Neil T. Anderson Libro Book Cap. 12 Victoria sobre la Oscuridad
CÓMO ENFRENTAR EL RECHAZO EN TUS RELACIONES
Capítulo 12
Cómo enfrentar él rechazo en tus relaciones
A los cuarenta años Ruby había sufrido más rechazos en su vida que cualquier otra persona que yo he sabido. La rechazó su madre no casada antes que naciera, y sobrevivió milagrosamente un aborto de seis meses durante el embarazo de su madre. La madre de Ruby la entregó a su padre, el que a su vez la entregó a su madre. La abuela de Ruby estaba metida en una extraña mezcla de prácticas religiosas y ocultistas. De modo que Ruby se crió en una atmósfera de sesiones espiritistas y otras extrañas experiencias demoníacas.
Ruby se casó a los 14 años para escapar del hogar de su abuela. A los 21 años tenía cinco hijos, todos los cuales fueron convencidos por su padre que Ruby no era buena. Finalmente, su marido y los cinco hijos la abandonaron. Sintiéndose totalmente rechazada, hizo varios intentos frustrados de suicidarse. Durante ese tiempo recibió a Cristo, pero los que la conocían tenían miedo que se quitara la vida. «No te suicides – la animaban- Sigue adelante; la vida mejorará». Sin embargo, voces en su interior todavía se burlaban de Ruby, y una estremecedora y tenebrosa presencia espiritual infestaba su hogar.
En estas condiciones, llegó Ruby a una semana de conferencias que yo estaba dirigiendo en su iglesia. El miércoles por la noche hablé acerca del perdón, animando a la gente que hiciera la lista de personas que necesitaban perdonar. En medio de la sesión, Ruby salió de la sala con un aparente ataque de asma. En realidad era un ataque espiritual.
La tarde siguiente uno de los pastores y yo nos reunimos en privado con Ruby para aconsejarla y orar con ella. Cuando comenzamos a conversar acerca del perdón, Ruby sacó la lista de nombres que había hecho: cuatro páginas de personas que la habían perjudicado y rechazado a través de los años. No era extraño que Satanás estuviera disfrutando de su vida. Virtualmente cada uno la había rechazado.
La guiamos por los pasos hacia el perdón y ella salió de la oficina libre en Cristo. Por primera vez comprendió que Dios la ama y nunca la rechazará. Regresó a casa emocionada y contenta. Las voces malignas habían desaparecido de su cabeza.
Ninguno de nosotros ha sufrido tanto rechazo como Ruby. Sin embargo, cada uno sabe cómo se siente uno cuando lo critican y rechazan, aun las mismas personas que en nuestra vida queremos agradar. Nacimos y crecimos en un ambiente mundano que tiene favoritos y rechaza a otros. Puesto que nadie puede ser el mejor en todo, hemos sido todos ignorados, descuidados o rechazados por los padres, los profesores, los entrenadores y por los amigos en alguna oportunidad.
Además, puesto que nacimos en pecado, Dios nos rechaza hasta que somos aceptados por Él en Cristo en el momento de la salvación (Romanos 15:7). Desde entonces hemos sido el blanco de Satanás, el acusador de los hermanos (Apocalipsis 12:10), que nunca deja de mentirnos acerca de lo indignos que somos ante Dios y ante los demás. En esta vida todos tenemos que vivir con el dolor y la presión del rechazo.
CUANDO TE CRITICAN O RECHAZAN
Los pensamientos y sentimientos de rechazo que nos infestan pueden ser los principales impedimentos para nuestra madurez en Cristo. Sin Cristo, todos aprendimos al principio de la vida a responder al rechazo tomando una de tres posiciones defensivas (véase figura 12-A). Aun como cristianos podemos ser influidos para reaccionar defensivamente al rechazo.
Controlar el sistema
Un pequeño porcentaje de personas se defiende del rechazo aplicando la ley de la selva al sistema del mundo y aprenden a competir y a planifica el modo de ponerse a la cabeza de todos. Estos forman parte de la plana mayor, son personas que procuran su aceptación y luchan por tener significación por medio de sus logros. Se sienten llevados a alcanzar la cumbre en toda situación, porque ganar es su pasaporte a la aceptación y a su sensación de ser importantes. Se caracterizan por el perfeccionismo, el aislamiento emocional y se ven afectados por la ansiedad y el estrés.
