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LAS MEDIDAS QUE DIOS HA TOMADO CON RESPECTO A LOS PECADOS DE LOS CREYENTES:LA DISCIPLINA Y LA RECOMPENSA
CAPÍTULO VEINTE
LAS MEDIDAS QUE DIOS HA TOMADO CON RESPECTO A LOS PECADOS DE LOS CREYENTES:LA DISCIPLINA Y LA RECOMPENSA
Necesitamos diferenciar dos asuntos en la Biblia: la disciplina que Dios ejerce sobre los creyentes en esta era y la salvación que les otorga en la eternidad. En el mensaje anterior vimos la primera diferencia. En este mensaje, veremos la segunda. El libro de Hebreos trata de la disciplina de los creyentes. Ahora necesitamos ver cuáles son las clases de gente que Dios disciplina y cuál es el propósito de esta disciplina.
EL MOTIVO Y EL PROPÓSITO DE LA DISCIPLINA
Hebreos 12:5-6 dice: “Y habéis olvidado por completo la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: „Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por El; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo hijo que recibe‟”. Aquí podemos ver claramente que el motivo de la disciplina es el amor de Dios. Los que reciben la disciplina de Dios son los hijos de Dios. El que no es hijo de Dios, Dios no lo disciplina. En la Biblia no se puede encontrar que Dios disciplina al incrédulo. Dios no pierde Su tiempo ni Su energía en disciplinar a todos los que viven en esta tierra. Así es en cuanto a nosotros: no disciplinamos a los niños de nuestros vecinos. Si los niños de nuestros vecinos no se visten bien o si no se portan apropiadamente, nosotros no los disciplinamos. Sólo cuando se trata de nuestros niños los disciplinamos. Por lo tanto, la esfera de la disciplina está limitada solamente a cristianos, y el motivo de la disciplina es el amor. Dios no disciplina al hombre porque lo odia. Él disciplina al hombre porque lo ama. Apocalipsis 3:19 también dice que Dios disciplina por causa del amor que tiene por ellos.
Hebreos 12:7-8 dice: “Es para vuestra disciplina que soportáis; Dios os trata como a hijos. Porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos”. Así que, la disciplina está limitada solamente a hijos. El versículo 9 dice: “Además, tuvimos a nuestros padres carnales que nos disciplinaban, y los respetábamos. ¿Por qué no nos someteremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?”. Si nosotros aceptamos la disciplina de nuestros padres carnales, cuánto más aún debemos aceptar la disciplina de nuestro Padre, el Padre de los espíritus.
El versículo 10 dice: “Porque ellos, por pocos días nos disciplinaban como les parecía, pero El para lo que es provechoso, para que participemos de Su santidad”. Esto nos dice el propósito de la disciplina. Dios no nos disciplina porque le gusta hacerlo; ni tampoco porque quiere que suframos. El nos disciplina para que podamos participar de Su santidad. Si un cristiano vive de una manera muy disoluta en esta tierra, sin manifestar la naturaleza y santidad de Dios, la mano de Dios caerá fuertemente sobre éste. A Dios no le gusta disciplinarnos. Su propósito es manifestar Su santidad en nosotros. El dejará de disciplinarnos solamente cuando Su santidad se manifieste en nosotros. Por lo tanto, vemos que la disciplina no prueba que nosotros no somos del Señor. Al contrario, prueba que sí le pertenecemos. El que no pertenece al Señor no necesita la disciplina. Solamente los que le pertenecen al Señor están calificados para ser disciplinados.
Hay una gran diferencia entre el castigo y la disciplina. La disciplina que Dios ejerce sobre Sus hijos no es castigo. Aun cuando Dios los corrige, esa corrección no es castigo, sino disciplina. La disciplina tiene una meta definida, la cual es que nosotros podamos participar de la santidad de Dios para no vivir insensatamente día tras día. Después de que un cristiano crea en el Señor Jesús, aunque nunca perderá su salvación, es posible que reciba una disciplina severa de parte de Dios. Nunca debemos decir que un cristiano puede hacer lo que quiera después de ser salvo. La Biblia nos dice claramente que después que un cristiano es salvo, aunque sea derrotado y caiga, no perecerá eternamente ni perderá la vida eterna. Sin embargo, recibirá la corrección de Dios en la tierra hoy.
