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El Evangelio de Dios | Watchman nee

LAS MEDIDAS QUE DIOS HA TOMADO CON RESPECTO A LOS PECADOS DE LOS CREYENTES: LA LIMPIEZA Y LA CONFESIÓN

CAPÍTULO VEINTICINCO

LAS MEDIDAS QUE DIOS HA TOMADO CON RESPECTO A LOS PECADOS DE LOS CREYENTES:

LA LIMPIEZA Y LA CONFESIÓN

Cuando un hombre cree en el Señor Jesús, todos sus pecados pasados son perdonados por medio de la obra redentora del Señor. Pero ¿qué debe hacer si peca después de creer y ser salvo? Pecar es un error, pero es también una realidad en la vida. Es una vergüenza que un cristiano peque, pero también es un hecho innegable que los cristianos pecan. Sabemos que no debemos fracasar ni cometer errores. Pero tenemos que admitir que en ocasiones sí fracasamos y cometemos errores. ¿Qué haremos entonces con estos pecados? O mejor dicho: ¿qué hará Dios con estos pecados? Anteriormente mencionamos el castigo temporal. Dios nos advierte que si apostatamos, seremos castigados en el reino milenario. Pero si estamos dispuestos a acabar con nuestros pecados y si queremos ser limpios de ellos, ¿qué debemos hacer? ¿Cómo pueden ser lavados y perdonados nuestros pecados? Aunque solamente tres o cuatro versículos en toda la Biblia mencionan este problema, éstos nos proporcionan una luz clara. Si queremos solucionar este problema, lo único que debemos hacer es leer estos escasos pasajes.

UNA LIMPIEZA POR MEDIO DE LA SANGRE

Esta noche comencemos desde el principio. Sabemos que cuando el Señor Jesús fue crucificado en la cruz, El derramó Su sangre para lavar todos nuestros pecados. Después de haber lavado nuestros pecados, El se sentó a la diestra de Dios (He. 1:3). Si después de ser salvos y limpiados de nuestros pecados, pecamos y nos ensuciamos de nuevo, ¿volverá a lavarnos de nuestros pecados la sangre del Señor Jesús? El hombre cree que si él peca, la sangre del Señor Jesús tendrá que limpiar sus pecados de nuevo. Pero no existe tal verdad en la Biblia. La sangre nos limpia de nuestros pecados una sola vez; nunca limpia dos veces. No existe tal cosa como la repetición de la limpieza de los pecados del hombre.

El libro de Hebreos nos muestra claramente que existe una sola limpieza del pecado. Hebreos 10:1-14 dice: “Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente año tras año, perfeccionar a los que se acercan. De otra manera, ¿no habrían cesado de ofrecerse, por no tener ya los adoradores, una vez purificados, conciencia de pecado? Pero en estos sacrificios año tras año se hace memoria de los pecados; porque es imposible que la sangre de toros y de machos cabríos quite los pecados. Por lo cual, entrando en el mundo, dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer Tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de Mí. Habiendo dicho antes: Sacrificios y ofrendas y holocaustos y sacrificios por el pecado no quisiste, ni te agradaron” (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y diciendo luego: “He aquí que vengo para hacer Tu voluntad; quita lo primero, para establecer lo segundo. Por esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Y todo sacerdote está de pie, día tras día, ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; Este, en cambio, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado para siempre a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que Sus enemigos sean puestos por estrado de Sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”.

Vemos que el Señor Jesús se ofreció a Sí mismo una sola vez como la ofrenda de pecado por nuestros pecados. El llevó a cabo la redención eterna una sola vez y para siempre. Por medio de Su obra única somos eternamente perfeccionados. El versículo 2 implica que aquellos que fueron purificados ya no tienen conciencia de los pecados. Por lo tanto, existe una sola ofrenda del Señor Jesús. No puede haber otra. Si alguien rechaza esta ofrenda de pecado, no habrá otra ofrenda de pecado para él. Esta es la razón por la cual el versículo 26 dice que si pecamos voluntariamente, no hay más sacrificios por los pecados. Los pecados de un incrédulo son perdonados a través de la cruz del Señor Jesús. Aunque un cristiano peque después de ser salvo, el Señor Jesús no puede morir otra vez por estos pecados. Su obra única lo ha consumido todo por la eternidad. En El todo está incluido.

Leamos ahora algunos versículos del capítulo nueve. Los versículos 25, 26, y 28 dicen: “Y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo año tras año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde la fundación del mundo; pero ahora, una sola vez en la consumación de los siglos se ha manifestado para quitar de en medio el sacrificio de Sí mismo … Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, a los que le esperan para salvación”. Su segunda venida no tiene nada que ver con los pecados de ellos, sino que está relacionado con su salvación. Los versículos del 12 al 14 dicen: “Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por Su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, obteniendo así eterna redención. Porque si la sangre de los machos cabríos y de los toros, y las cenizas de la becerra rociadas a los contaminados, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de obras muertas para que sirvamos al Dios vivo?” El versículo 9 habla del primer tabernáculo, y lo describe como “figura para el tiempo presente”. Según este tabernáculo, se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden perfeccionar, en cuanto a la conciencia, al que rinde culto.

Al leer los capítulos nueve y diez vemos que los creyentes del Antiguo Testamento difieren de los del Nuevo. Si yo estuviera en el Antiguo Testamento y cometiera un pecado, yo tendría solamente una manera de quitar mi pecado. Si yo tuviera suficiente dinero, compraría un toro. Si no fuera el caso, compraría un macho cabrío. Si no tuviera suficiente dinero, compraría una tórtola. Luego le pediría al sacerdote que ofreciera el sacrificio por mí para expiar mi pecado. Cuando mirase al toro o al macho cabrío, me alegraría en mi corazón, porque sabría que la ofrenda sirvió como substituto por mi castigo, porque la sangre del toro y del macho cabrío vendría a ser como mi propia sangre, y Dios me perdonaría. Me iría a casa contento y lleno de alegría en mi corazón. Y sería la persona más alegre en la tierra, porque mis pecados fueron perdonados. Ya no tendría más pecados. En mi conciencia, la oscuridad desaparecería, y no sufriría más. Pero a los dos días, comenzaría a preguntarme: ¿Qué pasaría si el sacrificio ofrecido aquel día no fue adecuado? o ¿qué pasaría si el sacerdote no hizo lo correcto aquel día? A causa de estos pensamientos, comienzo a preocuparme y a sufrir otra vez. Finalmente, compraría otro toro o macho cabrío, lo llevaría al sacerdote, y le diría que la ofrenda anterior por mis pecados no fue hecha correctamente; y le pediría que volviese a ejecutar la ofrenda. Luego el sacerdote sacrificaría el toro o el macho cabrío y le ofrecería una vez más a Dios, y me aseguraría que el toro o el macho cabrío fuese ofrecido por mis pecados.

