Watchman Nee Libro Book cap. 40 Mensaje para Edificar a los creyentes nuevos

Watchman Nee Libro Book cap. 40 Mensaje para edificar a los creyentes nuevos ​

EL PERDÓN GUBERNAMENTAL

CAPÍTULO CUARENTA

EL PERDÓN GUBERNAMENTAL

En la Biblia hay por lo menos cuatro clases diferentes de perdón y les asignaremos un nombre específico a cada uno: el primero de ellos es el perdón eterno; en segundo lugar, el perdón instrumental; el tercero es el perdón que se encuentra en la comunión; y el cuarto es el perdón gubernamental. Si un creyente desea llevar una senda recta en su búsqueda espiritual, necesitará conocer bien en qué consiste el perdón gubernamental. Primero veremos la diferencia que existe entre estas cuatro clases de perdón y después hablaremos sobre el perdón gubernamental.

I. EL PERDÓN ETERNO

Al perdón que acompaña a nuestra salvación lo llamaremos el perdón eterno. Este es el perdón al que se refiere el Señor Jesús en Lucas 24:47: “Y que se proclamase en Su nombre el arrepentimiento para el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”. Este es el perdón eterno. Asimismo, el perdón mencionado en Romanos 4:7 alude al perdón eterno.

Podemos calificar este perdón como eterno porque una vez que Dios perdona nuestros pecados, lo hace por la eternidad. Dios arroja nuestros pecados a lo profundo del mar y al abismo. Él ya no ve más nuestros pecados ni se acuerda de ellos. Este es el perdón que obtenemos en el momento de ser salvos. Cuando creemos en el Señor Jesús todos nuestros pecados nos son perdonados, el Señor los quita todos, y a los ojos de Dios no queda vestigio alguno de pecado en nosotros. Este perdón es llamado: el perdón eterno.

II. EL PERDÓN INSTRUMENTAL

Dios le dice directamente al hombre muchas veces: “Te perdono”, pero frecuentemente Él proclama Su perdón por medio de la iglesia: “Dios ha perdonado tus pecados”. Por lo tanto, la Biblia nos muestra otra clase de perdón, al que llamaremos: el perdón instrumental. En Juan 20:22-23 dice: “Y habiendo dicho esto, sopló en ellos, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonáis los pecados, les son perdonados; y a quienes se los retenéis, les son retenidos”. Al enviar el Espíritu Santo a Su iglesia, el Señor le encomendó a la iglesia ser Su representante en la tierra. La iglesia llegó a ser el vaso de Dios, y ahora el perdón puede ser otorgado por medio de la iglesia. A esto nos referimos cuando hablamos del perdón instrumental. Sin embargo, debemos tener cuidado de no confundirlo con el perdón que enseñan los católicos. Debemos darnos cuenta que la base del perdón instrumental es el hecho de que el Señor mismo se infundió en Su iglesia al soplar en ella diciéndole: “Recibid el Espíritu Santo”. Sólo después que la iglesia recibe el Espíritu Santo, tiene poder para retener pecados y para perdonarlos. Ella puede declarar que los pecados de ciertos individuos les sean retenidos y que los de otros les sean perdonados. La iglesia tiene tal autoridad, porque está bajo la autoridad del Espíritu Santo. El Señor sopló en Sus discípulos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”, después de lo cual añadió: “A quienes perdonáis los pecados, les son perdonados; y a quienes se los retenéis, les son retenidos”. Ésta es una especie de perdón indirecto. Dios perdona a los hombres por medio de la iglesia, la cual actúa como Su canal.

Al predicar el evangelio, con frecuencia nos encontramos con pecadores que descubren su pecado por medio de nuestras palabras: a los cuales traemos al Señor y confiesan que son pecadores. Ellos oran incluso con lágrimas de arrepentimiento para recibir el perdón y reciben al Señor Jesús con un corazón sincero. Sin embargo, debido a que son paganos, no tienen ninguna noción de lo que significa ser perdonados. En estos casos, es bueno que un representante de la iglesia les diga: “¡Dios les ha perdonado sus pecados!”. Saber esto les ahorrará mucho sufrimiento y ansiedad. Si una persona verdaderamente ha creído, usted puede decirle: “¡Usted ha aceptado al Señor el día de hoy; dele las gracias porque Él ha perdonado sus pecados!”. Si la iglesia no pudiese perdonar ni retener los pecados de los hombres, sería imposible determinar quién puede ser bautizado. ¿Por qué es posible aceptar a un candidato para el bautismo y rechazar a otro? ¿Por qué se puede recibir a algunos en la reunión del partimiento del pan y rechazar a otros? Esto se debe a que la iglesia puede hacer uso de la autoridad que ha recibido del Señor. Ella proclama quién es salvo y quién no, y a quiénes se les perdonan los pecados y a quiénes les son retenidos. Ciertamente, declaraciones de esta magnitud no se pueden hacer de manera irresponsable, pues aquellos a quienes se les perdonan los pecados, les son perdonados, mientras que aquellos a quienes se les retienen, les son retenidos. Tal declaración debe ser hecha bajo la autoridad del Espíritu Santo. Juan 20:22 dice: “Recibid el Espíritu Santo”, y el versículo 23 añade: “A quienes perdonáis los pecados, les son perdonados; y a quienes se los retenéis, les son retenidos”. Solamente cuando la iglesia ha recibido el Espíritu Santo y está bajo Su autoridad, podrá actuar como instrumento de Dios; sólo cuando el Señor ha hecho que un hombre sea un instrumento Suyo, dicho hombre podrá decirle a un pecador: “¡Tus pecados te son perdonados!”; a otro: “¡Tus pecados no te son perdonados!”. Este es el segundo tipo de perdón que se describe en la Biblia, según el cual Dios no perdona directamente, sino que lo hace por medio de la iglesia. El perdón eterno es aquel en el que Dios perdona directamente a los hombres. El perdón instrumental es la proclamación del perdón que Dios hace a través del hombre.

