Watchman Nee Libro Book El perdón relacionado con la administración divina
EL PERDÓN RELACIONADO CON LA ADMINISTRACIÓN DIVINA
EL PERDÓN RELACIONADO CON LA ADMINISTRACIÓN DIVINA
En la Biblia existen por lo menos cuatro clases diferentes de perdón. el perdón eterno, el perdón que se recibe indirectamente, el perdón relacionado con la comunión y el perdón relacionado con la administración. Si un creyente en su búsqueda espiritual quiere correr la carrera sin distracciones, necesita saber lo que significa el perdón que tiene que ver con el aspecto administrativo de Dios. Veamos primero la diferencia entre las clases de perdón, y después examinaremos el perdón relacionado con la administración.
I. EL PERDÓN ETERNO
Al perdón que recibimos cuando fuimos salvos lo llamaremos el perdón eterno. A éste se refiere el Señor Jesús en Lucas 24:47: “Y que se proclamase en Su nombre el arrepentimiento para el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”. Este es el perdón eterno. Este perdón también se menciona en Romanos 4:7.
Es llamado perdón eterno porque una vez que Dios perdona los pecados, lo hace para siempre. Dios arroja nuestros pecados a lo profundo del mar y al abismo. El ya no ve nuestros pecados ni los recuerda. Este fue el perdón que obtuvimos en el momento en que fuimos salvos. Cuando creemos en el Señor Jesús, se nos perdonan todos los pecados. El Señor quita todos nuestros pecados, y ante Dios quedamos sin ningún vestigio de pecado. Esto es lo que llamamos el perdón eterno.
II. EL PERDÓN RECIBIDO INDIRECTAMENTE
Dios muchas veces le dice directamente al hombre: “Te perdono”, pero en otras ocasiones proclama Su perdón por medio de la iglesia, cuando ésta comunica a alguien: “Dios ha perdonado tus pecados”. Por tanto, la Biblia nos muestra otra clase de perdón, el que se recibe por intermedio de un instrumento. En Juan 20:22-23 dice: “Y habiendo dicho esto, sopló en ellos, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonáis los pecados, les son perdonados; y a quienes se los retenéis, les son retenidos”. Al enviar el Espíritu Santo a Su iglesia, el Señor le encomendó a la iglesia que fuera Su representante en la tierra; así que la iglesia llegó a ser el vaso de Dios. El perdón es concedido ahora mediante la iglesia. Este perdón se recibe por medio de un instrumento. Sin embargo, debemos tener cuidado de no caer en el tipo de perdón que enseñan los católicos. Tenemos que darnos cuenta de que la acción del Señor de infundir Su aliento en la iglesia y decirle: “Recibid el Espíritu Santo”, es la base de este perdón indirecto. Después de que la iglesia recibe el Espíritu Santo, tiene poder para retener pecados y para perdonarlos. La iglesia puede declarar que los pecados de ciertos individuos les sean retenidos, y que los de otros, les sean perdonados. La iglesia tiene mucha autoridad, porque está bajo la autoridad del Espíritu Santo. El Señor sopló en Sus discípulos y dijo: “Recibid el Espíritu Santo”, después de lo cual añadió: “A quienes perdonáis los pecados, les son perdonados; y a quienes se los retenéis, les son retenidos”. Esta es una especie de perdón indirecto. Dios perdona a los hombres por medio de la iglesia, la cual actúa como Su canal.
Con frecuencia cuando predicamos el evangelio, los pecadores ven su condición pecaminosa. Los traemos al Señor, y ellos confiesan que son pecadores. Oran con lágrimas pidiendo perdón, se arrepienten y reciben al Señor Jesús con un corazón sincero, aunque todavía, por ser paganos, desconocen el significado del perdón. En esos casos, es bueno que un representante de la iglesia les diga: “¡Dios les ha perdonado sus pecados!” Saber esto les ahorrará sufrimiento y ansiedad. Si una persona verdaderamente ha creído, debe decirle: “¡Usted ha aceptado al Señor hoy. Dele las gracias porque El le perdonó los pecados!” Si la iglesia no puede perdonar ni retener los pecados de los hombres, es imposible determinar quién puede ser bautizado. ¿Por qué es posible aceptar un candidato para ser bautizado y rechazar a otro? ¿Por qué se puede recibir a algunos en la reunión del partimiento del pan y rechazar a otros? Es así como la iglesia ejerce la autoridad que ha recibido del Señor. Ella proclama quién es salvo y quién no, y a quienes se les perdonan los pecados y a quienes se les retienen. Tales declaraciones no se deben hacer de una manera ligera. Aquellos a quienes se les perdonan los pecados, les son perdonados, mientras que aquellos a quienes se les retienen, les son retenidos. Tal declaración se debe hacer bajo la autoridad del Espíritu Santo. Juan 20:22 dice: “Recibid el Espíritu Santo”. Y el versículo 23 añade: “A quienes perdonáis los pecados, les son perdonados; y a quienes se los retenéis, les son retenidos”. Solamente cuando la iglesia ha recibido el Espíritu Santo y está bajo Su autoridad, puede actuar como instrumento de Dios, pues cuando el Señor ha hecho que un hombre sea un instrumento Suyo, dicho hombre puede decirle a un pecador: “¡Tus pecados te son perdonados!” O a otro: “¡Tus pecados no te son perdonados!” Esta es el segundo tipo de perdón que se describe en la Biblia, en el cual Dios no perdona directamente, sino por medio de la iglesia. El perdón eterno es aquel en el que Dios perdona directamente a los hombres. El perdón indirecto es el que Dios proclama por mediación del hombre.
