Neil T. Anderson Libro Book Cap. 4 Victoria sobre la Oscuridad

Neil T. Anderson Libro Book Cap. 4 Victoria sobre la Oscuridad

LA FUNCIÓN DE LA LEY

Capítulo 4

Algo viejo. Algo nuevo

Vaya a una iglesia que crea en la Biblia y pregunte a la congregación: «¿Cuántos creen que son pecadores?» Todos levantarán las manos. Luego pregunta: «¿Cuántos creen ser santos?» Muy pocos levantan las manos. ¿A qué se debe? A algunos nunca se les ha enseñado de otra forma Otros piensan que sería jactancia identificarse como santos. Muchos creen que «pecador» es más coherente con su condición actual Pecan, por lo tanto son pecadores. Aun cuando les digas que al mismo tiempo son santos y pecadores, creerán lo último y probablemente no lo primero debido a su experiencia.

Ser un santo vivo y libre en Cristo no significa madurez espiritual ni impecabilidad; da la base para la esperanza y el futuro crecimiento. A pesar de la provisión de Dios en Cristo para nosotros, todavía nos falta mucho para ser perfectos. Somos santos pecadores. Nuestra posición en Cristo está establecida, pero nuestro comportamiento cotidiano suele estar marcado por el fracaso personal y la desobediencia que nos frustra e interrumpe la armonía de nuestra relación con Dios. Gemimos con el apóstol Pablo: «Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago… ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?» (Romanos 7:19, 24).

En nuestros esfuerzos por entender el fracaso que suele perturbar nuestro sentido de santidad, luchamos con palabras bíblicas tales como carne, naturaleza y viejo hombre. ¿Qué significan realmente estas expresiones? ¿Son distintas entre sí o son sinónimos referidos al mismo problema? La definición de estas expresiones se hace más difícil cuando el equipo editorial de algunas versiones modernas de la Biblia en lugar de «carne» (sarx) traduce vieja naturaleza o naturaleza pecaminosa.

Es verdad que se trata de un tema de la teología que es difícil. Los eruditos bíblicos han luchado con estas preguntas durante siglos y nadie pretende haber logrado la respuesta definitiva. Sin embargo, en este capítulo quiero explorar algunas de las expresiones que suelen confundir a los creyentes que procuran entender el lado pecaminoso de su santidad. Creo que una captación bíblica más clara de estas palabras te ayudará a comprender mejor lo que eres y preparará el camino para una mayor madurez espiritual.

LA NATURALEZA DEL PROBLEMA

La Biblia dice que estamos muertos en «nuestros delitos y pecados» (Efesios 2:1) y que «éramos por naturaleza hijos de ira» (2:3, énfasis agregado). En otras palabras, hemos nacido físicamente vivos, pero espiritualmente muertos. No teníamos la presencia de Dios en nuestra vida ni el conocimiento de sus caminos. En consecuencia, aprendimos a vivir en forma independiente de Dios. Esta independencia adquirida es una de las principales características de la carne.

«Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí’ (Gálatas 5:17). Están en oposición porque el Espíritu Santo, al igual que Jesús, no obra en forma independiente de nuestro Padre celestial, como lo hace la carne. Se puede definir la carne como vivir separado de Dios, una vida dominada por el pecado o un impulso opuesto a Dios. La carne confía en sí misma en vez de depender de Dios; se centra en sí misma en vez de ser Cristocéntrica.

Este es el estado de la humanidad caída; pecaminosa por naturaleza, y espiritualmente muerta (esto es, separada de Dios). Además, el corazón, centro de nuestro ser, es «engañoso más que todas las cosas y perverso» (Jeremías 17:9). Pablo dice: «todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23). La humanidad caída vive «en la carne» y «los que viven según la carne no pueden agradar a Dios» (Romanos 8:8). La humanidad se depravó. Todo aspecto de su ser se corrompió y nada pueden hacer para salvarse a sí mismos.

En cuanto a posición, con la salvación cambiaron varias cosas. Primero, Dios nos trasladó de la potestad de las tinieblas al «reino de su amado Hijo» (Colosenses 1:13).

