Watchman Nee Libro Book cap. 50 Mensaje para edificar a los creyentes nuevos
LA AUTORIDAD DE LA IGLESIA
CAPÍTULO CINCUENTA
LA AUTORIDAD DE LA IGLESIA
En este capítulo abordaremos el tema de la autoridad de la iglesia.
I. DIOS DETERMINÓ QUE LA AUTORIDAD FUESE EL PRINCIPIO GOBERNANTE EN SU ADMINISTRACIÓN DEL UNIVERSO
Cuando Dios creó el universo, Él estableció que la autoridad fuese el principio gobernante en Su administración del universo. Sólo Él es la máxima autoridad. Él también es el origen de toda autoridad. Bajo Él había algunos arcángeles, y a su vez, otros ángeles estaban sujetos a ellos. En los libros de Jeremías e Isaías se nos muestra que en aquellos tiempos había otras criaturas vivientes sobre la tierra. Este era el orden original según el cual Dios había gobernado el universo. No solamente los hombres existían en virtud de la autoridad divina, sino incluso las estrellas del universo, la tierra y toda criatura viviente existía en virtud de Su autoridad. Mediante Su palabra de autoridad, Dios estableció leyes naturales, las cuales rigen sobre toda criatura viviente y todo elemento natural. Así pues, la autoridad es crucial para todo el universo. Si cualquier objeto o criatura actuara en contra de las leyes ordenadas por Dios, el universo entero se sumergiría en confusión.
II. LA HISTORIA DE LA REBELIÓN EN EL UNIVERSO
A. La rebelión del arcángel
¿Qué sucedió después de la creación de Dios? Sabemos que el mundo que antes existía se degradó cuando Satanás, el arcángel nombrado por Dios, trató de exaltarse a sí mismo.
Este arcángel dijo en su corazón: “Subiré al cielo; / Levantaré mi trono. / … Y seré semejante al Altísimo” (Is. 14:13-14). La rebelión de Satanás no estaba en contra de nada más que la autoridad. Él quería ser igual a Dios. Él deseaba exaltarse a sí mismo para ser Dios. Él no pensó que ser señor sobre todo al estar sujeto a Dios era suficiente para él. Él se rebeló en contra de la autoridad de Dios e intentó usurpar Su autoridad. Como resultado de ello, la estrella de la mañana se convirtió en Satanás; el ángel de luz se convirtió en el diablo. Esto sucedió antes que el hombre fuese creado.
B. La primera rebelión del hombre
1. Lo dispuesto por Dios para el hombre
Después de que Dios creó al hombre, lo puso en el huerto del Edén. Dios dispuso todas las cosas y designó las autoridades en el mundo. Él creó primero al hombre y después a la mujer; Él creó primero al esposo y después a la esposa. La intención de Dios era que Eva se sujetara a Adán y que Adán se sujetara a Él. En este arreglo, Dios estaba estableciendo el fundamento para que los hijos obedecieran a sus padres, los esclavos a sus amos y los ciudadanos a sus gobernadores y reyes. Dios arregló las cosas de una manera definida. Él estableció la autoridad en el universo.
2. La tentación y la corrupción que introdujo Satanás
Después vino Satanás y tentó al hombre en el huerto del Edén. Por medio de la tentación, Satanás indujo al hombre no solamente a pecar, sino también a subvertir la autoridad establecida por Dios. Dios dispuso que la mujer obedeciera al varón, pero en el huerto del Edén, el hombre hizo caso a la mujer. Dios dispuso que Adán fuese la cabeza, pero en el huerto del Edén, Eva tomó el liderazgo. Ella enseñó, tomó decisiones e hizo sugerencias. El resto de la humanidad todavía no había nacido, sólo Adán y Eva estaban presentes. La única regla era que la mujer debía someterse al varón. La esposa debe someterse al esposo. Pero debido a Satanás, este arreglo único fue inmediatamente quebrantado.
3. La caída y rebelión del hombre
Aunque únicamente dos personas se rebelaron en esta catástrofe, en realidad, todo el mundo se rebeló. No solamente la autoridad del varón sobre los hombres fue derrocada, sino que incluso la autoridad de Dios sobre el varón fue también derrocada. Satanás les dijo que el día que ellos comiesen del fruto del árbol, serían como Dios, y que Dios les había prohibido comer del árbol de la ciencia del bien y del mal para que no llegaran a ser iguales a Él. Así pues, hubo dos rebeliones: una fue la rebelión del hombre en contra de la autoridad designada por Dios entre los hombres. La otra fue la rebelión del hombre en contra de la propia autoridad de Dios. En otras palabras, la autoridad directa de Dios fue derrocada así como también lo fue Su autoridad delegada. El hombre no se sujetó a Dios. El hombre creyó que podría llegar a ser igual que Dios al hacer lo que hizo. De este modo, la autoridad de Dios fue derrocada. El hombre quería ser Dios mismo, quiso derrocar la autoridad divina.
Eva debió haberse sometido a Adán. Ella debió haber consultado con Adán acerca de todo, pero no le consultó. En lugar de consultarle, se puso a considerar y tomó una decisión. Ella tomó la iniciativa en pecar. Les ruego que tengan presente que la independencia de pensamiento es el primer paso hacia el pecado. Si una persona rehúsa aprender de la autoridad designada y delegada por Dios, y jamás presenta sus asuntos ante Dios, y en lugar de ello desarrolla sus propios pensamientos, considerando únicamente lo que es agradable a sus ojos, lo que es bueno para comer y lo que es codiciable para alcanzar la sabiduría, entonces dicha persona no sólo se está rebelando en contra de Dios, también se está rebelando en contra de la autoridad que Él designó sobre la tierra. Este único acto de trasgresión en el huerto del Edén al mismo tiempo derrocó dos clases de autoridad: la autoridad delegada de Dios y la autoridad directa de Dios.
