Watchman Nee Libro Book cap.18 La autoridad y la sumisión

Watchman Nee Libro Book cap.18 La autoridad y la sumisión

LA VIDA Y LA ACTITUD DE LA AUTORIDAD DELEGADA

CAPÍTULO DIECIOCHO

LA VIDA Y LA ACTITUD DE LA AUTORIDAD DELEGADA

Lectura bíblica: Marcos. 10: 35-45

BEBE DE LA COPA DEL SEÑOR Y PARTICIPA DE SU BAUTISMO

Cuando el Señor estuvo en la tierra, rara vez enseñó cómo ser una autoridad. Esto se debe a que Su meta en la tierra no era establecer autoridades. Marcos 10: 35-45 contiene la enseñanza más clara con respecto a la manera de ser una autoridad. Todo el que quiera ser una autoridad debe leer este pasaje, ya que es la enseñanza directa del Señor. Aquella conversación fue iniciada por Jacobo y Juan, quienes querían sentarse a la derecha y a la izquierda del Señor en Su gloria. Sabían que tal petición era directa y para no ir directamente al grano, comenzaron diciendo: “Queremos que hagas por nosotros lo que te pidamos” (versículo. 35). Ellos antepusieron esta petición para comprometer al Señor a que lo hiciera. Pero el Señor no les contestó inmediatamente, sino que les preguntó: “¿Qué queréis que haga por vosotros?” (versículo. 36). Como no sabía lo que querían, no podía prometerles nada. Entonces añadieron: “Concédenos que en Tu gloria nos sentemos el uno a Tu derecha, y el otro a Tu izquierda” (versículo. 37). Esto implica dos cosas. En primer lugar, querían estar cerca del Señor y, en segundo lugar, querían autoridad en la gloria. Estaba bien que desearan estar cerca del Señor, pero eso no era lo único que querían; ellos también deseaban autoridad en la gloria. Querían estar sobre los otros discípulos. El Señor les contestó que no sabían lo que pedían (versículo. 38a).

Ellos pensaron que sentarse a la derecha y a la izquierda era algo que Dios podía concederles. Pero el Señor les dijo que eso no era sencillo. Querían estar cerca del Señor y tener autoridad. El Señor no dijo que su petición era incorrecta ni que estaba mal desear estar a Su derecha o a Su izquierda. Les dijo que para sentarse a Su derecha o a Su izquierda, ellos debían beber de la copa que El bebía y ser bautizados con el bautismo por el cual El tenía que pasar. Jacobo y Juan pensaron que podían adquirir ese lugar con sólo pedirlo, pero el Señor les dijo que no era asunto de pedir sino de beber la copa y participar de Su bautismo. No es asunto de oración ni de esforzarse por sentarse al lado del Señor. Si una persona no bebe de la copa del Señor ni es bautizada con Su bautismo, su petición es vana. Si uno no bebe de la copa del Señor ni es bautizado con el mismo bautismo que El experimenta, no podrá estar cerca del Señor ni tener ninguna autoridad. El Señor no puede otorgarnos una posición ni una autoridad gratuitamente. Sólo aquellos que beben de Su copa y son bautizados con Su bautismo, reciben tal posición y tal autoridad. El fundamento consiste en beber y ser bautizado. Si el cimiento está equivocado, no puede haber una estructura correcta. Supongamos que un niño sube al monte a coger algunas flores, y luego las siembra sobre la tierra. Aunque él piense que plantó un jardín, las flores no crecen por carecer de raíz. Jacobo y Juan estaban equivocados de raíz. A fin de estar cerca del Señor y de tener autoridad en la gloria, ellos debían beber de Su copa y ser bautizados con Su bautismo. Si estos discípulos no bebían esa copa ni eran bautizados con ese bautismo, no podrían estar cerca del Señor ni recibir ninguna autoridad ni posición. Esto es algo que ellos no sabían. Es algo que tiene que ver con el presente y no sólo con el futuro.

