Watchman Nee Libro Book cap.32 El hombre espiritual
LA CONDICIÓN DE UNA MENTE PASIVA
OCTAVA SECCIÓN
CAPÍTULO DOS
LA CONDICIÓN DE UNA MENTE PASIVA
Es lamentable que los creyentes no conozcan la diferencia fundamental que existe entre la obra de los espíritus malignos y la del Espíritu Santo. Debido a esto, han permitido que los espíritus malignos vengan y ocupen sus mentes. Quisiéramos estudiar brevemente la mente que se halla bajo el ataque de los espíritus malignos.
PENSAMIENTOS REPENTINOS.
Cuando la mente del creyente cae en la pasividad, se inyectan en él muchos pensamientos que provienen de afuera; pensamientos inmundos, blasfemos o confusos, los cuales rondan por su cabeza. Aunque la persona se proponga rechazarlos, no puede detenerlos ni cambiar el rumbo ni el tema. Tal parece que la mente es una máquina que una vez encendida no puede apagarse fácilmente. Tal vez el creyente use su voluntad para resistirlos, pero no puede deshacerse de ellos. Los pensamientos que se presentan y que son contrarios a la voluntad del creyente provienen de los espíritus malignos.
Algunas veces esas ideas repentinas hacen que el creyente entienda, conozca o invente alguna cosa especial. Pueden llegar como una sugerencia para hacer algo. Parece que el pensamiento proviene del creyente mismo, pero al examinarlo, ve que no se origina en él y que es la obra de los espíritus malignos en una mente pasiva. El creyente debe rechazar todo pensamiento repentino que le haga sugerencias, ya que no procede del Espíritu Santo. Además, si el creyente actúa según esos pensamientos, verá que el resultado carece de sentido.
Sabemos que en estos últimos tiempos los espíritus malignos trabajan considerablemente en la enseñanza (1 Timoteo. 4:1). Los creyentes deben estar alerta para que los espíritus malignos no inculquen tales enseñanzas en sus mentes pasivas. Muchos creyentes piensan que están estudiando la Palabra, que reciben mucha luz y que entienden muchas cosas que sus predecesores no entendieron, pero deben tener cuidado, porque en muchos casos no son ellos los que piensan, sino que los espíritus malignos les ponen repentinamente tales ideas. Los espíritus malignos insertan astutamente en los pensamientos de los creyentes una idea de ellos. Debido a que muchos creyentes ignoran el hecho de que sus mentes pueden absorber las enseñanzas de los espíritus malignos, cuando leen o meditan y reciben repentinamente una gran iluminación, creen haber descubierto algo nuevo en la enseñanza divina, y lo escriben o lo divulgan, pensando que todo es el resultado de su búsqueda, y cuando otros leen sus escritos o los escuchan, se maravillan de su gran perspicacia. Realmente no sabemos cuántas enseñanzas proceden del fondo del abismo. Muchas herejías, enseñanzas presuntamente espirituales e interpretaciones bíblicas que han dividido la iglesia de Cristo en miles de fragmentos provienen de hombres que repentinamente entienden ciertas doctrinas al estudiar la Palabra. No debemos tener en cuenta sólo la excelencia de la iluminación que recibimos, sino que debemos preguntarnos de dónde proviene tal iluminación. (1) ¿Es revelada por el Espíritu Santo a través de la intuición? (2) ¿Proviene de mi propia mente? (3) ¿Están los espíritus malignos dándome tales pensamientos?
Cuando la mente de un creyente es pasiva, es fácil que los espíritus malignos le inyecten pensamientos sin sentido. Les dirán cosas como: “Eres un vaso especial para Dios … tu labor cambiará el mundo … tu vida espiritual es mucho más elevada y profunda que la de los demás … debes seguir tu camino independiente de los demás … pronto Dios te abrirá una puerta muy ancha para la predicación … debes empezar a vivir por fe … tu utilidad espiritual es ilimitada”. El creyente queda desarmado ante tales pensamientos y deja de vigilar. Vive todo el día guiado por ellos, soñando acerca de grandezas y de lo maravilloso y hábil que es él. Debido a que no usa el razonamiento ni la mente, no sabe que todos esos pensamientos perjudican su vida espiritual y que son absurdos. Continuamente piensa en sí mismo y fantasea acerca de lo que será su futuro.
