Watchman Nee Libro Book cap.9 El misterio de Cristo
EL PRINCIPIO DEL CUERPO
CAPÍTULO NUEVE
EL PRINCIPIO DEL CUERPO
Lectura bíblica: Hch. 6:6; 8:4-5, 12, 14-17; 9:3-6; 10-12, 17; 19:6; Jac. 5:14-16; Mt. 18:15-16, 19-20; 1 Ti. 4:14; 5:22; 2 Ti. 1:6
LA IMPOSICIÓN DE MANOS POR LOS APÓSTOLES
Hay un ejemplo en Hechos 8 que nos muestra el principio del Cuerpo. En aquella época la iglesia en Jerusalén atravesaba una intensa persecución, y todos los discípulos fueron dispersados, excepto los apóstoles. Felipe no era apóstol; él simplemente se ocupaba de la distribución de los alimentos. Como estaba lleno de vida, descendió a Samaria y predicó el evangelio. Muchos creyeron y fueron bautizados, y hubo “gran gozo en aquella ciudad” (v. 8). Pero había una diferencia entre estos que habían sido salvos y los creyentes que estaban en Jerusalén. Estos recién salvos no estaban revestidos del Espíritu todavía. Por lo tanto, los apóstoles enviaron a Pedro y a Juan, como representantes, para suplir esta necesidad. Ellos impusieron las manos a los recién convertidos y de esta forma recibieron el Espíritu Santo.
¿Qué significa la imposición de manos? Según Levítico, cuando un hombre traía un sacrificio, tenía que poner sus manos sobre la ofrenda. Esto quiere decir que la imposición de manos es una señal de identificación. En muchas partes del Nuevo Testamento se habla de la imposición de manos. En 1 Timoteo 5:22 dice: “No impongas las manos apresuradamente a ninguno” para que no participemos, como Pablo explica, “en pecados ajenos”. Esto nos demuestra una vez más que la imposición de manos significa identificación. Tenemos que ser cuidadosos, no sea que participemos “en pecados ajenos”. En el Antiguo Testamento, cuando se nombraban reyes o profetas, se les imponían las manos y también se les ungía la cabeza. Por consiguiente, la imposición de manos tiene dos significados principales. Primeramente, pone a los creyentes bajo la unción de la Cabeza, y en segundo lugar, introduce a los creyentes en la comunión del Cuerpo.
Los apóstoles son los representantes de Dios. También son miembros representativos del Cuerpo de Cristo. Pedro y Juan al imponerles las manos a los creyentes de Samaria, los pusieron bajo la autoridad de la Cabeza y los introdujeron en la comunión del Cuerpo. Esto significa que fueron reconocidos como parte del Cuerpo. Una vez que fueron introducidos en el Cuerpo y puestos bajo la unción, el Espíritu Santo inmediatamente descendió sobre ellos. Si el Espíritu Santo hubiese descendido sobre los salvos de Samaria antes de que los apóstoles hubiesen llegado, Felipe se habría podido jactar de que Pedro y Juan tenían su obra en Jerusalén, pero que él tenía la suya en Samaria. Si ése hubiera sido el caso, los salvos de Samaria habrían quedado separados de los creyentes de Jerusalén. Si alguien hubiese considerado a Pedro el líder de Jerusalén y a Felipe el de Samaria, el principio del Cuerpo se habría quebrantado. Este acontecimiento en Samaria nos muestra que si no nos sometemos al Cuerpo, no podemos recibir la unción. No podemos recibir la unción si no reconocemos el Cuerpo. El Espíritu Santo no es dado a individuos, sino a los miembros del Cuerpo. La imposición de manos por parte de los apóstoles introdujo a los creyentes en la comunión del Cuerpo. Por lo tanto, la imposición de manos reconoce que hay unión, comunión y un solo Cuerpo. El Cuerpo es uno; así que, los miembros necesitan reconocer su dependencia, no sólo de la Cabeza, sino también los unos de los otros.
