Watchman Nee Libro Book cap.34 El hombre espiritual

Watchman Nee Libro Book cap.34 El hombre espiritual

LA LEY DE LA MENTE

OCTAVA SECCIÓN

CAPÍTULO CUATRO

LA LEY DE LA MENTE

Cuando la mente del creyente es renovada, él se maravilla de su capacidad. Ya se apartó de las actividades necias e insignificantes y ahora su concentración es mucho mejor, su entendimiento es más agudo, su memoria es más clara, su razonamiento más exacto, su perspectiva más amplia, su labor más eficaz, y sus pensamientos más amplios. Puede fácilmente entender los pensamientos de los demás, está menos atado por sus propias experiencias y está más consciente de lo ilimitado que es el conocimiento espiritual y la necesidad de tener una mente abierta para poder aceptarlo. Todas las predilecciones, prejuicios y opiniones acerca de la obra de Dios han sido depurados. Una mente así puede llevar a cabo la obra que aparentemente es imposible y puede asumir el doble o el triple de responsabilidades que lo común. La mente del creyente no es útil mientras no sea renovada. Pero eso no significa que tan pronto la mente es renovada no tiene posibilidad de ser acosada por la mentalidad vieja. Si el creyente no rechaza continuamente los viejos conceptos, pensará según ellos sin siquiera notarlo. Así como el creyente debe andar diariamente conforme al espíritu y rechazar la conducta de la carne, también debe pensar diariamente según su mente renovada y rechazar su antigua manera de pensar. Debe velar, pues de lo contrario, volverá a su posición anterior. En los asuntos espirituales, el retroceso sucede comúnmente. Aun después de que la mente del creyente ha sido renovada, si no vela, la posibilidad de creer las mentiras de los espíritus malignos y de volver a la pasividad y cederles terreno sigue vigente. Si el creyente desea mantener una mente renovada día tras día, necesita conocer la ley de la mente. Así como el espíritu tiene su propia ley (lo cual acabamos de discutir), la mente también tiene su ley. Mencionaremos unas cuantas cosas, que si el creyente las practica, tendrá victoria continuamente.

LA MENTE OBRA EN CONJUNCIÓN CON EL ESPÍRITU.

Si analizamos el proceso por el cual el creyente lleva una conducta espiritual, podemos dividirlo en los siguientes pasos: El Espíritu Santo revela y explica la voluntad de Dios al espíritu del creyente; éste comprende el significado de la revelación por medio de su mente, luego utiliza el poder de su espíritu mediante la voluntad, para activar su cuerpo y cumplir la voluntad de Dios. En la vida del creyente, nada tiene tanta relación con el espíritu como la mente, porque la mente conoce lo pertinente a la esfera mental y material, y el espíritu conoce las cosas de la esfera espiritual. El creyente conoce todas las cosas relacionadas consigo mismo a través de la mente, pero por el espíritu conoce las cosas de Dios. Tanto la mente como el espíritu tienen la facultad de “conocer”, y por ello la relación entre ellos es estrecha. Al andar conforme al espíritu, descubrimos que la mente es la mejor ayuda para nuestro espíritu. Si deseamos andar conforme al espíritu, debemos saber cómo estos dos se ayudan mutuamente.

La Biblia claramente nos habla de la ayuda mutua que existe entre el espíritu y la mente. Para andar según el espíritu, es muy importante que haya cooperación entre el espíritu y la mente. “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de El, para que, alumbrados los ojos de vuestro corazón, sepáis” (Efesios. 1:17 al 18). Estos dos versículos revelan la relación entre el espíritu y la mente. Como mencionamos anteriormente, al hablar de “un espíritu de sabiduría y revelación” queda implícito que en nuestro espíritu Dios nos revela y nos da a conocer Su persona y Su voluntad. Pero debemos prestar atención a la manera en que la revelación recibida mediante la intuición del espíritu obra juntamente con la mente.