Entre quienes predican la Palabra del Señor, algunos frecuentemente son controlados por pensamientos repentinos. Muchos predicadores hablan de “revelaciones aisladas” que llegan a través de su mente. Cuando hablan, obedecen a pensamientos repentinos o a la “revelación” que ha estado en sus mentes por tanto tiempo. Piensan que todo eso procede de Dios y lo reciben pasivamente. No saben que Dios no da revelaciones repentinas, y tampoco las deposita en la mente. Aunque algunas veces esas palabras puedan ser coherentes, provienen de los espíritus malignos. Algunas veces el creyente predica versículos que vienen de repente a su mente. Aunque ésta no los busca, los versículos siguen llegando; la audiencia parece conmovida; con todo, cuando la reunión se termina, la audiencia se levanta y todo parece haber sido un sueño, pues no hubo una verdadera ayuda práctica en la vida divina. Algunas veces esto también sucede en el tiempo privado de los creyentes, pero todo es obra de los espíritus malignos.
Debido a que el creyente les ha cedido terreno en su mente a los espíritus malignos, éstos pueden poner en él los pensamientos que ellos quieren. Con frecuencia, entre los creyentes que laboran juntos, los espíritus malignos levantan, sin ningún motivo, una barrera o un recelo entre ellos con el fin de separarlos. Los espíritus malignos hacen que el creyente piense sin base alguna que las personas son de cierta manera. Piensa que algunas personas lo tratarán de cierto modo y que otras probablemente no lo tratarán así. Los espíritus malignos dividen a los creyentes; en realidad todos esos pensamientos son infundados. Si el creyente sabe que debe examinar la procedencia de los pensamientos y los resiste, no habrá separación. Pero el creyente piensa que tales ideas son suyas y no sabe que los espíritus malignos también pueden implantar pensamientos en su mente.
LAS IMÁGENES.
Los espíritus malignos no sólo inyectan pensamientos en la mente de los creyentes, sino que también pueden proyectar imágenes. Algunas de ellas son limpias y buenas, y el creyente las disfruta, pero algunas son corruptas y pecaminosas, y la conciencia del creyente las aborrece. Sean imágenes buenas o malas, aunque el creyente las disfrute o las aborrezca, él no puede impedir que se sigan proyectando en su mente. Las experiencias pasadas, las predicciones del futuro, y muchas otras cosas persisten delante de sus ojos a pesar de la oposición de su voluntad. La imaginación del creyente ha caído en la pasividad; no puede controlar su propia imaginación, y la ha entregado a los espíritus malignos, los cuales la están usando a su antojo. El creyente debe saber que todo lo que no sea producido por su propia mente procede de fuerzas sobrenaturales.
LOS SUEÑOS.
Algunos sueños son naturales, pero otros son sobrenaturales. Algunos pertenecen a Dios y otros al diablo. Aparte de los que son producidos por la psique o la mente del hombre, los demás son sobrenaturales. Si la mente del creyente se abre a los espíritus malignos, probablemente muchos de sus sueños serán las imágenes que obtuvo durante el día, aunque de una manera encubierta. Los espíritus malignos hacen que vean imágenes durante el día y que las sueñen durante la noche. Si el creyente quiere saber si el sueño proviene de los espíritus malignos, sólo necesita preguntarse si su mente estuvo pasiva durante el día. Si es así, el sueño que recibió no es digno de fiar. Los sueños que provienen de Dios permiten que el hombre continúe siendo normal, pacífico, estable, razonable y sensible. Pero los sueños que provienen de los espíritus malignos son extraños, vanos, falsos y absurdos, y hacen que las personas se vuelvan enajenadas, turbadas, confusas e irrazonables.
