El Evangelio de Dios | Watchman nee
LA MANERA DE SER SALVO LA FE VERSUS LA LEY Y LAS OBRAS
CAPÍTULO NUEVE
LA MANERA DE SER SALVO: LA FE VERSUS LA LEY Y LAS OBRAS
Durante los días pasados hemos visto que todo lo que el hombre tiene es pecado. También hemos visto que Dios lleva a cabo todas las cosas. El nos ama y nos da gracia. Dios ha logrado la justificación, causó que el Señor Jesús muriera y resucitara por nosotros. Incluso ha enviado al Espíritu Santo para convencernos e iluminarnos y darnos la fuerza para aceptar la obra de Dios. Permítanme hacer una pregunta muy natural. Puesto que Dios ha terminado toda Su obra, ¿qué debe hacer el hombre para ser salvo? Por Su parte, Dios lo ha hecho todo. Hoy El ha puesto esta obra terminada delante del hombre. Entonces, ¿cuál es la condición para que seamos salvos? Dios ha llevado a cabo la obra de redención. ¿Cómo puede el hombre ahora recibir la salvación? ¿Cómo puede la redención llegar a ser la salvación? ¿Cómo puede la propiciación llegar a ser la substitución? ¿Cómo puede el don de Dios dado a nosotros en Su Hijo ser trasmitido a nosotros en el Espíritu Santo? Estamos hablando de la condición para la salvación. ¿Qué debemos hacer nosotros para que nos pueda ser trasmitido lo que Dios ha hecho?
LA CONDICIÓN PARA LA SALVACIÓN: FE
Todos aquellos que leen la Biblia saben que la condición para la salvación es la fe. No existe otra condición excepto la fe. Debido a que el hombre cayó y es corrupto, sus pensamientos son perversos, y su carne pertenece a la ley, él piensa que debe hacer algo antes de que pueda ser salvo. Pero, la Biblia nos muestra que la única condición para nuestra salvación es la fe. Aparte de la fe no existe otra condición. El Nuevo Testamento nos dice claramente por lo menos ciento quince veces que cuando el hombre cree, es salvo, tiene vida eterna y es justificado. Cuando el hombre cree, obtiene todo esto. Además de estas ciento quince veces, la Biblia dice treinta y cinco veces que el hombre es justificado por la fe, o que llega a ser justo por medio de la fe. En el primer caso tenemos el verbo creer. En el segundo, tenemos el sustantivo fe. El verbo creer se usa ciento quince veces. Una vez que el hombre cree, es salvo (Hch. 16:31). Una vez que el hombre cree, tiene vida eterna (Jn. 3:36). Una vez que el hombre cree, es justificado. Además de estos versículos, se usa el sustantivo fe treinta y cinco veces. El hombre es salvo por medio de la fe. Recibe vida eterna por medio de la fe y es justificado por fe. Por lo tanto, en todo el Nuevo Testamento, por lo menos ciento cincuenta veces dice que el hombre es salvo, justificado y tiene vida eterna solamente por medio de la fe. No es un asunto de quién es uno o qué hace uno o qué puede uno hacer. Todo depende de que si cree. Todo depende de la fe.
Otro asunto que merece atención especial es que en todos estos ciento cincuenta casos de la fe y de creer, no se agrega ninguna otra condición. Estos versículos no dicen que el hombre debe creer y después hacer algo para recibir la vida eterna. No dicen que el hombre debe creer y hacer algo antes de que pueda ser justificado. Tampoco dicen que el hombre debe creer y hacer algo antes de que pueda ser salvo. La Palabra del Señor menciona la fe en una manera clara y definida. Ninguna otra cosa se mezcla o se agrega a la condición de la fe. Por lo tanto, la Biblia nos muestra claramente desde la perspectiva de Dios que no existe otra condición para la salvación aparte de creer.
En el Nuevo Testamento, uno de los libros más atesorados y más leídos es el Evangelio de Juan. Si uno lo lee cuidadosamente, verá que Juan escribió este libro con un solo propósito, a saber, el de decirnos cómo puede el hombre recibir la vida y ser salvo, y cómo puede ser librado de la condenación. El Evangelio de Juan menciona ochenta y seis veces que solamente por fe y no por otra cosa puede el hombre recibir la vida, ser justificado y evitar la condenación. Por consiguiente, la Biblia nos muestra clara, adecuada y simplemente que la salvación no se basa en lo que el hombre es, lo que tiene y lo que ha hecho. La Biblia nos muestra que cuando el hombre cree, recibe (Jn. 1:12). El recibe al creer.
Hemos dicho que la salvación y la redención son llevadas a cabo por Dios. Aun la manera y el plan para lograrlos son proporcionados por Dios. También hemos visto que la gracia es llevada a cabo por Dios por medio del Señor Jesús. Tenemos que recordar que si existe gracia por parte de Dios, entonces nosotros debemos tener fe por nuestra parte. Si extiendo mis manos para dar a un hermano una taza de té, él no puede recibirla por medio de extender su pie. Cualquier método que otros usen para darle cosas, usted tiene que recibirlas de la misma manera. El método de recibir debe ser el mismo que el de dar. Si otros le llaman por teléfono, entonces usted tiene que responder por medio de descolgar el teléfono. Si otros le escriben una carta, tiene que recibir la carta. La manera en que algo se recibe debe ser de la misma manera en que fue enviada.
Según la Biblia, la gracia es lo que Dios nos ha dado por medio de Jesucristo (1 Co. 1:4). Que El lo haga de esta manera está en el principio de la gracia. Ya que el dar concuerda con el principio de la gracia para Dios, entonces el recibir concuerda con el principio de la fe para nosotros. La fe y la gracia son dos principios inseparables. La gracia consiste en que Dios nos dé algo, y la fe consiste en que nosotros recibamos algo de Dios. La fe no es otra cosa que recibir lo que Dios nos ha dado en espíritu. Esto es absolutamente independiente de la obra. Sólo por este medio el hombre puede recibir la gracia de Dios.
Si recurrimos a cualquier otro medio, no seremos capaces de recibir la gracia de Dios. Aunque la Biblia nos muestra que por medio de la fe recibimos la gracia de Dios, muchas doctrinas se han levantado como resultado de un mal entendimiento del hombre. El hombre presenta teorías que están basadas en sus propios pensamientos y en su mente entenebrecida. Ellos incluyen qué debe él hacer antes de que pueda ser salvo. Así como el hombre ha fabricado ídolos con su corazón perverso y los ha considerado dioses, de la misma manera con su corazón perverso y sus pensamientos entenebrecidos, ha puesto condiciones específicas para la salvación. Por esta razón, debo describir las diferentes condiciones que el hombre ha establecido para la salvación y considerar si estas maneras de salvación son confiables o no. Si un hombre no ve la verdad de Dios y no entiende Su Palabra, no comprenderá que la condición para la salvación es la fe. Pero, si un hombre ve la luz de Dios y entiende la verdad de Dios, no podrá derribar el hecho del Nuevo Testamento de que la salvación viene por medio de la fe. El problema de hoy día es que después de que el hombre comprende la fe como la condición para la salvación, le agrega algo más a la fe. El punto de disputa entre Dios y el hombre no es creer o no creer, sino si es creer con arrepentimiento, creer con las obras de la ley, creer con el bautismo, o creer con el testimonio, como un requisito para la salvación. La Palabra de Dios nos dice que una vez que creemos, somos salvos. Pero hoy día, el hombre agrega la palabra con. De acuerdo a su mente entenebrecida, el hombre afirma que es salvo por medio de la fe con algo. Lo que consideraremos no es si podemos ser salvos por medio de la fe. Ese asunto ya ha sido establecido. Hoy día la pregunta es si la fe es suficiente o no. ¿Necesitamos agregar con a la fe antes de poder ser salvos?