4. El hombre sigue a Satanás para llevar una vida de desobediencia
La historia del huerto del Edén fue una repetición de la historia de Satanás. Satanás quería encumbrarse a sí mismo a fin de ser igual a Dios. Además, él tentó al hombre para que se encumbrase a sí mismo, a fin de ser igual a Dios. En el primer paraíso, el brillante querubín se rebeló. En el segundo paraíso, el hombre se rebeló. Desde aquel día, el hombre ha estado andando por el camino de la desobediencia. Romanos 5 nos dice que por medio del delito de uno, resultó la condenación para todos los hombres (v. 18), y que por la desobediencia de un hombre, los muchos fueron constituidos pecadores (v. 19). Recuerden que a los ojos de Dios, lo sucedido en el huerto del Edén no sólo constituía un delito, sino también un acto de desobediencia. No debemos de pensar que en el huerto del Edén únicamente hubo pecado, sino que también hubo desobediencia. El pecado entró en el mundo por medio de la desobediencia de un hombre. Desde ese día, el hombre ha estado viviendo bajo el principio de la desobediencia.
C. La rebelión de la humanidad después del diluvio
1. Dios dispuso el gobierno humano después del diluvio
En la época del diluvio, Dios designó a ciertos hombres como gobernadores. Ese fue el comienzo del gobierno humano. Desde los tiempos de Adán hasta los tiempos del diluvio, no hubo gobiernos sino familias. El gobierno humano fue instituido 1,656 años después de la creación. Una vez instituido el gobierno, la autoridad ya no sólo reposa sobre la familia, sino también sobre el gobierno. “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada” (Gn. 9:6). Este fue el comienzo del gobierno.
2. La rebelión de las naciones
Después del diluvio, Cam se rebeló contra la autoridad de su padre (Gn. 9:20-27). Entonces, Dios estableció las naciones. Pero los pueblos de las diversas naciones se unieron y edificaron la torre de Babel para sí mismos. Si bien ellos no se rebelaron unos contra otros, ellos se unieron para rebelarse en contra de Dios. En el huerto del Edén, tanto el individuo como la familia se rebelaron en contra de Dios, pero en la torre de Babel, las naciones se rebelaron contra Él. El propósito del hombre era edificar una torre que llegara a los cielos y le permitiera subir a lo alto para tomar el lugar de Dios. Dios preparó piedras en la tierra, pero el hombre preparó ladrillos, falsificando las piedras de Dios. La humanidad hizo ladrillos y edificó una torre para sí misma. El hombre intentó ser igual a Dios. Después del diluvio, las naciones se unieron para rebelarse en contra de Dios.
D. La rebelión de los israelitas
1. Dios eligió a Abraham como un modelo de sumisión
Dios no sólo eligió a Abraham para ser el padre de la fe, sino también para ser un ejemplo de sumisión. En medio de la rebelión de las naciones y la confusión imperante en la torre de Babel, Dios eligió a Abraham no solamente por su fe, sino también por su sumisión. Dios demanda, espera y anhela hallar un hombre que se le sujete. Él anhela encontrar un hombre que, en el día de la rebelión, permanezca firme en el terreno de la sumisión.
No sólo Abraham era un varón sumiso, incluso su esposa era sumisa. No solamente Abraham y Sara eran sumisos a Dios, sino que además, Sara estaba sujeta a Abraham. Sara se sujetó a Dios y aceptó Su autoridad directa. Además, ella aceptó a Abraham como la autoridad delegada de Dios para ella. Tanto el esposo como la esposa estaban sujetos a Dios, y había sujeción entre esposo y esposa, es decir, entre un ser humano y otro también existía la sumisión. Ellos guardaron el principio de la autoridad divina aquí en la tierra. Como resultado, el pueblo de Dios provino de ellos. Así pues, la autoridad de Dios fue la base para elegir al pueblo de Dios.
2. Dios establece la autoridad sobre los israelitas
Dios le dijo a Abraham que sus descendientes habrían de ser esclavos en Egipto, pero que Él los liberaría durante la cuarta generación. Después, Moisés sacó a los israelitas en el éxodo de Egipto. Primero, Dios ganó a un hombre, a Moisés, quien era una persona sumisa. Una vez que Moisés aprendió lo que es la autoridad, Dios le encargó conducir a los israelitas fuera de Egipto. Vemos en el libro de Éxodo que Dios estableció Su autoridad directa entre los israelitas, cuando la presencia de Dios se manifestaba por medio de la columna de humo y la columna de fuego. El Señor también expresó Su autoridad por medio de los mandamientos. Además, Él nombró a Moisés y Aarón como Sus autoridades. Moisés y Aarón eran la autoridad designada por Dios, Su autoridad delegada entre los israelitas.
3. Dios no tolera a los que ofenden Su autoridad
Dios no toleraba que los hombres pequen contra Él, ni tampoco toleraba que los hombres pecasen contra Sus siervos. Dios no sólo le prohibió al hombre que pecara en contra de Él, sino que también le prohibió pecar contra Sus sacerdotes y profetas. Dios designó autoridades para los hijos de Israel, y cuando ellos agraviaron a Sus autoridades, les sobrevino juicio y castigo. A los que cometieron agravio en contra de las autoridades puestas por Dios, no les fue permitido entrar en la tierra de Canaán.
4. La rebelión de los israelitas a lo largo de la historia
Después de ingresar a la tierra de Canaán, los israelitas de nuevo se rebelaron flagrantemente en contra de Dios. Ellos querían tener un rey. No quisieron que Dios los gobernara. Quisieron adoptar las costumbres del mundo y desearon ser regidos por un rey. Dios le dijo a Samuel: “No te han desechado a ti, sino a Mí me han desechado” (1 S. 8:7). Saúl fue elegido, y a él le sucedió David. Dios designó a David como autoridad y por medio de él reunió materiales para edificar el templo, el lugar de Su morada en medio de Su pueblo. El templo fue edificado en tiempos de Salomón.
Inmediatamente después de la muerte de Salomón, los israelitas se tornaron a los ídolos. Desde entonces, tanto la nación de Israel como la nación de Judá fueron abandonadas. Si bien Dios las toleró por muchos años y les permitió conservar a sus reyes, fue únicamente en virtud de Su promesa a David que Dios guardó a la nación de Israel, y no porque deseara guardarla. Nada ofende a Dios tanto como la idolatría. La idolatría usurpa la adoración a Dios. Desde aquel entonces, la historia de Israel se volvió nada más que una historia de rebeliones.
III. EL SEÑOR JESÚS ESTABLECIÓ EL MODELO DE SUMISIÓN
A. El Señor Jesús es el Sumiso perfecto
Cuando Jesús de Nazaret aparece, Él era el elegido de Dios en la tierra. Como tal, Él mismo dijo que sólo hablaba lo que escuchaba del Padre y que no podía hacer nada por Sí mismo, sino lo que veía hacer al Padre (Jn. 5:19). Él no buscaba Su propia voluntad, sino la voluntad del que lo envió (v. 30). He aquí un hombre que se rehusaba a hablar o actuar por Sí mismo. Él se sujetaba completamente a la autoridad de Dios.