Los espíritus malignos pueden dar al creyente muchos sueños extraños, algunos de los cuales son buenos. Si la mente del creyente estuvo pasiva, sus sueños no proceden de Dios ni son naturales, sino que proceden de los espíritus malignos. Naturalmente, por la noche la mente no es tan activa como durante el día; así que, por estar pasiva los espíritus malignos buscan la oportunidad de lograr su meta. Estos sueños nocturnos hacen que el creyente se levante por la mañana lleno de pesadez y con su espíritu deprimido. Parece que el sueño le resta energía, porque mientras duerme, los espíritus malignos afectan todo su ser valiéndose de la mente pasiva. Si uno tiene estos sueños con frecuencia, ello se debe a que los espíritus malignos están operando en su mente. Si el creyente sinceramente rechaza la obra que los espíritus malignos llevan a cabo durante el día o durante la noche, podrá ser libre.
EL INSOMNIO.
El insomnio es una enfermedad muy común entre los creyentes de hoy. Es la evidencia más obvia de que los espíritus malignos están operando en la mente del creyente. La mente de muchos creyentes se llena de pensamientos cuando ellos se acuestan en la noche. Continúan pensando durante el día en el trabajo, recuerdan experiencias pasadas o llenan su mente de cosas que no están relacionadas entre sí. Parece que están pensando en millares de cosas, y deliberando acerca de lo que deben hacer, y cuál es la mejor estrategia para realizarlo. Piensan por adelantado lo que harán el siguiente día, lo que deben planear, las circunstancias que enfrentarán, y cómo deberán tratar con los diferentes problemas. Esta clase de pensamientos se presentan repetidas veces. Aunque el creyente sabe que la cama es para dormir, y no un escritorio para pensar cómo hacer las cosas, la mente continúa pensando sin detenerse. Aunque el creyente sabe que es importante dormir para poder trabajar al día siguiente, y que urgentemente necesita dormir y no pensar, aun así, sin saber por qué, no logra conciliar el sueño. Su mente sigue pensando con vehemencia y le ahuyenta el sueño. Quizá el creyente ya ha experimentado la angustia del insomnio por algunos días y se propone descansar de toda obra que requiera actividad mental, pero cuando llega la noche, aunque está muy cansado, su mente no descansa, y es como si fuera una máquina de pensamientos, llena de actividad e imposible de apagar. Su voluntad no tiene poder sobre sus pensamientos y es impotente ante la ráfaga de pensamientos. Sólo le queda esperar hasta que de alguna forma su mente cese de trabajar y le permita dormir un poco. El sueño reanima a las personas, pero después de que una persona ha estado bajo tales experiencias por cierto período, acaba temiendo la hora de ir a dormir, la cama y la noche. Sin embargo, como no puede darse el lujo de no dormir, cada mañana cuando se levanta, parece que ha regresado de un mundo terrible, su cabeza está confusa, su voluntad paralizada, y parece que toda su energía ha desaparecido.
En esos casos, el creyente piensa que su cuerpo es la causa de tal fenómeno. Tal vez piense que está perturbado mentalmente o que se ha extralimitado trabajando. En realidad, lo que sucede es que (1) la mayoría de las veces todos esos razonamientos son simples suposiciones, es decir, no son reales. (2) Si fueran reales, después del descanso u otro remedio natural, experimentarían restauración, pero todo es ineficaz. (3) Todo esto es una señal de que los espíritus malignos emplean tales razones para disfrazar sus actividades. Cuando los pensamientos corren por la mente del creyente, él debe preguntarse, “¿de dónde provienen? ¿Son míos? Yo no deseo pensar tal cosa; no tengo la intención de hacerlo, ¿quién está implantando en mí tantos pensamientos confusos, perversos y deprimentes? ¿Quién más puede ser si no los espíritus malignos?”
LOS OLVIDOS.