LA SALVACIÓN NO ES POR FE CON LAS OBRAS DE LA LEY
La primera pregunta consiste en si el hombre es salvo por medio de la fe junto con guardar la ley. El hombre es salvo por medio de la fe al guardar la ley. Ya hemos hablado de la ley, pero lo repetiremos de nuevo. La Biblia dedica mucho tiempo para tratar con este asunto. Por eso los predicadores deben también dedicar mucho tiempo para tratar con este asunto. Puesto que el hombre presta mucha atención a la ley, la Biblia dedica dos libros para tratar con este problema. Tenemos que saber por qué Dios dio la ley. Dios dio la ley a los israelitas, no para que ellos la guardaran, sino para exponer sus pecados. Originalmente, los israelitas tenían pecados, pero éstos no habían llegado a ser transgresiones. Desde Adán hasta Moisés, el hombre tuvo pecados (Ro. 5:14), pero no tenía ninguna transgresión. Dios les dio la ley a fin de volver los pecados del hombre en transgresiones (Ro. 5:13, 20a).
¿Cómo se volvieron los pecados del hombre en transgresiones? Suponga que existe una persona que tiene la disposición y el temperamento de andar pasando al lado del lugar de reunión todos los días. Esto es algo que a él le gusta hacer. El tiene que hacer esto cada día, cada semana, cada mes y cada año. Nadie puede explicar la razón por la cual él hace esto. Pero en su temperamento, disposición y vida, hay algo que lo obliga a andar pasando al lado del lugar de reunión. Aunque él tiene tal hábito, no podemos decir que tiene transgresión alguna. Es posible que no nos guste lo que él hace y que podamos pensar que eso está mal, pero él no se da cuenta de que esto está mal. ¿Cuándo va él a darse cuenta de que esto está mal? Suponga que usted tiene dos listones de color rojo brillante y los ata cada uno en cada extremo de la senda. El siguiente día, cuando él llegue, verá los dos listones y se dará cuenta de que no debe caminar a través de ellos. Su hábito siempre ha sido caminar por allí porque algo dentro de él lo obliga a hacerlo. Supongamos que él ve estos dos listones y considera el color brillante, la textura de seda, los nudos bien hechos, y los rompe y camina atravesándolos. En ese caso su andar es diferente de su andar anteriormente. Su andar anterior fue pecado sin transgresión. Ahora es el mismo andar, pero él anda en transgresión.
Dios dice que la ley es perfecta. Es buena, justa, santa y excelente (Ro. 7:12). Sin embargo, el hombre está lleno de pecado. Está lleno de pecado por dentro y por fuera. Sin embargo, desde Adán hasta Moisés aunque el hombre tenía pecado, no tenía transgresiones. Dios estableció la ley, no con el fin de que el hombre no pecara, sino con el fin de exponer los pecados del hombre y hacerlos transgresiones. Hoy día la ley está aquí. Una vez que una persona quebranta la ley, se da cuenta de que ha pecado. Así que, podemos decir que Dios dio la ley al hombre, no para que la guardara, sino para que viera que había pecado. Cuando no había ley, no se daba cuenta de que tenía el pecado. Ahora él lo sabe.
Lo extraño es que el hombre toma la ley, la cual está allí para probar su pecado, para tratar de probar que él es justo. El cambia el sentido de la ley. Dios quiere que sepamos por medio de la ley que hemos pecado, pero nosotros queremos probar por medio de la ley que somos justos. Dios quiere mostrarnos por medio de la ley que estamos pereciendo, pero nosotros queremos probar por medio de la ley que somos salvos. El hombre no se ve a sí mismo. Sus pensamientos están llenos de la ley. No ve que es corrupto por dentro y que no puede guardar la ley. La carne del hombre no puede guardar la ley de Dios. No se somete a la ley de Dios. Sin embargo, el hombre todavía quiere obtener justicia de la ley y ganar la vida por medio de ella. Dios utiliza la ley para mostrar al hombre que él no tiene esperanza y que necesita recibir la salvación. Pero, cuando el hombre ve las ordenanzas, intenta obtener una poca de justicia por medio de ellas y así ser salvo. Romanos 3:19 dice: “Ahora bien sabemos que todo lo que la ley dice, lo dirige a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios”. Aquí dice que la ley fue dada con el propósito de cerrar toda boca, para que nadie pueda decir nada, y para que todos puedan estar bajo el juicio de Dios. Después de esto, existe un veredicto con respecto a nosotros: “Ya que por las obras de la ley ninguna carne será justificada delante de El; porque por medio de la ley es el conocimiento claro del pecado” (v. 20). Podemos ver que la intención original de la ley era exponer el pecado; no fue dada para justificar al hombre. Es muy claro que el propósito de la ley de Dios era exponer el pecado en vez de establecer nuestra propia justicia.
En el Antiguo Testamento, Dios no solamente le dio al hombre la ley, también le dio todos los tipos. Esas fueron las leyes rituales. Ellas explicaban cómo alguien debía ofrecer los sacrificios y cómo pagar el dinero para la expiación. Para nosotros en el Nuevo Testamento estos asuntos tipifican la redención lograda por el Señor Jesús y su salvación subsecuente. Esto es lo que Dios nos ha mostrado. Es tan extraño que el hombre tratara de establecer su propia justicia no solamente por medio de la ley, sino también por medio de estos tipos. Trató de establecer su justicia por medio de estas ordenanzas. Aun encontramos a un fariseo diciendo en oración que ayunaba dos veces por semana y que ofrecía a Dios una décima parte de lo que tenía (Lc. 18:11-12). El pensaba que esas cosas eran su justicia y que por medio de ellas podía ser salvo. El hombre no ve el propósito por el cual Dios estableció la ley. No entiende el propósito de Dios. El hombre duda que sea tan fácil ser salvo. Piensa que es verdad que el hombre es verdaderamente salvo por medio de creer en el Señor Jesús. La mayoría de nosotros los cristianos sabemos que necesitamos creer. Es correcto creer, pero muchos dicen que también debemos guardar la ley. Lo que el hombre hoy día está diciendo no es si uno puede ser salvo por medio de la ley o no. Lo que él está diciendo es que aquellos que creen en Jesús deben también guardar la ley antes de que puedan ser salvos. La fe en Jesús es una doctrina irrefutable en la Biblia. Pero los cristianos dicen que debemos agregar a esto el guardar la ley. El hombre no ve que creer en Jesús y guardar la ley son dos cosas absolutamente contrarias. Nunca pueden estar juntas. La diferencia entre la fe en Jesús y las obras en la ley es la diferencia entre el cielo y el infierno. Así como el cielo es tan inmensamente diferente del infierno, así la fe en Jesús es tan diferente de las obras de la ley.