LA COPA DEL SEÑOR

¿Cuál es la copa del Señor? Su copa tiene un solo significado. Cuando el Señor estuvo en el huerto de Getsemaní, El tenía una copa delante de Sí, que era la copa de la justicia de Dios y de la cual debía beber. Sin embargo, El oró a su Padre diciendo: “Padre Mío, si es posible, pase de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero, sino como Tú” (Mateo. 26: 39). Aquí vemos claramente que la copa y la voluntad de Dios eran dos cosas diferentes. En ese momento la copa era la copa, y la voluntad de Dios era la voluntad de Dios; todavía no era una sola cosa. La copa podía cambiarse, pero no la voluntad de Dios. El Señor preguntaba si la copa podía pasar, pero no estaba tratando de eludir la voluntad de Dios. La copa podía pasar, pero El cumpliría la voluntad de Dios. La copa no era indispensable, pues no era permanente sino temporal. Si la copa no era la voluntad de Dios, El estaba dispuesto a dejarla a un lado, pero si la copa era la voluntad de Dios, la bebería. La actitud del Señor era clara; si la voluntad de Dios era que bebiera la copa, El la bebería; de lo contrario, no. Tales palabras deben llevarnos a adorarlo. El nunca invertiría el orden de estas palabras. Habría sido un error invertir el orden. En otras palabras, lo que el Señor quería saber en el huerto era si la copa era la voluntad de Dios. Antes de que la copa y la voluntad de Dios fueran una sola cosa, estaba bien que el Señor orara de esa manera. De hecho, el oró de esta manera tres veces (versículo. 44). Pero cuando supo que la copa y la voluntad de Dios eran una sola cosa, El le dijo a Pedro: “La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?” (Juan. 18: 11). En el huerto El podía pedir que la copa le fuera quitada, porque la copa y la voluntad de Dios no eran todavía una misma cosa. Fuera del huerto, la copa y la voluntad de Dios eran lo mismo. En este momento la copa era la voluntad del Padre; por eso le dijo eso a Pedro.

Aquí vemos una profunda lección espiritual. El Señor no estaba apresurado ni siquiera para tomar la cruz. Lo único que El deseaba hacer era la voluntad de Dios. El no insistiría en ir a la cruz, a pesar de que era tan crucial, pues no reemplazaría la voluntad de Dios. Aunque la crucifixión del Señor era lo más importante, El estaba bajo la voluntad de Dios. Aunque el Señor vino a fin para ser la propiciación por los pecados de muchos, y aunque vino expresamente para ser crucificado, la cruz no podía sobrepasar la voluntad de Dios. El no fue a la cruz simplemente porque la cruz era buena y necesaria para la salvación del hombre. El no vino para ser crucificado, sino para hacer la voluntad de Dios. El fue a la cruz sólo después de tener la certeza de que la voluntad de Dios era ir a la cruz. El fue a la cruz por la sencilla razón de que era la voluntad de Dios. El no fue crucificado porque tenía que ir a la cruz; pues la voluntad de Dios era más importante que la cruz. Por lo tanto, beber la copa no era solamente cuestión de ir a la cruz, sino de hacer la voluntad de Dios. El fue a la cruz porque el Padre así lo quería.

Podemos ver que la copa no es indispensable, pero la voluntad de Dios sí. El Señor no pidió ser eximido de hacer la voluntad de Dios. Su relación con la cruz no era directa sino indirecta, pero Su relación con la voluntad de Dios era directa. Por eso, El oró en el huerto de Getsemaní que Dios le librase de beber la copa. El sólo quería circunscribirse a la voluntad de Dios. El no escogió la cruz, sino la voluntad de Dios. Por lo tanto, la copa del Señor muestra Su sujeción a la voluntad suprema de Dios. El Señor se postró para escoger la voluntad de Dios, y Su único deseo era cumplir esa voluntad. Por lo tanto, les preguntó a Jacobo y a Juan “¿Podéis beber la copa que Yo bebo?” (Mr. 10:38). Les estaba preguntando si ellos podían postrarse y escoger la voluntad de Dios de la misma manera que El se postró delante de Dios para escoger Su voluntad.