III. EL PERDÓN RELACIONADO CON LA COMUNIÓN
Hay una tercera clase de perdón en la Biblia. Es el perdón relacionado con la comunión. En 1 Juan 1:7-9 dice: “Pero si andamos en luz como El está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia”. En 1 Juan 2:1-2 leemos: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno peca, tenemos ante el Padre un Abogado, a Jesucristo el Justo. Y El mismo es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. El perdón al que alude este pasaje no es ni el perdón que recibimos en el momento en que somos salvos ni el que pronuncia la iglesia. Este es un perdón diferente de las otras dos clases que citamos. Después de que uno llega a ser un creyente, un hijo de Dios, con frecuencia necesita el perdón de Dios. Este es el perdón del que hemos hablado en otras ocasiones, tipificado por la aplicación de las cenizas de la vaca alazana. Después de que creemos en el Señor, confesamos nuestra fe como cristianos y recibimos el perdón eterno, a veces volvemos a pecar. Puede ser que ante el Señor nos debilitemos y encontremos dificultades. Esta clase de pecado crea una barrera en nuestra comunión con Dios.
A. La vida se deleita en la comunión
Los biólogos afirman que la vida tiene dos características: en primer lugar, lucha por sobrevivir, por preservarse y continuar su existencia; es decir, detesta la muerte; y en segundo lugar, no desea ser desconectada de la comunión; la vida aborrece el aislamiento. Si un polluelo se deja a su suerte, se vuelve agreste y arisco. Si lo junta con otros polluelos, se volverá viviente. Si un prisionero se mantiene aislado, sufrirá porque no podrá tener comunicación con otros. El hombre es un ser vivo, y como las demás criaturas lucha por preservar su propia vida y también se deleita en la correlación de la vida.
B. Obstáculos a la comunión de la vida
Tenemos la certeza de que la sangre del Señor Jesús nos salvó. No tenemos ninguna duda en lo que a nuestra vida se refiere; somos salvos y recibimos perdón eterno. Esto lo tenemos bien claro.
Pero otro asunto puede plantear un problema. Después de creer en el Señor y ser salvos, nuestra comunión con Dios y con los demás hijos de Dios puede interrumpirse si ofendemos a Dios. ¿En qué consiste una interrupción en la comunión? Supongamos que una niña va secretamente a la cocina y hurta algo que la madre ha preparado o algunas frutas o cualquier otro comestible. Supongamos que mientras la madre no está en casa, ella se come toda la comida. Podrá cerrar muy bien la puerta de la cocina, lavarse bien la cara y limpiar la mesa. Sin embargo, ¡ha cometido una transgresión! Antes de que esto sucediera, todas las noches ella tenía una comunión muy íntima con su madre. Pero esa noche no es como las anteriores porque ha hurtado algo. Cuando su madre la llama desde el cuarto, su corazón empieza a palpitar aceleradamente mientras se acerca, pensando que su madre la castigará. Quizás su madre le ofrezca algo de comer, pero ella habrá perdido el deseo de comer. Estará en constante temor de que su madre se entere de lo que hizo, y puede ser que trate de esconderse de ella. Vemos en este ejemplo que la comunión de la niña con su madre se ha interrumpido. Cuando hurta la comida, no deja de ser hija, pero la comunión con su madre se ha interrumpido. Cuando usted peca, no deja de ser hijo de Dios, pero su comunión con El se interrumpe. El pecado interrumpe inmediatamente nuestra comunión. La conciencia ya no es limpia. Para disfrutar una comunión continua con Dios, usted debe tener una conciencia pura. Si su conciencia está contaminada, no puede tener comunión con Dios.
C. Cómo restaurar nuestra comunión con Dios
Un hijo de Dios no pierde su posición como tal cuando peca, pero sí pierde su comunión con El por causa de su pecado. Sin embargo, hay un perdón que se relaciona con la comunión. Le damos esta designación porque solamente cuando nos volvemos a Dios y confesamos nuestro pecado, podemos restaurar la comunión con El; de lo contrario, no podemos tener comunión con El. Es posible que ni siquiera podamos orar ni decir amén cuando otros oran, y sufrimos interiormente.
¿Qué puede hacer uno? Tomemos el ejemplo de la niña que hurtó de su madre. Ella tiene que ir a su madre y decirle: “Hurté las golosinas que preparaste. Me comí la fruta que estaba en la mesa. No debí haber hecho eso”. Ella tiene que ver las cosas desde el punto de vista de su madre y considerar su acción como pecado. Debe darle al pecado su respectivo nombre. Ella debe decir: “¡Por favor perdóname por mi pecado!” De igual manera, nosotros debemos acercarnos a Dios y decirle: “He pecado contra Ti en este asunto. Por favor, perdóname”. Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia. Dicho perdón no tiene relación con el perdón eterno, sino con la comunión hay entre Dios y nosotros. Por eso decimos que este perdón se relaciona con la comunión.
IV. EL PERDÓN RELACIONADO CON LA ADMINISTRACIÓN
Hay otra clase de perdón en la Biblia al que nos referimos como perdón relacionado con la administración. Podemos entender esta clase de perdón según los siguientes versículos: Mateo 6:14-15; 9:2, 5-6; 18:21-35; Jacobo (Santiago) 5:15. Llamamos perdón relacionado con la administración al perdón al que aluden estos versículos.
A. ¿Qué es el perdón relacionado con la administración?
Algunos podrían preguntar: “¿Qué es el perdón relacionado con la administración?” Con frecuencia he pensado que si una persona que se convierte entendiera en el momento de ser salvo lo que es el gobierno de Dios, se ahorraría muchas dificultades y problemas.