¿A quién se le dio la ley? Fue dada a los judíos. Entonces, ¿por qué el Nuevo Testamento menciona una tras otra vez el asunto de guardar la ley? En el Nuevo Testamento, los apóstoles, o deberíamos decir el Espíritu Santo, sabían claramente que los que lo leían podían no necesariamente eran todos judíos. Al principio solamente una minoría de aquellos que creyeron en Jesús eran judíos. Una vez una persona me preguntó: “Usted dice que los judíos fueron los que recibieron la ley. Pero, ¿quiénes son los judíos?” Le dije que los judíos eran como los conejillos de indias. Cuando un investigador de productos farmacéuticos no está seguro de alguna medicina, no experimenta con humanos. En lugar de eso, primeramente inyecta la medicina a los conejillos de indias. Si los conejillos de indias mueren inmediatamente, entonces el medicamento no puede ser usado. Solamente después de que se prueba que el medicamento es efectivo, éste será inyectado dentro de los seres humanos. Es lo mismo con los medicamentos tomados en forma oral. Primero es tomado por los conejillos de indias. Si surte efecto, entonces el medicamento se utiliza. De otra manera será descartado. Y se hace lo mismo con la inmunización en contra de la bacteria. Si funciona en los conejillos de indias, funcionará en el hombre. Si no funciona en los conejillos de indias, no funcionará en el hombre. Yo diría en la manera mas respetuosa que los judíos son los conejillos de indias. Dios probó la ley con los judíos. Si los judíos podían cumplirla, entonces podía ser usada. Si no podían cumplirla, no podía ser usada. Dios probó la ley con los judíos, y no la pudieron cumplir. Esto significa que todo el mundo no podía cumplirla. Los judíos fueron seleccionados por Dios como objetos de un experimento. Los judíos representan a todo el mundo. Por esto vemos que la ley fue dada oficialmente a los judíos. Sin embargo, el principio de la ley es dada a todos los hombres. Es dada a toda carne. Dios le dio al hombre la ley para advertirle que el hombre es de carne y es carnal.
¿Qué es el cristianismo? El cristianismo no le dice a los hijos de Adán que hagan el bien. Eso no es cristianismo. El cristianismo dice que Adán está crucificado y terminado y que la raza adámica está aniquilada por medio de la cruz del Señor Jesús. El hombre en Cristo recibe una vida nueva y llega a ser un linaje nuevo. La ley no es útil para el nuevo linaje ya que no hay tal cosa como la ley en la nueva raza. La ley fue dada por Dios a los hijos de Adán para exponer sus pecados. Si uno quiere ser salvo por medio de guardar la ley, tiene que darse cuenta de las serias consecuencias de las palabras guardar la ley. Una vez que el hombre guarda la ley, él tendrá la justicia. No obstante, esta justicia será de la carne. En otras palabras, eso significaría que los hijos de Adán, esto es, la raza adamítica, no necesita morir. Esto significaría que el hombre puede agradar a Dios con su carne. Quizá alguien pueda argumentar que él no está intentando guardar toda la ley, que él sabe que es imposible guardar toda la ley, que lo que él dice es creer en Jesús y después guardar la ley. Pero si las obras de la ley tienen una fracción de milésimo de terreno delante de Dios, eso significa que Adán no tuvo que morir. Esto anularía la naturaleza misma del cristianismo. El cristianismo no está aquí para establecer un terreno para Adán. No está aquí para mantener la vieja creación. Está aquí para transferirnos a la nueva creación. Somos de carne, y no podemos obtener la justicia que viene por guardar la ley.
Desde la caída del hombre, hubo querubines y una espada de fuego guardando el árbol de vida en el huerto de Edén (Gn. 3:24). ¿Por qué los querubines y la espada de fuego guardaban el camino al árbol de la vida? Impedía que el hombre comiera del árbol de la vida. Después de que el hombre llegó a ser pecador y comió del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, no quedó otro camino para que él regresara al árbol de la vida y comiera de su fruto excepto por medio del juicio del querubín y el sacrificio por medio de la espada de fuego. Dios nos muestra que el hombre no puede comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal y al mismo tiempo comer del fruto del árbol de la vida. El hombre no puede comer de los dos. El hombre no puede recibir la semilla del pecado por un lado y tomar la salvación del Señor por el otro.
Aquí yace la diferencia entre el cristianismo y el judaísmo. El judaísmo dice al hombre en la carne que si guarda la ley vivirá. Pero el cristianismo dice que el hombre no puede vivir, porque no puede guardar la ley. El cristianismo claramente afirma que el hombre no puede hacer esto. No existe la posibilidad de que él guarde la ley. Por lo tanto, podemos ver que en el Antiguo Testamento, Dios le dio la ley al hombre para que la guardara. En el Nuevo Testamento, vemos que el hombre de ninguna manera puede guardar la ley, ni tiene que guardarla. Esta es una de las grandes verdades en la Biblia. Ahora, el peligro es que si mezclamos la fe y la ley anulamos el principio de la Biblia. Inmediatamente, Adán tendrá el terreno, y el hombre carnal será capaz de vivir de nuevo. Según el juicio de Dios el hombre debe morir. Por medio de Jesucristo, Dios ha eliminado al hombre. El no quiere que el hombre carnal contribuya con ninguna cosa. Hoy día, si el hombre todavía trata de producir algo de su carne, él derriba el principio del Nuevo Testamento. Si se le da algún terreno a la ley, entonces la carne también tendrá algún terreno. Pero Dios dice que la carne no tiene terreno, que todos los terrenos han sido eliminados. Tal vez nos preguntemos si esto es anular la ley. Por favor recuerde que según la Biblia, la ley exige dos cosas de nosotros. Primero, la ley dice que el que guarda la ley vivirá (Ro. 10:5). La ley nos demanda guardarla y hacer algo. Una vez que el hombre la guarda, tendrá la justicia. Si tenemos la justicia, tendremos la recompensa, la cual es la vida. Pero existe un segundo aspecto. La ley dice que el día que comamos del árbol del conocimiento del bien y del mal, sin duda moriremos (Gn. 2:17). Por un lado, la ley requiere que el hombre cumpla algo. Por otro, castiga de muerte a todo aquel que no guarda la ley. Todos los que no guardan la ley reciben la recompensa de no guardar la ley. Por lo tanto, en el Antiguo Testamento, en principio vemos que la ley requiere que el hombre la guarde y sea justo. Todos los que no la guardaron fueron condenados y castigados.
