Watchman Nee Libro Book cap.8 Libro de lecciones nivel 4: La vida

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LA CONSAGRACIÓN

Lección ocho

LA CONSAGRACIÓN

Lectura bíblica

2 Ti. 4:7-8; 1 Co. 6:20; 1 P. 1:18-19; Gá. 4:5; 2 Co. 5:14-15; Ro. 12:1; Lv. 3:5, 11

Bosquejo

  1. La base de la consagración
  2. El motivo de la consagración: el amor de Dios
  3. El significado de la consagración: ser un sacrificio
  4. El propósito de la consagración: laborar para Dios
  5. El resultado de la consagración: renunciar a nuestro futuro

Texto

Para experimentar al Señor, debemos consagrarnos a El, pues el crecimiento en vida requiere un largo proceso. Desde la etapa inicial en que somos regenerados, hasta la etapa en que alcanzamos la madurez, tenemos que enfrentarnos a muchas situaciones adversas. Si no entendemos debidamente lo que es la consagración y nunca nos consagramos, no podremos terminar la carrera tal como lo hizo el apóstol Pablo (2 Ti. 4:7-8). De ser así, cuando se nos presente la oportunidad de correr la carrera, tal vez huyamos de las situaciones adversas en lugar de permitir que la vida divina crezca en nosotros. Por lo tanto, tenemos que consagrarnos apropiadamente para proseguir la carrera y crecer adecuadamente.

[Bajo condiciones normales, estas dos experiencias —la salvación y la consagración— se relacionan estrechamente. Una persona salva debe ser una persona consagrada. Una vez que somos salvos, debemos consagrarnos al Señor, pues ser salvos sin consagrarse es una condición anormal. Nuestra predicación del evangelio debe ser tan eficaz que no sólo hace que las personas reciban al Señor, sino que también consigue que se consagren a El inmediatamente una vez salvas.]

I. LA BASE DE LA CONSAGRACIÓN

[¿En qué nos basamos para consagrarnos a Dios? ¿Sobre cuál base Dios requiere que nos consagremos a El? En todo lo que hacemos, necesitamos una base sobre la cual actuar. Por ejemplo, cuando nos mudamos a una casa y vivimos en ella, es porque la hemos alquilado o comprado pagando cierto precio, o sea, el alquiler o compra constituye la base que nos permite habitar aquel edificio. Nuestro Dios es recto, o sea, actúa de manera legal y razonable. Todos Sus hechos son legales y tienen una base. El nunca obtiene algo en el universo sin pagar un precio, ni jamás exige algo de nosotros sin tener una base. De modo que, para que Dios demande que nos consagremos a El, debe basarse en algo. Así que, con respecto a la consagración, El tiene una base muy sólida, la cual consiste en que El ha pagado un precio por nosotros, es decir, que nos ha comprado. Por lo tanto, puede exigir que nos consagremos a El.

En 1 Corintios 6:20 dice: “Habéis sido comprados por precio”. Nuestra consagración se basa en esta compra que Dios ha efectuado. El nos ha comprado con nada menos que la sangre preciosa derramada por Su Hijo amado en la cruz (1 P. 1:19). Esta preciosa sangre fue el precio que Dios pagó para comprarnos, a fin de que podamos pertenecerle. Gálatas 4:5 dice: “Para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la filiación”. Debido a que nos convertimos en pecadores, fuimos puestos bajo la ley de Dios y quedamos recluidos y guardados bajo dicha ley. Por consiguiente, si Dios quería liberarnos de Su justa ley, tenía que pagar el precio necesario para satisfacer los requisitos de esta ley. Este precio fue la sangre preciosa derramada por Su Hijo. Antes pertenecíamos a la ley, pero ahora pertenecemos a Dios. El derecho de propiedad sobre nosotros ha sido transferido de la ley, a Dios. Es sobre la base de esta transferencia de derechos, que Dios demanda que nos consagremos a El.]