Espiritualmente estas personas luchan con la idea de quedar bajo la autoridad de Dios y tienen poca comunión con Él. Son dados a controlar y manipular a los demás y las circunstancias para provecho propio, de modo que les cuesta ceder el control de sus vidas a Dios. En nuestras iglesias estas personas compiten por ser el presidente del comité o el miembro más influyente de una comisión. Su motivación no siempre es servir a Dios, sino controlar su mundo porque de ello depende su sensación de ser alguien. Estos controladores del sistema suelen ser muy inseguros.
La estrategia defensiva de controlar a las personas lo único que logra es demorar el inevitable rechazo. A la larga, sus habilidades de controlar su familia, sus empleados y sus iglesias disminuyen, y se ven reemplazados por controladores más jóvenes, más fuertes y más capaces. Algunos sobreviven la crisis de la madurez, pero muchos que siguen hasta cuando se jubilan, no disfrutan mucho de esto. Los estudios muestran que los ejecutivos de gran poder viven un promedio de nueve meses después que se retiran. Ya no tienen propósito en la vida.
Ceder al sistema
«Pastor, soy un perdedor», se quejó un estudiante de secundaria. Me explicó que quería ser estrella de fútbol, pero lo habían sacado del equipo. En vez de estar en el centro como deportista, tenía que conformarse con ser parte de la banda. Comparado con un defensa, los que tocan el clarín son perdedores. ¡Qué triste comentario sobre la cultura americana!
El grupo más grande de personas responde al rechazo como este muchacho: simplemente ceden al sistema. Continúan con sus esfuerzos por satisfacer a los demás, pero sus fracasos los llevan a creer que realmente no son dignos de ser amados y que son inaceptables. El sistema dice que los mejores, los más fuertes y los más hermosos son los que son alguien. Los que no calzan en tales categorías -la mayoría de nosotros- estamos fuera y sucumbimos ante el falso juicio de la sociedad acerca de nuestro valor. Como resultado, un gran segmento de la población está plagada por la sensación de indignidad, el complejo de inferioridad y de auto condenación.
Estas personas tienen problemas para relacionarse con Dios. Suelen culpar a Dios por su triste condición y tienen dificultades para confiar en Él. «Me hiciste un humilde trompetista en vez de un jugador estrella -se quejan- Si te dejo entrar en otras áreas de mi vida, ¿cómo sé que no me vas a hacer un perdedor en eso, también?»
Al ceder al falso juicio del sistema estas personas sólo pueden esperar mayores rechazos. El sistema los ha rechazado y por lo tanto encuentran que es fácil rechazarse así mismos. Todo éxito o aceptación que se les presenta será cuestionado o puesto en duda sobre la base de lo que ya creen acerca de sí.
Rebelión contra el sistema
Desde la década del 60 este segmento de la sociedad parece estar creciendo. Estos son los rebeldes y los desechados que responden al rechazo diciendo. «No te necesito a ti ni tu amor». Interiormente anhelan ser aceptados, pero no reconocen su necesidad. Con frecuencia destacarán el desafio y la rebelión vistiéndose o comportándose de un modo objetable para la generalidad de la población.
Los rebeldes están marcados por el odio contra sí mismos y por la amargura. Quisieran no haber nacido. Son irresponsables e indisciplinados. Ven a Dios como si fuera otro tirano, alguien más que trata de oprimirlos dentro de un molde socialmente aceptable. Se rebelan contra Dios como se rebelan contra todo lo demás.
Las actitudes y conductas rebeldes de estas personas tienden a alienar a otros y los impulsan a defenderse del sistema que rechazan. En consecuencia la respuesta de los rebeldes a quienes los rechazan provoca más rechazo.
En último análisis, nadie gana en el sistema del mundo, pero todos ganan en el reino de Dios. Dios ama a cada hijo suyo por igual. No estamos en competencia unos con otros. Pablo dice: «No nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos» (2 Corintios 10:12). Somos amados y aceptados incondicionalmente por Dios. Hay un lugar necesario en el cuerpo de Cristo para cada uno de nosotros. Cuando ayudamos que otro tenga éxito, tenemos éxito nosotros. Mientras más nos edificamos unos a otros, más nos ayudamos personalmente.