Cuando la conciencia estaba perturbada en el Antiguo Testamento, alguien siempre podía traer otro toro o macho cabrío para ofrecer una ofrenda por el pecado a través del sacerdote. Es lo que vemos en Hebreos 9. Este capítulo enseña que la sangre de toros y machos cabríos no puede completar el trabajo. El capítulo diez dice que si hubiera realizado un trabajo completo, no tendríamos más conciencia de pecados. Dios considera que el sacrificio de toros y machos cabríos era incompleto según la conciencia, porque cada vez que se turbaba la conciencia de una persona, ésta sentía que sus pecados no fueron eliminados completamente, y surgía la necesidad de más ofrendas.

Sin embargo, el apóstol nos muestra que un cristiano no debe hacer lo mismo. El sacrificio propiciatorio que Dios ha establecido en el Nuevo Testamento no es un toro ni un macho cabrío sino Su Hijo mismo. Cuando Su Hijo vino a la tierra, El dijo claramente que Dios no desea ni se deleita en toros ni en machos cabríos. Por el contrario, Dios le preparó un cuerpo para que El pudiera morir y llevar a cabo la obra de la redención eterna. En la cruz, el Señor ha consumado el sacrificio por la redención eterna. Ahora nosotros podemos obtener esta redención eterna. El ofreció un sacrificio de redención eterna, cumpliendo así una redención eterna. A causa de esta redención eterna, nosotros somos perfeccionados eternamente. El es el Hijo de Dios. A causa de Su obra eterna, cumplida una sola vez, no necesitamos ofrecer más ofrendas por el pecado. No podemos ofrecer otra ofrenda de pecado por el mismo pecado, porque el Señor Jesús cumplió toda la obra.

El Hijo de Dios no puede ser crucificado nuevamente por nuestros pecados. Nadie puede pisotear la sangre del Hijo de Dios y convertirla en algo común. Lo que es único es precioso, pero lo que es reproducido es común. Tratar la sangre del Hijo como si fuera algo común equivale a rebajarla al nivel de la sangre de toros y machos cabríos. Pero si usted honra Su sangre y la considera como algo único, se convertirá en algo precioso para usted. He aquí la ofrenda por el pecado, la cual El cumplió. Cuando el Señor llevó a cabo esta obra, Dios dijo que no puede haber otra obra. El Hijo de Dios no puede morir otra vez. Su obra ha terminado. Si usted la desea, tiene que confiar en El. Usted no le puede agregar nada. Usted tiene que depender de El; de otro modo, no obtendrá nada. Después de ser iluminado por la verdad, un hombre necesita hacer otros sacrificios por sus pecados. Existe una sola ofrenda por el pecado. Esta es nuestra predicación a los demás. Aquellos que adoran a través de este sacrificio único tendrán sus conciencias limpias. Dejarán de tener conciencia de sus pecados. Todos sus pecados fueron lavados, y no tienen más conciencia de sus pecados. Además, no se necesita otra limpieza. La Biblia no enseña la doctrina de una segunda limpieza. La sangre del Señor Jesús no nos puede limpiar otra vez. Cuando somos limpiados, lo somos para siempre.

RECIBIR LA LIMPIEZA CONTINUA DESPUÉS DE HABER CREÍDO

Ahora nos podemos preguntar: ¿Qué debemos hacer si pecamos otra vez? ¿Qué debemos hacer si nos ensuciamos otra vez? Todos los pecados que cometimos antes de ser salvos fueron lavados por Su sangre. ¿Pero qué debemos hacer con los pecados que cometemos después de ser salvos? No queremos ser castigados. No queremos perdernos el reino. No queremos sufrir el daño de la segunda muerte. ¿Qué podemos hacer ante Dios? Consideremos 1 Juan 2:1: “Mis hijitos, estas cosas os escribo para que no pequéis”. La meta de un cristiano es no pecar. Juan nos escribió estas palabras para que nosotros no pecáramos. Conforme a la condición que poseen los cristianos, podemos evitar el pecado. Desafortunadamente, pecamos a menudo como lo muestra nuestra experiencia. Por la posición que ocupamos, no deberíamos pecar, pero en nuestra experiencia, pecamos a menudo. No tenemos necesidad de pecar, pero el pecado es un hecho inquebrantable.

Juan continúa: “Y si alguien peca”. Aquí estamos viendo el problema de un cristiano que peca. El es un hijito de Dios; le pertenece a Dios. Y si el peca, ¿qué debemos hacer? “Tenemos un Abogado con el Padre, a Jesucristo el Justo”. No dice que tenemos un Abogado con Dios; más bien, dice que tenemos un Abogado con el Padre. De esta manera, este versículo se refiere a los hijos de Dios. Se refiere a aquellos que han sido salvos. Si entre los salvos, los hijos de Dios, alguien peca, éste tiene un Abogado con el Padre. Esto no es un caso que se presenta en la corte, sino un asunto familiar.

En el lenguaje original, la palabra Abogado es paracletos. Para significa “al lado de”. Estar al lado de significa que otro está al lado de usted. Por ejemplo, usted está en Shanghai, y este otro también está en Shanghai. Cuando usted va a Cantón, este otro también va a Cantón. Esto es semejante a la línea del tren. Usted no puede tener un riel en Szechwan y otro en Nanking. Cletos significa ayudante. Por consiguiente, un paracleto es alguien que está al lado de otro para ayudarlo. Usted puede escaparse. Pero adondequiera que usted vaya, el paracleto estará allí también. Muchos de los que ayudan son muy buenos, pero algunas veces vienen muy tarde. Puede que haya mucho arroz en Shanghai, pero los hambrientos en Szechwan no lo pueden comer, porque no está al lado de ellos. Los griegos usaban la palabra paracletos para referirse a un abogado defensor en la corte. Supongamos que usted no entiende la ley, y otros lo acusan. Otros pueden demandarlo o tomar ventaja de usted. Pero usted no tiene la manera de defenderse. Ahora hay un paracleto que responde por usted. Otros lo acusan a usted de haber pecado. Pero su paracleto dirá que usted no ha pecado. El responderá por usted como un abogado defensor. Esto quiere decir que alguien está al lado suyo para responder por usted. Si un cristiano peca, alguien está con el Padre para hablar por él.

