Watchman Nee Libro Book cap. 38 Mensaje para Edificar a los creyentes nuevos

Watchman Nee Libro Book cap. 38 Mensaje para edificar a los creyentes nuevos ​

EL ASCETISMO

CAPÍTULO TREINTA Y OCHO

EL ASCETISMO

I. EL ORÍGEN DEL ASCETISMO

Toda persona inconversa posee ciertos ideales. Aun aquella persona que vive en pecado aspira a ciertos ideales bastante elevados y posee su propia noción de lo que constituye una vida santa. Si bien tal persona es incapaz de llevar tal clase de vida, ella considera dicha clase de vida como la norma para una vida santa. Es interesante notar que aunque muchos incrédulos les gusta entregarse al pecado y a la concupiscencia, ellos todavía conservan un concepto idealista de lo que es una vida santa y piensan que si pudieran vivir de tal manera, serían personas santas y libres de toda corrupción terrenal.

Todos los intelectuales tienen un concepto idealista de lo que es una vida santa. Incluso las personas menos educadas y más sencillas, también tienen la idea de que si una persona logra llevar una vida con cierto estándar, ella es buena y noble.

A. Es un concepto mundano, no es cristiano

Nosotros trajimos tal concepto a la iglesia tan pronto como fuimos salvos. Tenemos el concepto de que, por ser cristianos, ahora debemos llevar aquella vida ideal la cual no podíamos llevar antes. En el pasado, vivíamos en el pecado, fuimos criados en concupiscencias y no podíamos hacer nada para superar las debilidades de nuestra carne. Ahora que hemos creído en el Señor, nos parece que debemos de llevar una vida ideal. Pero éste es precisamente el motivo de la frustración fundamental de los hombres: ellos se sienten capaces de llevar una vida que se conforma a su propia versión de la vida ideal, mas no se dan cuenta de que tal ideal se conforma al mundo y no tiene nada que ver con el hecho de ser un cristiano. Recuerden que muchas personas, aun cuando se han hecho cristianas, siguen teniendo las normas de conducta paganas. La vida ideal a la que ellas aspiran es un ideal pagano. Así pues, tales personas traen a la iglesia sus propias filosofías, las cuales representan un serio problema para cualquier cristiano. Por ello, un nuevo creyente tiene que tratar este asunto de una manera clara y definida.

B. Se origina en el deseo de ser librados de una vida de concupiscencia

¿En qué consiste esta vida ideal a la que los hombres aspiran? En palabras sencillas: una persona que está esclavizada por el pecado está llena de toda clase de concupiscencias y codicias. Aunque no puede hacer nada al respecto, anhela ser libre de todas ellas. Por un lado, su corazón se siente atraído hacia las cosas materiales; por otro, anhela verse libre de todo lo material. Los ideales humanos siempre se basan en lo que el hombre es incapaz de hacer. Cuanto más esclavizado está por algo, más anhela lo contrario. Cuanto más concupiscencias tenga, más sus ideales se moldean al anhelo de verse libre de tales concupiscencias. Cuanto más codicie riquezas materiales, más aspira a verse libre de las riquezas materiales. El mundo entero está impregnado del ascetismo de una forma o de otra. Por favor recuerden que el ascetismo no es la norma de conducta del hombre, sino simplemente un ideal que él acaricia. Los hombres consiguen aplacarse con este ideal, pues les provee una meta, una excusa, para no tener que pensar en sí mismos. Así pues, ellos se fijan ciertas normas, ciertas metas, y piensan que si las alcanzan habrán llegado al pináculo de sus logros. Esta es la fuente del ascetismo.

Casi todos los incrédulos ceden a sus concupiscencias, pero de corazón ellos admiran a quienes son libres de toda concupiscencia y de la esclavitud a lo material. Por eso, el ascetismo constituye para los incrédulos una norma y un ideal que ellos, quienes no tienen a Cristo, establecen para sí mismos.

II. EL ASCETISMO NO TIENE CABIDA EN EL CRISTIANISMO

Después que alguien es salvo, sin darse cuenta de ello, introduce el ascetismo en la iglesia. Aunque esta persona nunca practicó el ascetismo, siempre admiró a quienes sí lo hacían. Los gentiles, por un lado, se deleitan en sus concupiscencias, pero por otro, admiran el ascetismo. Ellos codician cosas materiales y, sin embargo, admiran a aquellos que son libres de ellas; los admiran, a pesar de que ellos mismos no son capaces de ser tal clase de persona. Después de hacerse cristianos, introducen en la iglesia aquellos ideales ascéticos que ellos acariciaban en privado, pensando que es un deber de toda persona salva practicar el ascetismo.

A. El ascetismo significa privarse de las cosas materiales y la supresión de la concupiscencia

¿Qué significa el ascetismo? Para muchos, significa privarse de las cosas materiales. Ellos piensan que cuanto menos tengan que involucrarse con cosas materiales, mejor serán. Tienen temor de que las cosas materiales alimenten su concupiscencia interna. Todos los seguidores del ascetismo admiten que en el hombre reside toda clase de deseos o concupiscencias: desde el apremio por los alimentos hasta la afición por el sexo. Estos deseos incontrolables son los que controlan el comportamiento de casi todo el mundo. Muchos piensan que, a fin de ser santos, tienen que vencer sus concupiscencias. En cuanto a las cosas externas, el ascetismo consiste en privarse de las cosas materiales, mientras que en lo relativo a nuestro ser interior, el ascetismo consiste en subyugar nuestros propios deseos o concupiscencias. Tales personas abrigan la esperanza de llegar a ser santas por medio de no dar expresión alguna a su concupiscencia.

B. Los cristianos no son partidarios del ascetismo

Sin embargo, tenemos que comprender que un cristiano jamás debe ser partidario del ascetismo. Si un cristiano fuese partidario del ascetismo, estaría adoptando una práctica muy superficial. Leamos algunos pasajes de la Palabra. Muchos individuos procuran reprimirse en lo relativo a su alimentación, sus propias concupiscencias u otras cosas materiales. Ellos piensan que en esto consiste el cristianismo así como la vida ideal de un cristiano. Pero la Biblia nos muestra que el ascetismo no tiene cabida en el cristianismo.