III. EL PERDÓN EN LA COMUNIÓN

Hay una tercera clase de perdón en la Biblia al que llamamos el perdón en la comunión. En 1 Juan 1:7-9 se nos dice: “Pero si andamos en luz, como Él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia”. En 1 Juan 2:1-2 leemos: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno peca, tenemos ante el Padre un Abogado, a Jesucristo el Justo. Y Él mismo es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. El perdón al que alude este pasaje de la Palabra no es ni el perdón que recibimos en el momento en que somos salvos ni el que se pronuncia por medio de la iglesia. Este perdón difiere de los anteriores. Después que una persona cree en el Señor y se convierte en un hijo de Dios, con frecuencia necesitará el perdón de Dios. Este es el perdón del que hemos hablado en un capítulo anterior [el capítulo 21], el cual está tipificado por la aplicación de las cenizas de la vaca alazana. Después que hemos creído en el Señor, confesamos nuestra fe cristiana y recibimos el perdón eterno, todavía es posible que pequemos en alguna ocasión. Delante del Señor, todavía nos es posible flaquear y sufrir tropiezos. Esta clase de pecado hace que surja una barrera en nuestra comunión con Dios.

A. La característica de la vida: deleitarse en la comunión

Los biólogos saben que la vida posee dos características fundamentales. En primer lugar, lucha por sobrevivir, por conservarse, a fin de continuar su existencia. La vida detesta la muerte. En segundo lugar, no desea ser privada de comunión. La vida detesta ser aislada. Si una gallina es dejada a su suerte, se vuelve alicaída, pero si se la pone junto a otras gallinas, será una criatura vivaz y saludable. Todo prisionero que se aísle de los demás, sufrirá a causa de no poder tener comunión con ellos. El hombre es un ser viviente, y como tal, se esfuerza por conservar su vida y además se deleita en la comunión que tiene con otros.

B. Frustraciones a la comunión de vida

Creemos que somos salvos en virtud de la sangre del Señor Jesús. En lo que a nuestra vida se refiere, no tenemos ninguna duda, porque somos salvos y hemos sido eternamente perdonados. No tenemos ningún problema a este respecto.

Pero hay otro aspecto que podría representar un problema para nosotros, a saber, que después de haber creído en el Señor y ser salvos, es posible que nuestra comunión con Dios y con algunos hijos de Dios se vea interrumpida a causa de haber ofendido a Dios. ¿Qué significa que nuestra comunión sea interrumpida? Supongamos que una niña va secretamente a la cocina y hurta algo que la madre había preparado: algunas frutas de la alacena o alguna otra cosa. Supongamos que se come todos los alimentos que había, mientras la madre está fuera. Ella podrá cerrar muy bien la puerta de la cocina, lavarse bien la cara y limpiar la mesa; sin embargo, ¡ha cometido una trasgresión! Antes que esto sucediera, todas las noches tenía una íntima comunión con su madre, pero esa noche, ella no podrá disfrutar de tal comunión debido a que ha hurtado algo. Cuando su madre la llame desde el cuarto, su corazón empezará a latir aceleradamente mientras se acerca, pensando que su madre le dará una paliza. Quizás su madre le ofrezca algo de comer, pero ella habrá perdido todo apetito. Teme constantemente que su madre descubra lo que ha hecho y hasta querrá esconderse de ella. Todo ello es indicio de que la comunión que la niña disfrutaba con su madre, se ha interrumpido. La niña no ha dejado de ser la hija de su madre aun cuando hurtó algo de comida, pero aquella comunión que existía entre ella y su madre se ha interrumpido. Asimismo, usted no deja de ser hijo de Dios por haber pecado, pero ciertamente su comunión con Dios se verá interrumpida. El pecado hace que nuestra comunión se vea inmediatamente interrumpida. Además, nuestra conciencia ha dejado de ser una conciencia libre de ofensas. A fin de poder disfrutar una comunión ininterrumpida con Dios, usted deberá poseer una conciencia irreprensible. Si usted tiene ofensas en su conciencia, no podrá disfrutar de la comunión con Dios.

C. Cómo restaurar nuestra comunión con Dios

Cuando un hijo de Dios peca no pierde su posición, pero su comunión con Dios sí será interrumpida. Sin embargo, hay una clase de perdón al que llamamos: el perdón en la comunión. Y se le llama así, debido a que nuestra comunión será restablecida con Dios únicamente después que nos tornemos a Dios y confesemos nuestro pecado. De otro modo, no podremos tener comunión con Dios; ni siquiera podremos orar ni decir amén cuando otros oran, lo cual ha de causarnos gran sufrimiento.

¿Qué puede hacer uno? Tomemos el ejemplo de la niña que hurtó de su madre. Ella tiene que ir a su madre y decirle: “Hurté los bizcochos que preparaste. Me comí la fruta que pusiste en la mesa. No debí haber hecho eso”. Ella tiene que ver las cosas desde el punto de vista de su madre y considerar su acción como pecado. Debe llamar al pecado por su nombre. Ella debe decir: “¡Por favor, perdona mis pecados!”. De igual manera, nosotros debemos acercarnos a Dios y decirle: “He pecado. He pecado contra Ti en este asunto. Por favor, perdóname”. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia. Dicho perdón no tiene relación con el perdón eterno, sino con la comunión que hay entre Dios y nosotros. Por ello hemos llamado a esta clase de perdón: el perdón en la comunión.

IV. EL PERDÓN GUBERNAMENTAL

Hay otra clase de perdón en la Biblia al cual lo referiremos como el perdón gubernamental. Podemos entender esta clase de perdón leyendo los siguientes versículos: Mateo 6:14-15; 9:2, 5-6; 18:21-35; y Jacobo 5:15. Al perdón que hacen referencia estos versículos lo llamaremos: perdón gubernamental.

A. ¿En qué consiste el perdón gubernamental?

Algunas personas podrían preguntar: “¿En qué consiste este perdón gubernamental?”. Reiteradas veces, he pensado que si una persona desde el momento en que se hace cristiana, entendiera lo que es el gobierno de Dios, se ahorraría muchas dificultades y problemas.

Permítanme usar de nuevo el ejemplo de la niña. Antes que ocurriera el incidente que describimos anteriormente, cuando la madre salía de casa, dejaba abiertas las puertas de los cuartos, las puertas de la cocina y aun la de la alacena. Ella dejaba sin llave las puertas de la alacena aun cuando estuviese llena de víveres. A la llegada de aquel día, cuando la madre retorna a su hogar, probablemente descubre que su hija ha hurtado víveres de la despensa. Y puesto que su madre ha descubierto lo sucedido, la hija no tiene más opción que confesar su pecado y pedir perdón. La madre la perdona y besándola, le dice: “Te perdono”, y con ello, se da por concluido el asunto y su comunión es restaurada. Pero, a partir de aquel día, cada vez que la madre sale de la casa, cierra con llave las puertas de la alacena. ¡Ella ha cambiado su manera de proceder! Una cosa es la comunión, otra muy distinta; es el gobierno.