Satanás nunca parará sus acusaciones en contra de los cristianos. En Apocalipsis 12:10 vemos que él acusa a los hermanos día y noche. Día y noche nosotros somos los acusados y él es el acusador. Pero nosotros tenemos un Abogado, quien es Jesús el Justo. En este versículo, vemos que El es el Abogado. Aquí El no es el Misericordioso, sino el Justo. ¿Por qué no se menciona que El es el Misericordioso? Porque en la ley de la corte celestial no se habla de gracia, de la misma manera que no se habla de la gracia en la ley de la corte terrenal. Un juez que desea perdonar a otros es un juez injusto. Solo aquellos que están a favor de la justicia pueden ser jueces. Dios anhela la justicia. El no nos perdonó nuestros pecados injustamente. El no pasó por alto nuestros pecados, ni los encubrió ni pasaron inadvertidos delante de El. Por el contrario, El juzgó nuestros pecados justamente.

Al defendernos, el Señor Jesús no se basa en el hecho de que la tentación fue muy grande y que como niños pequeños no pudimos controlarla, y por lo tanto Dios nos tiene que conceder gracia. El Señor Jesús tampoco dice que los cristianos son niños pequeños con conocimiento reducido, que la carne es muy débil y que el mundo atrae demasiado. El no dice que las artimañas de Satanás son muy sutiles y que no hay manera de rechazar a Satanás. El Señor Jesús no nos defiende de esta manera. El no implora gracia por nosotros. El tampoco está ahí como dispensador de gracia. Juan dice que Jesucristo es el Justo. El le dice a Dios que por causa de El y por lo que El ha hecho, Dios tiene que perdonarnos.

¿Cómo presenta este Abogado su defensa por nosotros? Leamos el versículo siguiente: “Y El mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2). El Señor Jesús presenta Su defensa por nosotros basándose en Su obra consumada, la cual es Su propiciación en la cruz por nosotros. Como resultado, somos capaces de venir a Dios. Esto es un sacrificio propiciatorio completo e incluye todos los pecados de todos los cristianos en todo tiempo y en todas partes. Cuando este sacrificio propiciatorio es presentado a Dios, El ya no tiene ninguna razón por castigar a los cristianos. El sacrificio propiciatorio del Señor no se aplica solamente a los pecados pasados, sino también a todos los pecados presentes y futuros. En este versículo el verbo está en presente, no en pasado. Dios no puede basarse en las acusaciones de Satanás para condenarnos, porque la obra redentora que Cristo cumplió en la cruz incluye todos los pecados de hoy y todos los pecados que serán cometidos hasta el día de Su regreso. Todos nuestros pecados están incluidos en Su obra. Dios tiene que perdonarnos. El no puede hacer otra cosa, porque este perdón tiene un fundamento.

EL SEÑOR JESUS COMO EL ABOGADO DE LOS CRISTIANOS

La obra del Señor Jesús como Salvador es destinada a los pecadores. La obra del Señor Jesús como Abogado es destinada a los cristianos. Como Salvador, el Señor Jesús llevó a cabo la obra de la cruz. Como Abogado, el Señor Jesús aplica la obra de la cruz. Los pecados de los pecadores son perdonados mediante la redención de la cruz. Los pecados de los cristianos son perdonados por medio de la defensa que se basa en la redención de la cruz. Esta defensa presenta a Dios la obra de la cruz, muestra a Dios lo que el Señor Jesús ha logrado, por lo cual, Dios no puede castigar al hombre por sus pecados. Nosotros tenemos un Abogado delante de Dios. Su muerte es presentada a Dios.

El Señor Jesús ha llegado a ser el Abogado de todos los cristianos que pecan, de la misma manera que El ha llegado a ser el Salvador de todos los pecadores. Cronológicamente, primero no nos arrepentimos, creemos, somos regenerados y luego el Señor Jesús muere por nosotros. Por el contrario, mientras aún éramos pecadores, Cristo se hizo Salvador nuestro (Ro. 5:8). De la misma manera, no empezamos por arrepentirnos, y luego El viene a ser nuestro Abogado. Al contrario, cuando pecamos, El se hace nuestro Abogado. No se convierte en nuestro Abogado cuando confesamos nuestros pecados delante de Dios, sino cuando pecamos. Esta es la razón por la cual Juan dice que si algún hombre peca, tenemos un Abogado para con el Padre. El no dice que primero nos arrepentimos, confesamos nuestros pecados y oramos por el perdón, y entonces El llega a ser nuestro Abogado. Más bien, Juan dice que si alguien peca, ya tenemos un Abogado con el Padre. Cada vez que usted peca, en ese mismo instante el Señor Jesús ya es su Abogado delante de Dios. En ese mismo momento, el Señor Jesús le mostrará a Dios Su obra de la cruz, y Dios tendrá que perdonar el pecado de usted. Un cristiano puede confesarse y arrepentirse porque el Señor Jesús es su Abogado. Como abogado nuestro, el Señor Jesús nos defiende y habla por nosotros mientras pecamos; por esta razón, finalmente nos arrepentimos, confesamos nuestros pecados, y pedimos perdón. La abogacía del Señor Jesús no ocurre en el momento en que nos arrepentimos. Más bien, se ejerce mientras estamos pecando. Cuando pecamos, el Señor Jesús ya es nuestro Abogado. Más tarde, somos conducidos al arrepentimiento y a la confesión. El Señor Jesús cumplió toda la obra en un solo día. Todo eso está incluido en esa obra. Hoy el Señor puede presentar esta obra a Dios. Dios ya no nos puede castigar, porque todas las deudas fueron pagadas. Todos las deudas, pasadas y futuras están pagadas. Todos nuestros pecados fueron limpiados por la sangre de Jesús.

CAMINAR EN LA LUZ COMO ÉL ESTÁ EN LA LUZ

El es el Abogado. Pero, ¿qué debemos hacer de nuestra parte? Leamos ahora 1 Juan 1:7: “Pero si andamos en luz como El está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado”. ¿Qué significa estar en la luz? El hombre piensa que estar sin pecado y ser santo significa estar en la luz. Pero ese no es el sentido aquí. Juan no dice que nosotros debemos caminar en la luz así como Dios camina en la luz. No dice que Dios camina. Si ese hubiera sido el caso, el significado sería totalmente diferente. Aquí dice que debemos caminar en la luz como El está en la luz.

¿Cuál es el significado de esta diferencia? Por ejemplo, en este lugar de reunión hay muchas bombillas, pero nosotros las llamamos la luz. Nosotros estamos ahora sentados en la luz. Por otro lado, mientras nos reunimos, muchas personas a menudo se sientan en las gradas a los lados. Ellos están en la oscuridad. Tal vez no hayan pecado allí, quizás no hayan robado a otros allí. Posiblemente sean mejores y más santos que nosotros. Pero los que se sientan en la luz pueden ver, mientras que aquellos que se sientan en la oscuridad no pueden ver. Dios está en la luz; esto significa que ahora Dios puede ser visto.