El Señor Jesús es Dios mismo. Sin embargo, Él no consideró el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo y se sometió completamente a la autoridad de Dios. Después de Su muerte en la cruz, Dios le levantó de entre los muertos y le exaltó hasta lo sumo, haciéndolo Señor y Cristo; y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese públicamente que Jesucristo es el Señor (Fil. 2:5-11).
El Señor produjo Su iglesia después de Su ascensión. Él no estableció Su iglesia de la misma manera en que los hombres establecen una sociedad o una organización. El Señor resucitado y ascendido es ahora la Cabeza de la iglesia. La iglesia es Su Cuerpo. En otras palabras, Él anhela que la vida de sujeción que Él llevó sobre la tierra sea ahora manifestada por medio de la iglesia.
B. El evangelio es un mandato a sujetarse
El evangelio constituye un mandamiento en la Biblia. La Biblia nos muestra que después que uno ha escuchado el evangelio, debe creer. Pero además, cuando uno cree en el evangelio, es necesario que se sujete al evangelio. El Espíritu Santo es dado a quienes obedecen a Dios (Hch. 5:32). Nosotros somos aquellos que han obedecido de corazón la palabra que nos fue predicada (Ro. 6:17). Por favor recuerden que recibir al Señor Jesús, así como la fe y la salvación que tenemos, tiene que ver con la obediencia. Este es el mandamiento de Dios: Él manda a los hombres en todo lugar a creer en el evangelio. Así pues, creer es sujetarse. Toda persona tiene que aprender a sujetarse al Señor y a la autoridad de Dios desde el primer día que entra a la iglesia.
C. El principio subyacente a la iglesia es la sumisión
A lo largo de las eras, la historia nos muestra que el mundo entero ha estado en rebeldía. El principio subyacente al mundo es derrocar la autoridad directa de Dios o Su autoridad delegada. La era actual es la era en la que el Cuerpo del Señor, la iglesia, es edificado aquí en la tierra. Por ende, el principio subyacente a la iglesia debe ser el principio de sumisión. Dios espera mucho de la iglesia; Él desea obtener aquello que originalmente había planeado obtener en el mundo. Hoy en la iglesia, Dios espera mucho de la mujer: ella tiene que sujetarse al varón. ¡Cuán difícil es para Dios obtener esto en el mundo hoy! Si en el mundo de hoy ustedes preguntaran a una mujer si ella está dispuesta a someterse al varón, a ella le parecerá que tal expectativa no tiene sentido. Aun así, en la iglesia hoy, Dios exige que la mujer se someta al varón, y la esposa a su marido.
Tanto Efesios como Colosenses son libros sublimes, pero ¿qué clase de mandamientos hallamos en estas epístolas? Se nos dice que las esposas deben sujetarse a sus propios maridos, los hijos a sus padres y los esclavos a sus amos. Esto no es algo que se ve en el mundo, esto sólo se puede ver en la iglesia.
Efesios y Colosenses abordan los temas más elevados. En ellos se nos muestra que una vez fuimos hijos de desobediencia y que, al igual que el mundo, el principio que antiguamente regía nuestras vidas era el principio de rebelión. Nosotros fuimos llamados hijos de desobediencia. Hoy hemos recibido un mandamiento de Dios: las esposas deben sujetarse a sus maridos, los hijos a sus padres y los esclavos a sus amos. Esto es completamente diferente de lo que sucede en el mundo entero. Esto nos muestra que el principio básico de la iglesia hoy es la sumisión.
D. También se debe estar sujeto a las autoridades de este mundo
Hay una palabra más clara aún en el libro de Romanos. En Romanos 13:1 dice: “Porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”. Toda autoridad ha sido establecida por Dios. Este versículo y los que le siguen nos muestran específicamente que no solamente debemos sujetarnos a las autoridades, sino también a los gobernantes. Debemos pagarles a ellos lo que debemos: al que impuesto, impuesto; al que temor, temor, y al que honra, honra (v. 7). Ningún otro libro nos habla de nuestra salvación tan claramente como el libro de Romanos. No obstante, este mismo libro nos dice, comenzando en el capítulo 12 con el asunto de la consagración y terminando en el capítulo 14, que debemos ser sumisos no solamente en la iglesia sino también en el mundo. El hombre debe someterse a todas las autoridades que han sido puestas sobre él.
IV. LA SUJECIÓN ES UNA CARACTERÍSTICA DE LA IGLESIA
La iglesia es un cuerpo compuesto de personas. Este cuerpo posee una característica: la sumisión. Mientras vivimos aquí en la tierra hoy, nosotros tomamos la sumisión como aquello que forma parte de nuestra propia naturaleza y como el principio que rige nuestro vivir.
A. La iglesia es el Cuerpo que mantiene la autoridad de Dios
Hoy en día, la iglesia debe ser lo suficientemente fuerte como para declarar que puede ofrecer a Dios aquello que Él no pudo obtener en los tiempos de Adán. Debe poder ofrecerle a Dios lo que Él no pudo obtener del mundo, ni de la nación de Israel, ni de muchas tribus, pueblos, naciones y lenguas. En otras palabras, tiene que haber por lo menos un lugar en esta tierra en donde la autoridad de Dios sea mantenida. La iglesia debe elevar sus ojos y decir: “Señor, lo que no pudiste obtener de Satanás, Tú lo estás obteniendo de nosotros. Lo que no pudiste obtener del diablo y los ángeles rebeldes, lo estás obteniendo por medio de la iglesia”.
Hoy en día, la iglesia exhibe la autoridad de Dios delante de todos los gobernantes y autoridades. La iglesia no sólo está en la tierra para predicar el evangelio y para edificarse a sí misma, sino también para manifestar la autoridad de Dios. La autoridad de Dios ha sido rechazada en todo lugar de la tierra; sólo recibe honra en la iglesia. En toda la tierra, no hay otro lugar en que los hombres busquen la voluntad de Dios. La iglesia es el único lugar donde los hombres buscan la voluntad de Dios. En otras palabras, la iglesia es la “institución de sumisión”. Si usted todavía no ha sido salvo ni pertenece a la iglesia, entonces no hay nada más que decir. Pero si usted forma parte de la iglesia, debe mantener un principio básico y satisfacer una necesidad básica, esto es, que tiene que insistir que la autoridad de Dios sea llevada a cabo en la iglesia hoy. En ningún otro lugar se hace la voluntad de Dios, pero Su voluntad tiene que ser hecha en la iglesia. En la iglesia tenemos que mantener la autoridad de Dios.