Permítanme usar de nuevo el ejemplo de la niña. Antes de que ocurriera el incidente que describimos arriba, cuando la madre salía de casa, dejaba abiertas las puertas de los cuartos y la puerta de la cocina, y dejaba sin llave la despensa, a pesar que había suficientes provisiones en ella. Ese día en particular, cuando regresa a la casa, descubre que su hija ha hurtado comida de la despensa. Puesto que la madre se da cuenta, la hija no tiene más opción que confesar su pecado y pedir por perdón. La madre la perdona y la besa, y el asunto concluye; de este modo, la comunión se restaura. Pero desde ese momento en adelante, la madre comienza a cerrar las puertas con llave cuando sale de la casa. ¡Ella cambia! La comunión es una cosa, pero la administración es otra.
¿Qué es la administración? Es la manera de llevar a cabo las cosas. En nuestras palabras, la administración divina es la manera en que Dios efectúa Sus obras. La madre perdona el pecado de la hija y le dice: “Puesto que ya te comiste la comida, me olvidaré del asunto”. Perdona a su hija y la comunión se restaura. Cuando la hija ve la madre, puede sentirse contenta y cercana a ella igual que antes. Pero la próxima vez que la madre salga, la despensa y la puerta de la cocina quedarán cerradas con llave. En otras palabras, la administración será diferente. La comunión se puede restaurar, pero la manera de administrar las cosas no se puede restaurar fácilmente. La niña no tendrá la libertad que tenía antes; tendrá ciertas restricciones. Tengan presente que Dios nos trata según el mismo principio. El perdón en la comunión es fácil de obtener. La comunión se restaura fácilmente si la persona confiesa con un corazón sincero. Una vez que uno confiesa que ha pecado contra Dios, restaura la comunión entre El y uno. Pero la manera en que Dios se relaciona con ellos puede cambiar, y El les impondrá Su disciplina. No les permitirá que sigan andando libremente y sin restricción.
El día que la mano disciplinaria de Dios se retira, recibimos el perdón relacionado con el aspecto administrativo. Después de un tiempo, la madre puede confiar de nuevo en su hija y vuelve a dejar abierta la puerta de la cocina. A esto nos referimos cuando hablamos del perdón relacionado con el aspecto administrativo.
El perdón relacionado con la comunión es una cosa, y el perdón que se relaciona con el aspecto administrativo es otra. Un padre deja salir a sus hijos a las cuatro de la tarde a jugar, y les dice que quiere que regresen a las seis en punto para la cena. Supongamos que un día los hijos salen y pelean con otros niños. Cuando regresan a casa, confiesan el pecado al padre. El padre los perdona y les permite salir al día siguiente. Pero se meten en una pelea con otros muchachos. ¿Qué hará el padre? Día tras día ellos confiesan el pecado, y posiblemente el padre los perdone en todas las ocasiones. Pero el padre comenzará a preguntarse si está ejerciendo una buena administración de esa manera; se preguntará si hace bien en dejarlos salir todos los días. Entonces es posible que diga: “Desde mañana se quedarán en casa y no saldrán a la calle, porque siempre que salen terminan peleando”. Aquí aparece la mano del padre. Cuando pecamos en contra de Dios, Dios nos perdona si le confesamos nuestros pecados. Sin embargo, no podemos evitar que nos discipline. Dios nos perdona, y nuestra comunión con El se restaura, pero El cambia con nosotros. Un hombre debe saber que la mano administrativa de Dios no se aparta fácilmente. No es fácil que Dios quite Su mano disciplinaria. Dios quitará Su mano, con la cual ejecuta Su disciplina administrativa, cuando tenga la plena seguridad que sus hijos se están portando bien. Cuando el padre ve que sus hijos continúan causando problemas, les dirá que se queden en casa y les limitará la libertad. No los dejará salir por días, semanas y aun meses, hasta estar seguro de que sus hijos no se meterán en problemas discutiendo ni peleando. Cuando eso ocurre, el padre les dice a los hijos: “Ustedes se han portado muy bien en los últimos dos meses, mañana pueden salir por diez minutos”. La mano que ejerce la disciplina administrativa se ha retirado. ¿Pueden comprender esto? Estos diez minutos constituyen el perdón relacionado con la administración. La administración ha cambiado. Aun así, durante esos diez minutos el padre observa el comportamiento de sus hijos cuando están con otros. Si los hijos no se meten en una pelea, el padre tal vez les permita salir por media hora al día siguiente. Después de algún tiempo, lo extiende a una hora. Quizás en uno o dos meses ellos puedan volver a jugar de cuatro a seis. Cuando eso sucede podemos decir que ¡el perdón relacionado con la administración ha sido totalmente aplicado a los hijos! Hermanos, ¿qué es el perdón relacionado con la administración? Es completamente diferente del perdón eterno, del perdón recibido indirectamente y del perdón que se relaciona con la comunión. El perdón relacionado con la administración depende de la manera en que Dios dirige, gobierna y se relaciona con nosotros.
B. Lo que el hombre siembre, eso segará
Muchos pasajes bíblicos destacan asuntos similares. Por ejemplo, Gálatas 6:7 dice: “Todo lo que el hombre siembre, eso también segará”. Esto nos habla de la disciplina administrativa de Dios. Si un padre malcría a sus hijos, éstos no se educarán como debe ser. Un padre que no cuida a su propia familia terminará en una tragedia, lo cual es el único resultado posible. Una persona que siempre discute y pelea conotros y que tiene una actitud contradictoria, no tiene amigos. Lo que el hombre siembre, eso segará. En esto consiste el gobierno de Dios, es la ley que El dispuso. Nadie puede cambiar esta ley. Los hijos de Dios deben tener cuidado de no provocarle en lo que tiene que ver con Su administración. No es fácil que Dios retire Su mano una vez que ha sido provocado.