En Shanghái, el departamento de tránsito tiene muchas regulaciones de tránsito. Por ejemplo, para manejar en la noche uno tiene que tener luces en su bicicleta. Si no tiene luces la bicicleta, lo multarán con sesenta centavos. Esta regulación requiere dos cosas: Requiere que el hombre instale una luz, y requiere que los que no lo hagan sean castigados. Entonces, ¿qué significa anular la ley? Anular la ley significa que uno no tiene que tener una luz, y que no tiene que ser castigado. ¿Qué es guardar la ley? Guardar la ley es cumplir uno de los dos requisitos. Los que tienen la luz están guardando la ley. Los que no tienen la luz, pero están dispuestos a pagar los sesenta centavos, también están guardando la ley.
El problema de hoy es que no podemos guardar la ley. La ley de Dios requiere que seamos justos. Si no somos justos, entonces fallamos. Solamente siendo justos podemos vivir. Sin embargo, ningún hombre de la carne es capaz de guardar la ley. Ninguno de nosotros puede tener justicia delante de Dios al guardar la ley. Una vez que el hombre toca la ley de Dios, fallará. Pablo dijo en Romanos 7:7 que aun si Dios tiene solamente una ley, el hombre no es capaz de guardarla. Pablo no traspasó todas las leyes. El solamente mencionó una ley, aquella relacionada con la codicia. En el lenguaje original, la codicia es lujuria. Pablo dijo: “¡Miserable de mí! La lujuria vuelve una y otra vez, es imposible para mí no tener lujuria”. El no podía lograr que la luz de su bicicleta funcionara, sin embargo, tenía que viajar en la ciudad. Para algunos, el problema no es que la luz no trabaje. Ellos simplemente no quieren tener la luz. Estas personas ni siquiera quieren prender la lámpara. ¿Qué significa anular la ley? Cuando alguien suplica a Dios diciendo: “Oh Dios, hoy no puedo cumplir Tu ley. Por favor déjame ir por causa del Señor Jesús. He hecho lo mejor que podía. Por favor no me castigues”. Todo aquel que ruega al Señor Jesús para que sea propicio o para que Dios tenga misericordia de ellos, están anulando la ley. Por un lado, no quieren guardar la ley. Por otro, no quieren el castigo de la ley. No quieren tener una luz. Pero al mismo tiempo quieren evitar el pago de los sesenta centavos. ¿Qué acerca de nosotros hoy día? ¿Tenemos nuestras luces? Si tenemos las luces, entonces podemos viajar pacíficamente en la ciudad. No obstante, ninguno de nosotros es capaz de tener la luz. Por lo tanto, la única manera es pagar los sesenta centavos. Esto es lo que el Señor Jesús ha hecho por nosotros. Este es el juicio del que hemos participado en Cristo. Tenemos que decir: “¡Gracias y alabado sea el Señor que ya hemos sido juzgados en Cristo!” Hemos sido castigados en Cristo. Dios ya nos juzgó en Cristo. Ya que el Señor Jesús murió, resucitó y ascendió, la salvación que recibimos ahora es equivalente a lo que obtendríamos si guardáramos la ley. Los que tienen la luz son libres. Los que han sido castigados también son libres. Hoy día, si un hombre guarda todas las leyes, será justificado y será salvo de la misma manera que nosotros quienes hemos creído en Jesús y somos salvos y justificados. Por supuesto, no solamente somos salvos cuando creemos en Jesús; al salvarnos, el Señor Jesús nos concede muchas otros cosas aparte de la ley.
Pablo dijo en Romanos 3:31: “¿Luego por medio de la fe invalidamos la ley? ¡De ninguna manera! Antes bien confirmamos la ley”. Por lo tanto, cuando somos salvos por medio de la fe en Jesús, no invalidamos la ley. Puesto que hemos satisfecho los requisitos de la ley en nosotros, la ley no tiene nada que decir. Nunca piense que debemos agregar las obras de la ley a nuestra fe. El hecho de que creamos es como pagar los sesenta centavos. El hecho de que guardemos la ley es como tener la luz. Nadie en todo el mundo tiene la luz y paga los sesenta centavos al mismo tiempo. Es irrazonable. ¿Por qué tenemos que pagar los sesenta centavos y al mismo tiempo tener la luz? Si es capaz de tener la luz, entonces no tiene que pagar los sesenta centavos. Si existe la palabra de fe, entonces no puede existir la ley. Si existe la ley, no puede existir la palabra de fe. Nadie puede tener fe y guardar la ley al mismo tiempo, porque hacerlo así sería despreciar al Señor Jesús. Esto significaría que uno no alcanza a ver su total debilidad e inmundicia.
Por favor lea de nuevo Gálatas 2:16-17: “Y sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo, nosotros también hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley ninguna carne será justificada. Mas si, buscando ser justificados en Cristo, nosotros mismos también somos hallados pecadores, ¿es Cristo entonces ministro de pecado? ¡De ninguna manera!” El libro de Gálatas nos muestra que en Galacia algunos contendían diciendo que no es suficiente que el hombre sea justificado por medio de la fe en el Señor Jesús; todavía tenía que guardar la ley. Ellos no decían que el hombre no debe de creer. Reconocían que el hombre es justificado en Cristo. Pero decían que de todos modos necesitaban guardar la ley. Pablo dijo una palabra muy franca. Dijo que si mientras buscamos ser justificados en Cristo somos hallados pecadores, eso significa que después de que hemos creído en el Señor Jesús, todavía no somos justificados, que somos todavía pecadores y que todavía debemos guardar la ley antes de poder ser salvos. Por ejemplo, supongamos que estoy enfermo y voy diez días a un doctor. Después, debido a que todavía estoy enfermo, tengo que consultar otro médico. Si busco ser justificado en Cristo, y al mismo tiempo trato de guardar la ley, eso significa que todavía soy un pecador y no he sido salvo. Si ya no soy un pecador, entonces ya no tengo que guardar la ley. Si soy todavía un pecador, ¿es Cristo un ministro de pecado? Pablo preguntó que si no era justificado después de haber creído en el Señor Jesús, ¿significaba eso que Cristo es un ministro de pecado? La respuesta es: “¡Claro que no!” En el Nuevo Testamento, Pablo dijo “claro que no” muchas veces. En griego, esto es un modismo. La versión King James lo traduce: “Dios no lo permita”; es equivalente a la expresión “el cielo no lo permita”, que es una expresión muy fuerte. Eso significa que aun los cielos rechazarían esto. No hay razón debajo del sol para que esto sea así. Por lo tanto, podemos ver que un hombre no puede tener fe en Jesús y al mismo tiempo guardar la ley.
En Romanos 3, Pablo hizo otra declaración muy clara. El versículo 28 dice: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley”. Esta es una afirmación concluyente. Ahora es un asunto de fe. No tiene absolutamente nada que ver con la ley. Gracias al Señor. Jesús es suficiente. Cuando la Biblia presta atención a la fe, presta atención a la gracia de Dios. Esto nos muestra que todas las cosas vienen al recibirlas. A algunos les gusta exaltar al hombre en su predicación del evangelio. No obstante, si conocemos la Biblia, veremos que aparte de Dios, el hombre es absolutamente miserable. Por favor recuerde estas dos oraciones: el hombre no es salvo por medio de la ley, ni tampoco es salvo por medio de la fe junto con la ley. Este es el primer error del hombre y el más común. El hombre ha mezclado la fe con la ley.