Los ojos de nuestro corazón son la facultad de nuestro razonamiento o nuestro entendimiento, es decir, de nuestra mente. En este pasaje, se menciona los vocablos sepáis y conocimiento. La palabra conocimiento se refiere a conocer en la intuición, y sepáis alude a comprender con la mente. El espíritu de revelación es la parte más profunda de nuestro ser. Dios se revela en nuestro espíritu con el fin de que tengamos un conocimiento pleno de El a través de la intuición, pero ese conocimiento sólo se tiene en la intuición, en nuestro hombre interior; nuestro hombre exterior no sabe lo que la intuición ya conoce. Por eso, es necesario que el hombre interior transmita al hombre exterior lo que sabe. Si no, el hombre exterior no sabrá lo que el hombre interior desea y no podrá cooperar con él. ¿Cómo se lleva a cabo esta transmisión? Las Escrituras nos dicen que nuestro espíritu debe alumbrar nuestra mente para que ésta entienda la intención de nuestro espíritu y para que el hombre exterior también tenga tal conocimiento. Nuestro hombre exterior puede comprender por medio de la mente, por eso el conocimiento que el espíritu recibe a través de la intuición debe ser transmitido a la mente, la cual, a su vez, lo comunica al cuerpo y hace que éste ande conforme al espíritu.

Primero percibimos la voluntad de Dios en nuestra intuición, luego nuestra mente nos comunica que ésa es la voluntad de Dios. El Espíritu Santo impresiona nuestro espíritu y nos pone un sentir espiritual, y nosotros empleamos la mente para examinar y entender tal sentir. Para conocer cabalmente la voluntad de Dios, debe haber una cooperación entre el espíritu y la mente. El espíritu permite que nuestro hombre interior tenga el conocimiento, mientras que la mente hace que el hombre exterior lo entienda. Esta cooperación proporciona al creyente el conocimiento de la voluntad de Dios, todo lo cual sucede en un instante. Tal vez necesitemos mucho tiempo para describirlo con palabras, pero en realidad, las dos cosas funcionan igual que lo hacen la mano derecha en conjunción con la izquierda. Tan pronto como la orden llega, en un instante, el espíritu la capta y la comunica a la mente. Todas las revelaciones provienen del Espíritu Santo y llegan al espíritu del hombre, no a su mente. El espíritu del hombre recibe la revelación de Dios a través de su intuición, pero el hombre examina el significado de la intuición del espíritu con la mente, y entonces lo entiende.

No debemos permitir que nuestra mente sea la facultad principal que reciba la revelación de Dios, pero tampoco debemos impedir que sea la facultad secundaria que la comprenda. El creyente carnal no ha aprendido a andar conforme al espíritu y, por eso, debe usar los pensamientos de su mente para gobernar su andar. El creyente espiritual debe andar según el espíritu; pero no debe rechazar el entendimiento de la mente acerca de las intenciones del espíritu. Cuando uno es guiado como se debe, el espíritu y la mente están de acuerdo, y el razonamiento de la mente no se opone a lo que expresa el espíritu. La dirección que da el espíritu tal vez se oponga al presunto raciocinio de la mente común, pero cuando el creyente es guiado por el espíritu, entiende la voluntad de Dios mediante la cooperación de su mente y su espíritu, su razonamiento confirma que los dictados del espíritu son absolutamente correctos. Por supuesto, nos referimos a los creyentes cuyas mentes han sido renovadas, porque antes de que el espíritu del creyente haya alcanzado esta posición elevada, la mente generalmente se opone a la dirección que da el espíritu.

En Efesios 1:17 al 18 vemos que el espíritu ayuda a la mente. Primero el espíritu recibe la revelación que proviene del Espíritu Santo y después alumbra la mente. Ya que la mente del hombre espiritual no vive por la vida natural, tiene que vivir por la iluminación del espíritu; si así no fuera, caería en tinieblas. La mente renovada necesita ser guiada por la luz del espíritu. Cuando el espíritu del creyente es obstaculizado por los espíritus malignos, percibe que sus pensamientos están en tinieblas y son confusos, su mente está desorientada y su ser no puede concentrarse. El poder mental del creyente proviene del espíritu, y si éste está bloqueado, su poder no llega a la mente; así que ésta parece perder el rumbo. Si queremos que la relación entre nuestra mente y nuestro espíritu sea correcta, debemos velar y no permitir que nuestro espíritu sea sitiado por los espíritus malignos para que así nuestra mente pueda funcionar normalmente.