Segundo, se ha quebrantado el dominio del pecado por medio de la carne. Como creyente, ya no estás «en la carne»; estás «en Cristo». Pablo explica: «Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él» (Romanos 8:9).

Además, Pablo iguala la idea de estar «en la carne» con estar «en Adán». «Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados» (1 Corintios 15:22, énfasis agregado). Los cristianos ya no están «en la carne», pero dado que las características de la carne permanecen en el creyente, tienen una decisión que hacer. Pueden andar (o vivir) conforme a la carne (Gálatas 5:19-21) o pueden andar (o vivir) según el Espíritu (véase Gálatas 5:22-23). Este cambio de posición se puede presentar de la siguiente manera: 

En Adán                                                                En Cristo 

Viejo hombre                    por descendencia         Nuevo hombre

Naturaleza pecaminosa   por naturaleza               Partícipe de 

Efesios 2:1-3                                                         la naturaleza

                                                                           divina 2 Pedro 1:4

En la carne                      por nacimiento              En el Espíritu 

Romanos 8:8                                                         Romanos 8:9

Vive según la carne        por decisión              Vive según el Espíritu

                                                                           o según la carne. 

                                                                             Gálatas 5:16-18

HEMOS SIDO INJERTADOS 

Acerca de nuestra naturaleza, Pablo dice: «En otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor» (Efesios 5:8). ¿Somos luz y tinieblas? Pablo dice: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17).

¿Somos nueva criatura en parte, y en parte vieja criatura?¿Tiene el cristiano dos naturalezas? Quizás una ilustración nos ayude a responder. En Arizona, los parques de la ciudad y sus paseos han sido decorados con naranjos ornamentales de cepa más resistente que la que produce las naranjas que comemos. Debido a su resistencia a las bajas temperaturas, se usan como cepa básica.

El naranjo ornamental se deja crecer hasta una determinada altura, luego lo cortan y se le injerta una nueva vida (por ejemplo, el ombligo de una yema de naranja). Todo lo que produce por sobre él  injerto adquiere la naturaleza de las naranjas dulces. Todo por debajo del  injerto retiene las características físicas del naranjo ornamental. Cuando crece es un solo árbol. El crecimiento físico del árbol todavía depende de las raíces que bajo tierra buscan agua y alimentación. Lo que crece por encima del injerto toma la nueva naturaleza de lo que fue injertado en él.

La gente no mira el huerto de naranjas y dice: «Lo que allí hay no es otra cosa que cepa resistente». Dirían que hay naranjas de ombligo porque podrían identificar el naranjo por su fruto. Así es como debemos ser conocidos. 

Jesús dice: «Por sus frutos los conoceréis» (Mateo 7:20). Pablo dice: «De manera que nosotros, de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne» (2 Corintios 5:16). En otras palabras, se supone que no conocemos a los cristianos por lo que eran en Adán, sino por lo que ahora son en Cristo. Por eso la Biblia no identifica a los creyentes como pecadores; en cambio, los identifica como santos.

La persona natural es como un naranjo ornamental, que puede parecer bueno pero solo puede dar fruta amarga. El fruto caerá en la tierra y producirá más cepa natural que tendrá buen aspecto por una temporada.

Hagamos otra observación de la ilustración del árbol. ¿Cómo definiría la naturaleza del árbol? ¿Tendría dos naturalezas? Depende si hablas de todo el  árbol, que tiene dos naturalezas (raíz silvestre y de ombligo), o si hablas de la parte del  árbol que está por sobre el injerto (la nueva criatura), que tiene sólo una naturaleza (ombligo). Esto en parte es un problema semántico. Cuando habla del nuevo «yo», ¿Pablo habla de quién era antes de Cristo combinado con lo que hoy es en Cristo o se refiere sólo a la nueva criatura en Cristo?

El crecimiento espiritual en la vida cristiana requiere una relación con Dios que es fuente de la vida espiritual, una relación que produce una nueva simiente o cepa de vida. Como en la naturaleza, si no hay alguna simiente o raíz de vida en un organismo no puede haber crecimiento. Así si no hay una raíz de vida en el creyente (esto es, un núcleo de vida espiritual), es imposible e! crecimiento. Nada hay que pueda desarrollarse. Por eso la teología de Pablo se basa en nuestra posición en Cristo.