B. En la iglesia, hay que aprender a someterse
Por este motivo, todos los hermanos y hermanas en la iglesia tienen que aprender sumisión. Por favor, tengan presente que ningún pecado es más serio que el pecado de rebelión. Esto es algo completamente contrario a la existencia misma de la iglesia. Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, Él no sólo era una persona buena, Él era una persona sumisa. Por supuesto que todo cuanto el Hijo hiciera por Sí mismo sólo podría ser algo bueno. No obstante, Él dijo que no podía hacer nada por Sí mismo. Él no vivía por Sí mismo sino por la voluntad de Aquel que lo envió. Debemos de recordar que sólo existe una autoridad en el universo y que nosotros debemos mantenerla. El Señor la resguardó, y la iglesia debe hacer lo mismo.
Hoy en día, Dios está obteniendo en la iglesia lo que no pudo obtener en ninguna de las eras ni en ningún otro lugar. La iglesia es el único lugar en el que uno puede aprender sujeción. En la iglesia, no es cuestión de lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, sino de sumisión. La iglesia es el lugar donde uno aprende sumisión. No hay testimonio más importante que el testimonio de la sumisión. En el universo todo se ha rebelado, se ha degradado y ha tomado otra postura. En todo el universo, Dios no ha podido encontrar ningún otro ámbito en el que Su autoridad sea reconocida. Por ello, en la iglesia todos los hijos de Dios tienen que aprender a someterse.
C. La sumisión constituye la vida y la naturaleza de la iglesia
La sumisión forma parte de la vida y la naturaleza de la iglesia, y es el principio subyacente de ella. La iglesia existe con el propósito de mantener la sumisión. La iglesia está diametralmente opuesta a la situación de rebeldía que impera en las naciones a su alrededor. Hoy en día, las naciones del mundo dicen: “Rompamos sus ligaduras, / Y echemos de nosotros sus cuerdas” (Sal. 2:3). Esto es como decir: “Liberémonos y desatémonos de las ataduras del Hijo de Dios”. Pero hoy la iglesia dice: “Gustosamente nos ponemos bajo las ataduras y las cadenas del Hijo de Dios para aprender la lección de la sumisión”. Como resultado de esta declaración, algo muy especial está sucediendo en la iglesia. Ella ha venido a ser la “institución” donde se exhibe la sumisión. La iglesia aquí en la tierra honra no solamente la autoridad directa de Dios, sino también Su autoridad indirecta, o sea, Su autoridad delegada.
V. LA AUTORIDAD EN LA IGLESIA
La Biblia nos dice muchas cosas acerca de la sumisión. Ahora examinaremos la sumisión desde cuatro ángulos diferentes.
A. La sumisión a la ley del Cuerpo
1. Existe una ley en el Cuerpo
La iglesia es el Cuerpo de Cristo, y este Cuerpo posee su propia ley. Todos los órganos cumplen una función particular, y cada miembro del cuerpo tiene una ley que lo gobierna. Hoy en día, el conocimiento humano se ha expandido grandemente, pero el hombre aún no logra entender por completo su propio cuerpo. Nadie puede entender todas las leyes biológicas que le regulan. No obstante, todos los miembros del cuerpo deben someterse a estas leyes. Si un miembro actúa y labora de manera individual y según su propia voluntad, inmediatamente se enfermará. Lo que hace del cuerpo una entidad única es el hecho de que es una unidad en sí misma. En cuanto esta unidad sea quebrantada, ciertamente el cuerpo se enfermará.
Ningún hijo de Dios debe violar la ley del Cuerpo de Cristo y actuar de manera individual. Todos los actos independientes son expresiones de rebeldía. Un sinónimo de rebeldía es la acción independiente. Actuar de manera individualista equivale a actuar en contra de la autoridad. Eso significa no someterse a la autoridad de la Cabeza, no sujetarse al principio de unidad que Dios estableció para el Cuerpo, así como no sujetarse a la ley de unidad que Dios estableció en la Biblia. El individualismo es rebeldía, no solamente contra el Cuerpo, sino también contra el Señor.
2. Los miembros ejercen su función y se relacionan en mutualidad
El Señor ha bautizado a Sus hijos en un solo Cuerpo mediante el Espíritu Santo. Tal unión interna es muy íntima. Si un miembro se regocija, todo el Cuerpo se regocija. Si un miembro padece, todo el Cuerpo se duele. Quizás no nos percatemos de cuán profunda es esta unidad. Algunas veces un hermano viene y me pregunta: “¿Por qué esta mañana al despertar, me sentía tan triste sin tener ningún motivo aparente?”, o: “¿Por qué me he sentido tan feliz estos últimos días?”. Muchas veces no puedo darles una explicación. Pero con frecuencia la razón de su gozo o tristeza no radica en ellos mismos; en realidad, no hay motivo para que ellos se sientan particularmente alegres o tristes. El Cuerpo actúa de manera misteriosa. Al presentarnos delante del Señor en aquel día, tendremos muy en claro por qué nos sentíamos así ciertos días. Tendremos bien en claro por qué estábamos tan llenos de energía ciertos días y por qué nos sentíamos tan notoriamente débiles otros días. Les ruego que tengan en mente que los otros miembros pueden causar un efecto en nosotros y que nosotros podemos influir en ellos. Pese a que no sabemos bien cómo opera tal relación, sí sabemos que tal unidad es una realidad. Hoy en día, no tenemos completamente clara esta unidad, ni cómo opera en mutualidad. Pero sigue siendo un hecho de que somos uno y que todos los miembros afectan a todos los demás miembros en todo el Cuerpo.
3. Actuar independientemente equivale a ser desobedientes
Existe una ley entre nosotros que todos debemos observar: tenemos que ver lo que el Cuerpo ve, rechazar lo que el Cuerpo rechaza y aceptar lo que el Cuerpo acepta. No podemos desempeñar nuestras funciones de manera independiente. El Cuerpo posee su propia ley, y la unidad es la autoridad. No podemos hacer nuestra propia voluntad. Hacer nuestra propia voluntad es desobediencia, y es rebelión en contra de la autoridad. Hoy tenemos que comprender que el Cuerpo es la autoridad y que el Cuerpo es el representante de la autoridad de Cristo. Si nos movemos de manera independiente del Cuerpo, somos rebeldes.