Si entendiéramos claramente este derecho de propiedad, nos consagraríamos a Dios inmediata y continuamente. Nunca nos atreveríamos a pensar, hablar ni hacer nada que no proviniera de la vida divina. Renovaríamos nuestra consagración cada mañana y cada día. Nuestra consagración no debe depender de nuestro estado de ánimo, sino del hecho de que Dios nos ha comprado. [Cada vez que algún evento hace que discutamos con Dios, debemos postrarnos delante de El y decir: “Señor, yo soy el esclavo que Tú compraste. Tú me compraste legítimamente y te pertenezco. Aquí y ahora, reconozco Tu derecho sobre mí. Aun en este asunto, reconozco que Tú eres el Señor y te permito decidir por mí”. Cada vez que intentamos apartarnos de nuestra consagración, debemos entender que estamos tomando una posición de rebeldía parecida a la de Onésimo, el esclavo que huyó de su amo Filemón.]

Puede ser que muchos de nosotros seamos esclavos fugitivos. Tenemos que arrepentirnos ante el Señor ahora mismo, y consagrarnos a El nuevamente, o quizás por primera vez. Si hacemos esto, inmediatamente experimentaremos vida y creceremos.

II. EL MOTIVO DE LA CONSAGRACIÓN: EL AMOR DE DIOS

[El motivo de la consagración tiene que ver con nuestro corazón. Para tener una buena consagración, no sólo necesitamos entender la base de ésta, sino también el motivo. Si Dios hubiese comprado objetos inanimados, como una silla o un vestido, El podría usarlas directamente según le placiera. Pero lo que Dios ha redimido son personas vivas, con mente, afectos y voluntad. Aunque Dios desea que vivamos para El, tal vez nosotros no estemos dispuestos a ello. A pesar de que Dios tiene el derecho legal y la base para poseernos, es posible que no deseemos que lo haga. Por tanto, cuando Dios quiere que nos consagremos a El, le es necesario conmover nuestro corazón. Tiene que motivarnos con Su amor de modo que estemos dispuestos a consagrarnos a El.

En 2 Corintios 5:14-15 dice: “Porque el amor de Cristo nos constriñe (la palabra ‘constriñe’ en el original conlleva el significado de torrentes de agua) … y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió por ellos y fue resucitado”. En otras palabras, estos versículos nos dicen que el amor que Cristo manifestó al morir, es como torrentes de aguas para nosotros, los cuales nos compelen más allá de nuestro control a consagramos a Dios y a vivir para El.]

En el capítulo dos de Apocalipsis, Jesús dijo que la iglesia en Efeso había dejado su primer amor. Ella necesitaba arrepentirse. ¿Estamos nosotros locamente enamorados de Jesús? ¿Es El nuestro primer y mejor amor? ¡Oh Señor Jesús! Si también hemos dejado nuestro primer amor, necesitamos volvernos a Aquel que nos amó primero. Necesitamos arrepentirnos y amarle solamente a El.

[Cuando el amor del Señor nos conmueva y nos demos cuenta de lo precioso que El es, entonces nos consagraremos absolutamente a El.] Si El no nos conmueve con Su amor, la consagración es algo amargo; de hecho, es casi imposible. La seguridad de nuestra consagración depende de su base; pero la vitalidad y dulzura de nuestra consagración depende de cuán poderoso es el motivo que nos impulsa a consagrarnos, y ese motivo es el amor de Dios.

III. EL SIGNIFICADO DE LA CONSAGRACIÓN: SER UN SACRIFICIO

[Entonces, ¿qué es la consagración? ¿Cuál es su significado? Romanos 12:1 dice: “Así que hermanos, os exhorto por las compasiones de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo”. Este versículo muestra que el significado de la consagración es que nos convirtamos en un “sacrificio”. ¿Qué es un sacrificio? La Escritura nos muestra que cada vez que algo es apartado de su posición y uso original, y es puesto en el altar de Dios, dedicado específicamente para El, eso se convierte en un sacrificio.] Una vaca se usaba para arar la tierra, pero después de ser sacrificada, se quemaba como olor grato a Dios, y se convertía en comida para satisfacer a Dios (Lv. 3:5, 11).