¿En qué consiste el gobierno? El gobierno tiene que ver con la manera de llevar a cabo las cosas. Por tanto, al hablar del gobierno divino nos referimos a la manera en que Dios hace las cosas. La madre perdona el pecado de la hija y le dice: “Puesto que ya te comiste la comida, me olvidaré del asunto”. Así, ella perdona a su hija y la comunión entre ellas es restaurada. Cuando la hija ve a su madre, puede sentirse contenta y cercana a ella igual que antes. Pero la próxima vez que la madre salga, la alacena y la puerta de la cocina quedarán cerradas con llave. En otras palabras, la manera de proceder habrá cambiado. Si bien la comunión se puede restablecer, la manera en que se hacen las cosas no se puede restaurar tan fácilmente. La madre teme que su niña vuelva a caer en lo mismo y no le concederá la misma libertad que le concedía antes, sino que le impondrá ciertas restricciones. Es decir, la manera en que se hacen las cosas habrá variado. Por favor, deben tener presente que Dios se relaciona con nosotros bajo el mismo principio. El perdón que se relaciona con la comunión es un asunto sencillo. La comunión es restaurada de inmediato a todo aquel que confiesa con un corazón sincero. Basta confesar que hemos pecado contra Dios, para que Dios restaure nuestra comunión con Él; pero es probable que la manera en que Dios se relaciona con nosotros cambie de inmediato. Es decir, es probable que Dios nos someta a cierta disciplina. Puede ser que no nos permita seguir comportándonos tan libre y descuidadamente.

Cuando llegue el día en que Dios levante Su mano disciplinaria de nosotros, entonces nos será otorgado el perdón relacionado con Su gobierno. Es probable que, después de cierto tiempo, a la mamá le parezca que puede confiar de nuevo en su hija y vuelva a dejar abierta la puerta de la cocina. A esto nos referimos cuando hablamos del perdón gubernamental.

El perdón relacionado con la comunión es una cosa, y el perdón gubernamental, que se relaciona con el gobierno divino, es otra. Por ejemplo, un padre les dice a sus hijos que pueden salir a jugar a las cuatro de la tarde y que quiere que regresen a las seis en punto para la cena. Supongamos que un día los hijos salen y se pelean con otros niños. Cuando regresan a casa, confiesan su pecado al padre. El padre los perdona y les permite salir al día siguiente. Pero ellos nuevamente se pelean con otros muchachos. ¿Qué debe de hacer el padre? Quizás sus hijos confiesen sus faltas una y otra vez y, probablemente, él les perdone una y otra vez; pero ciertamente, este padre comenzará a preguntarse si no está gobernando a sus hijos de la manera equivocada. Se preguntará si está haciendo bien en dejarlos salir todos los días. Entonces es posible que les diga: “Desde mañana se quedarán en casa y no saldrán, porque siempre que salen terminan peleando”. La mano del padre se ha dejado sentir. Asimismo, cuando pecamos contra Dios, siempre que confesamos nuestros pecados, Él nos perdona; sin embargo, ello no evitará que Dios nos discipline, recurriendo a ciertos métodos. Dios nos perdona, y nuestra comunión con Él es restaurada, pero probablemente Dios cambiará la manera en que nos gobierna. Además, el hombre debe darse cuenta de que la disciplina que Dios aplica en Su gobierno no se apartará tan fácilmente. No será tan sencillo lograr que Él retire de nosotros Su mano gubernativa. Esto sólo ocurrirá una vez que Él tenga la plena certeza de que Sus hijos se comportarán como deben. Aquel padre que veía que sus hijos continuaban causando problemas, tuvo que prohibirles salir de casa, privándoles de su libertad. Probablemente aquel padre los encerró en casa por varios días, por varias semanas e, incluso por varios meses, hasta tener la certeza de que ellos no volverían a causar problemas ni a involucrarse en peleas con la gente. Sólo entonces es probable que el padre les diga a sus hijos: “Ustedes se han portado muy bien en los últimos dos meses; mañana pueden salir por diez minutos”. Entonces, él habrá retirado su disciplina gubernamental. ¿Se percatan de ello? Darles estos diez minutos equivale al perdón gubernamental. Ciertamente, se ha cambiado la manera en que se hacen las cosas. El padre todavía tendrá que evaluar cómo se comportan sus hijos durante esos diez minutos. Si sus niños no causan alguna pelea durante esos diez minutos, es probable que al día siguiente les permita salir por media hora y más adelante, tal vez les extienda el tiempo a una hora. Puede ser que, pasados uno o dos meses, les permita salir a jugar de cuatro a seis de la tarde nuevamente. Cuando ese día llegue, podremos afirmar que ¡el perdón gubernamental ha sido plenamente otorgado! Entonces hermanos, ¿en qué consiste el perdón gubernamental? Esta clase de perdón difiere completamente del perdón eterno, del perdón instrumental y del perdón en la comunión. El perdón gubernamental tiene que ver con la manera en que Dios nos gobierna, nos rige y trata con nosotros.

B. Lo que el hombre siembre, eso segará

En muchos pasajes de la Biblia se nos habla de cosas similares. Por ejemplo, en Gálatas 6:7 se nos dice: “Todo lo que el hombre siembre, eso también segará”. Ciertamente, esto hace alusión a la disciplina que Dios ejerce en Su gobierno. Si un padre malcría a sus hijos, éstos no crecerán como se debe. Todo padre que no cuide de su familia terminará cosechando una tragedia. Esto es el único resultado posible. Asimismo, aquella persona que siempre discute y pelea con los demás, sosteniendo opiniones diferentes, acabará por quedarse sin amigos. Lo que el hombre siembre, eso también segará. Esto corresponde al gobierno de Dios; es la ley que Él dispuso. Nadie puede alterar tal ley. Los hijos de Dios deben tener cuidado de no provocar la mano gubernamental de Dios, pues una vez que ésta sea provocada, Él no la suspenderá muy fácilmente.