LA SALVACIÓN NO ES POR MEDIO DE LA FE CON BUENAS OBRAS
“Las obras de la ley” es una expresión que encontramos en la Biblia (Gá. 2:16). Ya hemos hablado de este aspecto. El entendimiento más común de la condición de la salvación es que la salvación es por medio de la fe junto con las obras. La salvación por medio de la fe es una doctrina de la Biblia, y el hombre no puede argüir en contra de esto (Ef. 2:8). Pero, el hombre dice que también es por obras. Veamos lo que la Biblia dice acerca de esto. A veces somos muy corteses y acomodamos lo que hablamos, no obstante, la Biblia no es cortés en lo que habla. Es muy precisa. Efesios 2:8 y 9 dice: “Porque por gracia habéis sido salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros; pues es don de Dios; no por obras para que nadie se gloríe”. Estos versículos nos dicen que la salvación es absolutamente por gracia y por medio de la fe. Las palabras por medio significan atravesar. Es como decir que las luces eléctricas brillan por la electricidad y a través del cable. También es como decir que el agua de las llaves viene por medio de una reserva en el departamento de aguas y a través de la tubería. El hombre es salvo por medio de la gracia, pero el canal por el cual la salvación viene a nosotros es la fe. El canal no es las obras, sino la fe. Es por medio de la fe y no tiene nada que ver con las obras. No es la fe más las obras. Uno tiene que saber que la fe y las obras básicamente se oponen entre sí. La gracia del Señor Jesús se basa en el amor de Dios. Cuando creemos, la gracia y el amor fluyen dentro de nosotros. Como resultado, somos salvos, tenemos vida y somos justificados. Nada de lo anterior se nos comunica por medio de las obras.
Gracias al Señor que no viene por las obras. ¿Por qué es así? Aquí la respuesta es que nadie debe gloriarse. Lo que Efesios 1 nos dice es que Dios quiere tener toda la gloria. Por eso El hace toda la obra. Supongamos que cierto hermano es muy capaz y educado y ha sufrido mucho por el Señor. Si otro hermano viene a mí y dice: “Hermano Nee, lo alabo y lo glorifico por la obra tan fina que este hermano ha hecho”, indudablemente diríamos que este hermano está loco. La gloria solamente puede ser de aquél que hace la obra. No existe tal cosa en el mundo de que alguien haga la obra y otro reciba la gloria. Aquellos que trabajan merecen el salario. Los que trabajan son los que obtienen la gloria. ¿Por qué Dios ha hecho toda la obra de salvarnos? Lo hace para poder tener toda la gloria. Dios nos da la gracia para que El pueda obtener toda la gloria. El no quiere que nosotros obremos, para que no nos gloriemos en nosotros mismos. Enorgullecerse es glorificarse a uno mismo. Si hemos hecho algo que merezca gloria, no le daremos las gracias a Dios ni le agradeceremos. Inmediatamente diremos: “Sin duda, la salvación me es dada por Ti. Es Tu obra. No obstante, he agregado mi parte a ella. Si no hubiera agregado mi parte, no sería como soy hoy día”. El hombre ama poner énfasis en sus propios méritos. Le gusta subrayar sus propios puntos sobresalientes. Si Dios hubiera dicho que El iba a cumplir el noventa y nueve por ciento de la obra de la salvación y hubiera dejado el uno por ciento a nosotros, este uno por ciento callaría a los cielos. Los ángeles ya no alabarían y las piedras no clamarían más. En lugar de que las piedras llegaran a ser los hijos de Abraham, los hijos de Abraham llegarían a ser las piedras, porque del ciento por ciento, algunos se asirían a ese uno por ciento. Ellos hablarían de la maravilla de su propia obra y dirían: “Pasé por eso de esta manera, o de esta otra manera. ¿Cómo pasó usted por ella? ¿Con qué contribuyó usted?” Todos se gloriarían de su propia obra, y Dios no tendría la posibilidad de obtener la gloria.
¡Gracias, y alabado sea el Señor! Debido a que El quiere toda la gloria, no deja que ni una sola cosa sea hecha por nosotros. Cuando alcancemos los cielos, tendremos que decir que aún somos personas sin esperanza. Somos capaces de llegar allí por causa de la gracia “gratuita”. Esta palabra “gratuita” detendrá todas las súplicas en los cielos y los llenará con acciones de gracias y alabanzas. Habrá acciones de gracias y alabanzas ya que todo ha sido hecho por Dios.
Tenemos que ver que ésta es la verdad de la Biblia. La obra del hombre y la gracia de Dios no pueden mezclarse. Una vez que el hombre obra, entra en conflicto con la gloria. Por lo tanto, ya sea que esté en la calle, en mi casa, o en la reunión de la mesa del Señor, puedo decir desde mi corazón: “Dios, te agradezco y te alabo, porque no tengo que hacer nada para mi salvación. Ella viene cien por ciento de Ti. Por lo tanto, ¿qué puedo hacer sino alabarte?” Dios se deleita en la alabanza. La Biblia dice que cierta clase de oraciones son detestables, pero nunca dice así a alguna clase de alabanza. Algunas oraciones son rechazadas por Dios, pero Dios nunca rechaza ninguna alabanza. Dios quiere tener toda la gloria, porque El ha hecho toda la obra.
¿Significa esto que podemos ser descuidados y que ya no necesitamos hacer el bien? Efesios 2:10 explica: “Porque somos Su obra maestra, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Los versículos 8 y 9 nos muestran lo que Dios ha hecho para nosotros objetivamente. Inmediatamente el versículo 10 nos muestra los puntos subjetivos. Dios no nos ha salvado en una manera tonta. Nos ha dado una nueva vida, una nueva naturaleza y un nuevo espíritu dentro de nosotros. El Señor Jesús está viviendo en nosotros por medio del Espíritu Santo y nos ha preparado para toda buena obra. Por favor, recuerde que Dios no ha incluido estas buenas obras en los dos versículos anteriores. No importa cuántas buenas obras haga después de que ha sido salvo. La salvación sigue siendo por gracia. No importa qué tan rápido avance espiritualmente, la salvación es todavía por medio de la gracia gratuita del Señor Jesús. Aun si tiene una obra como la de Pablo, un resultado como el de Pedro, un amor como el de Juan y un sufrimiento como el de Santiago —aún si tiene usted todas estas cuatro cosas— todavía es salvo por medio de la gracia gratuita. En el futuro, aunque su obra demuestre que usted es salvo, nunca es ésta la condición para la salvación. Mi fe no significa mucho. Lo único que tiene significado es recibir la obra de Dios.