No debemos cometer el error de pensar que porque somos salvos eternamente, podemos vivir negligentemente en esta tierra. Nadie puede rebatir el hecho de que una vez que una persona es salva, es eternamente salva. Es un hecho. Si un cristiano desenfrena su concupiscencia, comete pecado, cae en deshonra, y no tiene la santidad de Dios, Dios extenderá Su mano y lo disciplinará usando el medio ambiente del creyente, su familia, su salud personal, y sus planes futuros. Es posible que se enfrente con problemas familiares o sufra muchas enfermedades y desgracias en su medio ambiente. El propósito de Dios al permitir que estas cosas le sucedan no es de castigarlo; no le han acontecido para crearle un mal rato, sino para hacer que participe de Su santidad y llegue a ser digno de la gracia de Su llamamiento. Este es el entendimiento apropiado de la salvación.
Uno no debe decir que si un cristiano no hace lo bueno, Dios lo negará como hijo y lo echará fuera como a un perro. Si alguien dijera tal cosa, o está ciego a la obra de la cruz de Cristo, o piensa que la obra de Cristo es un asunto muy liviano.
La Biblia nos muestra que la salvación es eterna. Al mismo tiempo, la Biblia también nos muestra que hay castigos bastante severos para los creyentes. Si nosotros fracasamos, sufriremos mucho castigo. Dios quiere que participemos de Su santidad. En esta tierra El quiere que vivamos como hijos de Dios. Dios no nos quiere intimidar con el infierno para que procuremos la santidad. La salvación viene a nosotros absolutamente por la gracia, pero Dios tiene Su manera de guiarnos hacia Su santidad. El permite que nos enfrentemos a muchas cosas en nuestras familias, en nuestros cuerpos, en nuestra carrera, y en nuestro medio ambiente para que nos volvamos de nuevo a El. Este es el propósito de la disciplina.
Ananías y Safira eran creyentes; ellos eran salvos. Cometieron el pecado de mentirle al Espíritu, y recibieron una disciplina muy severa (Hch. 5:1-10). Anteriormente, yo creía que tal vez Ananías y Safira no fueran salvos. Al leer la Biblia cuidadosamente, uno tiene que reconocer que ellos eran salvos porque estaban con los discípulos en el tiempo del Pentecostés. Además, también hicieron una ofrenda. Ellos sólo buscaban vanagloria. Sus pecados no eran tan severos como uno creería. No se embriagaron ni fornicaron. El hecho de que ellos fueron removidos del mundo fácilmente prueba que ellos eran creyentes. Si ellos hubiesen sido gente mundana, probablemente habrían vivido mucho más. El hecho de que fueron removidos rápidamente del mundo prueba que eran nuestros hermanos.
Los creyentes corintios no respetaron la reunión de la mesa del Señor. Ellos no respetaron el Cuerpo del Señor, y trataron la cena del Señor indignamente. ¿Cuáles fueron los resultados de estas cosas? Pablo dice en 1 Corintios 11:29-30: “Porque el que come y bebe, sin discernir el cuerpo, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos debilitados y enfermos entre vosotros, y muchos duermen”. La mano disciplinaria de Dios causa que los creyentes se enfermen, se debiliten y aun mueran. Dios trató a los corintios de esta manera debido a que ellos habían tratado el Cuerpo del Señor indignamente. No vieron la muerte del Señor ni la obra de Cristo, ni vieron el Cuerpo de Cristo. No vieron el respeto que le debían rendir al Señor Jesús, ni tampoco vieron su debida posición en el Cuerpo de Cristo. Esto dio por resultado debilidad, enfermedad, y aun la muerte. Después que pecaron, Dios los disciplinó.
El versículo 32 dice: “Mas cuando el Señor nos juzga, nos disciplina para que no seamos condenados con el mundo”. Hay un propósito con la disciplina de Dios, el cual es salvarnos de la condenación en el futuro. Dios nos disciplina para que no caigamos en la condenación que recibirá el mundo. En otras palabras, la disciplina prueba que somos salvos. La disciplina preserva nuestra salvación. La manera en que Dios actúa y la nuestra son totalmente diferentes. Nosotros creemos que si les decimos a los creyentes que son salvos, ellos serán irresponsables y desenfrenados. Dios no es así. El proclama clara y absolutamente, y sin limitaciones a todos aquellos que creen en El que todos los que creen tienen vida eterna y no perecerán. Pero al mismo tiempo tiene Su manera de salvarnos de pecar y de guardarnos de ser cristianos libertinos y desenfrenados. Su disciplina es un substituto para condenación. Tal vez el hombre crea que la condenación es el mejor método para guardarnos de pecar, pero Dios no usa este método. Más bien, El usa el método de la disciplina. Es muy claro que Dios separa a los creyentes de la gente mundana por medio de la disciplina. Se deben distinguir claramente la disciplina y la salvación. La disciplina es ejercida solamente en el presente y no tiene nada que ver con nuestra salvación eterna.