C. La sanidad que el Señor efectúa en el paralítico es un ejemplo del perdón gubernamental

Cierto paralítico fue traído al Señor en presencia de los escribas. El Señor Jesús le dijo al paralítico: “Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados” (Mt. 9:2). Si no entendemos lo que implica el perdón gubernamental, nos será muy difícil entender a qué se refería el Señor Jesús en este pasaje. El paralítico no expresó su fe; fueron otros los que, cargándolo en una cama, lo trajeron al Señor. Sin embargo, el Señor le dijo: “Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados”. ¿Quiere decir esto que el paralítico fue salvo cuando lo trajeron al Señor? Si fuera así, la salvación sería muy fácil. Uno sólo necesitaría ser traído al Señor, para que sus pecados le fueran perdonados. No; esto por supuesto, no se refiere al perdón eterno. No tiene nada que ver con el perdón instrumental ni siquiera con el perdón en la comunión. Esta es otra clase de perdón. Aquí el Señor nos muestra dos cosas. Por una parte, los pecados del paralítico le fueron perdonados, y por otra, él tenía que levantarse, tomar su cama y andar por sus propios medios. Tengan presente que muchas enfermedades son el resultado de la disciplina gubernamental de Dios. Para que el paralítico fuera sano y se levantara, necesitaba recibir primero el perdón gubernamental. Tal perdón está relacionado con el gobierno de Dios y tenía que ver con la enfermedad de aquel hombre, no con la vida eterna. Cuando trajeron el paralítico al Señor Jesús, era evidente que el perdón del Señor estaba relacionado con la parálisis de aquel hombre. Este hombre vino al Señor para ser sanado, y el Señor Jesús dijo que sus pecados le eran perdonados. En otras palabras, su enfermedad desaparecería una vez que sus pecados fueran perdonados. Su enfermedad estaba ligada a sus pecados. El Señor Jesús expresó tales palabras porque, ante Dios, esa enfermedad era resultado de los pecados de aquel hombre. Este hombre continuaba enfermo porque el asunto concerniente a sus pecados todavía no había sido resuelto; cuando este asunto fue resuelto, su enfermedad se desvaneció. Este es el perdón gubernamental. Cuando acontece este perdón, la enfermedad tiene que irse. Evidentemente, el pecado de este hombre era un agravio de tipo gubernamental. Ciertamente este hombre estaba enfermo debido a que había hecho algo que iba en contra del gobierno divino. Una vez que el Señor le perdonó sus pecados, pudo levantarse, recoger su cama e irse a casa. Este perdón es diferente de las otras clases de perdón. Este es el perdón que nos capacita para recoger nuestro lecho e ir a casa. Este es el perdón gubernamental.

D. Los ancianos de la iglesia ungen a los enfermos y oran para que reciban el perdón gubernamental

Jacobo 5:14-15 dice: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados”. Este relato parece hablarnos de una clase de perdón muy especial. He aquí un hermano que estaba enfermo. Los ancianos de la iglesia son invitados a que unjan con aceite al enfermo y oren por él. Tal oración de fe sana al enfermo, y si él hubiese cometido pecados, le serán perdonados. Hemos visto que las enfermedades pueden ser causadas por muchos factores. Algunas enfermedades pueden ser el resultado del pecado, pero otras no. En este pasaje, el pecado no es perdonado por la confesión del enfermo, sino por la oración de los ancianos de la iglesia. ¿Por qué los pecados le son perdonados después que los ancianos de la iglesia oran por él y le ungen con aceite? ¿A qué tipo de pecados se refiere este pasaje? Ciertamente este procedimiento no se puede aplicar en lo que respecta al perdón eterno ni tampoco al perdón instrumental ni al perdón en la comunión. Es evidente que en este pasaje se nos habla del perdón relacionado con el gobierno divino. Supongamos que un hermano está enfermo debido a la disciplina gubernamental de Dios. Este hermano cayó en pecado, y Dios tiene que disciplinarlo. Aunque él haya confesado sus pecados, haya sido perdonado y su comunión con Dios haya sido restaurada, la mano disciplinaria de Dios continua sobre él. Dicha persona tendrá que esperar que los ancianos de la iglesia le visiten y oren por él, diciendo: “Los hermanos han perdonado sus pecados. Señor, esperamos que él se levante de nuevo. La iglesia desea que este hermano sea restaurado y pueda participar plenamente del fluir de la vida divina. Por consiguiente, ungimos su cuerpo con aceite para que el aceite que fluye desde la Cabeza llegue a él una vez más”. Cuando la iglesia actúa así con el enfermo, éste es restaurado. En muchos casos, una persona pudo haber pecado y haber ofendido el gobierno divino, pero en el momento en que la disciplina gubernamental de Dios ha cumplido su objetivo en dicha persona, su enfermedad es sanada. Entonces, se cumple el versículo: “Si ha cometido pecados, le serán perdonados”. Esto difiere de los pecados ordinarios. Cuando leemos la Biblia, debemos comprender que Jacobo 5 es un capítulo sobre el perdón que se relaciona con el gobierno divino. Si caemos bajo la mano gubernamental de Dios, Él no nos soltará hasta que seamos completamente perdonados.

E. David estaba bajo la mano gubernativa de Dios

Para que podamos entender el significado que tiene el perdón gubernamental, es necesario examinar el caso de David en el Antiguo Testamento. Ningún otro pasaje de la Biblia expresa tan claramente el perdón relacionado con el gobierno de Dios, como la historia de David y la mujer de Urías. David cometió dos pecados: adulterio y homicidio. El adulterio fue un pecado en contra de la esposa de Urías, y su asesinato fue un pecado en contra de Urías mismo. Si usted lee el salmo 51 así como algunos otros salmos, verá cómo David confesó sus pecados después de cometer tales errores. David sintió la vergüenza, la corrupción y la ofensa que había cometido contra Dios; al efectuar su confesión fue muy sincero ante Dios. Esto nos muestra expresamente que su comunión con Dios fue restaurada después de efectuar la confesión que consta en el salmo 51. Dicha restauración es análoga a la restauración descrita en el primer capítulo de 1 Juan.