En el Antiguo Testamento, Dios estaba rodeado de oscuridad. El estaba en el Lugar Santísimo, y el hombre no lo podía ver. En el Lugar Santo había una lámpara, y en el atrio resplandecía el sol, pero en el Lugar Santísimo, no había ninguna luz. Allí Dios era desconocido. El hombre sólo podía hacer conjeturas acerca de El. Pero gracias al Señor que hoy Dios ha sido manifestado en Jesús de Nazaret. Dios está ahora en la luz; no está más en la oscuridad. Hoy día, Dios es un Dios conocido, un Dios revelado. Cuando usted mira a Dios hoy, usted sabe que El es Dios. El evangelio de Jesús de Nazaret es la revelación de Dios. El resplandor del evangelio es el resplandor de Dios. Cuando la luz del evangelio resplandece, vemos a Dios. No quiero decir que no debemos ser santos o que no debemos rechazar el pecado. Estoy diciendo que este versículo nos muestra que Dios está en la luz; por lo tanto, nosotros debemos caminar en la luz. Así como Dios se ha manifestado a Sí mismo en la luz del evangelio, nosotros también debemos ver a Dios en la luz del evangelio. No buscamos más a Dios en el Antiguo Testamento. Hoy Dios se ha manifestado a Sí mismo. Si El no se hubiera manifestado, nosotros estaríamos sin esperanza. Si El no se hubiera manifestado, nosotros aun estaríamos desconcertados, sin saber qué clase de Dios es El. Aun estaríamos en conjeturas acerca de El. Gracias a Dios que El se ha manifestado. Hoy nuestro Dios ha dejado de estar “fuera del escenario”. Ahora El está en el “escenario” es el Dios revelado. La palabra revelación es apocalipsis en griego. Apo significa quitar, y calipsis significa velo. Por lo tanto apocalipsis significa quitar el velo. Yo acostumbraba asistir a presentaciones teatrales. En el escenario hay siempre una cortina gruesa. Usted no sabe lo que se encuentra detrás de la cortina. Un apocalipsis es la apertura de la cortina.

Ahora Dios está en la luz. El es un Dios que está revelado. Entonces, ¿qué debemos hacer? Debemos caminar en la luz. Esto quiere decir que veremos y conoceremos a Dios en la luz. Hoy nosotros no conocemos a Dios por medio de conjeturas como les pasaba a los creyentes del Antiguo Testamento. Hoy Dios ha hablado. Ya no necesitamos recurrir a suposiciones. Hoy Dios está en la luz. El ya se ha revelado a Sí mismo en el evangelio. Si caminamos en esta revelación, el resultado será la comunión. Habrá comunión entre cristianos, y habrá comunión con Dios.

Ya que nosotros somos participantes en el evangelio y ya que Dios es también un participante en el evangelio, la sangre de Su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado. Si conocemos verdaderamente a Dios en el evangelio, veremos que la sangre de Su Hijo Jesús nos está limpiando de todo pecado continua y eternamente (1 Juan 1:9). En el lenguaje original, este versículo dice que la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia continuamente de todo pecado. La Biblia no nos indica que la sangre del Señor Jesús limpia por segunda vez. Lo que sí enseña es que la sangre de Jesús nos limpia todo el tiempo. No hay limpiezas múltiples. Sólo hay una limpieza continua. En la Biblia no existe el concepto de limpiezas múltiples. La verdad bíblica enseña un limpiar continuo.

El limpiar continuo de todos nuestros pecados por la sangre del Hijo de Dios es la obra del Abogado. La obra de la cruz se cumplió de sola una vez y para siempre. Pero la operación de Su limpiar y de Su sangre es continua. La cruz quitó nuestros pecados y nos limpió de ellos una sola vez, pero su eficacia es eterna. ¿Por qué es siempre eficaz? ¿Por qué nos limpia continuamente? Se debe al hecho de que el Hijo de Dios le presenta continuamente a Dios la obra consumada. No es una limpieza repetida, sino una demostración continua a Dios de que El ha muerto y que todos nuestros pecados ya han sido quitados. Hoy, El está limpiando continuamente todos nuestros pecados. Todos nuestros pecados están incluidos aquí. La eficacia de Su sangre dura por siempre porque el Señor Jesús es nuestro Abogado en el cielo continuamente. Su obra como Abogado es una continuación y una extensión de Su obra como Salvador. La obra del Salvador aconteció una sola vez, pero continúa en la obra del Abogado. Esta es la parte de la obra que le corresponde a Dios.

PERDÓN POR MEDIO DE LA CONFESIÓN

Nunca debemos descuidar el lado de Dios. Sin embargo, nosotros tampoco debemos olvidar la parte que nos corresponde a nosotros hacer. Es cierto que el Señor Jesús le presenta continuamente a Dios Su sangre y Su obra consumada. Mas si pecamos intencional y continuamente, sin arrepentirnos, sin rechazar nuestros pecados o intentar eliminarlos, la obra de la sangre del Señor perderá su efecto y eficacia para con nosotros. La obra de la crucifixión del Señor no es sólo para nosotros, sino también para todo el mundo. La obra única del Señor Jesús nos ha incluido a todos. Pero la obra del Señor puede llevarse a cabo sólo en aquellos que creen en El. En principio, pasa lo mismo con Cristo. Es una obra continua. Que un cristiano se confiese o no, que se arrepienta o no de sus pecados, la obra limpiadora de Cristo es continuamente eficaz. Pero la manera de llevarla a cabo en los creyentes es otro asunto.

En 1 Juan 1:7 vemos que un cristiano es perdonado de sus pecados delante de Dios a causa de la obra de Cristo. Por otro lado, el versículo 9 nos muestra lo que tenemos que hacer de nuestra parte. “Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia”. En 1 Juan 2:1 vemos que el Señor Jesús es nuestro Abogado. Pero 1 Juan 1:9 dice que por nuestra parte tenemos que confesar nuestros pecados. Esto no quiere decir que nuestra confesión nos concede el perdón. Si la confesión por sí sola nos diera el perdón, el perdón sería injusto. Supongamos que le robara cien dólares a un hermano, y voy y le confieso mi pecado. Si él me perdona a causa de esa confesión, ¿sería él justo? Si este fuera el caso, podría otra vez robarle otros cien dólares al hermano, hablar con él y confesar mi pecado. Si la confesión fuese lo único que nos otorga el perdón, esto sería muy injusto. Si ese fuera el caso, no podríamos decir que Dios es fiel y justo. Tendríamos que decir que Dios es injusto y descuidado que pasa por alto nuestros pecados.