El Espíritu Santo puede expresarse a través de la mente del creyente. Sabemos que El vive en el espíritu del hombre, pero no hemos pensado por qué medio se expresa. El Espíritu Santo no está satisfecho con el hecho de que el hombre crea que El está en su espíritu. Su meta es expresarse a través del hombre para que otros también puedan recibirlo. Además, El también tiene centenares de millares de cosas que ha de hacer por medio del hombre. No basta con que el Espíritu Santo viva en nuestro espíritu, El debe ser expresado a través de nuestro espíritu. La mente expresa el espíritu del hombre, pero si está bloqueada, el espíritu no puede abrirse, y el Espíritu Santo no podrá extenderse a otros desde nuestro espíritu. Necesitamos que la mente interprete la intención de nuestra intuición para que el Espíritu Santo pueda expresar lo que desea por conducto nuestro. Si nuestra mente es estrecha y torpe, el Espíritu Santo no podrá tener comunión con el creyente según lo que desea. Debemos asegurarnos de que no encerremos al Espíritu Santo en nuestro espíritu.

OCUPARSE DEL ESPÍRITU Y TENER UNA MENTE ESPIRITUAL.

Cuanto más espiritual es un creyente, más consciente está de lo importante que es andar conforme al espíritu y del peligro de andar según la carne. Pero, ¿qué significa andar conforme al espíritu? Romanos 8 da la respuesta. Es sencillamente ocuparse del Espíritu y tener una mente espiritual. “Porque los que son según la carne ponen la mente en las cosas de la carne; pero los que son según el espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el espíritu es vida y paz” (versiculos. 5 al 6). Andar según el espíritu significa que la mente se ocupa de las cosas del Espíritu y que el espíritu gobierna la mente. El hombre que anda “conforme al espíritu” se ocupa de las cosas del Espíritu y su mente está puesta en el espíritu. Si deseamos andar en conformidad con el espíritu, sólo lo podemos hacer ocupándonos de las cosas del Espíritu con una mente sujeta al espíritu. Esto significa que para que nuestra mente sea una mente espiritual y sea gobernada por el espíritu, primero tiene que ser renovada. Por la mente renovada, el creyente puede prestar atención a las cosas que pertenecen al Espíritu, es decir, a Sus actividades. Es así como podemos andar según el espíritu.

En estos versículos también vemos la relación que hay entre la mente y el espíritu. “Porque los que son según la carne ponen la mente en las cosas de la carne; pero los que son según el espíritu, en las cosas del Espíritu”. La mente humana puede ocuparse tanto de las cosas de la carne como de las del Espíritu. Nuestra mente (que es parte del alma) se halla entre el espíritu y la carne (aquí se refiere al cuerpo). Aquello en lo que se ocupe la mente será aquello en pos de lo cual andaremos. Si la mente se ocupa de las cosas de la carne, andaremos según la carne, y si se ocupa de las cosas del Espíritu, andaremos según el espíritu. No tenemos que preguntarnos si andamos de acuerdo con el espíritu, sólo necesitamos preguntarnos si estamos ocupados en las cosas del Espíritu, si estamos prestando atención al Espíritu y si buscamos las actividades del Espíritu. Es imposible ocuparnos de las cosas de la carne, mientras andamos según el espíritu, pues nuestra conducta depende de dónde pongamos la mente. Esta es una ley inmutable. En nuestra vida diaria, ¿en qué piensa nuestra mente, a qué le presta atención y en qué se fija? ¿A qué obedecemos? ¿Pensamos en las cosas del espíritu o en las de la carne? Si nos ocupamos de las cosas del Espíritu, seremos espirituales. Si nuestra mente no es gobernada por el espíritu y lo celestial, es gobernada por la carne y lo terrenal. Si no es regida por las cosas de arriba, lo será por las de abajo. El resultado de andar conforme al espíritu es vida y paz. Si el creyente se ocupa de la carne y anda según la misma, estará en muerte. Todo lo que haga o diga carecerá de valor espiritual y será muerte, porque todo lo que tiene, a los ojos de Dios, proviene de la carne, la cual no tiene vida espiritual. El creyente tal vez tenga vida y al mismo tiempo estar en muerte.

En una vida que anda según el espíritu, ¿por qué es tan importante ocuparse en las cosas del Espíritu? Porque ésta es la condición más importante para que El nos guíe en nuestro espíritu. Muchos creyentes desean que Dios ordene sus circunstancias y los guíe, pero no se ocupan de las actividades de su espíritu ni les prestan atención. Muchas veces el Espíritu Santo, quien mora en nosotros, revela algo a nuestro espíritu, pero no lo comprendemos por causa de la confusión y la torpeza de nuestra mente. Muchas veces el Espíritu Santo nos revela algo en nuestro espíritu, pero nosotros descuidamos el sentir debido a que nuestra mente no presta atención a las actividades del espíritu o porque piensa en un sinnúmero de cosas. Otras veces, nuestro espíritu no está equivocado, pero nuestra mente sí, y no logramos andar en conformidad con el espíritu. La intención del espíritu expresada a través de la intuición es delicada, apacible y tierna. Si no pensamos en las cosas del espíritu constantemente, ¿cómo podemos conocer su intención y andar en conformidad con ella? Nuestra mente debe ser como un vigía; siempre debe estar pensando, comprendiendo y entendiendo la intención del espíritu para que nuestro hombre exterior pueda someterse a él.