III. HEMOS MUERTO CON CRISTO Y FUIMOS LIBERADOS DE LA FILOSOFÍA DE ESTE MUNDO

Colosenses 2:20-23 dice: “Si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a ordenanzas (no manejes, ni gustes, ni aun toques; cosas que todas se destruyen con el uso), en conformidad a mandamientos y enseñanzas de hombres? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne”.

A. Un hecho fundamental:

crucificados con Cristo

Pablo le dijo a los creyentes colosenses: “Vosotros habéis muerto con Cristo”. Pablo consideraba que éste era un hecho cristiano fundamental. Los cristianos son personas que han muerto con Cristo. El Nuevo Testamento nos muestra que todos los cristianos han muerto con Cristo. Romanos 6:6 nos dice que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo. Gálatas 2:20 también nos dice que hemos sido crucificados con Cristo. Gálatas 5:24 nos revela que nuestra carne, con sus pasiones y concupiscencias, ha sido crucificada juntamente con Cristo. Reiteradamente la Biblia afirma que los cristianos son personas crucificadas con Cristo. En otras palabras, la cruz del Gólgota es la cruz de los cristianos. La vida cristiana comienza con la cruz, y no sólo comienza con la cruz de Cristo, sino también con nuestra propia cruz. La cruz de Cristo se convirtió en nuestra cruz cuando nosotros la aceptamos. Una persona no puede considerarse cristiana si no ha aceptado lo que aconteció en la cruz. Si es cristiana, entonces ha reclamado para sí la realidad de la cruz de Cristo. En otras palabras, ha muerto juntamente con Cristo.

Pablo no tenía dudas acerca de la realidad de la cruz de Cristo. En ningún momento cuestionó este hecho; lo tomó como base para su argumentación. En efecto, él decía: “Puesto que habéis muerto con Cristo, ciertas cosas ocurrirán”. Nuestro hermano Ting está sentado aquí entre nosotros. Puesto que es un hecho innegable que él se llama Ting, podemos hacer ciertas afirmaciones basándonos en este hecho. Si tales afirmaciones están basadas en un hecho innegable, entonces tales afirmaciones también serán innegables: “Puesto que tú te llamas Ting, yo puedo decir esto o aquello”. Asimismo, Pablo estaba llegando a una conclusión basado en un hecho.

B. Somos libres de las filosofías de este mundo

“Si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo …” (Col. 2:20). Ningún filósofo puede ser un filósofo después que yace en la tumba. Toda persona que desee hablar de la filosofía debe estar viva. Debemos darnos cuenta de que la filosofía está muerta; está en la cruz en la cual se le dio fin por completo. Por consiguiente, la filosofía no debe vivir más. Todo lo que tiene que ver con la concupiscencia y el materialismo se encuentra en el campo de la filosofía. El pensamiento humano siempre está ocupado con las concupiscencias y los asuntos materiales. El hombre piensa que una persona tendrá santidad cuando sea libre de toda influencia material y lujuria sexual. Pero esto no es nada más que una especie de filosofía mundana. Pablo nos dijo que si hemos muertos con Cristo, somos libres de la filosofía (los rudimentos) del mundo, y tal problema ni siquiera existe.

C. Por qué, como si vivieseis en el mundo

Pablo continúa diciendo en el versículo 20: “Si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a ordenanzas”. Si ustedes han muerto y la muerte es un hecho, no deberían ser como las personas que viven en el mundo. La posición fundamental que corresponde a un cristiano es la de estar muerto.

¿Por qué fuimos bautizados si no habíamos muerto? Una persona ¿muere primero o es sepultada primero? Una persona debe morir antes de poder ser sepultada. Si se sepulta a una persona y luego ella muere, han sepultado a una persona que estaba viva. Primero, tenemos que morir antes de poder ser sepultados. Nosotros fuimos bautizados y tal bautismo fue nuestro entierro. Fuimos sepultados debido a que fuimos crucificados juntamente con Cristo. Nuestra crucifixión con Cristo es un hecho y nuestra sepultura posterior fue un acto voluntario. El Señor nos incluyó en Su muerte. Cuando vemos nuestra muerte y sabemos que estamos muertos, pedimos a otros que nos entierren. Primero tenemos que darnos cuenta de que estamos muertos, antes de pedirle a otros que nos entierren, es decir, que nos bauticen. Puesto que estamos muertos y sepultados, ¿cómo podríamos vivir todavía según los rudimentos del mundo?

Pablo nos dijo que aquellos que practican el ascetismo todavía están viviendo según los rudimentos del mundo. Él dijo: “¿Por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a ordenanzas (no manejes, ni gustes, ni aun toques)?”. Por favor, no se olviden que en esto consiste la filosofía de los ascetas. Son muchas las cosas de las cuales tales personas no pueden gustar, manejar o tocar. Son muchos los que tienen temor de su concupiscencia interna. Por eso no se atreven a manejar, tocar o probar un sinnúmero de cosas. Colosas era una ciudad donde florecía el ascetismo, y los colosenses observaban una serie de ordenanzas. Debido a que temían provocar su propia concupiscencia, ellos tenían prohibido todo aquello que pudiera despertar tales apetitos. Existían muchas clases de ordenanzas muy estrictas, algunas de las cuales hacían referencia a aquello de lo cual uno no podía manejar ni tocar, y otras de las cuales hacían alusión a aquello que uno no podía gustar u oír. Hacían esto con la esperanza de que estas ordenanzas habrían de mantener las cosas materiales alejadas de sus propios apetitos. La filosofía predominante en aquellos tiempos era que nuestra concupiscencia podía ser mantenida a raya, siempre y cuando estuviese separada de las cosas materiales. Los colosenses pensaban que si nos privásemos de todo aquello que nuestra concupiscencia pudiese percibir o tocar, entonces se secaría y desaparecería.