CÓMO ENTENDER EL RECHAZO
Romanos 15:7
Una persona piensa o siente que es rechazada o que no la aman
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Decide agradar a los que le son importantes para lograr que lo aprueben
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Viene más rechazo, lo cual resulta en la decisión de seguir una de tres rentalidades defensivas
Salir por encima del sistema
Este individuo básicamente acepta el sistema y aprende a competir o maquinar para «salir adelante» y llegar a ser «importante».
Al fin, resulta en más rechazo, porque su habilidad de hacer las cosas finalmente disminuye.
Resultados emocionales
Falta de habilidad de expresar sus sentimientos, aislamiento emocional, perfeccionismo, preocupaciones.
Actitudes y reacciones hacia Dios
Se niega a someterse bajo la autoridad de Dios y tiene poca comunión real con Él.
Ceder al sistema
Esta persona continúa esforzándose por satisfacer a otros, pero empieza a creer que nadie le puede amar y que no es aceptable.
Resulta en más rechazo, porque son menos aceptables los que se rechazan a sí mismos.
Resultados emocionales
Sentimientos de inutilidad e inferioridad, subjetivo, introspección, autocondenación.
Actitudes y reacciones hacia Dios
Considera a Dios como su padre terrenal, y no puede confiar en Él
Rebelarse contra el sistema
Esta persona lucha contra el sistema y dice: «No necesito tu amor, ni lo deseo tener», y suele comportarse o vestir de una manera inaceptable.
Resulta en más rechazo porque un rebelde hace que otros defiendan más el sistema que él rechaza.
Resultados emocionales
Desea nunca haber nacido, indisciplinado, irresponsable, odio hacia sí mismo, amargado.
Actitudes y reacciones hacia Dios
Considera a Dios como un tirano y también se rebela en contra de Él.
Nota: «El sistema» de la familia es el más importante en la escuela y la sociedad en general.
A LA DEFENSIVA SIN DEFENSA
No importa cómo sea tu vida, a alguien no le va a gustar. ¿Cómo respondemos a quienes no nos aceptan? ¿Debemos estar a la defensiva? Hay dos razones para no responder en forma defensiva a la crítica negativa que el mundo te hace.
Primero, si estás equivocado, no tienes que defenderte. Si te critican por decir algo inconveniente o por hacer algo malo y la crítica es válida, en el mejor de los casos la actitud defensiva de tu parte podría ser la racionalización y en el peor una mentira. Sencillamente debes responder: ‘Tienes razón, me equivoqué» y luego dar los pasos para mejorar tu carácter y cambiar tu comportamiento.
Segundo, si estás en lo correcto, no necesitas defensa. Pedro nos estimula a seguir las pisadas de Jesús que «cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente» (1 Pedro 2:21-23). Si estás en lo correcto no necesitas defenderte. El Juez Justo, que sabe quién eres y sabe lo que has hecho, él te exonerará.
En los comienzos de mi ministerio pastoral yo era responsable de varios voluntarios de! ministerio juvenil de nuestra iglesia, incluida una mujer llamada Alice. Era una hermosa cristiana que estaba a cargo de un programa de muchachas de la iglesia. Desdichadamente, aunque disponía de diversos dones, Alice no tenía las habilidades administrativas para esa tarea. Luchó en su ministerio, y se sentía frustrada y fuera de lugar. Como las cosas no iban bien, Alice debe de haber pensado que necesitaba un chivo expiatorio y me eligió a mí. Un día me dijo: «Te necesito». Fijamos un momento para reunirnos.
Cuando nos sentamos a conversar, ella puso una hoja en la mesa. – Neil, he anotado todos tus puntos buenos y todos los malos.
Miré el papel y vi dos columnas. En la columna de lo bueno había un solo punto, y los puntos malos llenaban la otra columna y seguían al otro lado de la página. Le pedí que me leyera primero el punto bueno, y luego todos los puntos malos de la lista.
Mi parte hecha de barro quería responder defensivamente a cada una de sus acusaciones. La parte hecha del Espíritu me decía: «Cierra la boca, Anderson». Así que escuché atentamente hasta que hubo disparado todos sus cartuchos.