¿Por qué dice Juan que Dios es justo para perdonar? Sencillamente porque el Señor Jesús ha venido a ser nuestro Abogado. Su sangre nos ha limpiado de todos nuestros pecados. Nuestros pecados fueron juzgados y condenados en Cristo. Por tanto, cuando nosotros confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonarnos. Si yo le he robado dinero a mi hermano y alguien lo paga por mí, entonces la confesión me traerá verdaderamente el perdón. Sin la sangre del Hijo de Dios, el perdón de Dios sería injusto. Hoy la sangre del Hijo de Dios ha sido derramada. El Hijo de Dios ha venido a ser el Abogado delante de Dios. Ahora Dios tiene que perdonarnos. Si El no nos perdonara, sería injusto. Hoy, cuando confieso mis pecados, Dios es fiel y justo para perdonar mis pecados. La Palabra de Dios me dice que el Señor Jesús ha muerto. Dios tiene que ser fiel a Su propia Palabra. El también tiene que ser justo en cuanto a la obra del Señor Jesús. Esta es la razón por la cual El tiene que perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia.

El perdón de Dios por nuestros pecados está basado completamente en la sangre del Señor Jesús. Los pecados de los pecadores son perdonados por medio de la sangre del Señor Jesús. Los pecados de los cristianos son también perdonados por medio de la sangre del Señor Jesús. Dios puede perdonar los pecados de los pecadores porque Jesús es el Salvador, y Dios puede perdonar los pecados de los creyentes porque Jesús es el Abogado. Debido a que el Señor Jesús es a la vez Abogado y Salvador, Su sangre es la que nos concede el perdón de pecados y la justificación.

LA CONFESIÓN

¿Qué es entonces la confesión? El apóstol no dijo que la confesión significa orar para que Dios perdone nuestros pecados. Muchas oraciones y súplicas hechas delante de Dios para el perdón de nuestros pecados no constituyen confesiones. Ni tampoco dijo el apóstol que la confesión era simplemente articular algo con nuestras bocas. Lo que el apóstol dijo fue que nosotros tenemos que reconocer el pecado, tratar el pecado como tal. La confesión consiste en pararnos donde Dios se para, admitiendo delante de Dios que nuestra acción es realmente un pecado. En el momento en que usted confiesa su pecado, será perdonado. Confesar no significa implorar el perdón. El perdón es un asunto del Señor Jesús. Lo que usted tiene que hacer es juzgar el pecado y considerarlo pecado. Tiene que juzgarlo, reconocerlo y confesar que es algo malo. Usted tiene que aceptar que el pecado es pecado y tratar el pecado como tal. Lo que usted tiene que confesar delante de Dios es que un pecado es realmente un pecado. Si confiesa sus pecados, Dios es fiel y justo para perdonar todos sus pecados e injusticias. De la misma manera que un pecador recibe el perdón de pecados por medio de la obra del Señor Jesús, así también un cristiano recibe de Dios el perdón de pecados al juzgar su pecado y considerarlo pecado y por medio de la obra de Cristo sobre él. Dicho simplemente, la confesión consiste en que nosotros digamos que algo es pecado, porque Dios dice que es pecado. Por ejemplo, supongamos que el hijo de un hermano sale a la calle a jugar con niños malos. Debido a que aprende a hablar sucio y se mete en problemas el hermano se lleva a su casa los niños que han estado conduciendo a su hijo por mal camino y les dice que ellos están mal y que no deben jugar más con su hijo. El también le dice a su hijo que no juegue más con ellos. El niño dice que desea confesar que está errado y pide perdón. Aunque él dice esto con su boca, en su corazón él está tramando la forma de escaparse por la puerta trasera de la casa para volver a jugar. El no está de acuerdo con su padre. La cuestión aquí no es el perdón, sino nuestro reconocimiento de si algo es pecado o no lo es.

La confesión significa que nosotros consideramos como pecado todo lo que Dios considera pecado. Esto significa que yo digo lo que Dios ha dicho. Si Dios dice que algo está mal, yo también digo lo mismo. La confesión es reconocer y declarar el pecado. Cuando usted lo hace, Dios le perdona sus pecados y lo limpia de toda injusticia. El no lo está perdonando por su confesión, sino por la obra del Señor Jesús. Su sangre es el fundamento de todo eso. No obstante, por medio de la confesión, la sangre produce el perdón. La salvación viene por fe mediante la sangre. Pero el perdón viene por la sangre mediante la confesión. Esto es lo mismo que decir que el agua potable viene de la fuente a través de los tubos del acueducto. De la misma manera, el perdón viene por la sangre mediante la confesión.

LA VACA ROJA: UNA FIGURA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

En el Antiguo Testamento, vemos una clase de limpieza que representa el perdón de los creyentes neotestamentarios. Las palabras en 1 Juan 1 y 2 son tipificadas en el Antiguo Testamento. Leamos lo que puede ser considerado como la porción única en el Antiguo Testamento acerca del perdón de los pecados de los cristianos.

Números 19:1-13 dice: “Jehová habló a Moisés y a Aarón, diciendo: Esto es el estatuto de la ley que Jehová ha prescrito, diciendo: Di a los hijos de Israel que te traigan una vaca roja, perfecta, en la cual no haya falta, sobre la cual no se haya puesto yugo; y la daréis a Eleazar el sacerdote, y él la sacará fuera del campamento, y la hará degollar en su presencia. Y Eleazar el sacerdote tomará de la sangre con su dedo, y rociará hacia la parte delantera de la tienda de reunión con la sangre de ella siete veces; y hará quemar la vaca ante sus ojos; su cuero y su carne y su sangre, con su estiércol, hará quemar. Luego tomará el sacerdote madera de cedro, e hisopo, y escarlata, y lo echará en medio del fuego en que arde la vaca. El sacerdote lavará luego sus vestidos, lavará también su cuerpo con agua, y después entrará en el campamento; y será inmundo el sacerdote hasta la noche. Asimismo el que la quemó lavará sus vestidos en agua, también lavará en agua su cuerpo, y será inmundo hasta la noche. Y un hombre limpio recogerá las cenizas de la vaca y las pondrá fuera del campamento en lugar limpio, y se guardará para la asamblea de los hijos de Israel para el agua de purificación; es agua para purificar por el pecado. Y el que recogió las cenizas de la vaca lavará sus vestidos, y será inmundo hasta la noche; y será estatuto perpetuo para los hijos de Israel, y para el extranjero que mora entre ellos. El que tocare cadáver de cualquier persona será inmundo siete días. Se purificará con aquella agua [el agua de purificación] el día tercero y el día séptimo, y será limpio; pero si no se purificare el día tercero y el día séptimo, no será limpio. Todo aquel que tocare cadáver de cualquier persona, y no se purificare, el tabernáculo de Jehová contaminó, y aquella persona será cortada de Israel; por cuanto el agua de la purificación no fue rociada sobre él, inmundo será, y su inmundicia será sobre él”.