«De la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él» (Colosenses 2:6-7, énfasis agregado). Para edificar a los creyentes (santificación progresiva), primeramente deben estar firmemente arraigados en Cristo (santificación posicional). Para crecer y llevar fruto, los cristianos, sus matrimonios y sus ministerios deben estar orgánicamente centrados en Cristo.

UN NUEVO CORAZÓN Y UN NUEVO ESPÍRITU

Según las Escrituras, el centro de la persona es el corazón. «De él mana la vida» (Proverbios 4:23). En nuestro estado natural »El corazón es engañoso más que todas las cosas y perverso» (Jeremías 17:9). Es engañoso porque se ha condicionado desde su nacimiento por lo engañoso de un mundo caído, y no por la verdad de la Palabra de Dios.

Una de las grandes profecías acerca de nuestra salvación se encuentra en Ezequie!36:26: «Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne».

El nuevo pacto, por el cual vive todo cristiano, dice: «Pondré mis leyes en sus corazones» (Hebreos 10:16). En otras palabras, ‘Todos los naranjos ornamentales que pongan su confianza en Dios y crean su Palabra, serán naranjas de ombligo». En el momento que fuiste injertado en la vid fuiste santificado o apartado como hijo de Dios. «Vosotros estáis limpios» (Juan 15:3), y seguiréis siendo santificados a medida que Él os poda para que crezcáis y llevéis fruto.

El mismo pensamiento queda cautivo en el testimonio de Pablo: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe de! Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí’ (Gálatas 2:20). Pablo dice: Morí, pero vivo, obviamente como persona nueva y diferente (véase Colosenses 3:1-3). En otras palabras,mi viejo árbol ornamental ha sido cortado; ya no vivo como árbol silvestre; ahora vivo como un naranjo nuevo, de ombligo.

UN NUEVO HOMBRE 

Paralela al concepto de ser una nueva criatura en Cristo está la enseñanza de que el creyente se ha vestido del nuevo hombre (Colosenses 3:10). El nuevo hombre a veces se refiere al nuevo individuo en Cristo así como a la nueva humanidad o la humanidad de la nueva creación unida en Cristo como su cabeza. F. F. Bruce dice: «El nuevo hombre que es creado como la nueva personalidad que cada creyente llega a ser cuando nace de nuevo como miembro de una nueva creación cuya fuente de vida es Cristo».

TENEMOS QUE CREER QUE NUESTRA NUEVA IDENTIDAD ES EN CRISTO Y COMPROMETERNOS A CRECER EN CONCORDANCIA.

¿Qué significa ser un nuevo hombre? ¿Quiere decir que cada aspecto del  creyente es nuevo en realidad? Todavía somos iguales físicamente, y aún tendremos muchos de los mismos pensamientos, sentimientos y experiencias.

Por ejemplo, imagina el árbol ornamental que acaba de ser injertado con una pequeña yema. Debido a que en gran parte parece ser igual, a veces se enseña que nuestra «novedad» se refiere sólo a nuestra posición en Cristo. La novedad es sólo lo que hemos visto en relación con nuestra posición de justicia y santidad en la justificación y santificación posicional. No hay un verdadero cambio en nosotros hasta que somos definitivamente cambiados en la glorificación. Sin embargo, eso sería como enseñar la justificación sin la regeneración (perdonados, pero sin una nueva vida). Si todavía somos el árbol silvestre, ¿cómo podemos pensar en producir fruto dulce? Tenemos que creer que nuestra nueva identidad está en la vida de Cristo y dedicarnos a crecer en armonía con ello.

Si eres una nueva criatura en Cristo, ¿te has preguntado por qué a veces sientes todavía de la misma manera que antes? Porque todo lo que aprendiste antes de conocer a Cristo todavía está programado en tu memoria. No hay un botón en la mente que sirva para borrar lo que está mal. Por eso Pablo dice: «No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento» (Romanos 12:2).