¿Qué le dijo Dios a David? Dios envió al profeta Natán para hablar con David. Quiero que pongan especial atención a lo que Natán le dijo a David en 2 Samuel 12:13, después que éste dijo: “Pequé contra Jehová”. Natán le dijo: “También Jehová ha quitado tu pecado; no morirás”. David dijo: “Pequé contra Jehová”, es decir, él confesó su pecado y admitió su culpabilidad. Reconoció su culpa al pecar en contra de Jehová. Dios, por Su parte, le dijo por medio de Natán: “También Jehová ha quitado tu pecado; no morirás”. ¿Qué le dijo Dios a David después de eso? Él dijo: “Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá” (v. 14). Ya le había dicho: “Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer” (v. 10). Luego añadió: “He aquí Yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol. Porque tú lo hiciste en secreto; mas Yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol” (vs. 11-12). Dios ya había remitido los pecados de David, pero haría morir al hijo que tuvo con la mujer de Urías y haría que la espada jamás se apartara de la casa de David. Dios ya había borrado los pecados de David, pero permitiría que Absalón se rebelara y mancillara a las mujeres de David. En otras palabras, los pecados pueden ser perdonados, pero la disciplina de Dios no se desvanecerá inmediatamente.

Permítanme que les hable con franqueza. Ustedes pueden acudir a Dios y pedirle que les perdone cualquier pecado, y Dios los perdonará. Su comunión con Dios puede ser restaurada de inmediato. David restauró su comunión con Dios muy rápidamente, pero la disciplina de Dios continuó aun después de su muerte. David jamás dejaría de estar sujeto al gobierno divino, por cuanto él estaba bajo la disciplina gubernamental de Dios. Poco después de este incidente, el hijo de David cayó enfermo. Aun cuando David ayunó y se postró en tierra toda la noche, todas sus súplicas fueron en vano; pues David se encontraba bajo la disciplina gubernamental de Dios, y ello significó la muerte de aquel hijo. Más adelante, su hijo mayor Amnón fue asesinado, y después Absalón se rebeló. ¡La espada nunca se apartó de la casa de David! Sin embargo, Dios le dijo a David que había perdonado sus pecados. Hermanos, puede ser que Dios haya perdonado sus pecados, pero a pesar de ello, no podrán evitar el castigo de Dios ni que la mano gubernativa de Dios esté sobre vosotros.

F. Aprendamos a humillarnos bajo la poderosa mano de Dios

Nuestro Dios es un Dios de gobierno. Él no retirará fácilmente Su mano gubernamental de aquellos que han pecado en contra de Él. Con frecuencia, Dios no toma ninguna acción y nos deja escapar, pero cuando Él decide extender Su mano gubernativa sobre uno, todo lo que puede hacer es simplemente humillarse bajo Su mano poderosa. ¡No es posible escapar!, pues Dios no es como el hombre; Dios nunca actúa a la ligera y no nos dejará escapar. Es relativamente fácil que aquellos pecados que perjudican nuestra comunión con Dios sean perdonados y que nuestra comunión sea restaurada. Pero nadie puede evadir la disciplina gubernamental de Dios, la cual se manifestará en nuestras circunstancias, nuestra familia, nuestra carrera e, incluso, nuestra salud. Lo único que podemos hacer es aprender a humillarnos bajo Su mano poderosa. Cuanto más nos humillamos y abandonamos toda resistencia, más fácil le será a Dios retirar Su mano gubernamental. Cuanto más nos rehusemos a humillarnos y más nos enojemos con Dios, y cuanto más nos quejemos de Él o nos airemos en contra de Él, menos probabilidades habrá que Dios quite de nosotros Su mano disciplinaria. ¡Este es un asunto que reviste gran seriedad! Es posible que hace veinte años hayamos hecho algo según nuestra propia voluntad, y hoy todavía tengamos que confrontarlo, es decir, enfrentar las consecuencias de dicho acto. Ello regresará para perturbarnos, y cuando lo logre, lo único que debemos hacer es bajar la cabeza y confesar: “¡Señor, es mi culpa!”. Uno debe humillarse bajo la mano de Dios. No oponga resistencia. Cuanto más se resista, más pesada será la mano de Dios sobre usted. Permítanme reiterarles que debemos humillarnos bajo la poderosa mano de Dios. Cuanto más rechacemos la disciplina de Su gobierno, más problemas enfrentaremos. Si estamos bajo la disciplina gubernamental de Dios, debemos humillarnos y decir: “¡Señor, Tú no has obrado de manera incorrecta! Yo me merezco esto”. Debemos humillarnos. No solamente debemos desechar todos nuestros pensamientos rebeldes, sino también debemos quitar todos los razonamientos y murmuraciones.

Si somos rebeldes, no será fácil escaparnos de la mano de Dios. ¿Quién podrá escaparse de Su mano? Debe comprender que la condición actual en la que usted se encuentra es resultado de lo que ha hecho en el pasado. Supongamos que, de joven, a cierto hermano le encantaba comer dulces y, a consecuencia de su excesivo consumo de ellos, ahora tiene muchas caries en sus muelas. Un día se da cuenta de que ha consumido demasiadas golosinas y que sus dolores de muelas se deben a los dulces. Entonces le pide perdón a Dios por haber sido tan complaciente con respecto a lo que comía. Por cierto Dios fácilmente le perdonará de inmediato; pero ello no significa que las caries desaparecerán de sus dientes. Sus dientes seguirán deteriorados; ése es el gobierno de Dios. Si usted come dulces, sus dientes se deteriorarán. Si confiesa su debilidad, la comunión se restaurará, pero eso no significa que sus dientes volverán a estar sanos después de hacer tal confesión. Una vez que aprenda a tomar en cuenta el gobierno divino, deberá aprender a humillarse bajo Su mano poderosa. Por supuesto, no es posible recobrar un diente una vez que se ha deteriorado; pero ciertos aspectos de la disciplina gubernamental de Dios pueden ser removidos, y es posible que la persona sometida a dicha disciplina sea completamente restaurada.

G. Caer bajo la mano gubernamental de Dios es un asunto que reviste de gran seriedad

Examinemos otro pasaje de la Palabra. Después que Moisés golpeó la roca en Meriba (Nm. 20:10-12), tanto él como Aarón fueron sometidos bajo la mano gubernamental de Dios. Después que Aarón cayó, Dios le permitió continuar ejerciendo su sacerdocio y restauró su comunión con Él. Aunque Aarón llevaba las vestiduras sacerdotales, Dios le dijo que no seguiría viviendo. Moisés tampoco honró a Jehová como aquel que es Santo cuando estaba junto a la peña. Dios quiso que Moisés le ordenara a las aguas que salieran de la roca, pero él perdió la paciencia y golpeó la roca. Ciertamente, no honró a Jehová el Santo. La mano de Dios se hizo sentir sobre Sus siervos, y ni Aarón ni Moisés pudieron entrar a Canaán. ¿Pueden reconocer aquí el principio básico? ¡Esto es el gobierno de Dios! No podemos controlar a Dios, ni podemos garantizar que nos tratará siempre de la misma manera. Dios puede cambiar la manera en que nos trata en cualquier momento, o Él puede cambiar el método que a nosotros nos parece el mejor.