Números 19 describe un sacrificio. Este sacrificio es el sacrificio más singular del Antiguo Testamento. El libro de Números no es un libro acerca de las ofrendas. El libro sobre las ofrendas es Levítico. Sin embargo, este sacrificio no se menciona en Levítico. Más bien, se menciona en Números. Sabemos que el cordero pascual fue sacrificado en Egipto. Esto tipifica la muerte del Señor Jesús por nuestros pecados. En el monte Sinaí Dios volvió a enseñarnos lo que representa el cordero pascual. Las cinco ofrendas en Levítico son un análisis y una descripción detallada del cordero pascual. Estas ofrendas nos presentan aspectos diferentes del Señor Jesús y la manera en que El satisface las demandas de Dios en la redención de los pecados del hombre. Todas estas ofrendas sirven para los pecadores y se habló de ellas en el Monte Sinaí. Sin embargo, el libro de Números es un libro que habla de la peregrinación en el desierto. Relata la peregrinación de los hijos de Israel en el desierto de Parán. Allí los hijos de Israel vivieron como peregrinos en el desierto. Eran una nación que peregrinaba en el mundo. Allí Dios les dio otro sacrificio, el de la vaca roja.

Todas las ofrendas son destinadas a Dios, y por lo tanto la sangre de ellos tiene que ser derramada. Este es el único sacrificio cuya sangre es primeramente rociada directamente delante del altar y luego quemada. La mayoría de las ofrendas son toros y machos cabríos. Pero este sacrificio es el único que requiere una hembra, una vaca roja. La mayoría de los sacrificios no especifican el color. Pero este sacrificio tiene que ser de un color específico; debe ser una vaca roja. La mayoría de los sacrificios se ofrecen en el altar. Solo este sacrificio es quemado fuera del campamento. Otros sacrificios sirven para el perdón de los pecados. Pero la segunda mitad de este sacrificio sirve para limpiar. Las cinco ofrendas de Levítico describen el cordero pascual. Son preparadas para los pecadores. Esta es la razón por la cual las encontramos en Exodo y Levítico. Sin embargo, este sacrificio es preparado para el pueblo de Dios. Esta es la razón por la cual aparece en Números. Es un sacrificio para la experiencia del pueblo de Dios en su peregrinación por el desierto. Los demás sacrificios están relacionados con el pecado. Solo este sacrificio nos purifica de la suciedad en el desierto. Otros sacrificios son de animales machos. Este sacrificio es femenino. Todo lo que se relaciona con los pecadores es masculino, y todo lo que se relaciona con el pueblo de Dios es femenino (Dt. 21:3-9). Levítico 5:6 dice que una cabra puede ser ofrecida como una ofrenda por la transgresión del pecado. La ofrenda por la transgresión no es sólo para pecadores, sino que frecuentemente sirve para los creyentes. No es como la ofrenda de pecado, la cual es exclusivamente para los pecadores. La ofrenda por la transgresión es destinada a pecadores y creyentes. Cuando se ofrece algo por el pueblo de Dios puede ser femenino. Esta es la regla en el Antiguo Testamento.

Aunque este sacrificio elimina los delitos del hombre en contra de Dios, en realidad es ofrecido por los creyentes. El color rojo representa la redención delante de Dios. Este sacrificio no se ofrece sobre el altar, porque no purifica los pecadores. Un pecador tiene que pasar por el altar antes de venir a Dios. Este sacrificio es quemado fuera del campamento. El campamento es el lugar donde está el pueblo de Dios. Por lo tanto, el campamento es un tipo de la iglesia. Estar fuera del campamento equivale a ser cortado de la comunión. Pero si usted es cortado de la comunión, hay un sacrificio que lo espera. Este sacrificio sirve para quitar los pecados de los creyentes. Su propósito es restaurar la comunión.

Ahora consideremos al sacrificio en sí. El sacrificio se divide en dos partes. En la primera parte, se ofrece la sangre del sacrificio. En la segunda parte, se quema el sacrificio. La primera parte empieza desde la segunda parte de Números 19:2: “Di a los hijos de Israel que te traigan una vaca roja, perfecta, en la cual no haya falta, sobre la cual no se haya puesto yugo”. Todos los que entienden la Biblia saben que esto se refiere al Señor Jesús. Hebreos 10 indica que esta vaca roja se refiere al Señor Jesús. ¿Cuáles son las cualificaciones del Señor Jesús para llegar a ser este sacrificio? Números 19:2 dice que este sacrificio tenía que ser perfecto y sin falta y nunca bajo yugo. El ser perfecto y sin falta se refiere a Su vida. El no haber estado nunca bajo yugo se refiere a Su obra. En vida El es perfecto. En el obrar El nunca ha estado bajo yugo. En Su vida y Su persona, el Señor Jesús es perfecto y sin falta. No sólo es perfecto, sino que en Su experiencia El es puro, esto es, El nunca ha estado bajo yugo. El es un hombre puro, y tiene una experiencia pura. Son muchas las personas que no tienen falta, pero que han estado bajo yugo. Sin embargo, en Su experiencia, el Señor Jesús nunca estuvo bajo yugo. El nunca tocó las cosas pecaminosas. El nunca fue oprimido ni dominado por el pecado. El nunca cedió ante el pecado. El está completamente libre. Esta noche no podemos decir lo mismo acerca de nosotros, ya que no somos personas libres. Nosotros fuimos oprimidos por el pecado y dominados por el pecado. Cedimos al pecado y no somos nuestros propios amos. El Señor Jesús no tiene manchas. Solo el Señor Jesús nunca estuvo bajo el yugo del pecado.

Esto es una vaca, una hembra, lo que significa que era un sacrificio ofrecido por los creyentes. Es roja. Eso significa que es ofrecida para la redención del pecado. En la Biblia, el color rojo significa la redención por el pecado. Cada vez que la Biblia menciona el color escarlata o rojo, implica pecado. La mujer en Apocalipsis 18 está montada sobre una bestia escarlata y viste de color escarlata. Esto se refiere a sus pecados.