4. El ejemplo del cáncer
He usado antes el ejemplo de un tumor canceroso. El cáncer es una de las enfermedades más serias y es aún más peligrosa que la tuberculosis. Cuando el cáncer se manifiesta en ciertas partes del cuerpo, las células allí comienzan a multiplicarse. Una célula se convierte en dos, dos llegan a ser cuatro y cuatro se convierten en ocho. Comúnmente, toda célula posee la capacidad de crecer, pero hay una ley que regula su crecimiento. Esta ley les dice cuándo deben de crecer y cuándo no deben de crecer.
Las células de mi mano no se multiplican de forma continua e indefinida. Si me corto la mano por accidente, las células alrededor de la zona afectada comenzarán a crecer nuevamente. Dos células se multiplicarán y se harán cuatro, y cuatro serán ocho. Tales células continuarán creciendo hasta que mi herida haya sanado. Las células hacen esto porque existe una ley que hace que las células crezcan. Cuando la herida se cierra y ha sido sanada, las células dejarán de crecer. ¿Qué es lo que les dice a las células que detengan su crecimiento? No sabemos cómo crecen ni cómo dejan de crecer. Únicamente sabemos que es correcto que las células crezcan cuando ha habido una herida y que lo correcto es que ellas dejen de crecer cuando la herida ha sido sanada. Existe, pues, una ley interna a la cual ellas obedecen. En virtud de la ley biológica que opera en el cuerpo, las células saben cuándo deben crecer y cuándo deben dejar de crecer. Ellas saben sujetarse.
Por favor, tengan presente que la ley de nuestro cuerpo nos habla acerca de la autoridad de Dios. Todas las células se sujetan a la autoridad del cuerpo. ¿Cuándo es que una enfermedad llega a ser grave? Supongamos que me corto la mano con un cuchillo y que las células a cada lado de la herida comienzan a crecer. Cuando la herida ha sido sanada, entonces las células dejan de crecer. Damos gracias a Dios que todas las células dejan de crecer en cuanto la herida ha sido sanada. ¿Qué pasaría si ellas continuaran creciendo? Si lo hicieran, se trataría de un crecimiento canceroso. El cáncer implica que, aun cuando el cuerpo no requiere de mayor crecimiento, hay una célula que desobedece las normas que gobiernan este cuerpo y continúa creciendo de manera independiente. Tal crecimiento se convierte en un cáncer.
Todas las células tienen que ser restringidas en su crecimiento. Con el cáncer, sin embargo, las células no quieren que se les diga cuándo deben de crecer y cuándo deben dejar de hacerlo, ellas simplemente crecen por cuenta propia. Ignoran a las otras células del cuerpo. Crecen por su cuenta de manera continua. A esta clase de células las llamamos células malas o malignas. Recuerden que todo el cuerpo es afectado por el crecimiento de estas células. Las células de todo el cuerpo serán afectadas por las células malignas y se verán obligadas a contribuir a su crecimiento. Las células cancerosas únicamente causan su propio crecimiento; no traen salud al cuerpo. Todas las células del cuerpo deben contribuir a la salud de todo el cuerpo; pero todas ellas se ven afectadas por las células cancerosas. Cuando una persona tiene cáncer, las células de las otras partes del cuerpo son corrompidas por las células cancerosas en cuanto entran en contacto con éstas. Mientras tanto, el cáncer continúa creciendo. Se convierte en una entidad separada, algo que ha dejado de estar regido por la ley del cuerpo.
Si una persona no se somete a la autoridad, es decir, si no se somete a la ley del Cuerpo ni trabaja en conformidad con el principio de la unidad, y en lugar de esto opera según su propia voluntad; entonces, tal persona constituye un cáncer en el Cuerpo. Todos los nutrientes que pasen a través de dicha persona, los consumirá para su propio crecimiento y no para el crecimiento del Cuerpo. Tan sólo tomará cuidado de su propio crecimiento, y no del crecimiento del Cuerpo. Es muy difícil para los médicos enfrentarse al cáncer, debido a que otro principio está operando en el cuerpo, un principio que opera de manera independiente.
5. Restringidos por la ley del Cuerpo
El Cuerpo de Cristo es una entidad viviente. Podemos decir que no hay nada que sea más viviente, que sea más unido, ni que sea más vital que nuestro cuerpo. Quizás cierto hermano, antes de haber creído en el Señor, haya sido una persona individualista que actuaba por su propia cuenta. Después de haber creído en el Señor, llega a ser una célula del Cuerpo, un miembro del Cuerpo. Toda célula es restringida por la ley que opera en el Cuerpo. En el Cuerpo opera una ley obligatoria, y la persona tiene que actuar según esta ley, la ley del Cuerpo. No puede actuar según su propia voluntad. Una vez que lo hace, se convierte en un tumor, un cáncer en el Cuerpo. Esto, en vez de ser de ayuda para el Cuerpo, lo perjudica.
No confiamos en aquellos que actúan de manera individualista, los que no están restringidos por el Cuerpo, que actúan según su propia voluntad y que nunca han aprendido a sujetarse a la autoridad de la Cabeza. Después de que hemos creído en el Señor, el primer principio espiritual que debemos tomar en cuenta es que el Cuerpo es la autoridad establecida por Dios aquí en la tierra. El Cuerpo es la autoridad. La ley de Dios opera en el Cuerpo y nosotros no podemos violar dicha ley. No podemos actuar descuidadamente y según nuestra voluntad. Si actuamos según nuestra propia voluntad, nos convertiremos en células malignas sin restricciones en el Cuerpo, células que hacen sus propias cosas y que dañan por completo la unidad del Cuerpo. De inmediato, nos convertiremos en un tumor. Ya no seremos uno con los demás, pues nos volveremos personas independientes. No seremos de ninguna ayuda para el Cuerpo, sino que lo perjudicaremos. Tenemos que aprender a aceptar los juicios y restricciones del Cuerpo, y sujetarnos a la vida que opera en todo el Cuerpo.