El hombre no es salvo por medio de las obras. Nadie puede argumentar en contra de esto. Sin embargo el hombre es muy miserable. Debido a que su corazón está entenebrecido y lleno de pecado, y debido a que su carne es tan perversa y llena de la ley, aunque reconoce la fe, supone que debe agregar también las obras. El hombre no ve que las obras vienen después de que uno es salvo por medio de la fe. La salvación no tiene nada que ver con las obras. No digo que no necesitamos las obras. Ponemos atención a las obras. Pero esto no es la condición para la salvación. La salvación es completamente un problema diferente. No debemos olvidar que la Biblia dice que si sólo ponemos poca atención a las obras, la gracia de Dios es anulada (Gá. 2:21). Ya que es por gracia, debe ser solamente por fe y no por obras.
En Romanos 4:4 y 5 se dice: “Ahora bien, al que obra no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino que cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”. Ahora estamos claros. Si un hombre puede ser salvo por medio de las obras, entonces la salvación llega a ser una recompensa. Ya no es sólo por gracia, sino que llega a ser algo que alguien merece. Si es algo que uno merece, entonces ya no es gratuita. En la Biblia la palabra gratuitamente (Ro. 3:24) significa en el lenguaje original, sin motivo. En otras palabras no hay razón para ello. El Señor Jesús dijo en el Evangelio de Juan: “Sin causa me aborrecieron” (15:25). En el lenguaje original, puede significar: “Gratuitamente me odiaron”. El Señor nunca gastó nada para comprar ese odio, pero de todas maneras lo odiaron. No existía razón alguna. Fue gratuito. La gracia de Dios durante esos tres años y medio fue lograda gratuitamente para nosotros.
Somos como el hijo joven mencionado en Lucas 15. Un día vinimos a Dios y dijimos: “Dios, dame la porción de la herencia que me corresponde”. Dios nos dio lo que nos corresponde. Después de que tomamos nuestra herencia, la malgastamos con compañeros malignos. Hoy día, regresamos a la casa del Padre. La túnica que usamos, nuestros anillos, zapatos y el becerro gordo que comemos no es lo que merecemos. Lo que con derecho era nuestro ya ha sido gastado. No merecemos el anillo. No merecemos la túnica. No merecemos comer el becerro gordo, y no merecemos usar los zapatos. Entonces, ¿qué es la gracia? Cuando aquellos que no merecían ser salvos son salvos, esto se convierte en gracia. La gracia es lo que han obtenido aquellos que no debían de obtener nada. Lo que el hijo joven se llevó la primera vez no fue gracia. Eso él ya lo había gastado. Todo lo que recibió la segunda vez fue gracia. Su propia porción fue agotada. Cuando él disfrutó otra comida en su casa, eso no fue lo que él merecía tener sino que fue la gracia del Padre.
Por lo tanto, si uno obra, el asunto del salario entra, y ya no es más gracia. La gracia está en conflicto con lo que uno merece. Entonces, ¿cómo trabaja la fe? Cuando ella no es obra o labor, sino solamente la fe en el Dios que justifica al pecador, esa fe es reconocida como justicia. Esta es la relación entre la fe y la gracia. Si es obra, entonces no es gracia. Si es gracia, entonces solamente hay fe. Creer es aceptar lo que Dios ha hecho. No se trata de cuánto he hecho. Debemos enfatizar que delante de Dios no somos justificados por lo que hayamos hecho. Somos justificados por medio de la fe. Hoy día tenemos la justificación por medio la fe. Por lo tanto, el asunto de la obra ha sido terminado para siempre.
Todos los que me conocen bien, saben que me gusta la salsa soya. No hay ningún problema si no hay muchos platillos en la mesa. Mientras tenga salsa soya, puedo tolerarlo. En una ocasión, alguien que me estaba sirviendo vio que mi salsa soya casi se había acabado. Fue al supermercado y trajo más. Después, la mezcló con la salsa soya buena. Cuando la probé, me di cuenta de que el sabor era diferente. Le pregunté por qué la salsa soya sabía diferente ese día. Investigué con el que servía para ver si había puesto salsa soya de la misma botella. Su respuesta fue afirmativa. Me pregunté si mi gusto había cambiado. No era probable. Entonces le pregunté si la había mezclado con algo más. Tuvo que admitir que lo había hecho. Hoy, el hombre hace la misma cosa con la obra de Dios y Su gracia. Trata de mezclar algo más en ello. Una vez que mezclamos algo de esta manera, la gracia deja de ser gracia. Por esa razón Dios dice que si es por gracia, entonces ya no es más obras (Ro. 11:6). Si es por obras, entonces ya no es más por gracia. Las obras nunca pueden mezclarse con la gracia. Por lo tanto, no debemos decir meramente que la salvación es por fe. Debemos decir que la salvación es únicamente por fe.
Amo Romanos 3:27. Esta palabra se basa en los versículos 25 y 26. Allí habla de cómo el Señor Jesús ha llegado a ser el propiciatorio y cómo Dios ha justificado a aquellos que creen en El. No es injusto que Dios haga esto. Por lo tanto, en el versículo 27 dice: “Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida”. No hay manera de que nos jactemos. No hay más posibilidad de jactancia. La siguiente oración es muy importante. Dice: “Por cuál ley?” Esto significa que no tenemos nada de que jactarnos. ¿De qué manera somos excluídos de la jactancia? ¿Por medio de cuál principio somos excluidos de jactarnos? El versículo 27 continúa: “¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe”. Pablo preguntó cómo un hombre podía ser excluido de la jactancia y cómo la jactancia podía ser removida. El respondió que es por medio del principio de la fe. Si uno está en el principio de la fe, entonces no está en el principio de las obras. Si es por medio del principio de las obras, entonces la jactancia no puede ser excluida. Pero gracias al Señor. Hoy, tenemos el principio de la fe. Por lo tanto, no podemos jactarnos. Solamente podemos alabar.
Filipenses 2:12 dice: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor”. Muchos nos han dicho que Pablo dijo explícitamente, en Filipenses, que tenemos que trabajar nuestra propia salvación. Si vamos a trabajar nuestra salvación, ¿no significa eso que tenemos que hacer algo? Es verdad que el Señor ha hecho la obra, pero el hombre también tiene que hacer algo. Eso es como decir que El suministra el material, nosotros hacemos la obra y con los dos, trabajamos nuestra salvación. Una persona dice esto porque no entiende la palabra de la Biblia. Si vamos a trabajar nuestra salvación, entonces ¿qué ha hecho el Señor Jesús en la cruz? ¿Qué ha logrado en la cruz? Si algo ya ha sido logrado ya no pueden ser cumplido de nuevo. Si usted es un hijo de Dios, no puede llegar a ser un hijo de Dios de nuevo. Sobre la cruz el Señor Jesús claramente dijo: “¡Consumado es!” (Jn. 19:30). La cruz del Señor Jesús ha llevado a cabo la obra de la salvación. Ella ha logrado la obra de la redención. Ya que la obra de la salvación y la redención han sido logradas, no hay más posibilidad de que trabajemos la salvación. Si aún queremos obrar nuestra salvación, debemos primero derribar la obra del Señor en la cruz. Debemos declarar que la obra del Señor Jesús no ha sido cumplida; que la obra del Señor no ha sido terminada, que por eso tenemos que obrar.