C. La sanidad que el Señor efectúa en el paralítico, un ejemplo del perdón relacionado con la administración
Cierto paralítico fue traído al Señor en la presencia de los escribas. El Señor Jesús le dijo al paralítico: “Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados”. (Mt. 9:2). Si no entendemos el perdón relacionado con la administración, será muy difícil entender de qué estaba hablando el Señor Jesús en este pasaje. El paralítico no expresó su fe; fueron otros los que lo trajeron en una cama al Señor. Sin embargo, el Señor le dijo: “Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados”. ¿Quiere decir esto que el paralítico fue salvo cuando lo trajeron al Señor? Si fuera así, la salvación sería muy fácil. Uno sólo necesitaría ser traído al Señor, para que los pecados le fueran perdonados. No; esto, por supuesto, no se refiere al perdón eterno. No tiene nada que ver con el perdón que se recibe indirectamente, ni siquiera con el perdón que tiene que ver con la comunión. Esta es otra clase de perdón. Aquí el Señor nos muestra dos cosas. Por una parte, los pecados del paralítico le fueron perdonados, y por otra, él se levantó, recogió su cama y anduvo. Tengan presente que muchas enfermedades son el resultado de la administración de Dios. Para que el paralítico fuera sano y se levantara, necesitaba recibir primero el perdón relacionado con la administración de Dios. Tal perdón está relacionado con el gobierno de Dios, y tenía que ver con la enfermedad de aquel hombre, no con la vida eterna. Cuando trajeron el paralítico al Señor Jesús, fue evidente que el perdón del Señor estaba ligado a la enfermedad, la parálisis. Este hombre vino al Señor para ser sanado, y el Señor Jesús dijo que sus pecados le eran perdonados. En otras palabras, su enfermedad desaparecería una vez que sus pecados fueran perdonados. Su enfermedad estaba ligada a sus pecados. El Señor expresó tales palabras porque, ante Dios, la enfermedad era el resultado de los pecados del hombre. El estaba enfermo porque todavía no se había solucionado el asunto de sus pecados. Cuando esto quedó establecido, su enfermedad desapareció. Este es el perdón relacionado con la administración de Dios. Cuando este perdón llega, la enfermedad se va. Claramente se ve que el pecado incluía una ofensa que tocaba la administración. El hombre estaba enfermo porque había hecho algo que había ofendido el gobierno de Dios. Una vez que Dios le perdonó sus pecados, pudo levantarse, recoger su lecho e irse a su casa. Este perdón difiere de las otras clases de perdón. Este es el perdón que nos capacita para recoger nuestro lecho e ir a casa. Este es el perdón relacionado con la administración.
D. Los ancianos de la iglesia ungen a los enfermos y oran para que reciban el perdón relacionado con la administración
Jacobo [Santiago] 5:14-15 dice: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados”. Parece que esto implica un perdón muy especial. He aquí un hermano que estaba enfermo. Los ancianos de la iglesia fueron invitados a ungirle con aceite y a orar por él, y la oración de fe sanaría al enfermo. Si había cometido algún pecado, le sería perdonado. Vimos que la enfermedad puede ser causada por muchos factores. Algunas enfermedades pueden no ser el resultado del pecado, pero otras sí. Aquí el pecado no es perdonado por la confesión del enfermo, sino por la oración de los ancianos de la iglesia. ¿Por qué los pecados le son perdonados después que los ancianos de la iglesia oran por él y le aplican la unción? ¿A qué tipo de pecados se refieren estos versículos? No se puede aplicar tal método al perdón eterno, al perdón que se recibe mediante un intermediario, ni al perdón relacionado con la comunión. Creo que tiene relación con la administración divina. Supongamos que un hermano está enfermo debido al castigo que Dios inflige en Su administración. El hombre pecó y cayó, y Dios lo disciplina. La mano disciplinaria de Dios no se ha retirado. La persona tiene que esperar que los ancianos de la iglesia vengan a él y oren por él, diciendo: “Los hermanos han perdonado sus pecados. Esperamos que él se levante de nuevo. La iglesia quisiera ver a este hermano recobrado y activo en el fluir de vida. Por consiguiente, ungimos su cuerpo con aceite para que el aceite que proviene de la Cabeza pueda fluir una vez más”. Cuando la iglesia actúa así con el enfermo, éste es restaurado. En muchos casos, una persona puede haber pecado en contra de la administración divina. Tan pronto como Dios retira Su disciplina de esta persona, es sanada de la enfermedad. Cuando Dios quita Su mano, se cumple el versículo: “Si ha cometido pecados, le serán perdonados”. Esto difiere de pecados ordinarios. Cuando leemos la Biblia, debemos comprender que Jacobo 5 es un capítulo sobre el perdón que se relaciona con la administración. Si Dios nos aplica el castigo que se relaciona con Su gobierno, no nos soltará hasta perdonarnos completamente.
E. El castigo de la administración divina aplicado a David
Para entender el significado del perdón relacionado con la administración de Dios, examinaremos el caso de David en el Antiguo Testamento. Ningún otro pasaje de la Biblia expresa tan claramente el perdón relacionado con la administración de Dios como la historia de David y la mujer de Urías. David cometió dos pecados: adulterio y homicidio. El adulterio fue un pecado en contra de la esposa de Urías, y su asesinato fue un pecado en contra de Urías mismo. Si usted lee el salmo 51 y algunos salmos que tratan el mismo tema, verá como David confiesa sus pecados después de cometer sus errores. El sintió vergüenza, se vio contaminado y entendió la ofensa que había cometido en contra de Dios. El fue sincero en su confesión a Dios. Esto nos muestra claramente que su comunión con Dios fue restaurada después de su confesión en el salmo 51. Esta restauración de la comunión corresponde a lo que leemos en 1 Juan 1.