Hebreos 6:1-2 habla de seis asuntos que conforman “la palabra de los comienzos”. La imposición de manos es uno de los seis asuntos fundamentales de la vida cristiana. Estos seis asuntos se pueden dividir en tres grupos. El primero de ellos incluye el arrepentimiento de obras muertas y la fe en Dios. Esta es una actitud o acción interior tomada por uno para consigo mismo o para con Dios. El tercer grupo incluye la resurrección de los muertos y el juicio eterno. Estas son enseñanzas que tienen que ver con asuntos futuros. El segundo grupo incluye el bautismo y la imposición de manos. Estos dos asuntos son testimonios exteriores. El bautismo y la imposición de manos son dos testimonios de la iglesia y son esenciales para aquellos que van “adelante a la madurez”. No hemos descuidado cinco de estos asuntos, pero sí hemos descuidado uno: la imposición de manos. Aunque la Biblia no dice claramente que debemos practicar la imposición de manos, sí nos muestra que en la época de los apóstoles, el hombre recibía la imposición de manos tan pronto era salvo y bautizado. Por medio del bautismo entramos en Cristo. Por la imposición de manos entramos en el Cuerpo. Los creyentes no sólo son puestos en Cristo, sino también en el Cuerpo de Cristo. Esta es la posición que debemos adoptar. Sabemos que todo creyente debe partir el pan el día del Señor. El partimiento del pan refresca en nuestra memoria el significado del bautismo y de la imposición de manos. Por el bautismo damos testimonio del hecho de que nos hemos despojado de nosotros mismos y del mundo, y que hemos entrado en Cristo. Por medio de la imposición de manos, damos testimonio del hecho de que hemos abandonado la posición de individuos y hemos adoptado la posición de estar en el Cuerpo. Desde ese momento, aun si las circunstancias nos llevan a estar en un lugar aislado geográficamente, no estaremos solos, porque todo el Cuerpo estará con nosotros. Si sufrimos, todos los miembros sufrirán con nosotros, y podremos contar con que ellos vendrán en nuestra ayuda continuamente.
En el momento de la imposición de manos, si el Espíritu Santo inspira una oración profética por el que ha sido traído a la unción, entonces los puntos específicos expresados en profecía, caracterizarán la vida futura y el ministerio de esa persona. Tenemos un ejemplo de esto en el caso de Timoteo. Cuando Pablo y los ancianos le impusieron las manos, le fue dada una palabra profética, y más adelante Pablo exhortaba a Timoteo a no descuidar el don que se le había impartido, sino que lo avivara (1 Ti. 1:18; 4:14; 2 Ti. 1:6). Si verdaderamente tenemos una revelación del Cuerpo, necesitamos la imposición de manos. La imposición de manos es nuestro testimonio de la realidad del Cuerpo y nuestra entrega a la vida del Cuerpo. Por medio de esto declaramos que todo debe redundar en beneficio del Cuerpo y nada está dirigido al individuo. Si al Señor le place usarnos, alabémosle; si escoge a otro, debemos seguir alabándole. No hay cabida para la envidia en el Cuerpo de Cristo.
LA UNCIÓN Y LA ORACIÓN DE LOS ANCIANOS
En Jacobo 5:14-16 vemos la imposición de manos en relación con la enfermedad. En caso de enfermedad, Jacobo dice que se debe llamar a los ancianos de la iglesia. Necesitamos llamar a los ancianos, en lugar de llamar a los miembros de la iglesia que tengan el don de sanidad, porque los enfermos en este caso deben ser conducidos a la unción; los representantes de la iglesia son los que deben encargarse de un caso de éstos. Los pecados que se mencionan en el versículo 15, son pecados específicos; son pecados contra el Cuerpo. ¿Cómo sabemos que la enfermedad en este caso es una enfermedad especial y no una enfermedad común? Si sabemos el remedio que receta un doctor, podemos deducir la clase de enfermedad que un paciente pueda tener. Puesto que el paciente es traído para estar bajo la unción, podemos inferir con seguridad que la enfermedad del paciente se debió a que había abandonado su posición de estar bajo la unción. La Palabra de Dios declara explícitamente que muchos están débiles y enfermos, y muchos hasta han muerto, por no discernir el Cuerpo del Señor (1 Co. 11:29-30). Jacobo 5 presenta este caso. Si vivimos en la esfera del Cuerpo, entonces siempre estamos bajo la unción de la Cabeza. Pero en el momento que tomamos una postura independiente, nos alejamos de la unción y nos exponemos a la enfermedad y a la muerte. El pecado del hombre mencionado en Jacobo 5 debe de haber sido el pecado de separarse del Cuerpo. Si su pecado fuese sólo un pecado personal, podría haber sido perdonado al confiar en la sangre y confesarlo. No habría sido necesario pedir que los ancianos lo ungieran con aceite. El aceite que le aplican los ancianos no quita el pecado, pues sólo la sangre puede hacer eso. El versículo 15 dice que si tiene pecados, le serán perdonados; sin embargo, el perdón se debe a la oración de los ancianos. Por lo tanto, no se trata de un pecado común; es el pecado de obrar en un camino contrario al Cuerpo. En consecuencia, es necesario pedir que los ancianos de la iglesia oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor para que pueda ser puesto de nuevo bajo la autoridad de la Cabeza y en el Cuerpo.
El versículo 16 dice: “Confesaos, pues, vuestros pecados unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados”. Este versículo nos insta a confesar nuestros pecados unos a otros. Tenemos que confesarnos unos a otros cuando algo anda mal en el Cuerpo de Cristo. La esfera de la confesión corresponde a la esfera de la transgresión. Si solamente he pecado contra Dios, entonces debo confesarme ante El solamente. El pecado al que se alude en estos versículos es un pecado contra el Cuerpo. Puesto que algo ha fallado en el Cuerpo de Cristo, tanto el enfermo como los ancianos deben asumir la responsabilidad al respecto. El enfermo ofendió al Cuerpo, y los ancianos representan al Cuerpo. Por lo tanto, el enfermo tiene que confesar, y los ancianos tienen que hacer lo mismo. Obsérvese que la confesión es mutua. El enfermo confiesa, y también los ancianos confiesan. El enfermo reconoce que la enfermedad es el resultado de adoptar una postura independiente, y los ancianos reconocen que han fallado en el amor y no han velado; de no ser así, el enfermo no se habría alejado de la base del Cuerpo.
