida. Mas un pecador está por debajo de este nivel. Así que, antes que nada pudiera realizarse, Dios tenía que perdonar nuestros pecados y resolver el problema de los mismos. La muerte de Cristo pagó el rescate por el pecado. Ahora ya no necesitamos ser pecadores.

LA CUMBRE DE LA SALVACIÓN

Pero recibir el perdón de los pecados simplemente nos retorna al estado antes de la caída de Adán. El era solo un hombre, y su vida era simplemente una vida humana en el nivel apropiado. Mas Dios tiene la intención de darnos a Su Hijo unigénito para que podamos recibir la vida eterna. Esta es la cima de la salvación de Dios. Dios no sólo está recobrando lo que perdimos en Adán; El está concediéndonos lo que Adán nunca recibió. Adán no comió del árbol de la vida. Aunque no hubiera pecado, aún sería meramente un ser humano. El no tuvo relación alguna con la vida de Dios. Mas nosotros heredamos algo mucho más excelente en Cristo. Además de nuestra vida humana, nosotros tenemos una vida nueva, una vida que proviene de Dios, la cual es el mismo Hijo de Dios. Esta es vida eterna.

LA VIDA ETERNA

¿Cuál es el significado de vida eterna? Simplemente significa una vida de eternidad. La vida del hombre es transitoria; no sobrevivirá en la eternidad. Sólo la vida del Hijo de Dios puede existir allí. Si pongo mi propia vida en la eternidad, se consumiría inmediatamente. ¡No duraría! Perecería como un pez en el aire o un ave en el agua. La vida del hombre sólo le puede llevar por una existencia temporal sobre esta tierra. No sobreviviría por la eternidad. Sólo una vida eterna puede sobrevivir por la eternidad.

En 1 Juan 5:11-12 dice: “Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en Su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”. Aquí se nos dice que esta vida de eternidad está en el Hijo. No se puede hallar en otro lugar. El que no tenga esta vida que está en el Hijo es simplemente un ser humano; sólo puede existir en la tierra, pero no puede sobrevivir en la eternidad. Este no tiene esa vida que le califica para la eternidad.

Después que el Hijo de Dios pasó por la muerte y la resurrección y se hizo el Espíritu Santo, ya no está limitado ni por el tiempo ni por el espacio. Ahora podemos recibirle en cualquier tiempo y lugar. De aquí en adelante, el que recibe al Hijo de Dios recibe a Dios. De la misma manera, el que recibe al Espíritu Santo recibe al Hijo. En 1 Corintios 15:45b dice: “El postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante”. Esto capacita a todos aquellos que han recibido a Cristo para obtener una vida nueva. No sólo son perdonados sus pecados, sino que igualmente heredan la vida eterna de Dios.

LA REGENERACIÓN

Juan 3:7 dice: “Os es necesario nacer de nuevo”. Esta vida nueva es una necesidad básica. Es la esencia de nuestra fe cristiana. Esta es la diferencia entre un cristiano falso y un cristiano genuino. En 1 Juan 5:12 dice: “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”. El versículo 13 continúa diciendo: “Estas cosas os he escrito a vosotros los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna”. Esto no es un asunto de doctrinas, obras o comportamiento moral; más bien, es algo de tener o no tener al Hijo de Dios.

La solución de Dios para la vida humana no es corrección, sino crucifixión. Dios clavó a nuestro viejo hombre con Cristo en la cruz; está terminado. Ahora estamos vivos juntamente con Cristo; Cristo ha llegado a ser nuestra vida nueva. Somos un nuevo hombre; tenemos un nuevo comienzo, y podemos conducirnos en una nueva forma de vivir. Todo esto son obras consumadas de Dios en Cristo.

El hombre aquí no puede hacer nada. Todo lo que puede hacer es creer y aceptar. Sólo la religión común le pide al hombre que mejore, obre y se mortifique a sí mismo. Pero Cristo está aquí para ser nuestra vida.