Ilustremos. Cuando estuve en la marina, al capitán de nuestro barco le decíamos «el Viejo». Mi primer Viejo era rudo y de mal genio, y nadie lo quería. Bebía con los jefes, ofendía a los oficiales subalternos y le hacía la vida imposible al resto de la tripulación. Era un Viejo repugnante. Sin embargo, para sobrevivir a bordo de ese barco yo tenía que aceptar su autoridad y relacionarme con él como mi Viejo. Un día lo trasladaron a otro barco. Ya no tuve que relacionarme con él ni estuve ya bajo su autoridad. 

Llegó entonces un nuevo capitán que era muy distinto del Viejo que me había dado el entrenamiento. ¿Cómo me relacioné con el nuevo capitán? Al principio le respondí a la manera que había sido condicionado por el Viejo. Pero cuando conocí al nuevo capitán me di cuenta de que no era un rudo tirano como el Viejo que había sido mi autoridad. No estaba allí para atacar a su tripulación. Era un buen hombre, preocupado por nosotros, sin embargo, yo había sido programado durante dos años para reaccionar de cierta manera cada vez que veía los galones de capitán. Ya no era necesario que reaccionara de esa manera; pero fue necesario que transcurrieran varios meses para adaptarme al nuevo capitán.

Cuando estabas muerto en delitos y pecados, también serviste a un patrón cruel. El almirante de la flota es Satanás, el príncipe de las tinieblas, el Dios y príncipe de este siglo. Por gracia de Dios fuiste «librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo (Colosenses 1:13). Ahora tienes un nuevo patrón; tu nuevo hombre ha sido infundido de la nueva naturaleza de Jesucristo, tu nuevo almirante. Como hijo de Dios, ya no estás bajo la autoridad de Satanás ni estás dominado por el pecado y la muerte. El viejo hombre está muerto.

COSAS NUEVAS LLEGARON

A pesar de que todos los creyentes a veces siguen viviendo conforme al viejo hombre, como Pablo, son nuevas personas nuevas en relación con Dios y nuevas en sí mismas. El cambio ocurrido cuando vinimos a Cristo comprende dos dimensiones.

Primera, tenemos un nuevo amo. Como mortales no tenemos opción sino de vivir bajo una autoridad espiritual nuestro Padre celestial o el Dios de este mundo. En la salvación, el creyente en Cristo experimenta un cambio en el poder que domina su vida.

Segunda, hay un cambio real en la «naturaleza» de los creyentes de modo que la tendencia de sus vidas, o los deseos más profundos de su corazón están orientados hacia Dios y no hacia el yo y el pecado.

Esto se hace evidente cuando los creyentes eligen el pecado. Quedan convictos. Lo que hacen ya no es coherente con lo que son realmente en Cristo. He dado orientación a centenares de cristianos que dudan de su salvación por su lucha con el pecado. El hecho de que el  pecado les preocupe es el mejor argumento para su salvación. La naturaleza del hombre natural es pecar. Por otra parte, he conversado con personas que profesan ser cristianos, pero parecen tener poco o ningún remordimiento por el pecado. Yo dudaría de su salvación. Si somos hijos de Dios, no vamos a vivir cómodamente en el pecado.

¿Por qué necesitas la naturaleza de Cristo en ti? Para que seas como Cristo, no sólo para que actúes como Él. Dios no nos ha dado el poder de imitarle. Nos ha hecho partícipes de su naturaleza para que podamos realmente ser como Él. No llegas a ser cristiano actuando como uno de ellos. Tu trato con Dios no es un trato de ejecución de obras. Él no dice: »Estas son mis normas, ahora trata de alcanzarlas». Él sabe que no puedes resolver el problema de una vieja naturaleza pecaminosa mediante la mejoría de tu conducta. Él debe cambiar tu naturaleza, darte un yo enteramente nuevo – la vida de Cristo en ti – que es la gracia que necesitas para vivir según sus normas.

Este era el énfasis del mensaje de Cristo en el Sermón del Monte: «si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos» (Mateo 5:20). Los escribas y fariseos eran los perfeccionistas religiosos de su tiempo. Su conducta externa era casi una ciencia, pero sus corazones eran como un sepulcro: muerte nauseabunda. A Jesús sólo le interesa la creación de nuevas personas desde adentro hacia afuera mediante la infusión de una nueva naturaleza y la creación de un nuevo hombre. Sólo después que te hace partícipe de su naturaleza divina podrás cambiar tu conducta.