Después de la confesión mutua, tenemos la oración. “Orad unos por otros”. Esto quiere decir que los ancianos oran por el enfermo, y el enfermo ora por los ancianos. El resultado es que el pecado es perdonado, y la enfermedad sanada. El Cuerpo se caracteriza por la mutualidad. ¿Pueden ver cómo se destaca el Cuerpo por la unción, la confesión y la oración? En el Cuerpo todos los miembros deben tener amor y humildad. Estar fuera del Cuerpo no sólo trae enfermedad física, sino también enfermedad espiritual. Los que se encuentran fuera del Cuerpo deben ver la importancia de regresar a la unción y de regresar al Cuerpo. Por medio de estos dos regresos recibirán ayuda de los demás miembros.
LA REVELACIÓN QUE RECIBIÓ PABLO EN EL MOMENTO DE SU CONVERSIÓN
En el caso de la conversión de Pablo tenemos un ejemplo más de la imposición de manos. Hechos 9 nos muestra dos características de la revelación que Pablo recibió cuando se convirtió. Cuando el Señor se le apareció en el camino a Damasco, le mostró que perseguir a los creyentes equivalía a perseguirlo a El (vs. 3-5). El Señor le preguntó: “¿Por qué me persigues?” El Señor no le preguntó: “¿Por qué persigues a los que creen en Mí?” Pablo respondió: “¿Quién eres, Señor?” El Señor le dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”. El Señor le mostró a Pablo que él estaba persiguiendo la Cabeza al perseguir a los miembros del Cuerpo. Cuando usted le hace daño a algún miembro del Cuerpo, le hace daño a la Cabeza. Todo pecado que agravia al Cuerpo, ofende a la Cabeza. Todos los creyentes del Señor son uno con El. Esta es la unidad que existe entre la Cabeza y el Cuerpo. Pablo fue el primero en ver el Cuerpo de Cristo. El día en que el Señor se le reveló, fue el día en que Pablo vio el Cuerpo.
Después de esta revelación tan elevada, el Señor le mandó que entrara en la ciudad, y le dijo que allí se le diría lo que debía hacer (v. 6). Esto también fue una revelación del Cuerpo. Después de esta revelación tan elevada, el Señor no le habló directamente, sino que lo remitió al Cuerpo. Cuando Pablo fue salvo, el Señor le mostró el principio del Cuerpo. Tres días después, el Señor envió un discípulo llamado Ananías para que le impusiera las manos, el cual le dijo: “Hermano Saulo, el Señor me ha enviado —Jesús, quien se te apareció en el camino por donde venías— para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu santo” (v. 17). Ananías era un hermano común. No se sabe nada de él antes de este suceso. Cuando el Señor lo envió a Pablo, él dijo: “Hermano Saulo”. Esto introdujo a Pablo en el Cuerpo de Cristo, lo llenó del Espíritu Santo y lo puso bajo la unción.
EL JUICIO DE DOS O TRES HERMANOS
Mateo 18:15-16 no se trata de si una persona tiene la razón o está equivocada. Ni siquiera se trata de si una persona considera que tiene la razón o no. Es acerca del testimonio de dos o tres hermanos. Si ellos dicen que usted está errado, entonces lo está. Por lo tanto, cuando otros hermanos le dicen que está equivocado, y usted no cree que lo esté, debe aceptar el veredicto de ellos y creer más en ellos que en usted mismo. Si dos o tres hermanos vienen en el nombre del Señor y le dicen algo, usted debe prestar atención.
En la iglesia hay cuatro grupos de personas que representan al Cuerpo. Ellos son: (1) los apóstoles, (2) los ancianos, (3) los que el Señor escoge especialmente y (4) estos dos o tres creyentes que se niegan a sí mismos y que vienen en el nombre del Señor. Cada uno de estos cuatro grupos representa a la iglesia. Si estamos equivocados, el Señor enviará a un creyente para que nos lo indique. Si no escuchamos a ese creyente, se lo dirá a otros dos o tres hermanos. Si aún así no les hacemos caso, debemos recibir la ayuda de los ancianos. No podemos actuar independientemente. Cuando haya problemas que no pueden ser solucionados, debemos acudir a los apóstoles. Ellos son designados por el Señor como representantes del Cuerpo. No podemos pasar por alto el Cuerpo, ni podemos pasar por alto a sus representantes. Que el Señor nos conceda la revelación del Cuerpo para que nos sometamos a Cristo, quien es la Cabeza, así como también a los representantes del Cuerpo.