[Debido a que el significado de la consagración es que nos ofrezcamos a Dios en sacrificio vivo para Su satisfacción, debemos hacernos la siguiente pregunta: Desde que nos consagramos inicialmente a El, ¿cuánto de nuestro vivir y experiencias demuestran que verdaderamente nos hemos puesto sobre el altar para ser un sacrificio dedicado a Dios? ¿Estamos dispuestos a ser el alimento de Dios, para que El sea satisfecho? La consagración verdadera nunca es impuesta por Dios, sino que proviene de nuestra propia voluntad. Dios no toma nada por la fuerza; todo debe ser ofrecido voluntariamente por los hombres. De igual manera, tenemos que consagrarnos voluntariamente; somos nosotros quienes de buena gana nos ponemos en el altar y no nos atrevemos a movernos de allí. Puede ser que otros se muevan libremente, pero nosotros no nos atrevemos a actuar a la ligera. Tal vez otros calculen y escojan entre lo dulce y lo amargo, pero cuando nosotros nos encontramos en dificultades, no nos atrevemos a intentar huir. Otros pueden razonar y argumentar con Dios, pero nosotros no osamos decir ni una palabra. Otros evaden la voluntad de Dios y evitan las correspondientes ataduras y limitaciones, mas nosotros preferimos ser restringidos por Su voluntad y permanecer aprisionados en Su mano. Todo esto se debe a que nos hemos ofrecido a Dios y nos hemos puesto en el altar. Somos un pueblo consagrado. Debemos decirle a Dios continuamente: “Oh Dios, no tengo alternativa; me he consagrado a Ti; estoy en Tus manos”.] Sólo así podremos experimentar la vida divina y su crecimiento.

IV. EL PROPÓSITO DE LA CONSAGRACIÓN: LABORAR PARA DIOS

[Ya que el significado de la consagración es convertirse en un sacrificio, lo que se ofrece es enteramente para Dios. Entonces, el propósito de la consagración es que seamos utilizados por Dios, que laboremos para El. Pero, para poder laborar para Dios, primero tenemos que permitirle obrar en nosotros. Sólo aquellos que le permiten a Dios obrar en ellos, son aptos para laborar para El. Laboramos para Dios en la medida en que le permitimos a El obrar en nosotros.

Cuando se inmolaban los bueyes y carneros y se ofrecían a Dios en holocausto, era necesario que primero Dios operara en ellos exhaustivamente, esto es, que los consumiera con fuego para hacerlos agradables y aceptables para El. Si el fuego no los hubiera consumido totalmente, habrían quedado crudos y malolientes, y por ende, no habrían sido aceptables ni agradables para Dios. Hoy, nuestra consagración es igual a esto. Ya nos hemos ofrecido a Dios; sin embargo, si primero no permitimos que Dios haga Su obra en nosotros, sino que salimos directamente a trabajar para El y servirle, ese trabajo y ese servicio estarán “crudos”, sin preparación y malolientes. Por consiguiente, jamás podrán ser aceptados por Dios y, mucho menos, satisfacerle.]

Por lo tanto, primero tenemos que consagrarnos para que Dios trabaje en nosotros. Entonces Su vida fluirá y crecerá en nuestro ser, y de esta manera nos preparará para laborar con miras a cumplir Su propósito eterno.

