Watchman Nee Libro Book cap.8 La autoridad y la sumisión
LA AUTORIDAD QUE HAY EN EL CUERPO
CAPÍTULO OCHO
LA AUTORIDAD QUE HAY EN EL CUERPO
Lectura bíblica: 1ª Corintios. 12: 12-21; Mateo. 18: 15-18
EN EL CUERPO SE EXPRESA LA AUTORIDAD MÁS ELEVADA
La expresión más elevada de la autoridad de Dios se halla en el Cuerpo de Cristo, el cual es la iglesia. A pesar de que Dios estableció sistemas de autoridad en el mundo, ninguna de las relaciones ya sean con el gobierno o entre padre e hijo, esposo y esposa, amo y siervo, pueden manifestar perfectamente la autoridad. Aunque Dios estableció muchas autoridades en la tierra, son solamente sistemas de autoridad, y el hombre puede obedecerlos externamente sin someterse a ellos de corazón. Por ejemplo, si el gobierno establece una ley, las personas pueden obedecerla de corazón o superficialmente. No se puede determinar con certeza la clase de obediencia de una persona. De la misma manera, tampoco se puede saber si la sumisión de un hijo a sus padres es de corazón o es superficial. Por lo tanto, la sumisión a la autoridad no puede ser tipificada por la sumisión de un hijo a sus padres ni la de un siervo a su amo y mucho menos por la del pueblo al gobierno. Sin sumisión, la autoridad de Dios no puede ser establecida. Tampoco una sumisión externa puede establecerla. Además, existen muchas clases de sumisión que se basan en las diferentes clases de relaciones humanas; por ejemplo: padre e hijo o amo y siervo. Pero el amo y el siervo pueden estar distanciados, y lo mismo puede suceder con el padre y el hijo; por eso no podemos ver una sumisión absoluta ni perfecta en estas relaciones.
Solamente Cristo y la iglesia tienen la expresión más elevada de autoridad y sumisión. Dios no estableció la iglesia para que fuera una organización, sino para que sea el Cuerpo de Cristo. Pensamos que la iglesia es la reunión de creyentes que comparten la misma fe, o que ella existe cuando nos reunimos con amor. Pero Dios tiene otra perspectiva. La iglesia no es solamente un grupo de personas que se reúnen por una fe común a sus miembros ni por tener el mismo amor; sino que también es el Cuerpo de Cristo. La iglesia es el Cuerpo de Cristo, y Cristo es la Cabeza de la iglesia. El padre y el hijo, el amo y el siervo e inclusive el esposo y la esposa, pueden estar separados, pero el Cuerpo y la cabeza jamás pueden separarse. Ellos están unidos para siempre como una sola unidad. De la misma manera, Cristo y la iglesia nunca pueden estar separados el uno del otro. Cristo y la iglesia disfrutan de una sumisión y autoridad absolutas, las cuales están muy por encima de todas las demás autoridades y sumisiones. Aunque los padres amen a sus hijos, cometen errores y usan mal su autoridad. De la misma manera, un gobierno puede decretar preceptos equivocados, y la autoridad de un amo puede estar errada. En el mundo no solamente la sumisión es imperfecta sino también la autoridad. Por tal razón, Dios tiene que establecer una autoridad y una sumisión perfectas, las cuales se encuentran en Cristo y la iglesia, es decir, la Cabeza y el Cuerpo. Algunos padres les hacen daño a sus hijos; algunos esposos a sus esposas; algunos amos a sus siervos, y algunos gobernantes a sus ciudadanos. Pero jamás la cabeza querrá hacerle daño a su propio cuerpo. Por lo tanto, la autoridad de la cabeza nunca estará equivocada y es perfecta. Observe que la sumisión del cuerpo a la cabeza también es perfecta. Tan pronto como la cabeza tiene un deseo, el dedo se mueve. No se necesitan palabras ni usar la fuerza, y todo es armonioso. La voluntad de Dios es que nos sometamos perfectamente. Dios ha de conducirnos a una sumisión similar a la del cuerpo cuando se somete a la cabeza. Solamente entonces, Dios estará satisfecho. Esta sumisión no puede ser representada por el esposo y la esposa, ni en las demás relaciones humanas. La autoridad es de Dios, y también la sumisión. La autoridad y la sumisión son una misma cosa; no es como en el mundo donde la autoridad y la sumisión son dos cosas diferentes. No es necesario que la cabeza haga un gran esfuerzo al dar una orden para que el Cuerpo responda; tan pronto como viene el pensamiento, el Cuerpo actúa. Existe una perfecta armonía en esto. Si nos sometemos de la misma manera que un hijo se somete a su padre o como una esposa se somete a su esposo, Dios no estará satisfecho. Dios desea que nuestra sumisión sea como la del cuerpo a la cabeza. No es una sumisión forzada, como ocurre en las naciones, sino como la del cuerpo a la cabeza. Tan pronto la cabeza tiene una pequeña intención, espontáneamente surge una sumisión armoniosa.