Muchos creyentes pierden el poder de memorizar y a menudo olvidan cosas debido al ataque de los espíritus malignos. Las palabras que acaban de decir las olvidan en un instante; el trabajo que acaban de hacer se les olvida en una hora, y antes que se termine el día no pueden encontrar el objeto que acaban de poner en algún sitio, y lo que han prometido se les olvida en un momento. Un creyente así es como un hombre sin mente; parece que su mente no logra retener nada. Tal vez piense que eso sucede porque su memoria no es tan buena como la de los demás, y no se da cuenta de que eso obedece a que está bajo la perturbación de los espíritus malignos. En ese caso, el creyente toma todo tipo de apuntes, y se convierte en un esclavo de sus notas. Depende de ellas para que le recuerden lo que ha de hacer; de lo contrario, tendrá dificultades. No estamos diciendo que la mente del creyente debe recordar todas las cosas siempre; sabemos que con el paso del tiempo muchas cosas se olvidan, y que hasta los sucesos recientes se pueden olvidar debido a que no dejaron una impresión profunda. Pero aparte de esto, hay muchas cosas que por haber ocurrido recientemente y por haber dejado huella en el creyente, deberían ser recordadas, sin embargo a menudo hay como una laguna en la memoria y no se puede recordar nada. Esto no es natural; debe ser por el ataque de los espíritus malignos. Por ejemplo, no es natural olvidar lo que recientemente nos llamó la atención. Es natural olvidar algunas cosas, pero hay otras que no es natural olvidar. Detrás del olvido anormal se hallan los ataques de los espíritus malignos, los cuales pueden afectar ciertos nervios de nuestro cerebro y en ciertos momentos críticos hacer que olvidemos lo que debíamos recordar. Un sinnúmero de creyentes han sufrido dificultades debido a los ataques de los espíritus malignos en esta área, y la obra que llevan a cabo es dañada, se ven envueltos en muchas situaciones incómodas, los demás les pierden la confianza, y su eficacia disminuye considerablemente. Sin embargo, no se dan cuenta de que la pérdida de la memoria se debe a la operación de los espíritus malignos en su mente.
Otras veces, parece que la memoria del creyente es buena y no tiene problema, pero repentinamente empieza a experimentar la pérdida de la memoria. En momentos críticos, cuando la memoria debería funcionar perfectamente bien, no logra recordar nada. Como resultado las cosas caen en un caos. Esta pérdida repentina de la memoria puede parecer extraña al creyente. Tal vez piense que su poder mental esté debilitándose momentáneamente y que pronto lo recuperará; no se da cuenta de que esto es un fenómeno causado por el ataque de los espíritus malignos en su mente.
LA FALTA DE CONCENTRACIÓN.
Muchas veces los espíritus malignos también interfieren en el poder de la concentración de los creyentes. El poder de concentración es diferente en cada creyente. Pero según la experiencia de los creyentes, la variación en el poder de concentración es el resultado principalmente de la operación de espíritus malignos. Muchos son incapaces de enfocar sus pensamientos. Otros, si tratan de concentrarse en una cosa por unos pocos minutos, descubren que sus pensamientos vuelan por todas partes, especialmente mientras oran, leen las Escrituras o escuchan un mensaje. Muchos creyentes sienten que su mente vaga constantemente. Aunque hacen lo posible por concentrarse, no lo logran. Esfuerzan su voluntad para controlar sus pensamientos desaforados y parece que eso surte efecto por algunos minutos, pero al poco tiempo, se encuentran en la misma condición. Algunas veces se sienten fuera de control. Todo esto es obra de los espíritus malignos y obedece a que los creyentes les cedieron terreno en su mente. Es lamentable que los creyentes pierdan así su poder mental. El resultado es que durante el día no logran llevar a cabo nada. Así como es perjudicial gastar la energía física, también es dañino gastar la energía mental. Muchos creyentes emplean mucho tiempo sin producir nada de provecho, porque sus mentes están bajo el ataque de los espíritus malignos y no pueden concentrarse.
Debido a esos ataques, el creyente experimenta a menudo una especie de distracción. Normalmente su mente es aguda, pero repentinamente surge un vacío, y nota que sus pensamientos vuelan sin rumbo. No sabe qué está haciendo ni que libro está leyendo. Tal vez crea que su mente está pensando en otra cosa, pero debe percatarse de que esos pensamientos no aparecen en su mente con la aprobación de su voluntad. Un sinnúmero de creyentes han experimentado que durante una reunión o durante el día, repentinamente dejan de escuchar lo que otros están diciendo. Los espíritus malignos les impiden oír lo que les es de provecho, hacen que sus mentes dejen de funcionar y los fuerzan a pensar en otras cosas.