¿Qué le dijo Dios a David? Envió a Natán a que le hablara. Quiero que pongan especial atención a lo que Natán dijo en 2 Samuel 12:13 después que David confesó: “Pequé contra Jehová”. Le dijo: “También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás”. David dijo: “Pequé contra Jehová”. Confesó su pecado y admitió su culpabilidad. Reconoció que se había contaminado pecando contra Jehová. Dios, por Su parte, le dijo por medio de Natán: “También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás”. ¿Qué le dijo Dios a David después de eso? El dijo: “Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá” (v. 14). Ya le había dicho: “Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer” (v. 10). Y añadió: “He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol. Porque tú lo hiciste en secreto; mas yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol” (vs. 11-12). Dios ya había remitido los pecados de David, pero haría morir al hijo que le nació a la mujer de Urías y haría que la espada nunca se apartara de su casa. Dios ya había hecho a un lado los pecados de David, pero permitiría que Absalón se rebelara y mancillara a las mujeres de David. En otras palabras, los pecados pueden ser perdonados, pero la disciplina no se quita inmediatamente.
Permítanme que les hable con franqueza. Ustedes pueden acudir a Dios y pedirle que les perdone cualquier pecado, y Dios lo perdonará. La restauración de la comunión puede ser inmediata. David restauró su comunión con Dios muy rápidamente, pero la disciplina de Dios continuó aun después de su muerte. El gobierno de Dios no se apartó de él mientras Su disciplina estuvo sobre él. No pasó mucho tiempo después de este incidente, cuando su hijo se enfermó. Aun cuando David ayunó y se postró en tierra toda la noche, fue inútil. La mano disciplinaria de Dios cayó sobre David, y aquel hijo murió. Más adelante, su hijo mayor Amnón fue asesinado, y después Absalón se rebeló. ¡La espada nunca se apartó de la casa de David! Sin embargo, Dios le dijo a David que había perdonado sus pecados. Hermanos, puede ser que Dios haya perdonado sus pecados, pero a pesar de ello, no detendrá Su castigo ni Su mano disciplinaria.
F. Aprendamos a humillarnos bajo la mano poderosa de Dios
Nuestro Dios tiene un gobierno bien definido. El no quitará inmediatamente Su mano disciplinaria de aquellos que han pecado en contra de El. Con frecuencia, Dios no hace nada. Pero una vez que extiende Su mano, en lo relacionado con Su administración, usted no puede hacer otra cosa que humillarse bajo Su mano poderosa. ¡No tiene escape! Dios no es como el hombre; El no es descuidado y no va a olvidarse del asunto. El pecado que menoscaba la comunión de uno con Dios puede ser perdonado fácilmente, y la persona se puede recobrar con facilidad, pero nadie se puede escapar de la disciplina que Dios aplica en el medio ambiente, la casa, la carrera de uno y su cuerpo físico. Lo único que uno puede hacer es humillarse bajo Su mano poderosa. Cuanto más nos humillamos y abandonamos toda resistencia, más fácil le es a Dios retirar Su mano, Su disciplina administrativa. Si nos rehusamos a humillarnos y nos disgustamos, nos quejamos y nos indignamos, será difícil que Dios retire Su disciplina administrativa. ¡Este es un asunto muy serio! Es posible que hace veinte años hayamos hecho algo según nuestra propia voluntad, y hoy día, quizá todavía afrontemos la misma cosa. De todos modos, tenemos que sufrir las consecuencias. Aquello nos perseguirá, y cuando nos alcance, debemos bajar la cabeza y decir: “¡Señor, es mi culpa!” Debemos humillarnos bajo la mano de Dios. No oponga resistencia. Cuanto más se resista, más fuerte se vuelve la mano de Dios. Permítanme repetir: Humillémonos bajo la mano poderosa de Dios. Cuanto más rechazamos la mano disciplinaria de Dios, más problemas encontramos. Cuando la disciplina que corresponde a la administración divina nos sobreviene, debemos humillarnos y decir: “¡Señor, Tú has obrado bien! Me lo merezco”. Debemos humillarnos. No solamente debemos deshacernos de nuestros pensamientos rebeldes, sino también de todas las quejas y murmuraciones.
No es fácil ser rebeldes y a la vez tratar de escapar de la mano de Dios. ¿Quién puede escapar de esa mano? Comprenda que ha caído en la situación en la que se halla debido a lo que hizo antes. Supongamos que a un hermano cuando era un muchacho le gustaba mucho el azúcar, y sus dientes se corroen por consumir demasiados dulces. Un día siente que ha comido muchos dulces. Siente un fuerte dolor de muela. Le pide a Dios que perdone su pecado de indisciplina al comer. Dios perdona ese pecado sin problema. Pero eso no significa que las caries desaparecerán de sus dientes. Sus dientes seguirán deteriorados; ésa es la administración de Dios. Si usted come dulces, sus dientes se cariarán. Si usted confiesa su debilidad, la comunión se restaurará, pero eso no significa que los dientes volverán a estar sanos después de hacer la confesión. Una vez que usted reconozca el gobierno de Dios, tendrá que aprender a humillarse ante Su mano. Uno nunca puede recobrar un diente que ha sido atacado por la caries, pero hay asuntos con relación a la administración de Dios que pueden ser eliminados, y la persona afectada se puede recobrar.
G. Estar bajo la disciplina administrativa de Dios es un asunto muy serio
Examinemos otro pasaje de la Palabra. Después de que Moisés hirió la roca en Meribá (Nm. 20:10-12), tanto él como Aarón fueron sometidos a la disciplina administrativa de Dios. Después de que Aarón cayó, Dios le permitió continuar ejerciendo su sacerdocio y restauró la comunión con él. Aunque Aarón llevaba las vestiduras sacerdotales, Dios le dijo que no seguiría viviendo. Moisés tampoco honró a Jehová como el Santo cuando estaba junto a la roca. Dios quiso que Moisés le ordenara a las aguas que salieran de la roca, pero él perdió la calma e hirió la roca. La mano de Dios se hizo sentir sobre Sus siervos, y ni Aarón ni Moisés pudieron entrar a Canaán. ¿Ve usted aquí el principio básico? ¡Esta es la administración de Dios! No podemos predecir lo que Dios hará, ni podemos garantizar que nos tratará siempre de la misma manera. En cualquier momento, Dios puede cambiar la manera en que nos trata. El puede abandonar el método que a nosotros nos parece inmejorable.