Pero Pablo dijo: “¿Por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a ordenanzas (no manejes, ni gustes, ni aun toques)?”. Aquellos que observaban tales ordenanzas no creían en el hecho de que ya habían sido crucificados con Cristo, pues ¿qué prohibición sería necesaria si uno cree que está muerto? Una persona sólo necesita que se le prohíba manejar, gustar y tocar si no está muerta. El ascetismo es necesario para aquellos que todavía están vivos. Aquellos que ya están muertos no tienen necesidad del ascetismo.

Les ruego que recuerden que en la cruz, junto con Cristo, hemos crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias (Gá. 5:24). Si nos esforzamos por estar nuevamente esclavizados a tales pensamientos de privaciones materiales y supresión de nuestras concupiscencias, entonces no estamos apoyándonos en fundamentos cristianos; no estamos tomando la posición de uno que ha muerto. Nadie puede ser un cristiano sin haber pasado por la muerte. No podemos ser cristianos a menos que hayamos muerto con Cristo. Si no nos incluimos en la cruz, no somos cristianos. Jamás debemos ser engañados en este asunto.

Si bien muchos de nosotros predicamos la doctrina de la cruz, todavía no sabemos lo que significa que hayamos sido crucificados con Cristo. La primera vez que yo escuché la doctrina de la crucifixión, fue en las postrimerías de 1919. En aquel tiempo, no entendí nada al respecto. Después, en 1923, comencé a hablar sobre el hecho de haber sido crucificados con Cristo. En aquella época, vi que nuestra crucifixión con Cristo era un hecho y no una enseñanza. La crucifixión es un hecho para nosotros. Hoy en día muchas personas todavía se esfuerzan por ser crucificadas. Pero tenemos que comprender que la crucifixión es nuestro punto de partida y no el punto de llegada. Hacer de la crucifixión la meta de nuestra búsqueda es la práctica del misticismo; esa no es una enseñanza cristiana. La crucifixión es nuestro punto de partida. Somos cristianos debido a que hemos muerto juntamente con Cristo. Por favor recuerden que ninguno de nosotros debe buscar la crucifixión. Hacer tal cosa es una tontería y solamente demostrará que no tenemos luz alguna. Si hemos recibido cierta luz y hemos palpado la verdad en cuanto a la crucifixión, alabaremos a Dios por ello, en vez de procurar lograrla. Esto es similar a la muerte sustitutoria del Señor Jesús; cuando la vemos, le alabaremos a Él por Su muerte en lugar de ir en procura de ella .

Aquí Pablo nos muestra que un cristiano es una persona que ha muerto con Cristo. Él es libre de la filosofía del mundo y de sus ordenanzas prohibitivas. Como ejemplo, podemos suponer que enterramos a un ladrón. Delante de su cadáver podríamos proclamar que dicha persona jamás volverá a hurtar, pues ella ha sido librada de hurtar debido a que ha muerto. También ha sido librada del mandamiento que prohíbe hurtar. Supongamos que otra persona es muy habladora. Si ha muerto con Cristo, ha sido librada de su locuacidad. Pero si no ha muerto, nada servirá, incluso practicar el ascetismo. Si Cristo ya nos crucificó, es demasiado tarde para que el ascetismo pueda hacer algo por nosotros. Dios nos crucificó juntamente con Cristo en la cruz. Somos libres de la filosofía del mundo y, por tanto, libres de toda práctica ascética de este mundo.

D. En conformidad a mandamientos y enseñanzas de hombres

Colosenses 2:22 dice: “En conformidad a mandamientos y enseñanzas de hombres”. Todas las enseñanzas y mandamientos vinculados al ascetismo han sido instituidos y enseñados por los hombres. Se originan en la mente humana y son completamente característicos del hombre y, por ende, no guardan relación alguna con la iglesia ni con Cristo. Son los hombres los que piensan que no deben comer de esto ni tocar aquello; todo esto no es sino enseñanzas y mandamientos de los hombres, no de Dios.

Lo dicho en esta ocasión por Pablo es algo que reviste gran seriedad. Él nos mostró que estos mandamientos y enseñanzas proceden de los hombres y no de Dios. Ellos son el concepto humano de lo que es una vida ideal. Se trata de meros conceptos humanos que consisten únicamente de ordenanzas idealistas que no guardan relación alguna con Dios. Es extraño que el mundo ame tanto el ascetismo. Puesto que todos los hombres necesitan comer, el hombre piensa que quienes se privan de ello tienen que ser personas muy nobles: “Mientras que todos están bajo la influencia de las cosas materiales, esta persona parece estar libre de todo. Ni siquiera le sirven las cosas materiales. ¡Qué gran persona es ella!”. Pero tenemos que comprender que el ascetismo es una religión natural y no es como el cristianismo, el cual se origina en la revelación. La religión natural implica las enseñanzas y los mandamientos de los hombres. Estas enseñanzas proceden íntegramente de los hombres y carecen de iluminación o revelación. Son las reacciones del hombre a sus propios apetitos. El hombre sabe que la concupiscencia es algo inmundo, y su respuesta a ella es el ascetismo. Tales enseñanzas son propias de los hombres; son naturales y no proceden de Dios.

E. Todas se destruyen con el uso

¿Qué dice Pablo acerca de la eficacia del ascetismo? Que son “cosas que todas se destruyen con el uso”. El ascetismo suena muy atractivo y parece ser una filosofía admirable, pero todo lo que uno tiene que hacer es ponerlo a prueba. Es como un automóvil que mientras está en la casa, no sufre averías, pero en cuanto sale a la carretera, se descompone. También se parece a un vestido que se ve bien en la vitrina, pero que en cuanto alguien se lo pone, empieza a rasgarse. Usted mismo puede poner esto a prueba y comprobarlo personalmente. Nadie puede controlar su concupiscencia por medio del ascetismo.