La primera vez que prediqué en la parte sur de la provincia de Fukien, tuvimos reuniones con aproximadamente mil quinientas personas. Después de tres reuniones los pastores de toda la ciudad estuvieron preocupados. Me invitaron y me dijeron: “Señor Nee, cuando le pedimos que viniera a predicar, esperábamos que iba a exhortar a nuestra congregación para que fuera celosa, trabajara mucho y sirviera al Señor más ardientemente. Pero usted está diciendo que no necesitamos hacer nada; que todo lo que necesitamos es recibir a Cristo. Ellos ya son perezosos. Después de su predicación probablemente serán aun menos dispuestos a trabajar. Usted está aquí sólo de visita; después de esto es libre de irse. Mas nosotros estamos aquí permanentemente. ¿Qué hemos de hacer después que usted se vaya?”.

Yo les dije: “Este es sólo el segundo día de la conferencia. Quedan dieciséis días más. ¿Podrían todos ustedes ser un poco más pacientes y esperar para ver qué se producirá al final? ¡La obra de Cristo dentro del hombre puede excederse mucho más allá de la propia labor externa del hombre. Creo que si un hombre acepta el evangelio que predico, habrá un cambio definido en él”.

No creyeron del todo a mis palabras en aquel entonces. Pero ya que me habían invitado, no pudieron detenerme. Aunque dije que tomaría plena responsabilidad del resultado, ellos aún movieron sus cabezas en desacuerdo, diciendo: “¡Esto es muy peligroso!”. Mas después de una semana, muchos pastores vinieron a mí y se disculparon diciendo: “Aceptar la obra del Hijo de Dios dentro del hombre es en verdad mucho mejor que nuestros propios esfuerzos”.

SOLO RECIBIR

Juan 3:16 debería leerse junto con 1:12 del mismo capítulo. Juan 3:16 nos dice que Dios dio a Su Hijo unigénito al hombre, pero en 1:12 dice: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. ¿Cómo obtenemos esta vida? Es muy sencillo. Dios da y nosotros recibimos; eso es todo. Sólo recibe y acepta sin ninguna duda ni temor lo que Dios ha dado. Cuanto más sencillos seamos, mejor.

El señor C. H. Spurgeon fue un famoso evangelista americano. Una vez estaba hablando a algunos de sus estudiantes acerca de la oración. Uno de ellos le preguntó cómo podría él saber si las oraciones eran contestadas. El sacó un reloj de oro de su bolsillo y lo puso sobre la mesa. Después les dijo a los estudiantes que el que lo quisiera podía tomarlo.

Todos los estudiantes se emocionaron muchísimo. Algunos no podían creer que un reloj tan valioso fuera dado gratuitamente. Otros pensaban: “Si extiendo mi mano para tomarlo y él decide recogerlo, ¿no sería vergonzoso?”. Otro dijo: “¿Qué tal si él cambia de parecer?”. Después de un rato una niña pequeña se acercó al señor Spurgeon y dijo: “Yo lo quiero”. Inmediatamente él puso el reloj en sus manitas y le dijo que cuidara bien de él. Cuando todos los otros estudiantes empezaron a lamentarse de su vacilación, el señor Spurgeon dijo: “Cuando dije que lo iba a dar, era en serio. ¿Por qué no me creyeron? Lo que Dios nos ha dado es algo mucho más precioso que el reloj; El nos ha dado a Su Hijo para que sea nuestra vida. Cuando Dios está tan dispuesto a dar, ¿por qué estamos nosotros tan lentos para recibir?”. Simplemente crean y reciban, y ustedes obtendrán la vida eterna.