Después de que la mente del creyente es atacada por los espíritus malignos, es difícil que escuche a otros. Algunas veces, pierde varias oraciones o varias palabras. Para poder entender lo que otros están diciendo tiene que hacer un gran esfuerzo por captar las palabras. A menudo no entiende ni lo más sencillo o interpreta mal lo que se le enseña. Todo esto también es causado por la turbación de los espíritus malignos en su mente, quienes depositan prejuicios en él o interpretan por ellos el significado de las palabras. El creyente escucha al mismo tiempo a los hombres y a los demonios; así que, o no escucha nada o lo que oye lo interpreta mal. Debido a la obra de los espíritus malignos, él no está dispuesto a escuchar lo que otros le dicen y a veces ni siquiera puede. Antes de que la persona termine le interrumpe. Todo esto sucede debido a que los espíritus malignos le han sembrado muchos pensamientos, lo fuerzan a escucharlos a ellos y a decir lo que a ellos les plazca. En tal caso, el creyente escucha dos voces al mismo tiempo, una que proviene del exterior y otra del interior. Interiormente escucha las sugerencias de los espíritus malignos, y exteriormente la voz de los hombres. Debido a que la voz interior es más cercana a él, parece que sus oídos no logran oír las voces del exterior. Lo que comúnmente es conocido como distracción en realidad se debe a que el corazón ha sido ocupado por espíritus malignos. Cuántas veces el creyente piensa que se distrajo, cuando en realidad lo que sucedió fue que su corazón quedó capturado por los espíritus malignos. Si los creyentes no se deshacen de las obras que los espíritus malignos llevan a cabo en sus mentes, les será difícil concentrarse.
Debido a la actividad de los espíritus malignos en la mente del creyente, éste sacude la cabeza, queriendo deshacerse de los pensamientos indeseables. Si dice algo, tienen que enunciarlo audiblemente a fin de que su propia mente lo escuche y reciba una impresión. Si piensa algo, también tiene que decirlo en voz alta para que su mente confusa lo pueda comprender. Si lee, debe leer en voz alta para captar lo que lee. Todo eso es el resultado del daño que los espíritus malignos hacen en la mente. El creyente no puede concentrarse y tiene que hacer todo esto a fin de que su mente pueda ser impresionada o que pueda tener algún entendimiento.
LA INACTIVIDAD.
Los espíritus malignos también hacen que la mente del creyente pierda la capacidad de pensar. Debido a que la mente ha estado bajo el ataque de los espíritus malignos tanto tiempo y a la cantidad de terreno que los espíritus han ocupado, muchos creyentes pierden la capacidad de pensar. Cuando esto sucede, sus mentes se han sumergido casi por completo en las manos de los espíritus malignos y ya no son capaces de tomar decisiones. Al llegar a este punto, los creyentes no pueden ni pensar. Aunque quieren pensar, no tienen la fuerza para producir ningún pensamiento. Hay una ola de pensamientos revoloteando en su mente y no tienen la fuerza para detenerlos e imponer los suyos. Parece que la ola de pensamientos es tan fuerte que no tienen la oportunidad de pensar por sí mismos. Aunque algunas veces parece que encuentran un lugar en su mente para lo que ellos quieren pensar, se les dificulta bastante seguir pensando. Parece que en ellos hay muchas voces y muchos temas que no dejan lugar para sus pensamientos. Sabemos que si un hombre quiere pensar, tiene que emplear su memoria, su imaginación y su razonamiento. Cuando el creyente pierde el dominio sobre todas estas cosas, ya no puede pensar en nada nuevo; no puede ser creativo, y no puede deducir, recordar ni comparar. No puede decidir ni entender. En síntesis, no puede pensar.