Dios nos guía por medio de la revelación de Su voluntad con sensaciones muy delicadas. Nunca nos abruma ni nos obliga a someternos a Él. Siempre nos da la oportunidad de escoger. Nada que sea forzado proviene de Dios; sólo los espíritus malignos operan de esa forma. Así que debemos procurar activamente ser guiados por el Espíritu Santo; El no obrará si no cumplimos las condiciones necesarias para que opere. Para que El nos guíe, nuestro espíritu y nuestra mente deben actuar activamente junto con El. No tenemos que esforzarnos vanamente por andar según el espíritu; siempre que nuestro espíritu opere en conjunción con el Espíritu Santo y que nuestra mente preste atención a todas las actividades que suceden en el espíritu, andaremos según el espíritu.

EL ENSANCHAMIENTO DE LA MENTE.

Por lo general, Dios nos transmite la verdad a través de sus hijos, aunque a veces nos da revelación directamente. La aceptamos primero en nuestra mente, y luego pasa a nuestro espíritu. Usamos nuestra mente para captar las palabras y los escritos de otros. Si no tuviéramos mente, sería imposible que la verdad llegara a nuestra vida. Por lo tanto, para nuestra vida espiritual es indispensable que tengamos una mente abierta. Si nuestra mente está llena de opiniones, ya sea acerca de la verdad o de la persona que predica, se levantará una barrera que impedirá que la verdad entre en nuestra mente o en nuestra vida. Si los creyentes determinan de antemano cuál enseñanza van a leer o escuchar, no es de extrañarse que no reciban ayuda.

Los creyentes tienen que conocer el proceso por el cual la verdad se transforma en vida a fin de que vean la importancia de tener una mente abierta. Primero, con nuestra mente tenemos que comprender la verdad; ésta entra en nuestro espíritu, y luego se manifiesta en nuestra conducta. Una mente cerrada impide que la verdad llegue al espíritu, ya que está ocupada con opiniones, y se opone y critica todo lo que no concuerde con sus pensamientos. Su opinión llega a ser la norma de todas las demás opiniones. Lo que no esté de acuerdo con sus ideas no lo considera una verdad. Una mente así no da la oportunidad para que la verdad de Dios penetre y, como resultado, los creyentes inevitablemente sufren pérdida en vida. Los creyentes que tienen más experiencia pueden dar testimonio de lo importante que es tener una mente abierta para que la verdad les sea revelada. Muchas veces no la entendemos porque no tenemos una mente abierta, no porque la verdad no haya sido predicada. Algunas veces Dios tiene que esperar muchos años para quitar todos los obstáculos a fin de que podamos recibir la verdad. Una mente abierta en conjunción con un espíritu abierto ayudan a los creyentes a crecer en la verdad.

Aunque muchas veces la verdad parezca confusa, si la mente permanece abierta, la luz vendrá, y el creyente verá la hermosura de la verdad. En innumerables ocasiones cuando el creyente recibe la verdad, le parece que ella carece de significado, pero después de un tiempo, la luz del espíritu viene, y él lo entiende todo y puede ver el contenido intrínseco de la verdad. Tal vez no pueda explicarlo, pero internamente posee un entendimiento claro. Una mente abierta despeja el camino para que la verdad entre, pero no sería útil sin la iluminación del espíritu.

EL GOBIERNO DE LA MENTE.