6. Debemos aprender a no causar daño a la realidad de la unidad
Cuanto más avancemos en nuestra vida cristiana delante del Señor, más comprenderemos la realidad de la unidad del Cuerpo. Tarde o temprano, veremos que la unidad es una realidad, una sobria realidad. Tenemos que aprender a no dañar esta unidad. Cualquiera que dañe la unidad del Cuerpo incurre en anarquía, rebeldía y desobediencia. Además, si causamos algún daño a dicha unidad, la autoridad de Dios no estará con nosotros. La autoridad debe manifestarse en cada una de las células del Cuerpo. Estas ejercen sus funciones en mutualidad, no de manera individualista. Este es un hecho maravilloso. Cuanto mejor comprendamos los asuntos relacionados con el Cuerpo, más nos daremos cuenta de cuán apropiada es la comparación de la iglesia con nuestro propio cuerpo.
B. El principio de dos o tres
Existe otro principio en la Biblia, al cual tenemos que obedecer: el principio de dos o tres. Por favor lean Mateo 18:15-20. El Señor Jesús dijo que donde estuviesen dos o tres congregados en unanimidad, cuyas voces estén en armonía, en similitud a la armonía musical, y que estuviesen reunidos bajo Su nombre, Él estaría allí en medio de ellos. Y cualquier cosa que ellos pidieren, les sería hecha. Esta es una gran promesa del Señor. Si dos o tres pueden estar en plena unanimidad, el Señor dijo que Él estaría en medio de ellos y que respondería a sus oraciones.
1. Una persona puede ser un representante del Cuerpo
El Señor nos dijo algo más. Supongamos que hoy yo peco contra un hermano y éste viene a mí y me dice: “Tú me hiciste algo que me ha ofendido. Estuviste completamente errado”. Supongamos que yo dijera: “No creo haber errado. Tú eres el que estaba errado. A mí no me parece que yo haya estado equivocado. Me parece que yo estaba en lo cierto”. Puesto que este hermano me dice que yo estoy equivocado, ¿qué debo hacer? Debo aprender a escuchar a mi hermano. Si soy una persona que ha aprendido tal lección delante del Señor, cuando este hermano se me acerque, inmediatamente sentiré que he pecado. Éste es otro principio que hay en el Cuerpo. Una persona puede representar al Cuerpo. Quizás yo esté en lo cierto y puede ser que a mí me parezca no haberme equivocado. Pero este hermano es mucho más experimentado en el Señor que yo, y él ha aprendido mucho más en el Señor. Él sabe que yo he errado y procede a corregirme. Si yo soy dócil delante del Señor, de inmediato diré: “Hermano, por favor perdóname, yo me equivoqué”.
Un solo individuo es suficiente para constituirse en la autoridad, no tienen que ser muchos. La persona que está al lado suyo puede ser la autoridad; ella puede representar al Cuerpo, a toda la iglesia. Usted tiene que reconocer que su manera independiente de proceder es errónea. Si una persona le hace ver esto, con eso basta. No estoy diciendo que usted debe de aceptar toda recriminación que se le haga. Lo que quiero decir es que usted debe responder rápidamente delante del Señor. Con frecuencia, no es necesario que dos o tres, o toda la iglesia le digan algo. Usted debe tocar y ver la realidad del mundo espiritual en cuanto una persona le diga algo. Esa persona es el Cuerpo; una persona es suficiente para ser un representante del Cuerpo.
2. Dos o tres constituyen la autoridad
Algunas veces, es necesario el testimonio de dos o tres. Cuando un hermano acude a mí, quizás yo no vea la luz. Es probable, entonces, que ese hermano invite a uno o dos hermanos más a acompañarlo; se trata de hermanos que están claros delante del Señor y que aman al Señor de todo corazón. Quizás tengan más peso delante del Señor y posean más madurez en lo que concierne a su servicio al Señor. Cuando estos dos o tres son llamados a intervenir en una situación, tal vez digan: “En nuestra opinión, usted está errado”. En tales ocasiones, debo recordar las palabras del Señor: “Porque donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos” (Mt. 18:20).
Si hay unanimidad entre estos dos o tres, el Señor responderá a sus oraciones y hará cosas a su favor. Si ellos se ponen de acuerdo al juzgar ciertos asuntos, el Señor honrará el juicio que ellos emitan. Si el Señor honra el juicio que ellos emitieron respecto a ciertos asuntos, ¿no debiéramos nosotros honrarlo también? Si el Señor ha aceptado el discernimiento de ellos, ¿no debiéramos nosotros aceptarlo igualmente? Si el Señor considera que es correcto aquello que ellos hicieron en unanimidad, ¿podríamos nosotros decir que ellos se equivocaron? Nosotros debemos someternos de inmediato al juicio que ellos emitieron. Si el Señor está de acuerdo con la reprensión que ellos manifestaron en unanimidad, ¿podríamos darnos el lujo de ignorarla? Todo lo que ellos aten, habrá sido atado en el cielo; y todo lo que ellos desaten, habrá sido desatado en el cielo. ¿No deberíamos de hacer caso a aquello que ya ha sido hecho en el cielo?
Dos o tres pueden constituir la autoridad. Por supuesto, estos dos o tres no deben hablar de manera precipitada. Ellos tienen que ser personas de autoridad delante del Señor. Tienen que temer al Señor y obedecerle. Si ellos unánimemente le dicen a usted que está errado, aun cuando a usted no le parezca haberse equivocado, tendrá que ceder ante el juicio de ellos. Usted debe decir: “Estoy equivocado”. No tiene que esperar a que toda la iglesia venga a decirle que usted se ha equivocado. Aquellos que son perspicaces y sensibles sabrán cómo responder en cuanto una persona venga a ellos. Aquellos que son un poco más lentos, sabrán qué es lo que tienen que hacer cuando dos personas acudan a él. Con frecuencia, quizás usted no se percate de haber errado, pero si dos o tres personas piadosas ven las cosas del mismo modo, usted deberá humillarse delante del Señor. No sea orgulloso ni afirme que usted siempre está en lo correcto.