Números 19:4 nos narra lo que sucede después de que la vaca es sacrificada. “Y Eleazar el sacerdote tomará de la sangre con su dedo, y rociará hacia la parte delantera de la tienda de reunión con la sangre de ella siete veces”. El sacerdote no hacía muchas cosas. El sólo rociaba parte de la sangre delante de Dios en el tabernáculo. Esto nos enseña que la muerte del Señor Jesús ha satisfecho los requisitos de Dios. La sangre no era rociada sobre los hijos de Israel. Era rociada directamente delante de la tienda de reunión. El tabernáculo es el lugar donde Dios se encontraba con los israelitas. Es un tipo de la comunión entre Dios y el hombre. Donde está el tabernáculo de Dios, ahí también está Dios. Cristo es el tabernáculo; El es Dios viviendo entre los hombres. El está lleno de la gracia y realidad de Dios. El fijó tabernáculo entre nosotros (Juan 1:14). Esta es la comunión. ¿Cómo podemos tener comunión? Debe de haber sangre, es decir, el pecado tiene que ser juzgado. Si no hay sangre, el hombre no puede acercarse a Dios.

Sólo existen dos maneras que le permiten al hombre acercarse a Dios. El hombre viene sin pecado, o viene con la sangre. Si usted está libre de pecado, puede acercarse a Dios con atrevimiento. Dios no le hará nada. Pero si tiene pecado, tiene que haber derramamiento de sangre (He. 9:22), ya que Dios tiene que juzgar el pecado. Si el pecado no es juzgado, el hombre no puede tener comunión con Dios. Dios no puede pasar por alto el pecado del hombre. Dios no puede dejar pasar el pecado del hombre. Si el hombre tiene pecado, tiene que venir a Dios con la sangre. Dios es un Dios que juzga. Sin pasar por juicio, el pecado no puede ser removido. El juicio demanda la sangre. Por lo tanto, tiene que haber derramamiento de sangre antes de que la comunión sea restaurada. La sangre fue rociada siete veces. El número siete significa perfección. La muerte del Señor Jesús ha satisfecho a Dios; Su sangre es suficiente para lavar nuestros pecados. Aquí todos los problemas están completamente solucionados. Los requisitos de la justicia de Dios son satisfechos. Dios dijo que la obra estaba cumplida. Esta es la obra del Señor Jesús en la cruz. Fue hecha una vez y para siempre. No hay necesidad de que muera otra vaca roja. Es suficiente que sólo muera una vaca roja. En la primera parte de esta ofrenda vemos que la aspersión de la sangre significa que el problema del pecador está ya resuelto. Esta parte de la ofrenda es la misma que las demás ofrendas en el Antiguo Testamento. Todas estas ofrendas son el cordero de la Pascua.

Ahora tenemos que considerar la segunda parte de la ofrenda que nos muestra lo que se debe de hacer por los pecados de los creyentes. Números 19:5 dice: “Y hará quemar la vaca ante sus ojos”. Esto es algo único, porque la vaca no era quemada simplemente, sino que “su cuero y su carne y su sangre, con su estiércol, hará quemar. Luego tomará el sacerdote madera de cedro, e hisopo, y escarlata, y lo echará en medio del fuego en que arde la vaca”. Dios juzgó el pecado. Después de haber rociado un poco de la sangre, el resto de la sangre era echado en el fuego. Luego toda la vaca también era echada al fuego. El sacerdote quemaba toda la vaca: piel, carne, sangre, estiércol y el resto. Además, se echaba madera de cedro, hisopo, y escarlata en medio del fuego. El versículo 9 nos relata lo que sucedía después de que la vaca era quemada: “Y un hombre limpio recogerá las cenizas de la vaca y las pondrá fuera del campamento en lugar limpio, y se guardará para la asamblea de los hijos de Israel para el agua de purificación; es agua para purificar por el pecado”. Después de degollar la vaca, se aplicaba la sangre. Pero después de quemar la vaca y de convertirla en cenizas, se aplicaban las cenizas.

¿Qué son las cenizas? Las cenizas son el estado final de todo lo que se encuentra en el mundo. No me refiero a hechos químicos, sino a nuestra experiencia diaria. Las cenizas son el estado en el cual se encontrarán todas las cosas. Si una mesa se deteriora continuamente, se convertirá finalmente en cenizas. Por lo tanto, las cenizas representan el estado final. Cuando algo llega a su fin, y ya no puede convertirse en algo distinto, queda reducido al estado de ceniza.

Toda la vaca es quemada. Aquí en particular note la sangre. En estas cenizas está la piel, la carne, y la sangre. Esto quiere decir que en estas cenizas está la redención de Cristo y la eficacia eterna de Su redención. Cristo delante de Dios es eternamente eficaz. El se ha convertido en cenizas. El derramamiento de Su sangre es eternamente eficaz. Aun la sangre se ha convertido en cenizas. Se cumplió la obra de redención. La vaca roja tipifica la obra redentora del Señor, y ahora esta obra se ha convertido en cenizas.

Se han agregado tres otras cosas a la ofrenda: madera de cedro, hisopo y escarlata. En la Biblia, cuando la madera de cedro y el hisopo son puestos juntos, se denota todo el universo creado. En 1 Reyes 4:33 vemos que Salomón tenía gran sabiduría. El habló de todos los árboles, desde el cedro hasta el hisopo. El abarcó todo, desde el alfa hasta el omega. El agotó todo el tema. La Biblia usa el cedro y el hisopo para representar todo el mundo. Poner la madera de cedro y el hisopo en el fuego significa que cuando el Señor Jesús fue juzgado por el pecado, no solo El fue quemado, sino que todos nosotros fuimos quemados también. Dios ha juzgado a todo hombre en la persona de Jesús de Nazaret. Cuando el fuego pasó sobre El, usted y yo, la madera de cedro y el hisopo, todo pasó por el mismo fuego. Todo en el mundo, ya sea grande o pequeño, dulce o amargo, rico o pobre, fue puesto sobre El y juzgado por Dios. La escarlata también fue echada al fuego. En Isaías 1:18 vemos que nuestros pecados son semejante a la escarlata. Por lo tanto, la escarlata denota el pecado. Dios no sólo nos juzgó, sino que juzgó también nuestros pecados. Todos los pecados fueron incluidos con el Señor Jesús. Cuando El fue juzgado por Dios, nuestros pecados fueron juzgados también. Todos los problemas relacionados con el pecado fueron también juzgados. Por lo tanto, el echar madera de cedro, hisopo, y escarlata al fuego indica que todo el mundo y todos los pecados del mundo han pasado por el fuego junto con el Señor Jesús y se han convertido en cenizas. Las cenizas incluyen toda la obra del Señor Jesús. También nos incluyen a nosotros y a nuestros pecados. Estas cenizas tienen una eficacia eterna. Por lo tanto, esta obra tiene una eficacia que llena todos los requisitos de Dios. Estas cenizas son guardadas fuera del campamento en un lugar limpio.