Finalmente le dije: -Alice, tienes que haber necesitado mucho valor para venir y darme a conocer esa lista. ¿Qué crees que debo hacer?
SI TE CRITICAN POR DECIR ALGO INCONVENIENTE O POR HACER ALGO MALO Y LA CRíTICA ES VÁLIDA, EN EL MEJOR DE LOS CASOS LA ACTITUD DEFENSIVA DE TU PARTE PODRÍA SER LA RACIONALIZACIÓN Y EN EL PEOR UNA MENTIRA.
Mi respuesta la tomó completamente indefensa y se puso a llorar.
-Oh Neil, no eres tú; soy yo -sollozó.
Bueno eso tampoco era completamente cierto.
Había un indicio de verdad en cada una de las críticas que ella había hecho. Sin embargo, si me hubiera defendido en cada uno de los puntos, Alice hubiera estado más decidida a convencerme de que yo no cumplía los requisitos para ser miembro de la Trinidad. Como resultado, mi apertura a sus críticas preparó el camino para que discutiésemos su frustración con su ministerio.
Dos semanas después renunció al programa con las muchachas, y ahora lo está pasando muy bien en el servicio del Señor en un ministerio adecuado para sus dones.
Si aprendes a no defenderte cuando alguien delata los defectos de carácter o ataca tus logros, puedes tener la oportunidad de revertir la situación y ministrar a aquella persona. Los cristianos que aplastan a otros dañan a las personas. Los cristianos maduros no se conducen de esa forma, porque saben que los creyentes no deben hacerlo.
No estás obligado a responder al rechazo controlando el sistema, cediendo ante el sistema o rebelándote contra el sistema. El sistema del mundo para determinar el valor de tu persona no es lo que determina lo que vales. Pedro escribe: «Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa» (1 Pedro 2:4). Tu lealtad la debes a Cristo no al mundo.
Pablo dice: «Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo» (Colosenses 2:8). El sistema del mundo es muy influyente, pero no necesitas responder a ese sistema, porque no eres de este mundo (Juan 17:14-16). Estás en Cristo. Si te encuentras respondiendo defensivamente al rechazo, vuelve tu atención a las cosas que te edifican y establecen en la fe.
LA TENTACIÓN A CRITICAR O RECHAZAR A LOS DEMÁS
El rechazo es una calle de dos vías. Puedes recibirlo y puedes darlo. Hemos hablado cómo responder al rechazo cuando lo recibes dentro del sistema de este mundo. Ahora veamos cómo podemos hallar una «vía de escape» (l Corintios 10:13) cuando somos tentados a atacar a otros con críticas y rechazos.
Estaba pastoreando cuando recibí el llamado angustioso que ni siquiera a los policías les gusta responder. «Pastor, es mejor que venga -elijo el marido por el teléfono- o terminaremos matándoos». Alcancé a oír que la esposa lloraba como sonido de fondo.
Cuando llegué a la casa, convencí a Fred y a Sue que se sentaran frente a frente en la mesa para conversar acerca del problema. Yo me senté al extremo de la mesa. Cada uno se lamentó del otro durante varios minutos, atacándose con acusaciones e insultos.
Finalmente interrumpí.
-¡Tiempo! Sue, ¿por qué no sirves una tacita de café? Fred, tráeme un papel y lápiz. Tenga cada uno su Biblia.
Cuando nos sentamos juntos a la mesa nuevamente, dibujé un sencillo diagrama y les hablé de la Palabra de Dios.
Pedí a Fred que leyera Romanos 14:4: «¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme».
-Ese versículo habla de juzgar el carácter de otra persona -dije- Delante de Dios cada uno de ustedes es responsable de su propio carácter. Fred y Sue asintieron con un movimiento de cabeza.
Luego pedí a Sue que leyera Filipenses 2:3: «Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo».
-Ese versículo habla de necesidades -continué-. Delante de Dios cada uno de ustedes es responsable de satisfacer las necesidades del otro.
Nuevamente estuvieron de acuerdo conmigo.