Si uno se somete a Dios continuamente, se dará cuenta de que las órdenes y la voluntad de Dios son completamente diferentes a lo que uno pensaba. Sus órdenes son palabras que salen de Su boca, y Su voluntad es una idea que brota de Su corazón. Una orden debe darse audiblemente, pero la voluntad no lo necesita. El Señor Jesús era sumiso no solamente a las palabras de Dios, sino también a Su voluntad. Cada vez que Dios deseaba algo, el Señor respondía y lo hacía de inmediato. Dios debe forjar en Cristo y la iglesia una relación como la de Cristo y el Padre. Debe trabajar en nosotros hasta que nos sometamos a Cristo de la misma manera como Cristo se somete a El. Al comienzo de Su obra, Dios fue la cabeza de Cristo, y después hizo que Cristo fuera la Cabeza de la iglesia. El tiene que trabajar en nosotros para que tengamos una sumisión igual a la de Cristo, sin necesidad de la disciplina del Espíritu Santo. Tan pronto como El tenga un deseo, nosotros debemos obedecer inmediatamente. Más adelante en la obra de Dios, El hará que los reinos de la tierra sean el reino del Señor y de su Cristo. La primera parte ya se cumplió, y la tercera parte no se ha cumplido todavía. Nosotros nos encontramos en la mitad de la obra. Si la segunda parte de esta obra no se completa, la tercera no comenzará. ¿Estamos aquí para someternos y para darle a Dios una vía libre, o estamos aquí para desobedecerle y limitarlo? Dios no ha obtenido una autoridad en el universo. Pero Su autoridad tiene un éxito completo en la iglesia, ya que en ella no hay rebelión. La iglesia es la segunda parte de su obra, lo cual es el punto crucial. Por esta razón, Dios reserva Su mayor gloria para nosotros. Si no hemos visto lo que es la autoridad, no podremos avanzar. Si este asunto no ha sido resuelto en nosotros, tampoco lo estará en los demás. Nosotros tenemos la responsabilidad de expresar la autoridad de Dios.
LA SUMISIÓN DEL CUERPO A LA CABEZA ES ESPONTÁNEA Y ARMONIOSA
Dios dispuso todas las cosas. El Cuerpo y la Cabeza tienen la misma vida y la misma naturaleza, por lo cual, la sumisión es espontánea y no ser sumiso es un concepto extraño. Por ejemplo, si la mano se levanta según el deseo de la cabeza, eso no tiene nada de raro; pero si la mano no se mueve, será muy extraño; posiblemente la mano esté enferma. El Espíritu de vida que Dios nos dio es el mismo que está en el Señor. También la vida y la naturaleza que nos dio son las mismas que tiene el Señor. Por eso, no existe posibilidad alguna de que haya desorden o desobediencia. Algunos de los movimientos de nuestro Cuerpo son conscientes, mientras que otros son inconscientes. La unidad entre la cabeza y el cuerpo no depende solamente de una sumisión consciente sino de la sumisión inconsciente. Como sucede con la respiración. Uno puede respirar profundamente haciéndolo adrede, o puede respirar espontáneamente sin darse cuenta. O como el corazón que palpita inconscientemente. No necesita que le demos una orden para que lo haga. Esto es sumisión en vida. Para que el cuerpo se someta a la cabeza, no es preciso que haya ruido ni imposición ni fricción. Todo se da en armonía. No es suficiente que alguien se someta a las órdenes. En éstas se expresa la voluntad, la cual a su vez contiene la ley de vida. Solamente cuando uno se somete a la ley de vida, puede tener una sumisión perfecta. Si la sumisión no es igual a la del cuerpo cuando se somete a la cabeza, no se puede hablar de sumisión verdadera, ya que habrá en ella un elemento de renuencia.
El Señor nos puso en Su Cuerpo, donde la unión y la sumisión son perfectas. Es maravilloso que la mente del Espíritu Santo pueda expresarse por los miembros del Cuerpo. No existe posibilidad alguna de separar a dos miembros y hacerlos unidades completas en sí mismas. Existe una armonía espontánea entre los miembros que va más allá de las palabras humanas y de explicaciones acerca de la sumisión a la autoridad; es la sumisión más perfecta que se pueda tener, así que, no es necesario pensar intencionalmente en ella. Por esta misma razón, no podemos ser miembros enfermos, ni miembros que hacen ruido o causan fricción. Estamos bajo la autoridad de Dios, y debemos tener una sumisión espontánea. La iglesia no es sólo el lugar donde tienen comunión los hermanos y hermanas, sino también el lugar donde debe manifestarse la autoridad.