UN NUEVO AMO

Puesto que nos hemos identificado con Cristo en su muerte y resurrección, somos nuevos y formamos parte de una nueva humanidad. En este cambio, tenemos un nuevo poder que domina nuestra vida. Esto lo expresa claramente Romanos 6:5-7: «Si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado». El «viejo hombre» en relación con el creyente ha sido crucificado en Cristo y se ha revestido del «nuevo hombre» (Colosenses 3:10).

Pablo dice: «Así también vosotros, consideraos muertos al pecado, pero vivos a Dios en Cristo Jesús» (Romanos 6:11). No es que considerándolo así hacemos que ocurra. Debemos creer continuamente que estamos vivos en Cristo y muertos al pecado, porque es así. Creer algo no lo hace verdad. Dios dice que es verdad, en consecuencia creemos. La muerte es el fin de una relación. La muerte es el término de una relación, no de su existencia. El pecado aún está presente, seductor y poderoso; pero cuando eres tentado a pecar, puedes decir: «No tengo por qué hacerlo. Por la gracia de Dios puedo llevar una vida recta».

Para ilustrar esto, veamos Romanos 8:1, 2: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús… Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado del pecado y de la muerte». ¿Opera aún la ley del pecado y de la muerte? Sí, por eso Pablo la llama ley. No puedes quitar de en medio una ley, pero puedes vencerla por otra ley mayor, que es la «ley de vida en Cristo Jesús». 

NO SOMOS SALVOS NI SANTIFICADOS POR NUESTRA CONDUCTA, SINO POR LA FORMA EN QUE CREEMOS.

Por ejemplo, como mortales no podemos volar por nuestra propia fuerza, pero podemos volar en un aeroplano porque este tiene un poder mayor que la fuerza de gravedad. Si piensas que la ley de gravedad no tiene ya efecto, corta el contacto a 10.000 metros de altura. Te estrellarás y arderás. Si andamos por fe según lo que Dios dice que es la verdad en el poder del Espíritu Santo, no satisfaremos «los deseos de la carne» (Gálatas 5:16). Si creemos una mentira y andamos según la carne, nos estrellaremos y arderemos.

SALVADO Y SANTIFICADO POR LA FE

Pablo dice en Romanos 6:6: «nuestro viejo hombre fue crucificado» (tiempo pasado). Tratamos muchas veces de hacer morir al viejo hombre pero no lo logramos. ¿Por qué? Porque ya está muerto. Debido a que muchos cristianos no viven la vida abundante, razonan incorrectamente: «¿Qué experiencia debería tener para que esto sea verdad?». Lo único que tenía que ocurrir sucedió hace casi dos mil años, y la única forma de entrar en esa experiencia es la fe. 

Un estimado pastor que oyó de mi ministerio me pidió una entrevista. Dijo: – He luchado veintidós años en e! ministerio y finalmente pienso que sé la respuesta. En mis devociones leí el siguiente pasaje: ‘Porque habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios’ (Colosenses 3:3). Es así, ¿verdad?

Le aseguré que así era, y luego preguntó: -¿Cómo lo hago?

Le sugerí que leyera el pasaje con más lentitud. Este apreciado hombre había estado veintidós años tratando de llegar a ser lo que ya era, y esto ocurre con muchos creyentes. No podemos hacer por nuestro propio empeño lo que Cristo ya ha hecho por nosotros.

Demasiados cristianos tratan de mostrar que la Biblia es la verdad por medio de su forma de vida. Nunca les resultará. Aceptamos que lo que Dios dice es la verdad y vivimos en conformidad con ello por la fe y eso obrará en nuestra experiencia. Si tratamos de verificarlo por medio de nuestra experiencia, nunca lo lograremos. Pablo señala la inutilidad de ese modo de pensar en Gálatas 3:2, 3: »Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?» Somos salvos por la fe y andamos o vivimos por la fe. Hemos sido santificados por la fe y seguimos siendo santificados por la fe y sólo por la fe. No somos salvos ni santificados por nuestra conducta sino por la forma en que creemos. 