-¿Se dan cuenta de lo que han estado haciendo las últimas dos horas? En vez de asumir la responsabilidad por su carácter, ustedes han estado destrozando el carácter el uno del otro. En lugar de tener en cuenta la necesidad de su pareja, ustedes han estado absorbidos egoístamente en su propia necesidad. No es sorpresa que su matrimonio no funcione. Ustedes han convertido el plan A para las relaciones en un plan B de desastre.
Eres responsable de…
Tu carácter
Necesidades de ella ( para el hombre )
Tu carácter
Necesidades de él ( para la mujer )
Antes de despedirnos ese día Fred y Sue habían prometido en oración asumir sus responsabilidades en conformidad con la Palabra de Dios.
¿Qué clase de familias e iglesias tendríamos si todos asumiéramos la responsabilidad de nuestro carácter y tratáramos de satisfacer las necesidades de aquellos con quienes vivimos? Sería casi celestial. En vez de dedicarnos a desarrollar nuestro propio carácter y a satisfacer las necesidades del otro, con frecuencia cedemos a los impulsos de Satanás para criticar el carácter del otro y con egoísmo nos centramos en nuestra propia necesidad. Esa es la receta del desastre.
Enfoque sobre la responsabilidad
Satanás también nos tentará para que nos concentremos en nuestros derechos en lugar de hacerlo en nuestras responsabilidades. Por ejemplo, un marido puede atacar a su esposa porque piensa que tiene el derecho de esperar que ella se someta. La mujer puede reprender a su marido porque espera que él sea su líder espiritual. Los padres arrasan con sus hijos porque piensan que es su derecho exigir obediencia. Los miembros levantan un escándalo en la iglesia local porque creen que sus derechos han sido violados por los pastores, por la junta o por los demás miembros.
En cualquier momento en que una nación, un grupo de personas o individuos se concentra en sus derechos con exclusión de sus responsabilidades, comienzan a caer. Ninguna cultura puede soportar ese tipo de orientación egocéntrica. Marido, no es tu derecho tener una esposa sumisa; pero tu responsabilidad es ser un marido amoroso, cariñoso. El ser cabeza no es un derecho que hay que exigir, sino una responsabilidad tremenda que hay que cumplir.
En forma similar, esposa, no es tu derecho tener un marido espiritual; pero tu responsabilidad es ser una esposa sumisa, que apoya. Padres, sus derechos no es esperar que los hijos sean obedientes; pero su responsabilidad es criar a sus hijos en la disciplina y amonestación del Señor. Ser miembros de una iglesia local es un privilegio increíble, no un derecho. Este privilegio viene con la sobrecogedora responsabilidad de conducirse como hijos de Dios y de amar a Dios y a su pueblo. Cuando estemos delante de Cristo, Él no nos preguntará si recibimos todo lo que nos daban. Nos recompensará por lo bien que cumplimos nuestras responsabilidades.
No representes el papel de conciencia
Me crié dentro de un ambiente bueno, moral y participaba en la iglesia, pero no era cristiano. En aquellos días realmente me gustaba la cerveza, especialmente en un día cálido después de cortar el césped. Cuando recibí a Cristo siendo joven me hice miembro de una iglesia que predicaba la completa abstinencia de bebidas alcohólicas. Yo no bebía para emborracharme, de modo que decidí eliminar esa regla y beber una cerveza ocasionalmente. Dos años después el Señor me produjo convicción acerca de beber cerveza. Junto con la convicción vino el poder para obedecer, de modo que dejé de beber cerveza.
A veces tenemos la tentación de tomar el papel del Espíritu Santo o de la conciencia en la vida de alguien en aspectos en que la Escritura no es específica: «Los cristianos no beben ni fuman»; «Debes tener 30 minutos de oración y estudio bíblico cada mañana»; «No es buena mayordomía comprar boletos de lotería».
Estoy convencido que el Espíritu Santo sabe exactamente cuando producir convicción en asuntos de conciencia. Es parte del proceso de santificación que está a su cargo. Cuando tratamos de ocupar el lugar del Espíritu Santo en la vida de otra persona, interferimos en su batalla con Dios para dirigirla nosotros; y no estamos capacitados para esa tarea. Al hacerlo, hacemos poco más que comunicar críticas y rechazo.