RECHAZAR LA AUTORIDAD DE LOS MIEMBROS ES RECHAZAR LA CABEZA
La autoridad que hay en el Cuerpo algunas veces se manifiesta indirectamente. El cuerpo no sólo se somete a la cabeza, sino que también los miembros se someten unos a otros y se ayudan mutuamente. Las manos no tienen contacto directo; así que la cabeza mueve la mano derecha y también mueve la izquierda. La mano izquierda no controla a la derecha, ni la derecha a la izquierda. La mano tampoco ordena a los ojos que vean; sólo se lo informa a la cabeza, y ésta les ordena a los ojos que vean. No importa cuán lejos puedan estar los miembros de la cabeza, la relación con ella es la misma, y todo lo que hacen depende de la cabeza. Si mis ojos ven, mis manos trabajan y mis pies andan, entonces yo puedo ver, trabajar y movilizarme. Así que, muchas veces la decisión de los miembros es la decisión de la cabeza. La autoridad de los miembros es la autoridad de la cabeza. La mano no puede ver; por lo tanto, necesita la decisión de los ojos. No tiene sentido que la mano le pida a la cabeza que vea ni que le ayude a ver. Esto es imposible, pero muchas veces ése es el problema de los hijos de Dios. En consecuencia, debemos tomar a los demás miembros como autoridades delegadas por la Cabeza. La mano tiene su función; el pie la suya, y los ojos la suya. Por lo cual debemos aceptar la función de otros como nuestra. No podemos rechazar la función de los demás miembros. Si el pie rechaza a la mano, está rechazando a la cabeza. Si nosotros aceptamos la autoridad de los miembros, estaremos aceptando la autoridad de la Cabeza. Cada miembro es mi autoridad dentro de la comunión. Aunque la función de la mano es muy importante, debe aceptar la función de los pies cuando tenga que trasladarse a otro lugar. La mano no puede detectar el color, por lo cual necesita la autoridad de los ojos. La función de los miembros es su autoridad.
LA AUTORIDAD EQUIVALE A LAS RIQUEZAS DE CRISTO
Es imposible que un miembro sea todo el Cuerpo. Por esta razón, cada uno de nosotros debe mantenerse en su posición como miembro, recibiendo la función de los demás miembros. Cuando otros ven y escuchan, yo puedo ver y escuchar. Recibir la función de los miembros es recibir las riquezas de la Cabeza. No hay ningún miembro que sea independiente. Yo no soy más que un miembro. Un miembro no puede hacer la labor de todo el Cuerpo. Lo que los demás miembros hacen es lo que el Cuerpo hace. En la actualidad, los ojos vieron algo, pero la mano dice que no ha visto nada y espera hasta que vea algo. El hombre desea tenerlo todo y hacerlo todo; no quiere recibir la provisión de los demás miembros. Esto lo empobrece y lleva la iglesia a una condición de pobreza. Cuando los ojos son iluminados, todo el cuerpo recibe luz. Cuando los oídos oyen, todo el Cuerpo oye.
Siempre pensamos que el propósito de la autoridad es reprimirnos, castigarnos y avergonzarnos. Estamos muy equivocados, porque Dios no piensa así. El usa Su autoridad para suplir lo que nos falta. Dios estableció Su autoridad para impartir Sus riquezas y para suplir lo que les falta a los débiles. Dios no puede esperar hasta que alcancemos cierta etapa o hasta que hayan pasado años a fin de mostrarnos algo. Si ése fuera el caso, deberíamos pasar por innumerables días oscuros y dolorosos. Esto sería como cuando un ciego guía a otro ciego. ¡Cuánta pérdida sufriría Dios! Esta es la razón por la cual Dios primero trabaja en las personas a quienes va a usar, a fin de que cuando nos las dé como autoridad para que nos ayuden a aprender a ser sumisos, podamos recibir lo que de otra manera jamás podríamos recibir. Sus riquezas serán nuestras riquezas. Si pasamos por alto esto, tendremos que pasar por muchos años sin recibir lo que ellos ya aprendieron.
La gracia de Dios para con nosotros es múltiple. Por un lado, viene a nosotros directamente, lo cual sucede esporádicamente. Por otro lado, Dios nos da Sus riquezas de una manera indirecta. En la iglesia Dios ha establecido hermanos y hermanas para que sean autoridades sobre nosotros. Por medio de su discernimiento, que viene a ser nuestro, podemos recibir las riquezas de Cristo sin tener que pasar por los sufrimientos que ellos pasaron. En la iglesia hay mucha gracia para todos y no para uno solo. Cada estrella tiene su propia gloria. Por lo tanto, la autoridad viene a ser las riquezas de la iglesia. Las riquezas de un individuo son para muchos. Rebelarse es tomar el camino de la pobreza, y rechazar la autoridad es rechazar el canal por el cual se reciben la gracia y las riquezas.