Esto es semejante al caso de Abraham cuando ofreció a Isaac, lo cual ya mencionamos. Al final, Abraham recibió nuevamente a Isaac. Muchas personas han ofrecido su Isaac, pero se les presenta un problema cuando su Isaac les es devuelto, pues parece que quedan mal ante los demás. Algunos se adhieren directamente a su consagración; otros se deciden a sufrir, y otros a servir en la obra. Pero debemos disponernos para una sola cosa: hacer la voluntad de Dios. Beber la copa del Señor significa que no debemos comprometernos con ninguna otra cosa que no sea hacer la voluntad de Dios. Si la copa no es la voluntad de Dios, no debemos tomarla. A pesar de que todos sabían que el Señor iba a la cruz, El oró en Su hora final para saber si la cruz era la voluntad de Dios. Todo depende de la voluntad de Dios y no de nosotros. Muchas personas trabajan para la obra misma. Una vez que se ocupan de la obra, no pueden ocuparse de nada más. Se estancan en su obra y son absorbidos por ella; a tal grado que no tienen tiempo de examinar la voluntad de Dios. Ellos insisten en llevar su obra hasta el final. Esto no es laborar por la voluntad de Dios, sino por el beneficio de la obra misma. El Señor sólo estaba interesado en la voluntad de Dios, por lo cual podía hasta renunciar a la cruz. Cuando El entendió que la voluntad de Dios era que fuera a la cruz, El la tomó sin preocuparse por el dolor que ello implicaba. Beber la copa significa que nos negamos a nuestra propia voluntad para tomar la de Dios. El Señor les preguntó a los discípulos si ellos podían aceptar la voluntad de Dios de la misma manera que El estaba dispuesto a aceptarla. Esta es la copa del Señor. Si queremos estar cerca del Señor o recibir gloria, tenemos que obedecer la voluntad de Dios.

La obediencia a la voluntad de Dios es muy importante. Si uno afirma gratuitamente que obedece la voluntad de Dios, probablemente no ha visto la enorme importancia de la voluntad de Dios. Obedecer la voluntad de Dios significa estar relacionado con ella directamente. Todo lo demás puede cambiar; aun la cruz, la cual es la copa de la ira de Dios. Pero Su voluntad jamás cambia. Cuando leemos la oración que el Señor ofreció en Getsemaní, debemos detectar el espíritu de dicha oración. El huerto de Getsemaní habla de la cumbre de la sumisión del Señor en la tierra. El no puso la copa por encima de la voluntad de Dios. Este es un principio muy profundo. El objeto de Su sumisión era la voluntad de Dios, no la copa. Desde el primer día hasta el último tuvo una lealtad firme a la voluntad de Dios. El Señor obedeció la voluntad de Dios hasta el final. Esto era más importante para El que todo lo demás. Yo creo que hay una revelación muy profunda en la experiencia terrenal descrita en Getsemaní. Debemos conocer a Cristo por medio de esta profunda revelación. Hasta algunas horas antes de ir a la cruz, El todavía no estaba comprometido con la obra de ir a la cruz, pues sólo estaba comprometido con obedecer la voluntad de Dios. Por lo tanto, el llamado más alto no es ni la obra ni el sufrimiento ni la cruz, sino la voluntad de Dios. Por esto el Señor les dijo a Jacobo y a Juan: “¿Podéis beber la copa que Yo bebo?” Parece que el Señor estuviera diciendo: “Si un hombre quiere estar cerca de Mí, y tener una posición en la gloria por encima de los demás hijos de Dios, debe ser como Yo que obedezco la voluntad de Dios y la tomo como Mi única meta. Sólo estas personas pueden estar junto a Mí y se pueden sentar a Mi derecha o a Mi izquierda”. Estar cerca del Señor y sentarnos a Su derecha o a Su izquierda depende de si podemos beber Su copa, es decir, de si nos rendimos en absoluta obediencia a Su voluntad.