Disciplina sí; juicio no
¿Hay ocasiones cuando los cristianos deben confrontarse en cuestiones de conducta? Sí. Dios nos pide que confrontemos y restauremos a quienes han violado claramente los límites de las Escrituras. Jesús ordena: «Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra» (Mateo 18:15, 16).
Permíteme advertirte de una importante distinción: la disciplina es una cuestión que tiene que ver con una conducta observada – lo que has visto personalmente (Gálatas 6:1); el juicio es una cuestión de carácter. Se nos ordena confrontar a los demás acerca de pecados que hayamos observado, pero se supone que no tenemos que juzgar el carácter (Mateo 7:1; Romanos 14:13). Disciplinar a otros es parte de nuestro ministerio; juzgar el carácter es responsabilidad de Dios.
Por ejemplo, imagina que has sorprendido a tu hijo diciendo una mentira. «Eres un mentiroso», le dices. Ese es un juicio, un ataque a su carácter. Sin embargo, si le dices: «Hijo, has dicho una mentira», eso es disciplina. Lo haces responsable de una conducta observada.
Digamos que un amigo reconoce delante de ti que ha falseado su declaración de impuesto. Si lo confrontas como ladrón; luzgas su carácter. Sólo puedes confrontarlo por lo que has visto: «Al falsear tus impuestos le has robado al estado, y eso es malo».
TENEMOS QUE HACER QUE LA GENTE SEA RESPONSABLE POR SU CONDUCTA PECAMINOSA, PERO NO SE NOS PERMITE DENIGRAR SU CARÁCTER.
Cuando disciplinas a otros, debe ser sobre la base de algo que has visto u oído personalmente, no sobre algo que sospechas o te lo ha dicho un pajarito. Si confrontas su conducta y no responden, la próxima vez debes ir con dos o tres testigos, no testigos de tu confrontación, sino otros testigos oculares de su pecado. Si eres el único testigo, confróntale a solas y déjalo hasta ese punto. Es su palabra contra la tuya, y eso no tendría validez ante un tribunal. Si no reconoce su pecado y se arrepiente, ¿debemos dejarlo irse así no más? Sí, pero Dios no ha terminado con ellos. Imagina la convicción que se le produce cada vez que se encuentra contigo.
Gran parte de lo que llamamos disciplina es nada menos que asesinato del carácter. A nuestro hijo que desobedece le decimos: «Desobediente»; «Eres malo»; «No vales nada». A los hermanos que caen les decimos: «No eres un buen cristiano»; «Eres un ladrón»; «Eres inmundo». Tales juicios no corrigen ni edifican. Tus hijos no son mentirosos; son hijos de Dios que han dicho una mentira. Tus amigos cristianos no son ladrones; son hijos de Dios que se han apropiado de algo que no les pertenece. Los creyentes sorprendidos en faltas morales no son pervertidos; son hijos de Dios que han comprometido su pureza. Tenemos que hacer que la gente sea responsable por su conducta pecaminosa, pero no se nos permite denigrar su carácter.
Expresa tus necesidades sin juzgar
Si tienes necesidades legítimas en una relación, y no se satisfacen, ¿debieras arriesgarte a comunicar crítica y rechazo al expresar tu necesidad? Sí, pero dilo de tal manera que no impugnes el carácter de la otra persona.
Por ejemplo, puedes sentir falta de amor en una relación, de modo que dices: «Ya no me amas». O puedes pensar que tu esposa no te valora, así que le dices: «Me haces sentir como que no valgo nada». O sientes que se está produciendo un distanciamiento entre tú y tu amigo, y le dices: «Nunca me escribes ni me llamas». En realidad no has expresado tu necesidad. Has criticado a la otra persona. Has usurpado el papel de la conciencia de la otra persona. Al presionar tu necesidad como el problema de la otra persona, probablemente te responda a la defensiva, haciendo más tensa la relación.
¿Qué tal si expresaras tu necesidad de algunas de las siguientes maneras? «No me siento amada»; «Me siento como una persona sin valor, sin importancia»; «Te extraño cuando no nos comunicamos regularmente». Al cambiar el «tú» acusador a un mensaje en «yo» expresas tu necesidad sin culpar a nadie. Tu enfoque carente de un juicio permite que Dios trate la conciencia de la persona y convierta el conflicto potencial en una oportunidad para ministrar. La otra persona es libre de responder a tu necesidad en vez de poner se a la defensiva contra tu ataque.