Después de que la mente del creyente es atacada por los espíritus malignos, se siente aprisionada sin poder pensar en nada. Parece como si algo se hubiese perdido, y como si una sombra de confusión se cerniera sobre él, haciendo imposible que produzca algo. Una vez que la habilidad mental del creyente se pierde, espontáneamente tiene una perspectiva exagerada de todas las cosas. A sus ojos, un poco de tierra parecerá una montaña, y todo se le hace cada vez más difícil. Teme en particular todo lo que requiera actividad mental. Le incomoda conversar con la gente, porque esto le exige un gran esfuerzo. Le parece un enorme sacrificio cumplir con diligencia y constancia sus deberes diarios. Parece que dentro de él hay una cadena invisible, se siente incómodo como un esclavo, y algunas veces alberga el pensamiento de rebelarse contra todo. Sin embargo, es incapaz de escapar porque su mente está atada por los espíritus malignos, los cuales le impiden pensar.
Así que, el creyente no tiene otra alternativa que soñar durante todo el día; pierde el tiempo; pasan los días, y él sigue sin pensar, imaginar, razonar ni entender. Después de que la mente ha sufrido tales ataques, la voluntad es afectada porque la mente es su luz y permite pasivamente ser zarandeada de acá para allá por las circunstancias. El no toma decisiones por su cuenta y se llena de toda clase de insatisfacciones; pierde la paz y no es capaz de pelear en contra de tal esclavitud para obtener la victoria. Parece que se hubiese erguido una barrera invisible. Hay muchas cosas que debe hacer, pero cuando intenta llevarlas a cabo, un sentimiento lo detiene. Nada de lo que debe hacer parece estar a su alcance; da la impresión de que su vida está llena de dificultades y que nada puede satisfacerlo.
Esta inactividad en el creyente es diferente a la pasividad ordinaria. Si la mente de un creyente está solamente inactiva, puede activarse cuando él lo desee. Pero si no puede activarse, eso significa que no puede actuar cuando lo desea. ¡No puede pensar! Es como si tuviera algo sobre su cabeza que lo oprimiera. Este es un síntoma de una obra severa efectuada por los espíritus malignos.
Los creyentes que continuamente se preocupan y se llenan de ansiedad, tienen esta enfermedad. Si observamos sus circunstancias y su posición, veremos que aunque todo está bien y que tienen razones de sobra para estar contentos; sin embargo, están llenos de ansiedades e infelicidad. Si se les pregunta la razón, no tienen respuesta, y si se les dice que no deben sentirse así, de todos modos no pueden evitarlo. Ni ellos mismos pueden explicar por qué se sienten así. Parece que se han hundido en un atolladero del cual no pueden salir. Tal parece que están acostumbrados a preocuparse y que ya no tienen fuerza para escapar de su situación. Todo eso es obra de los espíritus malignos. Si se trata de una preocupación natural, habría justificación, una razón válida, para su inconformismo Toda preocupación que no tenga una causa valedera proviene de los espíritus malignos. El creyente se hunde en ese estado porque al principio aceptó las ideas de los espíritus malignos y ahora es incapaz de librarse. Su mente cayó en una pasividad muy profunda y ya no puede actuar. Se siente constantemente encadenado y lleno de cargas pesadas. Parece que nunca puede ver el sol ni conocer la verdad; es como si no pudiera emplear su propio raciocinio. Los espíritus malignos aprisionan a sus cautivos y los mantienen todo el día en un estado de aturdimiento, ya que se complacen con el sufrimiento de las personas. Así tratan a todo el que cae en sus manos.
LA INESTABILIDAD.