En 1 Corintios hay un buen ejemplo que nos muestra que la disciplina de un cristiano prueba que es salvo. Aunque un cristiano haya cometido un pecado muy vil, sigue siendo salvo. En 1 Corintios 5 habla acerca de un cristiano que cometió adulterio y eso con su propia madrastra. Tal acto ni aun se encontraba entre los incrédulos. Los que conocen bien la ley de Moisés dirían que una persona así por seguro perecería e iría al infierno. Pero sorprendentemente, en 1 Corintios podemos ver claramente que en el caso de ese hermano que había cometido un pecado tan grave y vil, un pecado no cometido por gente común, Pablo dijo que con el poder del Señor Jesús lo entregó a Satanás para la destrucción de su carne. Esto se hizo con el fin de que Satanás exhibiera su poder en el cuerpo del hermano para debilitarle, enfermarle, y aun darle muerte. El propósito de Pablo al hacerlo fue que el hermano pudiera ser salvo en el día del Señor. La disciplina es algo que se ejerce en esta vida. No está relacionada en lo absoluto a la salvación en la eternidad. Si dependiera de nosotros, diríamos: “Se acabó para él. A pesar de que éste ha sido salvo, por seguro perecerá de nuevo por haber cometido un pecado tan vil”. Sin embargo, Pablo dice que éste no perecerá a pesar de haber cometido tal pecado. Una persona salva puede sufrir una disciplina temporal, pero no puede ser castigada con la perdición eterna. Esta es la enseñanza de Pablo. Un cristiano puede ser disciplinado temporalmente en esta edad, pero no perecerá eternamente. Puede ser que necesitemos disciplina, pero aún seremos salvos en la eternidad. Muchas veces en el Nuevo Testamento Pablo hizo una distinción clara entre estas dos cosas. La destrucción que se menciona aquí y el sueño mencionado anteriormente están relacionados al cuerpo solamente; no se refieren al espíritu. Los asuntos del espíritu y de la salvación eterna ya fueron decididos cuando creímos en el Señor.
Algunas personas tienen problemas con 1 Juan 5:16, donde dice que no debemos pedir por ninguno que ha cometido un pecado de muerte. Ellos tienen este problema porque no entienden la Palabra de Dios. Creen que un pecado de muerte como el que se menciona aquí se refiere a la perdición. Pero en realidad no existe tal cosa. En 1 Juan 5:16 se habla de ciertas personas que pecaron a tal punto que Dios permitió que murieran y que su carne fuese removida de este mundo. La muerte mencionada en 1 Corintios 11, la destrucción en 1 Corintios 5, y la muerte de Ananías y Safira son muertes de la carne y no tienen nada que ver con la muerte del espíritu. La disciplina está totalmente relacionada con el cuerpo. Por lo tanto, muchos pasajes de la Biblia que parecen decir que los creyentes pueden perecer en realidad hablan de la disciplina.
RECOMPENSA Y DÁDIVA
Ahora queremos ver la tercera diferencia, es decir, la diferencia entre la recompensa y la dádiva, en otras palabras, la diferencia entre el reino y la vida eterna. Hay muchos cristianos en la iglesia hoy que no pueden diferenciar entre el reino de los cielos y la vida eterna. Creen que el reino de los cielos es la vida eterna y que la vida eterna es simplemente el reino de los cielos. Ellos han confundido la Palabra de Dios, tomando el requisito para recibir el reino como el requisito para la preservación de la vida eterna. Toman la pérdida del reino como la pérdida de la vida eterna. Sin embargo, la distinción entre estos dos asuntos está presentada claramente en la Biblia. Uno puede perder el reino de los cielos, pero no la vida eterna. Uno puede perder la recompensa, pero no la dádiva.