EL BAUTISMO DEL SEÑOR

¿Cuál es el bautismo del Señor? Es obvio que esto no se refiere a Su bautismo en el río Jordán, porque tal bautismo ya había pasado. El bautismo que el Señor estaba a punto de experimentar estaba por venir, y se refería a Su muerte en la cruz. En Lucas 12: 50 el Señor dijo: “De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!” En el libro La liberación del Señor, Austin Sparks dice que esto se refiere al deseo del Señor de ser liberado. El Señor anhelaba ser liberado. La palabra angustia implica que estaba confinado o restringido. Cristo tenía un cuerpo santo en el cual estaban todas las riquezas de Dios. Tales riquezas gloriosas estaban limitadas por la carne y ¡cuán restringido y confinado estaba El! ¡Cuán maravilloso sería que esas riquezas fueran liberadas! Parece como si estuviera diciendo que la vida de Dios estaba confinada y restringida dentro de El y que sería maravilloso liberarla. Por un lado, la cruz traería la redención de los pecados y, por otro, liberaría la vida. Dios liberó Su vida por medio de la cruz. El Señor deseaba que esta vida fuera liberada. Antes de la crucifixión, dicha vida estaba confinada en El; por lo tanto, la importancia fundamental del bautismo es la liberación de la vida.

Después de esto, el Señor dijo que una vez que la vida de Dios fuera liberada, se esparciría como fuego sobre la tierra. ¿Cuál es el resultado del bautismo? Produce algo similar al fuego, algo que trae división, en vez de paz, sobre la tierra (versículo. 51). Cuando el fuego toca algo, lo consume. De ahí en adelante, en una familia algunos miembros estarían en contra de otros, los creyentes y los incrédulos estarían en bandos antagónicos, lo mismo que quienes tuviesen la vida y los que no la tuviesen, y que quienes tuviesen el fuego y los que no lo tuviesen. Esto es lo que significa ser bautizado con el bautismo del Señor. Una vez que la vida brota, fluye y ocasiona divisiones. Dondequiera que esta vida vaya, no traerá paz sino antagonismo. Una vez que la vida entra en una casa, allí habrá conflictos. Los que pasan por el bautismo son separados inmediatamente de los que no han pasado por él. El Señor estaba diciendo: “Yo voy a la cruz a liberar Mi vida, y esto traerá conflictos. ¿Pueden sobrellevar esto? ¿Les gusta esto?” Primero habrá muerte, mas luego la vida brotará. Esto es el bautismo, el cual produce división. Los muertos no pueden luchar, sólo los que están vivos pueden hacerlo. La palabra de Señor nos muestra que la muerte opera en nosotros, y la vida en otros (2ª Corintios. 4: 12). El bautismo del Señor consistió en quitarse Su corteza exterior y liberar Su vida por medio de la muerte. Esto mismo es lo que hacemos hoy. Debemos dejar que nuestro cascarón sea quebrantado para que la vida que hay en nosotros pueda brotar.

En los mensajes que dimos en Fuchow junto al monte Kuling, mencioné que la vida no puede ser liberada a menos que el hombre exterior sea quebrantado. Nuestro hombre exterior encierra la vida y le impide fluir. Debemos comprender que si el hombre exterior no es quebrantado, la vida no podrá fluir, pero cuando el cascarón del hombre es quebrantado, éste viene a ser una persona accesible, y la vida puede fluir fácilmente. De lo contrario, la vida queda atada, el espíritu del hombre no puede ser liberado, y la vida no puede brotar libremente. Es muy diferente poder explicar 2ª Corintios 4: 12 de darles a otros un toque de vida. Muchas personas piensan que este versículo nos es más que una enseñanza. Permítanme repetir que si nuestro hombre exterior no es quebrantado, la vida no podrá fluir de nosotros. Una vez que la corteza del hombre es quebrantada, él viene a ser una persona accesible. Esto es igual que un grano de trigo que cae en tierra y muere; la vida que contiene se abre paso rompiendo la cáscara, y a medida que sale, crece la abertura espontáneamente. Esto es lo que el Señor dijo en Juan 12: 24: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Cuando un grano de trigo cae en la tierra, el cascarón que lo envuelve se rompe, y la vida brota. Después de esto, el Señor añadió: “El que ama la vida de su alma la perderá; y el que la aborrece en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde Yo esté, allí también estará Mi servidor. Si alguno me sirve, Mi Padre le honrará” (versículos. 25-26). Si uno quiere preservar su cascarón, no podrá liberar la vida. Una vez que uno pierde el cascarón, lleva mucho fruto.