Cada parte del creyente debe mantenerse bajo control, incluyendo la mente. No debemos olvidarlo ni siquiera después de que la mente sea renovada. No debemos permitir que nuestra mente sea tan libre como lo desea, porque los espíritus malignos volverán y la capturarán de nuevo. Tengamos presente que nuestros pensamientos son las semillas de nuestra conducta, y si no los cuidamos, en poco tiempo caeremos en pecado. Después de que la semilla de un pensamiento es plantada, no sabemos cuándo crecerá, pero tarde o temprano lo hará. Si examinamos cuidadosamente las transgresiones que hayamos cometido, intencionadas o no, siempre descubriremos que son el fruto de pensamientos que tuvimos. Si permitimos que un pensamiento pecaminoso permanezca en nuestra cabeza y no nos deshacemos de él, se convertirá en un hecho pecaminoso. Por ejemplo, si tenemos malos pensamientos acerca de un hermano y no los arrancamos inmediatamente, llevarán fruto, aunque reconozcamos que estuvo mal y hayamos pedido perdón a Dios. Todo pensamiento corrupto produce una conducta corrupta. Por eso los creyentes no se pueden dar el lujo de dejar sus pensamientos sin ser confrontados, y si no mantienen sus pensamientos bajo control, no podrán controlar nada. Pedro nos dijo que nos ciñéramos los lomos de nuestra mente (1 Pedro. 1:13). Esto significa que debemos controlar nuestros pensamientos y no permitirles correr desbocados.

Dios desea que llevemos cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (2 Corintios. 10:5). Los creyentes deben llevar todos sus pensamientos a la luz de Dios. No debemos permitir que ningún pensamiento huya de nuestra jurisdicción ni que escape de nuestra atención. Todso nuestros pensamientos, sin importar de qué clase sean, tienen que ser escrutados y puestos bajo nuestro control.

Mientras controlemos nuestros pensamientos, debemos estar seguros de que no queda ningún pensamiento corrupto. Todo pensamiento impropio debe ser expulsado.

El creyente no debe permitir que su mente esté ociosa. Esto significa que tiene que pensar en todas las cosas. Debe ser una persona espiritual, plenamente consciente de cada situación, sin permitir que sus pensamientos se paralicen ni sean descuidados, pues los espíritus malignos buscan cualquier oportunidad para operar. Su mente no debe ser perezosa ni ociosa, sino debe mantenerse activa. Aun después de haber recibido una revelación en el espíritu, él creyente debe emplear su mente (pensando). No debe suponer que después de recibir una revelación en su espíritu actuará en conformidad con ella. Debe utilizar su mente para examinar lo que va a hacer y determinar si procede de él mismo, o si no está de acuerdo con Dios, o si hay algo que procede de la carne. Debe observar si su conducta concuerda con el espíritu y con Dios, o si hay todavía algo de la carne. Esta clase de examen le ayudará al espíritu a esclarecer la revelación recibida en la intuición y a que salga a la luz lo que no sea de Dios. Una mente centrada en el yo nos impide conocer la voluntad de Dios. Es muy útil no hacer caso a los pensamientos que se centran en el yo. Dios no quiere que lo sigamos ciegamente, sino que comprendamos claramente Su voluntad. Lo que no comprendamos bien no es confiable.

Cuando la mente está activa, el creyente deben tener cuidado de no permitirle actuar sola; eso significa que no debemos permitir que obre independiente del espíritu. Cuando la mente no se aferra a su propia opinión, eso ayuda a que los creyentes conozcan más claramente la voluntad de Dios; pero cuando es independiente, expresa la carne caída. Por ejemplo, muchas personas estudian la Biblia sólo para hallar lo que concuerde con su parecer y sus ideas, y lo hacen con sus propios esfuerzos. ¡Muchos sólo entienden la verdad en su mente! Esta clase de acción independiente por parte de la mente es bastante peligrosa, porque el conocimiento sólo añadirá más información a la mente del creyente, lo cual será una base para que medite y para que se jacte; sin embargo, no tendrá ningún efecto en su vida espiritual. Los creyentes deben hacer lo posible por rechazar todas las verdades que sólo comprenden con su mente. Esta clase de comprensión le da a Satanás lugar para operar. Los creyentes tienen que estar conscientes de que cualquier conocimiento obtenido por la mente, abre la puerta para que el diablo opere. Por consiguiente este anhelo tiene que ser restringido.

La mente debe estar activa, pero también tiene que descansar. Si el creyente permite que su mente trabaje sin descansar, ésta se enfermará, tal como sucede con el cuerpo físico. Los creyentes deben restringir el trabajo de la mente, no cayendo en un exceso de actividad ni dejándola salir de control. El fracaso de Elías cuando estaba bajo el enebro se debió a que su mente había trabajado demasiado (1 Reyes. 19:4).