Cuanto más trate de reprimirse, más dicha supresión pondrá en evidencia las muchas actividades que están dentro de usted. Cuanto más trata el hombre de huir, más confirmará su temor al ver la existencia de sus apetitos incontenibles. Una persona puede llegar a sentir tanto temor que no se atreve a decir nada ni a conversar al respecto. Yo mismo he conocido a algunos de estos hombres supuestamente venerables. Puedo testificarles que, aun cuando ellos logran evitar con sumo cuidado una serie de cosas, sus propias palabras delatan cuán vulnerables son ante su propia concupiscencia. Ellos no hacen sino huir y esconderse. Cuanto más huyen, más evidente se hace su profundo temor. Muchos huyen al desierto o se recluyen en encierros. Tratan de eludir al mundo. El mundo es demasiado poderoso para ellos, y lo único que pueden hacer es huir a las montañas para esconderse.

A pesar de todo eso, el mundo los persigue tanto al desierto como a las montañas. Mientras no hayan vencido al mundo dentro de ellos, jamás podrán escaparse al huir de una manera externa. Pablo utilizó una expresión muy especial aquí: Todas se destruyen con el uso. Tales personas no tienen manera de liberarse de su concupiscencia y, en cuanto ésta los alcanza, caen presa de ella. Establecen una serie de normas para privarse de tocar, comer, manejar y ver muchas cosas. Desean huir, separarse, de las cosas de este mundo; quieren abandonarlas y así romper las cadenas de sus propias concupiscencias. Sin embargo, todas esas cosas todavía se encuentran en ellas. Cuanto más teme una persona, más evidente es su esclavitud a las cosas que teme.

F. Confieren cierta reputación de sabiduría

En el versículo 23 Pablo dice claramente: “Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría”. Todo asceta y, en general, todo aquel que promueve el ascetismo, posee cierta reputación de sabiduría. Procuran ser conocidos en este mundo como sabios. Sus argumentos parecen ser lógicos e inteligentes, con lo cual es fácil que la gente se equivoque al pensar que verdaderamente estas personas son sabias.

G. En culto voluntario

Pablo criticó a tales personas por practicar el “culto voluntario” (v. 23). ¿Cómo son estas personas? En realidad, tales personas se han auto-impuesto la obligación de rendir culto. Esta expresión culto voluntario, también podría traducirse como “adoración conforme a la voluntad”. Pablo dijo que tales ordenanzas eran una especie de adoración. Ellas implican una adoración a la fuerza de voluntad y no una adoración al Señor. Dios es Espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu (Jn. 4:24). Estas personas, sin embargo, no adoran en espíritu, sino que ejercitan su fuerza de voluntad para dominarse a sí mismos. Su religión es la religión de su propia fuerza de voluntad. El culto voluntario al que se refiere Pablo es la religión de la voluntad. Esta religión es producida por la voluntad. Aquellos que practican esta clase de adoración dicen: “Yo no comeré; yo no tocaré; yo no escucharé; yo no hablaré”. Todo cuanto hacen involucra su voluntad. Ellos ejercitan su fuerza de voluntad para practicar su propia adoración.

Por favor tengan presente que ésta no es la manera cristiana de proceder. La manera de proceder que es propia de los cristianos es tener contacto con Dios con su espíritu. Lo que nos distingue de los demás no es una voluntad férrea que nos permita reprimir nuestras concupiscencias, sino un espíritu fuerte que alcanza la gracia de Dios. Nuestra adoración consiste en que nuestro espíritu contacta el Espíritu de Dios. La adoración de los ascetas consiste en suprimir sus apetitos por la fuerza de voluntad propia. Nuestra adoración procede íntegramente de Dios, mientras que la otra clase de adoración procede totalmente del hombre. El culto voluntario es la religión de la voluntad.

H. La humildad manufacturada por el hombre

“Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación … en humildad” (Col. 2:23). Tales personas manifiestan humildad incluso con respecto de sí mismas. Ellas parecen ser bastante humildes. Hay muchas cosas que ellas no se atreven a tocar, manipular, escuchar o ver. Tal parece que son personas muy humildes. Sin embargo, esta humildad procede de ellos mismos. Es una humildad que no es natural, sino artificial y auto-impuesta; no es la humildad espiritual que surge de manera espontánea.

I. En duro trato del cuerpo

¿Qué actitud tienen con respecto a sí mismas? Esto implica el “duro trato del cuerpo” (v. 23). Tales personas no se preocupan por alimentar o vestir sus propios cuerpos. Privan a sus sentidos físicos de ver, tocar, escuchar o manejar cualquier cosa. Esto no es sino “duro trato del cuerpo”.

Los ascetas creen que el cuerpo es maligno en sí mismo. Esta enseñanza surgió en Grecia, desde donde se difundió a la India y después a la China. Los chinos no llegan a los extremos que llegaron los hindúes ni, mucho menos, a los que llegaban los griegos. Si bien no todos los griegos eran extremistas, una de las escuelas de pensamiento ascético de Grecia difundió sus enseñanzas en India y después en China. Ellos enseñaban que el cuerpo es la raíz de todo lo malo, y que si el hombre es liberado de su cuerpo, entonces podrá ser liberado del pecado. Este concepto es fundamental del budismo en lo que se refiere a los “rudimentos del mundo”. El budismo considera que el cuerpo es la raíz de todo pecado y que uno puede ser liberado del pecado en cuanto sea liberado del cuerpo. Puesto que el cuerpo produce tantos pecados, ellos creen que uno debe afligir el cuerpo con la esperanza de que tales sufrimientos harán reducir los pecados. Creen que es correcto que el cuerpo sufra y que lo correcto es privar al cuerpo de todo disfrute; ellos piensan, además, que cuanto más sufra el cuerpo, mejor; porque una vez que sufra, éste será libre del pecado. Esto es el resultado de la religión humana de la voluntad: “en duro trato del cuerpo”.