La cruz tiene dos aspectos: la redención y la liberación de la vida. En Marcos 10: 35-45 el Señor no habló de Su muerte; sólo mencionó Su bautismo, porque el no quiso dar a entender que Jacobo y Juan podían participar en Su obra redentora. La redención solamente puede ser llevada a cabo por Cristo, nuestro Sumo sacerdote; nadie puede participar en ella ni añadirle nada. No podemos participar en el aspecto de la muerte del Señor que se relaciona con la redención, pero sí podemos participar de la liberación de Su vida. Por eso el Señor sólo mencionó el aspecto de la muerte que se relaciona con Su bautismo al tomar la cruz. Dicha muerte se refiere a la liberación de la vida, y no a la redención. El Señor dijo que El estaba pronto a pasar por ese bautismo, lo cual significa que Su cascarón se rompería y que la vida sería liberada, como el grano de trigo cuyo cascarón se rompe y lleva mucho fruto. Si una persona es bautizada con el bautismo del Señor, significa que es quebrantada delante del Señor y que libera la vida divina. Si el hombre exterior no es quebrantado, será muy difícil que la vida del Señor brote. Es posible que uno tenga la vida por dentro, pero ésta no brotará, y aunque estemos muy cerca de una persona, la vida no podrá tocarla.

El resultado del bautismo es fuego y división. Cuando la vida fluye, no hay paz en la tierra; sino división. Muchas personas están divididas por esta vida ya que existe un gran abismo entre los que siguen al Señor y los que no, entre los que pertenecen al Señor y los que no, entre quienes lo tienen a El y quienes no, entre los fieles y los incrédulos, y entre los que aceptan las pruebas y los que no. Una vez que un hombre toca la vida de Cristo, toma un camino diferente. El Señor parece decir: “¿Estás dispuesto a asumir las consecuencias de tomar mi bautismo? Si quieres sentarte a Mi derecha o a Mi izquierda, debes ser diferente. ¿Estás dispuesto a aceptar las consecuencias de tomar Mi bautismo y de ser diferente de los demás hijos de Dios?” Con el fin de sentarnos a la derecha o a la izquierda del Señor y tener una posición de gloria, debemos beber Su copa y ser bautizados con Su bautismo, lo cual significa que debemos reconocer la voluntad de Dios por encima de todo y permitir que nuestro hombre exterior sea quebrantado para que la vida pueda ser liberada. Sólo las personas que tienen esta actitud saben lo que significa sentarse a la derecha o a la izquierda del Señor. Esta es la senda del creyente.

El Señor les dijo a Jacobo y a Juan algo así: “Primero debéis beber Mi copa y pasar por Mi bautismo, para poderos sentar a Mi derecha o a Mi izquierda en la gloria. ¿Podéis beber esta copa y ser bautizados con este bautismo? Ellos respondieron: “Podemos” (10: 39). Ellos le pidieron esto al Señor, pero no sabían lo que pedían. Ellos no son únicos en este sentido, pues todos los descendientes de Adán somos iguales. El Señor les explicó las condiciones, y ellos contestaron que podían llenar los requisitos. El Señor les dijo que para sentarse a Su derecha o a Su izquierda, debían beber Su copa y ser bautizados con Su bautismo. Pero aun al decirles esto, no les prometió que se sentarían a Su derecha o a Su izquierda. El Señor quiso decir que si uno no bebe Su copa ni es bautizado con Su bautismo, no podrá sentarse ni a Su derecha ni a Su izquierda. Pero aun si ellos bebían Su copa y pasaban por Su bautismo, eso no garantizaba que se sentarían a Su derecha ni a Su izquierda, porque esto depende de la elección de Dios (versículo. 40). Tal vez Jacobo y Juan preguntaron: “¿Qué podemos decir?” Si una persona no bebe la copa y no toma el bautismo con toda seguridad quedará descalificada; pero si bebe la copa y participa de este bautismo, es posible que tampoco se siente a la derecha o a la izquierda, pues ello depende de la elección de Dios. Aunque posiblemente Jacobo y Juan estaban equivocados en su petición, el Señor no fue exacto en Su respuesta. Si El hubiera dado a Jacobo sentarse a Su diestra y a Juan sentarse a Su izquierda, esos dos lugares no habrían estado disponibles durante estos dos mil años de historia de la iglesia. Otros lugares estarían disponibles, pero por haber reservado esos lugares estos dos discípulos, los demás creyentes se habrían desanimado de seguir en el camino del Señor. El Señor no les concede Su petición y, en consecuencia, estos lugares siguen disponibles. Algunos entre nosotros todavía tienen la oportunidad de ocupar estos dos lugares. Por lo tanto, esta lección se aplica todavía a nosotros. El punto principal de este pasaje no es la discusión anterior sino lo que viene a continuación.