Entonces, ¿qué es la recompensa, y cuál es la dádiva? Nosotros fuimos salvos debido a la dádiva. Dios nos dio esta dádiva gratuitamente por Su gracia; por lo tanto, fuimos salvos. Pero la recompensa tiene que ver con la relación entre nosotros y el Espíritu Santo después que fuimos salvos. Cuando fuimos salvos, fuimos relacionados con Cristo. Esta relación nos permite obtener la dádiva que nosotros absolutamente no merecen recibir. Asimismo, después de haber sido salvos, tenemos una relación con el Espíritu Santo. Esta relación nos permite obtener la recompensa que de otra manera jamás obtendríamos por nosotros mismos. Si alguien cree en el Señor Jesús como Salvador, aceptándolo como vida, éste es salvo delante de Dios. Después de que él es salvo, Dios inmediatamente lo pone en un camino, para que corra en la carrera y obtenga la recompensa puesta delante de él. Un cristiano es salvo debido al Señor Jesús. Después de ser salvo, tiene que manifestar por el Espíritu Santo la victoria de Cristo día tras día. Si uno hace esto, al final de la carrera obtendrá la gloria celestial y la recompensa celestial de parte de Dios.
Por consiguiente, la salvación es el primer paso de este camino, y el premio es el último paso. Sólo los salvos están calificados para ganar el premio. Los que no son salvos no lo están. Dios nos ha dado dos cosas en vez de una. Dios pone la dádiva delante de la gente mundana y pone la recompensa delante de los cristianos. Cuando uno cree en Cristo, recibe la dádiva. Cuando uno sigue a Cristo, recibe la recompensa. La dádiva se obtiene por fe, y es para la gente del mundo. La recompensa se obtiene por ser fiel y hacer buenas acciones y es para los cristianos.
Hay un gran error en las iglesias hoy en día. El hombre piensa que la salvación es lo único y que no hay nada más aparte de la salvación. El considera que el reino de los cielos y que la vida eterna son la misma cosa. Considera que puesto que uno es salvo cuando cree, ya no necesita preocuparse por las obras. Pero la Biblia hace una distinción entre la parte de Dios y la parte del hombre. Una parte es la salvación que Dios nos da, y la otra parte es la gloria del reino milenario. Ser salvo no tiene nada que ver con nuestras obras. Una vez que alguien cree en el Señor Jesús, es salvo. Pero después de su salvación, Dios inmediatamente le pone la segunda cosa por delante, diciéndole que además de la salvación hay una recompensa, una gloria venidera, una corona y un trono para él. Dios pone Su trono, corona, gloria y recompensa delante de los creyentes. Si uno es fiel, los obtendrá. Si no es fiel, los perderá.
Por lo tanto, no decimos que las buenas obras son inútiles. Sin embargo, decimos que las buenas obras son inútiles en lo que la salvación concierne. El hombre no puede ser salvo por sus buenas obras; ni tampoco puede ser excluido de la salvación por sus obras malignas. Las buenas obras se aplican a la recompensa, la corona, la gloria, y el trono. Las buenas obras son inútiles con respecto a la salvación. Dios no puede permitir que el hombre sea salvo por sus obras; ni tampoco permitirá que el hombre sea recompensado por su fe. Dios no puede permitir que el hombre perezca por sus malas obras. Dios puede determinar solamente la salvación o perdición del hombre por el hecho de que éste crea o no en Su Hijo; ni tampoco puede determinar si un hombre recibe de Su gloria por el hecho de que crea o no en Su Hijo. Si usted tiene o no tiene al Hijo de Dios dentro de usted determina el asunto de la vida eterna o la perdición. Sea que tenga buenas obras o no delante de Dios determinará el asunto de recibir la recompensa y la gloria. En otras palabras, Dios nunca salvará a una persona porque tenga méritos, y nunca recompensará a otra que no tenga méritos. Si alguien tiene méritos, no por éstos Dios lo salvará. Por otro lado, Dios nunca recompensará a uno que no tenga mérito. El hombre tiene que presentarse delante de Dios totalmente desvalido y sin méritos para que Dios lo salve. Pero después de la salvación, debemos ser fieles, y tenemos que esforzarnos por hacer buenas obras mediante Su Hijo Jesucristo para obtener la recompensa.
No pensemos que las buenas obras son inútiles. Estamos diciendo que las buenas obras son inútiles para la salvación. Las buenas obras no tienen en lo absoluto nada que ver con la salvación. La salvación depende de si uno se arrepiente o no de su posición anterior. Depende de si uno se arrepiente de su pasado y crea en la obra de la cruz y en la resurrección como evidencia de su justificación. Este es el meollo de todos los problemas. Las obras están relacionadas a la recompensa. Las obras sí son útiles, pero solamente cuando se trata de la recompensa.