COMO EL RESPIRAR

Otra persona usada grandemente por el Señor fue el señor F. B. Meyer. El no sabía cómo Cristo podía ser vida para nosotros en el Espíritu Santo, tampoco sabía cómo recibir esta vida. Un día estaba él orando en una montaña, esperando que pudiera obtener al Hijo de Dios como vida. De pronto se le ocurrió que todo lo que él necesitaba era simplemente creer. Respiró profundamente y oró: “Señor, de la misma manera que estoy respirando este aire, estoy ejercitando mi fe para recibirte dentro de mí”. Después que descendió de la montaña, les dio testimonio a otros, diciendo: “Desde ese día cuando inhalé al Hijo de Dios, mi vida ha cambiado totalmente”. Recibir al Hijo de Dios como vida es algo muy sencillo. Es tan sencillo como inhalar el aire dentro de uno.

POR FE

Un amigo mío me dijo una vez: “Señor Nee, verdaderamente quiero recibir al Hijo de Dios en mi vida. Yo oré a Dios y le dije que deseo tener a Cristo en mí. Me dijeron que cuando Cristo entrara en mí, tendría una sensación ardiente dentro de mí. Mas cuando me arrodillé, mi corazón estaba frío como una roca. Y después que oré, nada parecía que hubiese cambiado. ¿Cómo sé si realmente he recibido al Hijo de Dios dentro de mí como vida?”.

Le dije: “La Biblia no dice que el hombre se sentirá ardiente ni que permanecerá frío cuando reciba al Hijo de Dios. Sólo dice que debe creer. Es por fe, no por sentimiento. Si uno depende de su sentir, no está creyendo en las palabras de Dios; ¡está haciendo a Dios un mentiroso! Cuando Dios dice que ha dado, ha dado. No tiene nada que ver con nuestro sentir”.

LA SENSACIÓN SIGUE A LA FE

Una vez estaba yo en Chefoo. Un hermano me dijo: “He creído en el Hijo de Dios para que sea mi vida. Pero no tengo ninguna sensación gloriosa acerca de ello. ¿Le he recibido verdaderamente?”. Le conté una parábola acerca de tres hombres que caminaban por un muro estrecho. El que caminaba delante representa el hecho de que Cristo es nuestra vida. El que estaba en medio simboliza nuestra fe. Siempre sigue los hechos consumados de Dios. La última persona representa nuestra sensación de la gloria. Esta sensación viene después que el hombre ha creído. Es el último de los tres.

Cuando los tres caminan por el muro, la persona en el medio sólo puede mirar hacia adelante. Nuestra fe llega a existir cuando miramos constantemente a la obra consumada de Dios. Dios ya nos ha dado a Su Hijo para que sea nuestra vida. Cuando vemos este hecho, tenemos fe. La segunda siempre sigue a la primera.

Después de la fe viene el sentir de gloria. Todo lo que el tercer hombre puede ver es al segundo; mientras que si el segundo trata de volver atrás para mirar al tercero, inmediatamente se caerá del muro. Una fe que no está fija en los hechos es una fe vacilante. Al momento que el segundo hombre se cae, el tercero tiene que seguirlo. Entonces todas las sensaciones de gloria se perderán. Por lo tanto, no hay que mirar hacia atrás para buscar la sensación gloriosa. Simplemente hay que seguir los hechos.

Dios lo ha consumado todo en Cristo. El murió y resucitó, y se transformó en el Espíritu Santo. Ahora está listo para entrar en usted. Todo lo que tiene que hacer es creer. Si Dios no hubiera hecho todas estas obras, entonces aun cuando se sienta radiante y luminoso, no significa nada.

Después que Cristo entra en nosotros para ser nuestra vida, habrá un cambio marcado en todo. Este cambio nunca puede ser activado por la restricción de la ley, la educación de la moralidad, o la imposición de mejoramientos y disciplina. Inmediatamente puedo recordar treinta o cuarenta pecadores extremadamente malos quienes han cambiado dramáticamente desde que aceptaron a Cristo como su vida. Pero hay cientos de miles de otros creyentes quienes, desde que aceptaron a Cristo, pueden testificar de ese cambio maravilloso, el cual se inicia no por la disciplina ni la mortificación, sino por esta vida maravillosa y poderosa de Cristo que está trabajando dentro de nosotros.