UNA AUTORIDAD NO DOMINA NI CONTROLA, SINO QUE SE HUMILLA Y SIRVE

Después de esa respuesta, el Señor habló a cerca de la autoridad. El versículo 41 dice que cuando los otros discípulos oyeron de la petición de Jacobo y de Juan, se indignaron. Da la impresión de que Jacobo y Juan hicieron esta petición en secreto, pero los diez discípulos se enteraron. Así que, el Señor les enseñó algo también a ellos, que es el tema de todo ese pasaje. El reunió a Sus discípulos a su alrededor y les habló de la gloria futura. Les dijo: “Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y sus grandes ejercen sobre ellos potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos” (versículos. 42-45). La pregunta de los dos discípulos condujo a una enseñanza sobre la autoridad. El Señor les mostró que lo que contaba no era el futuro, sino el presente. Este tema se aplica desde aquel día hasta hoy, es decir el Señor presentó el espíritu que se aplica desde aquel día hasta el presente. Vemos que dos personas querían sentarse en el trono para gobernar a los demás, por lo cual el Señor les mostró que entre los gentiles, hay algunos que son tenidos por gobernantes y se enseñorean de los demás. Entre los gentiles existe una lucha por la autoridad. A los hombres les gusta ser reyes para gobernar y controlar a otros. Pero no será así entre nosotros. Es bueno que algunos de entre nosotros busquen la gloria futura, pero tales personas no deben pensar en enseñorearse de los hijos de Dios ni tener la intención de controlar o gobernar a otros.

No hay nada de malo en desear sentarse a la derecha o a la izquierda del Señor. Pero no está bien hacer esfuerzo alguno por regir a los hijos de Dios. No debe haber ninguna lucha por el poder ni deseo alguno por controlar a otros. Si lo hacemos, caeremos en la misma condición de los gentiles. Nada es tan desagradable como la lucha de una persona por ser la autoridad, ni nada es más horrible que el control que la persona ejerce cuando trata de controlar a otros. La ambición por la autoridad o el deseo de ser una persona grande es algo que pertenece a los paganos. Debemos erradicar este espíritu de la iglesia. El Señor sólo puede usar a quienes beben Su copa y están dispuestos a ser bautizados con Su bautismo. Si bebemos Su copa y tomamos Su bautismo, tendremos autoridad espontáneamente. Esto fue lo que Dios dispuso y es la raíz de todo el asunto. Si no tomamos este camino y aun así tratamos de llegar a nuestro destino, o si no tenemos esta base y tratamos de producir fruto, tal esfuerzo es en vano. Debemos abundar en el conocimiento de la voluntad de Dios y aceptar todo quebrantamiento para que la vida que está en nuestro interior pueda brotar. En cuanto a nuestra posición delante de Dios, ésta depende de Su elección. Si alguien quiere escalar por encima de los demás hijos de Dios, o si quiere controlar o regirlos, tal persona en realidad es un pagano. Debemos erradicar ese espíritu pagano de nuestro medio y no tolerarlo. Necesitamos a quienes Dios puede usar y no a los que pueden regir a otros. Dicha actitud debe desaparecer por completo de entre nosotros para poder descender de la montaña y ayudar a otros o hacer frente a algunos asuntos importantes.