El problema de hoy es que la gente no hace diferencia entre la salvación y el reino. En la Biblia hay una distinción clara entre la salvación y el reino, también entre la dádiva y la recompensa. Debido a que la gente no hace diferencia entre estas cosas, la cuestión de la salvación no se entiende ni se explica bien, ni tampoco la de la recompensa. Dios nunca ha puesto la recompensa delante de los incrédulos. Dios sólo quiere que los que no son salvos obtengan la salvación. Sin embargo, después de que son salvos, Dios pone la recompensa delante de ellos para que se esfuercen, prosigan y corran tras ella. La salvación no es el último paso de la experiencia cristiana, sino que es el primer paso. Después que hemos sido salvos, tenemos que correr tras la recompensa delante de nosotros y procurar obtenerla. El problema es que pensamos que nuestra salvación es la recompensa. Los pecadores piensan que la salvación es igual a obtener la recompensa, por lo tanto ellos confían en sus obras. Los cristianos piensan que la gloria es simplemente la gracia, y por lo tanto han llegado a ser insensatos en su vivir. Por favor, aplique las obras a la recompensa solamente y la gracia a la salvación.
Por medio de la salvación, Dios separa a los salvos de los no salvos. El separa a los que tienen vida eterna de los que han sido condenados. De igual manera, Dios también separa a Sus hijos en dos grupos conforme a Su recompensa. Así como la salvación separa a la gente del mundo, de igual manera la recompensa separa a los hijos de Dios. Dios separa a Sus hijos en obedientes y desobedientes. En cuanto a la gente del mundo, es un asunto de los que tienen fe y de los que no la tienen. Con respecto a los cristianos, es un asunto de ser fiel o infiel. Con respecto a los incrédulos, es cuestión de ser salvo o no ser salvo. En cuanto a los cristianos, es asunto de tener o no tener la recompensa. El problema que los hijos de Dios tienen hoy es que ellos magnifican mucho la salvación; todo lo que ven es solamente la salvación. Piensan que sólo cuando se ocupan de sus obras, podrán ser salvos. Como resultado, no tienen tiempo para proseguir tras la recompensa. Si uno no ha pasado la primera puerta, no puede pasar la segunda. Que Dios tenga misericordia de nosotros para que nos demos cuenta de que el asunto de la salvación está ya resuelto. Está afirmado, porque ya fue logrado por el Señor Jesús. Fue totalmente consumado. Hoy en día, tenemos que luchar por la recompensa delante de nosotros. Habrá una gran distinción en el reino: algunos tendrán gloria, y otros no.
Ahora debemos ver cuáles son las bases para dar esta recompensa. La Palabra de Dios dice que se recibe la recompensa por las obras. De la misma manera que la Biblia dice claramente que la salvación es por fe, igualmente afirma que la recompensa es por obras. La Biblia nos revela que la salvación es por la fe de los pecadores, y la recompensa es por las obras de los cristianos. La fe está relacionada con la salvación; esto está más que claro. Las obras están relacionadas con la recompensa; esto también está más que claro. Uno no debe mezclar estas dos cosas.
Romanos 4:4 dice: “Ahora bien, al que obra no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda”. Darle una recompensa a uno que labora no es gracia, sino deuda. En otras palabras, ¿cómo puede uno obtener una recompensa? La recompensa se obtiene por obras y no por gracia.
Apocalipsis 2:23 dice: “Y a los hijos de ella heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que Yo soy el que escudriña entrañas y corazones; y os daré a cada uno según vuestras obras”. Este versículo dice que el Señor hará que todas las iglesias sepan que El es quien escudriña el hombre interior y el corazón, y dará a cada uno de acuerdo a sus obras. En otras palabras, El recompensará a cada uno según sus obras. ¿Cómo recompensa El? Lo hace según nuestras obras. Por supuesto, esta obra no es nuestra propia obra. Nosotros sólo lavamos nuestras ropas en la sangre para que estén blancas. Cuando el Espíritu Santo vive a Cristo en nosotros, tenemos las obras de un cristiano. Algunos vivirán a Cristo y otros no. Todas las riquezas provienen de Cristo. Todo el poder también tiene su fuente en Cristo. Pero algunos permitirán que el Señor opere en ellos y otros no. Por lo tanto, este versículo nos muestra claramente el asunto de la recompensa. La recompensa depende de si un cristiano es digno o no. Hoy día, Dios no salvará a una persona que es digna, y en el futuro Dios no recompensará a un cristiano que no es digno.