Cuando la mente del creyente es controlada por los espíritus malignos, sus pensamientos no son de fiar, porque él es responsable sólo de algunos de sus pensamientos, pues casi todos son generados en su mente por los espíritus malignos. Es muy fácil que los espíritus malignos den al creyente cierto pensamiento, y al poco tiempo le traigan otro completamente opuesto. Debido a que el creyente obedece a tales pensamientos, se vuelve una persona vacilante. Los que laboran o viven con él juzgan estos cambios como una característica de su carácter inestable. En realidad, son los espíritus malignos los que cambian los pensamientos de su mente y los que alteran sus opiniones. Frecuentemente nos encontramos con creyentes que dicen: “Yo puedo hacer tal cosa”, y en el momento siguiente dicen: “Ah, no puedo”. Por la mañana dicen: “Quiero esto”, pero al atardecer cambian de opinión. Esto se debe a que los espíritus malignos inyectan una idea en la mente del creyente, y él la acepta, pero en el momento siguiente los espíritus malignos le inyectan lo opuesto, y él empieza a pensar que, de hecho, no puede y se retracta de lo que había dicho. En las conversaciones, cuando el tono de voz cambia repentinamente, se puede detectar la obra de los espíritus malignos en la mente de los hombres. El creyente mismo tal vez aborrezca su indecisión, pero no tiene forma de estabilizarse, ya que no es dueño de sí mismo. Si no actúa en conformidad con los pensamientos implantados en su mente, los espíritus malignos falsifican la voz de la conciencia y les acusan de no obedecer a Dios. Debido a que el creyente quiere evitar las acusaciones, no tiene otra alternativa que fluctuar entre dos opciones. Gran parte de la conducta fluctuante de un creyente se origina en esto mismo. Cuando el creyente escucha las sugerencias de los espíritus malignos en su mente, emprende todo tipo de actividades, pero cuando los espíritus malignos cambian sus propuestas, el creyente es arrastrado juntamente con ellos. Los espíritus malignos siempre inducen a las personas a pensar en el momento más inoportuno. Despiertan al creyente a mitad de la noche a decirle lo que debe hacer. Si el creyente no lo hace, lo hacen sentir culpable. O bien, a mitad de la noche le sugieren al creyente que cambien ciertas cosas; de modo que algunas decisiones importantes se toman cuando la mente está muy confundida. Si averiguamos la procedencia de todas estas cosas, veremos que muchos cambios repentinos son el resultado de la obra de los espíritus malignos en la mente de los hombres.
HABLAR DEMASIADO.
Los creyentes cuyas mentes están siendo atacadas por los espíritus malignos algunas veces no les gusta hablar con las personas porque no tienen la capacidad para escucharlas. Las olas de pensamientos en sus mentes son como nubes llevadas por un vendaval, que no pueden ser detenidas por las palabras de otros. Al mismo tiempo ellos son muy habladores. Debido a que sus mentes están llenas de ideas, sus bocas no pueden evitar llenarse de palabras. Una mente que no puede escuchar a otros, y que sólo quiere que se le escuche, por lo general es una mente enferma. Muchos creyentes parecen habladores y chismosos por naturaleza, pero es probable que sólo sean instrumentos de los espíritus malignos. Muchos creyentes parecen una grabadora de los espíritus malignos.
Muchos creyentes cuando conversan, bromean y hablan de otros a sus espaldas, parece que no pueden controlar su lengua. Se dan cuenta de que no saben lo que dicen, pero no pueden detenerse ni restringir sus palabras ociosas. Parece que tan pronto como las ideas se han iniciado en su mente, y antes de que hayan tenido la oportunidad de pensarlas bien, ya se convirtieron en palabras. Las avalanchas de pensamientos los inducen a decir muchas cosas involuntariamente. Su lengua ya no está bajo el control de la mente ni de la voluntad. Profieren muchas palabras que la mente no había pensado y que la voluntad no había decidido emitir. Algunas veces se pronuncian palabras que son totalmente contrarias a los motivos y a la voluntad de la persona. Más tarde, cuando los demás se lo recuerdan, se sorprenden de haberlo dicho. Todo esto sucede porque la mente cae en la pasividad. Los espíritus malignos pueden utilizar la lengua del hombre valiéndose de una mente pasiva. Al principio, los espíritus malignos mezclan sus pensamientos en la mente del hombre, pero después, se vinculan ellos mismos a las palabras del hombre. Cuando esto sucede, la mente no entiende los pensamientos de otros ni recuerda lo que le dicen.
El creyente debe estar seguro de que sus palabras pasen por su propia mente. Todas las palabras que no pasen por el proceso del pensamiento proceden de los espíritus malignos.
LA OBSTINACIÓN.