Cuanto más desea una persona ser autoridad o ser grande, menos podemos confiarle autoridad. Dios no concede autoridad a quienes desean ser autoridad. Cuanto más una persona tenga el espíritu de los paganos, menos podrá Dios usarlo. Espero que ninguno de nosotros sea un diplomático que manipula, controla y silencia a los demás, y que se considera el único que da órdenes. No podemos tolerar tal cosa. Cuanto más consciente esté una persona de sus errores, más autoridad le dará Dios. Debido a que es así como el Señor escoge al hombre, es así como debemos proceder. Nunca debemos ser diplomáticos ni usar artilugios. Tampoco debemos tener el concepto de que si no le damos a cierta persona una posición, se rebelará contra nosotros. No podemos hacer frente a esa clase de persona de ese modo. En la casa de Dios debemos tomar el camino espiritual que concuerda con el principio espiritual; no debemos seguir el camino de la política. Espero que podamos ser fieles. Debemos tener una actitud humilde y dócil, pero también debemos ser fieles delante del Señor. Dios sólo puede usarnos después de que nos humillamos ante El. Si somos altivos, El no podrá usarnos.

En los versículos 42 y 43 el Señor dijo que los gentiles tienen gobernantes que se enseñorean sobre ellos y sus dirigentes ejercen potestad sobre ellos, pero “no será así entre vosotros”. Cuán bellas son las palabras pero entre vosotros, pues indican que hay una gran diferencia entre los gentiles y la iglesia en lo relacionado con la autoridad. Si no somos cuidadosos en este asunto, no podremos avanzar en la iglesia. Los gentiles gobiernan según la posición, pero la iglesia sirve según la vida espiritual. Si la iglesia se contamina con la práctica de los gentiles, estará arruinada. La iglesia debe mantener un muro de separación entre ella y los gentiles. Entre éstos se puede ver una lucha por el poder, pero entre nosotros, cuanto más uno piense que es una autoridad, menos apto será. Cuanto más una persona se crea apta, menos lo estará. Siempre debemos mantener esta actitud entre nosotros.

EL QUE QUIERA SER GRANDE, SERÁ EL SERVIDOR, Y EL QUE QUIERA SER EL PRIMERO, SERÁ ESCLAVO DE TODOS.

El Señor usa tres veces la expresión entre vosotros. El establece Su autoridad en la iglesia. Aquellos que son grandes en la iglesia, es decir, aquellos a quienes el Señor establece como tales, son verdaderamente siervos y esclavos de los demás. Todo el que quiera ser grande, debe ser el servidor de todos, y el que quiera ser el primero, sea el esclavo de todos. Esa es la autoridad existente en la iglesia. Vemos dos grandes requisitos para ser una autoridad delegada por Dios. Primero, uno debe beber la copa (obedecer a la voluntad de Dios) y aceptar el bautismo (reconocer que tiene que morir para que la vida pueda brotar). Segundo, no debe ambicionar el poder. Tal persona solamente debe ser un servidor y el esclavo de todos. Por un lado, debe tener una base espiritual, que consiste en honrar la voluntad de Dios dándole primordial importancia, y debe emanar vida. Por otro lado, debe ser humilde, lo cual significa que no tiene interés en ser autoridad entre los hermanos y hermanas y que está satisfecho con ser un servidor y un esclavo. Dios solamente puede usar a estas personas como su autoridad. El Señor escogerá como grandes y confiará Su autoridad a quienes están dispuestos a ser servidores, los que tienen un corazón que se complace en servir a los hermanos y hermanas. En otras palabras, uno necesita por un lado, un fundamento espiritual y, por otro, la debida actitud y el punto de vista correcto con respecto a la autoridad. No debe tener ningún anhelo de ser autoridad. Sólo en ese caso puede uno ser una autoridad delegada por Dios.