C. Aprendan a sujetarse a la autoridad de la iglesia
Si a usted todavía le parece estar en lo correcto después de que dos o tres hermanos hayan hablado con usted, Mateo 18 nos dice que estos hermanos deben llevar estos asuntos a la iglesia y dejar que sea toda la iglesia la que examine el asunto en presencia del Señor. Si toda la iglesia decide delante de Dios que usted se ha equivocado: ¿qué hará usted? Quizás usted diga: “Aunque el Cuerpo dice que yo estoy equivocado, la Cabeza afirma que estoy en lo cierto. Aun si mis padres me abandonan, Jehová me recibirá. Los hermanos me han rechazado, pero el Señor no me rechazará. Yo estoy llevando la cruz”. Si usted dice eso, muestra claramente que usted está fuera de la iglesia. Usted cree ser perseguido y martirizado; piensa que está sufriendo a manos de los hermanos. Pero lo que en verdad debe hacer es aprender a humillarse y decir: “Si la iglesia lo afirma así, entonces es así. No existe un juicio diferente. Todos los hermanos y hermanas afirman que yo estoy equivocado. Aun si estuviera en lo cierto, estoy equivocado”. Mientras estemos en la tierra hoy, tenemos que aprender a sujetarnos a la autoridad de la iglesia.
La iglesia, aquí en la tierra, lleva la autoridad de Dios. Usted jamás debiera endurecerse y decir: “Todos los hermanos dicen que yo estoy equivocado; pero yo sostengo que estoy en lo correcto”. Una persona orgullosa no halla cabida en la iglesia. Las personas arrogantes no pueden ser sumisas. Ellas no saben lo que es la iglesia. Cuando toda la iglesia diga que usted está equivocado, usted tiene que aprender a ser manso, humilde y sumiso. Tiene que reconocer que usted está equivocado. No diga que la iglesia no tiene la autoridad para hacer lo que hace. La iglesia sí tiene la autoridad. Dios respalda las decisiones que la iglesia ha tomado delante de Él. Asimismo, Dios rechaza lo que la iglesia rechaza. No sea tan torpe como para decir que usted está en lo correcto cuando todos los hermanos y hermanas dicen que usted está equivocado. Si el Señor les ha permitido a ellos declarar en unanimidad que usted está equivocado, probablemente usted está equivocado.
Todos los hijos de Dios deben aprender a humillarse en la iglesia. Algunas veces, una sola persona representa a toda la iglesia. Otras veces, dos o tres personas pueden representar a la iglesia. Usted tiene que aprender a ser manso y dócil delante del Señor. Aprenda la lección de la sujeción. Los hijos de Dios deben estar basados en el principio de la sujeción. En la iglesia, todos tenemos que aprender sumisión.
D. Estar sujetos a las autoridades delegadas en la iglesia
La autoridad de Dios en la iglesia es representada no sólo por una, dos o tres personas; con mucha frecuencia, se necesita que toda la iglesia represente la autoridad de Dios.
1. Los hermanos responsables que sirven como ancianos
Dios nos ha mostrado por medio de la Biblia que los hermanos que llevan alguna responsabilidad delante del Señor, y a quienes conocemos como aquellos que velan por los demás y que sirven como ancianos son los que representan la autoridad de Dios en la iglesia. El resto de los hermanos tiene que aprender a asumir una postura de sumisión delante de ellos en presencia de Dios. Dios ha establecido autoridades en la iglesia, cuya labor es velar por la iglesia. Todos los demás hermanos tienen que aprender a aceptar sus juicios y a sujetarse a ellos.
En cualquier lugar de la tierra en donde se encuentren los hijos de Dios, deben de buscar mandamientos para obedecerlos, deben de buscar la oportunidad de sujetarse. Ellos no deberían simplemente estar buscando algún trabajo que hacer. Con frecuencia me parece que muchos jóvenes son de muy poca utilidad para el Señor, pues si bien pueden trabajar, no son capaces de someterse a nadie. Hay mucha gente que no puede sujetarse. Si usted les pregunta por cuántos años han estado laborando para el Señor, ellos le dirán que han laborado por diez años y que han hecho muchas cosas. Pero si usted les pregunta a quién se han sometido, quizás no puedan nombrar ni una sola persona. El principio básico que caracteriza la vida de iglesia es la sumisión.
Todos nosotros debiéramos aprender a sujetarnos. Es lamentable que una persona jamás se haya sometido a nadie en toda su vida. Tenemos que aprender a someternos a Dios, y no sólo a Él, sino también a la autoridad establecida por Dios en la tierra: la iglesia. Tenemos que someternos a la autoridad dispuesta por Dios en la iglesia, es decir, a los hermanos responsables. Podemos jactarnos de los muchos años que hemos laborado para el Señor, pero no podemos gloriarnos en nuestra obediencia al Señor, pues jamás hemos sido sumisos a nadie. Este es nuestro problema fundamental y constituye el desafío básico que se nos plantea. Si consideramos este asunto detenidamente delante del Señor, nos daremos cuenta de que esta clase de sumisión es obligatoria en la iglesia.
2. Los hermanos mayores que nos preceden
Leamos algunos versículos sobre los ancianos. En 1 Corintios 16:15-16 dice: “Hermanos, ya conocéis la familia de Estéfanas, y sabéis que es las primicias de Acaya; ellos se han dedicado a ministrar a los santos. Os exhorto a que os sujetéis a tales personas, y a todos los que colaboran y trabajan”. Al estar en la iglesia en Corinto la familia de Estéfanas, no pensaba en otra cosa sino en ministrar a los santos. Pablo nos insta a sujetarnos a quienes son como ellos. Tenemos que sujetarnos a la autoridad delegada de Dios en la iglesia. Tenemos que sujetarnos a aquellos que son como la familia de Estéfanas, así como a todos los que colaboran y trabajan con aquellos que son como Estéfanas. Estos son hermanos más maduros que nosotros; ellos son las primicias en Cristo y fueron engendrados antes que nosotros. A ellos también les importan nuestros asuntos. Debemos de honrarlos y nunca menospreciarlos. Antes bien, debemos estar sujetos a ellos.
3. Los más ancianos
En 1 Pedro 5:5 dice: “Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos”. Los versículos anteriores a éste hacen referencia a los ancianos. Ahora se habla de un grupo de personas que llevan más tiempo en el Señor, quizás se trate de hermanos de más edad. Pedro dice que los jóvenes deben sujetarse a los ancianos, quienes son ejemplo en el Señor (v. 3). Si un joven se encuentra con alguien que cuida de él según la voluntad de Dios, debe aprender a sujetarse a dicha persona delante de Dios. Tal persona es un ejemplo que él debe seguir, y debe aprender a estar sujeto a dicho modelo. Debemos prestar particular atención a nuestra sujeción con respecto a los hermanos más ancianos, pues ellos, sin duda alguna, reúnen las cualidades necesarias para representar al Señor en la iglesia.