En 1 Corintios 3:14 dice: “Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa”. Aquí dice que si su obra permanece, él será recompensado. No dice que si su fe permanece, será recompensado. La recompensa depende de la obra de cada uno. La Biblia distingue claramente entre la salvación y la recompensa. Nunca mezcla la salvación y la recompensa, ni tampoco mezcla la fe y la obra. Sin fe, el hombre no puede ser salvo. Sin buenas obras, el hombre no puede ser recompensado. La obra de cada uno tiene que ser juzgada ante el tribunal de Cristo y pasar por el escrutinio de los ojos ardientes, antes de que exista la posibilidad de recibir una recompensa.
Lucas 6:35 dice: “Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada, y será vuestro galardón grande”. El galardón se debe completamente a la obra de cada uno. Prestarle dinero a otro sin esperanza de devolución es la obra de uno, y amar a su enemigo también es su obra. Uno tiene que hacer esto para obtener una recompensa. En ninguna parte la Biblia dice que uno tiene que amar a sus enemigos y hacer bien antes de que pueda recibir vida eterna. Ni tampoco hay un versículo que diga que uno tiene que prestar a otros antes de poder ser salvo, o que tiene que prestar a otros para evitar la perdición. Pero sí hay un versículo que dice que si uno presta a otros y les hace bien, su recompensa en el cielo será grande. La recompensa se da por obras y no por fe. La fe lo puede salvar, pero no lo puede ayudar a obtener la recompensa.
En 2 Timoteo 4:14 dice: “Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pagará conforme a sus hechos”. Este versículo nos da un ejemplo. Un cristiano estaba tratando de herir a Pablo; había pecado en contra de Pablo. Era un cristiano, no era alguien del mundo. En el futuro, los cristianos serán recompensados delante de Dios según sus obras.
LA RECOMPENSA ES EL REINO DE LOS CIELOS
Prosigamos adelante. Mucha gente sabe que hay una diferencia entre la salvación y la recompensa. Pero hay muchas personas que no ven lo que es la recompensa. En la Biblia, lo que el Señor Jesús o lo que los apóstoles hablaron concerniente a la recompensa y al reino no lo hablaron superficialmente, ni tampoco lo que hablaron concerniente a la dádiva y a la vida eterna. Cuando el Señor Jesús dice en el Evangelio de Juan que El da vida eterna a Sus ovejas, El habla realidad y no palabras vanas (Jn. 10:28). Romanos 6 dice que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (v. 23). Está muy claro que la dádiva de Dios es vida eterna. Entonces, ¿qué es la recompensa? La Biblia nos muestra claramente que la recompensa es la corona, el trono y el reino de los cielos. El reino de los cielos es la recompensa. En la Biblia hay tres aspectos del reino de los cielos. En el primer aspecto, el reino de los cielos es la manifestación de la autoridad de Dios hoy; es la manifestación de la soberanía de Dios. La Biblia la llama el reino de los cielos. El segundo aspecto es la autoridad de los cielos que controla y limita al hombre. Esto también se llama el reino de los cielos. Sin embargo, hay un tercer aspecto del reino de los cielos, y éste se refiere a la recompensa.
El sermón que el Señor dio en el monte (Mt. 5—7) habla del reino de los cielos. Estas enseñanzas del Señor nos dicen cómo el hombre puede entrar en el reino de los cielos. Mateo 5—7 habla reiteradamente del asunto de la recompensa. Vemos muy claramente que las palabras “el reino de los cielos” y la palabra “recompensa” se encuentran muchas veces juntas. Muchos están familiarizados con las Bienaventuranzas. Los orientales las llaman las Ocho Bendiciones. Realmente hay nueve bendiciones en las Bienaventuranzas. Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios. También, bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. El reino de los cielos se menciona dos veces en estas bendiciones. Al final el Señor dice: “Bienaventurados sois cuando por Mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Regocijaos y exultad, porque vuestra recompensa es grande en los cielos” (Mt. 5:11-12). Aquí tenemos que admitir que la recompensa es el reino de los cielos. El Señor empieza diciendo que todas estas clases de gente son bienaventuradas porque el reino de los cielos les pertenece. Al final, El dice que esta gente es bienaventurada porque su recompensa es grande en el cielo. Estas frases paralelas nos muestran que el reino de los cielos es la recompensa de Dios y no hay diferencia entre las dos.