Planteo estos dos aspectos con mucha franqueza. Si carecemos del primer aspecto (un fundamento espiritual), no podremos aspirar al segundo (la humildad). Sin el fundamento, será inútil tratar de ser humildes. Cuando el Señor les contestó a Jacobo y Juan, primero expuso el primer punto, aunque con ello no quiso decir que basta con tener el fundamento espiritual para sentarse a la derecha o izquierda del Señor. Dijo explícitamente que ese lugar lo dará Dios a quien El desee. Después del primer requisito, se menciona el segundo, que consiste en ser servidor y esclavo entre los hermanos y hermanas. Los que cumplen estas dos condiciones y se consideran indignos e incapaces son aptos para ser la autoridad. El Señor busca a aquellos que se consideran ineptos y que sirven como esclavos. El dijo que tales personas serán grandes y serán los primeros. Para poder ser una autoridad, uno debe beber la copa y participar del bautismo mencionado por el Señor; de lo contrario, todo lo que haga será inútil. Además, debe ser verdaderamente humilde considerándose un simple servidor (no sólo de boca sino de corazón). El Señor dijo que esas personas serán grandes. Tememos a la humildad que es sólo de labios; la humildad debe provenir del corazón.

Para ser una autoridad delegada, debemos tener una base espiritual y ser humildes; es necesario que estemos conscientes de nuestra incapacidad e ineficacia. Una cosa es cierta: ninguna de las personas que Dios usó en el Antiguo Testamento era orgullosa. Puedo decirle con sinceridad que cuando una persona se enorgullece, Dios la deja a un lado. Como un obrero que he sido por veinte años, nunca he visto que Dios use a un hombre orgulloso. Aun si uno es un poco orgulloso en privado, sus palabras tarde o temprano lo pondrán en evidencia, porque las palabras siempre revelan la condición oculta del corazón. Hasta las personas humildes se sorprenderán grandemente frente al tribunal de Cristo. Sin embargo, la sorpresa que le espera al orgulloso ¡será mucho mayor que la del humilde! Debemos tener presente cuán inútiles somos, porque Dios puede usar solamente a los esclavos inútiles. Debemos mantenernos en la posición de esclavos (Lucas. 17: 10). Dios no confía Su autoridad a los que confían en sí mismos y son seguros de sí mismos. Debemos rechazar el orgullo y ser humildes y mansos. No debemos hablar por nuestra cuenta, sino aprender a conocernos a nosotros mismos y ver las cosas desde el punto de vista de Dios.

Por último, el Señor dijo: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos” (Marcos. 10: 45). El no vino para regir sino para servir. Cuanto menos ambición tenga un hombre y más humilde sea, más útil será delante del Señor. Si uno tiene un alto concepto de sí y piensa que es diferente a los demás, no será útil en las manos del Señor. El Señor tomó forma de siervo y se hizo siervo de todos; jamás tomó una actitud autoritaria, ya que toda Su autoridad venía de Dios. El Señor fue exaltado de una posición humilde a las alturas. Este es el principio que El aplicó. No debemos tratar de asumir ninguna autoridad carnal ni valernos de medios carnales. Debemos ser siervos de todos. A medida que Dios nos delega ciertas responsabilidades, aprendemos a representarlo. La base de la autoridad es el ministerio, y solamente se tiene un ministerio cuando hay resurrección. Si alguien tiene un ministerio, tiene un servicio, y cuando uno tiene un servicio, tiene autoridad. Que el Señor nos libre de los pensamientos altivos.

El hombre que trate de usurpar la autoridad de Dios y se valga de medios carnales, sufrirá un juicio severo. Debemos tener temor tanto de la autoridad como del fuego del infierno. Representar a Dios es difícil, grandioso e insondable para el hombre, y algo que no nos atrevemos a tocar con nuestras propias manos. Debemos seguir el camino de la obediencia, y no el de la autoridad. La llave es ser un servidor y no una persona importante; es ser un esclavo y no el primero entre todos. Moisés y David fueron grandes autoridades; sin embargo, ninguno de ellos estableció su propia autoridad. Los que sirven como autoridades hoy deben aplicar el mismo principio. Debemos temblar con temor al ejercer autoridad. Que el Señor tenga misericordia de nosotros.