Muchas veces, no sabemos lo que significa avergonzar a otros. Pero una vez que lo experimenta, sabrá que es eso. Por ejemplo, aquí está una hermana. Alguien le pide que lave algunos pañuelos. Después de que los lava, los cuelga para que se sequen. Pero otra persona viene y quita los pañuelos. Cuando ella pregunta por qué se hizo eso, se le dice que se quitaron para ser lavados. Esta es una vergüenza abierta a la hermana, porque significa que otra persona no cree que los pañuelos fueron lavados. Eso quiere decir que piensan que la hermana ha mentido. De la misma manera, si nosotros trabajamos nuestra salvación no es una gloria para Cristo sino una vergüenza para El. La Biblia claramente dice que Cristo ha llevado a cabo toda la obra.
Entonces, ¿por qué Filipenses 2:12 dice que tenemos que trabajar en nuestra salvación? La palabra trabajar en el lenguaje original lleva el significado de llevar a cabo. Debemos llevar a cabo nuestra salvación con temor y temblor. ¿Se detuvo aquí la palabra de Pablo? Si se hubiera detenido aquí, no hubiéramos sabido lo que quiso decir. El versículo 13 dice: “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por Su buena voluntad”. Ya que Dios ha operado dentro de usted, ahora usted lo lleva a cabo. Si Dios no ha operado en ella, no tenemos manera de llevarla a cabo. Ya que Dios ha operado en ella, podemos llevarla a cabo. Dios ya nos ha salvado por dentro y nos ha dado vida. Ahora no hay otra manera sino permitirle que se exprese. Dios no quiere que nosotros obremos. El quiere que nosotros lo llevemos a cabo. Por lo tanto, no es asunto de salvación o perdición, vida eterna o muerte eterna. Esto es un asunto de si alguien recibe o no la recompensa después de su salvación. Dios ya ha operado en usted, y causa el querer y el hacer por Su buena voluntad. Por lo tanto, tiene que llevarlo a cabo. Esta es la condición apropiada de un cristiano. En otras palabras, esto es nuestra obra después de la salvación. Si un hombre no ha sido aún salvo, no puede llevar a cabo su salvación. Si un hombre no tiene vida, no puede vivir una vida. Solamente después de que un hombre ha sido salvo él puede llevar a cabo su salvación. Por lo tanto, vemos que no existe tal cosa como ser salvo por medio de las buenas obras.
LA DIFERENCIA ENTRE LA VIDA ETERNA Y EL REINO
Hay un asunto el cual debemos entender claramente. Tener vida eterna es diferente de entrar en el reino de los cielos. Todo aquel que no puede ver la diferencia entre la vida eterna y el reino de los cielos, nunca podrá estar claro con respecto al camino de la salvación y la manera de presentarla. El Señor Jesús dijo que desde Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos es tomado con violencia (Mt. 11:12). Los violentos lo toman. La ley y las profecías de los profetas terminaron con Juan (11:12-13). Basados en esta palabra, algunos han dicho que debemos ser violentos, es decir, debemos esforzarnos antes de que podamos ser salvos. Si no nos esforzamos, no seremos salvos. Una persona dice esto porque no puede ver la diferencia entre el reino de los cielos y la vida eterna. Hay una diferencia entre la vida eterna y el reino de los cielos.
La primera diferencia entre la vida eterna y el reino tiene que ver con tiempo. La vida eterna es por la eternidad, pero el reino no es por la eternidad. Cuando vengan los cielos nuevos y la tierra nueva, el reino de los cielos se acabará. El reino de los cielos denota el gobierno de Dios. El período del gobierno de Dios es el período del reino de los cielos. La soberanía de Dios sobre esta tierra y Su gobierno sobre la tierra serán manifestados solamente por mil años. ¿Qué son los cielos? El libro de Daniel habla acerca del gobierno de los cielos (7:27). Por lo tanto, el reino de los cielos es la esfera en la cual los cielos gobiernan. Cuando el Señor Jesús venga a gobernar la tierra, ese será el tiempo cuando los cielos gobiernen. Hoy día el que gobierna la tierra es el diablo, Satanás. Hoy día la política y las autoridades mundanas son de Satanás. El Señor Jesús no gobernará hasta el tiempo del reino de los cielos. Sin embargo, el periodo durante el cual la autoridad de los cielos será llevada a cabo será muy corto. Primera Corintios 15:24 dice: “Luego el fin, cuando entregue el reino a Su Dios y Padre, cuando haya destruido todo dominio, toda autoridad y potencia”. El reino será entregado a Dios el Padre. Por lo tanto, existe limite de tiempo para el reino. No obstante, la vida eterna es para siempre. Todo el que lee 1 Corintios 15 sabe que el comienzo de los cielos nuevos y la tierra nueva, es decir, a la conclusión del milenio, el reino será entregado. Por lo tanto, existe una diferencia en tiempo entre la vida eterna y el reino de los cielos.
La segunda diferencia está en la manera en que el hombre entra en el reino de los cielos y la manera en que obtiene la vida eterna. Recibir la vida eterna es el tema de todo el Evangelio de Juan. La manera de tener vida eterna es creer. Una vez que creemos, la obtenemos. Nunca vemos otra manera. Sin embargo, entrar en el reino de los cielos no es tan simple. Todo el Evangelio de Mateo menciona al reino de los cielos treinta y dos veces. Ni una sola vez dice que el reino de los cielos se recibe por fe. ¿Cómo obtiene un hombre el reino de los cielos? Mateo 7:21 dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos”. Podemos ver que la entrada al reino de los cielos es un asunto de obrar más que de fe. Mateo 5:3 además dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Aquí, no dice vida eterna sino el reino de los cielos. Para tener el reino de los cielos, necesitamos ser pobres en espíritu. El Señor dice: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (v. 10). No tenemos que ser perseguidos para recibir la vida eterna, sin embargo, el reino es para aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia. Incluso si un hombre tiene vida eterna, si él no ha sido perseguido por causa de la justicia y si no es pobre en espíritu, él puede incluso no tener parte en el reino.
Existe una tercera diferencia. Ella yace en la actitud que los cristianos deben tener con respecto a la vida eterna y el reino de los cielos. Con respecto a la vida eterna, Dios nunca nos ha dicho que lo busquemos. Más bien, cada vez que es mencionada, El nos muestra que ya la tenemos. Sin embargo, con respecto al reino, la palabra de la Biblia dice que necesitamos buscarla y perseguirla diligentemente. Hoy día, con respecto al reino, estamos en la etapa de búsqueda; no lo hemos obtenido todavía. Todavía tenemos que hacer un esfuerzo para buscar y alcanzar el reino.