La Biblia está llena de historias similares. Por ejemplo: cuando los israelitas llegaron a Cades en el desierto de Parán, enviaron espías que subieron a escudriñar la tierra (Nm. 13—14). Cuando vieron que se necesitaban dos varones para transportar los racimos de uvas, comprendieron que aquélla era una tierra en la que fluían la leche y la miel. Sin embargo, tuvieron miedo y no se atrevieron a entrar en ella, porque vieron que sus habitantes eran de gran estatura. Los israelitas se veían a sí mismos como meras langostas. En consecuencia, todos ellos murieron en el desierto, con excepción de Josué y Caleb, que fueron las únicas dos personas que entraron a la buena tierra. Más adelante, el pueblo confesó sus pecados y quiso entrar a la buena tierra, pero pese a que Dios los trató como pueblo Suyo y fue benigno con ellos, aquella generación ya no podría ser partícipe de la buena tierra de Canaán. ¡El gobierno de Dios había cambiado para con ellos! Hermanos, desde el primer día de su vida cristiana deben ponerse delante de ustedes la firme esperanza que van a permanecer hasta el final en la senda que Dios dispuso para ustedes. No se conduzcan irresponsablemente, ni pequen. Recuerden que aun cuando Dios haya tenido misericordia de ustedes, ¡Él puede cambiar la manera en que los trata! Su disciplina gubernamental no les dejará pasar nada por alto.

¡La disciplina gubernamental de Dios reviste de gran seriedad! Conozco a un hermano a quien el Señor llamó expresamente a dejar su carrera para servirle. Él regresó a su casa para visitar la familia, pero no pudo tomar la determinación de renunciar a su ocupación. Él quería ser un buen cristiano, pero no quiso dejar a un lado su carrera ni dedicar su vida a predicar el evangelio. Desde entonces, su condición espiritual ha sido algunas veces débil y otras fuerte, ¡pero para él ya es imposible regresar a tomar este camino! Recuerden que para nosotros, la mano disciplinaria de Dios constituye nuestro mayor temor, pues ¡no sabemos cuándo podrá caer sobre nosotros! Puede ser que Dios nos deje sin castigo aun cuando nos rebelemos diez veces, pero quizás no nos deje escapar la undécima vez. Sin embargo, hay quienes Él castiga a la primera vez que se rebelan. ¡No sabemos cuándo Dios nos alcanzará! Hermanos, recuerden esto: ¡El gobierno de Dios no está bajo nuestro control! Dios siempre actúa según Su voluntad.

Conozco a una hermana que en cierta ocasión quiso consagrarse al servicio del Señor. Más tarde, se casó, iniciando un matrimonio en el que no le fue muy bien. Tan pronto como dio ese paso, la luz dejó de resplandecer en su ser. Ahora, no hay manera de pedirle que ande en este camino; la mano gubernamental de Dios está sobre ella y, por más que nos esforcemos, no podemos hacer que regrese. La luz se apagó para ella; se ha hecho invisible. Es como si un velo colgara frente a ella. No hay forma de que ella vea la luz nuevamente.

H. Debemos hacer lo posible por obedecer al Señor y pedir Su misericordia

Por consiguiente hermanos, lo primero que debemos hacer es esforzarnos por obedecer al Señor. Que el Señor tenga misericordia, nos dé Su gracia y nos siga guardando para no caer bajo Su mano gubernamental. De todos modos, si caemos bajo Su mano gubernamental, no procuremos escaparnos rápidamente de ella. No resista ni huya. No se aparte de este principio básico de obedecer a Dios a toda costa. No le estoy pidiendo que obedezca por su propio esfuerzo, porque sé que no lo puede hacer. Debemos pedirle al Señor que tenga misericordia de nosotros y nos capacite para obedecerle. Únicamente si el Señor tiene misericordia de nosotros, podremos superar tal situación. Debemos pedirle: “Señor, ten misericordia de mí, pues de no ser así, no podré superar esto”. Siempre debemos pedirle al Señor que tenga misericordia de nosotros para que podamos superar tales situaciones, y así ser librados de Su mano gubernativa. Si estamos sometidos a la mano gubernamental de Dios y estamos enfermos o padecemos algún sufrimiento o dificultad, tenemos que recordar que por ningún motivo debemos tratar de resistir el gobierno divino con nuestros medios carnales. Tan pronto estemos bajo la mano que Dios aplica en Su gobierno, debemos humillarnos bajo Su mano poderosa. Debemos decir: “¡Señor, esto es obra Tuya! ¡Esto es lo que Tú has dispuesto! Me someto a ello gustoso; estoy dispuesto a aceptarlo y lo acepto”. Cuando Job estaba bajo la disciplina gubernamental (la que Dios pudo haberla retirado fácilmente), cuanto más la aceptaba, mayor beneficio recibía, pero cuanto más hablaba de su propia justicia, peor era su condición.

¡Gracias sean dadas a Dios! La mano gubernamental de Dios no permanece todo el tiempo sobre una persona. Personalmente, creo que cuando esta disciplina recae sobre una persona, puede ser quitada fácilmente con la oración de la iglesia. Esta es la lección preciosa que encontramos en Jacobo 5, donde se nos dice que los ancianos de la iglesia pueden hacer que se retire la disciplina que proviene del gobierno de Dios. Jacobo dice que la oración de fe puede hacer que una persona sea restaurada, y si ha cometido pecados, estos le serán perdonados. Si un hermano es iluminado en cuanto a este asunto, y la iglesia ora por él, casi siempre Dios retirará Su mano que nos rige y nos disciplina.