Después de que la mente de un creyente cae en la pasividad y es ocupada por los espíritus malignos, cuando toma una decisión no escucha explicaciones ni sugerencias de otros. Si tratan de explicarle algo, pensará que están invadiendo su libertad. Además, según su punto de vista, el que les sugiere algo es muy necio y no sabe todo lo que él sabe. Sus pensamientos tal vez estén equivocados, pero piensa que es lógico que sus razonamientos sean inexplicables. Debido a que su mente ha caído en una pasividad total, no sabe cómo usar sus propios razonamientos para deducir, diferenciar o juzgar algo. Acepta indiscriminadamente todos los pensamientos que los espíritus malignos inyectan en su mente y piensa que son las ideas más perfectas. Tal vez también escuche voces sobrenaturales y las tome como la voluntad de Dios. Esa voz se le convierte en ley, y nadie puede convencerlo de que use su razonamiento para verificar el origen de esas voces. Sea cual sea el pensamiento, voz o enseñanza, piensa que es infalible y absolutamente confiable. No quiere comprobar, ni juzgar ni razonar. No desea saber nada más y toma una actitud defensiva. Ni su propio razonamiento ni su conciencia ni las explicaciones o las perspectivas de otros pueden cambiar su punto de vista. Cuando cree que Dios lo está guiando, es como si su cerebro quedara sellado para no poder cambiar. Debido a que no utiliza la razón, está sujeto a toda clase de engaños por parte de los espíritus malignos y ni cuenta se da. Los que tienen algo de conocimiento ven el peligro, pero él está complacido. Es muy difícil restaurar a los que han sido afectados por los espíritus malignos a ese grado.
EL FENÓMENO DE LOS OJOS.
La pasividad de la mente y el ataque de los espíritus malignos pueden ser fácilmente identificados por los ojos, porque ninguna parte del hombre expresa la condición de su mente más claramente que sus ojos. Si la mente es pasiva, el creyente puede leer un libro con sus ojos pero nada penetra en su mente, y su memoria no puede retener nada. Cuando habla con las personas, sus ojos vagan en todas direcciones, de un lado a otro, de arriba abajo, o cambian abruptamente de dirección. Algunas veces es áspero y no puede mirar directamente el rostro de la persona con quien habla. Pero en otras ocasiones puede mirar directamente a su interlocutor sin pestañear, como si un poder desconocido mantuviera sus ojos fijos.
Esto puede ser peligroso en algunos casos, porque ésta es la manera en que los espíritus malignos guían al creyente a convertirse en un instrumento de ellos. En muchas reuniones, los creyentes fijan su mirada en el rostro del orador por un largo tiempo, mas sin escuchar lo que está diciendo, y en lugar de eso permiten que los espíritus malignos les pongan pensamientos o visiones.
En cuanto al uso de nuestros propios ojos, debemos observar si nuestros ojos obedecen a nuestro estado de ánimo o si fijan su atención sin obedecer las instrucciones de nuestra voluntad. Cuando la mente es pasiva, nuestros ojos se empequeñecen fácilmente; ven cosas extrañas que no tenían la intención de mirar. Al mismo tiempo, no tienen la fuerza para concentrarse en lo que sí desean mirar.
CONCLUSIÓN.
En resumen, aunque los ataques de los espíritus malignos a la mente de los creyentes son múltiples y variados, el principio para que la persona pierda el control de sí misma es el mismo. Originalmente, según la providencia de Dios, todas las facultades del hombre (siendo la mente una de ellas) estaban totalmente bajo su control, pero debido a que el creyente sin darse cuenta cede terreno a los espíritus malignos, éstos ocupan su mente y son capaces de operar en una manera directa sin que la voluntad del creyente ofrezca resistencia. Por lo tanto, si alguna vez un creyente descubre que su mente actúa independientemente de su voluntad, debe saber que está siendo atacado por los espíritus malignos.
Se sabe si la persona está bajo el ataque de los espíritus malignos y de cosas que son desconocidas para ella, porque no puede actuar cuando debe actuar ni puede detenerse cuando piensa que debe hacerlo; si pierde el control y se llena de pensamientos confusos; si labora sin ningún resultado; si no puede laborar durante el día y sueña por la noche; si es inquieta, enajenada e indecisa; si no puede velar ni concentrarse ni tener discernimiento; si no puede recordar las cosas; si es inexplicablemente temeroso, y si se desespera y se confunde.