La Biblia está llena de historias similares. Por ejemplo: cuando los israelitas llegaron a Cades en el desierto de Parán, enviaron espías que subieron a escudriñar la tierra (Nm. 13—14). Cuando vieron que los racimos de uvas tenían que transportarse entre dos personas, comprendieron que aquélla era una tierra en la que fluían la leche y la miel. Sin embargo, tuvieron miedo y no se atrevieron a entrar a ella, porque vieron que sus habitantes eran de gran estatura. Ante ellos, los israelitas eran como langostas. En consecuencia, todos ellos murieron en el desierto, con excepción de Josué y Caleb, que fueron las únicas dos personas que entraron a la buena tierra. Más adelante, el pueblo confesó sus pecados y quiso entrar. De todos modos, Dios los trató como pueblo Suyo y fue benigno con ellos. Sin embargo, ya no tendrían parte en la tierra de Canaán. ¡La administración de Dios había cambiado! Hermanos, el mismo día que ustedes empiezan su vida cristiana, deben tener la esperanza de permanecer hasta el final en la senda que Dios les preparó. No sean descuidados en su conducta, ni pequen. Recuerden que aun cuando Dios haya tenido misericordia de ustedes, El no cambia Sus caminos. La administración divina no pasará nada por alto.
¡La disciplina que Dios aplica por causa de Su administración es una acción muy seria! Conozco un hermano a quien el Señor específicamente llamó a dejar su carrera para servirle. El volvió a casa de visita, pero no fue capaz de renunciar a su ocupación. El quería ser un buen cristiano, pero no quiso hacer a un lado su carrera ni dedicar su vida al evangelio. Desde entonces algunas veces está débil y otras fuerte. ¡Pero para él ya es imposible que regrese a este camino! No olviden que nuestro mayor temor es la mano disciplinaria de Dios. No sabemos cuándo caerá sobre nosotros. Puede ser que Dios nos deje sin castigo aun cuando nos rebelemos diez veces, pero quizá que no nos permita pasar la undécima vez. En algunos casos no tolera ni la primera vez. ¡No sabemos cuando hará que le rindamos cuentas. Hermanos, la administración de Dios no está bajo nuestro control. El actúa siempre según Su voluntad.
Conozco a una hermana que en una ocasión quiso consagrarse al servicio del Señor. Más tarde se casó, y no le fue muy bien en su matrimonio. Tan pronto como dio ese paso, la luz dejó de brillar en ella. La disciplina administrativa de Dios está sobre ella. Ahora no podemos hacer que ella regrese no importa cuánto tratemos. La luz se apagó para ella. Es como si una cortina la rodeara ahora, no hay forma de que ella pueda ver la luz de nuevo.
H. Hacer lo posible por obedecer al Señor y pedir Su misericordia
Por consiguiente hermanos, lo primero que debemos hacer es tratar de hacer lo posible por obedecer al Señor. Que el Señor tenga misericordia y sea benigno para con nosotros y nos siga guardando de caer en Su mano disciplinaria. De todos modos, si caemos en Su mano, no debemos tratar de salirnos de ella. No se resista ni huya. No se dé por vencido en el principio básico de obedecer a Dios a toda costa. No le estoy pidiendo que obedezca por su propio esfuerzo, porque sé que no lo puede hacer. Debemos pedirle al Señor que tenga misericordia de nosotros y nos capacite para que le obedezcamos. Cuando el Señor tenga misericordia de nosotros, podremos resolver este asunto. “Señor, ten misericordia de mí, pues de no ser así, no podré pasar por esto”. Siempre debemos pedirle al Señor que tenga misericordia de nosotros para que podamos atravesar esos momentos y para no caer en Su mano disciplinaria. Si Dios ya nos está aplicando Su disciplina y ya estamos enfermos o en medio de alguna horrible experiencia o dificultad, recordemos que no debemos resistir a la administración divina con nuestras manos carnales. Tan pronto como la disciplina de Su administración nos sobrevenga, debemos humillarnos bajo Su mano poderosa. Debemos decir: “¡Señor, esto es obra Tuya! ¡Esto es lo que Tú has dispuesto! Recibo esto gustoso y lo acepto”. El castigo que proviene de la administración de Dios estuvo sobre Job (de quien Dios pudo haber retirado Su disciplina fácilmente). Cuanto más Job aceptaba, mayor beneficio recibía, pero cuanto más hablaba de su propia justicia, peor se volvía su condición.
¡Gracias sean dadas a Dios! La disciplina administrativa de Dios no permanece todo el tiempo sobre una persona. Personalmente, creo que cuando esta disciplina se posa sobre una persona, puede ser quitada fácilmente con la oración de la iglesia. Esta es la lección preciosa que encontramos en Jacobo [Santiago] 5, donde se nos dice que los ancianos de la iglesia pueden hacer que se retire el castigo que proviene de la administración de Dios. Jacobo dice que la oración de fe puede hacer que una persona sea restaurada. Si ha cometido pecados, éstos serán perdonados. Si un hermano es iluminado con relación a este asunto, y la iglesia ora por él, con mucha frecuencia Dios retirará Su mano administrativa y disciplinaria.