J. No tienen valor alguno

¿Qué piensa un creyente de todas estas cosas? Pablo dijo: “Tales cosas … no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne” (v. 23). Si una persona piensa que puede suprimir sus concupiscencias por medio de hacer todas estas cosas, está esperanzada en lo imposible. Esto se debe a que en la cruz el Señor Jesús ya hizo la mejor de las provisiones para nosotros. Fue en la cruz que Él crucificó nuestra carne junto con sus pasiones y concupiscencias. Hoy en día nosotros permanecemos firmes bajo la cruz y nos asimos de la obra consumada allí, a fin de hacerle frente a los apetitos de nuestra carne. Esto es muy diferente de la manera humana en que los hombres enfrentan sus propias concupiscencias. Nosotros enfrentamos nuestra carne por medio de reconocer la realidad de la cruz del Señor Jesús.

Por favor tengan presente que tal como el hombre recibe perdón de pecados por medio de la sangre que derramó el Señor Jesús, asimismo los hombres son liberados de sus propias concupiscencias por medio de la cruz de Jesús. La obra del Señor incluye tanto el derramamiento de la sangre como la aplicación de la cruz. Tenemos que percatarnos de que después que el Señor Jesús derramó Su sangre y uno recibe la cruz, uno tiene que ser inmediatamente bautizado. Pedimos ser sepultados porque el Señor Jesús nos ha crucificado. El Señor nos dice que estamos muertos y nuestra respuesta a ello es el bautismo. Nosotros decimos: “Sepultadme”. El Señor afirma habernos crucificado y que nosotros ya no vivimos. Nosotros respondemos diciendo: “No dudo que mi muerte sea un hecho. Ahora les pido que me sepulten”. El bautismo, pues, es nuestra admisión y reconocimiento de la muerte del Señor. Si todavía practicamos el ascetismo, esto quiere decir que no permanecemos en la posición de personas que han muerto.

K. Buscar las cosas de arriba

Colosenses 3:1-3 dice: “Si, pues, fuisteis resucitados juntamente con Cristo, buscad las cosas de arriba … Fijad la mente en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”. Pablo comenzó con la cruz y terminó hablando de la resurrección. Nosotros somos ciudadanos del cielo. Por tanto, no debiéramos de preocuparnos por las cosas terrenales. Al preocuparnos por lo que no debemos tocar, gustar o manejar, estamos fijando nuestra mente en las cosas terrenales. Pablo continuó diciéndonos que nosotros estamos en resurrección. Puesto que estamos en resurrección, debemos de buscar las cosas celestiales. Si nos preocupamos por las cosas celestiales, los problemas terrenales desaparecerán. Un cristiano sólo debe ocupar su mente en las cosas celestiales y espirituales. No debería ocupar su mente en lo que no debe comer, tocar ni manejar.

IV. EL ASCETISMO ES UNA ENSEÑANZA DE DEMONIOS

Los cristianos no deben prestar ninguna atención al ascetismo, pues se trata de un error. El ascetismo introducirá doctrinas paganas en el redil cristiano. Por eso tenemos que enfrentarlo de manera cabal.

Deberíamos leer 1 Timoteo 4:1-3 que dice: “en los tiempos venideros algunos apostatarán de la fe, escuchando … enseñanzas de demonios … que … prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos…”. Esto también es ascetismo. El ascetismo será grandemente reavivado al final de los tiempos. Puede ser que los hombres de una determinada era procuren dar primordial importancia a los intereses materiales, pero en la siguiente era los hombres reaccionarán en contra de tal materialismo y ensalzarán el ascetismo. ¿Qué es el ascetismo? Es lo que prohíbe casarse y manda abstenerse de ciertos alimentos. Estas son las cosas inventadas por los ascetas. Ellos tratan de eliminar los alimentos y el sexo. El ascetismo volverá a adquirir vigencia al final de los tiempos.

V. LA DIFERENCIA ENTRE LA NATURALEZA HUMANA Y LA CONCUPISCENCIA DEL HOMBRE

Nosotros los cristianos debemos saber distinguir entre la naturaleza humana y la concupiscencia de los hombres. Abordemos estos dos asuntos brevemente.

A. El apetito procede de Dios

Dios dispuso que el hombre debe ingerir alimentos. Además, Él le dio al hombre el apetito para alimentarse. En el principio, sentir el deseo apremiante por alimentarse no constituía pecado, ni tampoco constituía codicia. Los hombres sienten el deseo de alimentarse y comen a fin de mantenerse con vida. Dios tiene la intención de que el hombre preserve su existencia. Por tanto, cuando le proveyó al hombre los alimentos, también le proveyó el deseo de alimentarse. Dios nunca quiso que los hombres ingirieran sus alimentos sin el sentido del gusto, pues Él se complace en que el hombre disfrute al comer. Disfrutar de nuestros alimentos hace que nuestra vida sea resguardada y mantenida. Asimismo, Dios le dio al hombre el apetito sexual con el propósito de que se reprodujera y diera continuación a la vida humana. Dios puso en el hombre tal apremio de manera que fuera un gozo para el hombre dar continuación a la vida humana. Por favor recuerden que ningún elemento pecaminoso está implícito en el hecho de desear los alimentos o el sexo. En Génesis 2 estas cosas no guardan ninguna relación con el pecado. Aun hoy en día, tales cosas no tienen nada que ver con el pecado. Tenemos que tener bien en claro cuál es el punto de vista divino con respecto a tales deseos. Tales apetitos han sido creados por Dios mismo.

B. Lo que es la concupiscencia

¿Qué es la concupiscencia? Si tengo hambre, puedo comer. El disfrute de esos alimentos, sin embargo, no tiene vínculo alguno con la concupiscencia, sino con el deseo de alimentarse. Sin embargo, si no tengo alimentos a la mano e intento hurtárselos a los demás debido a que tengo hambre, eso es concupiscencia. O si tengo alimentos y al ingerir dichos alimentos estoy siendo indulgente conmigo mismo, esto también es concupiscencia. Desear alimentos equivale a sentir una necesidad apremiante, mientras que el deseo de hurtar alimentos o la indulgencia licenciosa al alimentarse, es concupiscencia. Existe una diferencia entre la necesidad apremiante de alimentarse y codiciar los alimentos. Sentir apremio por alimentarse representa un deseo, y uno se siente contento mientras come. La concupiscencia alude a tener el deseo de obtener alimentos por medio de hurtarlos de manera licenciosa.