V. EL RESULTADO DE LA CONSAGRACIÓN: RENUNCIAR A NUESTRO FUTURO

Una persona verdaderamente consagrada es alguien que ha roto sus lazos con el mundo y se ha atado a Dios. Para él, su todo es Dios, su esperanza y su futuro dependen absolutamente de Dios. Es alguien cuya vida diaria tiene como propósito tener contacto con Dios, disfrutarle y ser lleno de El hasta rebosar. Es alguien que se entristece cuando no se logra lo que Dios desea, y se alegra cuando se realizan los deseos de El. Tal clase de persona está completamente ocupada con Dios, de modo que toma para sí los pensamientos, deseos y objetivos de Dios y hace a un lado los suyos. Ya que está consciente de que su lugar es el altar, su futuro es ser cenizas para Dios.

[Este acto de renunciar a nuestro futuro no es un acto a regañadientes que realizamos después de que por alguna razón las esperanzas que teníamos para el futuro fueron demolidas; más bien, es una entrega voluntaria anterior a cualquier evento semejante. No se trata de esperar hasta que uno fracase en su negocio, y sólo entonces decide abandonarlo. Tampoco se trata de esperar hasta que uno pierda su trabajo, o que no pueda entrar a la universidad, o que fracase en obtener un doctorado, y sólo entonces, se renuncia a estos proyectos. No se trata de este tipo de “renuncia”. Antes bien, cuando hablamos de renunciar a nuestro futuro, queremos decir que cuando se nos presenta una oportunidad prometedora para algún negocio, o cuando se nos ofrece un empleo excelente, o tenemos la oportunidad de obtener un doctorado, voluntariamente renunciamos a ello por causa del Señor. Esto es verdaderamente renunciar a nuestro futuro. Aunque se nos ofrezca toda la gloria de Egipto, hemos de decir: “Adiós. Tengo que ir a Canaán”.]

Esto no significa que no cumplamos con nuestras responsabilidades como seres humanos en la tierra. Sin embargo, no debemos ser distraídos ni atados por las cosas terrenales. Debemos estudiar mucho y sacar el título académico más elevado posible. Tenemos que realizar bien nuestro trabajo y progresar. Pero nuestro futuro depende absolutamente de Dios, no de un grado universitario ni de un ascenso que pudiéramos obtener. En el momento en que descubrimos que nuestro corazón se inclina por otras cosas que no son Dios mismo, sabemos que necesitamos una nueva consagración, que nuevamente necesitamos convertirnos en cenizas para Dios.

Conclusión

[Cuando nos consagramos por primera vez, nuestra experiencia es similar a un embrión en el vientre de una mujer, en el cual no se distingue la oreja, el ojo, la boca ni la nariz. A medida que crecemos en la vida divina, los cinco puntos arriba mencionados, los cuales se relacionan con la experiencia de la consagración, poco a poco se irán formando en nosotros. Entonces con certeza sentiremos que Dios nos compró y que todos nuestros derechos le pertenecen a El. Seremos prisioneros de Su amor, porque Su amor conmovió nuestro corazón. Así, nos convertiremos en un verdadero sacrificio puesto sobre el altar para el disfrute y satisfacción de Dios. Dios le habrá culminado Su obra en nosotros, y entonces seremos capaces de laborar para El. Nuestro futuro será un puñado de cenizas. No nos quedará ningún modo de escapar de la voluntad de Dios, y El mismo será nuestro futuro y nuestro camino. En esta etapa, la experiencia de nuestra consagración habrá madurado. Que todos nosotros, por la gracia del Señor, sigamos adelante juntos.]

Preguntas

  1. ¿A qué equivale la consagración y por qué es necesaria?
  2. ¿Cuál es la base de la consagración? ¿Qué más debemos hacer para consagrarnos a Dios?
  3. Explique el significado de la consagración conforme al tipo del holocausto en el Antiguo Testamento.
  4. ¿Es usted una ofrenda voluntaria? ¿Lo dice sinceramente?
  5. ¿Qué debe suceder primero, antes de que podamos laborar para Dios?
  6. Mencione dos ejemplos de personas del Nuevo Testamento que llevaron vidas consagradas.

Citas tomadas de las

publicaciones de Lee y del LSM

  1. La experiencia de vida, págs. 27-48.