Todos necesitamos ser amados, aceptados y afirmados. Cuando estas necesidades no encuentran solución, es muy importante que las expresemos a los miembros de nuestra familia y a los amigos cristianos de un modo positivo que les permita ministrar esas necesidades. Creo que una base para la tentación son las necesidades legítimas insatisfechas. Cuando eres muy orgulloso para decir: «No me siento amado», o cuando presionas a otros diciendo: «Ya no me amas», tu necesidad de amor sigue sin solución. Así Satanás llega con una alternativa tentadora: ‘Tu esposa no te ama como mereces. Pero ¿has visto esa chispa de afecto en los ojos de tu secretaria?»
El recurso principal de Dios para hacer frente a tus necesidades y mantenerte puro son los demás creyentes. El problema es que muchos van a la escuela dominical a los cultos y a los estudios bíblicos usando una máscara sagrada. Quieren parecer fuertes e íntegros, se quitan la oportunidad de ver satisfechas sus necesidades en el calor y seguridad de una comunidad cristiana. En el proceso le quitan a la comunidad la oportunidad de ministrar a sus necesidades, una de las principales razones para que Dios nos reúna en iglesias. Al negar a los demás creyentes el privilegio de hacer frente a tus legítimas necesidades, estás actuando en forma independiente de Dios y eres vulnerable en cuanto a ver tus necesidades satisfechas por el mundo, la carne y el diablo.
Un pastor una vez dijo en forma humorística: «El ministerio sería una gran carrera si no fuera por la gente». Quizás hayas dicho algo parecido: «Crecer en Cristo sería fácil si no fuera por la gente». Todos sabemos que seguir a Cristo incluye lo vertical y lo horizontal: amar a Dios y amar a la gente. Es importante saber que Dios obra en nuestra vida por medio de relaciones comprometidas. ¿Dónde se puede aprender mejor la paciencia, la bondad, el perdón y el espíritu de cuerpo si no es en la intimidad de relaciones que funcionan bien? Las relaciones comprometidas pueden ser extremadamente difíciles a menos que aceptemos nuestra responsabilidad de crecer y amar a otros. Tú puedes comprometerte de este modo. Recuerda: Tú eres el único que puede impedir que seas la persona que Dios quiere que seas.
Uno de mis estudiantes me llevó un poema que insistió en que era una descripción de mi persona. Espero que así sea. Lo doy a conocer porque creo que da una perspectiva útil para nuestras relaciones a veces espinosas como cristianos:
La gente es irracional, ilógica y egocéntrica.
Ámala de todos modos.
Si haces el bien, la gente te acusará de egoísmo y de motivos escondidos.
Haz el bien de todos modos.
Si tienes éxito, tendrás falsos amigos y verdaderos enemigos.
Ten éxito de todos modos.
El bien que hoy haces, será olvidado mañana.
Haz bien de todos modos.
La honestidad y la franqueza te hacen vulnerable.
Sé honesto y franco de todos modos.
Los más grandes con las más grandes ideas pueden ser abatidos por gente inferior con mentes ínfimas.
Piensa en grande de todos modos.
La gente favorece a los desvalidos, pero sigue a los poderosos.
Lucha por los desvalidos de todos modos.
Lo que te toma años edificar puede ser destruido en un momento.
Edifica de todos modos.
La gente necesita ayuda, pero te atacan si les ayudas.
Ayuda a la gente de todos modos.
Da al mundo lo mejor de ti y te golpeará en la boca.
Da al mundo lo mejor de ti, de todos modos.
Cualquiera puede encontrar defectos de carácter y fallas en los logros de otro cristiano. Se necesita la gracia de Dios para ver la roca de la iglesia de Jerusalén más allá del impulsivo Pedro. Se necesita la gracia de Dios para, tras Saulo el esbirro, ver a Pablo el apóstol. De modo que mientras vives cada día con personas que a veces son menos que santos en su conducta -y te ven de la misma forma- pueda yo decir sencillamente: «Gracia y paz os sean multiplicadas» (2 Pedro 1:2).
NOTA
- Fuente y autor desconocidos.