Como cristianos que somos, comemos cuando hay alimentos y, cuando no los hay, no comemos. No sólo no deberíamos hurtar, sino que incluso no deberíamos tener el pensamiento de hurtar. Esta es la enseñanza de Mateo 5, en la que se nos dice que no sólo no deberíamos codiciar tales cosas, sino que incluso se nos dice que no deberíamos ni pensar en tales cosas. Por ejemplo, yo disfruto de una buena comida cuando está disponible. Esto se relaciona con nuestro deseo por alimentarnos. Este deseo fue creado por Dios y no constituye pecado. ¿Cuándo surge el problema? El problema se suscita cuando no tengo nada para comer y veo alimentos. Si trato de hurtarlos, mi deseo apremiante por comer se convierte en concupiscencia. Si comienzo a pensar en hurtar tales alimentos, esto es concupiscencia. Codiciar así procede del deseo que siento por comer. La concupiscencia es simplemente la expresión del deseo que siento por hurtar. El Antiguo Testamento dice: “No hurtarás” (Éx. 20:15), pero en el Nuevo Testamento, cuando los cristianos tienen hambre y no tienen alimentos, no sólo no deben hurtar, sino que ni siquiera deben pensar en hurtar. Éste es el principio de Mateo 5. El Antiguo Testamento prohíbe el acto de hurtar, mientras que el Nuevo Testamento prohíbe hasta el pensar en hurtar. Hurtar es concupiscencia y pensar en hurtar también es concupiscencia.

El mismo principio se aplica a la necesidad de sexo. Todo esto es propio de esta era. Mientras que comer y beber mantienen a un individuo con vida, el sexo hace que el linaje humano se siga extendiendo. Algunas personas del mundo hurtan cuando no tienen nada; al menos, contemplan la posibilidad de hurtar. Otros, se alimentan con indulgencia. En ambos casos se pone de manifiesto la concupiscencia. Siempre existe la posibilidad de que el deseo apremiante por los alimentos o por el apetito sexual, se convierta en concupiscencia.

C. La cruz resolvió el problema de nuestras pasiones y concupiscencias

El sexo y los alimentos son buenos, pero ambos pueden generar nuestra concupiscencia. Esto sucede cuando existe excesivo apremio y obsesión por estas cosas. El Señor Jesús eliminó todo esto en la cruz. Él crucificó nuestra carne con sus pasiones y concupiscencias (Gá. 5:24). Este asunto es muy importante y constituye un gran evangelio. La cruz resolvió el problema de nuestras pasiones y concupiscencias. Ningún cristiano debería hurtar ni siquiera pensar en hurtar. Tenemos que ser puros no sólo con respecto a nuestra conducta, sino también con respecto a nuestros pensamientos. Si bien los cristianos reconocen la existencia de la carne, deben tener pensamientos limpios y una conducta pura. En la cruz el Señor ya realizó esta obra en beneficio nuestro.

D. La vida de Dios es completamente positiva

Esto no quiere decir que los cristianos no tengan que tomar medidas con respecto a sus propias concupiscencias. Lo que estamos diciendo es que el Señor nos dio un espíritu nuevo y una vida nueva. El espíritu nuevo nos capacita para tener contacto con Dios, y la vida nueva nos capacita para expresar la vida de Dios. La vida divina es completamente positiva; en ella no hay nada negativo. En realidad, no es cuestión de anular nuestros apetitos sino que es cuestión de ver algo positivo. Es algo que depende de la vida nueva y de la manifestación de la vida de Dios. En nosotros hay un espíritu nuevo, con el cual podemos contactar al Espíritu de Dios. Los cristianos están imbuidos de estas cosas positivas. Nosotros no tenemos que tomar en cuenta ordenanzas tales como “no manejes, no gustes ni toques”. No tenemos que prestar atención a nada negativo, ya que en nosotros se hallan las cosas positivas. Nosotros tenemos que involucrarnos más con las cosas positivas, las cosas que están en gloria. Tenemos que mantenernos en contacto con el Espíritu de gloria y con la vida en gloria. Si estamos ocupados en las cosas positivas, entonces cosas tales como abstenerse de comer, tocar y manejar se convertirán en asuntos menores. Todos los que están en el Señor deben ser completamente libres de estas cosas.

A algunos les gusta someter sus cuerpos a las prácticas del ascetismo porque carecen de las cosas positivas. Esta tendencia también se da en algunos cristianos. Ellos no tendrían a qué aferrarse si fueran despojados del ascetismo. Estas personas constantemente se limitan para no ver, manejar, comer, tocar y escuchar toda clase de cosas. Si los despojáramos de estas ordenanzas, los estaríamos despojando de lo que constituye su mundo. Estas cosas son su tierra y su cielo, su mundo, su universo. Si los despojáramos de su universo, su mundo se desvanecería.

VI. LA VIDA CRISTIANA ES UNA VIDA FLEXIBLE

La Biblia nos provee una perspectiva muy flexible en lo que respecta a cuestiones tales como la alimentación. Nos dice que uno puede comer o no comer. A los ojos de Dios ninguna de estas cosas tiene mucho significado; son cosas menores, no son asuntos relevantes. Desde la perspectiva bíblica, estas cosas son secundarias. Lo importante y crucial son cosas tales como la vida del Hijo de Dios y la vida de Cristo en cada uno de los creyentes. Debido a que se nos ha conferido tal gloria y autoridad, la alimentación y el vestido constituyen asuntos menores. La Biblia nos muestra que la vida cristiana es una vida flexible.