En cierta ocasión en que conversaba con la señorita M. E. Barber, me contó una historia muy interesante. Un hermano había cometido algo terrible, pero luego se arrepintió y vino a ver a la señorita Barber. Ella le dijo: “Usted ya se arrepintió y ha dado la espalda al asunto ¿no es cierto? Ahora debe acercarse al Señor y decirle: ‘Antes yo era un vaso en las manos del alfarero, pero este vaso se ha echado a perder’. No fuerce al Señor diciendo: ‘Señor, debes hacerme otra clase de vaso’. Usted debe humillarse y orar: ‘¡Señor, ten misericordia de mí! ¡Permíteme que sea un vaso de nuevo! Ya no insistiré en ser un vaso por mi propia cuenta. El Señor puede hacer de usted un vaso para honra o un vaso para deshonra”. Muchas personas todavía desean ser la misma clase de vaso. Insisten en que el Señor los haga vasos de honra a toda costa, pero algunas veces la bendición puede surgir de la maldición. Sin embargo, puedo decir que todos hemos de pasar por muchas pruebas. Yo he estado en las manos de Dios muchas veces; la mano disciplinaria de Dios ha estado sobre mí. Tenemos que admitir que con frecuencia llegamos a conocer la voluntad de Dios mucho más por medio de Su disciplina administrativa. No es posible esquivarla; lo único que podemos hacer es humillarnos. A medida que el tiempo pasa, nos damos cuenta de que es imposible evitar las consecuencia de lo que hacemos. Tenemos que humillarnos ante la voluntad de Dios. Solamente podemos decir: “¡Señor! Lo que has dispuesto para mí es lo mejor. ¡Humillo mi corazón ante Ti!”
No debemos ser descuidados acerca de estos asuntos. Una hermana vino a verme para hablarme acerca de casarse con cierta persona. Le dije que hasta donde yo sabía, no debía casarse con él porque él no parecía ser un cristiano digno de confianza. Ella dijo que tenía confianza en que le iba a ir bien en su matrimonio. Siete u ocho meses después de casarse me escribió una carta bastante larga diciéndome: “Ahora sé que hice mal. No escuché a su consejo. ¡Ahora veo que cometí un gran error! ¿Qué puedo hacer?” Le contesté: “De ahora en adelante sólo hay una cosa que usted puede hacer: humíllese bajo la mano poderosa de Dios. Aunque usted me cuente de su problema, yo no le puedo ayudar. Usted está ahora en la mano administrativa de Dios. Si usted lucha y se rebela, sólo logrará que su vaso se quiebre y sacrificará su propio futuro”. En la carta le dejé muy en claro que era absolutamente innecesario que me escribiera de nuevo. ¡Debemos recordar que la administración divina es muy seria!
Con frecuencia pienso: ¿Con qué puedo comparar la condición actual de la iglesia? La iglesia es como la casa del alfarero, que tiene muchas vasijas, vasos quebrados y tiestos regados por todas partes. Por donde uno camina ve vasijas rotas. Esta es la situación que existe entre los cristianos hoy día. Este es un asunto muy grave. Repito una vez más que debemos aprender a humillarnos bajo la mano poderosa de Dios.
V. EL TEMOR DE DIOS Y LA MAGNANIMIDAD PARA CON LOS DEMÁS
Otros dos pasajes de la Palabra, Mateo 6:15 y 18:23-35, nos hablan de la disciplina que Dios aplica como medida administrativa. Encontramos algo muy importante en estos versículos: no condenemos tan ligeramente a los demás. ¡Este es un asunto muy delicado! Si uno critica con ligereza a los demás, la misma critica recaerá sobre uno. En algún asunto que uno no perdone ni excuse a otros, ¡ese mismo asunto se volverá en contra de uno! Esto se relaciona, sin duda alguna, con la mano administrativa de Dios. El Señor dijo que si no perdonamos a otros sus ofensas, Dios tampoco perdonará las nuestras. Esto alude al perdón que se relaciona con la administración divina, el cual difiere de las demás clases de perdón. Mateo 18:35 usa la expresión “Mi Padre celestial”. El hecho de que una persona pueda llamar “Padre” a Dios prueba que el asunto del perdón eterno se resolvió hace mucho tiempo. Si un hermano ofende a otra persona y ésta no quiere perdonar al hermano, Dios tampoco la perdonará a ella. Su disciplina administrativa se hará presente. ¡Aprendan a ser personas magnánimas y comprensivas! Aprendan a ser benignos con los demás y a perdonar siempre. Si nos quejamos continuamente de la conducta de los demás y del maltrato que recibimos de ellos, no olvidemos que esto nos pondrá en la mano administrativa de Dios ¡y no será fácil salir de allí! Dios nos meterá en lo profundo del hoyo. Si usted es severo para con los demás, Dios también será rígido con usted. Cuando el esclavo salió de delante de su amo, halló a uno de sus consiervos que le debía cien denarios, y lo asió por el cuello. Cuando su amo se dio cuenta de esto, se enojó con él y lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que debía (18:23-35). No saldría libre hasta que pagara toda la deuda. Dios disciplinó al esclavo que no quiso perdonar. El castigo que Dios inflige como parte de Su administración vino sobre él, y éste no pudo evadirlo.
No solamente debemos ser benignos y perdonarlos, sino también evitar criticar o hablar de los demás livianamente. Tengan presente que nuestras críticas y nuestros comentarios inconsiderados acerca de los demás se convierten en juicio sobre nosotros mismos. Entonces, ¿qué debemos hacer? Cuando un hermano trata ásperamente a otros, quizás se enferme con facilidad. Algunas veces una persona hace un comentario acerca de los hijos malcriados de otros, diciendo: “Miren como la mano disciplinaria de Dios está siempre sobre esta persona”. Pero después de algunos días, le sucede lo mismo al que hizo la crítica. ¿Qué hacemos cuando esto sucede? Hermanos, espero que todos aprendamos a temer la disciplina que proviene de la administración divina. Tenemos que aprender a temer a Dios. Debemos tener mucho cuidado con lo que decimos, porque muchas cosas nos pueden suceder como resultado las cosas que decimos sin pensar.