La cuarta diferencia yace en la manera en que Dios trata el reino y la vida eterna. Dios trata la vida eterna como un don dado a nosotros (Ro. 6:23). Nunca vemos que una persona va al Señor para buscar la vida eterna. Nunca ha acontecido esto, porque la vida eterna es gracia gratuita; es dada por medio del Señor Jesús a aquellos que creen en El. No hay diferencia entre uno que busca y uno que no busca. Pero el reino no es lo mismo. Recuerden a la madre de los dos hijos de Zebedeo que vino al Señor Jesús y quería que el Señor sentara a sus dos hijos a los lados de El en el reino (Mt. 20:21). Pero el Señor Jesús dijo: “Pero el sentarse a Mi derecha y a Mi izquierda, no es Mío darlo, sino que es para quienes está preparado por Mi Padre” (v. 23). La gracia se obtiene cuando clamamos a El. Pero el reino depende de si podemos ser bautizados en Su bautismo y de si podemos beber la copa que El bebió. Los dos discípulos dijeron que podían. Pero el Señor dijo que aunque ellos prometieran hacerlo y lo pudieran hacer, el asunto de todas maneras no depende de Su decisión. El Padre es el que lo da.
Además, el criminal que fue crucificado juntamente con el Señor le dijo: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en Tu reino” (Lc. 23:42). ¿Escuchó el Señor esa oración? En verdad, la oyó. Pero no concedió su petición. El criminal le pidió al Señor que lo recordara cuando el Señor recibiera el reino. El Señor Jesús no le respondió que estaría con El en el reino. Más bien le respondió: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (v. 43). El Señor no respondió la pregunta con respecto al reino. Pero le dio una respuesta con respecto al paraíso. Mientras clamemos a El, podemos ir al Paraíso. Pero no es tan simple entrar al reino. Por lo tanto, en esto existe una gran diferencia. La actitud de Dios hacia la vida eterna y el reino de los cielos es diferente: una es el don de Dios, y la otra es la recompensa de Dios.
Con respecto a la diferencia entre el reino de los cielos y la vida eterna, hay otros pasajes en la Biblia que son muy interesantes. Ahora llegamos a la quinta diferencia. Apocalipsis 20 nos muestra que los mártires reciben el reino, aunque no dice que ellos son los únicos que reciben el reino (v. 4). Sin embargo, la Biblia nunca nos muestra que el hombre deba ser martirizado para recibir la vida eterna. Si ese fuera el caso, el cristianismo llegaría a ser una religión de muertos, porque el hombre debería morir. Pero no vemos tal cosa. Sin embargo, el reino es diferente. El reino requiere esfuerzo. Incluso requiere al martirio para obtener el reino. Por ejemplo, la pobreza es una condición necesaria para el reino de los cielos. A fin de obtener el reino de los cielos, uno tiene que perder sus riquezas. La Biblia nos muestra claramente que ninguna persona sobre la tierra que es rica de acuerdo a sus propios caminos, puede entrar en el reino de los cielos. No podemos decir que ningún hombre rico puede ser salvo. No podemos decir que no puede entrar en la vida eterna el que no pierda sus riquezas. Así como es de difícil que un camello entre por el ojo de una aguja, de la misma manera es difícil que un hombre rico entre en el reino de los cielos (Mt. 19:24). Pero, ¿han oído que así como es imposible que un camello entre por el ojo de una aguja, en la misma manera es imposible que un hombre rico sea salvo y tenga vida eterna? Gracias al Señor. El pobre puede ser salvo. Así también el rico. El pobre puede heredar la vida eterna. Así también el rico. Pero entrar al reino de los cielos es un problema para el rico. Si acumulamos riquezas sobre la tierra, no seremos capaces de entrar al reino de los cielos. Por supuesto eso no significa que alguien tenga que despojarse hoy de todo su dinero. Estoy diciendo que uno tiene que entregar todo su dinero al Señor. Solamente somos mayordomos. No somos los amos de la casa. La Biblia nunca reconoce a un cristiano como el amo de su dinero. Todos somos sólo mayordomos del dinero que es para el Señor. Todos somos solamente mayordomos del Señor. Existe tal condición para entrar en el reino.
Existe otra cosa muy peculiar. Uno nunca ve los asuntos del matrimonio y de la familia en la escena que envuelve el asunto de la vida eterna. Pero el Evangelio de Mateo dice que algunos no se casarán por causa del reino de los cielos. Algunos aún se hacen a sí mismos eunucos por causa del reino de los cielos (Mt. 19:12). A fin de entrar en el reino de los cielos, y a fin de obtener un lugar en el reino, ellos deciden permanecer vírgenes. Nunca vemos que a una persona casada se le niegue la vida eterna. Si este fuera el caso, Pedro hubiera sido el primero en tener ese problema, ya que él tenía suegra (Mt. 8:14). Vemos que el asunto de la vida eterna no está relacionado en absoluto con la familia ni con el matrimonio, pero el asunto del reino está muy relacionado a la familia y al matrimonio. Por eso la Biblia dice que aquellos que tienen esposas deben ser como aquellos que no la tienen. Aquellos que usan al mundo deben ser como aquellos que no lo usan, y aquellos que compran deben ser como aquellos que no poseen (1 Co. 7:29-31). Esto tiene mucho que ver con nuestra posición en el reino de los cielos.
Finalmente, tenemos que mencionar otra diferencia. En el reino existen diferentes niveles de rango. Incluso si un hombre es capaz de entrar en el reino, hay una diferencia en la posición que tendrá allí. Algunos recibirán diez ciudades, y otros recibirán cinco (Lc. 19:17-19). Algunos solamente recibirán recompensa, pero otros recibirán una gran recompensa. Algunos obtendrán una rica entrada al reino (2 P. 1:11). Algunos entrarán al reino sin una rica entrada. Por lo tanto, en el reino existe una diferencia en el rango. Pero con respecto a la vida eterna nunca hay existe el asunto del rango. La vida eterna es la misma para todos. Uno no recibirá diez años más que otro. No hay diferencia en la vida eterna, pero sí existe una diferencia en el reino.
Si alguien considera un poco, comprenderá que en la Biblia, el reino y la vida eterna son dos cosas absolutamente diferentes. La condición para la salvación es la fe en el Señor. Aparte de la fe, no hay otra condición, porque todas las condiciones ya han sido cumplidas por el Hijo de Dios. La muerte del Hijo ha cumplido todos los requisitos de Dios. Pero, entrar al reino de los cielos es otro asunto; requiere obras. Hoy día, un hombre es salvo por medio de la justicia de Dios. Pero no podemos entrar al reino de los cielos a menos que nuestra justicia exceda a la de los escribas y la de los fariseos (Mt. 5:20). La justicia en el vivir y la conducta de uno debe sobrepasar la de los escribas y la de los fariseos antes de poder entrar en el reino de los cielos. Por lo tanto, vemos que el asunto de la vida eterna está completamente basado en el Señor Jesús. Pero, el asunto del reino se basa en las obras del hombre. No estoy diciendo que el reino es mejor que la vida eterna. Pero Dios tiene un lugar para los dos.