En cierta ocasión en que conversaba con la señorita M. E. Barber, ella me contó una historia muy interesante. Un hermano había hecho algo terrible, pero después se arrepintió y vino a ver a la señorita Barber. Ella le dijo: “Usted ya se arrepintió por lo que hizo y ha retornado al buen camino, ¿no es verdad? Ahora, usted debe acudir al Señor y decirle: ‘Yo antes era un vaso en las manos del alfarero; pero ahora ese vaso está roto’. No trate de hacer que el Señor haga algo diciéndole: ‘Señor, debes hacer de mí esta o aquella clase de vaso.’ Más bien, usted debe humillarse y orar: ‘¡Señor, ten misericordia de mí! ¡Permíteme ser un vaso nuevamente! Por mí mismo no puedo procurar ser un vaso.’ El Señor puede hacer de usted un vaso para honra o un vaso para deshonra”. Sin embargo, son muchos los que insisten en ser la misma clase de vaso. Ellos se obstinan en que el Señor haga de ellos personas gloriosas todo el tiempo, pero, a veces, las bendiciones brotan de una maldición. Sin embargo, les puedo asegurar esto: todos nosotros hemos sufrido la disciplina de Dios. Yo mismo he sentido Su mano disciplinaria de diversas maneras. He sufrido la disciplina gubernamental de Dios muchas veces. Tenemos que reconocer que con frecuencia, al experimentar la mano gubernamental de Dios, hemos llegado a conocer mejor la voluntad de Dios. Después de todo, nos es imposible esquivarla y todo lo que podemos hacer es humillarnos ante ella. Eso es todo lo que podemos hacer. A medida que pasa el tiempo, veremos que nos es imposible evitar nada, que no podemos dar rodeos ni tomar atajos. Simplemente tenemos que humillarnos e inclinarnos ante la voluntad de Dios. Todo lo que podemos decir es: “¡Señor! ¡Aquello que Tú has dispuesto para mí es siempre lo mejor! ¡Todo lo que puedo hacer es humillarme de todo corazón ante Ti!”.

No debemos ser descuidados ni indolentes acerca de estos asuntos. Una hermana vino a verme para hablarme acerca de casarse con cierta persona. Le dije que hasta donde yo sabía, no debía casarse con él porque no parecía ser un cristiano digno de confianza. Ella dijo que tenía confianza en que le iba a ir bien en su matrimonio. Siete u ocho meses después de casarse me escribió una carta bastante larga diciéndome: “Ahora sé que hice mal. No escuché su consejo. ¡Ahora veo que cometí un gran error! ¿Qué puedo hacer?”. Le contesté: “De ahora en adelante sólo puede tomar un camino: humíllese bajo la poderosa mano de Dios. Aunque usted me cuente de su problema, yo no la puedo ayudar; nadie la puede ayudar. Usted ahora está sometida a la disciplina gubernamental de Dios. Si usted lucha y se rebela, sólo logrará que su vaso se quiebre y sacrificará su propio futuro”. En la carta le dejé muy en claro que ni siquiera debía escribirme nuevamente. ¡Debemos recordar que el gobierno divino reviste de gran seriedad!

Con frecuencia pienso: ¿Con qué puedo comparar la condición actual de la iglesia? La iglesia es como la casa del alfarero, que por todas partes tiene regadas muchas vasijas rotas, vasos y tiestos quebrados. Por donde uno camina, ve vasijas rotas. Ésta es la situación que impera entre los cristianos hoy en día. Éste es un asunto muy grave. Por ello les reitero una vez más, que debemos aprender a humillarnos bajo la poderosa mano de Dios.

V. TEMER A DIOS Y SER GENEROSO CON LOS DEMÁS

Otros dos pasajes de la Palabra, Mateo 6:15 y 18:23-35, nos hablan de la mano gubernamental de Dios. Encontramos algo muy importante en estos versículos: no debemos condenar a otros con ligereza. ¡Esto es algo muy serio! Si uno critica con ligereza a los demás, la misma crítica recaerá sobre uno. Si con respecto a cierto asunto uno no ha sabido perdonar ni excusar a otros, ¡ese mismo asunto volverá a nosotros para perturbarnos! Esto se relaciona, sin duda alguna, con la mano gubernamental de Dios. El Señor dijo que si no perdonamos a otros sus ofensas, Dios tampoco perdonará las nuestras. Esto alude al perdón gubernamental, el cual difiere de las demás clases de perdón. Mateo 18:35 usa la expresión Mi Padre celestial. El hecho de que una persona pueda llamar Padre a Dios, prueba que el asunto del perdón eterno se resolvió hace mucho tiempo. Si un hermano ofende a esta persona, y ella no quiere perdonar al hermano, Dios tampoco la perdonará a ella. En tales casos, Dios ejercerá Su mano gubernamental. Por tanto, ¡aprendan a ser personas generosas y comprensivas! Aprendan a ser siempre generosos con los demás y aprendan siempre a perdonar. Si nos quejamos continuamente de la conducta de los demás y del maltrato que recibimos de ellos, no olvidemos que esto introducirá la mano gubernamental de Dios, y ¡no será fácil escaparnos de ella! Dios permitirá que nos hundamos todavía más. Si usted es severo con los demás, Dios también será severo con usted. Cuando el esclavo salió de delante de su amo, halló a uno de sus consiervos que le debía cien denarios y lo asió por el cuello. Cuando su amo se dio cuenta de esto, se enojó con él y lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía (18:23-35). Ese esclavo no salió libre hasta que pagó toda la deuda. Dios disciplinó al esclavo que no quiso perdonar. La disciplina que Dios aplica en Su gobierno vino sobre él, y a este esclavo le fue imposible evadir tal disciplina.

No solamente debemos ser generosos y perdonar a los demás, sino que también debemos evitar criticar a los demás o hablar de ellos con ligereza. Tengan presente que nuestras críticas y nuestros comentarios irresponsables acerca de los demás se convierten con frecuencia en un juicio que recae sobre nosotros mismos. Entonces, ¿qué debemos hacer? Cuando un hermano trata ásperamente a otros, hemos visto cuán pronto cae bajo la disciplina del Señor; quizás se enferme con facilidad. Algunas veces una persona hace un comentario acerca de los hijos malcriados de otros, diciendo: “Miren como la mano de Dios está siempre sobre esta persona”. Pero es probable que, después de algunos días, el que hizo la crítica experimente algo parecido. ¿Qué hacemos cuando esto sucede? Hermanos, espero que todos aprendamos a temer la mano que Dios aplica en Su gobierno. Tenemos que aprender a temer a Dios. Debemos tener mucho cuidado con las palabras que decimos, porque nos pueden suceder muchas cosas como resultado de las palabras que decimos sin reflexionar.