Para cualquier persona es correcto vestirse con moderación y comer frugalmente delante del Señor. Pero si alguien nos sirve más alimentos, deberíamos sentirnos libres de aceptar tal ofrecimiento; no hay nada malo en comer más. Si usted no desea casarse por causa del Señor, eso está muy bien. Si usted, en cambio, piensa que no está siendo justo consigo mismo al quedarse soltero, es bueno que usted se case. Hay quienes no tienen tantas riquezas de Cristo, y el no casarse les significaría ser despojados de lo que constituye todo su mundo. Pero otras personas poseen las riquezas de Cristo y pueden proseguir sin dificultad. Es bueno permanecer soltero y es bueno también casarse. Estos asuntos, al ser comparados con los asuntos importantes y gloriosos, se convierten en asuntos minúsculos. Cualquier indicio de ansiedad por estas cosas es síntoma de que tenemos en muy poca estima a Cristo. Las cuestiones relativas al matrimonio o a la alimentación son cuestiones menores. Que un cristiano coma mucho o poco es una preocupación menor. No se trata de las cuestiones fundamentales.

Lo importante es que expresemos la realidad espiritual. Todo otro asunto, espontáneamente, ocupará el lugar que le corresponde, si la gloria es expresada apropiadamente por medio de nosotros. Pero si la gloria de Cristo no es expresada, los asuntos menores se convertirán en asuntos cruciales, y trataremos de abordar tales cuestiones aplicando el ascetismo. Aquellos que no conocen al Señor quizás amen tales prácticas ascéticas, pero aquellos que le conocen, superarán tales prácticas con facilidad y sin esfuerzo alguno.

A. Un asunto que no depende de lo que comamos o bebamos

ni de lo que no comamos ni bebamos

Mateo 11:16-19 dice: “Mas ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a los otros, diciendo: Os tocamos la flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino”. En estos versículos se nos muestra que el Señor Jesús no estableció reglas rigurosas ni fijó normas estrictas que regulen el comportamiento externo de los cristianos. Él dijo que si bien Juan había venido como una persona que no comía ni bebía, Él mismo vino como una persona que sí comía y bebía. He aquí la manera de actuar propia de los cristianos. Los cristianos no están esclavizados por formas externas con respecto a la comida o la bebida. Tanto “comer y beber” como “no comer ni beber” es correcto. Estos no son los asuntos fundamentales. Juan vivió en el desierto, mientras que el Señor Jesús asistió a la fiesta de bodas en Caná. El hecho de que Juan se abstuviera de comer no es impropio de un cristiano; tampoco lo es el hecho de que el Señor Jesús comiera. Puesto que tenemos las cosas gloriosas que proceden de Cristo, todo lo demás ha pasado a ser un asunto menor. Nuestro concepto tiene que cambiar por completo. No se detengan en asuntos menores. No los conviertan en las cuestiones fundamentales de sus vidas. Por favor tengan presente que un cristiano no es alguien que guste de comer o beber, ni tampoco alguien que se abstenga de comer y beber.

B. Es permisible hacer cualquier cosa, siempre y cuando estemos sujetos

a la disciplina del Espíritu Santo

Filipenses 4:11-13 dice: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé estar humillado, y sé tener abundancia; en todas las cosas y en todo he aprendido el secreto, así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad. Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder”. Les ruego que tengan presente que un cristiano puede ser humillado o prosperado, estar saciado o pasar hambre, tener en abundancia o padecer necesidad. Un cristiano sabe estar saciado y sabe estar en abundancia. Es decir, nosotros aceptamos toda clase de disciplina que venga del Espíritu Santo. Siempre y cuando esto ocurra conforme a la disposición soberana del Señor, nosotros sabemos pasar hambre así como estar saciados. Podemos padecer necesidad así como disfrutar de abundancia. En otras palabras, podemos ser flexibles en todo. En cualquier cosa que hacemos, el Señor es quien nos reviste de poder. Este es el enfoque positivo de este asunto. Todo lo demás es nimio e insignificante.

Espero que aprendan esta lección delante del Señor. Esto es lo que significa llevar una vida flexible. Un cristiano no es ni un asceta ni un glotón. Los cristianos no practican el ascetismo ni son complacientes consigo mismos. Simplemente llevan una vida flexible. El vivir externo de un cristiano siempre es gobernado por la disciplina del Espíritu Santo y no por sus propias preferencias.

C. Una vida trascendente, no ascética

Lo que Pablo dijo en 1 Corintios 7:29-31 con respecto a cómo debe vivir un cristiano, es muy particular: “Los que tienen esposa sean como si no la tuviesen; y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que usan este mundo, como si no abusaran; porque la apariencia de este mundo pasa”. Esto describe a un cristiano. Todo lo externo carece de importancia porque el Señor que mora en nosotros es mucho mayor que todo ello. Los hombres procuran subyugar ciertas cosas o abstenerse de las mismas, pero esto sólo sirve para demostrar cuán fuertes son tales cosas. Cuanto más uno se entrega a la práctica del ascetismo, más lleno de concupiscencia se encuentra. Únicamente aquellos que están llenos de Cristo no tienen necesidad de practicar el ascetismo. Aquellos que tienen esposa viven como si no la tuvieran. Los que no tienen esposa, no procuran tener una. No importa si uno llora o se regocija. Los que compran, viven como si no poseyesen, y aquellos que usan este mundo, viven como si no lo aprovecharan. Los cristianos trascienden todas las cosas. La vida cristiana no es una vida de ascetismo sino una vida de trascendencia, una vida que lo trasciende todo.

VII. SIN REDUCIR EL ESTÁNDAR DEL CRISTIANISMO

Nunca debemos pensar que el cristianismo es igual que el ascetismo. No se equivoquen. No rebajemos el cristianismo al nivel del ascetismo. Consideremos algunos casos al respecto.