En el sermón del monte, el Señor mencionó el asunto de la recompensa muchas veces porque esta porción se trata del reino. Mateo 5:46 dice: “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis?” Mateo 6:1-2 dice: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos por ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, des limosna, no toques trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa”. El versículo 5 dice: “Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas … ya tienen toda su recompensa”. El versículo 16 dice: “Y cuando ayunéis, no seáis como los hipócritas que ponen cara triste … ya tienen toda su recompensa”. El versículo 4 dice: “para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará”. El versículo 6 dice: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. La última parte del versículo 18 dice: “Y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará”. Todo lector de la Biblia está de acuerdo que el punto principal del sermón del monte en Mateo 5—7 es el reino de los cielos. Pero aquí, la recompensa se menciona también reiteradamente ya que el reino de los cielos es la recompensa.
En Mateo 16:27-28 dice: “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de Su Padre con Sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno conforme a sus hechos”. Dios recompensará o castigará a una persona salva conforme a sus hechos. “De cierto os digo: Hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino”. Aquí tenemos tres verdades. Primero, el hombre será recompensado conforme a sus obras. La recompensa está totalmente basada en las obras. Segundo, ¿cuándo será entregada la recompensa? Será entregada cuando Cristo venga en la gloria de Su Padre con Sus ángeles. Cuando Cristo venga en la gloria de Su Padre con Sus ángeles, El establecerá Su reino en la tierra. Por lo tanto, sólo cuando comience el reino, comenzará la recompensa. Tercero, aquí tenemos un tipo que habla de un hecho. La transfiguración del Señor en el monte tipifica Su manifestación en gloria en el reino venidero. En ese tiempo algunos creyentes serán recompensados.
Los versículos de Mateo 6 que recién leímos acerca del dar, el orar y el ayunar, todos incluyen recompensa. Algunos piensan que la recompensa por orar es que Dios contesta nuestras oraciones. Pero éste no es todo el significado. El Señor Jesús dice que tenemos que orar a nuestro Padre quien está en secreto, y nuestro Padre quien ve en lo secreto nos recompensará. Es posible que esto se pueda interpretar como la respuesta que el Padre da a nuestras oraciones. Sin embargo, en la primera parte, donde el Señor menciona el dar limosnas, y en la segunda parte, donde menciona el ayuno, El dice: “Y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará”. Esta recompensa se refiere a algo en el futuro. Además, el Señor dice que tenemos que orar al Padre quien ve en lo secreto. No dice que el Padre oye en lo secreto, sino que ve en lo secreto. Cuando Dios entregue la recompensa en el futuro, El la dará conforme a lo que El ve. Dios ve con Sus ojos. Por lo tanto, es la recompensa lo que nos dará en el futuro.
Apocalipsis 11:15 dice: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: El reinado sobre el mundo ha pasado a nuestro Señor y a Su Cristo; y El reinará por los siglos de los siglos”. El versículo 18 dice: “Y se airaron las naciones, y Tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a Tus esclavos los profetas, a los santos, y a los que temen Tu nombre, a los pequeños y a los grandes”. Este versículo nos muestra claramente que cuando el Señor llegue a ser el Rey, y el reinado sobre el mundo pase a nuestro Señor y a Su Cristo, ése será el tiempo de dar la recompensa a los santos, a los pequeños y a los grandes. En otras palabras, la edad del reino es el tiempo de la recompensa. Cuando venga el reino, también vendrá la recompensa.
Hay un punto adicional. La recompensa consiste de obtener la corona y el trono. En cierta ocasión un misionero del occidente me dijo: “Si no puedo obtener la corona, por lo menos obtendré el reino”. Pregúntele al Rey Eduardo de Inglaterra que si él perdiera su corona, ¿no perdería también el reino? ¿Qué es una corona? No es meramente oro labrado en forma de sombrero incrustado con diamantes. Esa clase de corona puede obtenerse con un poco de dinero.
¿Qué es una corona? Una corona representa posición en el reino. Además representa la gloria del reino. Si la corona fuera tan solo material, no tendría mucho significado. Si uno tuviera dinero, podría hacer una de oro. Si no tuviera dinero, podría hacer una de bronce o de hierro. Aun si uno fuera muy pobre, podría aún hacer una de tela. En el futuro, no será asunto del tamaño de una corona sobre la otra, ni tampoco de cuantos diamantes pueda tener una más que la otra. Una corona representa algo. Cuando uno pierde la corona, pierde lo que la corona representa. Tenemos que ver que la corona es un símbolo del reino.