4. Aquellos que presiden bien y que trabajan en la predicación y en la enseñanza
En 1 Timoteo 5:17 se nos dice: “Los ancianos que presiden bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en la predicación y en la enseñanza”. Ustedes tienen que rendir doble honor a aquellos ancianos que presiden bien en la iglesia y jamás debieran menospreciarlos ni criticarlos. Ustedes tienen que honrar a los ancianos, mayormente a quienes trabajan en la predicación y en la enseñanza. Ustedes también tienen que honrar a quienes poseen el don del ministerio de la Palabra. Algunos ancianos pueden llevar a cabo el ministerio de la Palabra, mientras que otros no. Ustedes tienen que honrar no solamente a los que pueden cumplir tal ministerio, sino también a quienes no pueden hacerlo. Permítanme señalar que hay muchos hermanos que tienen un concepto errado en cuanto a la sumisión: ellos eligen la clase de persona a la que habrán de sujetarse. Piensan que solamente deben de someterse a los individuos que son perfectos. Por favor, no se olviden que esta no es la manera ordenada por el Señor. Nosotros no nos sometemos únicamente a quienes son perfectos. Antes bien, nos sometemos a la autoridad que el Señor ha puesto sobre nosotros. Si dependiera de nosotros la elección de la persona a la que debemos someternos, jamás encontraríamos tal persona sobre la faz de la tierra, porque siempre acabaríamos encontrándole defectos. Aun si Pedro se nos apareciera, continuaríamos encontrando faltas en él. Sólo una cosa es necesaria para nuestra sumisión: si un hermano nos precede en el Señor, nosotros debemos escucharle.
Usted puede tener un millón de razones para excusar su propia actitud. Quizás un anciano solamente sepa cómo cuidar de la iglesia pero no ejerza el ministerio de la Palabra. Tal vez usted crea que no es necesario que usted lo honre debido a que usted puede hablar mejor que él. Pero la Palabra de Dios dice: “Los ancianos que presiden bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en la predicación y en la enseñanza”. Esto no es opcional. Son muchos los que cubren su iniquidad y desobediencia al tomar como una excusa su derecho a escoger. Esto es una necedad. Si una persona es más madura que usted y lleva la delantera, usted debe de sujetarse a ella y no debe criticarla.
5. Aquellos que nos guían
Hebreos 13:17 dice: “Obedeced a vuestros guías, y sujetaos a ellos”. La Palabra de Dios es muy clara. Usted debe sujetarse a los que le preceden y a los que le guían. Usted no puede elegir a los que prefiere, para someterse únicamente a ellos. Si usted únicamente escucha a un hermano, pero desecha lo que otro de los hermanos le dice, esto no es verdadera sumisión. No resulta difícil escuchar únicamente a un hermano. Para que una persona aprenda sujeción, ella tiene que sujetarse a todos cuanto le preceden, no sólo a quienes están por encima de él. Uno tiene que aprender a sujetarse a quien le esté guiando, no sólo a los ancianos que son particularmente dotados y usados por el Señor. Uno siempre tiene que estar en búsqueda de aquellos que le preceden.
En los días venideros, cuando ustedes salgan a otras localidades, tres o cinco de ustedes formarán un grupo. La primera pregunta que deberán hacerse es: ¿a quién debo sujetarme? Uno debe sujetarse a quienes le precedan. Cuando tres o cinco hermanos se reúnen, aun cuando sólo sea por dos o tres horas, espontáneamente uno de ellos se manifestará como el líder señalado por Dios. Usted tiene que sujetarse a dicha persona. La característica de un cristiano no es el trabajo, sino la sujeción. La característica de un cristiano es que sabe reconocer a todos los que llevan la delantera. Cuando cinco o seis hermanos están reunidos, es muy dulce verlos a todos ellos firmes en el terreno apropiado. Apenas se reúna junto con otros diez o veinte hermanos, debe identificar de inmediato a los que llevan la delantera. Una vez que establezca quiénes son, deberá sujetarse a ellos.
“Obedeced a vuestros guías, y sujetaos a ellos”. Esto se debe a que “ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con gozo, y no quejándose, porque esto no os es provechoso”. Todos los que nos llevan la delantera velan por nuestras almas y deberán rendir cuentas de nuestras almas. En presencia del Señor, uno debe sujetarse a esa persona.
6. Aquellos que trabajan entre nosotros y están al frente entre nosotros en el Señor
En 1 Tesalonicenses 5:12-13 dice: “Asimismo, hermanos, os rogamos que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y están al frente entre vosotros en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra”. Algunas personas tienen la responsabilidad en el Señor de cuidar de usted y guiarlo. Usted debe honrarlos y tenerlos en muy alta estima. Es a tales personas que usted debe sujetarse. Un cristiano que no tenga a nadie a quien sujetarse en este mundo, es una persona muy extraña. Todo cristiano debe encontrar a muchos que los preceden en el Señor, que tienen cierto peso espiritual y pueden, por tanto, suministrarle dirección espiritual. El creyente deberá sujetarse a ellos.
Si hacemos esto, estaremos guardando el principio apropiado en la iglesia. Dios no puede encontrar este principio en Satanás, ni en el mundo, ni en todo el universo. Este principio es el principio de la sumisión. Todos tenemos que aprender esta lección básica en la iglesia. El mundo ha rechazado este principio. Dios ahora tiene que asegurarse de obtenerlo en la iglesia. Así pues, el principio básico en la iglesia es el principio de sumisión.
7. Estar sujetos a todas las autoridades dispuestas por Dios
Hemos visto que la unidad del Cuerpo es la autoridad misma. También hemos visto que una, dos o tres personas, o una iglesia local puede representar al Cuerpo de Cristo. Finalmente, hemos visto que los ancianos en el Señor, aquellos que toman la delantera entre nosotros, también representan al Cuerpo de Cristo. Todos estos constituyen la autoridad de Dios. Ellos son la autoridad delegada de Dios entre nosotros, y tenemos que sujetarnos a ellos y honrarlos. Tenemos que consultar con ellos y escucharles. Si ponemos esto en práctica, el nombre del Señor y Su palabra serán magnificados entre nosotros, y ciertamente seremos Filadelfia.