LAS FUNCIONES DELEGADAS SON LA AUTORIDAD DELEGADA
Nadie se atreve a decir que no se va a someter a la autoridad del Señor. Pero también debemos someternos a la autoridad coordinada de los miembros y darnos cuenta de que todos los miembros están unidos, y si no queremos recibir ayuda de los miembros, estaremos en rebelión. Algunas veces el Señor abastece a un miembro directamente, y otras veces El usa a un miembro para abastecer a otro. Cuando la cabeza les dice a los ojos que vean, todo el cuerpo ve lo que los ojos perciben, porque cuando los ojos ven, todo el cuerpo ve. La función que le toca a cada miembro, que es la autoridad que se le delega, también es la autoridad de la Cabeza. Si hay algunos miembros que piensan que pueden ver por su propia cuenta, estarán en rebelión. No podemos ser tan necios como para pensar que somos omnipotentes.
No olvidemos que somos simplemente miembros y, por ende, necesitamos recibir la función de los demás miembros. Cuando nos sometemos a la autoridad de la función de la vista, no habrá ninguna barrera entre nosotros y la Cabeza, porque el suministro se halla en la autoridad. Quien tenga el don, tiene el ministerio; y quien tenga el ministerio tiene la autoridad. Nadie más puede ver excepto los ojos. Si queremos ver, debemos someternos a la autoridad de los ojos y recibir su provisión. El ministerio delegado por Dios es Su misma autoridad; por lo tanto, nadie debe rechazarlo. Todos aceptan la autoridad directa de Dios, pero Dios desea que nos sometamos a las autoridades indirectas, es decir, a las autoridades delegadas, de tal manera que podamos recibir el suministro espiritual.
LA SUMISIÓN EN VIDA ES FACIL
Para los incrédulos y los israelitas, la sumisión es difícil, debido a que ellos no están relacionados en vida con los demás incrédulos ni los israelitas lo están entre ellos. Pero nosotros estamos relacionados en vida. Por lo tanto, no es difícil someternos, porque internamente todos somos uno, y somos partícipes de la misma vida y del mismo Espíritu Santo, quien dirige todas las cosas. La sumisión mutua nos lleva a un estado de gozo y de descanso. Si tomamos todas las cargas sobre nuestros hombros, nos agotaremos. Pero si las distribuimos entre todos los miembros, la tarea será liviana. Si estamos dispuestos a dejarnos restringir por el Señor, hallaremos verdadero reposo. Por lo tanto, someternos a la autoridad de los miembros es un gran descanso. De lo contrario, ocuparemos la posición de otros, y esto nos pondrá bajo mucha presión. Para nosotros la sumisión es espontánea, y la desobediencia es forzosa. ¿Por qué tenemos que devorarnos unos a otros? ¿Por qué tenemos que criticarnos los unos a los otros? Estas cosas deben ser extrañas para nosotros.
El Señor nos ha enseñado no sólo que seamos sumisos en la familia y en la sociedad, sino también en el Cuerpo, la iglesia. Si aprendemos a someternos en el Cuerpo, aprenderemos a someternos en todo lo demás. Es aquí donde debemos comenzar. Por lo tanto, la iglesia es el lugar de la prueba. Si no aprendemos aquí, no tendremos éxito en ningún otro lugar. Si aprendemos bien la lección en la iglesia, nuestro problema con el reino, con el mundo y con el universo entero quedará resuelto.
Anteriormente la autoridad y la sumisión para muchos de nosotros había sido algo objetivo o teórico. Tratamos de aplicar una sumisión objetiva a un Cuerpo subjetivo. Pero ahora la autoridad ha llegado a ser un asunto de vida. En otras palabras, se ha hecho subjetiva y personal. En el Cuerpo de Cristo la autoridad y la sumisión están juntas en un sólo Cuerpo, y ambas han llegado a ser aplicables, vivientes y unidas. Esta es la expresión más elevada de la autoridad de Dios. La autoridad y la sumisión se encuentran en un solo Cuerpo y allí llegan a la cumbre. Dejémonos perfeccionar aquí. De lo contrario, no podremos seguir adelante. La autoridad se encuentra en el Cuerpo. La Cabeza, la fuente de la autoridad, está en la iglesia. Los miembros que funcionan según su medida y que disfrutan del suministro mutuo de quienes representan la autoridad y de quienes se someten a ella, también están en la iglesia. Si no nos encontramos con la autoridad aquí, no habrá esperanza para nosotros en ningún otro lugar.