De Números 19:11 en adelante, vemos la función de las cenizas. “El que tocare cadáver de cualquier persona será inmundo siete días. Se purificará con aquella agua el día tercero…” El versículo 9 nos habla de esta agua de purificación. “Y un hombre limpio recogerá las cenizas de la vaca y las pondrá fuera del campamento en lugar limpio, y se guardará para la asamblea de los hijos de Israel para el agua de purificación; es agua para purificar por el pecado”. La impureza de la que se habla aquí se refiere a la impureza de tocar un cadáver. ¿Por qué es considerado impuro el tocar un cadáver? Sencillamente porque la muerte es la evidencia de pecado. Sin el pecado no existiría la muerte. Por lo tanto, donde hay muerte, hay también pecado. Un cadáver quiere decir que el pecado ha cumplido su obra. El resultado de la obra del pecado es la muerte. Por esta razón, el Antiguo Testamento usa la lepra como símbolo del pecado curable y un cadáver como símbolo del pecado incurable. Cuando un hombre muere en delitos y pecados y está muerto en su carne, él es un cadáver. El Señor Jesús habla de estos muertos. El nos dijo que dejáramos que los muertos enterraran a sus muertos (Mt. 8:22). Si usted toca a estos muertos, tiene relación con el mundo, desarrolla una amistad con él y vive en el mundo, es decir, está tocando cadáveres. Si usted toca cadáveres, indudablemente se infectará, y se ensuciará con impurezas. Cuando los cristianos pecan y fracasan por tocar el mundo, necesitan las cenizas.

Las cenizas son la obra de la cruz. Son puestas en el agua corriente (Nm. 19:17) y llegan a ser el agua para la impureza. El agua viviente tipifica al Espíritu Santo. Cuando los hijos de Israel viajaban, en una ocasión golpearon la peña y salió de ella agua viviente (Ex. 17:6). En 1 Corintios 10:4, vemos que la roca era Cristo. Por lo tanto, el agua viviente se refiere a lo que fluye de Cristo, lo cual es el Espíritu Santo. Tomar el agua viviente y convertirla en agua para la impureza quiere decir que existe la necesidad de que el poder del Espíritu Santo esté sobre nosotros. Sin la obra del Espíritu Santo, la obra del Señor sería en vano. Si sólo tenemos las cenizas de la vaca roja sin el agua viviente, no serían de mucha utilidad. Con la obra del Señor Jesús, todavía existe la necesidad del Espíritu Santo. La mezcla de las dos obras es lo único que nos permite ser purificados y limpiados. El Señor Jesús no tiene que morir de nuevo. Solamente aplicamos la eficacia de la obra que el Señor hizo una vez y para siempre para nuestra limpieza. Las cenizas de la vaca roja representan la eficacia eterna e inmutable de la obra del Señor en la cruz. Esta es la eficacia que nos limpia. Debido a que el Señor Jesús murió, la eficacia de Sus cenizas es eterna, y por medio del Espíritu Santo El nos está aplicando esta eficacia.

Cada vez que pecamos, no tenemos que traerle de nuevo un toro a Dios. La eficacia de la obra del Señor de hace dos mil años continúa hasta hoy. Por medio de esas cenizas somos limpios.

¿Qué sucede si un hombre no está limpio? Números 19:12 dice: “Se purificará con aquella agua el día tercero y el día séptimo, y será limpio; pero si no se purificare el día tercero y el día séptimo, no será limpio”. ¿Por qué no está limpia esta persona sino hasta el séptimo día? Este hombre se limpia en el tercer día, pero no está limpio hasta el séptimo día. El no estará limpio hasta el séptimo día porque la meta es el séptimo día, no el tercero. El tercer día es el día que el Señor Jesús resucitó. Después de resucitar, El Señor nos dio la palabra del perdón de pecados. ¿Qué es entonces el séptimo día? En la Biblia el séptimo día es el sábado. Hebreos 4:9 nos dice que existe otro sábado. Este es el gran sábado universal que acontecerá en el milenio. Esto quiere decir que una persona que no esté limpia en la edad de la resurrección del Señor no estará limpia en la edad del reino. Si está limpia hoy en la edad de la resurrección del Señor, estará limpia en el séptimo día, la edad del reino. El tercer día es para el séptimo día. El problema está relacionado con el séptimo día. El problema de la eternidad ya está resuelto. El problema de ser hijos de Dios en esta era también está resuelto. Todos los demás problemas están resueltos. Hoy el único problema es el siguiente: ¿estaremos limpios en el reino?

Leamos el final de esta porción, Números 19:13: “Todo aquel que tocare cadáver de cualquier persona, y no se purificare, el tabernáculo de Jehová contaminó”. ¿Qué es el tabernáculo de Jehová [del Señor]? Hoy el tabernáculo de Jehová no es un salón de reuniones ni una capilla. Hoy el tabernáculo de Jehová es nuestro cuerpo. Si un hombre destruye su cuerpo, Dios lo destruirá a él (1 Co. 3:17). Si un hombre contamina su cuerpo, Dios dirá: “Aquella persona será cortada de Israel” (Nm. 19:13b). Tal persona será cortada de Israel. No dice que será cortada de Egipto, sino de Israel. Esto quiere decir que durante el tiempo en que los hijos de Dios reinen en el reino, tal persona será dejada fuera. Si una persona no está limpia hoy, se quedará fuera del reino en el futuro.

A continuación leemos: “Por cuanto el agua de la purificación no fue rociada sobre él, inmundo será, y su inmundicia será sobre él”. Todos los pecados no confesados y todos los pecados que no han pasado a través de la sangre del Señor Jesús dejan su suciedad en la persona. Esta suciedad hará perder a tal persona su parte en el reino venidero. A la inversa, aquellos que han sido limpiados por el agua de la purificación estarán limpios en el reino. Permítanme decirle algo: ningún pecado del cual nos hemos arrepentido, que ha sido confesado y puesto bajo la sangre del Señor Jesús, y sobre el cual fueron aplicadas las cenizas, podrá levantar cabeza en el tribunal de Cristo. El agua de la purificación es capaz de remover impurezas porque el poder de la sangre está en ella. Es el poder de la redención en esta agua la que capacita a esta persona para sacar la inmundicia. Todo pecado sobre el cual no se ha aplicado la eficacia de la redención del Señor dejará inmunda a la persona hasta el “séptimo día”. Por lo tanto no permita que sus pecados permanezcan en usted. Tiene que remover la inmundicia con las cenizas del Señor Jesús. Le doy gracias al Señor por el hecho de que el Hijo de Dios no tiene que morir otra vez por mí. Estoy limpio por Sus cenizas. Pero es insensato y también peligroso permitir que cualquier impureza permanezca.