La mente del creyente siempre debe estar en paz con Dios. “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera; porque en Ti ha confiado” (Isaias. 26:3). Una mente que no descansa es una mente desordenada, perjudica la vida y la obra espiritual y guía a los creyentes por un sinnúmero de sendas equivocadas. Una mente sin reposo no puede funcionar de modo normal. El apóstol Pablo insta a los creyentes a no permitir que ningún pensamiento de ansiedad permanezca en ellos (Filipenses. 4;6). Una vez que tales pensamientos entran, deben entregarse a Dios. Entonces la paz de Dios guardará sus corazones y sus pensamientos (versiculo. 7). El apóstol también exhorta a los creyentes a que no permitan que su mente esté ociosa. Dijo: “Por lo demás hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si alguna alabanza, a esto estad atentos” (versiculo. 8).

La mente no debe ser dominada por la vida emocional. Debemos laborar por fe, entendiendo sus principios, permaneciendo en completa calma y reposo en Dios. Esto es lo que significa el dominio propio (2 Timoteo. 1:7). Los creyentes ya no deben depender de “voces” ni “luces” que los guíen; simplemente deben seguir la intuición en el espíritu. No deben buscar sensaciones ni usar ningún estímulo externo, ningún incentivo ni ninguna promesa para seguir trabajando; sólo deben depender de la norma del bien y el mal que Dios les indique en todo asunto.

La mente también debe ser humilde. Los pensamientos de grandezas hacen caer al creyente en el error. Todos los pensamientos que llevan consigo justificación, jactancia y suficiencia hacen que la mente cometa errores. Muchos creyentes tiene bastante conocimiento, pero están engañados y se confunden debido a que su mente es muy orgullosa y a que se preocupan demasiado por ellos mismos. Todo el que desea servir al Señor debe ser humilde (Hechos. 20:19). Los creyentes deben desechar todo pensamiento de grandezas y reconocer la posición que Dios les designó en el Cuerpo de Cristo.

UNA MENTE LLENA DE LA PALABRA DE DIOS.

Dios Dijo: “Pondré Mis leyes en la mente de ellos” (Hebreos. 8:10). Necesitamos leer más la Escritura y memorizarla más para poder encontrar la Palabra que necesitamos en el momento preciso. Si lo hacemos, Dios llenará todos nuestros pensamientos con Su ley. Cuando necesitemos luz para nuestra senda, recordaremos inmediatamente lo que leímos en la Escritura. A muchos no les agrada leer la Biblia con su mente; sólo les gusta abrirla al azar después de orar, y acatar el versículo que señalen como la voz de Dios. No se dan cuenta de que eso no es confiable. Si nuestra mente está llena de la Palabra de Dios, el Espíritu Santo la alumbrará en un instante mediante la intuición y hará que recordemos el versículo apropiado que nos indicará lo que debamos hacer. No necesitamos que nadie nos diga que no robemos porque la Palabra de Dios ya nos lo habrá dicho. Tal indicación ya está en nuestra mente. Si podemos ser uno con la Biblia de esta manera, conoceremos la voluntad de Dios en toda circunstancia.

UNA MENTE PURA.

Los creyentes debemos pedirle a Dios continuamente que purifique nuestra mente y la mantenga nueva, que nos lave de nuestros malos pensamientos así como de las imaginaciones vanas para con Dios a fin de que lo que creamos concuerde perfectamente con Su voluntad eterna. No sólo debemos pedirle que nos haga pensar en El, sino también que nos haga pensar en El de la manera correcta. Debemos pedirle que no permita que ningún pensamiento proceda de nuestra naturaleza maligna. Si tenemos tal pensamiento, debemos pedirle que Su luz brille sobre él y le ponga fin inmediatamente. Debemos rogarle que nos impida conservar alguna doctrina especial que concuerde con nuestras ideas antiguas y que podrían dividir la iglesia. También debemos pedirle que nos impida aceptar, alguna enseñanza particular que nos separe del resto de Sus hijos. También debemos pedirle que nos haga tener el mismo sentir que los demás, esperando con paciencia en cualquier asunto en el que no hayamos logrado la unidad con otros. Debemos pedirle que nos guarde de usar la nueva vida que recibimos para preservar algún pensamiento o enseñanza equivocada. Que nos ayude a morir no sólo a nuestra naturaleza malvada, sino también a nuestros pensamientos malignos. Que no permita que nuestros pensamientos causen división en el Cuerpo de Cristo. Debemos pedirle que no permita que seamos engañados de nuevo y que haga que todos Sus hijos vivan para El a fin de que ya no sean esparcidos ni se hagan daño unos a otros, vagando y sin tener el mismo sentir ni la misma vida.