La vida cristiana es una senda en la que aprendemos a conocer la administración de Dios. Como cristianos podemos vivir muchos años sobre la tierra, durante los cuales Dios nos adiestra y nos enseña las lecciones de Su disciplina. No podemos llamarnos hijos de Dios y a la vez negarnos a ceder ante Su disciplina. Recuerden que nadie debe criticar ni hablar ligeramente. Espero que todos podamos desarrollar el hábito de apartarnos de las frivolidades y las conversaciones vanas. Debemos ser personas piadosas. No es sabio incurrir en el juicio relacionado con la administración de Dios. Esto es muy serio y solemne. Debemos tener cuidado no sea que atraigamos sobre nosotros los problemas de otros. Todo lo que condenamos a la ligera en los demás, pronto se volverá una censura sobre nosotros, pues lo que sembramos eso cosechamos. Esto sucede con mucha frecuencia entre los hijos de Dios. Espero que aprenderemos a ser magnánimos a los ojos de Dios. Los sabios son benignos. Cuanto más comprensivos seamos con los demás, más benigno será Dios con nosotros. Sé esto por experiencia. Si somos severos y estrictos con nuestros hermanos, Dios también lo será con nosotros. Debemos aprender a ser amables, amorosos y comprensivos con nuestros hermanos. Denle libertad a los demás en muchas cosas. Detengan toda crítica y todas las palabras superficiales. Cuando una persona tiene problemas, es cuando debemos ayudarle, no criticarla.
Tengan presente que los judíos serán atormentados y encarcelados al final de la era. No tendrán ropa ni comida. Las ovejas serán aquellos que los visiten en sus cadenas, quienes los vistan cuando los hallen desnudos y les den de comer cuando tengan hambre. Esta caridad les permitirá a su vez recibir gracia. No debemos decir que como Dios ha dispuesto que pasen por persecución y sufrimientos, debemos ayudar añadiéndoles penas. Si bien es cierto que Dios ha dispuesto que ellos sufran, también es cierto que nosotros debemos ser magnánimos con ellos. No debemos agregarles más padecimientos porque Dios determinó que fueran perseguidos y afligidos. La disciplina relacionada con la administración divina corresponde a Dios. Los hijos de Dios en esta era siempre deben tratar a la gente pródiga y compasivamente. Si no hacemos esto, el Señor no nos perdonará en muchas áreas.
Hay muchos hermanos que han caído miserablemente por una sola razón: han criticado a los demás muy severamente. Muchas de las debilidades que tienen son las mismas debilidades que ellos criticaron antes. ¡Dios no pasará por alto tales cosas! ¡Debemos ser benignos para con los demás, si queremos evitar la disciplina administrativa de Dios! Ojalá que aprendamos a amar y a ser comprensivos unos con los otros. Siempre debemos pedir la misericordia de Dios al afrontar nuestra insensatez y nuestra debilidad, tanto en nuestra conducta como en nuestras obras. ¡No quisiéramos caer en Su disciplina administrativa! Debemos apelar constantemente a la misericordia de Dios. ¡Necesitamos entender que dependemos enteramente de la sabiduría de Dios! Debemos decirle a Dios: “Soy un hombre insensato. Todas mis acciones son necedades. Yo no puedo hacer nada. Si caigo en Tu mano disciplinaria, no podré soportarla. ¡Ten misericordia de mí!” Cuanto más flexibles y humildes seamos, más fácilmente seremos liberados de nuestras aflicciones. Cuanto más arrogancia, obstinación y justicia propia tengamos, más difícil nos será salir de las dificultades. Por consiguiente, debemos aprender a humillarnos.
VI. HUMILLEMONOS Y OBEDEZCAMOS, Y “A SU DEBIDO TIEMPO”, LA DISCIPLINA DE DIOS SE APARTARA
Si por alguna razón, grande o pequeña, caemos en la mano disciplinaria de Dios, no debemos rebelarnos por ningún motivo. ¡La rebelión es insensatez! Solamente hay un principio sobre el cual debemos actuar cuando estamos bajo la disciplina administrativa de Dios: humillarnos ante la mano poderosa de Dios. Si en verdad nos humillamos bajo la mano poderosa de Dios, El nos exonerará y nos liberará “a su debido tiempo”. Cuando Dios ve que los eventos han seguido su curso, El nos soltará. Noten la expresión “a su debido tiempo”. En 1 Pedro 5:6 dice: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que El os exalte a su debido tiempo”. El énfasis aquí recae en “a su debido tiempo”. Dios nos despejará el camino, nos conducirá al camino recto, nos liberará y nos exaltará a su debido tiempo.
La mano poderosa de Dios que menciona este versículo alude específicamente a la disciplina. Aquí la mano de Dios no son manos de protección, pues si así fuera, estos versículos dirían: “El brazo eterno de Dios”. Aquí se nos habla de humillarnos bajo la poderosa mano de Dios, lo cual implica obediencia. No podemos escapar de esta mano ni rechazarla. Más bien, debemos aprender a humillarnos bajo Su mano diciendo: “¡Señor! Estoy dispuesto a obedecer. No me opondré a Ti, no importa donde me pongas. ¡Acepto todo y lo acepto voluntariamente! No tengo nada que decir de la manera en que me estás tratando. ¡Estoy dispuesto a obedecer Tu palabra!” Entonces veremos que hay un debido tiempo. No sabemos cuán largo es el plazo, pero en cierto momento, la disciplina administrativa de Dios concluye, y El guía a la iglesia a orar por nosotros y hacernos libres.
Espero que podamos conocer el gobierno de Dios desde sus comienzos. Muchas problemas se desarrollan porque los hombres desconocen la administración de Dios. Espero que los hijos de Dios conozcan la administración divina desde el primer día de su vida cristiana. Si lo hacen, podrán avanzar sin obstáculos.