A. Sadhu Sundar Singh

Sadhu Sundar Singh era un hindú que predicó el evangelio en el Tíbet por muchos años. Cuando estuvo en Inglaterra, permaneció en la ciudad de Keswick por medio año. En cierta ocasión, yo también visité tal lugar en Inglaterra. Me contaron que la familia que le hospedó pasó momentos embarazosos con él. En aquellos días hacía bastante frío y la familia donde se alojaba le preparó una cama. Sin embargo, como todo buen hindú, él durmió en el suelo todas las noches. No obstante, tenemos que recordar que la Biblia nos habla de una vida que puede dormir tanto en el piso como en una cama. Muchas personas no tienen mucho dentro de ellos y son capaces de perder la fe cristiana si duermen en una cama. Su cristianismo consiste en renunciar a una cama. Como consecuencia dormir en una cama implica para ellos abandonar la fe cristiana. Tales ideas paganas impregnan toda China. Tenemos que ver lo que es un cristiano. Aquellos que duermen en una cama son cristianos, y aquellos que duermen en el piso también son cristianos. Aquellos que duermen en un piso de tierra son cristianos, y quienes duermen en una cama de mullidos colchones también son cristianos. Jamás debiéramos darle importancia a las cosas externas. Una vez que hacemos esto rebajaremos el cristianismo, y la vida espiritual tan gloriosa se degenerará en ordenanzas. Tenemos que fijar nuestra mirada en lo que está en la gloria y nunca discutir en cuanto a las ordenanzas.

B. Predicar el evangelio después de haberse comprometido

Cierto obrero del Señor que era propenso a practicar el ascetismo se comprometió con una hermana un día sábado. Poco después me encontré con él y, en un tono muy alegre, me dijo: “Me sentí tan feliz después de predicar el día del Señor. Me sorprendí al comprobar que era capaz de predicar el evangelio incluso después de haberme comprometido”. Yo le pregunté: “¿Pensabas que ya no podrías predicar después de haberte comprometido?”. ¿Qué clase de pensamiento es éste? Él pensaba que su compromiso matrimonial habría de anular su predicación de un día para otro. Él era un buen hermano, pero sutilmente el ascetismo había hallado cabida en él. Tenemos que estar alertas y jamás permitir que el ascetismo entre en nosotros. Contamos con tantos asuntos gloriosos en los cuales nos deberíamos concentrar. Nuestro Señor ha resucitado de entre los muertos y ahora está sentado en los cielos. Cuanto más brillante resplandezca la luz en nuestro interior, más insignificantes nos parecerán todas las otras cosas. Bajo la sombra de una vida tan magnífica, todas las otras cosas resultan insignificantes.

C. No vio a su esposa durante los primeros dos meses de matrimonio

Había un pastor ya anciano que hablaba muy bien de otro pastor en Shantung. Él solía decir que consideraba que ese pastor era una persona maravillosa, porque había sido capaz de dejar su hogar el mismo día de su matrimonio a fin de salir a predicar el evangelio. Este pastor no vio a su esposa ni una sola vez durante los primeros dos meses de matrimonio. Esto no es nada más que ascetismo. Al leer el Antiguo Testamento, vemos que nadie podía servir como soldado durante su primer año de matrimonio. La Biblia le da mucha importancia a este período. Esto no tiene ninguna relación con la concupiscencia. El cristianismo es absolutamente diferente del ascetismo. El cristianismo no enfatiza esta clase de cosas. El reino de Dios no es comida ni bebida. Comer más o comer menos no tiene importancia alguna. El reino de Dios está relacionado con el poder del Espíritu Santo. Estar preocupados por lo que uno no puede comer o tocar, al mismo tiempo que se carece del poder del Espíritu Santo, equivale a estar contaminados y poseídos por las cosas de este mundo. Tenemos que recordar que Pablo condenó tales prácticas como pecado. Del mismo modo, nosotros también debemos condenarlas como pecado.

D. Laborar con el abrigo puesto

En cierta ocasión dos hermanas de Shanghái estaban laborando en un área al norte de Yangtze. El clima era bastante frío, y ambas hermanas vestían de abrigos. Algunos lugareños las criticaron, diciendo: “Nos parece dudoso que una mujer pueda laborar para el Señor vestida con un abrigo tan fino”. Muchos piensan que la palabra de Dios puede ser limitada por un simple abrigo. A ellos les parece que una vez que uno se viste de un buen abrigo, no será capaz de predicar. El cristianismo no está limitado por un abrigo. Nadie debe sentirse afectado por un simple abrigo al grado de que todo su cristianismo dependa de ello. Esto es muy deficiente.

VIII. EL CRISTIANISMO LO TRASCIENDE TODO

Por favor, tengan en cuenta que la Biblia no habla de esta clase de sufrimiento. Si este sufrimiento fuese para el reino, entonces todos los que trabajan tirando de calesas en las calles de China tendrían que entrar en el reino de Dios, debido a que ellos sufren más que nosotros. No debemos introducir tales ideas en nuestro medio. Estos conceptos paganos tienen que ser purgados de nuestro ser. Todo aquel que teme a Dios debiera indignarse ante estas ideas. Debemos percatarnos que las mismas equivalen a echar por tierra la gloria de Dios y mancharla de polvo. Debemos considerar tales conceptos como una usurpación a la gloria de la vida del Señor. Espero que le demos la debida importancia a este asunto. El cristianismo no tiene nada que ver con discusiones en torno a lo que se coma y beba.

Si el cristianismo que predicamos consistiera únicamente en lo relacionado con los alimentos, el atavío, el vestido y las camas en las que dormimos, entonces nuestra predicación del cristianismo habría perdido su sabor. Sería semejante a lo que el mundo predica. Hoy yo puedo subir a la cima de una montaña y proclamar: “Mi cristianismo difiere de vuestras enseñanzas. No tiene nada que ver con cómo debemos vestirnos ni cómo no debemos vestirnos, ni con qué debemos comer y qué no debemos comer. Difiere por completo tanto del gozo como de la tristeza que ustedes experimentan, así como de vuestras enseñanzas con respecto a usar o no usar las cosas de este mundo. Mi cristianismo lo trasciende todo. El Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, y Su vida gloriosa moran en mí. Todos los días soy arrebatado a los cielos para tener contacto con la gloria del trono”. El cristianismo consiste en esto. Todo lo demás se desvanecerá y se extinguirá ante nuestros ojos cuando Dios magnifique en nosotros la grandeza de estas cosas positivas. Quiera Dios que todos nos demos cuenta de que los cristianos no son ascetas; llevan una vida flexible debido a que Aquel que mora en nosotros es muy grandioso y muy glorioso.