La obra expiatoria de Dios cambia a los pecadores en santos. El cambio radical, la regeneración, se efectúa en el momento de la salvación. El cambio posterior en el andar diario del creyente sigue durante toda la vida. Sin embargo, la obra progresiva de la santificación, sólo es eficaz cuando se realiza la transformación interna radical por medio de la regeneración y se apropia por la fe.

Como cristiano nuevo eras como un pedazo de carbón: sin atractivo, frágil y sucio al tocarlo. Sin embargo, con el tiempo y la presión, el carbón se endurece y se hace hermoso. Aunque el trozo original de carbón no es un diamante, contiene todas las sustancias necesarias para ser un diamante. Ahora mismo eres un diamante en bruto, pero dado el tiempo y la presión, serás como un diamante que revela la gloria de Dios.

Anthony Hoekema comenta: «Vosotros sois nuevas criaturas ahora. No del todo nueva, pero genuinamente nueva. Nosotros los creyentes debemos vernos de esta manera: ya no como esclavos de! pecado, depravados e incapacitados, sino como los que hemos sido creados de nuevo en Jesucristo».

EQUILIBRIO ENTRE INDICATIVO E IMPERATIVO

La mayor tensión en el Nuevo Testamento es entre el indicativo (lo que Dios ya ha hecho y ya es verdad acerca de nosotros) y el imperativo (lo que queda por hacer cuando respondemos a Dios por fe y obediencia en el poder del Espíritu Santo). Tienes que conocer y creer la verdad posicional para progresar exitosamente en tu santificación o vas a andar tratando de hacer lo que Dios ya ha hecho por ti.

El equilibrio entre indicativo e imperativo en la Escritura es completo, pero no he observado esto en nuestras iglesias. La mayoría de las predicaciones que he oído se centran en los imperativos. La gente puede asistir durante años a una buena iglesia evangélica y jamás oír el mensaje de que son hijos de Dios vivos y libres en Cristo. Necesitamos adorar a Dios por todo lo que ha hecho, y descansar en la obra consumada de Cristo. Necesitamos oír reiteradamente la maravillosa identidad y posición que ya tenemos en Cristo, luego estaremos mejor preparados para recibir las instrucciones y asumir nuestra responsabilidad para vivir la vida cristiana.

EN RESUMEN

Se me preguntó si yo enseñaba la erradicación de la naturaleza pecaminosa en el nuevo nacimiento. Uno no puede dar una respuesta simplista, sí o no, a esa pregunta. Si tu pregunta es: «Crees que el viejo hombre está muerto», la respuesta es si. Ya no estoy en Adán; estoy espiritualmente vivo en Cristo. Si preguntas: «¿crees que el cristiano puede todavía pecar y andar o vivir según la carne?», la respuesta es sí. Los nuevos creyentes son Jommados por la carne y engañados por el diablo. Se necesita tiempo para renovar la mente y vencer los patrones de la carne.

Si me preguntas: «¿crees que tienes una nueva naturaleza?», yo respondería sí, porque Dios me ha dado un nuevo corazón y ahora estoy espiritualmente vivo. Mi «hombre nuevo» está orientado hacia Dios. He llegado a ser partícipe de la naturaleza divina (véase 2 Pedro 1:4), y «según el hombre interior, me deleito en  la ley de Dios» (Romanos 7:22). Si me preguntas: «¿Eres santo o pecador?», con gozo respondo: »Creo que soy santo por la gracia de Dios y procuro vivir como hijo suyo en el camino que preparó para que viviera por fe en el poder del Espíritu Santo». 

No olvides que todo nuestro ser estaba corrompido moralmente antes de acudir a Cristo Nuestra mente estaba programada  para vivir independientemente de Dios y los deseos de nuestra carne estaban en enemistad con el Espíritu de Dios. La carne (vieja naturaleza) tiene que ser crucificada por el creyente (ver Gálatas 5:24). No creo en la maduración instantánea. Llevará el resto de nuestra vida la renovación de nuestra mente para conformarnos a la imagen de Dios. La simiente puesta en nosotros por Pios apenas comienza a brotar. Ser hijo de Dios y estar libres en Cristo es verdad posicional y el derecho de nacimiento de cada creyente. Debido a falta de arrepentimiento e ignorancia de la verdad, muchos creyentes no viven como hijos libres de Dios. ¡Qué tragedia! Quizás la siguiente ilustración que usé en Lo común hecho santo explicará parte del porqué.