La vida cristiana es una vida en la que aprendemos a conocer el gobierno de Dios. Como cristianos podemos vivir muchos años sobre la tierra, durante los cuales Dios nos adiestra y nos enseña las lecciones de Su disciplina. No podemos llamarnos hijos de Dios y a la vez ser los que rehúsan recibir Su disciplina. Recuerden que nadie debe criticar a otros ni hablar con ligereza. Espero que todos podamos desarrollar el hábito de apartarnos de las trivialidades y las conversaciones vanas. Debemos ser personas piadosas. No es sabio incurrir en el juicio gubernativo de Dios. Este es un asunto que reviste gran seriedad y sobriedad. Debemos tener cuidado de no acarrear sobre nosotros los problemas de otros. Todo lo que condenamos a la ligera en los demás, pronto redundará en nuestra condenación, pues lo que sembramos, eso cosechamos. En realidad, esto sucede con frecuencia entre los hijos de Dios. Espero que aprendamos a ser magnánimos según Dios. Las personas sabias son las más magnánimas. Cuanto más magnánimos seamos con los demás, más magnánimo será Dios con nosotros. Sé de lo que estoy hablando. Si somos severos y estrictos con nuestros hermanos, Dios también lo será con nosotros. Deben aprender a ser amables, amorosos y comprensivos con sus hermanos. Denle libertad a los demás en muchas cosas. Detengan toda crítica y toda palabra innecesaria. Cuando una persona tiene problemas es cuando debemos ayudarle, no criticarla.

Recuerden que al final de esta era, el pueblo judío sufrirá tormentos y estará en prisión. No tendrá ropa ni alimentos. Y las ovejas serán aquellos que los visiten cuando estén presos, que los vistan cuando estén desnudos y les den de comer cuando tengan hambre. Estos actos caritativos les permitirán a su vez recibir gracia. No debemos pensar que, como Dios ha dispuesto que pasen por persecución y sufrimientos, debemos ayudar añadiéndoles más sufrimientos. Si bien es cierto que Dios ha dispuesto que ellos sufran, también es cierto que nosotros debemos ser magnánimos con ellos. No digamos que debemos agregarles más padecimientos debido a que Dios determinó que fueran perseguidos y afligidos. La disciplina gubernamental corresponde a Dios. Los hijos de Dios en esta era deben aprender a tratar a la gente de manera generosa y compasiva. Si hacemos esto, el Señor nos perdonará en muchas áreas de nuestra vida.

Hay muchos hermanos que han caído miserablemente por una sola razón: han criticado a los demás muy severamente. Muchas de las debilidades que tienen son las mismas debilidades que ellos criticaron antes. ¡Dios no pasará por alto tales cosas! ¡Debemos ser magnánimos con los demás si queremos evitar la mano gubernamental de Dios! Quiera Dios que aprendamos a amar a los demás y a ser comprensivos los unos con los otros. Siempre debemos suplicar por la misericordia de Dios al enfrentarnos a nuestra propia insensatez y flaqueza en todo cuanto hacemos y en la manera como nos conducimos. ¡No quisiéramos caer bajo la mano gubernamental de Dios! Debemos poner nuestra mirada una y otra vez en la misericordia de Dios. ¡Necesitamos aprender a darnos cuenta de que vivimos por la sabiduría de Dios! Debemos decirle a Dios: “Soy un hombre insensato. Todas mis acciones no son más que necedades. Yo no puedo hacer nada. Si caigo bajo Tu mano gubernamental, no podré soportarla. ¡Ten misericordia de mí!”. Cuanto más flexibles y humildes seamos, más fácilmente seremos librados de nuestras aflicciones. Cuanta más arrogancia, obstinación y justicia propia tengamos, más difícil nos será salir de las dificultades. Por consiguiente, debemos aprender a humillarnos.

VI. HUMILLEMONOS Y OBEDEZCAMOS, Y “A SU DEBIDO TIEMPO” LA MANO GUBERNAMENTAL DE DIOS SE APARTARÁ

Si por alguna razón, grande o pequeña, somos sometidos a la disciplina gubernamental de Dios, no debemos rebelarnos por ningún motivo. ¡La rebelión es insensatez! Hay solamente un principio según el cual debemos actuar cuando caemos en la mano de Dios: debemos humillarnos bajo la poderosa mano de Dios. Si en verdad nos humillamos bajo la poderosa mano de Dios, Él nos aliviará y nos liberará “a su debido tiempo”. Cuando Dios vea que los sucesos han seguido su curso, Él nos soltará. Noten la expresión a su debido tiempo. En 1 Pedro 5:6 dice: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo”. El énfasis aquí recae en “a su debido tiempo”. Dios nos despejará el camino a su debido tiempo, nos conducirá al camino recto a su debido tiempo, nos liberará a su debido tiempo y nos exaltará a su debido tiempo.

La mano poderosa de Dios que menciona este versículo, alude específicamente a la disciplina. Aquí la mano de Dios no indica protección, pues si así fuera, estos versículos se referirían al “brazo eterno de Dios”. Pero aquí se nos habla de humillarnos bajo la poderosa mano de Dios, lo cual implica obediencia. ¡No podemos escaparnos de Su mano! No debemos oponer resistencia; más bien, debemos aprender a humillarnos bajo Su mano, diciendo: “¡Señor! Estoy dispuesto a obedecer. No importa dónde me pongas, no me opondré a Ti. ¡Acepto todo y lo acepto voluntariamente! No tengo nada que decir con respecto a la manera en que me estás tratando. ¡Estoy dispuesto a obedecer Tu palabra! ¡No importa si debes mantenerme así por mucho tiempo, estoy dispuesto a obedecerte!”. Entonces veremos que hay un debido tiempo. No sabemos cuándo llegue ese tiempo, pero en cierto momento, el Señor nos liberará, y Él mismo guiará a la iglesia a orar por nosotros y ponernos en libertad.

Espero que desde un principio, todos nosotros seamos capaces de reconocer el gobierno de Dios. En realidad, son muchos los problemas que se suscitan debido, simplemente, a que los hombres no tienen conocimiento del gobierno de Dios. Espero que los hijos de Dios puedan conocer el gobierno divino desde el primer día, o el primer año, de su vida cristiana. Si lo hacen, podrán avanzar de una manera muy apropiada.