¿Qué es el trono? La Biblia nos enseña que los doce apóstoles se sentarán en doce tronos. La corona es una recompensa para los vencedores, y el trono también es una recompensa para los vencedores. Por lo tanto, el trono también es un símbolo del reino. Representa posición, autoridad y gloria en el reino. Es imposible perder la corona y no perder el reino. De igual manera, no se puede perder el trono pero no el reino. Si uno pierde el trono, pierde también el reino. Asimismo, si uno pierde la corona, pierde también el reino. El trono y la corona no tienen ningún valor significativo por sí solos; estos simplemente representan el reino. En otras palabras, la recompensa es el reino. La Biblia nos enseña claramente que la recompensa es simplemente el reino.
JUICIO EN EL TRIBUNAL DE CRISTO
¿Cómo nos dará Dios la recompensa? El momento para ser recompensado es cuando Cristo vuelva otra vez a ejecutar juicio. Pedro nos dice que el juicio comienza por la casa de Dios. En el futuro, Dios juzgará primero a los cristianos, antes de juzgar a la gente del mundo. ¿En cuánto a qué nos juzgará Dios? El no nos juzgará en cuanto a la salvación eterna ni en cuanto a la perdición eterna. Ese juicio ya ha sido ejecutado en la cruz. Todos nuestros pecados han sido juzgados en la cruz, y el problema de la perdición eterna ha sido resuelto. No obstante, nosotros los cristianos seremos juzgados en el futuro. Ese juicio determinará si participaremos o no en el reino. Para algunos no sólo no habrá participación en el reino, sino que además habrá castigo. Para ese tiempo, Cristo establecerá Su tribunal y juzgará a Sus creyentes.
Leamos dos versículos que hablan claramente acerca de este asunto. En 2 Corintios 5:10 dice: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba por las cosas hechas por medio del cuerpo, según lo que haya practicado, sea bueno o sea malo”. Cada uno de nosotros quien ha creído en el Señor comparecerá ante el tribunal de Cristo. La palabra “tribunal” en el idioma original es béma y quiere decir una plataforma elevada. Béma era el lugar donde se resolvían los asuntos familiares. Este versículo dice que todos compareceremos ante el tribunal para que cada cual sea recompensado según lo que haya practicado. La salvación eterna o la muerte es un asunto de creer. Sin embargo, el juicio de un cristiano se ejecuta conforme a lo que practica, ya sea bueno o sea malo. Este es el juicio ante el tribunal de Cristo.
En cuanto al reino, hay unas cuantas cosas las cuales tenemos que saber. Si uno entra o no entra al reino es una de ellas. Aun si uno puede entrar en el reino, habrán diferencias entre las posiciones en el reino. Si uno no puede entrar en el reino, irá a las tinieblas o será castigado. Por lo tanto, después que hemos creído en el Señor, aunque nuestras buenas obras no pueden salvarnos, determinarán nuestro condición en el reino. Gracias a Dios que la pregunta acerca de nuestra vida eterna o muerte está ya determinada, pero todavía seremos juzgados ante el tribunal de Cristo. Ese juicio no es para determinar nuestra vida eterna o muerte. Es para determinar nuestra posición en el reino.
Hay más versículos en la Biblia que nos enseñan que los creyentes serán juzgados por el Señor Jesús ante el tribunal de Cristo. Entre estos, 1 Corintios 3 nos enseña muy claramente como seremos juzgados por el Señor ante el tribunal de Cristo. Primera Corintios 3:8 dice: “Ahora bien, el que planta y el que riega uno son; pero cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor”. Aquí el tema es cómo cada uno será recompensado conforme a su propia labor. El versículo 10 dice: “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como sabio arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica”. El fundamento es Jesucristo. La obra de cada uno es la manera cómo cada uno edifica. El material que usamos determina la manera cómo edificamos. Los versículos 12-15 dicen: “Y si sobre este fundamento alguno edifica oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego es revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego mismo la probará. Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno es consumida, él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego”. Este pasaje nos enseña que cada uno que está edificando sobre este fundamento es salvo. La obra que algunos sobreedifican permanecerá, y ellos serán recompensados. La obra de otros no permanecerá, y será consumida por fuego. Ellos sufrirán pérdida, aunque estos seguirán siendo salvos. Recordemos que aún queda un juicio por delante de nosotros. Ese juicio no determinará si perecemos o no, pero determinará si recibimos o no una recompensa.