La esclavitud fue abolida en Estados Unidos por la 13″ enmienda el 18 de diciembre de 1865. ¿Cuántos esclavos había el 19 de diciembre? En realidad, ninguno, pero muchos seguían viviendo como esclavos. Muchos lo hicieron así, porque no sabían la verdad; otros la conocían y creían que eran libres, pero prefirieron vivir como se les había enseñado.

Muchos propietarios de plantaciones se sintieron devastados por la proclamación de la emancipación. «¡Estamos arruinados! La esclavitud ha sido abolida. Hemos perdido la batalla por conservar nuestros esclavos». Pero su principal portavoz respondió con astucia: «No necesariamente; mientras esta gente piense que todavía son esclavos, la emancipación no tendrá efectos prácticos». Ya no tenemos derecho legal sobre ellos, pero muchos de ellos no lo saben. Eviten que sus esclavos sepan la verdad, y el control sobre ellos no hallará oposición».

«Pero, ¿si se esparce la noticia?»

«No se dejen llevar por el pánico. Nos queda aún una bala. Quizás no podamos evitar que oigan la noticia, pero todavía podemos impedir que la entiendan. Ellos  no me llaman en balde padre de mentiras. Todavía tenemos el potencial para engañar a todo el mundo. Solo díganles que no entendieron la 13″ enmienda. Díganles que van a ser libres, pero que todavía no son libres. La verdad que oyeron es solo una verdad posicional, no una verdad real.’ Algún día van a recibir los beneficios, pero no ahora».

«Pero ellos esperarán que yo les diga eso. No me creerán». 

Entonces tomen unos pocos persuasivos que estén convencidos que aún son esclavos y déjenlos hablar por ustedes. Recuerden, la mayoría de esta gente libre nació esclavo y han vivido como esclavos. Todo lo que tenemos que hacer es engañarlos para que piensen que todavía son esclavos. Mientras sigan haciendo lo que hacen los esclavos, no será difícil convencerlos que deben seguir siendo esclavos, ellos mantendrán su identidad como esclavos debido a lo que hacen. En el momento que traten de profesar que ya no son esclavos, sólo díganles al oído: ¿Cómo puedes pensar que no eres esclavo si todavía haces lo que los esclavos hacen? Después de todo tenemos la capacidad de acusar a los hermanos día y noche».

Años más tarde muchos aún no habían oído la maravillosa noticia de su libertad, de modo que en forma natural siguieron viviendo como siempre habían vivido. Algunos habían oído la buena noticia, pero la evaluaron por lo que en el presente hacían y sentían. Ellos razonaban: «Todavía vivo en esclavitud, y hago lo mismo que siempre he hecho. La experiencia me dice que no soy libre. Siento lo mismo que antes de la emancipación, de modo que no debe ser verdad». Y siguen viviendo según lo que sienten, y no quieren ser hipócritas. 

Un ex esclavo oyó la buena noticia y la recibe con gran gozo. Comprueba la validez de la proclamación y descubre que el decreto tuvo su origen en las más altas autoridades. No solo eso, pero personalmente costó a la autoridad un elevado precio que gustosamente pagó, para dar la libertad. Su vida es transformada. Razona correctamente que sería hipócrita creerle a sus sentimientos y no creer la verdad. Decidido a vivir según la verdad que ha conocido, comienza a cambiar drásticamente su experiencia. Comprende que su viejo amo ya no tiene autoridad sobre él y no es necesario obedecerle. Gustosamente sirve al que le libertó».

NOTAS:

  1. E. K. Simpson y F. F. Bruce, Commentary On the Epistles to The Ephesians

    and the Colossians (Grand Rapids, Eerdmans, 1957), p. 273.
  2. Anthony Hoekema, Created in God’s Image (Grand Rapids: Eerdmans/Paternoster, 1986), p. 110.
  3. Neil T. Anderson y Roben Saucy, Lo común hecho santo, Editorial Unilit